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domingo, 1 de marzo de 2009

FICCIÓN Y MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN


Notas sobre la telenovela Vidas robadas

(Un art. del año pasado, a modo de prueba)


Nos mean... y la prensa dice que llueve


Grafiti anónimo


Parecía que nuestros bares, nuestras oficinas, nuestras viviendas amuebladas, nuestras estaciones y fábricas nos aprisionaban sin esperanza. Entonces vino el cine y con su dinamita de sus décimas de segundo hizo saltar ese mundo carcelario. Y ahora emprendemos entre sus dispersos escombros viajes de aventuras…”


Walter Benjamin, en La obra de arte en la era de reproductibilidad técnica




Anoche, miércoles 29 de octubre de 2008, finalizó Vidas robadas, la telenovela emitida por TELEFÉ de lunes a jueves primero, de martes a viernes luego… a las 22 hs al principio, 22.15 más tarde, 22.30 finalmente, 22.45 los últimos capítulos (los cambios en días y horarios, los incumplimientos de los últimos expresan, seguramente, el vínculo existente entre los multimedios y su público). Tal vez debamos remarcar, a modo de presentación, el desplazamiento producido en la televisión argentina en los últimos tiempos, donde la ficción ha quedado en un lugar marginal (por la escasa cantidad de programas, por la baja calidad, en general, de los mismos); donde la adaptación de ficciones yanquis (Aquí no hay quien viva; La niñera; Casados con hijos; Amas de casa desesperadas, etc…) ha reemplazado la producción nacional. Vidas robadas se inscribe seguramente dentro del espectro de programas que podríamos denominar de “excepción”: ficciones de calidad proyectadas por la televisión de aire de nuestro país (podemos mencionar, al pasar, una secuencia que se abre con Vulnerables y termina con Hermanos y Detectives, pero que en el medio cuenta con otros como Resistiré, Montecristo, Tiempo final y Los simuladores –los dos últimos adaptados recientemente por la TV de otros países de Nuestra América-).

A modo de introducción. Estas líneas surgieron a partir de los insistentes intercambios que, miércoles tras miércoles, realizamos con varios de l@s alumn@s del Bachillerato Popular Rocanegra de Montechingolo, impulsado desde marzo de 2008 por el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús, integrante del Frente Popular Darío Santillán. En el marco de las clases de lengua y literatura, a principios de año, surgieron algunos comentarios sobre la telenovela, a modo de ejemplo, en relación a los planteos que Ricardo Piglia realiza a propósito del cuento. Y a partir de allí, quienes no miraban la tira televisiva, o bien comenzaron a hacerlo o bien se vieron obligados a tener que “soportar” las permanentes digresiones de quienes sí la mirábamos.

¿Qué nos dice Piglia en sus Tesis y Nuevas tesis sobre el cuento? Fundamentalmente, que: Uno. Un cuento siempre cuenta dos historias. Dos. Cada una de esas historias se cuenta de un modo distinto. Tres. El efecto sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie. Cuatro. El cuento es un relato que encierra un relato secreto. Cinco. La clave está en la historia secreta (por eso nos propone analizar los relatos desde la perspectiva de la teoría del iceberg de Hemingway: la historia secreta se construye con lo no dicho, porque lo más importante nunca se cuenta). Recapitulando: el cuento siempre cuenta dos historias, una subterránea y otra superficial. Y al final, las historias se cruzan y todo se revela con claridad (“Los finales son la forma de hallarle sentido a la experiencia”, insiste el autor de Respiración artificial). Si bien Vidas robadas es una (tele) novela, podemos pensarla de forma similar a la que Piglia piensa al cuento. Repasemos un poco.

Los principales actores y la historia. Bautista Amaya (Facundo Arana), un antropólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), alpinista, conoce a Ana (Mónica Antonópulos –sí, la Antonópulos, la tapa de Playboy Argentina en enero de 2008; ella misma), al rescatarla de una tormenta en la montaña, en Bariloche, cuando se encontraba sacando fotografías para una revista financiada por su padre. Mientras tanto, su marido, dejaba morir a Carla Bustamante (María Carambula), la mujer de Bautista, luego de provocar un accidente automovilístico en la ruta. Al volver del sur, Amaya descubre que ha muerto su amigo Mateo Ferro (Guillermo Pfening); o más bien, que lo han asesinado. Rápidamente descubre que Alejandra Ferro (Silvia Kutica), la madre de Mateo, fue internada en un psiquiátrico porque ha sido víctima de una trampa tendida por una red de trata (fue acusada de homicidio múltiple, pues era la cocinera a cargo de una cena en donde murieron centenares de personas, todos familiares de secuestrados por la red). Nadie, salvo Bautista, creía en Alejandra (En La loca y el relato del crimen, un cuento magistral de Piglia que trabajamos en el Bachillerato, es Angélica Inés Echevarne, “Anahí” -la loca- la única que dice la verdad).

