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domingo, 28 de junio de 2015

Así fue el 26 de junio en Córdoba

JORNADA POLÍTICO-CULTURAL EN HOMENAJE A KOSTEKI Y SANTILLÁN


Tras el corte del Puente Centenario y la movilización realizada por el centro de la capital provincial, teatristas, escritores, periodistas, músicos y poetas se reunieron en el Teatro La Chacarita, junto a colectivos culturales y movimientos sociales, para rendir homenaje a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, a 13 años de la “Masacre de Avellaneda”, donde fueron asesinados los jóvenes militantes.


La jornada comenzó con una serie de lecturas de canciones, poemas y textos breves, y continuó con la intervención del grupo de teatro “Vientos de lo urgente”.
Convocada por el grupo Zéppelin Teatro, el Encuentro de Organizaciones, la Secretaría de Cultura del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (CISPREN), el Centro Cultural Somos Viento de la ciudad de San Francisco y el Colectivo Manifiesto (quienes realizaron una muestra fotográfica de las luchas sociales de la Córdoba contemporánea), la actividad contó con una numerosa y entusiasta participación, con una cena de camaradería en donde se rescató la historia reciente de los movimientos sociales en Argentina, sus límites y proyecciones y la actualidad del legado de Darío y Maximiliano.


Luego de la puesta en escena de KyS (Kosteki y Santillán), la  obra de Zéppelin Teatro interpretada por Diego Trejo y Rodolfo Ossés (quienes realizaron la función en el marco de los festejos por sus 20 años de existencia), la jornada continuó con una charla-debate en la que se presentó la biografía “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo”, junto a Mariano Pacheco (periodista y co-autor del libro), el dramaturgo Jorge Villegas (director de Zéppelin y autor de KyS) y el escritor, poeta y periodista Omar Hefling.


En la convocatoria podía leerse que, en los nombres de Kosteki y Santillán, se rendía homenaje no solo a los jóvenes mencionados, sino también a toda esa generación que creció en la posdictadura, levantando las banderas de aquella generación anterior, exterminada por el Terrorismo de Estado. 


“La resistencia al neoliberalismo trajo consigo el nacimiento y la multiplicación de numerosas expresiones sociales y culturales (políticas), que pusieron eje en el trabajo cotidiano, codo a codo con las mujeres y hombres de nuestro pueblo que no se resignaron y se propusieron combatir la adversidad de los de arriba promoviendo la organización, al solidaridad y el compañerismo de los de abajo para enfrentar las políticas de ajuste, hambre y represión. Más de una década después, en otro contexto, son miles –entre ellos cientos de jóvenes—los que, que en distintos lugares del país, se proponen multiplicar el ejemplo de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, continuar su lucha, apostando a la organización popular, única capaz de obtener nuevas victorias y avanzar en la construcción de un país que valga la pena ser habitado”, remataba el texto.




martes, 23 de junio de 2015

JORNADA POLÍTICO-CULTURAL EN HOMENAJE A KOSTEKI Y SANTILLÁN

Córdoba- Viernes 26 de junio

A 13 años de la “Masacre de Avellenada”, donde fueron asesinados los jóvenes militantes Darío y Maximiliano, teatristas, escritores, periodistas, músicos y poetas nos reunimos este viernes 26 de junio, junto a colectivos culturales y movimientos sociales, para rendir homenaje a Kosteki y Santillán.



En sus nombres, rendiremos homenaje también a toda esa generación que creció en la posdictadura, levantando las banderas de aquella generación anterior, exterminada por el Terrorismo de Estado. La resistencia al neoliberalismo trajo consigo el nacimiento y la multiplicación de numerosas expresiones sociales y culturales (políticas), que pusieron eje en el trabajo cotidiano, codo a codo con las mujeres y hombres de nuestro pueblo que no se resignaron y se propusieron combatir la adversidad de los de arriba promoviendo la organización, al solidaridad y el compañerismo de los de abajo para enfrentar las políticas de ajuste, hambre y represión. Más de una década después, en otro contexto, son miles –entre ellos cientos de jóvenes—los que, que en distintos lugares del país, se proponen multiplicar el ejemplo de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, continuar su lucha, apostando a la organización popular, única capaz de obtener nuevas victorias y avanzar en la construcción de un país que valga la pena ser habitado.

CRONOGRAMA DE ACTIVIDADES
19.30- Lecturas (Homenajes, retrospectivas y perspectivas)
La palabra de poetas, escritores, teatristas y periodistas. Intervención del grupo de teatro “Vientos de lo urgente”.
21.30 horas- Obra KyS, de Zéppelin Teatro, en el marco del festejo de sus 20 años.
22.30 horas- Cena de camaradería.
23 horas- Conversaciones entre el escritor Omar Hefling, Jorge Villegas (director de Zéppelin Teatro, autor de KyS) y Mariano Pacheco, periodista y co-autor de la biografía “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo”.

CONVOCAN

Zéppelin Teatro/ Encuentro de Organizaciones/Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (CISPREN)/Centro Cultural Somos Viento de San Francisco/Colectivo Manifiesto.

sábado, 20 de junio de 2015

Ante un nuevo aniversario del 20 de junio (de 1973)

Mi General: ¿cuánto vales? Políticas y poéticas del retorno*


Por Mariano Pacheco

El 20 de junio de 1973, luego de 18 años de exilio (primero en Caracas –Venezuela–, después en República Dominicana y finalmente –por trece años– en Madrid, España), el entonces ex presidente constitucional Juan Domingo Perón, derrocado en 1955 por la dictadura autodenominada “Revolución  Libertadora” (rebautizada por Rodolfo Walsh como “Revolución Fusiladora” tras la matanza de José León Suárez en junio de 1956), retorna definitivamente al país. Ya había regresado en noviembre de 1972 (de allí la famosa foto en la que aparece bajando del avión junto al sindicalista José Ignacio Rucci, quien le sostiene el paraguas), pero entonces volvió al viejo continente para desde allí terminar de diseñar la estrategia que llevaría a su delegado Héctor Cámpora al gobierno, y luego, a él mismo a comenzar su tercer mandato constitucional como presidente de la república. La bibliografía sobre esos dieciocho años es abundante y en los últimos tiempos los trabajos historiográficos y ensayísticos han proliferado en abundancia, así que no insistiré demasiado en el asunto. Sobre la “Masacre de Ezeiza”, en particular, ya en 1985 Horacio Verbitsky publicó su libro Ezeiza, donde se da cuenta detalladamente lo acontecido ese 20 de junio de 1973.


Sí quisiera destacar una cuestión: que los mencionados fusilamientos de 1956, la resistencia peronista, la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, las figuras de John William Cooke (nombrado por Perón no solo su delegado personal sino su “único heredero” en caso de fallecimiento) y su compañera Alicia Eguren, los “caños” y sabotajes, las tomas de fábricas, las movilizaciones y actos relámpagos, el abstencionismo electoral ante la proscripción, la lucha por recuperar los sindicatos intervenidos y el cuerpo secuestrado de Eva Perón, la emergencia de una clase obrera y un estudiantado más combativos, el giro a la izquierda de un importante sector de la iglesia católica (y su acercamiento al “movimiento nacional”), las puebladas, la campaña del “Luche y vuelve” y la emergencia de las guerrillas (tanto marxistas como peronistas) son elementos archi conocidos, pero no por ello menos importantes de tener en cuenta a la hora de recordar el retorno de aquel líder popular, el militar de carrera que se había retirado del campo de batalla sin disparar un solo tiro. Tal vez, a modo de repaso veloz por todo ese proceso, los interesados puedan escuchar, a modo de resumen de aquella gesta, la “Cantata Montonera”, realizada en 1973 por el grupo Huerque Mapu.


