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jueves, 31 de diciembre de 2015

Córdoba: pretenden desalojar Acampe contra Monsanto

AHORA (viernes 31 de diciembre de 2015, 14 horas)
  
Según comentó a este cronista un vocero del Acampe, en estos momentos el Juez de Control N°4 Roberto Cornejo está evaluando la situación. Ya se cumplieron las 24 horas que otorgaba la Orden Judicial para desalojar el lugar. organizaciones sociales se concentran frente al predio de la multinacional para evaluar los pasos a seguir.

@PachecoenMarcha


COMUNICADO DESDE LA ASAMBLEA GENERAL 
EN EL ACAMPE BLOQUEO A MONSANTO
Desde esta asamblea en el bloqueo a Monsanto sobre la Ruta A88, KM 9,5, Malvinas Argentinas, queremos comunicarles:
Que el día 30 de diciembre recibimos una Orden Judicial firmada por el Fiscal de Instrucción Víctor Hugo Chiappero intimando que permitamos el ingreso y circulación de “personas y cosas” al predio de la empresa Monsanto. Anticipando que si no lo hacemos voluntariamente se procede al despeje de manos de la Fuerza Pública en las próximas 24 horas, venciéndose el plazo mañana las 12 del mediodía. Ante esto queremos pronunciarnos públicamente sobre esta decisión:
• Que contradice el Amparo de la Cámara 2° del Trabajo del 8 de Enero del 2014 que declara inconstitucional la ordenanza 595 del Honorable Concejo Deliberante de Malvinas Argentinas que da permiso para la instalación de Monsanto en Malvinas Argentinas.
• Que también va en contra del dictamen de la Secretaría de Ambiente que rechazó el Estudio de Impacto Ambiental
• Que según el Artículo 20 de la Ley Provincial de Convivencia Ambiental N° 10208 que ninguna empresa que se le haya rechazado el Estudio de Impacto Ambiental puede presentarlo nuevamente. POR LO TANTO, MONSANTO HACE MÁS DE UN AÑO QUE DEBERÍA HABERSE RETIRADO D EMALVINAS ARGENTINAS.
• Denunciamos la clara jugada política que implica esta orden lanzada un 30 de Diciembre en medio de la fiesta de fin de año y apunto de comenzar la feria judicial.
Esta medida, claramente, va en detrimento de la salud de lxs ciudadanxs, la autodeterminación de los pueblos y todo tipo de democracia.
Denunciamos al Gobierno Nacional, Provincial y Municipal como claros cómplices.
Nos sobran argumentos para decir que la instalación de Monsanto es ilegal pero más nos sobra el convencimiento de que esta empresa solo trae contaminación, cáncer y pobreza. Por eso, hoy, mañana y siempre decimos que ¡NO!
¡FUERA MONSANTO DE NUESTRAS TIERRAS, SÍ A LA AGROECOLOGÍA, LA AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS, LA SOBERANÍA ALIMENTARIA, EL DERECHO A LA TIERRA Y LA SALUD! ¡ARRIBA EL PEUBLO QUE ESTÁ DE PIE!
Convocamos a todxs las personas autoconvocados, organizaciones, en fin, a la sociedad en general a acudir al Bloqueo en Malvinas Argentinas. También convocamos a las organizaciones a que hagan llegar sus adhesiones.
Mañana a partir de las 6 AM estamos preparadxs y en alerta roja. Esperamos contar con la presencia de todxs.
A las 10 AM se realizará una CONFERENCIA DE PRENSA.
ESTA LUCHA LA GANAMOS ENTRE TODXS.
¡FUERA MONSANTO DE UNA VEZ POR TODAS!
Asamblea General del Acampe – Bloqueo a Monsanto
Contactos:
0351- 156837142
acampedemalvinas@gmail.com


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Cromañón, 11 años después

Cromañón: una década

Por: Colectivo Juguetes Perdidos
(diciembre de 2014)




1.  Nuestro diciembre.
Si en el año 2003 comienza la “década ganada”, un año y medio después –casi en paralelo– se inaugura –o se bifurca de la anterior– otra década.
Mucho se habló de las marcas y los efectos de 2001 en el ciclo kirchnerista; pero, incluso varios años atrás del que se vayan todos –y también alimentando la dimensión pública, callejera, violenta, política y juvenil de este acontecimiento– se empezó a elaborar otra historia que tuvo en Cromañón, sino un final, al menos un acontecimiento que la expuso en toda su desnudez (su máxima potencia y sus fracasos). Es esa historia una investigación pendiente. Y así como el kirchnerismo no se entiende sin 2001, Cromañón y sus efectos son incomprensibles sin el rock barrial y el plan colectivo que se venía incubando desde hacía una (otra) década.
Pero lo real entiende poco de cortes y de etapas; en ese diciembre del 2004 y en los meses posteriores se pliega todo, como en un agujero negro: en las primeras movilizaciones resuena el cántico Ni la bengala ni el rocanrol, a nuestros pibes los mató la corrupción; hay espontaneidad; hay estado de agite público (con mucho protagonismo de pibes); resuenan ecos del 2001 (se exige a la izquierda y al resto de los partidos y organizaciones políticas que no participen con banderas partidarias, se raja a patadas al –por esos meses inmaculado– Blumberg); hay vestigios de las luchas de las organizaciones de derechos humanos (en los padres y madres de Cromañón, de nuevo las familias se movilizan, los sobrevivientes acompañados de su entorno íntimo –que incluye muchos amigos– pero sobre todo de sus madres); y en ese torbellino Estela de Carloto defenderá al jefe de gobierno Aníbal Ibarra y el kirchnerismo se llamará a silencio...
Son días de mucho protagonismo de pibes y pibas tomando –a modo roquero– la calle, y también de una brutal criminalización mediática (se habla de guarderías en los baños del boliche, con los cuerpos aún en las morgues se impugnan formas de vida, se despoja de toda credibilidad –y de razón– a los cuerpos de las víctimas, de los sobrevivientes, de los participantes de la movida). Por otro lado, también en esos días empieza a incubarse –o a tomar cierto relieve social– el francisquismo: Bergoglio y la iglesia apadrinan a los familiares, se predisponen a participar de misas y actos públicos (tal como el Cardenal venía haciendo con los “dramas” de la ciudad precaria: talleres textiles clandestinos, trata de personas, prostitución, etc). No deja de llamar la atención, al escribir sobre esto, cómo hoy en día  muchos de todos estos actores conviven bajo el paraguas papal. Pero claro, diez años es una eternidad política.
Por todo esto es que podemos pensar a Cromañón como caja de pandora de la política argentina: como vimos, todo estaba plegado ahí (Bergoglio, el securitismo, la crisis del progresismo, la crisis del rock como plan barrial, el pibismo que queda boyando, la precariedad rebalsando la vida en la ciudad, la criminalización de las formas de vida)... y en ese pliegue se estaban cocinando ligazones que hoy se ven con mayor coherencia y capacidad de intervención sobre la vida pública (la política, la sociedad, la moral general y los estados de ánimo).

