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miércoles, 26 de noviembre de 2014

ZEPPELIN TEATRO EN REVISTA SUDESTADA

“No queremos hacer un teatro donde la gente asista,
aplauda  y después se vaya a cenar como si nada”

Por Mariano Pacheco
(revista Sudestada, octubre de 2014)



La cara de entusiasmo desmedido se le nota a la distancia. Cuando entro a ese clásico bar, situado en pleno centro de Córdoba capital, veo al dramaturgo Jorge Villegas, con su inconfundible remera negra con la sigla EZLN en rojo que me hace señas. No llego a pedir mi taza de café, ni a sacar mi libreta, mucho menos a encender el grabador. Lo escucho decir: “en octubre reestrenamos la obra sobre Tosco”. Villegas tiene 46 años y comenzó su trabajo teatral “desde muy pibe” –según cuenta– “con los primeros Festivales Latinoamericanos de teatro”. Se define como un hombre que se formó en una generación a la que el punk les marcó un camino (“los casetes de Sex pistols y The Clash fueron fundamentales para mi formación”) y aclara que de ahí, tal vez, venga eso de que abominen andar especulando comercialmente con el teatro. “Tratamos de conmover el entendimiento, convidar nuestro hacer a organizaciones sociales y participar de sus actividades”, remata, como tratando de sintetizar el espíritu del grupo que integra, y que fundó hace ya casi dos décadas.

Zeppelin teatro


El grupo se formó en 1995, en un espacio cultural, una escuela y una sala de teatro, que Villegas fundó en el barrio Alberdi y que llevó por nombre Zeppelin teatro. Con distintos miembros, funcionó y continúa funcionando a través de distintos proyectos, como “Patria o muerte” y “Judiciales”, donde se agrupan obras temáticas con ejes históricos o coyunturales. “El Proyecto Judiciales son cuatro obras sobre la violencia del capitalismo en las personas. Aborda cuatro casos que en ese mismo momento estaban muy mediatizados: Parques y paseos, sobre el asesinato de Nora Dalmaso; Cielo cubierto, sobre Marcos Spedale, un adolescente que una patota mató en El Cerro en 2005; Retrato de un hombre invisible, que retoma la emblemática y controvertida figura de Charlie Moore, el militante del Ejército Revolucionario del Pueblo que, promediando la década del 70 del siglo pasado, fue capturado por la Alianza Anticomunista Argentina y, luego de ser brutalmente torturado, fue convertido en asesor del aparato represivo argentino y KyS, por las iniciales de Kosteki y Santillán, los apellidos de Maximiliano y Darío, los jóvenes militantes populares asesinados el 26 de junio de 2002 en el distrito bonaerense de Avellaneda, mientras participaban del intento de bloquear los ingresos al Puente Pueyrredón”, cuenta Villegas, y aclara que eso de trabajar con “lo que pasa” lo tomó de la banda de punk The Clash. “Me acuerdo de lo impresionado que quedé una vez que vi una entrevista en le hacen a Joe Strummer (letrista, cantante y alma de los Clash) en BBC. Cuando al tipo le preguntan por qué no hacían canciones de amor, él respondió que eso era lo que ya hacía todo el mundo, el rock and roll, y que ellos querían hacer otra cosa, ser una suerte de noticiero, contarle a los pibes qué era lo que estaba pasando en ese mundo que habitaban”. Villegas dice que ese momento fue para él “como un despertar” en su vida.
El otro proyecto, “Patria o muerte”, se reestrenó en Córdoba durante el mes de junio, en el Teatro La Luna. Incluye tres obras: Main in chat, donde se representa una especie de chat imaginario entre Simón Bolívar y José de San Martín; Operativo Pindapoy, sobre el secuestro y ejecución de Pedro Eugenio Aramburu y Argentina Urra, que reconstruye el regreso de Juan Domingo Perón al país, luego de su largo exilio.
Con Zéppelin Teatro también adaptaron El juguete rabioso, la primera novela de Roberto Arlt. Villegas cuenta que algunos de los integrantes originales del grupo aun siguen junto a él, montando en los escenarios algunas de sus obras. Aunque aclara que, a veces, él trabaja con otros actores en otros proyectos por fuera del grupo y ellos, a su vez, también tienen sus iniciativas con otros directores. “Algunos se han dedicado al cine y actualmente están en Austria y en México, o haciendo otras intervenciones artísticas en algún rincón de la Argentina”, explica. Y luego agrega: “Otros se casaron y hacen su vida de parroquianos, pero cada tanto nos juntamos”. Por fin remata: “el año que viene cumplimos 20 años. Tengo la idea de que hagamos una gran reunión de todos los Zéppelin”.
Por esa sala donde todo empezó, pasó alguna vez Alejandro Finzi, un cordobés radicado en La Patagonia y autor de la obra sobre Agustín Tosco que el grupo Zéppelin teatro, dirigidos por Jorge Villegas, estrenó el pasado 29 de mayo en la sede central del Sindicato de Luz y Fuerza, cuando se cumplió el 45 aniversario del Cordobazo, y que en octubre reestrenan con funciones todos los viernes, a las 21.30 horas en el Teatro La Parisina, situado en la intersección de las calles Neuquén y Colón, en Córdoba capital.

Ese gigante

“Agustín Tosco es el hombre más importante de toda la historia de Córdoba”, arriesga Villegas. Y aclara: “seguro del siglo XX, ya que los historiadores podrán hablar también del gobernador Bustos”. La obra de Agustín Finzi está centrada en la madrugada del 16 de agosto de 1972. Lugar: La Patagonia, cárcel de Rawson. Personaje central: Agustín Tosco. Elenco: Matías Unsain y Ulises Palacios.  Música y sonorización: Cruz Zorrilla. Asistencia de Dirección: Santiago San Paulo. Imágenes animadas: Delia Puebla.
“En la obra Tosco es visitado por un bicho de luz, una luciérnaga, y seguramente fruto de su afiebramiento, delira, y repasa momentos fundamentales de su vida, mientras conversa con su compañero de celda, horas antes de que se produzca la fuga que culminará en la Masacre de Trelew”, cuenta Villegas, quien considera que Tosco fue “un tipo que pudo entender su tiempo de un modo genial y unir la razón con el corazón”. El fundador del grupo Zépelin se lamenta de que ahora “muchos tipos que se dicen de izquierda” manden a sus hijos a un colegio privado, vivan en un country y anden en camionetas cuatro por cuatro. “Tosco hablaba de la liberación nacional, del hombre nuevo, no tenía la mezquindad de los Rucci, los Coria, los tipos que entendían al sindicalismo, como casi todos ahora, en una cosa corporativa de lucha por el salario”.

Esa mano generosa

En junio, como en años anteriores, el grupo Zéppelin repuso su obra “KyS”, en el marco de las actividades realizadas para conmemorar la “Masacre de Avellaneda”. El dramaturgo comenta que en su momento, lo que más lo marcó de aquella jornada de protesta del 26 de junio de 2002, fue “la actitud de Darío, que sin conocer a Maxi se queda a socorrerlo, y extiende su mano contra la prepotencia de la Policía, que minutos después lo termina fusilando por la espalda”. Y se lamenta de que antes de sus asesinatos, la prensa en general no haya hablado sobre lo que había “detrás de los piquetes”. De allí que rescate el aporte que, grupos como Zéppelin, puedan hacer desde el arte, y valora el momento actual como “muy importante”, propicio para actuar “artísticamente”, pero también, “políticamente”. “Yo no podría trabajar con un actor, por ejemplo, que no haya ido al Acampe de Malvinas contra Monsanto, o que no sepa de los Juicios por delitos de Lesa Humanidad de la Megacausa La perla, o que no sepa que es el Código de Faltas o que Yamila Cuello y Facundo Rivera Alegre están desaparecidos”.

Escena y memoria

Desde el 18 y hasta el 21  de marzo de este año se realizó en Córdoba la “sexta edición” de “Escena y memoria”, un evento que Villegas caracteriza como “un encuentro de gente del teatro, de poetas, de narradores, donde tratamos de cruzar eso con los Derechos Humanos”. Y aclara que, para él, es una experiencia prima-hermana de “Teatro por la Identidad”, donde poder abordar con pequeñas escenas, con lectura de textos breves, la temática del golpe de Estado de 1976 o los juicios de la actualidad, “que son una conquista enorme de la democracia y felizmente se están llevando adelante”, comenta, y agrega luego: “hay que decirlo: la lucha popular y la democracia pusieron las cosas en su lugar”. Las jornadas se desarrollan en el Archivo Provincial de la Memoria, y se comparte a otros lugares, como los ex Centros Clandestinos de Detención La Perla y Campo de la Rivera. “Y este año –agrega Villegas–innovamos con teatro infantil”. “La idea es sumar gente, no repetir siempre lo mismo, sino que se acerquen las generaciones nuevas, que aportan otra mirada”.

