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miércoles, 23 de agosto de 2017

Indios, Gendarmes y Fronteras

Conflicto mapuche. Editorial en La luna con gatillo

Por Mariano Pacheco
(La luna con gatillo/Resumen Latinoamericano)
 
 
La historia ya nos resulta tan pero tan conocida que se torna una redundancia volver a contarla. Solo para recordarle a la ministra Patria Bullrich (la piba Luro de Pueyrredón) y para no abundar, recapitular brevemente:
El 1 de agosto Gendarmería Nacional ingresó a la comunidad Pu Lof en Resistencia (Chushamen, provincia de Chubut). Entraron sin orden judicial, reprimieron y, desde ese día -según declararon testigos- Santiago Maldonado permanece desaparecido. El joven había ido al lugar de visita y luego se quedó para solidarizarse con la comunidad agredida, que viene reclamando la libertad de Facundo Jones Huala, actualmente detenido en la cárcel de Esquel por una causa de extradición por la que ya había sido liberado.
Lejos de ponerse a la cabeza de la búsqueda de Maldonado, el Gobierno Nacional se dedicó a erigir toda una estrategia digna de la teoría de los dos demonios contra el pueblo mapuche: insistencia en vincular a Jones Huala con Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), una organización a la que -dicen- le han secuestrado importantes armamentos: serruchos, martillos, alguna hoz y otras herramientas de trabajo;  allanamiento de la vivienda de familiares de Maldonado (colocando a las víctimas en sospechosos), entre otras importantes iniciativas para esclarecer la “desaparición forzada” del muchacho. Por supuesto, a modo de remate: cuando allanaron Gendarmería los vehículos estaban lavados y no encontraron nada sospechoso en las instalaciones.
Mientras tanto Santiago sigue desaparecido y el Estado argentino, jugando a las escondidas (incluso Maldonado ya figura entre las personas buscadas por Interpol). “De acuerdo con las normas del Comité de Naciones Unidas que supervisa el cumplimiento de la Convención contra las desapariciones forzadas, basta la sospecha para que se activen las obligaciones del Estado de investigar el caso, no como si se tratara de una Persona Extraviada (según comunicó el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj) sino como un detenido-desaparecido”, escribió Horacio Verbitsky en una nota publicada el domingo pasado en el diario Página/12.
El rostro de Maldonado se ha transformado en símbolo que inunda las redes sociales, que estuvo presente en numerosas manifestaciones y permanece en muchas paredes de este país, con excepción de la ciudad de Buenos Aires, donde la gestión Cambiemos mandó a “blanquear” los muros donde se veía su rostro o consignas exigiendo su aparición.
De fondo, el proceso de recuperación de tierras iniciado en marzo de 2015 es lo que parece no perdonárseles. Desde entonces, parte de las tierras de la estancia Leleque, propiedad de Benetton, ha retornado a la comunidad mapuche. La multinacional es el mayor terrateniente de Argentina, con un millón de hectáreas bajo su poder.
 
