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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Los libreros: Un homenaje a los amigos conversadores

Breve relato para despedir el año

Por Mariano Pacheco


Corren tiempos en los que las grandes cadenas de comercialización de libros llevan al objeto a un punto de fetichización tal que una novela, ensayo, compilación de cuentos o poesías –cuando no una obra de teatro- son puestos –“expuestos”- ante el consumidor como cualquier otro producto podría ser colocado en una góndola de supermercado. En fin, no es que crea, como un alma bella, que el libro no sea una mercancía, que las editoriales no sean empresas con sus trabajos tercerizados, que quienes los vendan no pertenezcan al rubro “comerciantes” y quienes los producen obreros de la “tecla y la internet” (otrora tinta y papel). Así y todo, si tuviese rápidamente que detenerme a pensar en una analogía, diría que una librería –una Librería, y no simplemente un sitio donde se comercializan libros- y sus libreros, son más parecidos a una ferretería de barrio que a “farmacity”, o como sea que se llamen esos sitios (donde se super-explota a sus trabajadores) más parecidos a cualquier otra cosa menos a una farmacia.
Si uno no sabe nada de nada –y sé que se siente entrar a un negocio a pedir algo que uno no sabe ni como se llama- no tiene más remedio que entrar en conversación con el ferretero, explicarle el problema, la solución que uno imagina que podría ir. El ferretero pasa entonces de vendedor a interpretador. Cuando alguien sabe del tema –lo he visto, me he quedado pasmado frente a ese tipo de diálogos- las figuras de vendedor y comprador se desdibujan por un rato, y la conversación logra por un instante suplantar al simple acto comercial. Algo así pasa cuando uno, en vez de entrar a un negocio donde venden libros, ingresa en una librería.
Con cualquier mudanza –sobre todo si uno se va lejos- ese acto íntimo y amistoso en el que puede convertirse ir a comprar uno o varios libros se ve afectado. De allí la importancia de encontrar rápidamente una librería amiga o algún amigo o conocido que tenga la amabilidad de facilitarnos la tarea.
Mis primeros libros los compré en Quilmes, en la adolescencia. La librería El Monje ya era un emblema local por ese entonces y tuve la suerte de trabar amistad con Guada, la hija de Néstor Arias y Berenice Blanco, entonces dueños y trabajadores del lugar. Allí recibí las primeras recomendaciones, seguramente me evité de leer algunos “bodrios”, me deslumbré con algunos títulos que marcaron mi vida (la obra de teatro de Jean Paul Sartre “A puerta cerrada”, por ejemplo). Un daño colateral de El Monje fue los préstamos de libros, que Andrea Gallegos –ex trabajadora del lugar- me facilitaba con frecuencia, siempre con el indistinguible sello de El Monje.
Al mudarme a Córdoba, a instancias del amigo Fernando Aiziczon, uno de los primeros lugares que conocí fue El Espejo. Desde entonces, cada mes, compro allí casi todos mis libros. Como aquel ferretero de barrio, la librería está atendida por lectores, verdaderos conocedores de los productos que exhiben, que contra la tendencia comercial hegemónica, no son precisamente los libros de autoayuda o de novela histórico-erótica escritas por mujeres de avanzada edad. Entrar a El Espejo es quebrar por un instante la temporalidad acelerada de la ciudad –¡y sí, a varios kilómetros de sus sierras, Córdoba capital no es una isla, sino otra de las grandes ciudades Latinoamericanas!-, sus ritmos vertiginosos, sus urgencias. Entrar a El Espejo no es simplemente realizar una transacción comercial, sino toparse con el íbero, Alexis o Guille, quienes mientras realizan sus tareas conversan sobre temas del día, porque siempre están informados de lo que pasa en la realidad que habitan, o sobre la reedición de algún clásico, un nuevo título de algún contemporáneo o el nuevo número de alguna revista. Como buenos vendedores que son, uno termina llevándoles el libro que iba a buscar, más algún otro recomendado por quien lo atendió (“A vos que te interesa tal tema, viste que salió tal título, se reeditó tal otro…”, y así). Y vale, porque no solo de pan vive el hombre –y la mujer-, pero sin pan es difícil que lo haga.
Algo similar a lo que sucede cuando uno ingresa a El Espejo pasa con Espartaco y Ana, Juan del Café y Librería de El ALBA –que supo combinar estantes de libros con mesas y sus vasos o tazas- o Joaquín y Carla, que en la librería Punto de Encuentro buscan permanentemente hacer del lugar un verdadero lugar de encuentro. También en otros rincones de la geografía provincial, como en Alta Gracia, donde Adolfo de Hora Libre busca combinar el amor por los libros con la música y la promoción artística de quienes habitamos la ciudad del Tajamar.

Vi en internet que el “Día del librero” es el 26 de abril, pero no importa, sabemos que las efemérides pueden ser también letra muerta, y acá estamos hablando de letra viva. Además, como toda efeméride, ese día corre el riesgo de ser un festejo al frívolo mercado de los libros. Para este fin de año preferí escribir este breve texto, fuera de fecha –como “fuera de foco” se encontraba el personaje en esa película de Woody Allen- para saludar y rendir un homenaje a los amigos libreros. A los nuevos, y por qué, a todos aquellos que uno se fue cruzando en el camino.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Sobre el 19 y 20 de diciembre de 2001

Política y movimientos sociales 
(Extracto de un ensayo publicado en el libro Socialismo desde abajo
Herramienta editorial, Buenos Aires, 2013)

Por Mariano Pacheco

Si es cierto -como alguna vez afirmó Gabriel Sarando, leyendo a Martín Heidegger- que cada generación gesta su héroe, y si es cierto, asimismo, que las jornadas del 19/20 de diciembre de 2001 funcionan como símbolo insoslayable de lo que en otras oportunidades hemos denominado como Nueva Izquierda Autónoma, cabe preguntarnos, a casi una década de la rebelión, cuanto de aquellas apuestas ha quedado consolidado en experiencias organizativas; cuanto han avanzado estos procesos, cuánto han logrado disputar poder.