Dramaturgia y política


“No soy del tipo de artista que habla de política cuando se está yendo”, sentencia Villegas. Y aclara: “para nosotros es importante todo el tiempo, y por eso tratamos de estar siempre en sintonía con lo que pasa”. De allí que aborden la historia desde una perspectiva actual. “Me interesa un arte donde el espectador se conmueva. Porque si la obra solo entretiene, no hace pensar, no sacude, no sirve”. El dramaturgo cordobés aclara que detestan “el modelo del artista que propone el capitalismo: un tipo que tiene que ser rico, salir con una mina con tetas compradas, medio idiota, que va a la televisión a decir pavadas, que en el verano va a Mar del Plata a hacer morisquetas, que cuenta que le robaron a su mamá y que por eso pide más policías en las calles”. Por último, el fundador de Zéppelin Teatro remata: “Nosotros tratamos de combatir todo eso. Tenemos nuestros trabajos paralelos a la actividad teatral y vivimos en barrios populares. En fin: tratamos de ligarnos a los movimientos sociales y no pensar que somos un grupo que solo monta obras de teatro”.

Teatro incompleto

A fines de 2013, la editorial Recovecos concreta la idea de Villegas de publicar por primera vez, en un libro, algunos de sus guiones. Teatro incompleto reúne cinco obras de una dramaturgia que el propio autor denomina como “política”, “militante”. También contiene un DVD, donde pueden verse extractos de dos puestas en escena, junto con una entrevista a su director y un trabajo de cine-documental que contextualiza una de las obras. Así y todo, su autor destaca que el teatro “no está ahí”, en las imágenes de fotografía o de celuloide,  así como las personas “no están en las lápidas” sino en la vida.
A las ya mencionadas cuatro obras: “Main in chat” (donde San Martín “chatea con Bolivar); “Retrato de un hombre invisible” (en la que un militante del ERP deviene en “personal” de los grupos paramilitares); “KyS” (sobre los asesinatos de los militantes piqueteros Kosteki y Santillán) y “Operativo Pindapoy” (centrada en el “ajusticiamiento” del dictador Pedro Eugenio Aramburu en mayo de 1970), Teatro incompleto también incluye “El errante o el sueño del centauro”, donde un personaje contemporáneo de Rosas habla en primera persona. “Acusado de traidor, de polígamo, de criminal, de abusador de menores, maloneador, secuestrador…”, Manuel Baigorria es un “outsider” de la historia nacional, puede leerse en el libro.
Tal vez rescatando las palabras que la actriz y docente de la Universidad Nacional de Córdoba, Victoria Varas, expresa en la introducción del libro, habría que tener en cuenta, a la hora de leer estos textos, el recorrido realizado por su autor: acercamiento antropológico a los referentes extra-textuales, lectura de intelectuales relevantes y largas horas de tránsito sobre la ciudad. Recorrido que lleva a Villegas a cruzar en su escritura, “con el vértigo revulsivo del punk”, intelectualidad con cultura popular. Dramaturgia “insurrecta y plebeya” –según la define Varas– la obra de Villegas invita a revisitar el pasado nacional para echar luz sobre las convulsionadas coyunturas de la Argentina contemporánea.








martes, 25 de noviembre de 2014

Córdoba: Marcha contra la violencia hacia las mujeres

Cientos de mujeres se movilizaron
Y reclamaron mayor intervención del Estado

En el Día Internacional de Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, cientos de mujeres se movilizaron ayer Desde Colón y General Paz, hacia la Plaza Vélez Sarsfield, donde se realizó la lectura de un documento conjunto elaborado por las organizaciones convocantes, que exigen a la Provincia que adhiera a las leyes nacionales.


Una mujer muere en Argentina cada 30 horas. En Córdoba, 16 mujeres han sido asesinadas en lo que va del año. Ayer, en el marco del Día internacional de No violencia Contra las mujeres, cientos de mujeres de distintas organizaciones sociales y políticas se movilizaron por el centro de esta ciudad.
El 25 de noviembre fue elegido como “Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer” en 1981, en un encuentro de organizaciones de mujeres de todo el mundo, realizado en Bogotá, Colombia. La fecha se adoptó en homenaje a las hermanas Mirabal, conocidas como “Las Mariposas”, tres mujeres de República Dominicana asesinadas por la dictadura de Rafaél Trujillo. Sus cuerpos fueron encontrados el 25 de noviembre de 1960.

Ya Basta
Como en la pasada Marcha de la Gorra, la movilización de ayer logró congregar una amplia diversidad de organizaciones, agrupaciones y partidos políticos. Desde la izquierda social hasta la partidaria, pasando por distintos agrupamientos kirchneristas.
Cintia Frencia, y legisladora provincial por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), en diálogo con El Argentino, subrayó que la marcha se realizó, fundamentalmente, para decirle No a los femicidios. “Hay que tomar medidas efectivas. En primer lugar, la plena aplicación de la Ley de Violencia de Género, pero también hay que avanzar en medidas que modifiquen la situación material y social en que viven las mujeres. Por eso también reclamamos salarios dignos y que se termine la precarización laboral, que junto con la trata de personas y el aborto clandestino, hacen a una situación de violencia que someten a diario a las mujeres”, destacó la dirigente del Partido Obrero, quien insistió en la importancia de “transformar la indignación social”, que rechaza los femicidios, “en un proceso de organización que imponga al gobierno un programa efectivo de prevención y la democratización del Concejo la Mujer, que son cosas que hemos impulsado en la Legislatura”.
El Partido de los Trabajadores por el Socialismo, Izquierda Socialista, el Movimiento Popular Patria Grande, el Frente Popular Darío Santillán, el Nuevo MAS, el Movimeinto Teresa Rodríguez fueron otras de las expresiones que se hicieron presentes en la movilización.
“Creo que se ha tomado mayor conciencia sobre la temática”, comenta ante este diario Gabriela Estévez, jefa del ANSES local, mientras sostiene una bandera detrás de la cual marchan La Jauretche, La Bisagra, La Cámpora,la JP Evita, la JP 26 de julio, nuevo Encuentro y otras expresiones kirchneristas. “Las mujeres kirchneristas vinimos a exigir que la provincia adhiera a la Ley Nacional de Protección Integral hacia las mujeres, que es una ley de vanguardia a nivel mundial. En Córdoba se sigue tratando a la violencia de género como una cuestión del ámbito privado, cuando es un tema cultural y eso es lo que hay que tratar para revertir”, insiste y la dirigente de La Cámpora, quien agrega: “Le pedimos especialmente al Concejo Provincial de la Mujer, donde están presentes todas las legisladoras, que aborden este tema, porque siguen siendo las mujeres más desprotegidas, las de los barrios vulnerables las que más padecen la violencia de género”.

Luciana Echaverría, dirigente del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), por su parte, comentó ante este medio que el asesinato de Paola Acosta (asesinada hace dos meses) fue un “caso bisagra” y que hizo redoblar la lucha para exigir al gobierno provincial, para que “deje de mirar para otro lado y apruebe la Ley de Emergencia de Género, que implica presupuesto destinado a construir los refugios que hacen falta, para los planes de asistencia jurídica, económica, psicológica, pero también peleamos por el cambio de fondo en la Justicia. De hecho, hoy (por ayer), presentamos un pedido de jury contra el fiscal Miguel Oyhanarte, que fue el primero que tomó el caso de Paola, y desde un primer momento dijimos que actuó de modo negligente, se comprobó que alteró pruebas y amedrentó a un testigo”. Echaverría, finalmente, agregó: “que no hagan marketing político con nuestros derechos. Porque el año pasado lanzaron el botón antipánico, pero a la vez fue el  año con más femicidios en la provincia. Hay que preguntarse en qué mundo vivimos que hay que defender lo obvio. Pero hay que defenderlo”.

Apuntes críticos sobre el libro de Miguel Mazzeo

Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder

Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder, de Miguel Mazzeo, “es una advertencia contra los peligros de las dos deformaciones que más poderosamente obturan la consolidación de una nueva izquierda en nuestro país: el fetichismo de la militancia de base y el populismo reformista”. Así lo sintetizan Martín Mosquera y Facundo Nahuel Martín, en una reseña que publicaron en el Portal de Noticias Marcha.