La indiofobia: una constante de la historia nacional
Mientras seguimos esperando que Santiago aparezca, pasó un nuevo aniversario de la muerte de Don José de San Martín. El mismo general libertador que escribió a los miembros del Ejército de los Andes:
“La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetita que nos trabajen nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada..."
El mismo que, en su “Orden del 27 de julio de 1819”, arengó:
“Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano, hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje”.
Por supuesto, el discurso de la conquista fue mucho más allá y logró imponerse mucho más que las palabras pronunciadas por el “padre de la patria”. Incluso ese discurso no quedó en el lugar de la “antipatria”, sino que encontró sus fundamentos en otros íconos del panteón nacional, como Don Faustino Sarmiento y Julio Asesino Roca. Discurso hegemónico que encontró asimismo, en la “Campaña del desierto” (la “fase superior de la conquista española”, a decir de David Viñas) su momento fundamental e hizo de la indiofobia su estandarte, colocando a la cuestión indígena como “problema del indio”, situado entre dos polos muy claros: sometimiento o supresión. Polos que expresaron de modo cabal la teoría política que justificó la expropiación de sus tierras y que hoy retorna bajo el modo de la sospecha (¿quieren destruir el Estado nacional y fundar un Estado Mapuche en el sur del país?) y de la deslegitimación (además de anti-argentinos son violentos) que los coloca en la ilegalidad (hay que detenerlos porque son violentos).
La misma indiofobia que hoy también se ve expresada en los casos de Milagro Sala y Agustín Santillán, detenidos en Jujuy y en Formosa, respectivamente. La misma indiofobia que se expresa, por otra parte, contra los “negros choros” y los “pendejos merodeadores”, que si van a la cárcel tienen que agradecer y considerarse con suerte, porque en realidad la policía directamente los suele matar. Indiofobia que hace que incluso hoy muchos vean con malos ojos la desaparición de un joven artesano, “blanquito” aunque hippie-pata-sucia, pero que tal vez no dirían nada si la desaparición forzada se hubiese realizado contra un toba, un wichi o un mapuche (“nuestras bellas almas son racistas", sentenció alguna vez Jean Paul Sartre).
Ya no es el Ejército Argentino el que avanza sobre las tierras indígenas en nombre del progreso, extendiendo los límites controlados por el Estado, pero sí es la Gendarmería Nacional, que avanza sobre las tierras indígenas y las tierras recuperadas por otros habitantes de estas tierras para extender el control del capital sobre la soberanía nacional, cada vez más lejos de la soberanía popular. Por otra parte, los Gendarmes avanzan sobre las fronteras sociales que se imponen cada día para segregar a los pobres de los ricos, la gente bien de los que amenazan la bondad.
“El colono, cuando quiere describir y encontrar la palabra justa, se refiere constantemente al bestiario”, escribía Frantz Fanon para describir la situación de violencia colonial en su emblemático libro Los condenados de la tierra. El mismo bestiario que en nuestras tierras se llamó a veces indios, a veces gaucho, a veces cabecita negra y que hoy es también, como decíamos, negro choro, pendejo merodeador o agitador violento. Siempre, más allá de los nombres, lo que se produce es un proceso de desrealización de la marca humana en los cuerpos de los Otros. “La animalización de los indios, masas hirvientes de instintos desencantados, es el mecanismo de deshumanización por el cual la matanza se desrealiza”, nos recuerda Fermín Rodríguez en su libro Un desierto para la nación, en donde también afirma: “no hay allí violencia contra una forma de vida, porque esa vida ya estaba negada al momento en que el enemigo se representa como una fiera sedienta de sangre, fuera del límite de lo humano”.
Ya pudimos ver qué sucede cuando esa posición logra expresarse como terrorismo ejercido desde el Estado. Hace décadas atrás sus fundamentos tuvieron que brotar a punta de fusil desde los cuarteles de esas mismas fuerzas armadas que, más cerca de Roca que de San Martín, refundaron la patria sobre pilas de cadáveres que ni siquiera hoy se han podido encontrar.
Lo más triste, lo más preocupante, es que como la historia nunca se repite hoy no podemos esperar ver los tanques para alarmarnos. La explotación y la dominación es en la actualidad mucho más sutil, lo que no significa que no sea violenta, incluso extremadamente violenta cuando hace falta. Pero las más de las veces circula imperceptible, sin que nos demos cuenta, siendo elegida incluso, muchas veces, al menos por partes de importantes de nuestra sociedad.
Tal vez allí radique lo siniestro. En que probablemente la gestión Cambiemos sea la “etapa superior” del Proceso de Reorganización Nacional. Una reestructuración reaccionaria del país elegida por el voto popular.

*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura: jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por www.eterogenia.com.ar.
Fanzine digital de actualización diaria: https://lepondregatilloalaluna.blogspot.com.ar

martes, 15 de agosto de 2017

¿Qué tenemos para decir en esta coyuntura aquellos que no intervenimos en la disputa electoral?