En este breve texto me propongo tan solo detenerme en algunas narrativas que abordaron el día del retorno y a “el último Perón”. No el que escribió una carta tras la caída en combate (o asesinato) de Ernesto Guevara en Bolivia, ni el que decía desde el exilio que de contar con menos años “él también andaría poniendo bombas por ahí”, ni el que proclamó las fórmulas del “trasvasamiento generacional” y el justicialismo como “socialismo nacional”, sino el viejo líder que regresó a intentar reeditar la experiencia de alianza de clases del período 1945-1955, traducida casi dos décadas después como “pacto social”, es decir, como “pacificación y reconstrucción nacional”.
Desde ópticas distintas y mediando entre ambos libros una década, tanto Los reventados, de Jorge Asís (1974), como La novela de Perón (1985), de Tomás Eloy Martínez, tienen a la “Masacre de Ezeiza” como momento emblemático de la fisura al interior del movimiento peronista, y también, como momento que daría paso a eso que tiempo más tarde comenzamos a denominar como “Terrorismo de Estado”.

Poéticas del retorno
En sintonía con la época, o al menos, en clara sintonía con una porción de escritores de la época, Jorge Asís, “El Turco” Asís, logró con su segundo libro publicado, en 1974, ser parte de ese torrente de la literatura argentina que no tenía pudor en abordar las convulsionadas figuras y situaciones políticas. Así, Asís, con Los reventados, logra escribir y publicar una de las novelas más notables de la década del 70, cruzando cierto afán realista de esos años con la tradición de los bajos fondos inaugurada por Roberto Arlt. No es el objetivo de este breve ensayo detenerse minuciosamente en un análisis de la novela, aunque sí tomar algunos breves pasajes que nos permitan dar cuenta de cómo un escritor es capaz de construir una obra literaria de importantes dimensiones tomando como material para su elaboración situaciones políticas del momento.


“Reventados” es la primera palabra que aparece escrita en el libro de Asís. Por supuesto, no se refiere –no todavía– a los militantes de la izquierda peronista que serán reventados en Ezeiza el 20 de junio de 1973. La novela comienza unos días antes de ese trágico episodio de la historia argentina, cuando un grupo de “reventados” (más ligados al submundo marginal arltiano) se proponen hacer una “rosqueta” que les de dinero. La lengua popular porteña es uno de los fuertes de este texto que logra, de algún modo, provocar momentos de risa en el lector, a pesar de lo terrible que se está contando. Aquí también funciona esa especie de “escalera de verdugos” presente en la narrativa de Arlt. Así como están quienes planean una “rosqueta” mayor (lograr imprimir las “fotos del retorno” para una publicación clandestina, a pesar del paro decretado por la CGT para ese día), también Asís nos presenta a los que buscan sacar su tajada con una “rosqueta” menor: vender posters con la foto de Perón, junto a sus caniches, el mismo día en que Perón retornará a la Argentina, tras 18 años de exilio.
Toda una ética lumpen se contrapone con la ética militante de la época. Lo interesante, es que tanto los personajes del bajos fondos  como los de la derecha peronista aparecen emparentados en esta ética, o ausencia de… A tal punto que uno de ellos llegó a “hacer negocios” con la ayuda que el Ministerio de Bienestar Social (a cuyo frente se encontraba El Brujo López Rega) debía enviarle a los inundados en Santa Fe (“Está bien, que se salve, me dijo el reventado para qué le voy a mandar leche condensada a la gente, para qué si en su puta vida la vieron la leche condensada, no la chuparon ni en fotografía. Me dijo el reventado para qué voy a darles las frazadas si se taparon siempre con bolsas de arpillera…”).
Unos y otros, desde distintos lugares, buscan “zafar”. Con la gran diferencia que los “lumpenes” caen simpáticos, porque en el fondo son “humillados y ofendidos” que tratan de sobrevivir. Los otros, los lumpenes inscriptos en las lógicas de dominación, los que integran las patotas primero y las bandas parapoliciales después, van a ser directamente torturadores y asesinos a sueldo. Estos otros, en cambio, solo intentan zafar.
“Qué queres Vitaca. Que nos metamos a trabajar en una fábrica. Te lo imaginas al Chocolatero trabajando en una fábrica, en al Alpargatas, en la Ducilo, déjame de joder…”. Tan “buscas” son estos reventados que, en medio de la movilización, acomodan sus cánticos según qué columna pase, aunque los manifestantes de la tendencia los acusen de “robarle al pueblo” y reclaman que regalen los posters si de verdad son peronistas. Incluso llegan “mimetizarse” con una columna de la JP de La Pampa, diciendo que uno de ellos había vivido en Santa Rosa, para comerles las empanadas. Pero los verdaderos reventados, en realidad, son esos militantes, que ven el horror confundirse con la fiesta.
--Che, ¿esos ruidos no son tiros?, preguntó Tachito, pero había un bochinche bárbaro porque justo pasaba la Juventud Peronista de Bernal y los bombos sonaban estrepitosamente.
“Tachito”, como apodaron los reventados al taxista al que contrataron para llevar los posters a Ezeiza, es peronista, como su padre, como su abuelo, y ante el ofrecimiento del “trabajito” dijo “ma sí, si igual pensaba ir”. Por eso cada tanto se entremezcla con las columnas, y salta y canta por la patria socialista.
Una década más tarde –Proceso de Reorganización Nacional mediante– Tomás Eloy Martínez (que desde otro registro también escribió en los 70 sobre lo que estaba sucediendo, con ese libro brillante titulado La pasión según Trelew), volvió sobre ese momento, sobre ese día trágico en la historia nacional. Cuando en 1985 Tomás Eloy publicó La novela de Perón, todavía estaban frescas las heridas provocadas por el Terrorismo de Estado en el cuerpo social, y situar su fecha de inicio antes del 24 de marzo de 1976 fue, sin duda, un aporte pionero. 
Ya en el primer capítulo del libro (“Adiós a Madrid”), Tomás Eloy presenta a un Perón enojado con Cámpora, regresando al país –aquel 20 de junio de 1973– respaldándose en López Rega e Isabel, Rucci y Oscinde. Un Perón al que se le escucha decir:
“Cada día me traen de Buenos Aires noticias que me alarman… Oigo que si razón alguna entran desconocidos a las fábricas y las ocupan en nombre de Perón, desalojando a sus propietarios legítimos… He sabido que molestan y golpean a los gremialistas más fieles, invocando un peronismo que no es el mío… Hasta me han dicho que llaman por teléfono a generales, en medio de la noche, para amenazar a los familiares…¿Qué locuras son esas? Los ultras están infiltrándonos el movimiento por todas partes, arriba y abajo. No seremos violentos pero tampoco vamos a ser tontos. ¡Eso se lo puedo asegurar!”.


El Perón de esta novela es un hombre obsesionado por el “desorden” que reina en el país. “Estaba diciéndole precisamente a Cámpora que con tanta descomposición y caos en la Argentina no podemos darnos el lujo de andar por el mundo tomando champán. Por eso tengo que volver a mi pobre país: para que todos aprendan a caminar derechito”.

