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lunes, 19 de julio de 2010
NOTAS BREVES E INCOVENIENTE SOBRE LA LEY MATRIMONIAL
Hoy somos todos putos y tortilleras
Por Mariano Pacheco -“Y que querés, si son todos putos y tortilleras. ¿Qué querés que pidan?”. “Yo soy heterosexual, pero tengo una amiga lesbiana y un familiar gay”. Frases como estas nos pueden provocar repulsión, sí, pero son muchas de las voces que han circulado en estos días. Por un lado, hemos escuchado a quienes entienden que la batalla por la aprobación de la ley de matrimonio igualitario es una lucha de quienes obtendrían el beneficio directo de aprobarse la ley, y que hoy no tienen acceso a ese derecho (también se dejan de lado en estas líneas toda la farsa de plantear el conformismo de la unión civil, una suerte de matrimonio devaluado para raros). Por el otro, hemos escuchado a quienes creen que ser progres es mostrar que no se oponen, pero aclarando rápidamente que ellos no son de esa especie.
“...La parte masculina de un hombre puede comunicar con la parte femenina de una mujer, pero también con la parte masculina de una mujer, o incluso con la parte masculina de otro hombre... Estadística o molarmente somos heterosexuales, pero personalmente homosexuales, sin saberlo o sabiéndolo, y por último somos trans-sexuados elemental o molecularmente”.
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Anti-Edipo, capitalismo y esquizofrenia
“Y que querés, si son todos putos y tortilleras. ¿Qué querés que pidan?”. “Yo soy heterosexual, pero tengo una amiga lesbiana y un familiar gay”. Frases como estas nos pueden provocar repulsión, sí, pero son muchas de las voces que han circulado en estos días (en el mejor de los casos. Descartamos aquí todo el arrolladero de frases cavernícolas). Por un lado, hemos escuchado a quienes entienden que la batalla por la aprobación de la ley de matrimonio igualitario es una lucha de quienes obtendrían el beneficio directo de aprobarse la ley, y que hoy no tienen acceso a ese derecho (también se dejan de lado en estas líneas toda la farsa de plantear el conformismo de la unión civil, una suerte de matrimonio devaluado para raros). Por el otro, hemos escuchado a quienes creen que ser progres es mostrar que no se oponen, pero aclarando rápidamente que ellos no son de esa especie. De allí que crea necesario que esta lucha sea asumida por todos y cada uno (“todas y cada una”), de los que bregamos por un mundo distinto. O, si prefieren un lenguaje más “comprometido”, por quienes aspiramos, luchamos por revolucionar la sociedad actual (Sí: la del capital).
Claro, se puede objetar que cómo es que sectores que antagonizan contra el Estado y sus lógicas peleen porque se les reconozca derechos al interior de esa institucionalidad. Pero esa no es la discusión ahora. Por eso, tan sólo decir que exigir que se cumplan y se amplíen los derechos en el marco de las democracias controladas no implica necesariamente dejar de luchar por subvertir ese tipo de democracia.
Quisiera rescatar –metiéndonos ya en tema- algunas imágenes a partir de las cuales poder enlazar el triunfo democrático de la aprobación de la ley, con algunas batallas más imperceptibles que se han venido dando en los últimos años, no necesariamente desde la reivindicación específica. Dos de ellas fueron protagonizadas en el ya histórico Puente Pueyrredón, luego de los agitados y convulsionados días de diciembre de 2001 (qué tendrá que ver la aprobación de esta ley con el 2001 sería algo interesante para discutir. Digo, para quienes ven en aquellos días sólo el fantasma de “la crisis”, entendida esta como la peor peste que puede aquejar a una sociedad, desconociendo el carácter productivamente político de las crisis).
Una de las imágenes pertenece a un hermoso relato de Omar Cabezas, titulado La montaña es algo más que una inmensa estepa verde. Allí, en la marcha de la guerrilla, Tello -uno de los jefes del Frente Sandinista de Liberación Nacional- se enfrenta a la tropa de insurgentes amotinada que dice no poder cargar una cantidad determinada de alimentos. Tienen hambre, frío y cansancio. Tello enfurece y les dice: “Son unas mujercitas… son unos maricas…”.
Otra imagen se refiere a una tarde de 1974, cuando “los muchachos” inventaron el cantito (muy ingenioso, por cierto), que dice así: “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de las FAR y Montoneros”, en clara respuesta a los dichos de José López Rega (ministro de Bienestar Social del gobierno de Isabel Perón; jefe de la tenebrosa organización para-militar autodenominada Alianza Anticomuinista Argentina, la Triple A). Palabras con las que “El brujo” acusó a los militantes de las organizaciones armadas: “Son todos homosexuales y drogadictos”, dijo. Por supuesto, los activistas del Frente de Homosexuales por la Liberación Nacional, allí presentes, no se sintieron muy cómodos con la respuesta (está claro: se puede pensar al cantito en otra clave, una similar a cómo la plantearon quienes tomaron lo de “cabecitas negras” y en vez de ofenderse lo resignificaron. De todos modos, me quedan dudas de que esa haya sido la intención de la consigna).