Astor Monserrat (Jorge Marrale), el padre de Ana, es un empresario “del campo” y será el “malo” de esta historia. Rodeado de dos fieles “culatas”, su yerno Nicolás Duarte (Juan Gil Navarro) y Dante Mansilla (Adrián Navarro, a quien seguramente otorgarán un premio por su excelente actuación), y su actual esposa, Nacha (Virginia Innoccenti), Astor enredará y desenredará los hilos de cada episodio. Nicolás y Dante eran niños de la calle; Nacha, una esclava sexual. En fin, una familia muy particular.

Fabio Pontevedra (Carlos Portaluppi), amigo de Bautista (también egresado de la UBA), es un fiscal que en el camino de la investigación dejará de serlo (momento en el cual Astor le ofrece un “fangote” de guita para laburar con él, presentándole un dilema ético: “si fue la comunidad quien pagó mis estudios, es con ésta con quien tengo un compromiso”, dice a su madre, luego de rechazar “la oferta de su vida” y continuar sus investigaciones en el “caso Miguez”).

Es Sofía Elliot quien interpreta a Juliana Miguez, una joven de Río Manso –un pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires- quien vive junto a su novio Rodrigo (Lucas Escariz). Un día, cuando ella va al hospital a realizarse unos estudios, es secuestrada e introducida por la fuerza dentro de una red de prostitución. A partir de allí, su madre Rosario (Soledad Silveyra) y su padre Juan (Patricio Contreras), comenzarán su búsqueda, que rápidamente va a devenir en una lucha contra las redes de trata, detrás de las cuales operan los hilos de Monserrat. Lucha que se cobrará la vida de Juan entre sus primeras víctimas.

Otros actores y actrices. Gregorio (Gogó Andreu) y Manuel (Arturo Bonín), abuelo y padre de Bautista. Fabio Di Tomaso y Brenda Gandini, como sus hermanos Octavio y Agustina, quienes también serán víctimas de la red. Ella es secuestrada y violada por los tratantes. Él, psicólogo (que comienza a atender en la fundación creada por Rosario para contener a las chicas recuperadas de los tugurios que van siendo allanados), pierde a su mujer Inés (Romina Ricci), quien será asesinada por la red; Emma, su hija adoptiva (Ailén Guerrero), será clave para que su padre recomience más tarde su vida junto a otra mujer, Daniela Durán (Eleonora Wexler), una ex esclava que al principio sospechan que puede ser madre de la niña.

Hay otros personajes que juegan un rol importante en los distintos momentos de la tira. Uno de ellos es Andrea (Magela Zanotta), amiga de Ana, también comprometida en la causa, quien al principio insinuó un romance con Patricio Sabatini (Ludovico Di Santo), "Pato", el sobrino de Nacha, quien se mete en el negocio sin saber bien de qué se trata y luego “desaparece” de escena cuando su tía lo manda lejos, para que no corra peligro (los tibios, ya se sabe, son siempre el primer blanco de sus propios camaradas: en este caso, Dante lo manda de viaje… a otro mundo). Otros son la Fiscal Marcela Urquiza (Mirta Wons) muerta mientras investigaba a fondo. Amanda (Mabel Manzotti), la madre de Fabio. Joaquín (Matías Baroffio), el hijo de Ana. Belén (Julieta Vallina), amiga de Juliana, estudiante de derecho, que funciona como la mano derecha de Rosario y es clave en el armado de la Fundación. Más tarde, cuando todo se complica mucho más, Bautista ampliará su grupo: un culata, el ex policía Cigliotti, “El tano” (Daniel Peyran) y Norman (Nicolás Mateo), un genio en logística y comunicaciones.