Políticas de la memoria
Las poéticas palabras pronunciadas por “El General” en su último discurso, el 12 de junio de 1974 (“llevo en mis oídos la música más maravillosa, que es para mí la palabra del pueblo argentino”) no expresan, ni cerca, la política del último Perón. Tal vez porque fueron demasiado amplias, demasiado ambiguas, demasiado fuera de tiempo, en un tiempo regido por la urgencia, por la velocidad de las balas, que al fin y al cabo, es lo que mata, según supo expresar Eduardo Astiz, ese compañero al que no tuve oportunidad de conocer, pero que –como lector– no dejo de considerar entrañable.
Tal como señaló Alejandro Horowicz en su libro Los cuatro peronismos, en ese contexto (pongamos, del 11 de marzo de 1973 en adelante), “una sola cuestión aguaba la fiesta: la Jota Pé”, ya que la derrota parlamentaria de La Libertadora “introducía en el seno del peronismo, en el movimiento obrero, la lucha de tendencias. Y la lucha de tendencias, de proyectos legitimados en la etapa anterior, ponía en peligro los límites del programa peronista”.
Con esteban Righi al frente del Ministerio del Interior, la burocracia sindical peronista dejaba de tener a la Policía Federal (que ahora se dedicaría a custodiar “plazas y ancianas”) y la inteligencia militar de su lado para combatir a “los bolches” dentro del movimiento obrero organizado. Las posibilidades de crecimiento de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), junto con otras tendencias clasistas de izquierda, estaban dadas en la nueva coyuntura. Salvo… Salvo que Perón en persona pusiera límites. Y eso, precisamente, es a lo que parecía estar dispuesto el viejo General del Ejército Argentino.
“Los fierros pesan pero no piensan”, había sentenciado tiempo atrás Carlos Olmedo, comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las FAR. Seguramente José López Rega y su banda nunca habían leído aquella frase. Pero eran intuitivos, qué duda cabe. Sin base social consistente, sin grandes proyecciones del pensamiento contaban, sin embargo, con el peso de los fierros, y con la sombra, con el fantasma de la expansión del “sucio trapo rojo” dentro movimiento nacional como gran fundamento para dar una estocada.


La presencia de Perón en un palco con cientos de miles de manifestantes de las distintas corrientes –hegemonizadas por Montoneros– delante, coreando por la revolución y la “patria socialista”, no podía más que direccionar el proceso político argentino para un lado. Eso, precisamente eso, era lo que había que evitar. ¿Cómo hablar de “pacificación” y “unidad nacional”, tras 18 años de resistencias a las proscripciones, ante dos millones de personas movilizadas, conducidas políticamente bajo el lema de guerra popular? Si Perón pudo, por televisión, decir lo que dijo el 21 de junio, fue porque en el medio aconteció la “Masacre de Ezeiza”. Recordemos, brevemente, que en su discurso Perón no condenó a quienes perpetraron semejante matanza, sino que se dedicó a destacar que “los peronistas” tenían que poner en marcha los mecanismos para “neutralizar” a los que pretendía deformar el movimiento “desde abajo y desde arriba”. Y lanzó su advertencia mortuoria: “Deseo advertir a los que se tratan de infiltrar en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal”.
Ese día, la Tendencia movilizó 30.000 personas a la residencia de Gaspar Campos. La teoría de desandar, de “romper el cerco” estaba en marcha. Perón recibió a la juventud, conversó con ellos y accedió a mantener un canal permanente de diálogo. Para ello designó a… “Lopecito” como encargado de mantener los vínculos.
Un chascarrillo amargo, a modo de paréntesis. Cuentan que un viejo militante de la resistencia le dijo una vez a un joven montonero: “Ojo, porque un día van a lograr traspasar el cerco, y allí estará Perón… con una ametralladora en la mano, apuntándole a ustedes”.
Lo que sigue es archiconocido: el 13 de julio de 1973 Cámpora renunció al gobierno y la Jota Pé se encontró cada vez más lejos del poder. Raúl Lastiri, el marido de Norma López Rega –es decir, el yerno de El Brujo–, quien había asumido la presidencia de la Cámara de Diputados, quedó como presidente interino. En julio también se reúne el Congreso del Partido Justicialista, sin la presencia de la juventud. O, al menos, de la juventud que había puesto, durante los últimos tres años, toda la carne en el asador para cercar a la dictadura y facilitar el retorno del General. Justicialismo que resuelve “perseguir la infiltración marxista hasta exterminarla”.
La frutilla del postre será la candidatura a la vicepresidencia por parte de Isabel Martínez (de Perón), proclamada el 4 de agosto y la posterior gestación de la JOTAPERRA (la Juventud Peronista de la República Argentina), que serán quienes terminen ocupando, en febrero de 1974, el lugar por la juventud en el Consejo Superior del PJ.
De allí en más los discursos de Perón irán en una línea ascendente de exclusión política de la Tendencia Revolucionaria, desde el famoso “todo en su medida y armoniosamente”, dicho en relación al “apresuramiento” de “los muchachos” (2 de julio de 1973), al “tenemos que educar a un pueblo que está mal encaminado, y debemos encaminar a la juventud que está, por lo menos, cuestionada en algunos graves sectores”  (2 de agosto de 1973). Desde aquellas palabras hasta los dichos más bélicos, pronunciados incluso antes del Primero de mayo de 1974.  El más significativo: el que se produce en enero de 1974, cuando los diputados nacionales que responden a la JP rechazan la propuesta de modificación del Código Penal, que buscaba endurecer las condiciones represivas. Renuncian a sus bancas, claro, pero antes escuchan de boca de Perón: “ésos son cualquier cosa menos justicialistas. Entonces, ¿qué hacen en el justicialismo? Porque si yo fuera comunista, me voy al Partido Comunista y no me quedo ni en el Partido ni en el Movimiento Justicialista”. La palabra “infiltración” empieza a ser cada vez más frecuente. Por si quedan dudas, el viejo líder remata: “el que tiene dudas se saca la camiseta peronista y se va”.
En el medio fueron cayendo, como moscas, los lugares de poder que había conquistado la tendencia durante el camporismo. Estaba claro: Perón era el nuevo presidente, y Perón había llegado finalmente al poder (no hay que olvidar que el “Navarrazo”, el golpe de Estado policial que desaloja del gobierno provincial a la fórmula cordobeza ganadora en las últimas elecciones -Atilio López-Ricardo Obregón Cano- se produjo en vida del General). De allí que tampoco resulte una gran sorpresa escuchar a Perón, en el famoso discurso del 1° de mayo de 1974, hablar de “la calidad de la organización sindical”, esa que se había mantenido, durante 20 años, “a pesar de estos estúpidos que gritan”. Los estúpidos, llamados “mongo Aurelio” tiempo atrás, eran las columnas de la tendencia que reclaman saber qué pasaba que estaba “lleno de gorilas el gobierno popular”. El recostarse sobre la CGT, llamar “sabios y prudentes” a sus dirigentes, no tenía otro sentido que condenar la ejecución –por parte de Montoneros- de José Ignacio Rucci, ocurrida el 25 de septiembre de 1973 y advertir, entre líneas, que Ezeiza había sido solo el comienzo. Todavía, aun, no había “sonado el escarmiento”. De nuevo con Horowicz, no está de más aclarar que, de la plaza de aquel Primero de Mayo, no se va solo la Jota Pé. “Se va la voluntad de luchar, y de vencer”.
Lo que sigue también es bien conocido, aunque a veces parece que una suerte de amnesia se produce en sectores de la militancia y el pensamiento supuestamente crítico. Tras la muerte de Perón, ocurrida el 1° de julio de 1974, las bandas asesinas conducidas por López Rega salen a la cancha con todas sus fuerzas. Por supuesto, no se organizaron de un día para el otro. Venían aceitando sus engranajes desde Ezeiza, bajo la mirada “distraída” de Perón.

