La “zurda loca” que lucha por otro país
POR: Mariano Pacheco para Prensa De Frente
M-D-M: La fórmula (mercancía-dinero-mercancía) a través de la cual Karl Marx se propuso explicar el funcionamiento del sistema capitalista, en el primer tomo de su clásico El capital, uno de los libros más brillantes –dicho sea de paso– creados a lo largo de la historia de la humanidad.
M-D-M: Las siglas de tres de los luchadores populares asesinados en Argentina en la última década que más han dejado marca en quienes pujamos día a día por intentar cambiar esta sociedad (por supuesto, no me olvido ni de Carlos Fuentealba, ni de los “desaparecidos de hoy”, como Luciano Arruga y Jorge Julio López, ni de tantos otros, aunque no aparezcan mencionados en estas líneas).
Es que desde que fueron asesinados, el 26 de junio de 2002 –en la denominada Masacre de Avellaneda–, Darío y Maxi han sido un ejemplo que se ha multiplicado con la incorporación de cientos de jóvenes a las agrupaciones estudiantiles de los colegios secundarios y las universidades, de los movimientos sociales en las barridas, de los colectivos culturales y comunicacionales, de resistencia contra el saqueo de los recursos naturales y la contaminación, colectivos feministas y de diversidad de géneros y tantos otros que se han mantenido a lo largo de estos años y otros tantos que han proliferado en distintos sitios del país.
El asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la patota sindical ferroviaria (el 20 de octubre de 2010, en Barracas, luego de que los obreros ferroviarios “tercerizados” del Roca protagonizaran una protesta sobre las vías, a unos cuantos metros nomás de la actual Estación Darío y Maxi, ex Avellaneda), volvió a poner en discusión un tema que cada tanto, en los últimos años, fue apareciendo en la agenda política nacional: que una nueva corriente, viene emergiendo, desde abajo, en el interior del históricamente denominado movimiento obrero organizado. Una tendencia sindical de base (o como se lo quiera denominar), que pone el foco en los legados clasistas, que promueve la participación y la democracia desde otras lógicas que las tradicionales. En fin, un sindicalismo que no subordina los intereses de la clase que vive del trabajo a intereses ajenos.
Cuentan que Mariano dio sus primeros pasos en la militancia en torno a las movilizaciones y actividades exigiendo juicio y castigo a los responsables materiales y políticos de la Masacre de Avellaneda. Meses después de la rebelión de diciembre de 2001.
Ahora, en muchas movilizaciones, podemos ver también, junto a las caras de Darío y Maximiliano, la de Mariano. Su asesinato, que movilizó la solidaridad de miles de personas, también puso sobre el tapete la discusión sobre la organización de los trabajadores y sus derechos a reclamar mejores condiciones laborales. Es decir, puso en boca de todos lo que ya todos sabíamos: que en este país, la mitad de los trabajadores están precarizados, es decir, son considerados trabajadores de segunda o de tercera (y eso se expresa no sólo en sus salarios, sino también en la mayor extensión y las peores condiciones en la jornada laboral). De allí que no sea redundante remarcar, una y otra vez, que esta lucha terminó con un gran triunfo, no sólo de los “tercerizados del Roca”, sino del movimiento obrero en general (1.500 trabajadores tercerizados pasaron a convenio). Y eso hay que subrayarlo, porque el movimiento avanza cuando hay conquistas, de las más pequeñas a las más grandes, sí, porque todas van aportando a recuperar la autoestima y valorar las herramientas gremiales. Y esto no es un dato menor, si tenemos en cuenta que la respuesta del sindicato ferroviario fue hacer paros sorpresivos manifestándose en contra del triunfo y solidarizándose con los imputados en la causa.