Es que el libro de Mazzeo puede inscribirse en una serie de texto que tienen por objetivo central realizar un aporte, desde el interior de un determinado campo de experiencias, para que la militancia popular realice un esfuerzo de repensar críticamente su –poco o mucho– recorrido realizado y desde allí definir sus políticas, intentando conjurar las decisiones tomadas a las apuradas y, sobre todo, salirse del lugar del que hay cuestiones que abordar porque se dice que es necesario hacerlo. Recuerda, en ese sentido, un libro publicado hace ya más de una década por Mabel T. Rey, quien luego de la “moda autonomista” de 2001-2002, puso en el centro del debate de estas militancias los límites de las experiencias autónomas, y lo limitado de asumir al Estado como un bloque homogéneo y sin fisuras.
En síntesis, podría decirse que el nuevo libro de Mazzeo está centrado en plantear, desde su punto de vista –que es, a su vez, el de una cantidad de militantes de base y referentes de ese entramado de organizaciones– cuales son los riesgos de lanzarse a la participación electoral, y sobre todo, las distorsiones a las que puede arribar la Izquierda Idependiente de profundizarse alguna de sus tendencias. De hecho, Mazzeo plantea que –deriva reformista mediante– embriones de esas distorsiones ya pudieron verse en algunas de las intervenciones realizadas en las elecciones legislativas nacionales de diciembre de 2013.
Para realizar esa crítica, o esa especie de “advertencia teórica”, Mazzeo rescata los mejores componentes paridos por el espacio político en las últimas dos décadas. Así, como el propio autor reconoce, el libro recurre a un “discurso normativo” (del orden del “deber ser”) y a una lógica binaria, aunque no moralizante. Es decir, que no se trata tanto de establecer qué está bien y qué está mal, sino más bien –en una línea argumental más cerca a Baruch Spinoza– de aportar a ver qué puede ser bueno y qué malo para estas experiencias.

A modo de catálogo
A través de sus 20 capítulos (incluyendo introducción y epílogo), Mazzeo realiza una suerte de “catálogo” del espacio político. Ese catálogo sería el “piso” sobre el cual erigir una serie de advertencias y proponer una serie de virtudes en torno a la intervención electoral por parte de la Izquierda Independiente.
“Miguel propone recuperar las nociones de apuesta, resistencia, experimentación y autonomía como pilares del poder popular”, sostiene Sergio Nicanoff en el prólogo. El poder popular –concepto clave de la Izquierda Independiente y aun de otras expresiones del campo popular– aparece definido por Mazzeo como “la fuerza del pueblo en manos del propio pueblo”; como “puesta en acto del poder colectivo” y de la “fuerza colectiva de la hermandad de los explotados y oprimidos”. E insiste en que, junto con el concepto de comunidad, es el sentido más distinguible de la identidad de la Izquierda Independiente.
La pre-figuración, como transición al socialismo ya desde ahora, junto con la posibilidad de aportar a la constitución de un gobierno popular que –toma del poder mediante– entienda que ese episodio no cierra la transición, son otros de los elementos que aparecen como centrales a la hora de definir una delimitación de lo que es, o más bien, de lo que debería ser, la lógica de construcción del espacio.
En ese espacio, insiste Mazzeo, la construcción de un imaginario y una nueva discursividad, antagonista, se torna fundamental.

Advertencias y virtudes
En otra columna, digamos, podríamos situar a todos los pasajes del texto en los que Mazzeo reflexiona sobre cuáles serían los “beneficios” de una intervención electoral por parte de la Izquierda Independiente y cuáles serían sus elementos o características “nocivas”.
Según el autor, en el contexto de una “guerra de posiciones”, sería aconsejable una intervención electoral por parte de la Izquierda Independiente en tanto que aporte a la ampliación del “campo de sus interlocutores” y permita intervenir en “el arriba” para avanzar en la consolidación de los movimientos sociales anticapitalistas, en su camino hacia la construcción de un socialismo desde abajo. Desde este enfoque, la participación de las clases subalternas y oprimidas en el Estado burgués debería ser antagonista y no pensarse como un fin en sí mismo, sino más bien como un medio para modificar las relaciones de fuerzas. Esta participación antagonista, según Mazzeo –y este cronista se permite al menos leer este tramo con cierto estupor y grandes cuotas de desconfianza– permitiría transfigurar porciones del Estado en instancias antagónicas respecto de las lógicas del capital.
Mazzeo rescata así una mirada que sitúa al “instrumento electoral” en un grado de subordinación de los movimientos populares de base, en función de los cuales debería existir. Es desde esta posición que rescata a ciertos “gobiernos populares” de la región –puntualmente las “excepciones” de Bolivia y, sobre todo, Venezuela– y los diferencia taxativamente de las “gestiones progresistas” del continente. En el caso de los segundos –insiste el autor– “no han hecho más que acotar la independencia política de los movimientos sociales y las organizaciones populares”.
En cuanto a las “advertencias”, Mazzeo insiste en que la Izquierda Independiente no debería participar del “espectáculo” de la política, que la reduce al orden de la gestión, siendo incapaz, de este modo, de dar cuenta “de los antagonismos sociales de nuestro tiempo” y mucho menos de “sostener una promesa de emancipación”.
No debería renunciar, este espacio, a realizar una “crítica de la política” como “simulacro”, porque esta concepción parte de “una elipsis de la lucha de clases”. Entonces, no debería ser dificultoso asumir que esl“escenario electoral” está preparado para “la reproducción de las estructuras de dominación” y, por lo tanto, que es un espacio “ajeno, hostil y vacío de contenidos emancipatorios” (sencillamente porque es un espacio en el que predominan las tendencias elitistas a la concentración por sobre las colectivistas). Desde esa mirada, la apuesta debería tener en el horizonte la abolición de la escisión entre dirigentes y dirigidos
Confundir la democracia con su expresión liberal, dice Mazzeo, e idealizar la democracia formal donde el político profesional aparece como un “especialista” de los asuntos públicos, es el paso que sigue al de renunciar a realizar una crítica de la política tal como se la plantea desde el poder. En ese sentido, la tarea parece ser auspiciar “formas de democracia directa permanentes, formas de democracia de base y crear instituciones de participación”. “La cuestión pasa por evitar que las representaciones se autonomicen y que terminen concentrando poder decisorio y asumiendo las decisiones estratégicas”, destaca el autor. Y agrega luego que el riesgo es “hacer de una praxis que por naturaleza debe ser externa, coyuntural, efímera, una praxis principal”.

Contra los fetichismos
El rescate que Mazzeo realiza de la Venezuela Bolivariana es de vital importancia para las tesis que intenta defender el autor en este libro. El ojo está puesto no tanto en el liderazgo de Hugo Chávez –cuyo sueño póstumo, según escribe, es de todos modos el “Estado Comunal”– sino en el proceso popular y su nueva institucionalidad, basada en el concepto de “democracia participativa y protagónica”. Recuerda Mazzeo que en la propia Constitución del país se establecen las características del gobierno: “democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”.
Sin desentenderse de lo complejo de los liderazgos (Chávez “favoreció la conformación de un contexto político y jurídico apto para el protagonismo popular”, a la vez que no dejó de reeditar “algunas de las taras típicas del caudillismo tutelar, las jefaturas ´sobrenaturales´ y las formas más anquilosadas del liderazgo”), Mazzeo insiste en que, si Venezuela es en la actualidad la “auténtica vanguardia democrática y revolucionaria de Nuestra América y el mundo” se debe centralmente a que han germinado en el país “innumerables praxis constructoras de una sociedad civil popular cada vez más densa y compleja y de proyección socialista”, y cita el caso de las Comunas y Consejos Comunales, de las Milicias Bolivarianas y las Salas de Batalla Social, los medios de comunicación comunitarios y las empresas bajo control obrero, entre otras expresiones del movimiento popular venezolano. “De este modo, un ´gobierno popular´ no clausura la lucha de clases, por el contrario, la profundiza”, remata Mazzeo, y arriesga que, tal vez, sea el momento de “leer” la Revolución Bolivariana a la luz de la “neozapatista”. Diálogo que sería “fructífero” para ambas experiencias.