Cepillar la historia a contrapelo
Está claro: no se puede reducir la rica historia del peronismo a la figura de su líder. Tampoco reducirse al mismísimo general a una figura siempre idéntica a sí misma. En este sentido, tanto la literatura (incluyendo dentro de ella a la ensayística) como la historiografía han dado cuenta ampliamente de esa diversidad llamada peronismo, y de ese rostro de mil rostros llamado Juan Perón.
Está claro que el sindicalismo burocrático, con Hugo Moyano a la cabeza, o funcionarios-dirigentes políticos, como el gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota, cada uno a su modo, son los exponentes más visibles de eso que hemos dado a llamar la “derecha peronista”. El primero conmemorando cada año el asesinato del sindicalista, el segundo -ahora pre candidato presidencial- nombrando a su hija –Claudi Rucci- como su vice.
Lo que no parece estar claro, muchas veces, es por qué aquellos sectores que serían –supuestamente– una continuidad de aquellas experiencias más dinámicas, más combativas del peronismo, reivindican en bloque esa experiencia del pasado reciente de la Argentina. Incluso, en algunas oportunidades, dando cuenta de cómo han introyectado parte del discurso de sus antiguos enemigos –ahora “adversarios”, en tónica con los consensos democráticos de la época– hablando de “los troscos”, la “izquierda”, en términos tan despectivos que recuerdan a los que se referían a la militancia del peronismo revolucionario como “infiltrados”.
Está claro, al menos para este cronista –que suele tener muy pocas cuestiones en claro– que un proceso político popular que en este país tenga como principales protagonistas a la clase trabajadora –con todas las complejidades que esta categoría conlleva en la actualidad– deberá incorporar una relectura  de la vasta tradición que el peronismo supo dar. Relectura que implicará, necesariamente, “tamizar” esa amplitud, saber quedarse con sus mejores momentos, sus más ricos exponentes (de Evita a Norma Arrostito, pongamos, para priorizar dos nombres que den cuenta a su vez de una política de géneros) y, también, hacer un cruce con otras tradiciones y experiencias. Ese tamiz implicará poder asumir eso que estaba tan claro hace cuatro décadas atrás: que dentro del peronismo anidaron también los enemigos de clase más feroces y que, en determinado momento, Perón decidió enfrentar a quienes –en su nombre, en nombre del peronismo– pretendieron que los cabecitas negras no se incorporaran con derechos a la “República Burguesa”, sino que hicieran estallar por los aires el país burgués, para pasar a ser así el verdadero “hecho maldito” de la política argentina.

*Publicado en la Agencia Paco Urondo


jueves, 18 de junio de 2015

Notas sobre La televisión desde abajo… de Natalia Vinelli*

La comunicación popular como trinchera


Por Mariano Pacheco. Un recorrido por las ideas y las prácticas de la comunicación popular, en el marco de la presentación del libro de Natalia Vinelli en Córdoba.



En su libro “La televisión desde abajo. Historia, alternatividad y periodismo de contrainformación” (publicado a fines del año pasado por una co-edición entre la Cooperativa editorial El río suena y el Colectivo El topo blindado), Natalia Vinelli logra dar cuenta, en gran medida, de su praxis política (como activista de la contrainformación, como investigadora crítica, como militante popular). Como en su anterior libro, “Ancla. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh” (cuya primera edición data del año 2000), su autora se mete con temas centrales para las construcciones populares que pujan por un cambio, pero lo hace esquivando las “modas militantes” (cabe recordar que la figura de Walsh no tenía entonces el goce de popularidad que tuvo después, y mucho menos -¿entonces como ahora?- el Walsh “cuadro de la organización Montoneros”).
Así, en este libro –prologado por Martín Becerra– Vinelli cruza los saberes adquiridos a través de su trabajo –como docente en la Universidad de Buenos Aires– con la militancia que viene realizando desde hace más de cinco años en el marco de Barricada TV-Canal 5 de Almagro, una experiencia de televisión popular desarrollada desde las instalaciones de IMPA, la emblemática fábrica recuperada (y autogestionada por sus trabajadores) situada en la ciudad de Buenos Aires. Así y todo, el texto no es autoreferencial (de hecho, Barricada TV no aparece siquiera entre las experiencias analizadas) y logra dar cuenta del amplio abanico de colectivos que vienen activando en el rubro, desde la TVPTS, el canal impulsado por el trotskista Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS), integrante del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), hasta Urbana TV-Canal 5, que trasmite desde el barrio Carlos Mujica, en la Villa 31 (más ligada al gobierno nacional), pasando por otras iniciativas vinculadas a los movimientos sociales (Movimiento TV, promovido por el Movimiento Popular La Dignidad) y otras ligadas al sindicalismo opositor al gobierno, como La Olla TV, el canal promocionado por la Asociación de Trabajadores del Estado/Central de Trabajadores de la Argentina (ATE/CTA).

