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jueves, 29 de septiembre de 2016

Entrevista a Esteban Rodríguez Alzueta


“El ´pibe chorro´ no existe, es un constructo cultural de una sociedad asediada por el miedo”
Por Mariano Pacheco
Las vidas precarias y las políticas de seguridad. Del menemismo al kirchnerismo: dos décadas perdidas. Las resistencias de los jóvenes de los barrios pobres, la cultura “Nike”, la policía y los robos que elegimos dimensionar. Políticas de Estado y movimientos sociales. Desafíos para la década que viene.
Es abogado, pero se dedica sobre todo a investigar, dar clases y hacer actividades de extensión universitaria haciendo un cruce entre el derecho, la filosofía política y las ciencias sociales. Esteban Rodríguez Alzueta tiene 46 años y forma parte de lo que algunos han denominado como la Nueva Generación Intelectual, que emergió al calor de las protestas de 2001. Integra el Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ), de La Plata, ciudad en la que vive desde hace décadas. Es autor de numerosos libros, entre los que se destacan Hacer bardo: provocaciones, resistencias y derivas de jóvenes urbanos y La máquina de la inseguridad, ambos publicados este año por editorial Malisia. Éste último retoma sus reflexiones trabajadas en Temor y control. La gestión de la inseguridad como forma de gobierno (2014).
Cómo la incertidumbre y las vidas precarias que comenzaron a hacer estragos promediando la década del 90 en Argentina, y cómo esta situación fue derivando en un miedo al delito y en temor social (a la que entiende como des-politizadora), son parte de las temáticas que aparecen ampliamente desarrolladas y pensadas en estas publicaciones, y sobre las cuales el autor se mete en esta entrevista con Revista Zoom.


Retrospectiva y perspectiva
En varias oportunidades has sostenido que, en materia de seguridad, el kirchnerismo había sido otra “década perdida”. ¿Por qué lo decis?
--En materia seguritaria el kirchnerismo no pudo, no supo y no quiso reproducir la misma performance progresista que tuvo para otras áreas. Hubo algunos ensayos, con las gestiones de Gustavo Beliz y Nilda Garre, pero luego con la gestión de Sergio Berni se volvió a fojas cero. Uno de los problemas que tuvo para encarar procesos de reformas al interior de las fuerzas y desarrollar políticas públicas despolicializadas y multiagenciales para hacer frente a la complejidad de la conflictividad social, fue la imposibilidad de construir consensos sociales que les permitieran sustraer estos temas de las coyunturas electorales. Frente a una oposición que no podía salir de la crisis de representación de larga duración en la que se encontraba sumergida, y que se dedicaba a hacer política con la desgracia ajena, con la inseguridad de la gente, era dificil sentarse como gobierno a realizar acuerdos que pudieran sacar a estos temas de la agenda electoral, eso es cierto. Pero ante ese contexto, el gobierno se dedicó al coyunturalismo, es decir, a practicar esa suerte de “dime qué dice la tapa del diario que te diré qué voy a anunciar al mediodía en la conferencia”. Eso es lo que hizo Berni, que se dedicaba a surfear cada nueva ola. Por otro lado está la gestión de Aníbal Fernández, que lo que hizo fue pactar con las fuerzas de seguridad. Como dijo Marcelo Sain: “al gobierno le salía más barato, políticamente hablando, negociar con las policías que encarar los procesos de reforma”. En estas circunstancias, en materia seguritaria, el kirchnerismo le debe mucho al menemismo. Son más las continuidades que las discontinuidades, que también las tiene ojo, sobre todo a nivel nacional, por ejemplo en materia de protesta social, con los 21 puntos.
--Y en este contexto: ¿quién te parece que podría tomar entonces las políticas de seguridad en un sentido más progresista, más garantista?
--Las contradicciones del kirchnerismo se van a convertir en un punto de apoyo en el macrismo. Ya lo estamos viendo: con el plan Narcotráfico Cero está construyendo un enemigo a la altura de los prejuicios de la vecinocracia que supo reclutar en las últimas elecciones. La ecuación es sencilla: circunscribir el delito en general al delito callejero, asociar el delito callejero a la droga y la droga a los jóvenes morochos que viven en los barrios pobres. Allí tiene un combo moral que le permitirá construir una fantasía mayor para habilitar la discrecionalidad policial y controlar esos territorios en un contexto social de crecimiento de la desocupación y precarización social, es decir, de deterioro de la capacidad de consumo de los sectores populares. La saturación policial en materia de prevención, los allanamientos masivos, la ocupación policial de estos barrios “calientes”, la multiplicación de los puntos de control en las arterias que conectan la periferia con el centro o las zonas residenciales, son una gran distracción que no resuelve ningún conflicto. Al contrario sigue estigmatizando a sus habitantes y generando malentendidos entre las diferentes generaciones que viven en esos barrios. Genera bronca, resentimiento, le mete presión a una olla que, tarde o temprano, volverá a estallar.