Todos los caminos conducen a Pekín
Además de la reseña comentada al inicio de este texto, el libro de Mazzeo tuvo, hasta el momento, un solo comentario crítico. Publicado en la revista Ideas de Izquierda –publicación que expresa no solo un salto en calidad del crecimiento que viene teniendo el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, sino además una combinación de “amplitud” partidaria y “especificidad” en los abordajes para librar la “batalla cultural” en campos, valga la redundancia, específicos– el artículo de Fernando Aiziczon y Eduardo Castilla (“La crisis de las ideas y de los intelectuales de la Nueva Izquierda”), no deja, de todos modos, de expresar cierta actitud de “monólogo” por parte de ese espacio que, desde la Izquierda Independiente, siempre se ha caracterizado como “Izquierda Tradicional”.
El artículo crítico es una mezcla de autobombo (donde la valiosísima experiencia de autogestión desarrollada en Neuquén por los obreros de la ex ceramista Zanón es llevada hasta una extaltación tal vez un poco desmedida) con exposición de algunos de los lugares comunes que este espacio político sostiene desde hace décadas.
Lo que podría motivar un productivo debate de ideas se transforma así en una crítica severa –en algunos casos con fundamentos, en otros no tanto– sin voluntad de diálogo y en una conclusión que pareciera ya estar presente antes de toda indagación de otros modos de entender y practicar la política: que el sujeto revolucionario es la clase obrera y, su forma organizativa más adecuada, el partido revolucionario.
Los autores trotskistas sostienen que estos fenómenos (los movimientos territoriales, las asambleas barriales, las experiencias de autogestión obrera) tuvieron una duración “limitada en el tiempo” y que “por su débil peso social”, no pudieron convertirse en “fuerzas capaces de articular una salida del conjunto de las masas que pudiera evitar que la clase dominante se reorganizara”, haciendo que la política volviera “de las calles al palacio”. Entendida la política en esos términos, si por duraciones, peso social y capacidades para articular una salida del conjunto de las masas se tratara, habría que preguntarse qué pasa que el movimiento obrero organizado, sus expresiones sindicalizadas tampoco han logrado, luego de la incorporación de más de 5 millones de nuevos puestos de trabajo, generar una alternativa desde allí.
El texto de Aiziczon y Castilla comete además varios errores en la caracterización que realiza de la Izquierda Independiente. Por ejemplo, cuando menciona que la Nueva Izquierda rescata a figuras del marxismo como Gramcsi y Rosa Luxemburgo y no a Lenin o Trotsky, en realidad, pareciera como si quisieran “acaparar” dichas figuras para sí, como si la Nueva Izquierda fuera incapaz de resignificar dichos legados. Por otra parte, cuando afirman que el “discurso teórico de la izquierda independiente” entra en crisis porque “estaba constituido sobre la base de elevar a ´modelo´ determinadas formas que dio la lucha de clases en un período específico, pero que no pudieron desarrollarse a un nivel más amplio y profundo”, desconocen que, precisamente, uno de los lemas de este espacio político es el de rescatar la necesidad de avanzar en las construcciones “sin modelos”.
Pareciera como que toda la crítica política pasara por poner en evidencia una falencia sociológica por parte de la Izquierda Independiente. El texto reitera en múltiples ocasiones y de diversos modos esto de que la Nueva Izquierda, o sus intelectuales, diluyen “a la clase trabajadora en el conjunto heterogéneo de las clases subalternas”. “Ponen en igualdad de condiciones un sindicato recuperado de manos de la burocracia –o una fábrica bajo control obrero– con el trabajo territorial”, sostienen líneas después. Habría que preguntarse, más allá de los “fetichismos obreristas” cuáles han sido, en los últimos 25 años, los aportes reales del denominado “sindicalismo clasista” a una nueva política de emancipación. Y este interrogante no desconoce la importancia estratégica de desarrollar una política de izquierda al interior del movimiento sindical argentino, sino solamente intenta recordar las dificultades para estructurar allí una política más allá de conflictos puntuales, que suelen ser a su vez, en la mayoría de los casos, peleas reivindicativas. Por supuesto que las luchas emprendidas por las organizaciones territoriales también lo son, pero han demostrado, durante años, que luego de esos conflictos es posible estructurar una práctica política duradera (de allí la noción de “prefiguración”). Y esto parecen negarlo o desconocerlo dichos autores.
Por otra parte, si bien es cierto que la “izquierda independiente es marginal en este proceso de recomposición obrera”, también lo es que “su peso social derivado del rol en el conjunto de la producción” –salvo que se produzca un quiebre revolucionario y surjan tareas ligadas a la estructuración de un nuevo tipo de orden social– no parece tener, por si mismo, una importancia política tan destacada como la que se insinúa en el artículo. De más está recordar que, como el los 90 y a principios de este siglo, la contundencia de las últimas huelgas, como la mencionada de abril de 2014, tuvo que ver más con el gremio específico del transporte y los “piquetes” de partidos de izquierda y movimientos territoriales que acompañaron la protesta, que con una amplia movilización de las bases obreras de sectores claves de la economía argentina. Y de esto, claro está, los medios oficialistas hicieron su “caballito de batalla”.

La palabra muda
Retomando un repaso por el libro de Mazzeo, podría decirse que, para el autor, no se trata de descubrir la pólvora ni de “guiar” a una masa de inocentes militantes a disposición de elucubraciones intelectuales con pretensiones de novedad, sino de dar cuenta, de recordar con cierta insistencia unas serie de reflexiones y prácticas, una serie de hipótesis ensayadas al calor de las confrontaciones sociales más álgidas de la pos-dictadura.
Se trata de no dejar a un lado la concepción que comprende a la política como crítica de la realidad y una cuestión de “construcción social del poder popular”, que promueve el cambio social y no su conservación (o su gestión progresista) y que asume a la sociedad civil como “ámbito privilegiado de las praxis emancipatorias”. Que no dejan, por otra parte, de tener un “horizonte revolucionario de ruptura del orden social”. Sus palabras no buscan “ganar amigos” (como quien postea al “simpático” en facebook), sino encontrar compañeros de ruta con quienes entablar un diálogo, una polémica, un debate, una discusión. Por eso de sus palabras no brota ningún tipo de condescendencia. “O la Izquierda Independiente piensa (y hace) la política desde el movimiento de masas o la piensa (y hace) desde el aparato, desde la dirección”, plantea en uno de los tramos finales del libro.
Por eso, para Mazzeo, de lo que se trata es de que la Izquierda Independiente ratifique como su principal objetivo “la reinvención de la política emancipatoria a través de la creación de un movimiento social y político antisitémico, extenso, variopinto y potente, un movimiento que esté en condiciones de arraigar en el tejido social, de librar batallas significativas, de modificar el principio de factibilidad, de avanzar en la construcción de un ´bloque histórico´; es decir: el horizonte de una ´gran política´ y su praxis correspondiente”.
Lo que parece no quedar para nada claro ni en el libro de Mazzeo ni en el conjunto de organizaciones que se autoidentifican con el mote de Izquierda Independiente (o más recientemente, con el de “Izquierda Popular”), es en el marco de qué estrategia concreta se orientaría una incursión en el terreno electoral y para qué objetivos concretos, tácticos, del corto plazo se haría tal apuesta. Algo, por otra parte, que no genera ninguna duda en otros espacios políticos. Aunque con mayores o menores conflictos por sus definiciones y sus posibles desviaciones, tanto espacio de militancia popular dentro del kirchnerismo, como desde el trotskismo, no caben dudas de que la intervención electoral no es la “vía” para acceder al poder, en el caso de los segundos, ni el reaseguro de un cambio social a largo plazo. El FIT siempre planteó con claridad que la apuesta electoral implica asumir a las instituciones burguesas como trincheras de denuncias de las injusticias, lugar desde donde obtener recursos para potenciar las luchas y espacio de amplificación y legitimación institucional de las experiencias clasistas y antiburocráticas que va construyendo la “vanguardia obrera”. No confunden esa táctica con su estrategia de quiebre revolucionario, que deberá ser conducido por un partido de vanguardia de la clase obrera, que acaudille a otros sectores las masas oprimidas del país. Estrategia que, al menos en el caso del PTS, parecen estar construyendo con toda coherencia. Lo mismo, por ejemplo, podría decirse del Movimiento Evita. Para ellos el Frente para la Victoria es la herramienta electoral para sostenerse en el estado, y evitar que las relaciones de fuerzas se reviertan desfavorablemente. En ese sentido, y por su tradición más ligada al ideario “nacional y popular”, esas posiciones en el Estado –las propias como organización, las más generales en el marco del gobierno que acompañan– no les generan, de todos modos, ningún tipo de confusión ni de conflicto a la hora de definir que el respaldo del proceso está en la “organización y movilización de masas”, que en su caso visualizan a través de un sujeto que definen como “nuevo proletariado” (los trabajadores autogestivos y precarizados”), que imaginan organizado en un nuevo sindicato: la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). En ese esquema, el Movimiento Evita no es “instrumento electoral” sino “herramienta ideológica” para intervenir dentro de un frente que, saben, comparten con muchos de sus enemigos.
En la Nueva Izquierda Independiente, como gustábamos llamarla muchos hace unos años, el concepto de autonomía –precisamente– es uno de los que más se ha desdibujado en esta década. Quizás sea hora de realizar un balance minucioso de las líneas centrales construidas en los momentos de álgidos conflictos sociales y realizar una autocrítica severa de los límites de algunos planteos, sobre todo en años de “normalidad política” como los que vivimos hace ya diez años.
Tal vez, como afirma en el epílogo Fernando Stratta, sea hora de asumir con todas sus consecuencias teórico-prácticas que, “reinventar la política es subvertir la política burguesa, ponerla patas para arriba, y hacer crecer en el pueblo las condiciones para el socialismo”.
Ya lo hemos sostenido en otra parte: vivimos una época signada por la incertidumbre. Así y todo, el nuevo siglo trajo consigo una serie de experiencias que sentaron los mojones para repensar los legados revolucionarios del siglo pasado, y poner a andar, en una nueva clave, políticas de emancipación acordes a este nuevo siglo que transitamos. No empezamos de cero, aunque obviemos todo tipo de certezas.
Y que el futuro diga.