2. Cromañón y después.  
La otra década que inaugura Cromañón tuvo derivas difíciles de rastrear, más clandestinas. Aun sin dejar de hacer apariciones en la superficie mediática, pública, “Política” (los partes esporádicos: la destitución de Ibarra, las sentencias judiciales, los escraches a los músicos –y sus detenciones y liberaciones– y a Chabán –y en el último tiempo su enfermedad y fallecimiento–, el asesinato de Wanda Tadei a manos del baterista de Callejeros, etc.), hay toda una dimensión de la vida social –la de la precariedad, la de la muerte joven, la del desborde social de gran magnitud– en la que Cromañón se repliega. Del 2004 para acá,  hay todo un cúmulo de problemáticas, toda una capa de la vida en común (vida urbana, cultural, política...) que no dejó de referenciarse, de manera difusa, subterránea, dolorosa, con lo sucedido en Cromañón.
Cromañón es la expresión (y combinación) de varios elementos ilegibles a nivel estrictamente político, social (ni hablar a nivel gubernamental), elementos que la “época” no pudo metabolizar. O que recién pudo hacerlo acaso varios años después, tragedia de Once mediante, o un poco antes también con la toma del Indoamericano, dos hechos que también combinan precariedad y ciudad, racismo y política, el problema de la valorización de las vidas. Esos dos acontecimientos quizás adquieren tanta fuerza social porque llegan empujados por la inercia –no elaborada políticamente– del acontecimiento Cromañón. Porque de manera  silenciosa, Cromañón se adhirió a la piel de la ciudad, en los cuerpos, en la noche… El desborde social de los elementos y formas de vida precarias que aglutina una ciudad, quedó suelto, como suspendido, aquel 30 de Diciembre (y reapareciendo fantasmáticamente –es decir, como trauma– en Once y en Villa Soldati).
Cromañón pone en primer plano el vínculo estrecho entre precariedad y vida urbana pero con una marca plebeya y clasista inocultable. Los cuerpos que alojaba estaban en estado no-reglado socialmente (no eran laburantes yendo a sus trabajos como en la tragedia de Once, ni alumnos solidarios –como en la “tragedia de Ecos”–). Esto (que en el Indoamericano sí se retomarán como tensiones) es imperdonable para la escena política-pública-mediática, y activa una bomba de tiempo en torno a los discursos securitistas y ordenancistas de la ciudad en particular y de las formas de vida en general.
Por otro lado Cromañón continúa la extensa tradición de muerte joven en Argentina, país que sacrificó militantes, soldaditos, vagancia de todo tipo y género... Cromañón entonces es  ruptura, pero también continuidad: la tradición argentina -el factor argento desaparecedor, con su activo lado cívico-empresarial– esporádicamente requiere de sangre pibe para alimentarse.
Pero en su inagotabilidad, Cromañón también fue y es malestar generacional que intenta politizarse,  fue y es escritura colectiva, memoria mantenida contra la indiferencia, dolor común que busca destrabarse de los aturdidos cuerpitos solitarios, y también sentido de movilización para los nuevos vaguitos y vaguitas del rock (hablaremos de esto más adelante).

3. Volver a casa.
Del barrio a la ciudad. Aquel 30 de diciembre los pibes llegan de los barrios del conurbano o de los márgenes de la ciudad.
De la ciudad al barrio. La vuelta al barrio pos-cromañon se vuelve una constante. La precariedad expulsa los cuerpos de la ciudad, y las marcas de Cromañón que allí quedan (el santuario armado por familiares y amigos, la posterior apertura de la calle mitre, el proyecto de renombrar a la estación de subte de la línea H, etc.), no alcanzan para reconstruir esos nodos, esos puntos en donde aquel barrio se hacía ciudad. Las marcas no terminan tampoco en bares, boliches, locales cerrados (mayores controles nocturnos policiales).
La expulsión del barrio es obviamente la de sus formas de vida que ponía a circular (desde hacía muchos años, rock “barrial” mediante, capaz de apropiarse de la ciudad). ¿Qué otros cuerpos vuelven del barrio a la ciudad pos-Cromañón? ¿Cuándo regresan y cómo?
Hoy algunas dinámicas barriales se comen la ciudad (como cuando se activa un linchamiento o un saqueo), de alguna manera el barrio se hace ciudad en situaciones de desborde. Pero cada vez menos se mete el barrio en la ciudad para armar una nocturnidad en común, como sí sucedía cuando la fiesta rockera habitaba estadios, estaciones de trenes, bondis, esquinas.  De alguna manera, después de Cromañón se da una pérdida de esa alianza que se armaba entre pibes, ciudad y fiesta. Un escenario de toma callejera de la ciudad por bandas de pibes agitándola que llegaban del conurbano, o de los bordes de la propia ciudad porteña, fue desapareciendo. La ciudad se vuelve a obturar para el flujo de los pibes, y para el rock –en sus mutaciones actuales– queda solo el éxodo al interior.
Un interior que no es propiamente el de los recitales del Indio o el de la vuelta de los circuitos barriales para tocar, donde las bandas que comienzan circulan eternamente. Tampoco se trata de un interior “cultural” o de espacios que responde al cierre de lugares y espacios públicos para tocar. Se trata más bien de la ausencia del flujo de aquel rock barrial, por el cual transitábamos la noche. Un interior (o encierro, o desvanecimiento) que mete adentro, obtura, un recorrido por la noche (encerrando también todas las discusiones del mundo del rock al interior de las bandas, al interior de quienes arman los espacios, sin una escena ampliada con que referenciarse, con la cual conectarse).
Ante la ausencia de ese flujo de deseos rockeros –que quizás fueron derivándose, estos últimos años, al consumo, el familiarismo, la seguridad, o el emprendimiento individual– las preguntas y las inquietudes del rock barrial como forma de vida compartida aparecen huérfanas. 
Hubo otros dos episodios trágicos claves, que se sumaron a Cromañon para este cambio en la topografía roquera: el asesinato de Rubén Carballo a manos de la policía en el recital de Viejas Locas en Vélez en 2009, y la muerte de Miguel por causa de una bengala náutica arrojada en el recital de La Renga en La Plata en 2011). Esos hechos fueron el entierro de las dos últimas –ya de por sí difíciles– posibilidades del rock barrial entrando en la ciudad.