De agosto a octubre: apuntes para pensar la coyuntura


Por Mariano Pacheco*
(@PachecoenMarcha)


Parece quedar claro que lo que se juega en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 13 de agosto no es las internas de cada coalición electoral sino la reconfirmación (o no) de las tendencias en las encuestas, de cara a la elección de octubre, que no planteará un cambio en las relaciones de fuerzas parlamentarias sino la validación (o no) en las urnas del proyecto de país instaurado en la Argentina desde diciembre de 2015, y sus posibilidades de profundización y consolidación. También parece haber quedado claro que la ofensiva conservadora en marcha sobre los sectores populares se asentó sobre ciertas bases estructurales de neoliberalismo inscripto en la gestión progresista del ciclo neodesarrollista, así como puso en evidencia las dificultades que los de abajo encontramos para oponer una barrera de contención a este nuevo proyecto de poder. Parafraseando al Colectivo El loco Rodríguez, podríamos afirmar que el triunfo electoral de un proyecto de país que históricamente se había impuesto por medio de la violencia directa implica una “derrota trasversal del campo popular”.
Sobre esta caracterización pensamos que debemos poder proyectar la resistencia popular anti-neoliberal asentada en una perspectiva que exceda las estrategias y las tácticas determinadas por cada grupo en particular. De allí que esconder las diferencias bajo el lema abstracto de la necesidad de la unidad popular, no aporte demasiado. Pensamos que debemos madurar cierto vínculo entre las organizaciones que permita poder asumir las diferencias en post de realizar acuerdos mínimos para cuestiones concretas
¿Qué tenemos para decir en esta coyuntura, entonces, aquellos que no intervenimos en la disputa electoral?
En primer lugar, se impone la necesidad de sostener una posición que remarque que las diferencias en el plano electoral no deberían poner en riesgo las posibilidades de coordinación en otras dimensiones. Por otra parte, asumir que si bien para muchos de nosotros la dimensión reivindicativa y la específicamente política no se nos presentan como escindidas (la lucha política es social y toda lucha social comprende una dimensión política), es necesario profundizar el proceso de politización de las bases de los movimientos sociales desde los cuales construimos. Si algo queda claro como balance de este primer año y medio de gestión Cambiemos es que no da lo mismo quien gobierne. Tampoco que podemos suponer que aquellos que son parte de determinadas luchas luego expresarán en las urnas una posición más o menos coherente con ese proceso de politización que vienen realizando. De allí que, si bien nuestra estrategia se sostiene sobre los pilares de principios como la autonomía y la construcción de poder popular (que implican una confrontación directa con este tipo de democracias –parlamentarias—que nos gobiernan), y nuestra táctica en esta coyuntura implica no disputar porciones del poder instituido participando de las elecciones de este régimen, procuremos de todos modos hacer los mayores esfuerzos porque, a la hora de votar, nuestras compañeras y compañeros no lo hagan por los candidatos de la casta política que concentra los pilares del proyecto de país al que nos enfrentamos. Si bien no realizamos campaña por ningún candidato, resulta fundamental que las bases de los movimientos sociales que integramos puedan discutir políticamente nuestra posición (la promoción de un proyecto sustentado en una democracia participativa y protagónica del pueblo), así como la necesidad de que, a la hora de votar, al menos se haga por los más cercanos, que no siempre son quienes comparten las luchas reivindicativas con nosotros, pero sí quienes comparten ciertas miradas respecto del país que no queremos y algunos rasgos del que anhelamos. O incluso, que puedan hacerlo por quienes consideran que pueden frenar en el ámbito parlamentario esta ofensiva conservadora, más allá de que de fondo nosotros cuestionemos la reducción de la política a la gestión y enfrentemos la concepción del “mal-menorismo”, aquella que sostiene que lo que tenemos que hacer es elegir por lo menos malo.
Por eso, insistimos, debemos desmoralizar al proceso electoral. No se trata de hacer una divisoria de aguas entre los buenos que no nos manchamos interviniendo en las elecciones burguesas y aquellos que declinan ante el canto de las sirenas, sino de entender que como organizaciones populares vamos tejiendo acuerdos y construyendo perspectivas divergentes, en donde algunos entendemos que poco aporta hoy al proceso de acumulación de fuerzas en función de un cambio social profundo participar de las elecciones, y otros, por el contrario, visualizan allí una posibilidad de ampliar su campo de intervención.
La construcción de la resistencia popular es para nosotros, finalmente, lo que podrá poner un freno a las políticas conservadoras en curso y no cómo quede configurado el Congreso o que caudal de votos obtenga cada fuerza política. Pero no podemos negar que la revalidación en las urnas del actual proceso en curso sería un freno a nuestras posibilidades de contagiar la bronca para transformarla en protesta.
Obviamente, si las condiciones socio-económicas empeoran tras octubre (y nada indica que así no vaya a ser), es factible que una porción importante de nuestro pueblo se sume a quienes ya venimos saliendo a las calles. Pero también sabemos que los malos gobiernos se incomodan pero no se sobresaltan si las luchas reivindicativas quedan sólo en ese plano. Por eso se nos impone cada vez más pensar en políticas de articulación popular más amplias que hagan confluir las protestas libradas por cada sector en particular en el camino de obtener algunas pequeñas victorias que mejoren nuestra calidad de vida (o al menos, que no siga empeorando) en pos de construir, alimentar, masificar y potenciar una política activa de resistencia popular anti-neoliberal.
*Editorial de la revista Venceremos, agosto de 2017.