Investigación-difusión-intervención

--En La máquina de la inseguridad y Hacer bardo abordas una serie de actores sociales (la policía, la clase política, los medios hegemónicos de comunicación), pero también trabajás otros como “figuras”: la “vecino-cracia”, o el “pibe chorro”...
--El “pibe chorro” no existe, es un constructo cultural de una sociedad asediada por el miedo. Lo que existen son jóvenes con dificultades sociales para sobrevivir que referencian al delito como la oportunidad para resolver un problema material, o como estrategia de pertenencia, para adecuarse al mercado. Como cantaba el Indio Solari: ¡si Nike es la cultura, Nike es mi cultura! Es decir, si no puedo comprar las Nike, o mis viejos no la pueden comprar, empezá a correr porque yo también quiero existir. Quiero decir, si los mal llamados pibes chorros cambian el botín por plata y con la plata se compran ropa deportiva, entonces eso quiere decir que son más pibes que chorros. No hay política en ese tipo de fechorías, aunque podamos nosotros leer un malestar allí. Digo, no existen los pibes chorros, existen jóvenes que viven la pobreza con injusticia; existen jóvenes que son empujados o reclutados por las policías para que asocien su tiempo a alguna economía ilegal o informal que ya arregló con la policía; y sobre todo lo que existe es estigmatización. La estigmatización es otro de los factores que lleva a los jóvenes a cometer alguna que otra fechoría. Como decía Norbert Elias o Jean Paul Sarte: “dale a una persona un nombre malo y este tenderá a vivir según él.” Pero te aclaro, estamos hablando de una minoría muy minoritaria. La pregunta que tenemos que hacernos es porqué esta minoría se ha ganado nuestra atención, por qué se convierte en el objeto de las periódicas campañas de pánico moral. ¿Por qué nos ensañamos con un pibe que se afana un celular que cuesta 2.000 pesos y no con el chacarero que despresupuesta al estado cuando evade impuesto o fuga divisas por dos millones de pesos o más, o con el empresario que tiene trabajando en negro a la mitad de los laburantes o quebró la empresa de manera fraudulenta?


Lucha política y movimientos sociales

--¿Cuáles son los temas que te parece que hoy no están en la agenda de los movimientos sociales, y tal vez deberían estar?
--Me parece que en la última década distintos movimientos sociales fueron agendando a la violencia policial como un ítem central en sus agendas. Pero la gran mayoría continúa activando la organización ante casos conmocionantes. El punto es tal vez poder llegar antes de ese momento. Para cuando a un pibe lo gatillaron o torturaron en una comisaría, seguramente a ese pibe lo detuvieron por averiguación de identidad, lo cachearon y demoraron en la comisaría un montón de veces en el mismo año. Entonces, hay que generar rutinas militantes para llegar antes. Las detenciones sistemáticas en la calle es la rutina policial que habilita las otras rutinas policiales. Además, si es cierto que no hay olfato policial sin olfato social, eso quiere decir que la disputa hay que darla también en el barrio de cara a los vecinos que son los que llaman al 911 y apuntan con el dedo a los pibes. Poner en crisis la brutalidad policial supone poner en crisis ese imaginario social, esos prejuicios sociales que crean condiciones de posibilidad para que las policías pateen los barrios de esa manera y no de otra. Entonces, acá hay una batalla cultural que todavía no se ha empezado a dar.
Otro tema que no ha abordado la izquierda en general es la sindicalización policial. No creo en una sociedad sin policías. Al menos por ahora. No se le puede regalar a la derecha las policías. La izquierda referencia las fábricas, las universidades y los barrios populares como espacios de organización pero no está dispuesta a ir a la policía. Como dijo Perón: la política aborrece el vacío, y lo que no se ocupa después los ocupará el otro y vos… a llorar a la Iglesia. Digo, el policía antes de ser un servidor público como puede ser el médico o un barrendero, un maestro o un enfermero, es un trabajador y un ciudadano. Reconocerle el estatus de ciudadano es reconocerlo como interlocutor. No se puede seguir estigmatizando a la policía como la “yuta puta” porque le generamos la bronca que necesita para que después se ensañe sobre ellos. Además, los policías provienen del mismo sector social que buscamos organizar. No hay que resignarse. En los años 70 la JP y Montoneros referenciaron a la policía como un espacio de organización y militancia.
--Este año se realizará por décima vez “La marcha de la gorra”. Desde hace algunas ediciones se te puede ver en noviembre marchando por las calles de Córdoba y participando de algunas de las actividades previas a este masivo evento. ¿Por qué lo haces? ¿Por qué pensas que no hay marchas similares en otros lugares del país?
--Me parece que la Marcha de la Gorra es la punta del iceberg de un movimiento social que se está construyendo en todo el país. Le agrega visibilidad a muchos problemas con los que se miden cotidianamente los jóvenes. Además, la Marcha de la Gorra en Córdoba junta lo que ningún partido de izquierda y progresista puede juntar. Ni si quiera la marcha del 24 de marzo tiene la capacidad de articulación que tiene esta marcha. En ese sentido se caracteriza por su capacidad de interpelar a la política que sigue rezagada en todos estos temas. Además este movimiento juvenil cordobés está teniendo eco en otras partes del país. En La Plata y Buenos hubo un intento, muy verde todavía, y este año habrá una en Mar del Plata y en la ciudad de Tandil. Creo que en los tiempos que vienen será una Marcha que empezará a realizarse en distintas ciudades del país, porque no se trata de un problema cordobés sino que podemos encontrarlo en todos lados. La diferencia es que en Córdoba existió un activo militante con mucha imaginación política, mientras que en otras partes del país las organizaciones siguen siendo clásicas. Pero me parece que hay dos temas que en esta década serán centrales: uno tiene que ver con los jóvenes y el otro con el precariado. Dos actores que serán protagonistas de la protesta social, que van a dinamizar la acción colectiva.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Sobre Buda y Descartes, de Diego Sztulwark y Ariel Sicorsky


Componer un libro, hacerse una libertad



Por Mariano Pacheco

El jueves, en el marco del bloque “Libros y Alpargatas” del programa “La luna con gatillo”, que se emite los jueves a las 15 horas por radio Eterogenia, cometamos Buda y Descartes. La tentación racional, el libro de Diego Sztulwark y Ariel Sicorsky recientemente publicado por editorial Cactus.