Hacernos estas preguntas implica, desde el vamos, reconocer que las huellas de diciembre de 2001 aún persisten en la actualidad. Y, por supuesto, implica concebir la crisis no como mal a conjurar, sino en su positividad (en términos políticos y no en sus aspectos económicos, en las carencias materiales que implica en las condiciones de vida de las clases populares, claro está). La crisis como momento propicio para rever que hacemos, quienes somos, hacia dónde vamos. No en vano se ha insistido (Sheldon Wolin ha sido uno de ellos) en que los grandes enunciados de la filosofía política surgen de los momentos de crisis (contra ellas, insiste Wolin). También Eduardo Rinesi, en su libro Las máscaras de Jano. Notas sobre el drama de la historia, ha destacado que las crisis “son momentos enormemente productivos, de desentumecimiento, de desperezo, de apertura de la historia”. Como la crisis es el corazón íntimo y el reto mayor del pensamiento político, no deberíamos apresurarnos a huir de ella, a querer dar cuenta de ella (desde un lugar externo), sino que el desafío es poder permanecer actuando y pensando en el interior mismo de la crisis.
En este sentido, las jornadas del 19/20 son de vital importancia, entre otras cosas, porque colocaron a la política misma en otro lugar. Es más, tal como señaló en su momento Raúl Cerdeiras en un artículo publicado en la revista Acontecimiento (que fundó y dirige desde hace dos décadas), la insurrección permitió hacernos nuevamente la pregunta: “¿Qué es la política?”.
Si entendemos a la política como invención, como subversión de lo existente, o como señaló Alain Badiou en su artículo  “La hipótesis comunista”, como “acción colectiva organizada por determinados principios, que aspira a desplegar las consecuencias de una nueva posibilidad que en la actualidad se encuentra reprimida por el orden dominante”, entonces, la participación en el proceso electoral y la gestión del Estado –binomio por excelencia de la democracia formal- no pueden concebirse como momentos fundamentales de una política revolucionaria (que no es lo mismo que entender que nunca, allí, se ven plasmados momentos de las relaciones de fuerzas entre los proyectos –de clase- enfrentados en la sociedad). Siguiendo al Nico Poulantzas de Estado, poder y socialismo, podríamos decir que el Estado “condensa no sólo la relación de fuerzas entre fracciones del bloque de poder, sino igualmente la relación de fuerzas entre éste y las clases dominadas”.
Claro que los matices de la gestión estatal pueden ser demasiado amplios. Nadie está negando la abismal diferencia que pueda existir, por ejemplo, entre una dictadura sangrienta que reprime y clausura cualquier tipo de derecho, y un gobierno progresista que promueva reformas que amplíen los derechos sociales y laborales, los derechos humanos en general. Pero no deja de ser gestión de lo existente, regido por la lógica dominante de la representación. Cuando esa lógica se quiebra, entonces, es que estamos a las puertas o transitando ya hacia otra cosa, hacia la subversión del orden existente.
Por supuesto: pensar desde la crisis implica concebir que el motor de los cambios está en el conflicto y que, precisamente porque es el conflicto el motor del cambio, no podemos saber, de antemano, cuales pueden llegar a ser los resultados. Por eso una política revolucionaria se asienta sobre las bases conceptuales de la contingencia, del carácter abierto de los procesos históricos. Por eso, conceptualmente, es absurdo cuestionar los límites del movimiento de la clase.
En este sentido, diciembre de 2001 opera como símbolo generacional, porque fue allí el momento donde más claramente fue puesta en cuestión la legitimidad de las clases dominantes, luego del aplastamiento, a sangre y fuego, de las apuestas revolucionarias de los 60 y 70. Que no se haya logrado, como en Bolivia o en Venezuela, expresar esos cambios en las correlaciones de fuerzas en el Estado, no quiere decir que debamos quitarle mérito a lo sucedido, sino tan sólo resaltar los límites, no impugnando la experiencia sino proyectándola. Porque no caben dudas, si hablamos desde la inmanencia de las experiencias, que fueron aquellos días (semanas, meses) momentos de apertura a la impugnación del orden social, de sus clasificaciones y jerarquizaciones, de sus lenguajes. En fin, que hubo, durante ese período de aceleración temporal, política. Y queda claro, desde la perspectiva que se viene sosteniendo en estas líneas, que no hay propiamente política -para decirlo con las palabras del Rinesi de Política y tragedia. Hamlet, entre  Hobbes y Maquiavelo- sino “cuando ese carácter presuntamente inmutable y necesario del Orden es desnaturalizado, conmovido, puesto en cuestión”.
Momento de condensación, entonces, de una puesta en crisis, de un sacudón de la cosmovisión posdictatorial, que venía insistiendo, una y otra vez, en que no se podía cuestionar el pacto de los consensos de la representación. Porque si después de 1983 la política funcionó cada vez más como conservación de lo existente, como espectáculo (reforzado por una predominancia cada vez mayor de la virtualidad televisiva), las jornadas de diciembre de 2001 recuperaron, nuevamente, un lugar central para la corporalidad –según supo destacar María Pía López- en la  política, entendida como ejercicio de interpretación de la historia y transformación de la sociedad, quebrando así el “terror dictatorial” presente en los cuerpos y las subjetividades durante el período “democrático”. Y si insisto con el carácter simbólico de 2001, es porque en ese período se condensan y se proyectan experiencias previas, tanto a nivel nacional como internacional (en Argentina, la pueblada de Cutral Có en 1996; en Nuestra América, la insurrección zapatista en enero de 1994; en 1999, en el “primer mundo”, se produce la manifestación contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio, la OMC, en Seattle, que da inicio a una serie de protestas a nivel mundial). Son las resistencias del nuevo siglo, si tomamos la periodización “soviética” propuesta por algunos historiadores como Erik Hobsbawm, para quienes el siglo XX culmina con la caída de los socialismos reales en 1989.
Por último, quisiera afirmar que el predominio de las (actuales) prácticas preformativas, por sobre las (futuras) instituciones (por no decir Estado, que trae más confusiones que aclaraciones) que deberíamos gestar para auto-regir el comportamiento social, no implica negar la necesidad de que el movimiento se solidifique. Implica, simplemente (y no por simple menos fundamental), afirmar su primacía ontológica (así como ontológicamente, el mundo que ya desde ahora vamos gestando, tiene una preponderancia por sobre el mundo que nos obstaculiza el impulso y obstruye nuestro flujo creativo. En este sentido, es un mundo que es preciso aniquilar –más que superar–, pero no es el fundamento a partir del cual definimos nuestro ser-hacer).
Y la afirmación de esta primacía tiene consecuencias políticas fundamentales. En este sentido, haciéndonos eco de las palabras del Louis Althusser de El marxismo como teoría “finita”, podemos decir que nunca jamás, por principio, el partido –decía él, nosotros diremos el movimiento- debe considerarse “Partido de gobierno”, porque su función es ser el instrumento número uno de la “destrucción” del Estado burgués. Aun apoyando o participando de un gobierno, insiste, debe estar fuera del Estado. Porque sin esa autonomía, no saldremos jamás del Estado burgués, por más “reformado” que este sea.
Hay política desde abajo, por el cambio social –entonces–, cuando nuestra clase logra organizarse, librar batallas (¡y ganarlas!), conquistar mejores condiciones de vida, gestar otras formas de vínculos, otros valores y otra subjetividad; una institucionalidad propia, diferente a la hegemónica. Proyectar una política popular revolucionaria, que logre cambiar la correlación de fuerzas, entonces, es un desafío para la próxima década. Gestar un movimiento político de masas capaz de proyectar toda la experiencia acumulada en estos años a sectores cada vez más amplios del pueblo trabajador. Otro país, y ya no el eterno retorno de lo mismo...



sábado, 20 de diciembre de 2014

Cómo vivimos el 20 de diciembre de 2001


Crónica de la “Batalla de Plaza de Mayo” 
(en cuatro escenas)

Por Mariano Pacheco

Según las noticias de primera hora, el día había amanecido con siete nuevos muertos: tres en Rosario, dos en el Gran Buenos Aires, uno en Cipolletti y uno en Santa Fe. Los heridos contabilizados ascendían a 137 y los detenidos 551.


