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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Darío y El Perro: Los Santillán

Historia de una foto


 POR: Mariano Pacheco para revista Sudestada
(diciembre de 2011)

Los dos de barba candado, que miran fijo a la cámara, además de las pronunciadas entradas, tienen otras cosas en común. El que lleva una vincha celeste y blanca, con la inscripción del movimiento que entonces lideraba, se llama Carlos, aunque es más conocido por su pseudónimo: El Perro. El que lleva puesta una remera con la cara del Che y una camisa de trabajo se llamaba Darío y le decían El Cabezón. Y ahí, en ese tiempo verbal, encontramos la principal diferencia entre los fotografiados: el primero está vivo y continúa radicado en Jujuy, aunque ya no integra la Corriente Clasista y Combativa desde hace algunos años. El otro, que vivió siempre en el Gran Buenos Aires, ya no está: fue asesinado, el 26 de junio de 2002, junto a Maximiliano Kosteki, en la denominada Masacre de Avellaneda.
Antes de fundar el Movimiento de trabajadores Desocupados en su querido barrio Don Orione (Claypole-Almirante Brown), antes de juntarse con su compañera Claudia y de tomar tierras para construir casas y aportar al desarrollo del MTD en Monte Chingolo (Lanús), antes de todo eso (que fue en los albores del nuevo milenio), Darío estudiaba en el colegio Piedrabuena, en San Francisco Solano, donde organizó el Centro de Estudiantes, encabezando por dos años consecutivos la Lista Roja. En esos años, que van desde 1996 a 1999, Darío participó de asambleas en el colegio, de marchas contra la Ley Federal de Educación impulsada por el entonces presidente Carlos Menem, de la toma de algún colegio de la zona, de tareas de apoyo escolar y recreación con niños en barriadas y asentamientos, de luchas de los sectores que, desde abajo y a la izquierda –como dijeron luego otros sureños, ya no de argentina sino de México– intentaban construir la necesaria organización popular para librar batallas contra el modelo neoliberal.
Una tarde de esas, un día cualquiera que hasta ahora no pude precisar en qué mes, ni en qué año, Darío –por entonces un pibe en pleno proceso de politización– participa de una movilización, en la que se encuentra con quien aparecía con frecuencia en los diarios y en la televisión. Impactado, va a saludarlo, a darle un apretón de manos, un abrazo, a decirle, tal vez, que no están solos allá en el norte, y que en el sur, no del país sino del Conurbano, también hay gente que la está peleando. Le pide a alguien, no sabemos quién, que les saque una foto.
Los fotografiados, decía, tienen en común el apellido: Santillán. Y además, una misma pasión y compromiso: luchar por la dignidad de los de abajo. Como el bravo anarquista apodado El León, a quien los Fabulosos Cadillacs le dedicaron una canción, Darío, y El Perro, los Santillán, han dejado una marca en todos los que nos indignamos ante las injusticias y apostamos por cambios sociales profundos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Vicente Zito Lema en diálogo con Herramienta

Entrevista realizada por Mariano Pacheco, Juan Rey y Diana Hernández


"Un arista, un intelectual, no existe por fuera de la subversión...Diría, más duramente: ¡o sos subversivo o sos canalla!"

Entrevista completa en:
http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-10/vicente-zito-lema-en-dialogo-con-herramienta

martes, 6 de diciembre de 2011

Entrevista al venezolano Roland Denis

Los movimientos sociales y el tema del poder

Por Mariano Pacheco. El ex viceministro venezolano Roland Denis conversó con Marcha en el clásico bar porteño La Giralda, a cuadras del obelisco. Contó sobre su estadía en el país y su impresión sobre la política en argentina, los movimientos populares y el kircherismo....