El libro bien podría llamarse Meditaciones. Meditaciones sobre el filósofo francés y el príncipe hindú, sobre el acto de escribir y los sentidos de investigar, y aún, de publicar un libro en estos tiempos. Sobre Descartes, lo que todos sabemos: su cogito ergo sum (“Pienso, luego existo”), sentó las bases del sujeto moderno de la filosofía. Buda, sus enseñanzas -en cambio- parecen estar en las antípodas: el despertar puede producirse en la medida que opera un des-centramiento. Sin embargo, el conocimiento, la pasión por el conocimiento, y la meditación, parecen ser los puntos de contactos entre estos dos hombres tan distantes en el tiempo, la geografía y las filosofías que de sus enseñanzas se desprenden. “El punto de contacto entre Buda y Descartes, lo que nos permite hablar de ellos conjuntamente, es la importancia que ambos atribuyen a la meditación, a la autofundación de la conciencia como acto de reflexión del saber sobre el agente del saber (de la conciencia sobre el ser conciente, del cógito sobre la duda metódica)”, escribe el pensador italiano Franco Berardi (“Bifo”), en las palabras de presentación de este libro recientemente publicado por editorial Cactus.
Sztulwark y Sicorsky llaman la atención acerca de este contrapunto y este aparente punto de contacto desde el inicio mismo de su libro. Mientras que Descartes parte al mundo para conocerlo, Buda realiza un viaje hacia sí mismo, también para llegar al conocimiento. Pero los autores reparan en una paradoja: que Descartes ingrese en un proceso de introspección para arribar a sus conclusiones racionalistas. “Considerar, como él mismo hace, que ese espinoso proceso es una meditación ¿no trastoca las imágenes idealizadas que de ella nos hacemos?” Y luego agregan: “la palabra meditación viene asociada con el ejercicio de la respiración y de poner la mente en blanco, y nunca con la revuelta racionalista contra la pasividad del sujeto”.
Como sea, no puede negarse que ambos, Descartes y Buda, proponen nuevos puntos de partida y crean nuevos modos de concebir el mundo. “En ambos casos la meditación se presenta como una práctica del trabajo sobre sí que apunta a reorganizar la relación entre sensibilidad y conocimiento”, insisten los autores, quienes visualizan en la “duda sistemática” cartesiana y en la interrogación hindú una resonancia a investigar respecto de la relación entre la duda y la pregunta por la ilusión.
¿Qué hay de esas resonancias? ¿De esa pulsión de saber sobre la no-ilusión en Buda, del deseo de meditación presente en la filosofía hoy expulsado del paradigma hegemónico en las ciencias y las lógicas académicas? ¿Qué hay del costado oníirico, erótico, religioso y secreto de Descartes? Estas y otras preguntas que incitan al inconformismo podrá encontrarse el lector en este libro, cuyos autores se declaran abiertamente ni busdistas ni cartesianos, aunque sí atravesados por un “placer de investigar” el “poder que el pensamiento radical tiene sobre la vida, cuando no se separa de ella queriendo gobernarla”.
Sztulwark y Sicorsky rescatan de Descartes la fuerza del deseo del yo, la posibilidad de hacer del pensamiento una instancia constructiva. Y de Buda su religión de la inmanencia, ese esfuerzo por contribuir a vivificar lo político, sencibilidad sin la cual -destacan los autores- “tal vez no sea posible tomar en serio ninguna de las propuestas de transformación que en nuestras sociedades se suceden sin eficacia alguna”. He ahí el núcleo político de estas lecturas que convidan Diego y Ariel, más allá de las posibilidades -o imposibilidades- de poner en serie estas filosofías, hay un deseo de problematización de nuestro mundo que no escapa a sus lecturas, su escritura, sus elucubraciones. “La crítica del liberalismo torna vigente la denuncia budista de la ilusión del yo que actúa sobre el mundo (aún del yo que intenta transformarlo)”. Y agregan: “sea por la vía de la risa o de lo serio, de la sustracción individual o de la constitución de máquinas colectivas de guerra, la meditación, tal vez desprovista del riguroso ceremonial de las escuelas (meditar combatiendo) se abre como un camino vital posible cuando la vida se nos escapa y ya no tenemos ninguna imagen que abrazar”.
Inmersos en medio de una globalización del capital exacerbada, mientras oriente se entrega a una movilización industrial, científica, política y militar que deja atrás sus antiguas maneras de hacer y de pensar, mientras el “culto de Asia” se expande por occidente como otro fetiche de los tantos que circulan entre las mercancías que inundan la totalidad de nuestras existencia, este nuevo libro de la editorial Cactus pone de manifiesto un profundo deseo por extraer de estas tradiciones algo nuevo.
Como sea, y tal como lo afirman sus autores, en este libro no se busca tanto una enseñanza filosófica que pueda desprenderse de estos maestros, sino un gesto: el de hacerse una libertad.