“El PJ, a través de Menem, Ruckauf y Duhalde, apoyaron el estado de sitio”. Así venía la mano, según informaban en los diarios. “Clima de barricada en Córdoba, hubo 15 heridos y 30 detenidos”. “Enfrentamiento a balazos en Rosario”; “Otro día violento en Entre Ríos. Autoridades atrincheradas en la policía”; “La Plata: protesta con incidentes”.
Los vecinos que participaban de los distintos Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) que integraban la Coordinadora Aníbal Verón, estuvieron yendo de acá para allá toda la mañana: cobrando los planes sociales ($160); comprando algunos regalos y comida para las fiestas; “saldando” deudas, especialmente con los almacenes; cruzándose a lo del vecino para comentar las últimas novedades; arrimándose al Galpón Popular a conversar con sus pares de la organización.
Ellos, como tantos otros, eran quienes formaban parte de lo que aquel día el diario Clarín llamó “el ejército de pobres” que en el último año se había incrementado en 3 millones de personas, es decir,  8.260 por día, aproximadamente.
A las 10.15 del 20 de diciembre de 2001, una muchedumbre se concentró en Plaza de Mayo. A los 15 minutos, la montada avanzó sobre las Madres de Plaza de Mayo. Luis Zamora fue el único “político” que pudo pasearse entre la multitud. El repudio a las lógicas de la representación, presente desde hacía meses en el ambiente político argentino, comenzaba a profundizarse en aquellos momentos.
A las 13 se cumplieron 12 horas desde la renuncia de Domingo Cavallo. El mismo que siendo ministro de Economía durante la presidencia de Carlos Menem había implantado el Plan de Convertibilidad. El mismo que promovió las privatizaciones para cancelar la deuda… y generar un nuevo endeudamiento del país. El mismo que defendió a capa y espada la desregulación de la economía, provocando un proceso abismal de desocupación y precarización laboral, ahora debía enfrentar el enfurecimiento popular. Él y el presidente radical Fernando De la Rúa, que ese año lo colocó como ministro de Economía nuevamente y le otorgó luego “poderes especiales”.
–“Ahí veíamos en la tele que estos milicos hijos de puta le tiraron los caballos encima a las viejas, loco, y nosotros hace un par de semanas tuvimos un compromiso con las Madres, que nos íbamos a bancar en la lucha. Así que si tocaron a las viejas es como si tocaran a nuestras viejas, loco, yo voy a ir a poner el pecho ahí. Él siempre dice loco, ¿viste?; recién ahora empezó a decir compañeros. Claro, Quito estaba con todas las pilas y con todo el compromiso desde la Marcha de la Resistencia, que desde el Movimiento de Desocupados compartimos con las Madres de Plaza de Mayo. Antes de eso, Quito ni siquiera sabía quiénes eran las Madres, pero desde que compartimos aquellos piquetes en la Plaza y se enteró que, cariñosamente, a las Madres podía decírseles Viejas, las adoptó como una bandera de dignidad y lucha”, escribió Pablo Solana por aquellos días, en un crónica ficcionalizada.
Ya desde el día anterior, diversos combates se habían desarrollado en todo el país: cortes de rutas en tres ciudades de Entre Ríos; en Chaco y corte del puente interprovincial General San Martín (Chaco-Corrientes). En Capital Federal,  un masivo “cacerolazo” nocturno, con  una gran marcha a Plaza de Mayo.
 –Che, cumpas, ¿está todo listo? –apuró Tony.
–Sí, vamos yendo, porque el gordo ya no llega –respondió Mariano. –Capaz hay bardo para viajar y lo vemos directamente en la estación.
 –¿Y cómo carajo llegamos hasta la plaza? –preguntó una de las chicas que integraba aquél puñado de jóvenes piqueteros que se dirigía, desde Claypole, a la Capital Federal.
 –Y… subimos al bondi  y le decimos que nos lleve o nos lleve –respondió uno de los chicos.
Al subir al colectivo Griselda intentó el método de la persuasión:
–¿Nos lleva a Burzaco, jefe? El chofer miró gruñón.
–Lo que pasa es que vamos a un velorio –remató.

II-
A las 14 horas se desarrollaron enfrentamientos en Mar del Plata, Córdoba, Río Negro, Mendoza, Neuquén y Chubut. La marcha piquetera, que estaba programada para realizarse a Plaza de Mayo, fue levantada a último momento por la dirección de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC).
 “La abuela, que medio que no ve ni escucha y medio que no entiende, preguntó cuando nos vio salir: ´¿esta lucha es para defender los Planes de Empleo?´ . Y le contestó Marisa ´¡Esta lucha es por el cambio social, compañera!´”.
En Lanús, la asamblea general del MTD había resuelto marchar a Plaza de Mayo. “Con los que estén dispuestos”, se escuchó decir al Pelado Pablo, ya que la cosa estaba bien jodida. No era como otras veces, que se podía ir en familia y llevar a los chicos.
“Don Sixto, parco en hablar con nosotros, los más pendejos, después en el colectivo se me arrimó, y me dijo: ´Yo tenía 15 años, y fui con mi padre el 17 de octubre´. Así, eso solo me dijo el viejo. Volvió a su asiento, y se quedó mirando por la ventana. ¡El viejo había estado el 17 de octubre, y ahora, cuando me hablaba, le brillaban los ojos!”.
--Los ojos bien abiertos, cumpas. ¡A ver si caemos en cana antes de llegar!
El grupo de jóvenes piqueteros de Almirante Brown ya estaba en las calles de la Capital, luego de haber logrado sortear diversos obstáculos: tomar un colectivo desde Claypole hasta la estación de Burzaco; subir al último tren que desde allí partió hacia Constitución, antes de que la empresa decidiera cortar los servicios. Por fin, al llegar, pasar por los controles de seguridad.
 –Bueno, formemos grupos de dos y empecemos a caminar. En la Plaza nos juntamos todos y vemos –dijo Mariano, mientras tomaba a Griselda de la mano y emprendía la marcha. Era un viejo método, que había aprendido en las primeras pintadas que realizaron cuando comenzaron la militancia en los colegios secundarios. “Siempre que se esté por pudrir –les había contado un compañero con mayor experiencia política– se distribuyen de a dos o tres. Si son dos, un hombre y una mujer, mejor, así se hacen la parejita inocente”. Y así hicieron ese 20 de diciembre.
La Plaza de Mayo era un verdadero hervidero. Más y más gente se dirigía allí, al histórico lugar de reclamos y festejos; de protestas y esperanzas.
“La policía persiste en la orden de desalojar la Plaza. Dos hermanos están encadenados al piso de la Plaza, cerca de la pirámide. Un muchacho joven, con el torso desnudo esgrime una cruz, de rodillas. Otro hombre, de mediana edad, grita, gesticula, monologa dirigiéndose a La Rosada. Los periodistas se abalanzan. Son las 15 horas. El hombre dice tener trabajo, pero preocuparse por aquellos que lo han perdido. Quiere saltar la valla que separa a los manifestantes de la Casa de Gobierno. Lo empujan. Sigue protestando y, en unos pocos segundos, se saca los pantalones y los calzoncillos. Está desnudo. Los policías quedan desconcertados. No saben qué hacer. Durante segundos no saben qué utilizar contra un hombre desnudo. Por fin lo suben a un celular”, apuntó en un cuaderno Mariano Rodolfo Martín, minutos después de ver las imágenes por la televisión.
La Federal, desbordada, se retira en un colectivo, rompiendo los vidrios traseros, para no dejar de disparar en el repliegue. A las 15.15 aparecen los hidrantes: la gente les tira cosas desde los balcones. A la media hora se incendia una boca del subte A, en Avenida de Mayo y Diagonal Norte.
–¡Llegamos tarde! –dijo ella. Él no respondió: estaba anonadado, observando aquello que creyó producto de su imaginación.
Entonces, cientos de personas, jóvenes en su mayoría, combatían sobre la Avenida de Mayo contra las “fuerzas del orden”. Los rostros cubiertos con remeras. Armaban barricadas con carteles publicitarios, los prendían fuego. Cuando la caballería avanzaba todos los muchachos y también las chicas les arrojaban piedras. Cuando los gases lacrimógenos caían, los manifestantes los devolvían.
–Acaban de matar a un pibe… recién… acá –dijo una voz entre la multitud.
–¡Sí, estos hijos de puta están tirando con plomo!
A pesar de esa advertencia, ni Mariano, ni Griselda, ni el resto de los cientos de presentes en aquella esquina, estimaron retirarse del lugar.
–Che, perdimos a todos, ahora sí que no los encontramos más –dijo Griselda. Al instante Mariano respondió:
–No importa, esto ya se transformó en revuelta; que cada uno haga lo que pueda. Se desvanecía así, todo el esquema organizativo y de seguridad que, previendo que se desatara una represión, habían acordado antes de salir.
Cuando abrió su mochila para sacar las remeras y chalinas palestinas que habían llevado para cubrirse el rostro, miró para la esquina y observó que, entre la multitud, se encontraba un grupo de militantes de la CTD Aníbal Verón de La Plata. Se acercaron a saludar, pero enseguida comenzaron las corridas y los perdieron.
En Avenida de Mayo y 9 de Julio se armó un foco importante de resistencia. Allí, Mariano y Griselda encontraron nuevamente a Tony, La Tota y el resto de sus cumpas del MTD de Almirante Brown… y también, a sus pares de Lanús y de San Francisco Solano. Estaban todos: los muchachos y las chicas del grupo de seguridad, los que participaban en el día a día de la organización barrial de los movimientos y también, todos los “referentes” de esos MTD. Entre los miles de resistentes se hallaba uno, que por entonces, era uno más de la muchedumbre: Darío Santillán.