Dos ejemplos. Dos recortes que dan cuenta de las dificultades que hubo en otros momentos históricos de asumir la lucha molecular, de combatir los microfascismos de manera más cotidiana. La consigna del hombre nuevo (el revolucionario como un macho combativo), no hace más que reforzar un estereotipo ridículo de lo que –se supone- se debe ser para intentar cambiar la sociedad.
Ahora, más actual, quisiera rescatar otras dos imágenes.
Una, la de un compañero (o compañera), travesti, de Florencia Varela, quien solía bailar en los cortes sobre el Puente Pueyrredón, ante el cordón de seguridad de los “piqueteros” de la Coordinadora Aníbal Verón. Allí, ante los neumáticos encendidos, pero también frente al dispositivo policial, “Argentina” –como todos la conocíamos, porque en su danzar llevaba siempre una bandera de nuestro país como superman llevaba su capa–aportaba a la lucha por mejorar las condiciones ya no de vida, sino de subsistencia, un granito de arena a la lucha por el reconocimiento de la diversidad sexual.
Otra imagen: la de las compañeras que –también en Puente Pueyrredón- comenzaron a organizar la primera Asambleas de Mujeres Desocupadas, una tarde de primavera en el año 2003. Asamblea que sirvió para que luego convocaran al Primer Encuentro de Mujeres Desocupadas, a realizarse en el Predio Recuperado Roca Negra, en Montechingolo, distrito de Lanús. Las caras que algunos varones-militantes pusieron al ver desplegarse la bandera fue increíble. Como increíble fue escuchar a muchos luchadores populares pronunciar frases como la que sigue: “¿Se van a juntar para hablar de tapers?”. Lo que muchos no vieron es que allí comenzaba a gestarse ese feminismo reflexivo, abierto, formativo y participativo; feminismo combativo, activo, en las calles y por el cambio social”, como lo definieron luego las organizadoras de esa primera asamblea y de ese primer encuentro.
Hoy, a casi una década de la insurrección del 2001, cabe preguntarse: ¿Podríamos pensar hoy en festejar la aprobación de la ley, si no se hubiesen librado tantas batallas, desde hace tantos años? Seguramente no. No es posible pensar en este avance sin el aporte consecuente de quienes comenzaron a organizar los Encuentros Nacionales de Mujeres, por citar sólo el ejemplo más contundente, más masivo y visible.
Hace un tiempito nomás, producto un poco de ese largo trajinar, surgió el Colectivo de Varones Antipatriarcales. Una novedosa iniciativa, si tenemos en cuenta que el patriarcado no sólo asigna roles determinados a la mujeres, sino que nos impone también a los varones ese modelo: qué gustos debemos tener, qué cosas podemos o no sentir, hacer, pensar. Porque el patriarcado afecta, conspira contra las construcciones que pretenden fomentar la autonomía, la democracia de base y la participación popular. Choca porque esas prácticas van a contramano del autoritarismo y las lógicas jerárquicas.
En fin: no quisiera terminar estas breves líneas, escritas a los apurones, con el deseo de intentar compartir la alegría por la ley sancionada anoche, sin rescatar unas palabras del Manifiesto de Las Lilith-feministas inconvenientes: “Nos reconocemos en las corrientes que viven, sienten y crean un feminismo latinoamericano, mestizo, desobediente, insumiso; autónomo, diverso, alegre, provocador, desafiante; creativo...: un feminismo inconveniente, que se propone como parte y aporte a una cultura emancipatoria, que rechaza tanto la normatividad heterosexual como el esencialismo biologicista. Un feminismo rebelde, nacido de los cuerpos históricamente estigmatizados, invisibilizados y/o ilegalizados, por un sistema basado en el disciplinamiento, el control, la domesticación, y el orden que garantiza su propia continuidad y reproducción / Participamos de los movimientos populares que desafían ese orden impuesto… / Muchas de nuestras agrupaciones nacieron en las convulsiones de la crisis y de las rebeldías del año 2001. Fuimos parte del estallido popular que puso límites a una manera depredadora de ejercicio del poder…”.
Somos nosotros, se pintaba luego del 19/20 de diciembre de 2001. Así es. Mujeres y hombres nuevos: eso queremos gestar. Así decimos hoy. Hemos dado un paso. La gramática impone muchas veces ciertas dificultades. Habrá que continuar creando. La incorporación del femenino al lenguaje político (aun del revolucionario), ha sido un paso importante. Habrá que ver como seguimos. Seguro que intentando romper los binarismos. Por eso, hoy, más allá de las opciones sexuales de cada quien, tenemos que decir que es una posición política asumir la bandera homosexual. Hoy, que duda cabe, somos todos gays, heterosexuales, lesbianas, transexuales... Hoy: todos somos putos y tortilleras.
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