LA LUNA CON GATILLO: Una Crítica Política de la Cultura
Jueves de 15 a 17 horas por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar)-
Conducción y producción general: Mariano Pacheco.
Seguinos en Twitter (@GatilloLuna) y en FB: La luna con gatillo.
28° Programa, segunda temporada (2016).
ESCUCHÁ EL PROGRAMA COMPLETO ACÁ:

martes, 27 de septiembre de 2016

El precariado: ¿los nuevos descamisados?


Sindicalismo y movimientos sociales. Lo que larga década dejó, el reacomodamiento de las organizaciones gremiales y los desafíos frente al macrismo.

Por Mariano Pacheco


Lo hemos dicho ya en otras columnas publicadas por revista Zoom: no somos afectos a pensar que la historia se repite, al menos que no sea bajo la modalidad de la farsa. No simpatizamos con las idealizaciones del pasado porque consideramos que si las grandes figuras y momentos de la historia no nos sirven para inspirar nuevas rebeldías sólo funcionan como una gran máquina muerta que oprime como en una pesadilla el cerebro de los vivos (pensar que todo pasado fue mejor es reaccionario porque no ayuda a medirnos de manera audaz con las tareas y desafíos del presente). Ahora bien: ¿toda esta diatriba significa que no podamos tomarnos la licencia para elucubrar algunas equivalencias, pensar ciertos modos de ligar el presente con el pasado? Para nada, porque somos de los que pensamos que la escritura es parte del movimiento que puede contribuir arrancarnos de la humillación a la que nos expone día a día el sistema social, económico, político y cultural en el que estamos inmersos, como alguna vez supo señalar David Viñas, en algún texto perdido y olvidado por el torbellino de la post-modernidad que a arrasado a nuestras letras nacionales.

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La historia suele tener más imaginación que nosotros”. La frase, escrita alguna vez por Karl Marx, es vieja, pero cobra actualidad en el nuevo contexto argentino. En la era Macri ni los movimientos sociales, ni las organizaciones gremiales, ni las estructuras políticas partidarias parecen quedar indemnes de esta necesidad acelerada de pensar qué está pasando, qué ha pasado para que estemos como estemos… ¿sin capacidad de reacción? Los más pesimistas se preguntan por qué, si se suponía que el pueblo argentino estaba tan “empoderado” como se decía, eso que de modo genérico podríamos denominar como “macrismo” ha podido avanzar sobre los sectores populares con la velocidad en la que lo hizo, al menos, al menos durante el primer semestre del año. Los resultados los pasamos de largo en estas líneas, son de público conocimiento, ya que a veces los números abruman. Otros, entre el pesimismo y la culpa, ya no se preguntan sino que sostienen que el reverso de la “década ganada” es la precarización, no solo del trabajo sino de la vida en general (“no hubiese sido tan fácil expulsar de sus trabajos en el Estado nacional a tantos trabajadores si hubiesen estado en otras condiciones laborales”, comentan muchos la pasar).
Un fantasma recorre la patria, podríamos decir, otra vez parafraseando a ese viejo barbado. Ya no el fantasma del comunismo, sino el de las vidas precarias, que parecen haber llegado a la Argentina contemporánea para quedarse. Los más optimistas aluden a la baja de consenso social que atraviesa la figura presidencial, a los efectos reales del plan económico sobre el bolsillo del laburante, a las protestas que comienzan a multiplicarse por aquí y por allá, al (¿eminente?) paro que la CGT vienen anunciando, en fin, a las reservas de dignidad que el pueblo argentino ha demostrado a lo largo de su historia, aún en los peores momentos. Este cronista agrega que a veces recordamos la mitad medio vacía del vaso de nuestras memorias de mediano plazo, y que así como Las Madres de Plazo parecen ser una “excepción” de resistencia a la última dictadura cívico-militar, sin embargo, la lucha obrera contra la dictadura (que para la clase trabajadora fue “terrorismo económico” desde el mismísimo inicio del Proceso de Reorganización Nacional), comenzó el mismo 24 de marzo de 1976, y se sostuvo durante esos largos siete años.

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Somos los descamisados, somos los descamiados. Somos de Perón y Evita, somos de Perón y Evita...”.
La canción acompañó numerosas movilizaciones populares. En los ochenta la consigna se entonó con fuerza. En los 90 parecía más una comedia que un grito de guerra. En en el entre-siglo ya nadie la recordaba y los jóvenes-viejos de la “década ganada” la repitieron casi como lección escolar. El año 2003 funcionó como bisagra en la historia del peronismo, porque consagró su retorno tras “los años menemistas”, pero también, durante una década de luchas populares en donde, por primera vez en 50 años, los grandes ausentes fueron los nombres de Perón y Evita.
Diciembre de 2001 funcionó como una suerte de certificado de defunción del neoliberalismo como modelo de Estado, lo que no implica que “enclaves neoliberales” no se hayan mantenido, en incluso potenciado, durante “los años kirchneristas”. Pero de algún modo, la revuelta de ese fin de año, las potencialidades creativas desplegadas durante el verano que le siguió, fueron el suelo sobre el que un nuevo ciclo de Estado pudo instalarse y sostenerse durante la larga década, incluso contando entre sus filas con algunos de los movimientos sociales que habían parido la resistencia anti-neoliberal y abonado a la crisis de representación que se había llevado puesto al conjunto de la dirigencia, incluso a la sindical y la política peronista, de la que emergieron luego Néstor y Cristina como expresión de lo nuevo. El vínculo con los sindicatos son parte de otro cantar: la CTA esperó en vano ser la “pata gremial” del nuevo proyecto político, la CGT siguió siendo durante algunos años la “columna vertebral” de ese nuevo “peronismo transversal” y la ruptura entre el gobierno kirchnerista y los sindicatos no dejó como saldo un renovado proceso de organización gremial y una nueva camada de dirigentes sindicales sino un corrimiento de las organizaciones formales de los trabajadores hacia la derecha y un enorme vacío de organización obrera hacia el interior del “movimiento nacional y popular”.