III-
–Estamos todos –dijo Mariano.
En aquel instante un colectivo quedó atravesado en la intersección de las dos avenidas: la multitud corrió a refugiarse tras él. Como en una guerra de posiciones, se ganaba un tramo sobre el enemigo. Todos comenzaron los aplausos: un joven arrojaba una bomba molotov sobre el colectivo. Y luego otro aplauso… y otro… hasta que ya nadie aplaudió: ninguna de las “molos” se había encendido. Nuevas corridas, nuevos piedrazos y nuevos aplausos: esta vez para los motoqueros que, encolumnados, avanzaban sobre las fuerzas de seguridad y tras ellos, toda la multitud, enardecida y a los gritos, hostigando nuevamente a la policía que, otra vez, debía retroceder.
A las 16.10 De la Rúa convocó a la “unidad nacional” y le pidió apoyo al PJ. A las 17 (¡por fin tomando cartas en el asunto!) las dos CGT convocaron a un paro por tiempo indeterminado. A esa hora ya se sumaban a la lista cuatro jóvenes muertos en las cercanías a Plaza de Mayo. A las 17.30 el presidente del Senado Ramón Puerta, aclaró que el PJ no se sumaría al “Gobierno de unidad” convocado por la Alianza.
Durante horas se avanzó y se retrocedió enfrentando a las fuerzas de seguridad, que agotaron sus municiones. Ya caída la tarde la situación se había tornado complicada: la tanqueta que iba y venía sobre la 9 de Julio, sumada al despliegue policial que de una punta a la otra de la avenida comenzaba a avanzar, despejó por completo el foco de resistencia del que participaban los muchachos y las chicas de los MTD del Conurbano Bonaerense.
La multitud, dispersa, corría por las calles laterales. El sol se retiraba y comenzaban algunos saqueos; algunos saqueadores fueron silbados y abucheados por la multitud cuando intentaban vaciar algún pequeño comercio. Algunos militantes se llevaron “algo”, pero de las empresas y negocios “grandes”. Sergio, de un grupo de contrainformación se llevó una cámara filmadora: “No la robo, la expropio para las luchas del pueblo”, gritó exaltado. Uno de los referentes del MTD de San Francisco Solano corrió con unas zapatillas nuevas… sólo media cuadra, hasta que escuchó una voz que le gritaba: “Boludo, tenés una de cada color”. Entre nervios y risas Alberto volvió al lugar a llevarse las dos del mismo par.
Otros militantes se dedicaron a señalar lugares para romper y prender fuego: “a esa sí, que es una multinacional”, gritó Carlitos. “A ésa también, que es una privatizada”. “Sí, sí, dale a los móviles de Oca”, insistió Chile, como le decían cariñosamente sus cumpañeros del MTD. “No, boludo, ese coche no, ¿no ves la pinta que tiene? Debe ser de un laburante”.
A las 19.12 horas los gobernadores se reunieron en Merlo, provincia de San Luis. Hasta que renuncia Ramón Puerta, los ofrecimientos para el interinato como presidente rozaron a De la Sota y Reutemann. Ambos rechazaron la oferta por el mismo motivo: querían quedarse hasta 2003 y completar el mandato que De La Rúa dejaba vacante. La Asamblea Legislativa debió reunirse dentro de las 48 horas siguientes y elegir un nuevo presidente. Pero nadie quería asumir por dos o tres meses para luego convocar a elecciones. Sin embargo sólo el que aceptara eso sería elegido: es que Eduardo Duhalde lo necesitaba para poder presentarse como candidato. Cuando finalmente quedó Ruckauf, el Cabezón se puso de punta y lo vetó. Rodríguez Saá, el Adolfo, parecía ser el candidato…
“Qué cagazo, qué cagazo, lo echamos a De la Rúa, los hijos de Cordobazo”. Eran las 19.45 y esa consigna era coreada en varias barricadas, que aún se mantenían en pie: tras 740 días de gobierno, De la Rúa había presentado su renuncia. A las 19.52, luego de la última foto en su despacho, se retiró en helicóptero, tal como Isabelita lo había hecho en 1976.
Era la primera vez que una rebelión popular culminaba con la expulsión de un gobierno constitucional. La primera vez en la historia argentina que se sucedían combates masivos con las fuerzas represivas en pleno microcentro porteño (antecedentes similares, pero no en el microcentro, los podemos encontrar en la Semana Roja de 1909 y la huelga general insurreccional de 1936.). La democracia de los cuerpos se había impuesto a la frugal república del voto, según palabras del periodista Modesto Emilio Guerrero.
De la Rúa había renunciado. Me enteré en un bar cuando miré por la vidriera, luego de encontrarme en una esquina con otros compañeros que salían de un edificio en el cual se habían escondido, al igual que yo en una remisería, luego de los últimos tiroteos y detenciones que la policía había realizado después de despejar los alrededores del Congreso. Ya era de noche y el último foco de resistencia ubicado por Belgrano y Entre Ríos había sido despejado. A mi compañera de entonces la había perdido en una esquina, cuando la tanqueta despejó la 9 de Julio y los compañeros se replegaron por otra calle. Al volver el cansancio me rendía. Abrí la ventana del colectivo y mientras el viento golpeaba en mi cara, lo único que pensé fue: estoy vivo.

IV-
Habían pasado exactamente 24 horas desde el comienzo del fin; cuando De la Rúa intentó asumir un gesto de autoridad y  anunció por cadena nacional  la implementación del Estado de Sitio por 30 días.
Tan solo 24 horas. Parecía una película pero era real. En dos horas el país entero se había puesto de pie: a los cinco minutos del anuncio presidencial comenzaron a sonar las cacerolas. Primero en Belgrano y Barrio Norte. Luego se sumaron Palermo, Flores, Chacarita, Liniers y Villa Crespo. A los diez minutos ya empezaban las juntadas en diversas esquinas y a la hora el Congreso y la Plaza de Mayo estaban repletos de gente.
Increíble, pero así fue. 122 supermercados y comercios del Gran Buenos Aires y 17 de la Capital Federal fueron saqueados durante el día 19. A las 0 horas del 20, 100 mil personas  entonaron el Himno Nacional en Plaza de Mayo y a los veinte minutos  caravanas de manifestantes se concentraban simultáneamente en la Quinta de Olivos y en Palermo, frente al domicilio del ministro de Economía que, media hora más tarde, ya no lo sería.  A las 0.50 comenzó la represión en Plaza de Mayo y ahí lo inesperado: cientos fueron los que  resistieron a cascotazos las balas de goma y gases lacrimógenos. Minutos más tarde empezaba el fuego. Al comenzar a arder las palmeras de la Plaza de Mayo ya estaba todo dicho… el país entero se encendía: había comenzado la insurrección.


miércoles, 17 de diciembre de 2014

El Nuevo Código de Convivencia y el “cerco policial” a los manifestantes

Tras los anuncios de postergar el debate legislativo

 Por Mariano Pacheco

El año parlamentario cerró con un impasse en el tratamiento de las reformas al Código de Faltas). El oficialismo manifestó voluntad de diálogo” para retomar el tema en 2015. Las organizaciones sociales en alerta. Ayer se movilizaron, aunque decena de carreros fueron “cercados” por la policía.