Nota completa en: 

jueves, 1 de diciembre de 2011

SOBRE LOS TRABAJADORES COOPERATIVOS Y PRECARIZADOS

AGTCAP: Agremiando la dignidad

POR: Mariano Pacheco (FPDS) y Ramón Raggio (R.R-20/12)
                                             (Publicado en Batalla de ideas, revista de debate teórico-político de la izquierda independiente, N° 2, noviembre de 2011)

Presentación
Solidari@s y Combativ@s es el lema bajo el cual más de 3.000 personas se han reunido para dar nacimiento, a partir de marzo de este año, a la Asociación Gremial de Trabajador@s, Cooperativ@s, Autogestiv@s y Precarizad@s, una novedosa experiencia de organización de los de abajo, que se propone defender los intereses de l@s trabajador@s precarizados por los mismos Planes de Empleo que promueve el Estado, a vez que agrupar en un mismo espacio a los proyectos autogestivos que desde hace años se desarrollan en distintos puntos de nuestro país, en la búsqueda por entablar un camino común de agremiación, que les permita  luchar por lograr una mayor estabilidad laboral, así como también reclamar que se cumplan los derechos elementales, conquistados históricamente por nuestra clase y hoy vulnerados por la situación en la que se encuentran prácticamente la mitad de los asalariad@s. Acorde con las nuevas realidades del trabajo en la Argentina actual, surgen también iniciativas como éstas: nuevas búsquedas de organización y de lucha por parte de l@s trabajador@s.

Frente a la precarización: organización
En septiembre de 2011, como hace rato no se veía, más 40 mil personas, nucleadas en alrededor de 50 organizaciones sociales, realizaron de forma coordinada una Jornada Nacional de Lucha, exigiendo que el Estado reconozca que el salario mínimo es un derecho. Así, unas 12.000 se manifestaron frente al Ministerio de Desarrollo Social de La Nación, en la Ciudad de Buenos Aires, y otras 30.000 lo hicieron en 17 provincias, participando de la jornada a través de movilizaciones y cortes de ruta en Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca, San Juan, Mendoza, Formosa, Tucumán, Chaco, Santiago del Estero, Córdoba, Misiones, Santa Fe, Rio Negro,  Chubut y Santa Cruz. Dos semanas más tarde, ante la negativa de respuestas por parte de los funcionarios gubernamentales y continuando con el “plan de lucha” votado previamente, este arco de coordinación que incluye desde el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) y el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), hasta la Corriente Clasista y Combativa (CCC), pasando por el Polo Obrero (PO) y el Movimiento de los Sin Trabajo (MST), volvió a las calles a través de un acampe por más de 24 horas en Buenos Aires y una serie de movilizaciones en una veintena de provincias. 
El pliego reivindicativo acordado por este conglomerado de organizaciones plantea:
El pliego reivindicativo acordado por este conglomerado de organizaciones plantea:
1- Haber mensual igual al salario mínimo legal para todos los trabajadores del “Argentina Trabaja” y demás programas  de empleo dependientes del estado.
2- Nacionalización real y efectiva del “Argentina Trabaja” y de todas las políticas de empleo del gobierno nacional.
3- Reapertura del ingreso al plan. Por más puestos de trabajo.
4- Ante el agudo déficit de viviendas que es público y notorio: acceso a la tierra y construcción masiva de viviendas.
5- Trabajo en obras reales y de importancia que apunten a mejorar la infraestructura básica de los barrios y asentamientos más postergados del país.
6- Basta de trabajo precario. Condiciones dignas de trabajo. Acceso efectivo a la obra social, aguinaldo, seguro, entrega de materiales, herramientas y elementos de trabajo en tiempo y forma.

