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martes, 21 de septiembre de 2021

Economía popular y proyecto nacional. Apuntes para esta coyuntura urgente

 


Por Mariano Pacheco para La Tecl@ Eñe*

 

Entre el “reordenamiento” del gabinete nacional y las elecciones legislativas tenemos por delante dos meses en los que se deberá evaluar, de manera simultánea, qué capacidad encontramos para abordar un triple desafío que se nos presenta en esta coyuntura: perfil reparativo de las nuevas medidas; capacidad para revertir los resultados electorales de septiembre y mayor delimitación de los rasgos que va ir adquiriendo la transición hacia la pospandemia.

 

Ante cada crisis los sectores tradicionales de la política argentina profundizan su conservadurismo (incluimos también en esta línea al progresismo). Esto resulta preocupante, ya que hay dos modos fundamentales de abordar las crisis: negarlas, en el afán de salirse de ellas como quien huye de la peste, buscando reponer un supuesto orden en el que no existen los conflictos; o más bien, asumirla para leerla y operar sobre ella de modo tal que aquello que antes permanecía oculto, pueda ser puesto sobre la superficie. En nuestro caso, la actual crisis nos permite ver, en simultáneo, por lo menos dos elementos: las deudas sociales de la democracia de la desigualdad; las estrategias populares que vienen dando respuestas ante cada situación de emergencia (generalmente frente a una política tradicional que queda sorda, muda y ciega, o en el mejor de los casos, que finge pretender ver, escuchar y hablar para ofrecer respuestas que por lo general no apelan a un diálogo con esas estrategias populares).

En esta coyuntura resulta clave tomar medidas para salirse de la burbuja de impotencia en la que se encuentra en la actualidad el gobierno nacional. La crisis en la gestión es producto del adverso resultado electoral, que a su vez es producto de una crisis anterior: el modo insuficiente en que se atendieron las problemáticas más sentidas por nuestro pueblo durante una de las mayores crisis sanitarias (y por lo tanto, también económica y social) que atravesó la humanidad. Por eso sostenemos aquí que la disputa por los nombres entre quienes ocupan o dejan un cargo ministerial habla y mucho de quienes han hecho de la política una profesión, pero poco y nada dice para la amplia mayoría de sectores populares, quienes necesitan de manera urgente que la política sea entendida y practicada como una herramienta para la transformación. Una transformación que es urgente, porque urgentes son las necesidades básicas hoy insatisfechas, con casi un 50% de la población sumergida bajo la línea de pobreza y un índice anual de inflación que ronda el 45% (mientras los salarios han aumentado un 35%... sólo para la mitad de la clase trabajadora que se encuentra empleada bajo relación salarial). De allí que ya se esté hablando de un aumento al menos 10% superior al estipulado, que se anunciaría este martes tras la reunión del Consejo del Salario, que adelantó diez días su fecha de encuentro.

Más allá de la inflación y los salarios, una discusión central será la de la negociación con el FMI ¿No habrá llegado la hora de que los Movimientos Populares, organizaciones sociales y fuerzas políticas con aspiraciones transformadoras convoquen a una consulta popular al respecto?

 

Una Agenda de octubre

Para el 18 de octubre está prevista una movilización de la CGT junto a los Movimientos Populares, en conmemoración por la gesta que dio nacimiento al peronismo, el emblemático 17 de octubre de 1945.

¿No habrá llegado el momento en que esta unidad, que permite pensar en la recreación de una nueva columna vertebral en Argentina, asuma el desafío de construir una agenda popular para la pospademia? A modo de ejemplo, mencionamos aquí  una serie de  puntos a través de los cuales se podrían abordar aquello que hoy se torna fundamental para el conjunto de la clase trabajadora:

1)    Plan de obras públicas (con participación del sector cooperativo de la economía popular)

2)    Plan de construcción de viviendas (también con participación del sector cooperativo de la economía popular)

3)    Programa de acceso a la tierra, urbana y rural, para la producción

4)    Programa de acceso al crédito para la producción

5)    Establecimiento de políticas impositivas progresivas

6)    Estricto control de precios

7)    Aumentos salariales y de asignaciones familiares acordes a los índices de inflación

8)    Consulta popular que coloque en el centro del debate la relación entre deuda externa y deuda interna

 