viernes, 21 de noviembre de 2014

La idea de Justicia, por Alain Badiou

Conferencia pronunciada el día miércoles 2 de Junio de 2004 en el salón de actos de la Facultad de Humanidades y Artes. Rosario. Argentina. Traductor: Alejandro Moreira-Desgrabación: Juliana Guerezta-Corrección final del texto: Angelina Uzin Olleros



Podemos empezar a propósito de la justicia diciendo lo siguiente: la justicia es oscura y la injusticia es clara. El problema es que nosotros sabemos lo que es la injusticia, y es mucho más difícil hablar de lo que es la justicia. ¿ Y porqué esto?, porque hay un testigo de la injusticia, que es la víctima. La víctima puede decir : hay una injusticia, pero no hay testimonio testigo de la justicia. Nadie puede decir: yo soy el justo, hay entonces una disimetría, entre la víctima de la justicia y la idea de la justicia. Podemos evidentemente procurar una solución simple, puesto que la injusticia es clara, podemos decir que la justicia es la negación de la injusticia. Es una definición posible de la justicia, una definición enteramente negativa. Hay justicia cuando no hay injusticia, es un mundo donde no habría víctimas, es por esta razón que podemos llamar a esta concepción: una ética de la víctima. Toda idea de la justicia, se levanta a partir de la existencia de la víctima, finalmente el bien es la negación del mal. 
Es lo que Churchill decía a propósito de la democracia. El decía que le democracia no es el bien, pero es lo menos malo, el mal menor, y por lo tanto la justicia política, tendría una definición negativa. La democracia no era demasiado buena, pero no era el mal, era el fondo éste de aceptar una decisión, es exactamente este problema que yo quisiera discutir con ustedes esta noche, ¿ podemos realmente decir solamente que la justicia es la negación de la injusticia?, ¿ podemos construirnos una idea de la justicia, únicamente a partir del terrible tentáculo de las víctimas?, para discutir esta cuestión yo quisiera, comenzar por algunas notas, la primera nota, dice que esta concepción negativa de la justicia, ha sido criticada por toda una tradición filosófica, por ejemplo la filosofía de Platón, era absolutamente positivo de la justicia, la idea del bien es la idea suprema, el bien es la afirmación del ser y es el mal lo que es la negación, es el mal el que es el no ser, por lo tanto tenemos todo un pensamiento filosófico, para el cual, la justicia es un pensamiento positivo, un pensamiento afirmativo, un pensamiento creador, esta es la primera nota o demarcación. 
La segunda: el problema de la víctima es saber quien define a la víctima, porque la víctima debe ser designada, debe ser definida, debe ser mostrada y hay siempre una pregunta, una cuestión, ¿quién es la verdadera víctima?, tomo un ejemplo de la actualidad: cuando hay un atentado terrorista. Los diarios, los medios de comunicación, hablan de víctimas, tienen razón, pero cuando las personas mueren en un bombardeo, pero no son exactamente las mismas víctimas, más bien serían en algún modo, deshechos más que víctimas, hacer de cuenta que cuando un occidental es muerto es una víctima, cuando se trata de un africano o de un palestino, es un poco menos víctima, y finalmente podemos ver que hay víctimas y víctimas, hay vidas más preciosas que otras, y ustedes ven que esto es una cuestión de justicia, y esta cuestión es la cuestión de : ¿ quién es la víctima?, ¿ quién es considerado como víctima?. Y estamos obligados de constatar, que la idea de víctima supone una visión política de la situación, es del interior de la política, que se decide quien es verdaderamente la víctima o una víctima, y constatar con toda la historia del mundo, que políticas diferentes, tienen víctimas diferentes. Por lo tanto no podemos partir únicamente de la idea de víctima, porque víctima es una palabra, es un término que es variable, podríamos decir que la víctima es signada por sí misma, esa sería una hipótesis, la víctima se presenta como tal, como víctima y es necesario creerla, en ese caso la noción de víctima, se vuelve o se convierte en una cuestión de creencia, o si ustedes quieren, la injusticia es revelada por una queja. La injusticia está ligada a la protesta de la víctima, pero sabemos que hay quejas, presentaciones de quejas, esto es algo que el psicoanálisis ha estudiado, la queja neurótica, la queja injusta, la queja que justamente no plantea la cuestión de la injusticia, lo que Nietzsche llama "resentimiento", y que no crea ninguna justicia, con frecuencia esta queja es una demanda, una solicitud al otro, y no es realmente un testimonio de injusticia.
Hay una última hipótesis y es que la víctima, encontrada o reanimada por el espectáculo del sufrimiento, la injusticia es un cuerpo sufriente visible, es el espectáculo de las personas sometidas a suplicios, muertos de hambre, heridos, torturados, y es cierto que en la gran muerte del espectáculo, ahí hay un sentimiento de la piedad. Pero si la víctima es el espectáculo del sufrimiento, podemos decir que la cuestión de la justicia es solamente la cuestión del cuerpo, la cuestión del cuerpo sufriente, la cuestión de la quita de la vida, donde está el cuerpo visible y deviene cada vez más un cuerpo espectáculo, ya que nuestra época, transporta cada vez más el sufrimiento en espectáculo, no solamente el espectáculo imaginario, en el cine de la tortura y la violencia, pero también es documento bruto, que nos muestra el cuerpo espectáculo, el cuerpo sufriente, en donde la humanidad es reconducida a la anormalidad. Podemos fundar una idea de la justicia a partir de ese cuerpo espectáculo, yo creo que hay que responder negativamente, ciertamente la piedad es un sentimiento importante, pero podemos ir directamente de la piedad a la justicia, porque para ir a la justicia, se hace necesario algo más que el cuerpo sufriente, se hace necesario una definición de la humanidad, más amplia que la víctima, es necesario que la víctima sea testimonio de algo más que la víctima, y es necesario sea también del cuerpo, es necesario el cuerpo creador, es necesario el cuerpo que porta la idea, es necesario un cuerpo que sea también el cuerpo del pensamiento. Yo temo que nuestra época propone cada vez más, un cuerpo sin ideas, una identificación del hombre a su cuerpo, no es una cuestión del cuerpo y el alma, no es una cuestión de religión o metafísica, es la cuestión de saber si el cuerpo, si el cuerpo mismo está ligado a la creación, ligado a las ideas, o si es un cuerpo sin ideas, un cuerpo separado de toda idea, y nosotros sabemos bien lo que es un cuerpo separado de toda idea, es el cuerpo del esclavo, Aristóteles dice que la idea del esclavo la tiene el amo, y por lo tanto la distinción del esclavo, que tiene su cuerpo en la ciudad, está separado del pensamiento. Hay un tema importante en Platón, el diálogo de Platón que se llama Menón, Sócrates hace venir a un esclavo y le presenta un problema matemático, el problema de la construcción de un cuadrado. En un principio el esclavo comienza equivocándose, luego guiado por Sócrates él encuentra la medida justa, él hace la conclusión matemática, ¿ qué quiere decirnos Platón?, quiere decir que incluso en el cuerpo del esclavo, se encuentra relación con la idea, el esclavo no lo sabe, sin Sócrates no hubiera hecho jamás matemática, pero Sócrates va a revelarle que el cuerpo del esclavo puede ser un cuerpo portador de ideas matemáticas, yo siento que esto nos indica algo sobre la justicia, hacer justicia al cuerpo, es siempre considerada como algo diferente, como otra cosa que un cuerpo, con un cuerpo ligado a algo más que sí mismo, que nosotros reservamos para ese esclavo, en tanto que la definición del esclavo, es justamente que su cuerpo se encuentra separado de toda idea. Yo me pregunto por lo tanto, si a través de la definición del cuerpo del sufrimiento, a través de la definición de la justicia e injusticia, a través finalmente de la figura del víctima, como único soporte de la idea de justicia, si no estamos en tren de crear una nueva esclavitud, que yo llamaré la esclavitud moderna. La esclavitud moderna es el volverse un cuerpo de consumo o un cuerpo víctima. De un lado el cuerpo vivo que consume y del otro el cuerpo pobre, un cuerpo separado de sus ideas, separado de todo proyecto universal, separado de todo principio. Yo llamaré entonces justicia, toda tentativa de luchar porque la esclavitud moderna y en consecuencia luchar por la concepción moderna del hombre, naturalmente esta tentativa es muy rígida, ella no es directamente filosófica, pero la filosofía va a llamar justicia, una política real que lucha contra la esclavitud moderna y esta lucha es afirmativa ya que esta política propone otra visión del hombre, propone volver a ligar nuevamente el cuerpo de la humanidad, al proyecto de la idea, esta política será justa para la filosofía, si ella afirma dos cosas, en primer lugar, que el cuerpo no debe ser separado de la idea, aún en el caso de las víctimas, ninguna víctima debe ser reducida a su sufrimiento. 