4. Descromañización del rock
Como pocas veces ocurrió en el pasado reciente de la sociedad argentina (quizás un linkeo rápido puede traer a la memoria la estigmatización mediática de los piqueteros en los días previos al asesinato de Maxi y Darío), Cromañón provocó una brutal oleada criminalizadora hacia los pibes y pibas; con los muertos aún en la vereda de la calle Bartolomé Mitre se intentó despojar a las vidas-pibes de cualquier atisbo de dignidad y racionalidad; una violenta impugnación de una forma de vida, de una estética marginal, de un modo de tomar la ciudad, de un agite colectivo que molestaba a la moral pública, a los periodistas y a los roqueros blancos: gran parte de la sociedad daba rienda suelta a los deseos sociales racistas y al odio a lo plebeyo y a lo popular (en su acepción más difícil de digerir: ni humilde ni trabajadora). Pero a diferencia de lo que ocurrió en otros momentos con vidas militantes criminalizadas, a los pibes y pibas de Cromañón ni siquiera se les reconocía (a pocos años de “la vuelta de la política”) el estatuto de vidas políticas, ni siquiera eran militantes… Y también a diferencia de otras represiones y asesinatos, no solo la derecha y los conservadores celebraban o se mostraban obscenamente indiferentes a los muertos; también se sumaron a este clima roqueros progres y músicos ¿del palo? Porque si la estigmatización y la indiferencia son esperables de los protagonistas y agentes de la ciudad blanca (y de los vecinos y ciudadanoshonestos), nos agarró más desarmados escuchar esos mismos enunciados replicando arriba de escenarios con músicos que levantaban banderas de contracultura, militancia artística, ideología progre o de izquierda; el odio de clase, el rechazo y la impugnación a la apropiación barrial del rock se mostró en todo su esplendor luego de la tragedia: ahí tienen a sus muertos
Por su parte, el rock barrial carga con los muertos de Cromañón, pero no porque sea responsable, sino porque tenía que haber velado y enterrado a sus muertos y no lo hizo. Dame la fiesta, quedate el dolor: así se pronunció gran parte del rock (ahora sí, del palo)… El rock barrial nunca pudo crear una terapéutica propia para habitar el dolor y el desborde de aquella noche.
Bajada la espuma de la criminalización, sobrevino el olvido y el securitismo: luego del 2004 comienza la descromañización del rock. Por un lado, intentos de borrar rastros –y memorias– de la fiesta plebeya del rock; por otro, el espectro de la tragedia que circula para alimentar los pedidos de control y seguridad en la noche y en las movidas roqueras. Con este escenario de fondo, ingresan al rock las subjetividades paranoicas, los festivales, la infantilización y el familiarismo.
Pero el rock queda plagado de zombis y de gusanos: los muertos sin velar siguen pidiendo explicaciones… hay muchos vueltos sin pagar.
Hace un tiempo, hablando del rock pos-Cromañón y de las multitudinarias misas del Indio, dijimos:
“Uno de los probables síntomas de la crisis del común roquero sucede en el pos Cromañón. El ‘campo’ roquero había sido intervenido por la indiferencia; para el ricoterismo, los pibes de Cromañon ya no fueron sus muertos queridos (ni tampoco los muertos de buena parte del rock nacional). Se evidencia una grieta que probablemente ya existía antes de la tragedia. Se instaló una ajenidad que hizo posible continuar la fiesta, ‘sin hacerse cargo’. Desde aquí podemos pensar en el uso de las bengalas en los recitales del Indio, más que ‘desafío a las lógicas securitarias’ (que en un punto sin dudas es), como pura indiferencia hacia el sufrimiento de los otros, indiferencia de comunes que no pestañean  (a los deudos de los pibes, a los sobrevivientes, a todos los del palo que ya no es tal). En las fiestas ricoteras del Indio, nunca se cantó por los pibes de Cromañón, se los dejó desamparados. Se les negó una memoria roquera (acorde a sus vidas y al epílogo de estas) y se entregó el recuerdo de sus cuerpos, la mantención pública de su recuerdo, y el ritual exorcizador del dolor, al familiarismo, a la justicia, a las instituciones religiosas y –esporádicamente– a los medios de comunicación. Los pibes y pibas roqueros le entregaron los cuerpos sin vida a las familias, para que el recital pueda continuar (les negaron el ingreso al paraíso de los inocentes). La cultura ricotera –fundadora del rock barrial– sujetó a los pibes de Cromañon mientras vivían y los expulsó en su muerte. Por eso, por no animarse a cargar con sus muertos (a enterrarlos y a recordarlos), los espectros de los pibes de Cromañon recorren sin descanso y sin calma, cada recital que se denomina roquero. Les deben algo. Esta es la realidad; después de Cromañon se acabó el ricoterismo (y el rock barrial). Y se acabó por no saber pensar y crear en el nuevo escenario roquero, a partir de lo sucedido en el recital sin final. Esta es quizás la pérdida de la inocencia (como buena caída del paraíso) del ricotero. Si el ricotero –y ‘todo’ el rock barrial– no es responsable de lo sucedido en el boliche de Cromañon, sí lo es de la indiferencia posterior. Porque participó del caldo de cultivo que incubó esa fiesta roquera de epílogo trágico”.