No voy a meterme aquí con el proceso judicial, que involucra no sólo a quienes dispararon las armas (Cristian “Harry” Favale, barrabrava de Defensa y Justicia, de 36 años, y Gabriel “Payaso” Sánchez, ex barra de Racing y guardatrén de la ex Roca, de 33), sino también al secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, quien se encuentra detenido desde febrero en el penal de Ezeiza. Causa que señala que estos tipos “sabían y querían” herir y matar “y emplearon los medios adecuados para ello”, según declaró la fiscalía ante los medios de comunicación hace algunos meses. Es decir, que actuaron con un claro “acuerdo previo”, convocados y organizados por delegados de la Unión Ferroviaria (UF) en el ataque a los trabajadores tercerizados de la ex línea Roca y los militantes de agrupaciones políticas que intentaban cortar las vías en reclamo. Las relaciones entre estos grupos y la dirección del sindicato es lo que se buscó desde un principio poner sobre la mesa, para que quienes mandaron a apretar el gatillo no quedaran impunes. Las relaciones entre estos sindicalistas con el resto de la CGT conducida por Hugo Moyano, y el proyecto de gobierno que se respalda en ellos es un tema espinoso, abierto a las más variadas interpretaciones y que queda en estas líneas abierto, para reflexión de cada quien.
Solamente quería recordar que apenas un año antes del crimen de Mariano, la CGT debió suspender un acto a Plaza de Mayo, luego de que su secretario adjunto, el metalúrgico Juan Belén, hubiera lanzado una frase digna del sindicalismo ortodoxo de los ’70. “Esa zurda loca que manejan desde afuera”, había declarado en un programa radial. Los periodistas entendieron que se refería a Elisa Carrió, pero Belén los corrigió. “No, no. A la CTA. La CTA es la Cuarta Internacional”, enmendó el número dos de la UOM. (Página/12, viernes, 13 de noviembre de 2009).
Así piensan estos tipos, los que mataron a Mariano. Los que dirigen gran parte de nuestros sindicatos. Pensamientos y dichos que llevaron a que sectores del propio kirchnerismo salieran a marcar sus distancias. Un caso que recuerdo ahora es el de Horacio González, uno de los referentes de la oficialista Carta Abierta, actual director de la Biblioteca Nacional, además de sociólogo y ensayista, quien (a diferencia de las canalladas escritas por supuestos progres como José Pablo Feimann), escribió en un artículo titulado “Autoretrato de un matón” (Página/12, martes 16 de noviembre): “¡Qué palabras! Las había escuchado antes, pero ahora se las decían con ganas [se refiere a frases como “son troskos”, “bichitos colorados”]. Había urgencia y sentido. Cómo refulgen esos dichos. Troskos. Bien pronunciados, como la pronuncian los muchachos, como en un exorcizo o un ritual de inmolación, ¿cómo va a ser un problema encajarles un estocada, un cohetazo? Bichitos colorados... hasta es tierna esta expresión, pero sabemos lo que quiere decir... Los que hablan son nuestros sabios del estruje y el aporreo; el pibe del tattoo, el delegado que hace reír cada vez que dice zurdaje, y lo dice cada dos por tres”.
Uno de esos bichitos colorados, troskos, fue Mariano.