Y ese principio es un principio del cuerpo mismo, ese puede ser un principio materialista, que el cuerpo humano que se propone un pensamiento posible. Esta es la primera afirmación.
Y la segunda afirmación, será afirmación de la igualdad de todos, y la igualdad de todos precisamente como cuerpo ligado a la idea. Insisto sobre un punto, y es también una idea de un filósofo amigo, como es Rancière, la igualdad no es un objetivo ni un programa, es un principio o una afirmación, no se trata de creer que los hombres son iguales, se trata de declarar que los hombres son iguales, y sacar la consecuencia de este principio.
Una manera política, política justa, política de justicia, el trabajo sobre las consecuencias de estas dos afirmaciones. De la afirmación de la inseparabilidad del cuerpo y de la idea, y la consecuencia de principios igualitarios. Llamaremos a eso política, llamaremos magistralmente justicia, la transformación de la situación subjetiva por esa consecuencia, la manera como la consecuencia de esas dos afirmaciones, transforma al sujeto, yo quisiera - para no hacer filosofía nata -, tomar un ejemplo: en Francia, les ruego me disculpen por tomar el ejemplo francés, podríamos hablar de la Argentina.
En Francia una parte importante de los obreros, son africanos que no poseen papeles, ni documentos legales, trabajan en oficios muy duros, en las cadenas de las fábricas, en las limpiezas de los edificios, en la platea de conducción, no tienen ningún derecho, pueden ser detenidos en las calles y pueden ser expulsados, son muy mal pagos, y sin embargo forman parte del país, construyen al país, lo limpian, fabrican sus objetos, ¿cómo no pueden pertenecer al país si lo están fabricando?, vamos a decir solamente que son víctimas, de hecho mucho de esos obreros tienen una conciencia política positiva, ellos aman el país Francia, ellos saben que es su país, ellos tienen contratos universales, pero tienen sobre todo la idea de una nueva situación del país. Son profundamente conscientes de que si ellos son los líderes, el país será diferente, saben por lo tanto que su propuesta, poder remar en la conquista de sus derechos, no es solamente el punto de vista de una víctima, pero es una idea sobre el mismo país. Con frecuencia ellos me dicen, porque yo en política trabajo con ellos, con frecuencia me dicen: - no es posible que Francia, sea este país, donde nosotros vivimos sin ningún derecho - por lo tanto no reclaman solamente los derechos para si mismos, para su propio cuerpo, lo reclaman por la idea a la cual sus cuerpos están ligados, y tienen las ideas políticas que ellos se hacen de ese país que es Francia. Construyen organizaciones políticas nuevas, que no son ni los viejos partidos, ni los sindicatos tradicionales y a través de esta construcción, transforman su experiencia vivida de víctimas en animación política, ellos están organizados, y como ellos mismos dicen con frecuencia; ahora estamos de pie. Y es el hecho de pasar del estado de víctima al estado de alguien que está de pie, eso es la justicia. 
Ya ellos habrán ganado derechos, quizás ganaron pocos derechos eso depende del interés que muchos actores de la situación, pero ellos están de pie, ellos devienen finalmente una parte subjetiva nueva de todo el campo político, quisiera decir que esa transformación yo llamaré justicia, la justicia no es un programa a seguir por el porvenir, no es un estado de cosas, la justicia es una transformación, digamos que es el presente colectivo de una transformación subjetiva, yo lo veo en las declaraciones de mis amigos obreros africanos, pero podemos también verlo en la literatura, pienso en la frase de Samuel Beckett, una frase bastante extraña " nacemos en la justicia, pero nunca he escuchado decir lo contrario", es una frase extraña, la comprendemos a partir del momento que comprendemos que la justicia es un presente, el presente de una transformación y en consecuencia estamos en la justicia, cuando compartimos este presente, cuando estoy en una reunión mis amigos africanos, yo estoy en la justicia nadie puede decir lo contrario, no estamos solamente por la justicia o para la justicia, estamos en la justicia, y esa dimensión es, creo yo fundamental, la justicia está siempre en el presente, yo la definiría como un presente activo y por lo tanto el problema fundamental de la justicia, el problema filosófico más difícil, es el problema del tiempo, si la justicia es un presente ¿ cómo puede él continuar? , ¿ cuál es la organización del devenir, puesto que la justicia es una transformación subjetiva, es frágil, es algo que puede detenerse, desorganizarse, impensarse, el problema de la justicia es el problema de su pérdida, no es el problema de su venida, siempre hay posibilidades de hacer venir algo justo, y el problema mas difícil es el problema de su pérdida que está siempre amenazada, para hacer frente a este problema, he decidido respetar la definición que yo he propuesto: una política justa es la consecuencia de dos afirmaciones: todo cuerpo soporta un pensamiento, todo el mundo es igual a todo el mundo, y de inmediato vemos las consecuencias de todo eso en una situación concreta, por ejemplo si te dicen: los obreros africanos tienen un pensamiento, no son solamente víctimas o un cuerpo sufriente, y si ustedes dicen ellos son iguales y ellos mismos dicen: nosotros estamos y somos de este país como todo el mundo. El problema son las consecuencias, lo que vamos a hacer, cuáles van a ser las reuniones, las etapas, cuál es la organización, la manifestación, es decir una consigna, y eso mes tras mes o año tras año, hoy en día los debates políticos son largos y la cuestión de esa duración es fundamental y por lo tanto yo diría que la cuestión de la justicia es también la cuestión de su duración y por la tanto la cuestión de las consecuencias. Ahora bien, la cuestión de las consecuencias, lo sabemos desde siempre, es una cuestión de disciplina, cómo pasamos de una consecuencia a otra, cómo pasar de una etapa a otra, no se pude pasar sino continuando de manera disciplinada, yo tomo el término disciplina en un sentido muy básico, es simplemente la capacidad de tratar la consecuencia, la capacidad de ser consecuente, por esta razón yo diría que el gran problema de la justicia política hoy, es el problema de la disciplina.
Hace un momento hablaba de matemáticas, la importancia que Platón daba a las matemáticas, es que en las matemáticas tenemos una disciplina. Las consecuencias son las consecuencias, y podemos intentar creernos que no lo somos, pero no lo podemos hacer y creemos que Platón hubiera amado mucho que las consecuencias políticas sean tan rigurosas como las consecuencias matemáticas, pero no es así, la disciplina política debe ser siempre inventada, no hay una lógica inmutable y nuestro gran problema hoy, es que si cierta forma de disciplina no funciona más y en el fondo la disciplina durante todo el siglo XX tuvo por modelo al partido revolucionario, la disciplina que Lenin, llamaba disciplina del hacer, esa disciplina ha realizado grandes fuerzas, pero esa disciplina ha fracasado, no podemos más volver a ese tipo de disciplina, no se pueden organizar la consecuencias según ese modelo, ¿ y por qué?. Porque esa disciplina jerárquica que en el fondo es una imitación de la disciplina del trabajo y de la disciplina del estado, cuando no era simplemente la disciplina militar, y ese modelo ha dado, los estados gráficos y con frecuencia terroristas. 
Nosotros sabemos hoy que no podemos tener como modelo de la disciplina de la justicia, la disciplina del trabajo, militar o del estado, debemos por lo tanto inventar una nueva disciplina, yo creo que la podríamos llamar una disciplina del devenir o una disciplina del proceso. 
Querer verdaderamente que el devenir de la justicia vaya lo más lejos posible, querer verdaderamente que las consecuencias sean lo más numerosas posibles, por lo tanto una disciplina racional y no ya una disciplina exterior o militar, después de todo las matemáticas pueden servir también, al menos sobre un punto, cuando intentamos resolver un problema sabemos que debemos resolverlo nosotros mismos, que debemos comprender la situación, que debemos encontrar una idea, sabemos que no vendrá de afuera, es necesario resolver el problema, yo pienso que de una manera u otra, la nueva disciplina será una disciplina del problema, el problema de la justicia, el problema de las consecuencias, deberán ser tratadas con la misma lealtad que aquella de los matemáticos, yo pienso que hay aquí un problema ético en el sentido más amplio, hoy en día la cuestión de la justicia, es un problema de ética de la disciplina, es necesario decirlo aquellos que no tienen nada y que con frecuencia son aquellos que luchan por la justicia, no tienen otra cosa que su propia disciplina, están desprovistos de propiedad o de riqueza, de armas, su fuerza es su propia disciplina, es exactamente igual que la única fuerza mental del matemático, es comprometerse a la consecuencia, por lo tanto no podemos hacer de otra manera, debemos mantener la idea de disciplina, pero debemos mantener una disciplina interior o lo que yo llamaría más filosóficamente una disciplina inmanente, yo creo que la disciplina leninista, es una disciplina trascendente. Una disciplina de la obediencia exterior, debemos por lo tanto intentar la disciplina inmanente, tener confianza en su capacidad. 