Más allá de estos datos en torno a un fenómeno que, de todos modos, hacía tiempo no se producía (a saber: unidad de las organizaciones populares para garantizar la masividad en el reclamo), nos interesa destacar que, lejos de las concepciones que en las izquierdas suelen separar tajantemente lo político de lo social, nosotros pensamos que las herramientas organizativas que surgen para defender y ampliar los derechos de nuestra clase –aun en los marcos de este modelo de acumulación y de este régimen político– pueden y deben ser, asimismo, instancia de politización cotidiana y experimentación (adelanto en el aquí y ahora) a pequeña (y localizada) escalada, de aquello que pretendemos generalizar en un futuro para una sociedad de otro tipo.
Así, además de cumplir un rol fundamental como barrera de contención de las políticas de las clases dominantes, y de avance en las conquista de los laburantes, los instrumentos gremiales son de vital importancia política porque es desde allí desde donde suelen emprenderse los primeros pasos hacia transformaciones más grandes y de más largo alcance. Sobre todo si tenemos en cuenta que estamos hablando de una experiencia que emerge, que no puede ser comparada con los burocráticos organismos sindicales ni con los límites que impone, en el mejor de los casos, los instrumentos ya integrados al sistema, que pueden en todo caso realizar sus aportes desde una perspectiva reformista. En este caso, estamos ante la emergencia de una nueva herramienta, que tiene todo por delante, y que al mirar hacia atrás tiene una rica y extensa trayectoria de organización y de lucha librada por los trabajadores en el país y en el mundo, a partir de la cual delimitar con claridad qué no se quiere hacer y qué podría servir como insumo para ser resignificado y recreado.
Valga como ejemplo alguno de los planteos de Antonio Gramsci realizó a propósito de la experiencia consejista desarrollada por el movimiento obrero italiano en el Turín del año 19. Nino, analizando los límites del sindicalismo tradicional (aun el de izquierda), supo prestar atención a la forma Consejo, planteando que –a diferencia del sindicato, herramienta nacida en el campo de la democracia burguesa, constituida para librar luchas por mejores salarios y mejores condiciones laborales, pero dentro del capitalismo, sin posibilidades de rebasar al Estado Burgués–, los Consejos de fábrica tenían que funcionar como un modelo actual de la futura sociedad comunista. Porque en el Consejo –escribe Gramsci en un artículo publicado en L´ ordine Nouvo– el obrero consigue inapreciables conquistas de autonomía y de iniciativa.