5. Solos en la noche
En el pos-Cromañón la fiesta –lo que queda de ella, en parte su simulacro, en algunas ocasiones una intensidad genuina– se comienza a infantilizar: ingresa al mundo del rock el Padre controlador, y no solo hablamos de inspectores y de la lógica estatal o empresarial (ofreciendo espacios cuidados para “vivir la fiesta tranquilos”), también hablamos de los roles familiares… Pero este es un mandato existencial que a esta altura tendríamos que conocer (sirve para tragedias de esta envergadura o para otras derivas subjetivas imprudentes): si perdiste y no supiste cuidarte el culo (un mal viaje, una fiesta que se desbordó, etc.) después aparecen –relegitimados, recargados– las instituciones sociales tradicionales: padres, familias, iglesias, psicólogos… Indiferencia y miedo al sufrimiento hicieron estragos en las subjetividades: donamos nuestro dolor a los adultos y a las instituciones (y sus rituales), no supimos qué hacer con él.
En sus viejos conciertos Los Redondos hicieron célebre el enunciado “solos y de noche”: la nocturnidad como el hábitat predilecto, como el lugar de la clandestinidad, del anonimato, de la soledad potente… En el pos-Cromañón el mandato se cumplió pero en forma individual: los que quedaron solos en la nocturnidad perdida fueron muchos de los sobrevivientes. No hay más nosotros.
Los sobrevivientes de Cromañón rodeados de psiquiatras, curas y abogados, pero (casi) sin roqueros… los muertos recordados en rituales serios y solemnes, en réquiems religiosos (los mismos que esos pibes rechazaban en vida); los pibes no pudieron despedir a los pibes. Y ahí fue cuando ciertas mentiras nos dieron vergüenza: nos mentimos cuando cantábamos,  “Cuando me muera no quiero curas ni policías que estén velando por la tranquilidad”. Mentira. El rock no quiso, no pudo, no estuvo (en términos de efectuación de una potencia colectiva) para recibir esos cuerpos, ni para acompañar a los sobrevivientes (para intentar politizar el dolor, destrabarlo de afectados cuerpos individuales, demasiado pequeños para la magnitud del horror); los que sí se hicieron presentes fueron las familias, los expertos (de nuevo: psicólogos, psiquiatras, abogados) y las iglesias. Pero si los abandonamos, y ellos también se abandonaron en esas instituciones, es porque el rock de los barrios (el creador de la impresionante movida del plan barrial, de los congresos de esquina, de los barrios y la ciudad copados por una verdadera forma de vida) no pudo ofrecer una salida común, una terapéutica colectiva para el dolor: el rock perduró –de nuevo, agusanado– con la función festiva –claro que necesaria, todos seguimos yendo a ver a las pocas bandas que nos quedan en pie– pero abandonó la función sanadora; dimensión central de esa movida roquera; sus bandas, sus letras, sus discos, sus historias supieron narrar también los sufrimientos y los dolores de una generación curtida a cielo abierto… Ante el desmonte de estas terapéuticas colectivas, al dolor lo gestionaron las familias, la religión, la medicina y el consumo. Y sobre todo la necesaria fuga hacia adelante: a laburar, a consumir, a estudiar, a formar pareja y olvidar (claro, también anudados con los mandatos de acero de la década: sé feliz, consumí, militá tu vida –y si te copás también un poco la de los otros). Porque si el peso de estas tragedias se tiene que soportar de a uno (solos y de noche) es mejor olvidar, y eso siempre. Porque solos el sufrimiento es innecesario.
Con todo esto, no desconocemos el agite más que bancable de las organizaciones –algunas en las que participaban muchos de los sobrevivientes– que durante estos años pensaron y habitaron Cromañón, poniéndole preguntas al dolor colectivo. Pero cuando nos referimos a la soledad, se trata menos de la ausencia de presencias alrededor de Cromañon, y más del movimiento del pasaje de una fiesta colectiva y armada entre muchos –que permitía pasar muchos de nuestros dolores generacionales–, al pos-cromañon que no pudo ser pensado por ese rock que creamos alguna vez. El rock barrial no pudo con Cromañón, y ahí devino la soledad. Pasaje de un "solos en la noche" potente, de aquel habitar roquero de una nocturnidad compartida desde la cual podíamos recorrer las calles que se nos hacían conocidas; a un "solos en la noche" que se nos vino encima, solo visitado por psicólogos y fármacos.  
Las noches quedaron embrujadas: pastillas, luces prendidas, traumas, oscuridad encerrada en cuerpos de sobrevivientes, melancolía, tristeza, esporádicas –cada vez más lejanas, aunque más multitudinarias que nunca– fiestas roqueras… y poco de lo que supimos desear.

6-  La trampera y la trampa.
Cromañón fue una trampa. No solo el boliche como estructura edilicia, no solo en sentido material –con las puertas cerradas con candado desde el lado exterior, etc.–; fue también una trampa para nuestra generación, una trampa de época; fue un juego que pervirtió su signo una vez insertos en él (y ya sin posibilidades de abandonarlo), como esos cuartos de films de ciencia ficción que de un momento a otro empiezan a empujar sus cuatro paredes hacia el morador (que deviene prisionero). Porque Cromañón también evidenció que nos hicieron trampa… una generación curtida a cielo abierto, instituida desde las andanzas barriales y nocturnas, una generación de esquinas, kioskos, plazas, tribunas, agites callejeros y públicos, una generación con más canchas que sótanos… arrojada a moverse en espacios cerrados; los agujeros (¿orificios de la topera?) como se los llamaba, eran herencias de otra sociedad (la disciplinaria) y de otras generaciones (la de los viejos roqueros, setentistas, ochentistas); diez años después podemos pensar que quizás no sabíamos movernos en ellos. Tal vez porque los códigos y saberes para ocuparlos se habían desactivado a nivel social e histórico, quizás porque no logramos descifrarlos, porque ya los conocimos estallados (aunque en funcionamiento): los muertos de Cromañón lo son del encierro; muertos de otra sociedad… Quizás –y esta es solo una hipótesis más– desde esta anomalía, desde este desfasaje o malentendido se explica la ilegibilidad, la indiferencia, el profundo desconocimiento de lo sucedido en y con Cromañón para la mayoría de nuestros pares generacionales.
Estos diez años fueron también los de cierto ordenamiento existencial (claro, ordenamiento que dialoga con los consensos de acero de la época). Por eso el rock está deshabitado no porque no haya lugares para tocar, sino porque está desactivado el plan barrial, porque los deseos que circulan están más cerca de la comodidad que del viaje roquero.
Hoy en día somos los adultos de la época, y sí, también somos (y aquí hablamos por un nosotros que no creemos tan amplio...) los que intentamos rajar de ciertos moldes de adultez agilada, de vida boba, de adhesión resignada a las valorizaciones oficiales de la vida. Pero el no saber lidiar con la muerte, el miedo al horror o la indiferencia, la donación del dolor a las instituciones tradicionales, la potencia-pibe que deviene infantilismo, funda en las subjetividades castradas una mala adultez…