Decía líneas arriba que Ferreyra había dado sus primeros pasos en la militancia alrededor de las luchas por justicia en el caso Kosteki y Santillán, meses después de la insurrección del 19/20 de diciembre de 2001. Podemos pensar entonces que Mariano es uno más de esos hijos de aquella pueblada, de la que Darío Santillán, por ejemplo, fue un protagonista activo –junto a miles–, tirando piedras, enfrentando a la represión. Esa generación de jóvenes que se viene politizando hace ya una década (o más). Que vio a los sin trabajo salir a cortar las rutas para exigir que se los tenga en cuenta en un país que parecía mirar para otro lado. Que vio a los sectores medios fastidiarse con las medidas autoritarias y represivas y salió a las calles a decir Basta (y que luego se organizó en asambleas, al igual que los “piqueteros”, y comenzó a ocupar lugares para poner a funcionar bajo una dinámica comunitaria). Que vio a los hij@s surgir del dolor, para llenar de alegría y de colores la continuidad de la pelea emprendida tiempo atrás por las Madres y las Abuelas. Que vio a las mujeres feministas no aflojar, y realizar sus encuentros nacionales cada año. Que vio surgir colectivos de arte que comenzaron a repolitizar nuevamente su producción, vinculándola con los sectores en lucha. Que vio como ante tanta mentira de los medios empresariales de comunicación, periodistas, estudiantes y simples mortales curiosos y con ganas de crear algo nuevo, se nuclearon para generar herramientas de contrainformación (boletines, folletos, revistas, diarios, radios, páginas web, videos documentales). Que vio a los estudiantes secundarios (en varias oportunidades durante los últimos años) tomar los colegios para defender y transformar la educación pública. Que vio a los estudiantes universitarios de universidades como la de La Plata, Patagonia, Rosario y de Buenos Aires, arrancarle los gremios (los centros de estudiantes y las federaciones) a la Franja Morada. En fin, que vio resurgir las primeras luchas y procesos de organización antiburocráticos al interior del movimiento obrero organizado, pero que vio también que casi la mitad de los trabajadores se encuentran en situaciones deplorables, sobreexplotados y sin representación gremial. Y allí estuvo Mariano, aportando a la organización de esos sectores “precarizados” –como Darío y Maxi estuvieron en su momento aportando a la organización de los sin trabajo–, intentando que salieran de esa subcategoría en donde las empresas (con complicidad o aval de las burocracias sindicales y los funcionarios de gobierno en distintas escalas), los han colocado. Por supuesto, a esos muchachos tan poco amigos (de sindicatos tan poco amigos) para quienes “la zurda loca” es un mal a erradicar, dieron su estocada aleccionadora.
Hace un tiempo, el poeta argentino Eugenio Mandrini (“Testa adorada”, en Conejos en la nieve) escribía: “Nadie conoce a los locos como yo/ Por ejemplo: si un loco corre delante de una mariposa es/ porque le está abriendo paso/ ante la proximidad de una tormenta/ si un loco mueve los dedos en el aire como si/ le ardiesen las uñas, es porque/ le está tejiendo un nuevo día... Suele decirse que de noche los locos gritan,/ cuando lo cierto es que cantan...”.
Hace un tiempo ya que Mariano fue arrebatado de esta vida. Pero como el mismo habrá dicho alguna vez en relación a Kosteki y Santillán, y como hoy decimos nosotros de él, y de Darío y de Maxi: el único camino posible, si queremos rendirles homenaje, es multiplicar su ejemplo… y continuar su lucha.
muy bueno, cumpa. lo que sí, me queda una pregunta ante esta frase, que retumba:
ResponderEliminar"Las relaciones entre estos sindicalistas con el resto de la CGT conducida por Hugo Moyano, y el proyecto de gobierno que se respalda en ellos es un tema espinoso, abierto a las más variadas interpretaciones y que queda en estas líneas abierto, para reflexión de cada quien."
Me/te pregunto: ¿son tan variadas las interpretaciones? ¿es posible, es debido, dejarla abierta? Yo creo que no, porque ahí está la cisura entre mi/nuestra generación y la que viene después, la creada desde arriba, desde el Estado, desde los aparatos ideológicos funcionales al kirchnerismo. Vos lo escribís: nuestra generación dijo BASTA; la juventud K es la de la realpolitik: cuántas veces habrás escuchado. 'y bueno, para construir, tenés que embarrarte... si tenés mierda, construís con lo que tenés' y tantas otras.
Para mí sí que hay que zanjar la discusión, porque esos grises son los que permiten que entre tanta progresía, se acepte como 'daño colateral' del "modelo", la muerte de luchadores como Mariano.
Fue pregunta, sí, pero quería darte mi respuesta.
un abrazo,
jujeño, el exiliado.