Una propuesta así, obviamente, requiere del compromiso de las y los funcionarios de salirse del simple lugar de la gestión, para asumir la necesidad de hacer política. No mera campaña electoral, sino visualización de las tensiones y los conflictos de intereses que hoy nos desgarran como sociedad. Para ello, no es posible seguir sosteniendo el enfrascamiento en el que se encuentra la mayoría de la dirigencia política. Tal como sostuvo Martín Burgos en una nota publicada este domingo en el diario Página/12, si alguna lección ha dejado esta pandemia es la importancia que la planificación económica tiene como instrumento del desarrollo, aprovechando al Estado como estructurador económico y social, con fuerte presencia como oferente y demandante en numerosas ramas de la economía. De allí que resulte fundamental contemplar aquello que viene aconteciendo por abajo, en los territorios, donde se organiza la economía popular, y de una vez por todas asumir que sin nuevos paradigmas será imposible salirse de la encerrona en la que nos coloca querer resolver los problemas contemporáneos con recetas ya caducas. Asumir a la Economía Popular como actor productivo y político, y no sólo social (población vulnerable a la que hay que asistir con alimentos y subsidios) implica revalorizar el rol jugado por un importante sector de la población durante la pandemia, e incluso en años anteriores. Claro que esto implica no sólo poner en discusión la redistribución de la riqueza sino también del poder político y simbólico, y dejar de ver allí “población en riesgo” para visualizar el potencial productivo y político de un sujeto social que resuelve a diario muchas problemáticas, que piensa y propone medidas no sólo para sí mismo sino para los sectores populares en general.

“Sin poder popular no hay justicia social”, esgrime una consigna. Sin tener en cuenta el poder social y el potencial productivo construido por las economías populares, entonces, no será posible pensar en ningún proyecto de desarrollo nacional. Hemos advertido hace unos días sobre el deseo y la necesidad de comenzar a abordar con mayor rigor la discusión en torno al proyecto, porque el resultado de las elecciones del 12 de septiembre han demostrado que amplias franjas de la población están con bronca, y desencantadas con este gobierno. No serán sólo medidas urgentes para paliar necesidades inmediatas (aunque éstas sean la condición de posibilidad de todo el resto), las que resuelvan por sí mismas esta situación. “No sólo de pan vive el hombre” (y la mujer). Eso entendieron hace rato y muy bien las usinas ideológicas del neoliberalismo, que operan sobre el deseo de las masas de un modo en que ni las izquierdas, ni los progresismos, ni los proyectos populares, estamos pudiendo entender.

 Tenemos que empezar a imaginar, a proyectar, a pelear por futuros próximos que contemplen alternativas a este presente desolador. De eso se trata, en gran medida, hacer política. Soñar, pero a condición de ser realistas, de permanecer despiertos, entre otras cuestiones, para que los poderes fácticos no nos duerman otra vez. 

 

* Director del Generosa Frattasi, Instituto Plebeyo de la Federación de Cooperativas de Trabajo Evita/Unión de Trabajadoresy Trabajadoras de la Economía Popular. Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular. Integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari. Responsable de la Formación del Movimiento Evita en la Provincia de Buenos Aires.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Elecciones- Un tropezón no es caída, pero te podés lastimar


Por Mariano Pacheco*


 Hay que recuperar con fuerza el paradigma de un proyecto: ofensiva sensible, agenda económico-social, disputa política, batalla de ideas.


La rotunda derrota electoral del Frente de Todos en las PASO de ayer da cuenta del profundo llamado de atención para la coalición gobernante. Y esto en un doble sentido: por lado, la mayoría de la población ha dado un mensaje de que las cosas no pueden seguir así. Por otro lado, ese descontento se ha canalizado por derecha, incluso dando un visto bueno a quienes condujeron el país al abismo, apenas dos años atrás.

 

No parece ser un dato menor que la izquierda identitaria, sumando los votos de sus seis expresiones trotkistas (las cuatro que fueron a internas del FIT-U --es decir, MST, PTS, PO, IS--, mas Palabra Obrera y el Nuevo MAS), haya cosechado no más del 7 % de los votos. Sí, han realizado una mejor elección que en otras oportunidades, obtuvieron buenos resultados en Chubut y dieron un batacazo en Jujuy (alguna vez lo dieron en Salta), pero el dato central de estas Primarias no es el leve repunte de estas expresiones sino que la derecha que se presentó fragmentada por fuera de la interna de cambiemos logró sumar alrededor de 12 %. Es decir, que la derecha en su conjunto, con 50 % de caudal de votos, se posiciona como una nueva mayoría en la Argentina. Tampoco parece ser un dato menor que los candidatos más votados de la derecha hayan sido los responsables más cercanos en el tiempo de la debacle del país (no importa que Larreta se haya impuesto sobre Macri o Juez sobre Negri en Córdoba, porque como declaró éste último, en noviembre estarán todos juntos “para combatir el populismo”).