Raúl Gonzáles Tuñón: Del puerto a la trinchera


(Un homenaje a 43 años de su fallecimiento)



Por Mariano Pacheco (La luna con gatillo)

«El escenario esencial deja de ser el arrabal con sus puertos y sus cafetines para dar lugar a la trinchera. Y si de la vanguardia se deriva hacia eso que solía llamarse ´compromiso´ es porque el viaje estético en dirección a Europa se ha trocado en ´viaje militante´».
David Viñas, «Cinco entredichos con Raúl González Tuñón».




La primera guerra mundial hizo estallar por los aires no sólo los cuerpos de miles de personas, sino también gran parte de las esperanzas de la humanidad en el progreso. A pesar de ello los inicios de la década del 30 serán muy propicios para que la imaginación encuentre sus lugares y se ligue a las perspectivas de transformación radical de la sociedad a escala planetaria.
La debacle, la crisis internacional del capital en 1929 hicieron que el triunfo de los bolcheviques en Rusia, en 1917, se reactualizara una década después, más allá de que no hubiese sucedido en esos años lo que se esperaba. A saber: la extensión de la revolución proletaria a otros países, sobre todo los modernos y desarrollados Estados europeos. Se sabe: donde hay crisis hay posibilidad de un nuevo comienzo.
Raúl González Tuñón, como hombre de letras y con una sensibilidad política de izquierda no estuvo exento, como muchos otros hombres y mujeres de su generación, a estos cambios virulentos que comenzaron a imponerse en el mundo de entonces.
Son años de definiciones y de radicalización política. En julio de 1928 el Congreso de la Internacional Comunista avanzaba en posición de «clase contra clase», rompiendo su anterior política de alianzas con otros sectores de la izquierda y el progresismo no comunista (principios que serán ratificados cuatro meses más tarde, en su Octavo Congreso, por el Partido Comunista de la Argentina). Discusiones y definiciones políticas que van de la mano de otras discusiones estéticas, sobre todo en torno al rol del arte y la literatura en la sociedad, sea en las socialistas como en las capitalistas en el camino hacia la revolución.
Nada de esto puede dejar de tenerse en cuenta si queremos pensar, por ejemplo, el tránsito del Raúl González Tuñón desde La calle del agujero en la media (su tercer libro de 1930), La rosa blindada (homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionarios), su séptimo libro de 1936, pasando por algunos textos anteriores, como los recopilados en Todos bailan o los poemas publicados en la revista Contra. Es el movimiento que parte primero desde los puertos de Buenos Aires para desembarcar en París, y desde allí a otros puertos imaginarios, para luego desembarcar en un nuevo puerto, ya no estético sino político. Puerto que deviene trinchera y compromiso combatiente, sin por eso abandonar nunca la palabra como lugar de combate.
La calle del agujero en la media
«Ternura de canciones marineras dormidas sobre el vientre verdoso de los puertos… Puertos, partidas, las palabras más lindas que conozco; Todas las vías conocidas por mí, vagabundo de estaciones…».
Raúl González Tuñón, “Petrouchka”.
Es bastante directa la relación que puede establecerse entre texto y contexto, entre poema y experiencia en estos años de Raúl González Tuñón. Resulta difícil no leer los poemas reunidos en La calle del agujero en la media en serie con su visita a París (viaje que se financió con el dinero que obtuvo al salir ganador del Premio Municipal de Poesía en 1928, tras la publicación de Miércoles de ceniza, su segundo libro). En ese viaje, por ejemplo, Tuñón se topó con los surrealistas, entre otros personajes de la cultura europea del momento. Conoció entonces a André Bretón (uno de sus máximos referentes) y leyó su segundo manifiesto. El contacto con este movimiento llevaron a Tuñón, en gran medida, a realizar un proceso a partir del cual logra realizar un proceso de estetización del mundo a través de la palabra. Tal como recuerda Beatriz Sarlo, conviene no olvidar que en París, Tuñón se sitúa en un mundo de códigos culturales que comienza a incluir la política. «El viaje, de este modo, se transforma en una necesidad y en una condición de la literatura”.