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Un día después de que numerosas organizaciones sociales marcharan desde el Obelisco e instalaran en Plaza de Mayo un “Acampe por Trabajo, contra el Ajuste y los Tarifazos”, y a tres días de realizarse la jornada de reflexión del Encuentro Mundial de Movimientos Populares en la cede de la CGT, hoy los trabajadores de la salud, docentes y estatales protagonizarán un paro nacional, con acompañamiento de otros gremios enrolados en la CTA Autónoma y las tres organizaciones que hicieron la marcha de San Cayetano: la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Movimiento Barrios de Pie.
Como en la década del 90, también ahora los trabajadores de la salud, la educación y sobre todo los del Estado, vienen estando a la cabeza de los reclamos y las protestas. No es para menos, si se tiene en cuenta la situación de precariedad a la que están expuestos quienes trabajan en el ámbiro de la salud pública, el constante y sostenido proceso de lucha llevada adelante por los docentes durante todos estos años y la situación de los estatales durante el primer semestre de este año: según la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), se contabiliza que 11 mil trabajadores fueron echados del Estado nacional y 50 mil en instancias provinciales y municipales, de los cuales unos 12.000 fueron reincorporados (sobre todo en estas dos últimas instancias) luego de intensas medidas de lucha libradas por el gremio.
Pero los movimientos sociales no solo “acompañan” la protesta gremial, sino que han ido mutando su práctica… y su lenguaje: ya no hablan de planes sociales, de planes de empleo, de subsidios, sino de la necesidad de declarar la emergencia social, de que quienes desarrollan sus “tareas laborales” en la informalidad perciban un “salario social”. Los sindicatos, a su vez, reacios a la organización popular nacida en los territorios, han vertido declaraciones inéditas para lo que hace a su historia reciente, como la de Juan Carlos Schmid, integrante del Triunvirato de la CGT Unificada, quien manifestó: “hay una nueva composición de la clase trabajadora, con millones de compañeros que no tienen la dignidad del trabajo. Nuestra tarea es tender un puente con ellos y este es un paso vital”.
Las tensiones no son pocas, por supuesto. Los movimientos sociales y el sindicalismo no solo están atravesados por la macro-política, las internas de los aparatos partidarios, centralmente el peronismo, sino también por cuánto “quedar pegados o no” al “francisquismo”. La figura del “papa peronista” no es menor en el presente de un pueblo atravesado por toda una historia continental de adhesión al cristianismo, y toda una memoria ligada a cierto giro de los católicos en Nuestra América: los sacerdotes del tercer mundo, la teología de la liberación, los curas obreros como el argentino Carlos Mugica e incluso guerrilleros, como el colombiano Camilo Torres Restrepo. Pero tampoco ese pasado, ni los gestos de Jorge Bergoglio en el último tiempo borran de un plumazo el papel que ha jugado la iglesia en el genocidio perpetrado, ni sus posiciones respecto de temáticas de las “minorías” hoy ampliamente expandidas socialmente, como pueden ser los derechos de los homosexuales, o el tan controvertido del derecho al aborto.
Lo cierto es que muchas organizaciones sociales han entendido que resulta necesario avanzar en niveles de unidad, por un lado, y por otro, en niveles de reconversión que tienen que ver con el nuevo momento, no solo político sino económico (no es lo mismo organizar una gran masa de desocupados que una gran masa de trabajadores precarizados). Reivindicaciones como el salario social (y su complemento de “aguinaldo”), el acceso a una obra social e incluso cierto reconocimiento de su labora diaria, siempre al límite con la ilegalidad, resulta central. Pero también, son muchos los que saben que la dinámica sindical es mucho más reglada, más vertical, más “representacional”, más integrada a ciertas reglas del juego de la democracia parlamentaria a la que muchos movimientos han combatido sin empachos, reivindicando la democracia de base y protagónica, la acción directa, la radicalidad de los métodos de lucha. Qué pasará con esas tensiones lo iremos viendo, seguramente, en el transcurrir de los próximos meses. El paro nacional de la CGT, de producirse, definirá posiciones. ¿Será lanzado con movilización? ¿Activo? ¿Lo transforarán en activo los movimientos sociales? ¿Con qué niveles de radicalidad? Son preguntas que quedan pendientes, como pendiente parece quedar la promesa de Mauricio Macri de dar respuestas favorables a los problemas más urgentes de los argentinos.
Eso sí: ya hemos pasado el invierno




Entrevista a Diego Tatián:


 “No creo que se salga de esta situación de reflujo extremo haciendo ostentación de kirchnerismo”


Por Mariano Pacheco

Diego Tatián, ensayista y actual Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, compartió con revista Zoom una serie de reflexiones acerca del peronismo y el kirchnerismo, las continuidades y rupturas entre las gestiones cordobesas de Juan Schiaretti y José Manuel De la Sota, además de lo nacional, lo popular y lo político en el actual “momento Latinoamericano”.