Yo pienso aquí en un proverbio indio, " si tu haces verdaderamente lo que debes, a pesar verdaderamente de lo que seas" esa es la cuestión de la disciplina inmanente, hacer verdaderamente lo que se debe, en relación a las consecuencias, por lo tanto tendremos verdaderamente lo que esperamos, ¿ por qué? porque haremos aquello que somos capaces de hacer, no en la espera de la trascendencia, será un trabajo interior, jamás una obediencia interior. Podemos decir y con esto concluiría este punto, podemos decir que justicia hoy: es el nombre de la capacidad de los cuerpos de portar una idea, por lo tanto la lucha contra la esclavitud moderna y la disciplina de la justicia, es en el fondo la creación de un nuevo cuerpo, que no sea ni el cuerpo del consumidor ni el cuerpo del miserable pasivo, que será en el fondo finalmente el cuerpo de aquel que no es un esclavo. La justicia, en el fondo, es la invención de un nuevo cuerpo, en un mundo que nos propone cuerpos de esclavos, en ese sentido la justicia es una invención de la libertad moderna, no una libertad invariante y eterna, sino una libertad de hoy, y es la afirmación que nosotros llevamos contra la esclavitud moderna, a la esclavitud moderna, es una cierta definición del cuerpo que debe responderse con la libertad moderna, y es también una cierta distinción del cuerpo. 
He aquí lo que podemos decir sobre la justicia hoy, sabemos que es un trabajo muy largo, pero es realmente un trabajo y creo realmente que podemos decirnos, como dice Beckett " Estamos en la Justicia", en todo caso, se puede ser o se puede estar en la justicia, lo que es ya mucho. Muchas gracias. 
Fervorosos aplausos.
Pregunta: Dentro del pensamiento político, ¿hay una marca de continuidad con el pensamiento de Lenin?
Badiou: creo que podemos retener de Lenin una idea, y es la idea de que sin disciplina no se pueden tratar las consecuencias, sin disciplina podemos tener movimiento, movimientos populares, movimientos de todo tipo, es decir que sin disciplina podemos tener movimientos de todo tipo, pero no podemos tener el tratamiento de las consecuencias , en ese caso la justicia, no va lo lejos que podría efectivamente ir, el forma parte de la discusión que yo tengo con mi amigo Rancière que piensa que no hay más que momentos de justicia, la igualdad arriba llega en un momento y luego inmediatamente desaparece, es una concepción histórica, yo pienso que no es una concepción política. Usted puede pensar que hay momentos históricos de la justicia pero usted no puede pensar que hay voluntad política, en ese caso no se presenta la cuestión de la disciplina, en el fondo la justicia es como una tormenta, rayos, ruidos, la luz y después se termina. Yo retengo de Lenin la convicción de que podemos hacer algo más, un plus que eso, y que por supuesto yo llamo a eso acontecimiento y yo creo que si no hay acontecimiento efectivamente no hay nada, es necesario que algo ocurra, pero yo también creo que existen las consecuencias de esto que ha ocurrido y en ese caso ahí efectivamente la cuestión de organización y de disciplina, es un intento que todavía lo creo verdadero, lo que yo creo que está superada es la concepción trascendente de la disciplina.
Pregunta: - Yo creo que el problema de la conducción, se presenta siempre como un problema de consecuencias, es decir como una cuestión de solución a un problema, y yo creo que el método imposible, discutir y resolver un problema de manera inmanente, es decir sin pasar por una jerarquía exterior, y todavía una vez más cuando resolvemos un problema del pensamiento, lo hacemos de manera inmanente, y el modelo militar deber ser ( de acuerdo a lo que yo pienso) abandonado, es una cuestión muy importante, porque en el periodo del siglo XX, la acción política ha sido pensada bajo el modelo de la guerra y es un punto fundamental del siglo XX, por otra parte las principales revoluciones, por ejemplo la revolución rusa o china han estado ligadas con situaciones de guerra, por lo tanto hay una relación estrecha entre guerra y revolución, la consecuencia de ese lazo, ha sido que la organización política, ha sido ella misma concebida bajo un modelo militar, por otra parte todo el lenguaje de la política es un lenguaje militar, la lucha, la defensiva, los campos, las armas, los dirigentes, los jefes etc. 
--La pregunta es ¿ cómo se construye la inmanencia?
Badiou: ¿cómo se construye la inmanencia? ( Risa) ¡ La inmanencia es justamente el gran problema!, la inmanencia no se construye, es un medio posible de la acción, el problema siempre es saber cómo impedir la reaparición de la trascendencia y por eso digo que hay que sacarse de encima el poder militar es esencial, no es en absoluto fácil porque el poder militar estaba ligado a la idea de "contradicciones". Teníamos un campo político contra otro campo político y de una cierta manera las imágenes de la guerra, imágenes naturales; y realmente trabajar en la inmanencia, es decir efectivamente construir los grupos políticos es un problema de la nueva disciplina y ése no es un problema de lo que se ha llamado la disciplina inmanente, pero el punto objetivo más importante es la convicción compartida que tenemos un problema a resolver, ese es el punto para conducir a otra cuestión a nuestra pregunta construir la inmanencia, transformar la situación, es un problema compartido. 
Una pregunta por favor: si la resistencia francesa durante la segunda guerra mundial, como la resistencia iraquí hoy, ¿instauran momentos de libertad y de justicia para usted?
Badiou: - no me cabe ninguna duda y además es un buen ejemplo. Tratándose en todo caso de la resistencia francesa, es algo que se ha constituido de manera inmanente, porque los primeros pequeños grupos de resistentes de Francia, han debido decidir ellos mismos entrar en la resistencia, y lo hicieron a partir de un problema simple, el problema de la distinción era cómo reafirmar la existencia de un país, de un país completamente derrumbado, cómo reafirmar el país que estaba bajo las condiciones de la ocupación alemana, fue necesario aceptar acciones pequeñas, en principio, y fue necesario discutirlas y en condiciones muy difíciles, que obligaban a una realización horizontal, por lo tanto sí, absolutamente, yo le respondo, es un momento de justicia y de libertad.
Cuando yo digo que hay que abandonar el modelo militar, yo no digo que hay que dejar de combatir , no es para nada lo mismo, puede haber necesidad de acciones militares en la concepción de la justicia, se habla del modelo militar como modelo de aquello que dice qué es efectivamente la acción política, pero en determinadas circunstancias la acción política son dos problemas diferentes. 
Pregunta: ¿sobre qué base entiende la política en este nuevo siglo? 
Badiou: Si hubiera un modelo político que pudiera reemplazar al leninismo yo lo admitiría. Creo que estamos en un período intermediario, podemos y debemos exigir el leninismo, pero las nuevas figuras de disciplina son experimentales. 
Yo puedo hablar de mi propia experiencia, el tipo de organización obrero horizontal de la actualidad es extremadamente diferente de lo que era el partido comunista, podemos decir que las personas se reúnen alrededor del problema y podemos decir que ellos mismos pronuncian ciertas declaraciones o ciertas consignas, podemos decir que se evitan crear jerarquías estables, podemos decir que no nos precipitamos del lado del poder, puesto que no olvidemos que el leninismo tiene también la idea de que la política es arriesgar una forma de poder por otro, el estado proletario en el lugar del estado burgués, y la experiencia ha mostrado, usted puede eventualmente tomar el poder, pero todo el problema es saber que es que es lo que ese poder puede. 
Y una de las grandes lecciones del siglo XX, es que la relación entre política y poder, es mucho más compleja de lo que la pensaba Lenin o Marx. El poder devora la política, esa es la verdad. Probablemente entonces hay que mantener la política en la inmanencia y el desarrollo de sus consecuencias. Nuevamente a lo largo de un largo período experimentar, antes de enfrentar frontalmente la cuestión del poder, porque sobre ese punto tenemos experiencias negativas, y muchas dificultades para pensar el problema, porque en el fondo lo que yo quería decirles: quizás hoy podemos saber lo que es una política justa, o en todo caso pedazos de políticas justas, pequeñas secuencias de políticas justas, pero lo que es un estado justo, eso no lo sabemos en absoluto. No sabemos incluso si eso existe. El siglo XX ha sido animado por la idea de que el estado justo podría realmente existir, en algún sentido en la idea de que el estado realizaba su propio fin, se ha llamado a eso comunismo, pero el balance es completamente oscuro, ¿qué es eso de la justicia de estado?, no lo sabemos, en consecuencia es tomada la cuestión a partir de la experimentación política inmanente, pero quizás algún día veremos más claro sobre el poder y sobre el estado, por el momento son dos cosas que deben permanecer largamente separadas. 