La TV popular como trinchera
Partiendo de las conceptualizaciones realizadas durante la primera mitad del siglo XX por el marxista Italiano Antonio Gramsci (guerra de posiciones/guerra de movimientos), Vinelli subraya el carácter de “trinchera” de la TV en particular, y de la comunicación popular en general, en tanto que se constituyen en “fortalezas”, espacios “arrebatados a la hegemonía”, en el camino de comenzar a gestar la sociedad que se añora, pero siempre en el marco de una estrategia más general.
Dentro de este encuadre, la autora realiza una historización de la TV popular en el país, sin dejar de tener cuenta –como anteceedente, legado e inspiración–, a las experiencias de comunicación popular desarrolladas en Nuestramérica, como fueron las primeras escuelas radiofónicas impulsadas por la iglesia católica, las radios mineras surgidas en Bolivia tras la revolución de 1952, las radios insurgentes (primero la cubana, luego la salvadoreña), así como también la prensa gráfica del sindicalismo de filiación anarquista, socialista y comunista y el cine militante. Por supuesto, no dejan de tenerse en cuenta en esta mirada las experiencias más recientes, como las desarrolladas en Venezuela en el marco de la Revolución Bolivariana encabezada por Hugo Chávez Frías (hoy liderada por el presidente Nicolás Maduro) o las novedosas estrategias comunicacionales emprendidas por el zapatismo en México, que con habilidad supieron colocar al sub comandante insurgente Marcos y los indígenas de Chiapas en emblemas mundiales de la resistencia contra el neoliberalismo.
Respecto del recorrido nacional, Vinelli toma como antecedente la estrategia de interferencia de canales de aire desarrollada por Montoneros durante la última dictadura cívico-militar (Radio Liberación TV) y se centra en el proceso desarrollado en las últimas tres décadas de posdictadura. Esta historización la realiza teniendo en cuenta los cambios, mutaciones y despliegues tecnológicos. De allí que Vinelli hable de dos etapas: la que denomina “analógica” (hasta 1999) y la que caracteriza como “de convergencia” (desde 2001 a la actualidad). Etapa, esta última, marcada por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, como veremos con más detenimiento en un próximo apartado.
Dentro de este recorrido, la autora pone especial énfasis en la importancia que tuvieron, para la conformación de experiencias de televisión popular, los colectivos de cine y video militante, tanto del denominado Nuevo Cine Argentino de los 60-70, como la irrupción del documental en torno a la rebelión de 2001 (aun antes de la “insurrección de diciembre”, en noviembre de 2001, grupos de documentalistas militantes realizaron en el Cine Cosmos, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, una muestra titulada “El cine que surge de las luchas”). También rescata el aporte de otras modernas y novedosas experiencias, como el portal de contrainformación Indymedia, desde el cual surgieron documentales como “Piquete, Puente Pueyrredón”, donde se compilan las imágenes registradas por los activistas de la comunicación popular en la denominada Masacre de Avellaneda del 26 de junio de 2002, donde fueron asesinados los jóvenes militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Definir el propio espacio de intervención
Entendida como derecho humano y no como mercancía, la “comunicación desde abajo” es de todos modos un campo de batalla por sus interpretaciones, tanto teóricas como prácticas. En ese territorio conflictivo se mete Natalia Vinelli. A modo de breve glosa, un repaso –a vuelo de pájaro– sobre algunas definiciones esbozadas en el libro.
Lo “alternativo”, en tanto que “proceso”, puede ser entendido como…
La fórmula “alternativo, popular, comunitario”, escribe Vinelli, sirve como un abanico para caracterizar un “ámbito de producción cultural marcado por la articulación entre comunicación y lucha política”, relacionada a su vez por el “contexto histórico social en el cual la práctica se inserta”.
“Se trata de entender a los medios alternativos, comunitarios y populares como multiplicadores de discursos o como vehículos de expresión de los sectores que tradicionalmente no tienen acceso a los medios masivos de comunicación o que, cuando lo hacen, son demasiadas veces tergiversados”.
El hecho de basarse en una propiedad colectiva de los medios de producción, en la autogestión de la actividad –poniendo en cuestión la lógica capitalista que separa productores de propietarios, y por lo tanto, entre quienes hacen y quienes deciden- este tipo de experiencias se basan en la solidaridad y la cooperación, y apuestan por abonar a políticas desconcentradoras, que apunten a incorporar a los sectores populares en la construcción de la palabra pública
Lejos de toda idea romántica de la construcción popular (en este caso de la comunicación), Vinelli detalla los límites, los problemas y las dificultades que enfrentan a diario estas experiencias. Pero también señala algunas ideas para delimitar las apuestas “alternativas, comunitarias y populares”. En primer lugar, destaca que este tipo de experiencias conjugan una doble dimensión: por un lado, lo político, en tanto que se centran en un cambio de las relaciones de poder; por el otro, lo comunicacional, ya que parten del presupuesto de la necesidad de cambiar la relación emisor/receptor). De allí que la participación popular no haya que buscarla (solamente), en la posibilidad de hacer un programa o salir al aire, sino (fundamentalmente), en la “apropiación del medio como espacio de articulación y encuentro de carácter movilizador”.
El hecho de que se proponga otro paradigma de la comunicación, que se apueste por recuperar la palabra, se inserte o esté relacionada con movimientos sociales, sindicales y políticos populares, es decir, que esté comprometida con un proyecto (de clase) de transformación de la sociedad capitalista (además del ya mencionado carácter social, colectivo y autogestionado de la producción), hace a diferencias a la TV “desde abajo” de otras propuestas, enmarcadas bajo la categoría “sin fines de lucro”, por ejemplo, en la “Ley de Medios”. Por eso la autora insiste en que la TV alternativa pone en un lugar central las necesidades y demandas populares, históricamente relegadas o ridiculizadas o tergiversadas en las grandes empresas periodísticas. “La alternatividad cambia las preguntas y al cambiar las preguntas también cambia las respuestas”, subraya. Este trastocamiento de las relaciones tradicionales que pueden rastrearse en los medios hegemónicos, son puestas en cuestión, sobre todo, en los vínculos que la “TV popular” establece con sus “fuentes”, sobre todo en los programas de tipo “periodístico”, en donde ya se pone en otro lugar el concepto mismo de “noticia”.

¿Un arma cargada de futuro?
Un libro, una película, un canal de televisión no son un arma, si se piensa en términos clásicos. Pero pueden ser importantes instrumentos de combate, qué duda cabe.
En sociedades (capitalistas) como las nuestras, donde se prenta como “natural” un ejercicio de la comunicación y el periodismo vinculado con la “generación de ganancias” y unas “relaciones de producción basadas en la propiedad privada y la división del trabajo entre quienes conciben y dirigen y los que ejecutan”, insiste Vinelli, la gestación de una televisión desde abajo, en el marco de una apuesta más general por concebir instrumentos de comunicación popular, se torna fundamental. Claro, y la autora los enumera, los obstáculos con los que se enfrentan estas experiencias no son menores: el financiamiento, la relación (siempre conflictiva) con el Estado, las búsquedas por alcanzar una llegada masiva y no terminar reproduciendo lo que se busca combatir, son algunos de los elementos más importantes. El libro, asimismo, plantea algunos interrogantes que, sea por falta de espacio o por ser “laterales” a los temas tratados, no encuentran respuesta en esta publicación. Situación que, lejos de ser una falencia, puede ser entendido como una virtud, ya que deja abierta la posibilidad de ser retomada, por su autora o por sus lectores, en otra oportunidad. Uno de esos interrogantes, que este cronista considera de vital importancia, tiene que ver con la pregunta por el entretenimiento, qué se entiende por él, cómo se entiende que los sectores populares se entretienen. Pero ese ya es otro cantar.
Para terminar, lejos de la autoadulación y entendiendo que todavía falta mucho camino por recorrer, vale la pena valorar y dar a conocer lo construido hasta el momento, pero también –como la propia autora remarca- entender que experiencias micro han proliferado en cantidades, pero sigue habiendo una ausencia de “medios masivos en manos de la clase trabajadora y los grupos populares”. De allí que la lectura de este libro sea una incitación a la reflexión, a la crítica de lo establecido, pero también, a la acción.

* Invitada por el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba(CISPREN), Natalia Vinelli participará hoy jueves, desde las 18 horas, en una charla sobre medios autogestionados, y el viernes a las 19 presentará su libro “La televisión desde abajo”. Ambas actividades en la sede gremial, Obispo Trejo 365.


miércoles, 17 de junio de 2015

¿Arde rojo Junio?

Anotaciones de madrugada

El frío que llegó, unas nuevas anginas que lo acompañaron, sueños, recuerdos, desvelos... Pego abajo algo que escribí de un tirón, de madrugada, reviviendo situaciones, sensaciones, sentimientos de hace década y pico atrás. Dudo ampliamente de su valor literario, así que lo comparto en tanto anotaciones sueltas en una libreta...