Todo pareció hacerse como en una escena montada para reforzar el poder que la Policía de la provincia de Córdoba tiene en la gestión del gobernador José Manuel De la Sota. Poder que es precisamente el punto que lleva a una gran cantidad de organizaciones sociales y amplios sectores de la ciudadanía a cuestionar las políticas de seguridad provinciales (incluso, algunos académicos hablan de “Estado Policial”).
Hoy, cuando comenzaban a dirigirse al punto de convocatoria de la Marcha contra el Nuevo Código de Convivencia (las reformas al cuestionado Código de Faltas), los uniformados volvieron a mostrar, nuevamente, cuál es el modo de abordar las temáticas sociales. En este caso: el “modus operandi” que impidió a la ciudadanía expresar su “derecho a la protesta”. Desde temprano, al menos nueve barrios en donde la Cooperativa de Carreros y Recicladores La Esperanza tiene un desarrollo organizativo, se toparon con un cerco policial. Así confirmó ante este medio su presidente, Carlos Andrada (alias “Purruca”). Vecinos de Las Flores; Villa Los Galpones y La Tela; Las Violestas; Guiñazú; El Tropezón; San Pablo; Ciudad de Los Cuartetos y Villa Retiro no pudieron llegar a la movilización que pretendía decir No al Código de Faltas frente a la Legislatura.
Más tarde, complicados por otro “piquete policial”, quienes se encontraban en Bv. San Juan y General Paz, fueron “auxiliados” por los que se concentraron en Colón y General Paz (frente al Correo), ya que estaban siendo fuertemente hostigados por la policía, que no les permitía marchar.
La marcha –no tan númerosa como habían pensado que sería antes de que se postergue el debate en el recinto parlamentario– culminó por la tarde, con un acto que se improvisó en las inmediaciones de la Legislatura, que permaneció vallada. Los Carreros de “La Esperanza” y las “chicas” de Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), fueron los últimos en hablar.

Triunfo momentáneo

José “Bichi” Luque, referente del Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos, subrayó que “la decisión del oficialismo de posponer el tratamiento de las reformas es el triunfo de las casi 60 organizaciones que asistimos el jueves pasado a la audiencia en la Legislatura”. Por su parte, el abogado Sergio Job destacó -en diálogo con El Argentino- que desde 1994 “la legislatura cordobesa aprobó sistemáticamente innumerables reformas al Código de Faltas y leyes anexas, que sólo ampliaron el control sobre los sectores populares”. De allí que el letrado, vinculado a las organizaciones sociales y derechos humanos, haya destacado la importancia de la protesta, y afirmó que el nuevo año los encontrará nuevamente en las calles, a todos aquellos que no estén dispuestos “a no bajar la voz”, ni a “quitarle el cuerpo a las luchas”.

martes, 16 de diciembre de 2014

Entrevista a Claudio Lozano, de paso por Córdoba

“No hay salida por el lado del ajuste conservador”

Por Mariano Pacheco
(Nota publicada en la edición Córdoba del diario El Argentino)

Claudio Lozano, diputado nacional de Unidad Popular (UP), conversó ayer con este medio, un rato antes de participar junto al doctor Medardo Ávila Vázquez  de una mesa-debate sobre “Bienes Comunes, sistema productivo y distribución de la riqueza” en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba.


--¿Cómo ve la situación actual de la provincia?
--Lo que se observa es una provincia ligada fuertemente al complejo sojero y automotriz y, en ese marco, un impacto socio-ambiental complicado y que está asistiendo a un cuadro recesivo, que sobre todo se siente en el rubro automotriz. Y por otro lado, asistimos a una tendencia de desarticulación de lo que eran opciones a las propuestas dominantes. Me refiero al proceso de evaporación de la perspectiva política de Luis Juez, en esta especie de asociación que viene haciendo con el radicalismo de Oscar Aguad y el PRO de Mauricio Macri, abandonando un polo que podría haber permitido un proceso de democratización en la provincia.
--Teniendo en cuenta que dentro del electorado que no vota a la derecha, un sector apoya al Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) y otros canalizan sus expectativas a través de la fracción progresista del kirchnerismo. ¿Cuál sería el espacio al que se dirige centralmente UP?
--Formo parte de una experiencia política que no tiene una vocación testimonial, por más que estamos dispuestos a dar testimonio, pero nuestra propuesta tiende a interpelar al conjunto de la población. Además, estamos en un momento en el que se consolidan un conjunto de opciones de carácter netamente conservadoras (Massa-Macri), y que en el caso de Scioli involucran directamente a la herencia del propio gobierno. Incluso dentro del FA-UNEN puede verse candidatos que replican las mismas lógicas conservadoras. En ese contexto también puede verse que hay un cuadro de agravamiento de la situación social y que se expresa no solo en que hay conflictos a lo largo y a lo ancho del país, sino que además hemos tenido tres paros generales en los últimos tres años, cuando en los ocho anteriores no hubo ninguno. Esto nos indica que hay que construir una nueva alternativa para el país. No hay salida por el lado del ajuste conservador. Desde Unidad Popular nos proponemos darle un marco institucional a todas esas luchas sociales que se vienen dando y construir un gran frente político.
--¿Y con quien podría darse esa experiencia?
--Nosotros venimos haciendo en Buenos Aires un camino con la gente de Patria Grande, que es un espacio que aún se está constituyendo y tiene presencia en varias provincias y con el Partido de los Trabajadores y del Pueblo. Después, hay realidades provinciales y hasta municipales que hay que contemplar, con sus experiencias locales. Por otro lado, independientemente de lo que hagan las agrupaciones, creemos que hay muchos votantes que no acompañarán al kirchnerismo si este transita por su espectro más conservador. Y lo mismo podría decirse del FA-UNEN. Así que vemos un espacio muy amplio, al que hay que sumarle a todos esos movimientos sociales que vienen peleando contra el frackin, contra la megaminería y la sojización y que necesitan una propuesta institucional distinta a las existentes. 


domingo, 14 de diciembre de 2014

Sobre La sangre de la aurora, la novela de Claudia Salazar Jiménez

El cuerpo como campo de batalla. 
Reflexiones en tres escenas

Por Mariano Pacheco

“Convertido en un campo de batalla, tu cuerpo ha quedado absolutamente vulnerable”
(Claudia Salazar Jiménez, La sangre de la aurora)



PRIMERA ESCENA: “Chat”
Hace unos pocos días, conversando por el “ciberespacio” con un amigo argentino que actualmente vive en Colombia, le comentaba sobre la publicación argentina (cordobesa) de La sangre de la aurora, la novela de la escritora peruana Claudia Salazar Jiménez, y también, sobre su presentación en Córdoba.
El libro invita a pensar la historia social reciente del hermano país latinoamericano desde una perspectiva novedosa. El cuerpo y el deseo, son puestos a funcionar desde voces de mujeres (Marcela, la militante;  Melanie, la fotoperiodista; Modesta, la comunera), a través de las cuales podemos acercarnos a la violencia política que atravesó el Perú durante la década del 80 del siglo pasado. Tres historias, tres mujeres en bandos distintos dentro del ámbito de la guerra interna del país. La matanza generalizada de mujeres en los tiempos de guerra; el silencio en los tiempos de paz. 
Me contaba mi amigo –un camarada que luego de librar importantes batallas políticas en el país se radicó en Colombia para aportar desde allí a la lucha que diversas organizaciones sociales y derechos humanos vienen transitando desde hace años, en la búsqueda por una salida “pacífica y justa” al conflicto armado que ya lleva décadas– este compañero –decía– me relataba por chat algunas impresiones sobre su reciente visita al Perú. Cito brevemente un tramo de la charla:
“Vi un cagazo bárbaro en la gente, y una negación histórica muy grande. Por ejemplo, yo pregunté por la toma de la residencia del embajador japonés, ¿te acordás? Fueron los del MRTA (). Habrá sido a mediados de los 90. Y de eso no queda nada, pero nada de nada: ni un lugar, ni un recuerdo. Tampoco nadie que te quiera hablar del episodio. A la sede diplomática la demolieron, y a pesar de que hubo dos meses de quilombo internacional, cientos de muertos, etcétera, no queda nada... o sea, una política de Estado, que en nombre de la lucha antisubversiva, logró borrar la memoria social y con ello, estigmatizar y atemorizar a todo el que pretenda luchar contra el neoliberalismo, que en Perú no se interrumpió desde fujimori”.