De la mitad de la novela en adelante los personajes se multiplican, a la vez que algunos van saliendo de escena. Pascale (Jorge D'Elía), será el fiscal que suplante a la asesinada Urquiza; Martín (Esteban Meloni), su secretario, quien comenzará un paulatino romance con Agustina, la hermana de Bautista. Búho (Carlos Kaspar) y Coyote (Mihalik), “Los hermanos Unquillo”, quienes “guardan” a Astor cuando todos lo creen muerto. Policías, comisarios, abogados, jueces, chicas recuperadas, tratantes, periodistas, médicos, culatas… en fin, no tiene sentido nombrar a todos y cada uno de los actores que aparecieron al aire porque se nos haría un choclo extenso y nos perderíamos en la telaraña de personajes. Sólo mencionaremos, para finalizar este apartado, dos personajes centrales, a pesar de que no aparecen hasta el final.

Claudio Kurtz, el jefe de la red, y “El oreja”, un secreto informante de Fabio, fundamental para que avance la investigación del caso. Estos son dos personajes que funcionan durante toda la historia de manera enigmática. Por momentos se sospecha que Kurtz es Astor. Luego que es su ex mujer, Elena (Marita Ballesteros), que aparece cuando a Monserrat se le comienza a hundir el barco. Finalmente, la confusión es tal que cualquier hipótesis parece alejada de la realidad de la ficción. La sorpresa se da al final, cuando Kurtz regresa al país y aparece interpretado por Guillermo Francella. El otro personaje enigmático, decíamos, es El Oreja. Recién en el último episodio, cuando han transcurrido 8 meses del final de la historia, acude a saludar a Fabio, que se casa con Alejandra: y develamos quién es el Oreja de la mano del Jorge Lanata.

Las dos historias. Desde el principio hubo dos historias mezcladas. Una de fondo y una superficial, pero entrelazadas. Al principio, la historia de amor entre Bautista y Ana y la historia secreta de cada uno (ella y su familia; él y su amigo Mateo). Cabe destacar que al principio lo secreto no era sólo en relación al otro, sino que ni siquiera ellos mismos sabían lo que acontecía de fondo (hasta que cada uno avanza con sus indagaciones: Bautista descubre que a Mateo lo mataron porque se acercó a los motivos de la internación de su madre; Ana revela que las sospechas sobre sus familiares como tratantes son ciertas). Luego las dos historias, la superficial y la secreta, serán: por un lado, la de las parejas que se van constituyendo a través de la trama(Bautista con Ana, pero también Fabio y Alejandra; Andrea y Pato; Agustina y Martín; Octavio y Daniela; Nicolás y Juliana; Astor y su empleada) como historia de superficie; y por el otro, las movilizaciones para difundir el “caso Miguez”; la investigación judicial sobre la red; el proceso que va del cerco al aniquilamiento, como construcción narrativa de fondo, contada enigmáticamente.

Como decíamos al principio, las dos historias se entrecruzan. Ambas pasaron por distintos momentos. La historia A –de constitución de las parejas (de amores y desencuentros)- y la historia B –el desmembramiento de la red de trata- tuvieron muchos puntos de contacto.

Los muertos y resucitados. Las alianzas y traiciones. Astor se acercó a Rosario para “colaborar” con la causa. Acusó a su yerno de llevar adelante actividades ilícitas bajo la pantalla de sus negocios legales como empresario del campo. Fue descubierto. Murió y fue enterrado. Resucitó. Estuvo clandestino y volvió a tomar las amarras del asunto. Se transformó en botín de guerra de las facciones que se disputaban la conducción local de la red, de la justicia, del grupo de Amaya. Acorralado, abandonado por la cúpula de la red en el exterior, traicionado por sus allegados, sin tener a donde ir, ni en quien confiar, retorna con Nacha y juntos realizan un arreglo con el fiscal: están dispuestos a entregar a Kurtz. En el “operativo traición”, Astor intenta una última maniobra: secuestra al hijo y la nuera de Kurtz. Exige un rescate; involucra en el secuestro a Dante. Pretende hacer caer a la cúpula, vengarse de sus antiguos camaradas y marcharse junto a Nacha al exterior, con todo el dinero. Pero las cosas salen mal: Nacha alerta a Dante, para que abandone el lugar; Kurtz no lo deja salir de donde se encuentran reunidos. Cuando está a punto de ser ejecutado cae Pascale. Detienen a Kurtz y sacan a Monserrat del país. Nacha, que iba a irse con él, vuelve sola a su pueblo natal. Cuando Astor baja de su avión, se da cuenta que ha caído en una trampa: Dante aprieta un botón y lo hace volar por los aires. Dante se va, no sabemos donde.