 


KIRCHNERISMO Y “PERONISMO CLÁSICO”

¿Te parece que el kirchnerismo es un momento de la historia del peronismo o que puede coagular hoy en una experiencia política por fuera de las estructuras partidarias del Partido Justicialista? ¿Cómo ves hoy el mapa del peronismo/kirchnerismo a nivel nacional?
--Creo que las dos cosas: por un lado el kirchnerismo es un momento de la historia del peronismo, claramente, pero por otro lado abre -digamos- una picada, o un boquete hacia otras expresiones históricamente no-peronistas. Y es esta juntura, precisamente, contra la que reacciona cierto peronismo clásico o más tradicional. Me parece que esto hace que podamos afirmar que el kirchnerismo es el único sujeto político hoy en Argentina. Sin magnificar, ¿qué quiero decir con esto? Que la carnadura social del kirchnerismo ronda hoy entre un 15 y un 20%. Pero lo importante no es eso, sino que ha producido una sensibilidad social que tiene que ver, sobre todo, con la defensa de los derechos en general, y los derechos humanos en particular, y que no tiene equivalente. Por ejemplo, el macrismo, hoy no hay macrismo en la Argentina. Lo que existe hoy es un señor llamado Mauricio Macri, que es incapaz de producir afectos políticos, y que de alguna manera cataliza una heterogeneidad política, de sentimientos, y sobre todo, de un antikirchnerismo que tiene muy diferentes calidades. Todo eso concentra Macri, lo que no da lugar al “macrismo”, y esa es su principal debilidad, al mismo tiempo que la mayor fortaleza del kirchnerismo ha sido constituir un sujeto social -insisto- el más importante que tiene la Argentina de este momento. Porque el peronismo clásico, por supuesto, también tiene una identidad históricamente muy fuerte, pero que hoy se encuentra diluida, fragmentada. Y es ahí en donde se libra una disputa muy fuerte, porque el peronismo clásico está intentando prescindir del kirchnrismo, cosa que difícilmente creo que pueda lograr, porque la imagen de Cristina es muy fuerte, y no tiene parangón dentro del campo popular. Y no es sólo una cuestión de imagen, de encuesta, sino que es una figura popular muy odiada pero también muy amada, que otras fuerzas políticas no tienen. Desde ese punto de vista, está todo absolutamente abierto en la Argentina. Y creo que hay que precipitar las condiciones para que el campo popular se reorganice de una manera amplia y generosa, no creo que se salga de esta situación de reflujo extremo haciendo ostentación de kirchnerismo. Y creo que la primera en entender eso fue la propia Cristina, cuando empezó a hablar de Frente Ciudadano. Ese es un poco el desafío que tienen las fuerzas populares, para que esta situación de “Plan Cóndor judicial-mediático” no quede así, porque esta situación no se está produciendo solo en Argentina sino en varios países de la región.

--Vos hablas del kirchnerismo como “sujeto”, pero en el peronismo clásico la columna vertebral del movimiento era la clase trabajadora (algo que desde las izquierdas se cuestionó siempre porque el movimiento obrero organizado además de columna, no era también “cabeza y corazón”). Ahora, en el kirchnerismo, ¿cual te parece que son, en concreto, esos sujetos sociales en los que ha anclado su política? Digo, más allá de la gestión del Estado. Porque: ¿qué sector social expresa, por ejemplo, Unidos y Organizados? Y el Movimiento Evita, que organizaba a sectores humildes del pueblo, o al precariado, hoy ya no forma parte del kirchnrismo, y la relación con los sindicatos ha sido más bien compleja.

--Es muy buena tu pregunta. De todos modos, dejame aclarar que cuando decía “sujeto social” no me refería a un análisis sociológico, sino a un imaginario que atraviesa a distintos sectores, que van desde la Universidad hasta este precariado que vos mencionás. Después, las articulaciones o desarticulaciones políticas, son siempre coyunturales. Yo no creo, por ejemplo, que el movimiento Evita haya dejado de ser kirchnerista por haberse ido del Frente para la Victoria. Sigue siendo parte de ese conglomerado que yo nombro como kirchnerismo y que, insisto, no lo digo desde el punto de vista sociológico, sino como marca que se le ha hecho a la sociedad argentina en muy distintos niveles. De todos modos, me parece que tu pregunta por el movimiento obrero es muy buena, pero habría que tener en cuenta que el movimiento obrero hoy no cumple en el mundo la misma función que hace 50 años, y tampoco que en la Argentina del peronismo clásico.

--¿Y en Argentina como lo ves?

