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jueves, 7 de agosto de 2014

Peronismo y literatura nacional

La narrativa de Juan Diego Incardona
Primera entrega de la serie mensual *

 Por Mariano Pacheco. 
Nota publicada en Marcha (6 e agosto de 2014)


Los relatos de Villa Celina y El campito parten de un trabajo donde el presente del narrador (nuestro pasado más inmediato) se combina con saltos temporales hacia el “peronismo clásico”.
La mayoría de los cuentos reunidos en los dos libros mencionados están situados, tanto espacial, como temporalmente, en una zona y un momento determinados: el oeste del conurbano bonaerense, en un presente que podría fecharse en el período que va desde la crisis hiperinflacionaria que devino en la renuncia anticipada del presidente radical Raúl Alfonsín, hasta la crisis hegemónica que culminó con la gestión de la Alianza, a cuyo frente se encontraba el también presidente radical Fernando De la Rúa, quien dejó a sus espaldas a más de 30 manifestantes asesinados tras la represión desatada por la policía luego de que se decretara el Estado de Sitio en diciembre de 2001.
En ese presente neoliberal en el que están situados estos relatos, crece y protagoniza sus historias barriales el niño-adolescente-joven Juan Diego, personaje central de la narrativa de Incardona.
Nacido en Villa Celina en 1971, hijo de un tornero italiano y una maestra argentina, el autor se crió en el barrio en el que nació, y allí realizó sus estudios primarios. Luego cursó el secundario en un colegio industrial, del cual egresó como técnico mecánico, poco tiempo antes de que esos establecimientos dejaran de existir tras las transformaciones implantadas por el presidente justicialista Carlos Saúl Menem. Si bien fugaz, su paso por la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante los primeros años del nuevo milenio no pasó inadvertida, ya que con otros estudiantes de “Puán” (así se nombra a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, situada sobre esa calle del barrio porteño de Caballito), Incardona fundó El interpretador, en 2004, la revista digital de literatura y crítica que marcó la búsqueda estético-política de centenares de jóvenes durante los cinco años en los que se llevó adelante este proyecto.
Después, durante unos cuantos años, Juan Diego se hizo cargo de la coordinación del “área de letras” del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECUNHI), un lugar cedido a la Fundación Madres de Plaza de Mayo liderada por Hebe de Bonafini en el ex Centro Clandestino de detención que funcionó en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983), y que fue transformado en Museo de la Memoria en 2004, bajo la gestión del presidente Néstor Kirchner.
Si bien por edad Incardona pertenece a la generación de escritores que comparten franja etaria con los HIJOS (Hijas e Hijos por la Identidad y la Justicia, Contra el Olvido y el Silencio), sus relatos no están centrados en los siete años que duró el Proceso de Reorganización Nacional, época en la que la mayoría de ellos nacieron y fueron niños. Tampoco en los años inmediatamente anteriores -proceso de auge de las luchas populares que se inicia con El Cordobazo en 1969, y se clausura con el inicio del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976-, sino que se sitúan en ese período de la historia reciente tan poco visitado por la literatura, la crítica cultural y la historiografía contemporánea.
Es que cuando los escritores contemporáneos a Incardona abordan aspectos políticos desde su narrativa (una verdadera “excepción generacional”), en casi todos los casos lo hacen –de todos modos– desde un modelo familiarista, es decir, basándose en su experiencia familiar. Y hablan entonces, por lo general, de la última dictadura, o a lo sumo de sus años previos. Juan Diego, en cambio, realiza otra operación mucho más interesante: no escribe sobre el “Aramburazo”, ni sobre la represión a los militantes de los '70, ni nada de eso. Desplaza su infancia una década, y se mete con los años en que el país se inscribió sin una oposición abierta al Nuevo Orden Mundial y, acompañando los aires de época, la sociedad argentina asumió como enterrada la experiencia revolucionaria de las décadas anteriores y se resignó a vivir en los marcos de la “democracia de la derrota”.

(*) Extracto de un texto que integra la serie El hecho maldito. Ensayos sobre literatura y peronismo, libro en preparación que Marcha irá adelantando en entregas mensuales. 

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