Junio
arde rojo, junio
arde rojo en la foto
En el grafiti tal vez.
En la vida no.
En la vida hace frío:
el piso frío,
la carpeta de cemento
helada.
El vidrio de la ventana,
sin persiana
helado.
Rojo (¿arde?)
Rojo el trapo, sucio
(¿un pulóver viejo?)
El sucio trapo rojo
el
trapo de piso
ambos tapando
o intentando tapar
el frío que se empecina
en pasar
por debajo de la puerta
de madera
por el agujero
donde pasa la cadena
y el candado
 de la puerta de madera.
Junio
Arde rojo
Rojo, el color
que irradian
los dos palitos
de la estufa eléctrica.
Roja la nariz
Helada
Roja la garganta
Helada.
Helada la habitación.
Hace frío
y dan ganas de mear
pero afuera
hace más frío
aún.
Junio
Hace frío afuera
y adentro
donde ella escribió
un grafiti en la pared:
“No estés triste”,
dice.
Una caricia al alma
un gesto de amor
Rojo
Junio
Rojo
Amor.
una caricia al alma
un gesto de vos.






lunes, 15 de junio de 2015

Saludos desde Córdoba al naciente SIPREBA

Nuevo sindicato de prensa en Buenos Aires




Se ha conformado el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA), integrado por trabajadoras y trabajadores de la prensa escrita, la radio y la televisión, luego del plebiscito realizado en diciembre pasado, en el que 2.100 trabajadores del sector manifestaron su aprobación a la iniciativa de crear un nuevo gremio, ya que consideran que el actual organismo gremial existente, la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), no defiende los derechos laborales de su base social.
Como en su momento sucedió con el nacimiento de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro, quienes se apartaron de la Unión Tranviaria Automotor (UTA), la conformación del SIPREBA da cuenta de una nueva generación de activistas gremiales que, sea creando nuevas organizaciones o disputando contra las conducciones burocráticas existentes donde haya condiciones, apuesta a desarrollar y fortalecer un “sindicalismo activo, independiente y democrático” (como expresa el SIPREBA), un sindicalismo de base, participativo, de lucha y antiburocrático. Como sea que se lo denomine, está claro que la clase que vive del trabajo necesita en Argentina recrearse en sus instancias organizativas para poder asumirse como un sujeto político capaz de intervenir en la convulsionada escena contemporánea para ser protagonista y no espectador de la historia.
Desde Córdoba, no quería dejar de enviarles mis saludos por tamaña iniciativa.
Un abrazo fraternal a la distancia, geográfica aunque no afectiva y política.

Mariano Pacheco
Pro-secretario de Cultura-
 Comisión Directiva del 
Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación
 (CISPREN)




domingo, 14 de junio de 2015

“Notas sobre Guevara y la izquierda por venir”

Reflexiones X:

Del libro De Cutral Có a Puente Pueyrredón. 
Una genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados



EN EL NATALICIO DEL CHE

I
La figura de Guevara ha funcionado como una suerte de aguja enhebradora de distintos  hilos generacionales. El Che articuló las experiencias de quienes comenzamos a militar en los 90 con quienes venían desde antes: de los 80, pero también de los 70, de los 60…
La movilización por los 20 años del golpe; los recitales de Daniel Viglietti y los actos por los 30 años de la caída del Comandante en Bolivia; los escraches de los HIJOS; las nuevas batallas que lentamente comenzaron a librarse en Argentina, y en otras latitudes, encontraron en  Guevara una cara a través de la cual poder dialogar. Marxistas en todas sus vertientes, peronistas revolucionarios, cristianos de la Teología de la Liberación y “piqueteros” a secas, sin experiencias de luchas previas, nos vimos interpelados, seguramente por distintas razones, por el ejemplo del Che.
En cuanto a “la izquierda por venir”, como la ha llamado Miguel Mazzeo, o “la Nueva Izquierda Autónoma”, como se la suele denominar, si hay algo aquí por destacar, es su carácter plural, su vocación múltiple y abierta. Porque como nos recuerdan los zapatistas, "muchos son los colores y los pensamientos”. Por tanto, “el mundo será alegre si todos los colores y todos los pensamientos tienen su lugar”.
La militancia autónoma, generacionalmente ubicada en el mundo pos-caída del Muro de Berlín, tuvo la capacidad de relacionar elementos antaño difíciles de conjugar. Puede combinar al Roby Santucho con John W. Cooke. La estrella federal y la de cinco puntas. Evita y el Che. Montoneros y el PRT. La resistencia peronista y Trotsky. José Carlos Mariátegui y Michel Foucault. Antonio Gramsci y Guilles Deleuze. Federico Nietzsche y Karl Marx. Los zapatistas y Lenin. El MST y Walter Benjamin…
Se permite leer a Leopoldo Lugones y a Roberto Arlt; a Rodolfo Walsh, Francisco Paco Urondo, Haroldo Conti, Juan Gelman, Leopoldo Marechal, pero también a Manuel Puig, Oliverio Girondo y Jorge Luis Borges. Raúl Scalabrini Ortiz y Yukio Mishima. Jauretche y Simone de Beauvoir. Hemingway y Osvaldo Soriano. La lista podría tornarse inabarcable de acuerdo a los gustos de cada quien. Interminable, si sumamos teatro, plástica y preferencias en cuanto a disciplinas sociales.
Una generación, decía, que se identifica con las historias breves del Nuevo Cine Argentino, pero que se deslumbra con el descubrimiento del Nuevo Cine Asiático. Lo propio y lo lejano. Lo pretérito y lo actual. Raúl Perrone y Kim-ki-duc. Leonardo Favio y Michelangelo Antonioni. Fernando Pino Solanas y Wong-Kar-Wai...
Por supuesto, escucha a Silvio Rodríguez, Víctor Jara y Violeta Parra, pero también se permite a Intoxicados. Viglietti y Babasónicos. Hermética y Larralde. Pugliese y Calamaro. Que transforma las canciones cantadas en recitales de La Renga en consignas políticas; y viceversa.
A propósito de la proliferación de la figura del Che por fuera de los ámbitos estrictamente políticos, queda claro que, en la última década, estuvo presente en recitales y canchas de fútbol cada vez con mayor frecuencia. Aunque también en la publicidad consumista que caracteriza nuestros días: remeras, buzos, parches, mochilas… ¡hasta calzoncillos del Che llegaron a fabricar! En ese sentido es que no estamos planteando gestar un nuevo ídolo. Más bien todo lo contrario. Aunque no está mal que algún adolescente se enfurezca con sus padres o profesores y se compre una remera del Che. O que los muchachos y las chicas rockers lo estampen en sus banderas para llevar a los recitales. O que alguno se deje la barba para seducir a una compañera de estudios. O que una chica se pegue un parche en la mochila para llamar la atención del “zurdito” simpático más cercano. Pero de ahí a transformarlo en un fetiche de la militancia, hay una distancia grande. Porque para la cultura rock, rebelde y contestaria en muchos casos, supone un rechazo, una impugnación del capitalismo por otros medios. Es decir, no los de la lucha política, la organización popular. Pero sí desde la reivindicación de la solidaridad, del trato entre pares. De la batalla contra el aislamiento y el individualismo promovida por la ideología sistémica. Y en esos casos, si promueve la rebeldía, ¡bienvenido el parche de Guevara!
Además, por qué negarlo, hay algo de todo eso también en el Che. Pensemos en sus borceguíes abiertos, con los cordones desatados, cuando era ministro. O en sus pantalones con un broche de colgar la ropa. Dos imágenes de quien se resiste a aceptar las normas. De un revolucionario en quien, también, persiste esa frescura de la insubordinación ante ciertas reglas, ciertas formalidades.