--Fijate, en el resto de la Argentina está sucediendo una situación inversa a la que sucede acá en Córdoba. Creo que hay una cúpula sindical burocratizada y al servicio de lo peor, y sin embargo hay una base que se está moviendo, y las cúpulas tienen grandes problemas para sostener esta situación, que es de precaridad, en la componenda con los grandes poderes económicos. En tanto que en Córdoba se viene produciendo una situación por demás interesante, en la que hay dirigentes sindicales que han tenido un pronunciamiento muy claro respecto de ciertas medidas reactivas del macrismo para con los trabajadores. Me refiero a nombres concretos como Hilda Bustos, como Juan Monserrat, Raúl Ferro y el propio José Pihen, que tiene que posicionarse con mucho cuidado porque tienen bases que son, te diría, macristas. Sin embargo, puede visualizarse en el movimiento obrero de Córdoba un atisbo de algo diferente. No así en el Partido Justicialista y el “schiarettismo”, que está haciendo una sobreactuación de macrismo para mi incomprensible, aún asumiendo que así se beneficia financieramente. Creo que Schiaretti, corriéndose así a la derecha, está traicionando su propia historia y la de su partido, incluso a sus propios cuadros, de segunda o tercera línea, que quedan totalmente descolocados, sobre todo con sus declaraciones sobre el plan económico. Por más que ahora se vea coyunturalmente beneficiado económicamente por el macrismo, se le va a volver como un búmerang.


PERONISMO EN CORDOBÉ

--Justamente te quería preguntar por la situación provincial. El delasotismo es evidente que ha estado a contrapelo del proceso nacional de la última década. Pero: ¿qué pasa con el schiarettismo? ¿Te parece que es una continuidad del delasotismo o hay rupturas?

--Las dos cosas. Creo que el schiarettismo es una continuidad sustantiva del delasotismo con puntos de ruptura en temas como los derechos humanos o cierta sensibilidad mayor hacia cuestiones sociales. Por ejemplo, Schiaretti tiene un excelente ministro de Justicia, Luis Angulo. Nosotros tenemos un Programa de Educación en Cárceles. La Facultad tiene alumnos en la cárcel. Y es impresionante ver el cambio. En este tipo de cosas, que no son menores, hay un cambio, lo mismo que en derechos humanos. Pero hay ciertos alineamientos políticos y pronunciamientos respecto de la política-económica que lamentablemente son una continuidad con el delasotismo.

--¿Y respecto de la situación policial? Digo, ese fue uno de los motivos de mayores críticas al delasotismo ahora hay quienes también cuestionan la schiarettismo.

--Me parece que se nota un cambio, un pequeño cambio al menos. No es lo mismo esta policía que la de De a Sota, pero también es difícil pensar que pudiera mantenerse ese nivel de policialización en el que se vivía en la provincia, que estaba prácticamente tomada. Ahí veo un pequeño cambio, insuficiente, pero con una modificación del Código de Faltas, sin su derogación, que es lo que correspondería, porque es absolutamente anticonstitucional, pero en ese punto creo que se puede verificar un cambio.

--Y respecto del peronismo cordobés, más en la coyuntura política, ¿qué pensás? Digo: De la Sota necesita “pegarle” a Macri si pretende posicionarse de cara a 2017 y 2019. Pero sigue aliado a Massa, y eso le dificulta disputar la interna del PJ. Por otra parte, su sucesor en la provincia, como decías bien recién, viene haciendo una “sobreactuación” de macrismo, situación que también le dificulta al propio Schiaretti librar una pelea interna en el justicialismo a nivel nacional, y ambos necesitan de algún modo “pegar el salto” a lo nacional, tras dos décadas de gobernar la provincia…

--Yo pienso que Macri no ha venido para durar sino para hacer un laburo, que tiene tres patas. El más importante ya lo ha hecho, y es haber re-insertado a al país en el circuito financiero internacional; haber contraído 50 mil millones de dólares de deuda, a la que van a estar otra vez subordinadas generaciones de argentinos, tirando por la borda lo que tanto le costó a la política del pueblo argentino, que fue des-endeudarse parcialmente. Eso ya lo hizo, porque él es un personero de los grupos financieros. Lo segundo que vino a hacer el macrismo es a desarrollar una persecución judicial del kirchnerismo, con el claro objetivo de des-arraigar del pueblo argentino toda memoria de lo que fueron estos diez años de gobierno popular. Y lo tercero es imponer el paradigma de lo que ellos llaman “Memoria completa”, es decir, desmontar el trabajo democrático que desde hace décadas vienen haciendo los organismos de derechos humanos, no sólo en el plano social y cultural, sino también en el judicial. Porque ya han frenado los juicios por las responsabilidades civiles y van a seguir probando qué pueden hacer y no, como fue el caso de Hebe (de Bonafini) y el intento por avanzar en causas judiciales contra militantes de la década del 70, de organizaciones armadas y no armadas. Y lo que tiene es que no parece verosímil que eso pueda durar mucho tiempo. Pero sí que venga un administrador de ese desquicio, más político, que yo creo que es Massa, que es la alternativa a esta lógica del shock, casi una lógica de “grupo de tareas”, que viene produciendo el macrismo. Ese es el plan, me parece, no sé en qué tiempos, pero la salida orquestada parece ser con alguien de la derecha peronista, sea De la Sota o Massa, que es el candidato de Clarín, a diferencia de Macri, que es directamente el hombre de Estados Unidos en el país. Y desde ese punto de vista es que está totalmente abierto todo, en el peronismo y en el país. Y habrá que ver qué hacen los distintos actores políticos dentro del peronismo ante eso que podríamos denominar como la vía massista y la vía kirchnerista.

--¿Dentro o fuera del peronismo? Digo, al menos, tu opción personal, ¿cual es?