Cito esta conversación, no por “intimismo”, sino porque quisiera destacar la importancia de esta novela en el actual contexto histórico del Perú, donde el “neoliberalismo de guerra” que expresó la gestión del presidente Fujimori hoy tal vez aparece de un modo más solapado, pero no deja de mostrar sus huellas en la realidad política del país. Y si bien La sangre de la aurora nos habla del Perú de hace unos años, también nos está interpelando en cuanto a la actualidad de América Latina. Porque, tal vez sea una obviedad, pero no quisiera dejar de decirlo: soy de los que está convencido de pocas cosas, pero una de ellas es que, si hay alguna posibilidad de imaginar algo así como un “destino propio”, será en articulación con los pueblos hermanos Latinoamericanos. Lejos del “destino sudamericano” narrado por Jorge Luis Borges (esa suerte de eterno retorno bárbaro), sospecho que la dinámica política que se viene dando en la región en los últimos veinte años (desde el alzamiento zapatista, pongamos) da cuenta de una suerte de “privilegio geopolítico” de estas latitudes. Quiero decir, que si hay alguna perspectiva de que la humanidad ponga un “freno de mano” a la crisis civilizatoria por la que atravesamos, si hay condiciones para pensar-imaginar-concretar un mundo poscapitalista, seguramente esa nueva sociedad tendrá en estas tierras sus primeros esbozos. No por destino (determinación), sino al contrario, porque es por aquí por donde se vienen produciendo las novedades políticas más sugerentes de este nuevo siglo. Y Perú, junto con Chile, Colombia y México –más allá de sus movimientos populares– como “políticas de Estado”, son países que vienen optando por transitar las lateralidades de los procesos políticos más afines a estas ideas que vengo mencionando. “Alianza del Pacífico” es solo el nombre que nos permite resumir esta perspectiva.

SEGUNDA ESCENA: “Lecturas”
Un joven argentino, apasionado por la literatura Latinoamericana, tiene entre sus manos un libro que marcó a generaciones de lectores. Exactamente cincuenta años después de su publicación, Literatura argentina y realidad política, de Davis Viñas, parece haber sido enviado a los museos por la crítica bien-pensante. Literatura y realidad política, un vínculo tan problemático como productivo para pensar las textualidades, y sus vínculos con los cuerpos, sus sonidos, sus olores, sus sudores. Sus calenturas y pasiones, para decirlo a lo Viñas.
Literatura y política entonces, junto con dos categorías (orden de géneros y orden de clases) propuestas en los últimos años por la escritora y crítica argentina Elsa Drucaroff, como coordenadas para pensar la novela de Salazar Jiménez.
Un breve repaso por La sangre de la aurora nos permite dar cuenta de que, más allá de la deriva de Sendero Luminoso (“¿Para qué masacrar a quienes supuestamente quieres reclutar? Algo ahí no encaja”), las asimetrías de clase están en la base del proyecto revolucionario que nace desde esa situación y la profunda indiferencia (“¿A quién le importaba? ¿A quién le importábamos?”) de un Estado que para nada integró a esos sectores sociales, más que a través de “mano de obra barata” para las tareas “sucias” de la represión (“La mayoría son muy jóvenes, chiquillos imberbes, hijos de campesinos, campesinos ellos mismos). Asimetría material que también se expresa en su carácter simbólico (“En la radio suena Madonna. Abro la ventana de mi 4x4… Enciendo un Marlboro”).
De la mano de esta situación del orden de clases se inscribe la asimetría del orden de género. Si bien el patriarcado es una situación que pre-existe al capitalismo como modo de producción, no es menos cierto que la lógica del capital lejos de extenuarla la acentúa. Queda claro, a través de algunos pasajes del texto, que las mujeres pobres (y sobre todo las campesinas-indígenas), quedan más expuestas a situaciones de dominación y explotación (“Es buena gente, solamente que algo oscurita… A ti jamás te pasaría eso. ¿Acaso no has visto cómo te tratan los gorilas de la disco? Si no te ponen una alfombra roja, es porque no la tienen”) y que –en principio– la experiencia revolucionaria se planteaba dar un espacio diferente a las mujeres (“quiero saber, profesor, ¿qué papel en la revolución nos ofrece a las mujeres su partido?”). De allí que haya mujeres en la “dirección” de la organización (aunque por supuesto, el número Uno sea un hombre) y que la “guerra revolucionaria en el campo” se presente como una posibilidad de “liberación” para una joven de clase media urbana (“Un esposo y una hija eran mis lastres para la lucha. Imposible mantener el equilibrio. Ser esposa me hacía perder demasiado tiempo”). Así y todo, las asimetrías de género se reproducen al interior de la experiencia política que se pretende transformadora (“Un combatiente es disciplinado, no se deja llevar por ese impulso de sus partes. Nada nos distinguiría de un burgués reaccionario si dejamos que esa calentura nos gobierne”) y, por supuesto, también –o de manera mucho más extendida– en la clase “explotada y oprimida”. Y esto queda claro, en la novela, a través de los padecimientos que sobrelleva la campesina Modesta (“Un par de cocachos te metió Gaitán en la cabeza, bien duro ahí, todavía te duele”) y cómo esos padecimientos se retransmiten inter-generacionalmente (“Hay que mandarla al colegio. Pero él no quería. Para qué. Que se ocupe de la chacra nomás, o que aprenda a tejer. Cuando se case su marido se va a encargar de todo”).
Alguna vez, el viejo Engels escribió que el grado de emancipación de una sociedad, podía medirse “por el grado de emancipación que las mujeres tenían o habían conquistado en esa sociedad”. Seguramente ciertas resistencias a las que tuvo, tiene y tendrá que enfrentarse la novela de Claudia tengan que ver con eso. Con que, más allá de las disparidades nacionales y las desiguales conquistas en materia de género y diversidad sexual obtenidas en los distintos países de la región, aun son muchas las batallas que habrá que librar contra el machismo, y los modos de entender y habitar el mundo que ese “modelo” nos impone.

TERCERA Y ÚLTIMA ESCENA: “En busca del legado perdido”
En las primeras líneas de El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx sostiene que “la herencia de todas las generaciones muertas acosa la mente de los vivos como una pesadilla”. Tal vez por eso, la “tradición” suele estar más del lado de los conservadores que de los revolucionarios, porque impone al pasado como autoridad. El legado, en cambio –más cerca de las conceptualizaciones que Walter Bénjamin realizó alguna vez sobre el concepto de historia– busca en el pasado una inspiración para continuar haciendo la historia. Seguramente por eso, en su Literatura de izquierda, Damián Taborovsky escribió que, salvo en situaciones revolucionarias, “siempre es decepcionante cuando la literatura encarna los mismos valores que la sociedad”.
Esta novela, por el contrario, si sitúa en un lugar de “ruptura” con el sentido común –el más común de todos los sentidos, como señaló Antonio Gramsci– reinante hoy en el Perú.
De allí que sea un texto que incita (¿excita?) y que, lejos de ser una literatura panfletaria –típica de los intelectuales que, políticamente se sitúan en la izquierda y estéticamente terminan coincidiendo con la derecha– se constituya en un auténtico relato crítico.
Es que tal vez sea hora de abandonarse más firmemente a la experimentación, tanto estética como política. Y, en ese sentido, quisiera rescatar que La sangre de la aurora, de Claudia Salazar Jiménez, tiene –aunque no lo parezca– una dosis de leninismo. O al menos, una cuota de cierto espíritu que le hace honor a esa frase de Lenin que sostiene: “Embarcarse… y después ver”.