Una estética construida a fuerza de mezclar su mirada sobre el mundo con su experiencia de viaje. Importantes técnicas del arte contemporáneo aparecerán entonces: el collage de la pintura y el montaje del cine, principalmente, aunque también otros procedimientos de la escritura, no necesariamente poéticos, como el discurso periodístico (sobre todo la lógica del telegrama). Esa mezcla, entonces, abrirá su perspectiva a una experimentación formal, que hace del montaje desprejuiciado su gran caballo de batalla.
La poesía aparece así como experimentación, pero también, como oficio, similar al del titiritero y el prestidigitador, cuyo arte es la ficción, entendida la poesía como cierta magia de la modernidad, entremezclada con cierto ideal de periodista que mira, da cuenta de lo que ve, juzga y agita sobre lo que piensa. Y será precisamente esa mezcla la que le permitirá a Tutón realizar ese movimiento a partir del cual la magia poética no niegue la inmundicia del mundo, sino que la contenga.
Y si bien el viaje provoca una inflexión que desplaza el imaginario político-ideológico, un movimiento del yo lírico al nosotros, como tan bien supo señalar Davis Viñas, para nada provoca en Tuñón, por ejemplo, un abandono de la palabra por la política, o un desentenderse de las preocupaciones de la composición y de la técnica. La persistencia del personaje Juancito caminador (que fue incorporado a partir de su segundo libro, Miércoles de ceniza) puede ser uno de los engranajes de continuidad entre los planteos anti-burgueses de los primeros libros, y los planteos socialistas de los siguientes. De hecho, Juancito caminador funciona como una figura a partir de la cual Tuñón puede realizar un fuerte desplazamiento textual, desde los bajos fondos porteños hacia el otro margen: el cosmopolita, el de la cultura y la política internacional. Primer alias de Tuñón, Juancito caminador es el poeta irónico, el poeta de los ladrones, él mismo un poco ladrón. Supo contar el propio autor que el personaje existió históricamente: era un mago (Johnnie Walker), a quien conoció actuando en un circo en la Patagonia, de quien se hizo amigo, sobre todo por su voluntad de acercarse al hombre que tenía el mismo nombre que su whisky preferido.
Personajes como este, entonces, le permitirán a Tuñón llevar adelante sus principales operaciones de escritura: mezcla de lenguajes, textos impuros y de procedencia diversa, compuestos a su vez de retazos de otros discursos contemporáneos: diarios, carteles, telegramas, avisos clasificados, publicidades, estribillos de canciones infantiles, y, por supuesto, discursos que realizan una crítica política de la cultura contemporánea.
Corte y pegue
«Anduve bebiendo el buen vino rojo y alegre como una canción, rojo y alegre como una revolución».
Raúl González Tuñón, «Escrito sobre una mesa de montparnasse».
En la serie de poemas reunidos en Todos bailan y La calle del agujero en la media podemos rastrear con claridad como la exaltación del presente y la apología de la ligereza funcionan como marcas distintivas del viaje, donde la risa y la alegría hacen de la poesía una conversación. En su introducción-presentación a una de las ediciones que reúnen estos dos libros, el crítico argentino Daniel Freidemberg aseguró que en estos poemas Tuñón se acerca a lo que Apollinaire llamó alguna vez “poema-conversación”, basado en una “confidencialidad táctica”, en una “complicidad” entre quien habla y quien lee el poema. Y a su vez, destacó que es en La calle… (el “gran libro parisiense”, el de mayor cercanía con el surrealismo), donde aparecen por primera vez personajes obreros, chicos pobres, gente de barrio.