Por el lado del peronismo, entre Ranzazzo y Moreno juntaron menos que la izquierda (y casi lo mismo que el voto en blanco), es decir que, sumando esos votos peronistas a los del Frente de Todos, no se llegó si quiera al 40%. El porcentaje de presentismo, por otra parte --teniendo en cuenta que eran elecciones primarias y en pandemia--, fueron elevados. Esto tira por la borda las estimaciones de las encuestadoras (nuevamente). Está claro entonces que el descontento no se expresó ni por la vertiente de la anti-política ni tampoco a través de las corrientes de izquierda o de un peronismo más ortodoxo. La mitad del padrón eligió opciones de derecha.

 

Una lupa para leer la época

El escenario tiende nuevamente a polarizarse. Por el lado de Juntos por el cambio, es parte de su estrategia: polarizar e intentar reducir la amplitud de la coalición gobernante actual al kirchnerismo. Esperemos no sea también estrategia del cristinismo, porque si hay que ha primado en estos últimos dos años en un alto porcentaje de quienes somos parte del Frente de Todos, es el deseo de tercera posición.

El desafío es enorme: agrupar en un mismo polo una gran diversidad de expresiones, que puedan plantearse claramente como una alternativa al proyecto cambiemista que gobernó hasta 2019, poner en valor lo acertado de determinadas formas de administrar la pandemia, pero también de dar cuenta de una autocrítica, y proponer líneas de acción concreta para la pospandemia (Cristina, por ejemplo, habló una hora durante el acto de cierre en Tecnópolis, con abundantes referencias al pasado, incluso de su pasado personal y familiar, pero poco o nada respecto del futuro de las mayorías populares del país).

La división del frente opositor, la incógnita en torno a qué capacidad de conservar intactos los votos radicales tendrá Juntos también juega en la coyuntura que se avecina, aunque lo central tendrá que pasar puertas adentro en base a la lectura autocrítica que pueda realizarse.

Si todo esto resulta vital es porque corremos el riesgo de perpetuar las dificultades que venimos arrastrando para leer las situaciones, desde la coyuntura previa al ballotage Scioli-Macri hasta hoy. Enunciados del tipo “medidas económicas ya” o “redoblar la militancia desde hoy mismo” no pueden ser las únicas respuestas.  Claro que uno de los puntos centrales de la hora es abordar con mayor profundidad la agenda económico-social, porque no alcanza con denunciar que el combo herencia macrista + pandemia mundial fue fatal, sino que hay que poder hacer algo con eso. Estamos en ese aspecto en números escandalosos, de pobreza e indigencia, pero también de brecha entre los aumentos de los índices de inflación y los del salario real. Tampoco se trata (sólo) de “más militancia”, en tanto no se problematicen los modos en que se lo hace: hay que escuchar más, permanecer a la apertura del intercambio, poder leer qué repertorios ya están totalmente caducos o al menos profundamente deslegitimados y no caer en la tentación de pensar que entonces debemos hacer las cosas como la derecha. Porque la derecha tiene otro proyecto, y éste es inescindible de los modos en que se expresa (memoria de corto plazo, trabajo sobre lo emocional, slogans sin fundamentos, mentiras descaradas, ocultamiento de sus intenciones).

Y hablando de proyecto, vieja palabrilla un poco en des-uso, quizás sea la hora de retomarla un poco. No puede ir la agenda económico-social por un lado, la disputa política por otro, la batalla de ideas extraviada como patrulla perdida y las ofensivas sensibles como interrogante perpetuo. Hay que poder anudar estas dimensiones en una estrategia integral. Y para ello se requiere un trabajo arduo, sostenido, de miras lejanas. Hay que poder trabajar sobre las herencias y los cambios epocales.

 

Desigual y combinada

Un desafío de la hora es abordar los cambios epocales.

La pandemia radicalizó una serie de tendencias que venían pujando por abrirse espacio, y ella misma abrió un momento específico de crisis multimensional. Pues entonces no es posible pretender resolver los problemas urgentes de la hora con recetas ya caducas, con formas anticuadas, con repertorios gastados y contenidos añejos. Y lo inverso también es válido: no se puede saltar del discurso de reconstruir la Argentina peronista al tarot y las humoradas sobre garchar, aunque no haya que descartar ni el garche, ni el juego, ni el humor como cuestiones políticas.