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Los antecedentes de esta iniciativa podemos rastrearlos hacia fines de 2009, cuando un conjunto de organizaciones territoriales conformaron el Frente de Lucha por Cooperativas Sin Punteros, realizando un acampe sobre la Avenida 9 de Julio, frente al ministerio de Desarrollo Social de La Nación, luego de que el Gobierno Nacional anunciara la creación de 100 mil puestos de trabajo a través del Programa Argentina Trabaja. Desde entonces, varias organizaciones sociales vieron la necesidad de unirse para luchar no sólo por ingresar al programa, sino también para lograr un manejo autónomo de las cooperativas que pasaran a integrar como beneficiarios, defendiendo así la posibilidad de que sean los propios trabajadores los que decidan cómo, dónde y en qué tiempos llevar adelante el trabajo, evitando de este modo quedar rehenes de las redes de punteros políticos que ya comenzaban a repartirse la torta anunciada por el gobierno, aun antes de que se implementara. Por otra parte, estos movimientos reivindicaron su histórico trabajo, buscando incorporar cooperativas ya existentes en los marcos del nuevo programa.
Luego de trabajar subterráneamente durante todo el 2010, la AGTCAP ya ha realizado varios plenarios en lo que va del año, con la presencia de centenares de delegados de distintas organizaciones, a partir de los cuales comenzaron a delinear algunos principios y mecanismos organizativos: crecimiento y consolidación del proyecto desde las bases, promoción de espacios democráticos y asamblearios para tomar las decisiones, entre otros. A estos encuentros asistieron, además, movimientos de provincias en las cuales no se implementa el “Argentina Trabaja”, pero en donde vienen desarrollando desde hace años micro-emprendimientos productivos y proyectos cooperativos sin financiamiento (o con financiamiento circunstancial) por parte del Estado.
Así es como la AGTCAP ha logrado agrupar a gran parte del sector de nuestra clase –la de quienes vivimos de nuestro trabajo– que en los 90 no sólo se quedó sin laburo, sino que además no tuvo a mano ninguna organización gremial que se hiciera cargo de enfrentar las políticas de ajuste neoliberal que dejaban a miles de personas desempleadas (a excepción de algunas zonas en donde la Central de Trabajadores Argentinos promovió la organización territorial, pero con un carácter más barrial que sindical). Ante esta situación, desde este sector aportaron a instituir nuevas dinámicas de participación popular, que buscaran abordar de conjunto las problemáticas que a cada quien se les presentaban como individuales. Gestaron asambleas en las barriadas, las villas y los asentamientos. Realizaron movilizaciones y ollas populares. Cortaron rutas y tomaron edificios públicos. Gestaron un nuevo instrumento de organización de los de abajo: los Movimientos de Trabajadores Desocupados, antecedente directo de esta Asociación Gremial.
En los últimos años, ante una situación política cada vez más compleja para el sector –puesto que en muchos casos sus integrantes consiguieron trabajo, pero en condiciones sumamente precarias y sin representación gremial– estos movimientos profundizaron el trabajo comunitario en los territorios y fueron generando apuestas cooperativas de trabajo, en una Argentina en la cual si bien la economía crecía a ritmos descomunales, aun así quedaban afuera importantes sectores de la población.
Por supuesto –y resulta evidente– que desde 2003 en adelante, primero con la gestión de Néstor y ahora con la de Cristina, el mundo del trabajo se ha visto expuesto a sustanciales modificaciones. Sería de necios negarlo. Claro, no es que la situación estructural se haya modificado. Ni siquiera que se haya esbozado la intención de realizar alguna transformación de fondo, puesto que el kirchnerismo no es –ni ha mostrado intenciones de ser– un gobierno, un movimiento que tienda a definiciones socialistas, ni mucho menos. Por lo tanto, ni la propiedad privada de los medios de producción, ni las extraordinarias ganancias empresarias han sido cuestionadas. Pero indudablemente, para la clase que vive del trabajo, a la hora de contar porotos –¡qué otra cosa es el progresismo, en el plano económico, sino un gran aparato que busca aumentar, simultáneamente, las mega-ganancias empresariales y los porotos de los laburantes!– la situación ha mejorado. En los últimos ocho años ha bajado la desocupación a más de la mitad de lo que estaba, se han incrementado los salarios de la mano del restablecimiento de las paritarias, se ajustan, en marzo y septiembre de cada año –a partir de la Ley 26.417– los haberes de los jubilados, se han ampliado a todos los menores los beneficios del régimen de asignaciones familiares,  través de la asignación Universal por Hijo y para Embarazadas. Todas estas medidas no pueden sino modificar la situación objetiva y subjetiva de nuestra clase.
Así, tras casi una década, las condiciones materiales de existencia de los de abajo han mejorado sustancialmente, sobre todo si el punto de referencia es la calamitosa situación padecida en la década anterior. Y ahí está una de las claves para comprender por qué, con tan poco, parece que se haya hecho tanto. Tenemos, por un lado, una profunda desigualdad social (entre los que más y los que menos tienen), pero por otro lado, estamos ante una fractura gigantesca al interior de nuestra propia clase, ya que más de la mitad de quienes trabajan lo hacen por fuera de las relaciones formales, que implican un horario regular, pago de horas extras, de vacaciones y aguinaldo, plus de horas nocturnas o por insalubridad, por viáticos, días por enfermedad o licencia familiar, entre otros beneficios, además de la estabilidad laboral y la posibilidad de afiliarse a un gremio, a partir del cual defender los derechos conquistados, y pelear por ampliarlos o gestar otros nuevos.
Por todo esto, la conformación de la AGTCAP no es comparable al surgimiento de cualquier colectivo de militantes, sino que expresa un grado de maduración de un sector importante de nuestra clase.