7. Los hermanitos
¿Qué hicieron con Cromañón? Esta puede ser una interesante factura para que (nos) pasen en el futuro los hermanitos de Cromañón. Sigilosamente, quizás a pequeña escala, quizás de pocos, parece tener lugar un trasvasamiento generacional; algunos (de nuevo, no podemos hablar de cantidades, la cosa se está armando, pero vemos hermanos menores, alumnos, pibitos y pibitas dando vueltas por ahí, y pensamos que algo sigue insistiendo) de los que cuando sucedió Cromañón tenían 5 o 6 años (incluso menos, los que estaban en el jardín o comenzando la primaria, los que estaban en pañales frente a la tele…), los que vieron a sus hermanos, tíos, o incluso padres, colgar las zapatillas, se han movilizado en este tiempo… Nuevos vaguitos y vaguitas del rock que cargan un legado pesado y que, ojalá lo logren, parecen apostar por las fiestas roqueras del mañana. Están activos, efectuando un roquerismo que creíamos olvidado, se movilizaron pidiendo la liberación de los músicos, pero se movilizaron quizás (o ese puede ser un efecto interesante aunque no deseado) para liberar el espectro de Cromañón del encierro mediático, judicial, familiar… Y estos roqueritos también tienen sus bandas y las agitan (bandas que han cantado Cromañón, sí, es probable, habrá que investigar si estas banditas actuales portan la marca del terror desde su nacimiento, si son efecto del rock castrado, de la noche de luces prendidas, o no; pero esta es una investigación que tendremos que hacer con ellos…cuerpo a cuerpo, en algunos de los pogos masivos que aún restan por bailar, en alguna de las últimas grandes ranchadas roqueras…) y embistieron con fuerza contra la descromanización del rock. Y cuando sus hermanos y hermanas mayores se hicieron los boludos o los ocupados, mantuvieron vigente una memoria pública –alternativa– sobre Cromañón, sobre los pibes y pibas que no están, sobre los años dorados de ocupación barrial,  colectiva, plebeya, festiva y embriagada de la ciudad blanca y de sus arterias. 

(Detrás de escena)
Del acontecimiento Cromañón emerge el Colectivo Juguetes Perdidos. La primera intervención que realizamos, el primer ensayo público de escritura colectiva, el primer agite… Desde entonces también entendimos que la escritura nunca es suficiente: no es ni el primer ni el último acto. Escribir –sospechábamos entonces, estamos convencidos ahora– siempre implica traducir un cierto estado sensible, anímico, vital… pasar a palabras una intensidad que nos recorre y que no nos deja tranquilos. Porque Cromañón se estaba escribiendo sensiblemente en nuestros cuerpos desde ese 30 de diciembre. Escribir sobre Cromañón es dejarse tomar previamente por –y hablar desde– ese dolor infinito. Escribir sobre Cromañón es entonces entrar en trance y prepararse para convocar y patotear a nuestros fantasmas.
Cromañón fue la derrota más implacable y cruel que padeció ese intenso rumor de agites colectivos varios (tribuna, rock, barrio) que siempre quisimos enunciar como generación, quizás más como apuesta política (para continuar y hacerlo inagotable, para que no se corte eso que nos parió y nos juntó en las mismas pequeñas y multitudinarias ranchadas…) que como modo de vida en común. Como sea, todas esas movidas se vivieron desde postulados colectivos, desde la suspensión del cálculo individual, desde la búsqueda de valorar la vida en un modo diferente a la oficial. Y si Cromañón es nuestra derrota generacional más brutal, también es –en esa misma violencia inusitada– la más ejemplarizante: con Cromañón aprendimos de la precariedad en sus diferentes formas (ciudad, mercado laboral, relaciones sociales), y comenzamos a pensar en términos de desborde; con Cromañón intentamos “recuperar” (del olvido y la criminalización ambiente) la memoria de los modos de vida pibes que se habían incubado durante más de una década; con Cromañón hablamos de impotencia y de indiferencia; con Cromañón rechazamos las políticas de la representación y realizamos los necesarios parricidios; con Cromañón empezamos a rechazar el tipo de enunciación académica (fría, estéril, ajena); con Cromañón hablamos de la época y aprendimos –y asumimos– que las condiciones de posibilidad para una situación trágica son las mismas que para una creación colectiva; con Cromañón también nos asustamos y mostramos nuestro límite…
Cromañón fue (y es) para nosotros un acontecimiento de pedagogía política; ese tipo de pedagogía de la que no se sale igual. Pedagogía política, hecho que “funda parámetros” colectivos, existenciales, éticos. Parámetros para hacer un balance de experiencias pero también para lo que vino después, y para lo que vendrá. ¿Cuánto de esa pedagogía es “ampliable” al resto de la ciudad, a otros generacionales, a otros mundos de vida? ¿Cuánto de esa pedagogía política fue audible para los otros? ¿Cuánto conviene hacerla audible?
En la inacabada historia política de los diciembres en nuestro país, el del 2004 fue el nuestro, el más cercano, el más propio, el que estalló más adentro de nuestros cuerpos y nuestros modos de vida, el más generacional, el que más habló –en sus múltiples pliegues– de lo que había sido nuestra vida hasta ese momento y lo que podía devenir en el futuro. Cromañón fue nuestro diciembre negro; tan nuestro que nunca logramos apropiárnoslo del todo.