También Bautista murió y resucitó. Primero cayó bajo las balas de Astor. Pareció fallecer, pero no. Luego, en el último capítulo, cae de varios metros de altura, empujado por Nicolás. Pero no, no cae. El que cae es el otro. Que tampoco muere ahí. Revive para dispararle. Otra vez la muerte de Bautista. Pero no. Al final, 8 meses después, aparece en el casamiento de Fabio. Tiene otro nombre y, junto a Ana –que tampoco conserva el suyo- se marcha al exterior. Final feliz. Los malos de los malos pierden (Kurtz encerrado, Astor y Nicolás muertos), los malos no tan malos recomienzan su vida (Dante, Nacha, cada uno por su lado) y los buenos comparten su vida junto a personas amadas. Así, todo se revela y aclara con el final, como dijo Piglia. Aunque él nunca aclaró si ese final estaría a la altura de la historia. O las historias. Tal vez el final filmado sea más difícil que el escrito. Hay cuentos con finales magistrales. Como en La loca y el relato del crimen. Como en Una guitarra de diamantes, de Truman Capote, sólo por nombrar dos casos. Aquí… bueno, todos fueron felices y comieron perdices. Que cada uno, que cada una, indague para sí.

Ficción y realidad. Ricardo Piglia –ya no en Formas Breves, sino en otro libro, Crítica y ficción- plantea dos cuestiones fundamentales en relación a este tema. Uno: que la realidad está tejida de ficciones. Dos: que la ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a la ideología, a los modelos convencionales de realidad. En este sentido, debemos destacar que la telenovela comenzó y finalizó haciendo un juego, un entrecruzamiento muy claro entre ficción y realidad. Luego del primer capítulo, Soledad Silveyra condujo un programa, del tipo “periodismo de investigación”, tratando el “caso Verón”. Marita Verón, recordamos, es una joven de 23 años (con una hija de tres), que desde el 3 de abril de 2002 permanece desaparecida. Se sabe que fue vendida a un burdel de La Rioja y que pasó por múltiples lugares luego de que su madre, Susana Trimarco, comenzara a mover cielo y tierra en su búsqueda. Por otra parte, anoche, Susana estuvo presente en el escenario de cierre de la tira que TELEFÉ organizó en el Teatro Opera. Varios actores (sobre todo Silveyra y Marrale) remarcaron la importancia de su presencia allí, y del rol que la telenovela pudo jugar en tanto “difusora” de la problemática de la trata de personas.

Recordemos que Vidas robadas se estructura en una clara referencia a este caso. Como en un juego de espejos (decimos “juego”, porque a veces el arte “refleja” la realidad, pero en otras oportunidades, como alguna vez Kafka señaló en sus Diarios, el arte funciona “como un reloj que se adelanta”), la telenovela incorporó a la ficción actual una temática hasta ahora excluida del ámbito televisivo, y también, aportó a instalar en la sociedad una problemática hasta ahora comentada sólo en voz baja. Una problemática que, con escraches como los realizados por la Cooperativa La Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos en Buenos Aires, comienzan a tener un eco en los medios masivos. Esos que suelen mostrarse solidarios, sacando un paraguas para compartir, cuando ya se torna evidente que las gotas no son de lluvia, sino del meo que cada día nos intentan hacer pasar por agua. En ese sentido, cabe traer un poco ante nosotros las reflexiones que Benjamin desarrolló en La obra de arte…, cuando ve que la fotografía, el cine (¿la TV diríamos hoy?) democratizan los vínculos entre el arte y las masas populares, reparando, a su vez, en los límites de este vínculo, mientras los medios de producción del arte sigan en manos de la clase propietaria de los demás medios de producción. Tal vez, la apuesta sea por rescatar el poder que la ficción televisiva tiene en instalar temas en la sociedad. Y ver que se hace: antes, durante y luego. Tarea que ya no corresponde a los multimedios, sino a los movimientos y organizaciones que pugnan por un cambio. Como la campaña organizada por mujeres de movimientos sociales en Santa Fe. O las comisiones del Encuentro Nacional de Mujeres que incorporan el problema de las redes de trata a sus agendas de discusión. Y de lucha.




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