miércoles, 10 de diciembre de 2014

Organismos de Derechos Humanos: Justicia, Creación y Digna Resistencia

En el Día Internacional de los Derechos Humanos

Por Mariano Pacheco
(Nota publicada en el periódico "Me contó el Viejo Antonio", San Francisco, Córdoba)


Alguna vez, un viejo dirigente político argentino subrayó que “la justicia y la libertad” “no se regalan”, sino que “se conquistan, se defienden”, y a veces –aclaraba– “hay que morir por ellas”. Luego de que, décadas atrás, miles de personas –sobre todo jóvenes– padecieran en sus cuerpos las políticas del Terrorismo de Estado, resultaría a todas luces absurdo que un Estado no comprendiera que no debería hacer falta morir por ningún reclamo. Así y todo, la cantidad de asesinados en protestas sociales o a manos de la “violencia institucional” (los denominados casos de “gatillo fácil” o nuevas “desapariciones”), en más de 30 años de democracia, no es menor. De allí la importancia de “no olvidar” los crímenes actuales. Tal como destacó Enrique Carpinero (director de Topía, revista de psicoanálisis, cultura y sociedad), “si olvidamos esos muertos, desaparecen como muertes que simbolizan la arbitrariedad de un poder”.
La masiva “8° Marcha de la Gorra”, realizada el 20 de noviembre pasado en la capital provincial para exigir la derogación del Código de Faltas, y el importante “Festival Contra el Gatillo Fácil”, desarrollado días antes en la misma ciudad, organizado por familiares de víctimas de estos casos, lograron dar cuenta de que una importante fracción de la sociedad cordobesa está atenta a las violaciones actuales de los derechos humanos.
Hace unos años, en una visita que realizó a Buenos Aires, el pensador francés Alain Badiou sostuvo: “pasar del estado de víctima al estado de alguien que está de pie, eso es la justicia”. Sospecho que nadie que actúe de “buena fe” podría sostener hoy en día que los organismos de Derechos Humanos no son un claro ejemplo de ese proceso, de ese pasaje, que hizo –ni más ni menos- que la memoria sea entendida como un campo de batalla que alimenta los actuales combates sociales y políticos por sostener y ampliar “la justicia y la libertad” para todos aquellos que habitan este suelo que llamamos patria. De allí que produzca cierto escozor enterarse que, por tercer año consecutivo, los “Sitios para la Memoria y la promoción de los Derechos Humanos de Córdoba” lleguen al 10 de diciembre (Día Internacional de los Derechos Humanos), sin que la gestión de José Manuel De la Sota haya ejecutado la totalidad del presupuesto provincial destinado a dichos espacios. Y lo peor de todo es que 2014 no es una excepción.
En 2011, el presupuesto ejecutado fue 46,22% del total. En 2012, el 71,60%. En 2013, el 51,34 %. Este año se llega a la triste cifra de 40%, es decir, menos de la mitad.
Dichos espacios son el Archivo Provincial de la Memoria (que se creó el 22 de marzo del 2006, bajo la Ley Provincial N° 9286 y pasó a funcionar en el edificio que del ex Centro Clandestino de Detención D2, donde funcionara el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba), y los ex CCD La Perla (que abrió sus puertas en 2009), y Campo de la Ribera (inaugurado en 2010). Los tres son espacios públicos, de entrada libre y gratuita. 
Tal como ha remarcado Emiliano Chiappero en un informe publicado en la edición Córdoba del diario El Argentino, son de una vital importancia para la sociedad cordobesa las tareas emprendidas por estos espacios. A marzo de 2014, más de 160 mil personas los habían visitado (de los cuales alrededor de 53 mil fueron en el marco de recorridos educativos, es decir con estudiantes de jardines, escuelas primarias, secundarias, terciarias y Universidad de todo el país e incluso del exterior); más de 650 docentes y estudiantes de magisterio habían participado en las diferentes propuestas de formación docente en Derechos Humanos y Memoria; más de 1.500 jóvenes, de 30 escuelas de la ciudad y la provincia, lo hicieron en el marco del Programa “Jóvenes y Memoria” y alrededor de 300 estudiantes universitarios en el marco de las “Prácticas Socio Educativas y Pasantías”. En cuanto a la elaboración de material bibliográfico, se destaca la creación de la editorial Ediciones del Pasaje, con la edición de 20 publicaciones que reflexionan sobre lo ocurrido en torno al Terrorismo de Estado en Córdoba, junto a la producción de 41 realizaciones audiovisuales.
Como puede apreciarse, la creación ha ido de la mano de la digna resistencia emprendida por “los organismos” durante todos estos años. Es una pena que el gobierno actual no esté a la altura de semejante experiencia.


martes, 9 de diciembre de 2014

Entrevista a Laura Vilches

“La banca parlamentaria no tiene 
sentido sin la movilización en las calles”

Por Mariano Pacheco
(nota publicada en el diario El Argentino-Edición Córdoba)


Laura Vilches tiene 32 años. Comenzó su militancia hace siete, en la Universidad Nacional de Córdoba y la continuó en el gremio docente. Es profesora de Lengua y Literatura en colegios secundarios. En horas asumirá como legisladora provincial, suplantando a Cintia Frencia (Partido Obrero) en la bancada en la que antes estuvo Liliana Olivero (Izquierda Socialista). En diálogo con este medio, la dirigente del Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS) comenta sobre sus proyectos y expectativas en la arena parlamentaria.


--¿Cuál es el trasfondo del planteo de “rotación” en la banca?
--Bueno, en principio, es uno de los acuerdos que tenemos entre los tres partidos que integramos el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) y que ya hemos implementado en Neuquén y que responde a la concepción que tenemos, que es que la bancada no es un lugar para hacer carrera política y enriquecerse, sino que es un puesto de lucha para situarse junto a las peleas que libran los trabajadores, las mujeres y la juventud.
--También está el planteo de los ingresos económicos
--Claro, es parte del mismo planteo. En mi caso seguiré cobrando el equivalente al salario docente y la dieta la voy a donar para un “fondo de lucha”, como han hecho nuestros dirigentes Cristian Castillo y Nicolás del Caño, que en un año juntaron un millón de pesos que fueron destinados, entre otras cosas, a apoyar la lucha de los trabajadores de Lear en buenos Aires, y de Valeo y WV en Córdoba.
--Olivero-Frencia-Vilches: ¿cómo abordan la cuestión de género?
--En el caso de la Unicameral, responde a una legislación provincial, que estable cupos femeninos, pero además desde el FIT buscamos darle una impronta de género a la bancada. En Córdoba hay tres flagelos que atestiguan la violencia contra las mujeres. Los femicidios (17 en la provincia este año), que con el crimen de Paola Acosta cobró mayor relevancia pública; las redes de trata, que no podrían funcionar sin que esté involucrada la policía; y el derecho al aborto, que en la provincia se agrava más porque ni siquiera se puede acceder al aborto no punible.
--¿Qué proyectos pensas impulsar en 2015?


--En principio, tenemos todavía por delante la votación del “Nuevo Código de Convivencia”, que vamos a votar en contra, porque creemos que no da respuestas a los cuestionamientos que tiene el Código de Faltas, además de que pretende reglamentar y limitar el derecho a la protesta social. Después vamos a impulsar un proyecto para que todo legislador cobre el salario de un trabajador calificado. Porque quienes están en el parlamento –esa cueva de bandidos– no habitan los mismos barrios que los trabajadores, ni mandan a sus hijos a la escuela pública ni se atienden en hospitales, sino que se han transformado en una casta que vive del Estado. Otra iniciativa es la que venimos trabajando con un sector “trans”, para que el estado y las empresas garanticen un cupo de trabajo para una población vulnerable, que en el 95% de los casos no ve otra salida más que la prostitución. Por último, también impulsaremos un proyecto para que en los lugares de trabajo haya espacios en donde se cuiden a los hijos de quienes allí trabajan.



jueves, 4 de diciembre de 2014

Córdoba: Festival “El Urondo"

Para promocionar los vínculos 
entre Teatro, Política y Sociedad

Por Mariano Pacheco
(Publicada en revista Deodoro, noviembre de 2014)

Se realizó en Córdoba entre el 2 al 12 de Octubre. Un total de 17 obras se llevaron a los escenarios de las salas “La Chacarita” y “Casa Grote”. Hubo además proyección de películas, entrevistas públicas, mesas de debate, lecturas públicas de narrativa y poesía. Un espacio de encuentro que parió un nuevo colectivo de intervención cultural.