martes, 29 de diciembre de 2015

Rodolfo Walsh: carta sobre la muerte de su hija Vicki

Carta a mis amigos



    Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate con las fuerzas del Ejército. Sé que la mayoría de aquellos que la conocieron la lloraron. Otros, que han sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió Vicki y por qué murió.
    El comunicado del Ejercito que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era Oficial 2º de la Organización Montoneros, responsable de la Prensa Sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron con ella.
    La forma en que ingresó en Montoneros no la conozco en detalle. A la edad de 22 años, edad de su probable ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época empezó a trabajar en el Diario "La Opinión" y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Como tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
    Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fué detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. EL último año de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda gratificación individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía un poco más desvaída. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical que era su responsabilidad.
    Nos veíamos una vez por semana; cada quince días. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizás diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin embargo, que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedimos simulando valor, consolándonos de la anticipada pérdida.
    Mi hija estaba dispuesta a no entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima la pastilla de cianuro -la misma con la que se mató nuestro amigo Paco Urondo-, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
    El 28 de septiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en sus brazos a su hija porque en último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones largos que siempre le quedaban grandes.
    A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amaneciendo, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto: "El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
    He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo, por las clases de instrucción. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo.
    A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego.
    "De pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. -Ustedes no nos matan -dijo-, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros."
    Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró una granada. Después entraron los oficiales. Encontraron una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres.
    En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella.
    Esto es lo que quería decirle a mis amigos y lo que desearían que ellos transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte.

La luna con gatillo (último programa)

UNA CRÍTICA POLÍTICA DE LA CULTURA



CONDUCCIÓN: Mariano Pacheco


Link de la última edición del año de esta trinchera radiofónica que hemos sostenido desde agosto, cada martes, por radio eterogenia. .
http://www.ivoox.com/ultimo-programa-2015-la-luna-gatillo-u…


Entrevista con Maria Depetris, una de las tres autoras de "Ausencias presentes", el libro sobre los desaparecidos y asesinados en la localidad cordobesa de San Francisco durante el terrorismo de Estado... 


"La vida vive en este libro. Las amadas ausencias como nunca están presentes y son ahora de todos" (Vicente Zito Lema)

domingo, 27 de diciembre de 2015

RIFA SOLIDARIA: ante el no pago de salarios en el Grupo 23

A los que pueden dar una mano, bienvenido!


Al día de hoy, sábado 26 de diciembre de 2015, l@s trabajador@s del diario El Argentino Córdoba y otros colegas del grupo 23 (a cargo de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel) , no hemos cobrado nuestros salarios del mes de noviembre ni el aguinaldo y no nos han dado respuestas certeras respecto de la continuidad laboral.
Con motivo de fin de año, he decidido hacer esta rifa solidaria entre los amigos, compañeros, conocidos... El 2 de enero rifaré un ejemplar de mi libro "Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt", otro de "Darío Santillán. El militante que puso el cuerpo", que escribí conjuntamente con Ariel Hendler yJuan Rey, un ejemplar de "1964: historia secreta de la vuelta frustrada de Perón", de Ariel, y un disco "Relato en ciudad Domos", la banda de Juan.
El costo del bono solidario es 100p. Quienes pueden colaborar dejo abajo los datos de mi cuenta. Me mandan un msj por privado y les doy un número para el sorteo. Quienes no puedan hacer el depósito bancario pero quieran colaborar, me escriben y vemos como hacemos para que acerquen el dinero a un lugar físico. Muchas gracias. Y por supuesto, más allá de las adversidades... ¡ACÁ NADIE SE RINDE!

DATOS:

Banco Macro
Titular: Mariano Jorge Pacheco
Tipo de cuenta: Caja de ahorro en PESOS
N° de cuenta: 430709471887910
Sucursal: 307
CBU: 2850307140094718879108
CUIL: 20-28477760-4

jueves, 24 de diciembre de 2015

‪#‎Nieta120- La casa de los conejos cierra un ciclo

Bienvenida Clara Anahí


La recuperación de Clara Anahí, la nieta de Chicha Mariana, la hija de Dina Teruggi y Daniel Mariani (asesinado el 1 de agosto de 1977), es una noticia que conmociona este particular fin de diciembre. Clara Anahí fue apropiada el 25 de noviembre de 1976, con solo tres meses de edad, cuando una patota de Camps-Etchecolatz. encontró “La casa de los conejos” (como la llamamos desde que Laura Alcoba tituló así ese hermoso libro), donde funcionaba una imprenta clandestina de la organización Montoneros. 


Diana cayó en combate, como tantas compañeras y compañeros que enfrentaron a la dictadura armas en mano, que resistieron los embates del terrorismo de Estado. Desde hace años la "Casa de la Resistencia" lleva su nombre y es un testimonio vivo de aquellas batallas. Hoy un círculo se cierra, después de tanta lucha de las Abuelas, las Madres, los Hijos, los familiares y una importante porción de este pueblo que combatió la teoría de los dos demonios y no se resignó ante las leyes del Estado que pretendieron montar un manto de olvido y reconciliación con los criminales. 


“Los convoco a dar vuelta el pulóver, a pegarle al prepotente y a escupir en la cara a los que no han sido convocados. Los a ventilar las tumbas y a levantar las calaveras de los hermanos heridos de muerte. Los convoco a abrazarse en las plazas del país, a escribir los muros, y a fusilar a los fusiladores” (Carlon Pereira Rossi, “Convocatoria”).

martes, 22 de diciembre de 2015

Ante la complicada situación laboral de fin de año..

Carta a l@s amig@s, compañer@s, conocid@s...


Por Mariano Pacheco




Como muchos sabrán, desde hace tres años, cuando abrió la edición Córdoba, trabajo como redactor en el diario El Argentino. Ahora, en medio de las fiestas de fin de año, todos los trabajadores del medio, junto con otros cien colegas de empresas del multimedio que dirigen Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, nos encontramos sin haber cobrado nuestros salarios del mes de noviembre (tampoco nos han abonado el medio aguinaldo). Lo peor es que nadie en el Grupo 23 nos da una respuesta, y la continuidad laboral es una incógnita, ya que todos estos medios se han sostenido en gran medida con pauta publicitaria oficial, con fondos otorgados por la gestión nacional anterior. Ante esta situación, tanto en Córdoba como en Buenos Aires, nos encontramos sin realizar tareas laborales, en estado de asamblea y evaluando los pasos a seguir.
Más allá de la lucha y las resistencias colectivas que podamos entablar ante esta situación, la precariedad de la vida en la que muchos nos encontramos inmersos no nos permiten dilatar demasiado algunos tiempos. Agradezco a los familiares, amigos y compañeros que han aportado a una “vaquita” para que pueda pagar el alquiler de la casa en la que vivo, pero esta situación se me torna insostenible. Teniendo en cuenta las dificultades que todo receso de verano implica para este tipo de tareas que muchos realizamos (además de trabajar en el ámbito de la comunicación, durante el año coordino talleres de filosofía, literatura y periodismo), y de la inestabilidad en la que se encuentra el proyecto laboral, estos buscando al menos algunos trabajos que puedan oficiar como changas para paliar los retrasos en los pagos o, en el peor de los casos, para transitar el verano sin trabajo.
Adjunto mi CV por si alguien sabe de algunas de esas tareas ocasionales que a  veces aparecen: curso de verano en alguna de las áreas sociales/humanísticas, notas-colaboración para algún medio, suplencia de verano en algún medio gráfico o radial, edición/corrección de algún libro, desgravación de material de audio de alguna cátedra universitaria o grupo de estudio académico, etcétera, etcétera, etcétera.