II
Veamos ahora las posibles aristas guevaristas a recuperar por parte de las organizaciones inscriptas en la nueva izquierda autónoma. Decimos aristas, porque hoy, evidentemente, sólo podemos rescatar para nosotros una parcialidad del comportamiento y las ideas del Che.
“La izquierda por venir concibe al campo popular como un bloque histórico... cuya fuerza y capacidad para la transformación social proviene de la autonomía”, escribe Miguel Mazzeo en El sueño de una cosa (introducción al Poder Popular). Y afirma: “la reivindicación de la autonomía, por su parte, obliga a pensar la construcción política en términos de articulación... concebida como estrategia. Se parte así de una certeza: ningún sector puede reivindicar hoy la capacidad de funcionar como centro o ‘foco’ (real o potencial) exclusivo”. Como vemos, no es precisamente la idea del foco irradiador de conciencia lo que más nos seduce de Guevara.
Sí, en cambio, su permanente atención por los problemas subjetivos y los valores. En este sentido, quisiera rescatar unas palabras que el teólogo brasileño Frei Betto escribió en octubre de 2007, unos cuantos años más adelante de la historia que estamos narrando.
 “Nos ha faltado destacar con más énfasis los valores morales, las emulaciones subjetivas, los anhelos espirituales”, dice en su Carta abierta al Che. Quizás allí radique el legado que más nos interesa de Guevara. La preocupación por las emulaciones subjetivas, la pasión y los anhelos espirituales. Tal vez podamos retomar, entonces, la apuesta literaria de  Marechal y trasladarla a estas líneas de reflexión sobre la práctica política. Aspirando a reunir con nosotros “un equipo bélico entrenado en la costumbre poética del coraje” como nos insta Megafón.
Porque, tal como escribió Esteban Rodríguez alguna vez, hablando de este tema: “Sin estímulos semejantes que intensifiquen la experiencia, el socialismo será una cuestión de iniciados, quiero decir, una práctica que atañe a especialistas que rozan el fundamentalismo. Se necesitan entonces distintas motivaciones emocionales que sustenten el cotidiano que comienza a levantarse entre acantilados. No se llega al socialismo de un plumazo, con sesiones de materialismo dialéctico puro. No se trata de convencer, sino de predicar con el ejemplo. Ésta es la cuestión. Contagiar con el ejemplo”.

Algo que Guevara nunca dejó de tener en cuenta. Dice en “Sobre la construcción del partido”: “Siempre quedan rezagados, y nuestra función no es la de liquidar a los rezagados, no es la de aplastarlos y obligarlos a que acaten a una vanguardia armada, sino la de educarlos, la de llevarlos adelante, la de hacer que nos sigan por nuestro ejemplo… el ejemplo de sus mejores compañeros, que lo están haciendo con entusiasmo, con fervor, con alegría día a día. El ejemplo, el buen ejemplo, como el mal ejemplo, es muy contagioso, y nosotros tenemos que contagiar con buenos ejemplos… demostrar de lo que somos capaces; demostrar de lo que es capaz una revolución cuando está en el poder, y cuando tiene fe”.
De algo muy parecido hablamos en el capítulo anterior, cuando vimos  la cotidianidad puesta en el centro de la cuestión por la izquierda autónoma. Tal vez debamos agregar que al hablar de “contagiar con el ejemplo” no nos estamos refiriendo a bajar línea, a decir lo que hay que hacer. Sino más bien a construir dinámicas colectivas. Hacerlo y punto. Compartir experiencias y saberes. No hablamos de “adoctrinar”. Mucho menos de imponer. Porque el militante, tal cual se lo entiende desde la izquierda autónoma, no es el portador de ninguna verdad. No tiene que inyectarle ninguna conciencia a nadie. Si tiene alguna idea (siempre tenemos alguna) le sirve más como parámetro que como modelo. Ideas que suelen funcionar más como hipótesis que como certeza cerrada. En ese sentido, la construcción política es más una apuesta incierta que una certeza teórica a verificar en la realidad.
Claro que para ciertas izquierdas la apertura a un campo de incertidumbres puede resultarles por demás peligroso. Sea porque puede conducirlos rápidamente a la desesperanza y la angustia, sea porque los lleva a un relativismo que termina en la inacción. De ahí la necesidad, ya sea de tener una línea clara, que suele ser estática. O bien de justificar el quietismo en la espera de una realidad que sorprenda, que desbarate “los planes trazados de antemano”. Para la izquierda por venir, digamos, hay una línea, pero que es lo más parecido a un sendero que se bifurca. Por eso nos hacemos eco de las palabras de Zaratustra, cuando dice: “‘Éste es mi camino, ¿dónde está el vuestro?’, así respondía yo a quienes me preguntaban por ‘el camino’. ¡El camino, en efecto, no existe!”.


III
Establezcamos, de una buena vez, una línea de diálogo con Guevara. Con algunas de sus preocupaciones, que son también las nuestras. Decíamos que una de las preguntas que se hizo el comandante fue la de los estímulos morales. Cómo contraponer un tipo diferente de subjetividad a la regla capitalista fundada en la materialidad y el interés. Tomemos algunos de sus textos. Qué debe ser un joven comunista, Sobre la construcción del partido y El socialismo y el hombre en Cuba. Tres textos clave del pensamiento guevariano.
Guevara es un marxista, se sabe. Pero también que su praxis excluye el dogmatismo. Huye de él como quien escapa de la peste. No anda, precisamente, con un manual soviético bajo el brazo. De ahí que tomemos sus palabras. Porque somos jóvenes, pero además, porque nos convocan a ser parte; a tomar partido. “Una juventud que no crea es una anomalía”, dice. “Actuar permanentemente preocupados de nuestros propios actos”. Hace hincapié en la capacidad de estar abierto, siempre, a las nuevas experiencias. Actuar, señala, con una “gran sensibilidad frente a la injusticia. Espíritu inconforme cada vez que surge algo que está mal, lo haya dicho quien lo haya dicho”. Queda claro, ¿no? No hay “intocables”. Mucho menos “incuestionables”. Por tanto, no usar sus palabras como cita de autoridad, es clave para pensar los problemas contemporáneos. Tomar sus palabras como “disparadores” (así suele decirse desde la Educación Popular).
Podemos encontrar en sus palabras a los jóvenes comunistas las mismas preocupaciones. “Se plantea a todo joven comunista ser esencialmente humano, ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano, purificar lo mejor del hombre por medio del trabajo, del estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la sensibilidad hasta sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad”. Construirnos a nosotros mismos como obras de arte, entendido desde esta perspectiva, no parece una idea tan alejada.
Crear las herramientas necesarias de acuerdo a las circunstancias. He ahí el quid de la cuestión. Porque, como señala el Che cuando se refiere a la construcción de un partido nuevo: “… ninguna construcción será igual; todas tendrán características peculiares…”. Algo similar a lo que dice en El socialismo y el hombre en Cuba: “La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día ese espíritu revolucionario… Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo…”.
Claro que Guevara habla y actúa en otro contexto. De todas maneras podemos tomar su llamado a los jóvenes por el papel significativo que juegan en la sociedad. Y hacernos eco, desde las nuevas generaciones que apostamos por un cambio social. Ya aclaramos, en otro capítulo, que la nueva generación no puede ser definida por su fecha de nacimiento, sino por una vocación colectiva de enfrentar determinadas problemáticas).