Pregunta: Yo le quería preguntar si el momento de inmanencia es similar a cierta toma personal conciencia sobre lo justo.
Badiou: Yo no pienso que la inmanencia sea solamente una toma de conciencia, al contrario soy socrático, se trata de sacar las consecuencias de un principio, en una situación con personas reales, es decir que la política de la inmanencia no tiene otra realidad que su propio devenir, y ahí también hay una diferencia con el período anterior porque en el periodo anterior, una realidad ya política en el programa, la idea de programa está ligada a la idea de poder. Tenemos un programa que podemos realizar, veremos si efectivamente alcanzamos el poder, y por lo tanto ustedes pueden identificar su política fuera del programa, es también en realidad un elemento de trascendencia, porque el programa está, de algún modo por encima de la situación, se supone que ese programa es el futuro de la situación. Yo pienso que la cuestión de la política y la justicia hoy, es también una crisis de la idea de programa como finalmente ligado a la cuestión trascendente de la política ligada a la cuestión del poder, por lo tanto en la política experimental de hoy, existen problemas específicos a resolver en situaciones concretas, y la realidad de la política, es el proceso concreto de solución del problema, que llamo del tratamiento de las consecuencias, es decir que la definición es absolutamente material, la política es lo mismo que el proceso político, en tanto que en el periodo anterior o antiguo, había en la organización, es decir el partido que definía la política, también había un programa que era también la definición de la política y no tenemos más esas soluciones, y esa es precisamente la cuestión de la disciplina inmanente. 
Pregunta: Una pregunta con relación a las declaraciones del profesor con respecto a Rancière que es un autor que nosotros leemos bastante, me gustaría que se explaye sobre las diferencias con Rancière y la critica del profesor a Rancière, en un artículo donde termina diciendo que Rancière es un territoriano. 
Badiou: La diferencia con Rancière, tiene que ver con la relación entre historia y política. Porque yo estoy absolutamente de acuerdo con él sobre el tema de la igualdad, como declaración fundamental de la política moderna, yo estoy de acuerdo con él con el hecho de que hay momentos de igualdad, es decir momentos históricos en los cuales la igualdad es declarada: la situaciones del movimiento de masa, pero yo pienso en el fondo que Rancière se detiene allí, que él piensa que si vamos más lejos, vamos finalmente a volver al leninismo y abandonaremos finalmente algo democrático viviente.
Lo cierto es que Rancière no cree verdaderamente en las consecuencias, cree en las afirmaciones, las declaraciones, en los momentos históricos, pero no cree verdaderamente en la organización. Ahora yo pienso que la organización leninista no puede funcionar más, pero yo pienso que en la política hay algo esencialmente organizado, lo que yo llamo su disciplina, y es cierto que esta cuestión de la disciplina no se para por Rancière. 
Pregunta: Quisiera preguntarle si usted piensa en una organización sin jerarquía, o en una organización influida por determinada interpretación de la jerarquía? 
Badiou: Por supuesto, cuando yo digo sin jerarquía, eso no quiere decir sin organización, por lo tanto hay cuestiones diferenciadas, por lo tanto hay personas más activas que otras y así. La cuestión de la jerarquía es la cuestión de la trascendencia en la política, es la idea de que en definitiva la jerarquía expresa la situación política, al elegir entonces algo fundamental.
Yo pienso que si hay diferentes jerarquías, debemos normalmente poder explicarlas completamente a partir del problema político que se está tratando, exactamente como si usted tuviese un problema científico, usted debe poder justificar los medios que utiliza a partir del problema mismo, por lo tanto no digo que en ciertas ocasiones no pueda haber jerarquías, pero deben ser perfectamente indicadas a partir del problema con el que estamos confrontados y no a partir de una necesidad general, por ejemplo ustedes tienen una frase de Lenin, y él recuerda lo que según él es el ABC del marxismo, dice esto: " Las masas están dividas en clases, las clases están representados por partidos los partidos tienen jefes", eso es para Lenin el ABC de marxismo, pero tenemos ahí entonces dos ideas que yo pienso no podemos ya más sostener. Primera idea: la idea de que la organización es una expresión: las clases están representadas por el partido, yo no pienso para nada que sea así, no hay expresión, es una gran idea de Deleuze, es decir la que debemos oponer a la construcción la expresión y no hay ese problema, la organización se encuentra para resolver un problema, es una construcción de consecuencias y no creo para nada que pueda ser la expresión de un grupo social cualquiera sea. Es decir no podemos pensar las organizaciones como expresión de una clase. 
Y el segundo punto, es la cuestión de los jefes, los partidos tienen jefes, pero no hay para mí una idea general de los jefes, sí hay necesidad de una dirección, de una organización o de una jerarquía, no es porque los partidos tengan jefes, sino porque es una necesidad de la situación que debe poder ser explicada a todo el mundo, es decir una necesidad de la organización de las consecuencias. Y es por esta razón que la disciplina inmanente es una disciplina problemática destinada a resolver un problema. 
Pregunta: ¿Podemos valorar la venganza como una forma de justicia, en determinadas circunstancias? 
Badiou: Si pienso en la Orestíada de Esquilo, esa pieza cuenta de alguna forma el origen de la política, cuenta entonces que había el reino de la venganza, es decir cada uno se vengaba de haber sido víctima, y lo que muestra muy bien la Orestíada es que la venganza es infinita. Si usted se venga, porque si nosotros tenemos la posibilidad de nuestra propia venganza, por lo tanto hay un ciclo infinito de la venganza y por lo tanto también significa que hay que interrumpir ese ciclo, y por lo tanto lo que propone la pieza es la creación de un tribunal bajo la idea de justicia. Yo pienso que venganza no es el mejor término, lo que puede ser un momento de justicia, es la expresión simbólica que puede ser violenta. La expresión simbólica no es siempre la expresión pacífica de lo que un pueblo ha sufrido o sufre. Eso puede tomar formas variadas, incluidas las formas violentas, porque una vez más, ya lo he dicho, la cuestión de la nueva disciplina, es una cuestión diferente de la cuestión violencia o no violencia, la cuestión de la violencia o no violencia depende de la situación, depende del problema; cuando se trata de un país ocupado por la fuerza militar, es muy difícil evitar la acción violenta, es decir que puede haber una expresión simbólica de la política en la justicia, lo que se ha impuesto a un pueblo, una situación que el pueblo rechaza, si es problema político, es un problema muy importante, el problema de lo simbólico político: porque en política hacemos más que transformar la situación, debemos también fabricar nuevos símbolos, nuevos símbolos de la libertad, y nuevos símbolos de la justicia por lo tanto yo creo que más que venganza, (que de todas maneras es una palabra arcaica) , plantearemos el problema enteramente real, de la expresión simbólica de una situación intolerable. 
Es un problema muy conocido, que se ha llamado el problema de la vinculación, por ejemplo en Francia luego de la guerra, la discusión era ¿qué se hacía con aquellos que habían sido colaboradores?, es decir aquellas personas que habían trabajado con los alemanes, es decir, ¿ había que fusilarlos a todos?, o sólo a los más criminales, los más importantes, en este caso para mí es una discusión sobre la venganza, para mí el problema es: de qué manera se expresa la situación nueva, cómo se muestra a todo el mundo, donde está la justicia, lo que yo sé, es que es siempre una discusión muy difícil porque precisamente es necesario que no sea simplemente la venganza, porque si es simplemente la venganza volvemos a recaer en la antigua concepción de los cuerpos, lo sufrible y lo que el otro sufrirá pero no es una afirmación lo suficientemente nueva. 
Aplausos. 
Vamos a dar por finalizada la charla de hoy.