Desde ya muchas gracias y, obvio, se agradece la difusión de estas líneas entre sus contactos.

jueves, 10 de diciembre de 2015

“Con trata de personas y gatillo fácil no hay derechos humanos”

Día Internacional de los Derechos Humanos*


Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)


En el Día Internacional de los Derechos Humanos, organizaciones sociales de la provincia debatieron sobre los casos de gatillo fácil y de trata de personas. Un 10 de diciembre marcado por la asunción del intendente de la capital, el gobernador y el presidente.
  


Hoy, como cada año, se celebró el Día Internacional de los Derechos Humanos en conmemoración por la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. En Córdoba, un conjunto de organizaciones sociales se dieron cita en la Casa Cultural 1,2,3,4 para conversar sobre la violación de los derechos humanos en la actualidad. Minutos antes de que comenzara la actividad convocada por la Coordinadora de Familiares de Víctimas del Gatillo Fácil y la Coordinadora por la Aparición con Vida de Yamila Cuello, este medio conversó con algunos de los disertantes y activistas presentes en el lugar.

Situaciones invisibilizadas


Agustín, del Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos, destacó la importancia de tener en cuenta los “derechos humanos del ahora” y rescató el hecho de que la Marcha de la Gorra, a través de los años, haya puesto en discusión no solo el Código de Faltas, sino también la violación de los derechos humanos en democracia. Por otra parte, advirtió sobre el posible cambio de escenario político tras la asunción de nuevas autoridades en varios niveles de gobierno, con los que se avecinan tiempos de “mayor ajuste y represión”. Mariana Carmona, de la Coordinadora Antirepresiva de Córdoba (integrante a su vez del Encuentro Nacional Antirepresivo) también subrayó la particular situación de este 10 de diciembre, e hizo hincapié en las continuidades respecto de los mecanismos aceitados de represión de Estado y advirtió que, una vez más, se hace presente la denuncia en relación a que no se garantizan plenamente los derechos en la actualidad. “Actividades como ésta sirven para intentar visibilizar situaciones de desapariciones forzadas de personas, como la de Yamila Cuello, y los tantos casos de gatillo fácil que tiene la provincia, en donde las fuerzas policiales aparecen claramente involucradas”.

Ineficacia estatal

Respecto del caso Yamila, Juan Pablo Cuello -docente y militante de la “Coordinadora por la Aparición con Vida de Yamila Cuello” -(formada en 2013 por Soledad, hermana de Yamila) y de la “Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual”, se refirió a la problemática de las desapariciones de personas en democracia y, dentro de ese rubro, de la trata de personas, que es una de las hipótesis que se manejan respecto de Cuello. Yamila está desaparecida desde el domingo 25 de octubre de 2009, cuando salió de su casa del barrio Coronel Olmedo y nunca más regresó. Su caso está en manos de la fiscalía federal N°1, a cargo de Enrique Senestrari, aunque primero fue investigado por la fiscalía federal Nº 2, a cargo de Gustavo Vidal Lascano, y en el medio pasó por manos de la fiscalía a cargo de Eve Flores.
“Acá el tema es que, se supone, hay muchas políticas de Estado para buscar a los desaparecidos. Pero evidentemente la cosa no viene funcionando. No se sabe cuántas ni quiénes son, con exactitud, las personas desaparecidas en Argentina, ni existe un registro confiable. Tampoco hay en el país un registro único de N.N., con lo cual, después nos enteramos de situaciones como la de Luciano Arruga: se buscan personas durante años pero ya están muertas. En algunos casos es ineficiencias del Estado, y otras, directamente, complicidad policial”, comenta Juan Pablo, y agrega que, en Córdoba, la Policía suele no tomar de inmediato las denuncias, con lo cual quedan en blanco esas primeras horas de desaparición, que son muy importantes para buscar a las personas desaparecidas. Y respecto de la Secretaría de Trata, agrega: “Hemos venido denunciando con la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), no solo que no hayan atendido a los familiares de Yamila, sino que se ponga en las estadísticas, en los registros de mujeres rescatadas de las redes de trata (12.000 desde 2012, según José Manuel De la Sota), a mujeres que ejercen libremente la prostitución, porque la entienden como un trabajo, por más que muchas veces medien situaciones de violencia”.


 *Esta nota será publicada en la edición Córdoba del diario El Argentino, viernes 11 de diciembre de 2015.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Frida Kahlo según Camila Sosa Villada