Es en poemas como “La cerveza del pescador de Schiltigheim”, “Escrito sobre una mesa de Montparnasse”, “La calle del agujero en la media”, “Marionettes” y Petrouchka”, de La calle…, o “George Bancroft”, “Juancito caminador” y “Relato de un viaje”, de Todos bailan, donde la jovialidad puede funcionar como clave de lectura. Jovialidad de los viajes, de las mujeres, del vino y de las drogas; del placer de la conversación y el conocimiento de nuevos lugares; el cruce entre el mundo real, y la imaginación.
Por otro lado, los poemas de Todos bailan (publicado cuando el Frente Popular ya ha triunfado en España y los inicios de una Guerra Civil comienzan a aparecer más como certeza que como posibilidad), dan cuenta de esa politización creciente de Tuñón y otras tantos hombres y mujeres de su generación.
Esa mezcolanza entre su vocación surrealista y su compromiso en ascenso puede verse expresada, por ejemplo, en el ya citado Juancito caminador, personaje que amaba tanto a las muchachas, el vino, el opio y los poemas de Rimbaud, como las bombas. Poema que comienza: “Traigo la palabra y el sueño, la realidad y el juego de lo inconsciente,/ lo cual quiere decir que yo trabajo con toda la realidad” (palabras que se hacen eco de la de los surrealista, quienes afirmaron, en una encuesta que les realizaron en 1928, que el suyo era el único movimiento que se planteaba cambiar la totalidad de la vida), y termina afirmando: “y mi corazón continúa alegre y violento/ como el corazón alborotado de un mundo nuevo”.
Como puede leerse, aunque la mezcla se sostiene, no está exenta de una profunda tensión. En “Cosas que ocurrieron un 17 de octubre”, por ejemplo, escribe: “A los 20 años sólo creíamos en el Arte, sin la vida, sin la Revolución/ Volveremos a las usinas, al olor de la multitud, a los descarrilamientos…”. Conviene no olvidar, de todos modos, que la mayoría de los joviales poemas de La calle… conviven ya con otros como “Usina” y “Sobre las catedrales, sobre la guerra”, donde Tuñón da cuenta de las penurias del proletariado de las usinas y también, que Europa es «un soldado dormido sobre su mochila». Posición que se va a ir profundizando al compás de los acontecimientos europeos, que tienen pendiente al mundo entero.
Brigadista de choque
“Contra la demagogia burguesa/ Contra la pedagogía burguesa/ Contra la academia burguesa/ Contra/Contra/Contra el fascismo super expresión del capitalismo desesperado...”.
Raúl González Tuñón, “Brigadas de choque”.
Entre La calle… y Todos bailan, de todos modos, está el lanzamiento (el 28 de abril de 1933) de Contra, la revista de los francotiradores, que Tuñón dirige y donde publica incendiarios poemas como “Brigadas de choque”, texto que no podrá incluir luego en la edición de Todos bailan (como sí hizo con otros poemas publicados en esa revista), porque aun dos años más tarde permanecerá abierto un proceso judicial contra él, por el cual de hecho permaneció detenido cinco días y por el cual la revista fue clausurada.
Poema de combate en el que reclama “el puño cerrado frente a la burguesía” y se propone, desde esas “brigadas de choque de la poesía” que él integra, dar “a la dialéctica materialista el vuelo lírico de nuestra fantasía”. Con menos prejuicios que en otras épocas (como las actuales), Tuñón afirma (ya no desde un yo, sino desde un “nosotros los comunistas”, como destaca Viñas) que la constitución burguesa le da risa, y que junto con sus camaradas quiere la dictadura que “asegurará la libertad del mañana”. Es decir, la dictadura del proletariado, central en la teoría marxista, a la hora de pensar la transición del socialismo al comunismo. Poema-manifiesto en el que se expresa el hartazgo frente a la cultura burguesa y se declara la “guerra a las clases dominantes”, en el camino hacia un “arte puro” en una “sociedad sin clases”.