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Desde las bases. Diálogos sobre la organización de la AGTCAP
Ana Villar y Pablo Solana, referentes barriales del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD), en Lomas de Zamora y en Lanús –ambos integrantes del FPDS– nos contaron un poco acerca de esta iniciativa en la que vienen trabajando desde hace más de un año.
Ana destaca que a pesar de su nombre (“Argentina Trabaja”), este programa quedó acotado a Buenos Aires. Por eso, uno de los reclamos de la flamante AGTCAP es su nacionalización, o bien la implementación de más y mejores programas de empleo que logren tener incidencia nacional. De allí que, más que oponerse a estos programas promovidos por el Estado, esta Asociación haya surgido para exigirle que se cumpla con los derechos laborales elementales, burlados por la situación de precarización: salario mínimo que garantice cubrir la canasta familiar, seguro por accidentes y obra social, vacaciones y aguinaldo, indumentaria y herramientas acordes al trabajo realizado, jubilación. Es decir, que le exigen al Estado que garantice sus derechos, como a cualquier trabajador formal.
En cuanto a la nacionalización de los beneficios, si bien se ha avanzado poco, han logrado, por ejemplo, forzar al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que implemente algunas políticas de empleo. Algo similar se conquistó en la provincia de Chaco.
De todos modos, la nueva Asociación ha comenzado a centrar sus esfuerzos en agrupar a quienes ya han entrado al Programa, y desde hace meses se ven expuestos, cotidianamente, a una situación paradojal: el Estado que dice combatir la precarización laboral, los precariza. Ejemplo de esto es el salario que perciben, que ha quedado muy por debajo del salario mínimo, vital y móvil. Asimismo se les realizan descuentos al sueldo para una obra social y un seguro,  que aún hoy, después de meses de estar trabajando, no les brinda ningún tipo de cobertura. Tampoco cuentan con  indumentaria ni las herramientas necesarias, siendo que la mayoría realiza tareas insalubres (limpieza de basurales, y arroyos, zanjeo) por las que tampoco se les paga un plus salarial.
Anita –como le dicen sus compañeras y compañeros del movimiento– nos cuenta sobre algunos de los desafíos que se les han presentado a partir de esta confluencia entre organizaciones dispuestas a conformar la Asociación gremial, como por ejemplo, “trascender los límites defensivos de la organización propia”. Uno de los desafíos para superar esos límites es emprender la construcción de una herramienta amplia, que les permita tener llegada a l@s millones de trabajador@s expuestos a la precarización laboral, que no cuentan con una estructura sindical en la cual participar y luchar por revertir estas condiciones que, reconoce, no son de ahora, sino que datan de la dictadura miliar del 76´, y las leyes de flexibilización laboral impuestas en los 90´. “Desde nuestra experiencia comprobamos todos los días cómo dichas condiciones de explotación aún siguen vigentes, así como los mecanismos para desmantelar cualquier intento genuino de resistencia y de lucha por trabajo digno”.
Por su parte, Pablo hace hincapié en las modalidades de precarización, de informalidad que implican estos nuevos trabajos. “Porque si bien la cooperativa como figura horizontal y autogestiva es muy interesante, el Estado las impulsa para no hacerse cargo de la contratación de un trabajador en los términos que implica tener todos los derechos laborales”. De allí que la agremiación implique tanto asumirse como trabajadores y no ya como trabajadores desocupados, pero también reclamar como trabajadores, en condición de precarizados. Esta situación implica una doble disputa: por un lado, que el estado se asuma como empleador, pero por el otro, que el Estado no intervenga en los modos en cómo cada cooperativa organiza sus lógicas laborales.
Pablo destaca, asimismo, que a diferencia de los planes sociales anteriores, en éste se hace hincapié en la cuestión del trabajo, no sólo en términos de identidad o de un mayor ingreso, sino además como posibilidad de superar la lógica defensiva, de quebrar la lógica más asistencial, que pone al plan social como única posibilidad ante el hambre, como pasó años atrás, para empezar a poner el foco en que ahora se tiene un trabajo, a través del cual se puede ir fortaleciendo, por ejemplo, la infraestructura propia del movimiento (que antes se hacía sólo con trabajo voluntario), o realizando algún beneficio para la comunidad. Así que el ir peleando por ampliar los derechos (mayor remuneración salarial, mejores condiciones laborales, obra social, etc.), no les implica, necesariamente, abandonar la lógica comunitaria, de fuerte anclaje territorial, que vienen sosteniendo los movimientos desde hace una década.
La relación con el estado –insiste– es siempre problemática, porque todos esos proyectos que están emprendiendo hoy en día, no se podrían concretar si no fuera porque el Estado garantiza el pago, aunque éste sea insuficiente. “Por supuesto, aspiramos a que estos proyectos puedan también asumir trabajos por fuera de los que ofrece el Estado, como por ejemplo en obras, no sólo pública, sino licitar para obras privadas. En el rubro alimenticio, por ejemplo, hemos avanzado en ese sentido, con algunas panaderías, rotiserías o pizzerías. Pero por ahora no hemos pasado mucho más que en tratar de equiparnos y fortalecer la infraestructura necesaria para proyectar esos trabajos. Tengamos en cuenta que tienen que competir en el mercado, no sólo con los productos que pueden traer más baratos de otros lugares, sino también con las condiciones de trabajo esclavo, que en muchos casos como en las textiles, que se vive en el país”.