Un posteo al paso


Por Mariano Pacheco 
(@PachecoenMarcha)-




Anoche fui a Documenta a ver “Frida”, de Camila Sosa Villada.
Quedé impresionado, no solo por la actuación, el vestuario, la puesta en escena, sino también por los dotes de cantante de la actriz y directora de la obra. Gran manejo de la voz, y del cuerpo sobre el escenario, y una gran capacidad para abordar una figura que se ha “puesto de moda”. Y ahí, precisamente ahí, es en donde radica la mayor potencia de la pieza. Porque esta versión de Frida Kalo no solo pivotea sobre los modos de sublimación del dolor a través del arte, de las historias de amor y des-amor entre la pintora y Diego Rivera, sino también –sobre todo- de un modo crítico de abordar la historia, pero también el presente de nosotros, l@s  Latinoamerican@s. En la obra aparecen Frida, Rivera (un simpático muñeco de elefante, solo reducido a su cabeza), los ecos de la revolución mexicana de 1910 y la rusa de 1917, pero también, los modos de funcionamiento de la máquina-Frida en la actualidad: el devenir fetiche de su figura. En este sentido aparece también una crítica a la “museificación” de los personajes históricos disruptivos (¿subversivos?). Por ejemplo, Camila se ríe del museo de Frida en México, de los bolsos, y tazas, y remeras, y camisones, y lapiceras, y muñequitas y un largo etcétera de “mercancías-Frida” que circulan hoy en día, y que incluyen hasta un culote y una tanga (tal vez la excepción, no puesta por ella pero sí por este “espectador”, podría ser el libro de la colección “Antiprincesas”, que escribió la compañera Nadia Fink y publicó la editorial Sudestada para librar la “batalla cultural” con l@s más “peques”). La obra también es una crítica a la hipocresía social reinante: esa que se refugia en la “moralidad de las costumbres” para cuestionar la diversidad de opciones sexuales, esa que se refugia en el catolicismo para cuestionar el derecho a decidir sobre el propio cuerpo (por ejemplo, respecto de realizar o no un aborto), esa que rescata a la pintora edulcorando sus posiciones políticas. De allí que no resulte extraño que en un momento de la obra aparezca una bandera roja con la hoz y el martillo estampado en amarillo, símbolo de la teoría y las prácticas que durante todo el siglo XX y parte del XIX, pugnaron por cambiar el mundo y edificar otro nuevo sobre otras bases, donde la explotación del trabajo ajeno y la dominación de unos pocos sobre las grandes mayorías no fuera eje de estructuración de la sociedad. En fin, quienes entienden de teatro seguramente encuentren otros elementos, más ligados a las prácticas escénicas, que pueden rastrearse en la obra. Como también sucede con el grupo Zéppelin, da gusto ir a ver una obra de teatro independiente y encontrarse en la fila a periodistas “del palo” y militantes de los movimientos sociales. Hay algo en este tipo de arte que interpela no solo a quienes suelen ir al teatro, sino también a un público más amplio. Bienvenido sea.


jueves, 3 de diciembre de 2015

A dos años del acuartelamiento policial

Opinión*


Por Mariano Pacheco


El Hombre dice por los medios de comunicación estar muy preocupado por la situación, estar trabajando con su gabinete para solucionar el conflicto. Pero una fotografía capturada desde un teléfono celular lo muestra vestido de sport, muy tranquilo, sentado en una silla del Aeropuerto de Panamá, con una bolsita verde y blanca entre sus manos, de esas que entregan en los free shop donde los turistas suelen ir de compras antes de subir o después de bajar de un avión.
José Manuel De la Sota se encontraba camino a Colombia cuando se desató la rebelión de los azules: tenía pensado asistir a un encuentro regional de gobernadores. Según declaró en un primer momento, la protesta policial desatada el 3 de diciembre lo tomó por sorpresa. Sin embargo, el día anterior, esposas y familiares de los agentes habían protagonizado una protesta frente al edificio de la Guardia de Infantería, protesta que no tuvo ningún tipo de respuesta por parte de las autoridades políticas. El malestar por bajos salarios del personal subalterno era creciente; si bien primero De la Sota tuvo un discurso confrontativo (“La Policía no puede hacer paro, porque los ladrones no hacen paro”, dijo), y acusó a los miembros de la fuerza de haber abandonado a la gente a su suerte), después llegó al país y “pactó” con los jefes de la institución. El incremento salarial de más del 30 % para el personal de la fuerza (elevando el básico a 8 mil pesos a partir de febrero de 2014) y la promesa de que no habría sanciones ni represalias para los huelguistas destrabó el conflicto. El acuerdo fue firmado entre las esposas de los policías y las autoridades de la Provincia.

“Vecinocracia engorrada”
Mientras se desarrollaba el acuartelamiento de los agentes de la Policía de Córdoba fue asesinado Javier Rodríguez, de 20 años, quien falleció luego de recibir un disparo durante un saqueo en Villa Ciudad Evita. Otras 200 personas resultaron heridas y fueron unos 400 millones los que pequeños, medianos y grandes comerciantes perdieron tras los disturbios y los hurtos.
Se produjeron saqueos, claro, pero también intentos de linchamientos por parte de aquello que el abogado y ensayista Esteban Rodríguez Alzueta denominó como la “vecino-cracia”, esa que intenta ocultar “actos criminales” (o pulsiones criminales, podríamos agregar), con supuestos actos de “justicia ciudadana”. Los vecinos “engorrados”, según los caracterizan desde el Colectivo Juguetes Perdidos.
La dinámica social que pone en el centro de la vida el derecho y la defensa de la propiedad lleva a muchos sectores de la población a ocupar posiciones difíciles de entender en un contexto de ampliación de derechos y profundización de políticas de Estado, centrado en los juzgamientos a quienes en décadas anteriores violaron los derechos humanos
Se sabe, en el sistema político en el que vivimos es el Estado quien detenta el poder de monopolizar el uso legal de la violencia. Si las fuerzas encargadas de custodiar el orden se reservan el derecho de no actuar, el vacío de poder es inconmensurable. Sin comercios, bancos, shoppings, supermercados, escuelas, ni dependencias públicas abiertas; sin transporte público en funcionamiento, Córdoba se pareció durante horas a una ciudad devastada.

La sombra azul
El 3 y 4 de diciembre de 2013 fueron días sombríos para los cordobeses. Pero la sombra se extendió a otros lugares del país, y el “efecto contagio” se replicó con velocidad. Distintas policías provinciales siguieron la “pedagogía del cordobesismo” y reclamaron subas salariales y mejores condiciones laborales. Como no se recordaba en el país desde los alzamientos carapintadas, allá por finales de la década del ´80, la democracia mostró la cara más cruda de sus cuentas pendientes respecto de las políticas de seguridad. La casa no estaba en orden, y las huellas de un trago amargo se presentaron como un “especial” para la Navidad que se avecinaba.
Que en el epílogo de la década ganada se encuentren hechos como los de los saqueos da cuenta de algún modo que las lógicas de inclusión para el consumo pueden transformarse en un callejón sin salida, si no se produce un cambio cultural respecto de los modos de vida, de cómo entendemos el mundo y nuestro lugar en él. 


*Nota que será publicada en la edición Córdoba del diario El Argentino, viernes 4 de diciembre de 2015.