Contra es una revista de intervención política de izquierda que, de todos modos, no se inscribe en los marcos del realismo socialista, sino en oposición a él, promoviendo un proyecto que vincule a la estética vanguardista y a la militancia política, siempre dentro del «restringido-amplio» campo de la izquierda. De allí que la bajada de la revista esgrima: “Todas las escuelas. Todas las tendencias. Todas las opiniones”.
Esta posición de compromiso junto al comunismo se irá acentuando y ya no dejará lugar a dudas, pocos años después, cuando publique La rosa blindada. Allí esta posición se hará explícita, en el prólogo a la primera edición libro (“A nosotros, la poesía”), cuando Tuñón construya esa suerte de «Manifiesto para la coyuntura». Allí afirma, fundamentalmente, que el poema revolucionario debe tener casi siempre ese ritmo de marcha, de himno, que permite a un poema ser cantado. También sostiene que el poeta no debe renunciar a ser poeta, pero tampoco a estar al servicio de los otros, porque en una época intensa, dramática, de negación y creación como las que les toca vivir, deben apostar por confundir lo político y lo artístico, colocándose del lado de la revolución y construyendo un arte de oposición. “Nosotros tendremos la suerte de recibir a la revolución cantando, después de haberla cantado y deseado, sin descuidar la técnica y sin dejar de haber intervenido más o menos concretamente en la lucha”, dice, antes de tomar distancia de sus planteos surrealistas (de los cuales, sin embargo, no se arrepiente, porque según expresa, «sirvieron para sacudir la modorra, ganar la calle y ejercitar la valentía» en un momento dado). Sin embargo, a pesar de todas esas declaraciones de combate antifascista y por el socialismo, cuando culmina su manifiesto expresa que le gustaría estar listo para cuando haya que disparar sobre alguien, que sea con un poema o con lo que sea, así como le gusta charlar en cualquier mesa, y si es delante de un vino mejor. Persisten aquí, como puede verse, los ecos de otros poemas, líneas como las que mezclaban el «rojo y alegre» de un buen vino, con el «rojo y alegre» presentes en una revolución.
1936, por otra parte (además de ser el año en que publica La rosa blindada) es el año en que se inicia la ofensiva franquista sobre la República (la Guerra Civil Española). Punto de inflexión, ya que la lucha que comenzará a desarrollarse en España va a adquirir carácter internacional. Preludio de la Segunda Guerra Mundial, es leída por sus contemporáneos, sin embargo, como un paso hacia el mundo nuevo que vendrá. Lo que vendrá, de todos modos, no será la victoria de la revolución, sino su derrota. Una de las experiencias más potentes y más trágicas de todo el siglo XX, de la que Raúl González Tuñón será no solo contemporáneo sino un comprometido y entusiasta partícipe.
De aquellas andanzas y comabtes surgirá nuevos poemas, que irá escribiendo al fragor de cada batalla, tal como un periodista publica sus artículos, notas y crónicas de cada acontecimiento del que participa o a los cuales asiste. Varios de sus poemas, incluso, serán cantados en las trincheras republicanas, sin que los combatientes sepan a quien pertenecían. ¿Puede pedir algo más grato un poeta revolucionario? Un poema que pierde su autoría para transformarse en himno de combate colectivo por la emancipación de la humanidad.
Por supuesto, en este transcurrir histórico el rojo será cada vez menos el alegre del vino y cada vez más será el enlutado rojo de la sangre… esa que miles de hombres y mujeres, ancianos y niños, españoles y de todas partes del mundo, van a dejar en los campos y ciudades de España, mientras son masacrados por las balas y bombas del fasciscmo, mientras gritan consignas de resistencia y entonan canciones de combate con las letras de Tuñón.