Tal vez fue el mote de “poéticas varias”, o la idea de que el Festival de Teatro no fuera solo eso, sino también un espacio de encuentro para impulsar/fortalecer los vínculos entre Teatro, Política y Sociedad. Quién sabe. El hecho es que durante diez días (del 2 al 12 de octubre), en la ciudad de Córdoba, “El urondo” se llevó adelante en las salas “La Chacarita” y “Casa Grote”. Centenares de teatristas, poetas, escritores, ensayistas, artistas independientes y activistas sociales se reunieron para dar nacimiento a esta primera edición de un Festival anual que terminó convirtiéndose en un nuevo colectivo de intervención cultural. Organizado por los grupos “Zéppelin Teatro”, “Elencos Concertados”, “Los de La vuelta” (que dirigen Jorge Villegas, Enrique Giungi y Toto López, respectivamente), también participaron los grupos “5M16”, “Des Armadero Teatro”, “Las Perez Correa”, “Teatro de ilusiones Animadas”, “La Vueltaalperro”, “BiNeural-MonoKultur”, “Rimando Entreversos” y artistas como Teti Cavo y Miguel Oyarzún.

Más allá de los escenarios
El Festival contó también con actividades por fuera de los escenarios, con entrada libre y gratuita. Una de ellas fue la proyección de “Darío Santillán, la dignidad rebelde”, la película documental de Miguel Mirra y la entrevista abierta que el periodista Dante Leguizamón le realizó al escritor Mariano Pacheco, co-autor de Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo, el joven asesinado junto a Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002, en la denominada “Masacre de Avellaneda”. Otra, la presentación del proyecto artístico “Pobre arte”, de Jorge Cuello, en el que el artista rinde homenaje a las “Abuelas de Plaza de Mayo”. El evento contó con la presencia de Sonia Torres, entre otros. También, se realizó una mesa debate sobre “Teatro y dictadura-Teatro y democracia”, que contó con la participación de José Luis Arce, quien fue entrevistado por Daniela Martín.
Por otra parte, impulsado por el Grupo de Poesía Pan Comido, mates y criollos mediante, se realizó durante toda una tarde, en la Plaza Comechingona (ex Colón), una lectura colectiva de La patria fusilada, el emblemático libro de Francisco Urondo publicado en 1973, en el que aparecen en primera persona los testimonios de Ricardo René Haidar, María Antonia Berger y Alberto Camps, los tres sobrevivientes del crimen político del 22 de agosto de 1972, recordado como la “Masacre de Trelew”. Libro que Urondo construyó en base a los testimonios que grabó en la madrugada del 25 de mayo de 1973, mientras compartía cautiverio con los tres sobrevivientes, en la cárcel de Villa Devoto y los presos políticos esperaban ser liberados por una multitud que, afuera del penal, pujaba por acelerar el decreto presidencial que finalmente Héctor Cámpora firmó, y con el cual se otorgó una amnistía a los “combatientes revolucionarios” encarcelados.
Además, “El Urondo” contó con una mesa sobre “Violencia institucional”, de la que participaron Viviana Alegre (mamá del joven desaparecido Facundo Rivera Alegre); Eugenia Aravena, de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar); el Abogado de derechos humanos Claudio Oroz; representantes del Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos y madres de jóvenes victimas de gatillo fácil.

El fuego y la palabra
En diálogo con Deodoro, Villegas, Giungi y Toto López cuentan la trama que los llevó a organizar esta primera edición de “El Urondo”. Para Villegas, lo importante es que la identidad del festival “se vaya” construyendo, con el tiempo, y con las actividades. “La idea es visibilizar los colectivos y teatristas, los poetas y escritores que están, además de haciendo sus obras, trabajando con los movimientos sociales, con actividades anticarcelarias y otros temas. Es decir, con todos aquellos que tienen muy unida la producción artística específica y la construcción de ciudadanía”, cuenta el director de Zéppelin teatro. Y remarca que el festival no pretende “ser un espacio de consagración, sino que se propone generar encuentros. Giungi, por su parte, rescata la “generosidad” del Toto López, ya que “El Urondo” surge de la metamorfosis del Festival Clandestino, que durante años organizó el director de “Elencos Concertados”. “Creo que esa generosidad de la que habla Giungi, en realidad tiene que ver con que hubo una propuesta superadora. Así como el Festival Clandestino se organizó en una época, para intentar visibilizar aquello que se pretendía invisibilizar desde el establishment cultural local, que definía por donde tenía que pasar la estética y el que no la acataba se quedaba afuera, creemos que después de once años hay cosas que han cambiado, somos más visibilizados. Eso, por supuesto, tiene que ver con la pelea de todo un pueblo. Y esta idea de visibilizar a compañeras y compañeros militantes, tiene que ver con organizar todo ese espacio que existe, pero que está como en la diáspora. El festival fue un primer paso para conocernos y compartir una experiencia”, insiste el Toto López.
 Para Guingi, vivimos una época en donde es importante “sostener y cuidar lo que tenemos”. “Me parece que, sobre todo ellos (por Villegas y López), que son de generaciones más grandes que la mía, saben lo que cuesta vivir como estamos viviendo ahora, y como estamos trabajando en democracia, y hay que apropiarse de las libertades que hemos conquistado”, señala el teatrista. Y remata: “es uno de los puntos que tiene el festival: apostar a construir la fuerza capaz de defenderlas. Y prepararnos para lo que puede venir”. Villegas agrega que esa “apuesta militante” puede verse expresada en el hecho de que ellos tres no son “un grupo de amigos que sale a hacer un festival con su gusto”, sino que son artistas que tienen diferencias, pero que se juntan para ir armando una propuesta. “Y la identidad es clave”, agrega. “El hecho de llamarlo con el nombre de un poeta y guerrillero, muerto en combate, es toda una señal. Porque El Urondo pretende generar una discusión con estos temas”. Para cerrar, Toto López, el más grande de los tres, rescata dos frases. Una: que lo colectivo es infinitamente superior a lo individual. Y segundo, lo que decía Paco Urondo, que “todos los extremos son malos”. Y por eso tenemos que ir más allá de los extremos.

Constelaciones
En sus “Tesis sobre el concepto de historia”, Walter Benjamin escribió que “articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”. Algo de eso parece haber estado presente a la hora de elegir la figura, el nombre de Francisco “Paco” Urondo para identificar esta experiencia. El riesgo de tomar figuras y nombres del pasado para dar cuenta de procesos actuales es riesgoso, se sabe, y el hilo para evitar caer en el folclore y apagar toda llama de perspectiva revolucionaria que aun pueda quedar encendida es muy delgado. Sin embargo, muchos de quienes asistimos a este Festival quedamos con una extraña sensación de inactualidad, no en el sentido de viejo sino en el de porvenir. Algo así como que una demora retrasa la llegada de algo que, por aquí y por allá ya se hace sentir. Tal vez sea que el arte no representa tanto como anuncia, y “El Urondo” es un síntoma de que hay miradas que están cambiando respecto del vínculo entre arte, política y sociedad. Miradas que retoman del ayer elementos imperceptibles desde la óptica de los vendedores de ilusiones y monumentos del pasado. Miradas que, parafraseando nuevamente a Benjamin, pretenden establecer un secreto compromiso de encuentro entre las generaciones del pasado, y la nuestra.