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Anita, por su parte, dice que la AGTCAP “recoge lo mejor de nuestras experiencias organizativas como movimientos de desocupad@s y se inscribe en la búsqueda iniciada por distintos sectores de trabajador@s de nuestro país por construir un modelo sindical alternativo, basado en un verdadero protagonismo de nuestro pueblo, sin burocracias y con independencia de clase”, y pone como referencias a las experiencias de autogestión en la ex ceramista neuquina Zanón (actual FASIPAT), de construcción de un nuevo sindicato en el Subte, a las luchas de los terciarizados ferroviarios, a las apuestas de confluencia de la Corriente Político Sindical Rompiendo Cadenas, entre otras tantas expresiones de este proceso que, desde hace algunos años, se vive en nuestro país. También destaca que conciben a la Asociación “como una herramienta de lucha por las reivindicaciones propias de la clase trabajadora, actuando como un cuerpo organizado con objetivos en común –más allá de las tendencias y corrientes que conviven en su interior–, cimentando nuevas prácticas y formas de relacionarnos –sobre la base de la unidad y la fraternidad– y avanzando hacia la conformación de auténticas estructuras populares y democráticas de Poder Popular real que generen las condiciones para un verdadero Cambio Social”.
De este modo, la AGTCAP busca romper con las lógicas sindicales tradicionales apostando a un crecimiento y una consolidación que sea desde las bases, promoviendo espacios democráticos en la toma de decisiones. “Desde el nivel local, extendiéndose regional y nacionalmente, por medio de mecanismos de elección de delegados, con mandato de la asamblea de base, el cual puede ser revocado por los compañeros y compañeras que lo eligieron. Apuntando a la democracia directa con protagonismo de todos sus afiliados, es decir, una Asociación Gremial construida por todos y para todos sus integrantes”. En la búsqueda por lograr nuclear a nivel nacional la mayor cantidad de trabajadores y trabajadoras de Programas de Trabajo estatales, así como de Cooperativas auto-gestionadas y emprendimientos productivos, de trabajadores desocupados, o de otras expresiones de los trabajadores que comprendan la necesidad de organizarse y luchar por reivindicaciones propias del sector y de la clase, la AGTCAP viene luchando por establecer paritarias, exigiendo que el Ministerio de Trabajo asuma su responsabilidad e intervenga frente a su empleador (el Ministerio de Desarrollo Social de La Nación) en una mesa de negociación por el mejoramiento de sus condiciones laborales.