Las brechas entre militancias populares y de nuevos emergentes y las y los funcionarios y dirigentes políticos “de carrera” es enorme. Y profunda la desconexión entre estas instancias y el que-hacer intelectual y las intervenciones en torno a cuestiones vinculadas a la subjetividad  El momento electoral no puede ser una excepción en este proceso de necesario reanudamiento de estas instancias. Hay que asumir la integralidad sensible, económica, política, cultural de las apuestas en las que nos embarcamos.

Recuperar la iniciativa táctica requiere entonces, necesariamente, discutir más fondo algún tipo de perspectiva estratégica.

Y el mundo actual muestra que la recuperación de márgenes de autonomía de los Estados nacionales en el orden mundial neoliberal sólo puede ser una parte de la película. Los otros tramos del film que protagonizamos requieren apostar por la invención, entender la política misma como una invención, y retrabajar la herencia: ¿en qué nos equivocamos en el pasado? ¿Qué cuestiones pretéritas ya no tienen sentido en nuestro presente? Y por el contrario: ¿qué elementos de la tradición debemos rescatar, retener, refuncionalizar para no quedar atrapados en la red de elementos inmediatistas en que nos vemos envueltos en la era del realismo capitalista?

Las luchas feministas y de la diversidad, los paradigmas ecologistas y las prácticas territoriales de matriz comunitarias de algunas economías populares tienen mucho para decir al respecto. Hay que ver hasta dónde la política tradicional (incluso la progresista) está dispuesta a escuchar, a incorporar, a dejarse interpelar.

Después de las PASO de 2019 el macrismo recuperó diez puntos. No ganó, pero tampoco se retiró humillado; y le quedó nafta para esta disputa de 2021. Cristina Fernández activó una batería de medidas tras la derrota de 2009 y arrasó en 2011. Así que un desafío de la hora es combatir el desánimo en las propias filas. Y ser más audaces para imaginar el futuro.

Álvaro García Linera insiste en una caracterización que deberíamos retener. Dice que a diferencia de épocas anteriores ahora los momentos políticos son muy inestables, y todo triunfo (popular, progresista o neoliberal) debe asumirse en su fugacidad. Como si el “equilibrio inestable de fuerzas” ya no fuera un momento excepcional sino una constante. Sobre el fondo de esta cuestión está el debate sobre las formas de vida contemporáneas.

Si el capitalismo en su fase neoliberal produce no sólo al hombre y la mujer como mercancías, sino un tipo determinado de subjetividad, necesitamos urgente emprender una analítica micro-política capaz de indagar sobre los ámbitos de la sensibilidad, trabajar críticamente en torno a cómo el neoliberalismo fabrica modos de vida que logran captar y modelar los deseos de las personas. Porque allí se juega una disputa fundamental: y no hay relatos de Víctor Hugo Morales, columnas de opinión en Página/12 o locutores ofuscados de C5N que puedan aplacar esta tendencia. Porque el problema no es sólo de información o de conciencia, sino mucho más profundo (el enemigo histórico no está sólo allí afuera, cosechando votos en lugar de golpear las puertas de cuarteles militares, sino que actúa como un centinela dentro nuestro, al interior de cada espacio propio, e incluso, adentro de cada una, de cada uno de nosotros).

Que la disputa comunicacional es una parte de la pelea, sí, claro (otra es la discusión sobre el modo en que se aborda); pero debemos inscribir esa disputa en una lucha cultural más amplia (que implica asimismo “batalla de ideas” y “ofensiva sensible”, para retomar el concepto con el que Diego Sztulwark tituló un libro suyo). Las otras partes, como ya hemos señalado, implican una agenda económica y social urgente para atender las necesidades elementales de los sectores más golpeados por la situación actual y vocación política de sostener la unidad.

Sin estos elementos no hay salida victoriosa en el horizonte de las disputas en curso. Esperemos que las y los funcionarios y dirigentes políticos tradicionales hayan tomado nota de los resultados de ayer. Esperemos tengan la generosidad de tener más en cuenta a las organizaciones sindicales, los movimientos populares, las construcciones sociales a la hora de emprender la patriada que tenemos por delante.

Un tropezón no es caida. Pero te podés lastimar. Y aquí no se daña sólo la gestión del gobierno. Aquí se daña nuestra dignidad, se lastima el presente y el futuro de nuestro pueblo, de nosotros, de nosotras, que somos parte de él, porque vivimos como él, y no como los sectores privilegiados que pretendemos combatir cuando decimos anhelar y luchar por una Argentina libre y soberana, por un país con justicia social.

 

*Director del Generosa Frattasi, Instituto Plebeyo de la Federación de Cooperativas de Trabajo Evita. Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular. Integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari. Responsable de la Formación del Movimiento Evita en la Provincia de Buenos Aires.