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domingo, 24 de julio de 2011

Texto publicado en el diario Sur capitalino, julio de 2011

Un fantasma conmueve a los vecinos de La Boca y de Barracas



En Milonga de Albornoz, un hermoso poema musicalizado por el tanguero Juan Tata Cedrón, Jorge Luis Borges escribió: “El tiempo es olvido, y es memoria”. Como en Las ciudades invisibles narradas por el escritor italiano ítalo Calvino, también aquí, en el sur de la ciudad de Buenos Aires, hay sitios en los cuales lo subterráneo de nuestra historia se superpone con los nuevos aportes arquitectónicos y otros atractivos turísticos. En muchos casos, la memoria de lo que fue, retornando insistentemente para no ser ayer y continuar siendo presente.
El fantasma del tango es uno de esos elementos que se resisten a ser pasado y hoy conmueve a los vecinos de La Boca y de Barracas. Es que el tango no ha dejado nunca de ser bailado, y cantado y tocado por aquí y por allá, en todas partes de la ciudad, y seguramente por eso tantos turistas llegan para aprenderlo y tantos argentinos van a convidarlo en tantos lugares del mundo.  
El tango, que ha sido reconocido como patrimonio de la humanidad y sostén de la identidad argentina (y en particular de la Ciudad de Buenos Aires), ahora busca fortalecer sus vínculos con el pasado, a partir de un proyecto de ley elaborado por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, a través del cual se pretende lograr que el espacio delimitado por las calles Av. Pedro de Mendoza, Vieytes, Luján, Sta. María del Buen Ayre, California, Santa Magdalena, Australia, Pinedo, Carrillo, Paracas, Ituzaingo, Uspallata, Av. Martín García, Irala, Villafañe y Caboto, sea declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad. Lo que se busca con la aprobación de esta ley –que ya ha sido presentada en la Legislatura porteña– es que se garanticen los medios necesarios para la investigación, restauración, conservación y puesta en valor de los bienes arqueológicos vinculados al tango en esa zona, ya que la arqueología –dicen los promotores del proyecto– es de las únicas disciplinas que pueden responder a cuestiones relativas al origen y a las condiciones del surgimiento del tango en el espacio portuario de la ciudad.
De allí que los arqueólogos involucrados en esta iniciativa –que ya han realizado trabajos de este tipo en la ciudad– busquen, mediante la aplicación de diferentes técnicas, aportar a la reconstrucción de la historia del tango. Para ello, tomarán como punto de partida distintos sitio: casas, cafetines, almacenes, burdeles, etcétera, a partir de los cuales poder reconstruir marcas coreográficas del tango, diversos aspectos de la vida en los conventillos, del trabajo, de la comida y de las elecciones de consumo de la época, entre otros elementos.
Y si bien estos lugares, tanto en La Boca como en Barracas, son diversos y sus grados de conservación variados (algunos, por ejemplo, entremezclados o recubiertos con arreglos posteriores), muchos de ellos –sostienen los arqueólogos–, aún conservan marcas, sea en forma de rellenos de pozos o terraplenes, o bien por divisiones arquitectónicas, distribución, densidad y diversidad de artefactos.
Si bien las apelaciones a la tradición suelen tener un carácter nostálgico, en muchos casos, cuando no reaccionario (si es que plantean que todo pasado fue mejor que el presente), en este caso, la reivindicación de la memoria tiene que ver con una proyección a futuro, con un intento por evitar que se pierdan datos centrales de nuestra identidad, tanto nuestra como de las futuras generaciones.
En este sentido, este proyecto es de vital importancia para la preservación de la memoria, ya que los recursos arqueológicos del tango (como en tantos otros casos) no son renovables. De allí que su destrucción pueda causar daños irreparables. Y el tango, qué duda cabe, ha sido y es uno de los referentes centrales a la hora de comprender la forma de vida de los porteños, y por lo tanto, es un elemento insoslayable en la construcción de identidad de la ciudad. Por algo, en uno de sus poemas, Homero Manzi escribió: “Si ya sabés que la ausencia mata”. “En un corralón de Barracas”, el poema inédito de Manzi musicalizado por Cedrón en los últimos años, habla de un carretero y un caballo frisón (por el pueblo holandés llamado Frisia), que usaban para transportar la arena y los adoquines que hacían prosperar a la ciudad, durante las primeras dos décadas del siglo XX. Corralón de Barracas, símbolo del sur de Buenos Aires… ojalá que sea encontrado ahora por los arqueólogos que llevan adelante este proyecto.



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