IV
Pasemos entonces a ver ahora la noción del hombre nuevo. A “problematizarla” un poco. Porque otra vez, la cuestión sacrificial estará de por medio. Por algo se asocia tanto la figura de Guevara a la de Jesús de Nazaret. “Ustedes, compañeros –dice a los jóvenes– deben ser la vanguardia. Los primeros en los sacrificios que la revolución demande, cualquiera sea la índole de esos sacrificios”. En el mismo sentido, el Che reflexiona sobre un chiste que ha escuchado en la Isla. Trabajar horas extras, los domingos trabajo voluntario, sacrificarse por su formación, por predicar con el ejemplo y, por último, estar dispuesto a dar, en cualquier momento, su vida por la revolución. Todo eso para ingresar al partido. Claro, el tipo al que le proponen eso responde que si ésa va a ser su vida en la revolución, encantado, dice, ¡entrega su vida! “¿Para qué la quiero?”.
Es raro, porque el Che toma ese comentario que escuchó. No se enoja, no mira para otro lado. No es un incondicional que sólo escucha lo que le conviene, lo que lo deja tranquilo. No. Tal vez también él se ríe. Sin embargo, saca sus conclusiones. Que son políticas, pero también morales. Había mucha moralina en la izquierda revolucionaria de entonces. Tal vez esa moralina persista aún hoy en muchas construcciones que apuestan por un cambio.
“Hay un contenido contrarevolucionario”, remarca Guevara. Porque el chiste no tiene en cuenta que el “revolucionario cabal” está dispuesto al sacrificio. Una nueva modalidad de sacrificio, insiste. Fresca, renovada, no impuesta. Pero…, no sé… Tal vez sea una cuestión generacional. De todas formas, ya en los 70 hubo tipos que insistieron en salirse de esas visiones. Un poco como veíamos en las Reflexiones IV. Deleuze y Guattari rescatando a Nietzsche. El propio Cortázar desconfiando de los “revolucionarias de caras largas”. Habría que hurgar un poco más en la figura de Camilo Cienfuegos. Aun en el propio Guevara están estas tensiones. Él trabaja de sol a sol, toda la semana y ríe, como vimos en sus fotografías. ¿Pero el resto? ¿También lleva una sonrisa en el rostro? ¿Cuánto tiempo pueden sostenerse esas posiciones sacrificiales? Insisto: la idea de prácticas pre-figurativas conspira contra toda esa perorata de padecer hoy para recolectar los frutos mañana. Tal vez debamos promocionar todo el tiempo las pasiones alegres, como forma de conjurar las pasiones tristes.
Veamos ahora unos pasajes de un relato de Omar Cabezas, La montaña es algo más que esa inmensa estepa verde, que van en la misma línea de lo que venimos diciendo, y que muestran un poco cómo esa concepción sacrificial marcó la perspectiva de la militancia latinoamericana.
Tello, uno de los jefes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, se enfrenta a la tropa de insurgentes amotinada. Dicen que no pueden cargar una cantidad de alimentos. Están en alguna montaña perdida de Nicaragua. Tienen hambre, frío, cansancio. No desgano, porque están firmes en la lucha los muchachos. Sin embargo, él se enfurece, los insulta: “Son unas mujercitas… son unos maricas…”, les dice. Luego trata de persuadirlos, adoctrinarlos, y les da un discurso. Así lo narra el autor, uno de los comandantes del FSLN: “Compañeros”, dice, “ustedes han oído hablar del hombre nuevo… ¿Y ustedes saben dónde está el hombre nuevo…? El hombre nuevo está en el futuro, pues es el hombre que queremos formar con la nueva sociedad, cuando triunfe la revolución… ´no hermanos´, dice: ¿Saben dónde está? Está allá en el borde, en la punta del cerro que estamos subiendo… está allá, agárrenlo, encuéntrelo, búsquenlo, consíganlo. El hombre nuevo está más allá de donde está el hombre normal… más allá del cansancio de las piernas… del cansancio de los pulmones… más allá de la lluvia… de los zancudos… de la soledad. El hombre nuevo está ahí, en el plus-esfuerzo. Está ahí en donde el hombre normal empieza a dar más que el hombre normal. Donde el hombre empieza a dar más que el común de los hombres. Cuando el hombre comienza a olvidarse de su cansancio, a olvidarse de él, cuando se empieza a negar a él mismo… Ahí está el hombre nuevo. Entonces, si están cansados, si están rendidos, olvídense de eso, suban el cerro y cuando lleguen allí ustedes van a tener un pedacito del hombre nuevo. El hombre nuevo lo vamos a comenzar a forjar aquí. Aquí se empieza a formar el hombre nuevo, porque el Frente tiene que ser una organización de hombres nuevos que cuando triunfen puedan generar una sociedad de hombres nuevos… Así que si no son teorías y en realidad quieren ser hombres nuevos, alcáncelo…”.
Estamos de acuerdo, continúa Cabezas. Y cuenta que luego de eso, todos quisieron ser como el Che. Que se dieron cuenta de que el hombre nuevo se construye a costa de sacrificios y penalidades y que, mientras el hombre no se muera o caiga desmayado, siempre puede dar más. Ergo: cargaron las bolsas y subieron el cerro.
Está bien. Puede que a veces haya que revitalizar el ánimo de la tropa. Después de perder una batalla. En tiempos grises, cuando no pasa nada. No lo niego, y por eso la mística será un rasgo distintivo de la nueva izquierda latinoamericana. Pero de ahí a tomar al plus-esfuerzo como normativa moral…
Quedémonos, de todas formas, con esta idea de que el hombre nuevo no está en el futuro. Forjarlo en la actualidad, de algo muy parecido se hablará en las barriadas, cuando los MTD se planteen ir gestando prácticas prefigurativas. “Crear mujeres y hombres nuevos”, insistirá la Nueva Izquierda Y la cuestión de géneros no es un detalle semántico. Hay toda una “política menor” que en el nuevo milenio cobrará cada vez más fuerza dentro de los movimientos populares. Políticas que durante los 60 y los 70 no se tenían muy en cuenta. Aunque en esa época comienzan a tomar mayor impulso. En ese sentido, me parece, la incorporación del “femenino” es todo un avance en la perspectiva emancipatoria de la humanidad. Aunque a veces, así y todo, no alcance.
Pero continuemos con esto del hombre nuevo. Creo no equivocarme al sostener que  la Izquierda Autónoma ya no concibe que la producción de ideas y prácticas de nuevo tipo deban darse al interior de la vanguardia, sino más bien en las propias instancias que los hombres y mujeres que bregan por otra vida van construyendo. Así sean movimientos sociales, antaño subestimados por no ser capaces de generar una conciencia que exceda los límites de lo sindical, según señaló el Pelado Lenin. En ese sentido, podríamos decir, la nueva izquierda ve lo nuevo forjándose en medio de la vida cotidiana, con su multiplicidad de contradicciones, dificultades y problemas que ello implica. En medio de la mierda, como decíamos capítulos atrás. En nuevas herramientas, que desde el vamos cuestionarán esa división tan tajante entre lo sindical y lo político; lo espontáneo y lo organizado; lo azaroso y lo planificado. Y que se plantearán, como cuestión insoslayable de un proyecto revolucionario, politizar la cotidianidad. Allí, en la realidad que nos toca. En una sociedad regida por el auge de la sociedad del espectáculo que todo lo cosifica. Conviviendo con Marcelo Tinelli y Gran Hermano. Con la invasión de mensajes de SMS y la proliferación de propaganda por Internet; allí, abrir una grieta. Plantear algo nuevo. Otra cosa. Y que el futuro diga.