--Yo creo que va a haber que jugar en los dos lados, porque una cosa repercute en la otra. Pero creo que dentro de la disputa interna del PJ hay mucho de ficción. Quiero decir: no es que ahí adentro se apuesta, se gana y el que pierde sigue al que gana. Si el delasotismo gana, el kirchnerismo no va a ir atrás como buen perdedor, así como el delasotismo no va a ir detrás del kirchnerismo si la que gana es Cristina. Se puede disputar ahí adentro, pero sabiendo que es como una ficción necesaria. Y después hay que construir transversalmente, y confiar en los movimientos populares de base. Esa es la gran lección de todos estos años, en donde ha habido un empoderamiento insuficiente para acompañar los cambios que se han producido en la Argentina, tal vez los más osados dentro de la región, si dejamos aparte a Bolivia y Venezuela, que tienen realidades diferentes. No fue suficiente el empoderamiento para proteger esos cambios, que se hicieron tal vez de una manera más jacobina.

--¿Y qué rol juega en todo esto Cristina?

--Yo creo que están bien los tiempos que está manejando Cristina. Ella lo dijo con claridad: “yo no me voy a poner a la vanguardia de los cambios que la sociedad no me ha pedido” y que “la sociedad se tiene que organizar y construir poder desde abajo y después se verá”. Yo creo que es la vía correcta. Y un poco depende de todos nosotros, de las izquierdas o cierto peronismo, de los que creemos en una vía emancipatoria, de ser capaces de construir un frente para disputar poder.

--Me gustaría saber tu opinión respecto de esta crítica que se le hace al kirchnerismo, en relación a la centralidad casi exclusiva del liderazgo de Cristina, y antes de Néstor, o la denominada “mesa chica” que tomaba las decisiones, o incluso a rol que jugó La Cámpora en el armado de espacios como Unidos y Organizados y esta postura de Frente ciudadano centrado en una participación más desde abajo, cuando hay toda una militancia quizás formada en lógicas más de arriba para abajo. Digo, ¿no te parece un poco contradictorio el planteo?

--Bueno, sí, pero ahí está el arte de reinventar y producir política a partir de giros. Y lamentablemente me parece que eso que planteas no es solo un problema argentino, sino que está presente en todos los procesos de Latinoamérica: pasó con Chávez, pasa con Evo, pasó con Lula. Es una dinámica que está presente en la historia del continente. A mí me gustaría que fuera de otra manera, pero no es de otra manera. Entonces eso, que es un problema que genera cierta verticalidad, presenta una fortaleza para enfrentar poderes, que una dinámica más horizontal seguramente no tendría. Por eso hay una cierta complejidad en esa cultura política. Y yo creo que Cristina registró que es necesario que la sociedad prescinda de ella para hacer ciertas cosas y luego las haga con ella cuando ciertas condiciones estén dadas. Me parece que es una buena vía. Si, por decirlo de algún modo, la cultura política kirchnerista lo va a lograr hacer o no, habrá que ver. Yo creo que sí. Tal vez obligado por las circunstancias. Y en eso soy materialista, porque pienso que muchas veces no son las convicciones sino la materialidad, la fuerza de las cosas lo que hace a uno comportarse. Y esa apertura, ese ponerse en juego de manera horizontal con otras organizaciones, y el aprendizaje de una sabiduría política adquirida en la adversidad, tiene que ver con la situación.

--Como reflexión final, y partiendo de esto que planteabas sobre el continente, en relación al planteo esbozado en uno de tus libros sobre el filósofo Spinoza, donde decías que atravesábamos un “momento maquiaveliano” en la región, a partir del cual un conjunto de antiguas luchas sociales organizaban sus militancias y sus tareas en una conquista institucional. Allí hacías referencia a Maquiavelo y escribías que se producía una tácita “exhortación a la unidad Latinoamericana” por parte de un “Príncipe colectivo” que había adoptado un posicionamiento popular, en el marco de una coyuntura signada por un “encuentro aleatorio” entre “movimientos sociales y políticas de Estado” . A la luz de todo lo que viene pasando con los gobiernos progresistas, populares, post-neoliberales o como se los denomine de la región, ¿consideras clausurado ese momento o en disputa? ¿Estamos a la puertas de un nuevo cambio de época en Latinoamérica?

--Yo creo que está abierto y en disputa el proceso, en un momento de clara adversidad y reflujo. Y creo que hay que seguir insistiendo en la necesidad de reivindicar la política como alternativa para que los seres humanos reviertan la situación desfavorable en la que se hayan y disputen poder. Hoy asistimos a una operación muy fuerte de desprestigio de la política, contra la política. Y se trata de hacer ahora lo que hicimos siempre, pero desde el llano. Se trata de organizar, de construir poder popular y resistir las medidas que son nocivas para el conjunto del pueblo argentino. No creo que se haya desvanecido el “momento Latinoamericano”, sino que atraviesa esta situación de fuertes complicaciones, pero hay que seguir actuando desde las circunstancias en las que nos encontramos.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Entrevista a Jorge Falcone


Estoy convencido de que el derecho-humanismo no tiene que obturar lo que fueron las luchas revolucionarias”-


Por Mariano Pacheco


Poeta y documentalista, Jorge Falcone fue militante de Montoneros, organización revolucionaria de la que llegó a ser “oficial”. Es hermano de María Claudia, una de las militantes detenidas-desaparecidas de la denominada “Noche de los lápices”. De paso por la ciudad de Alta Gracia, conversa con revista Zoom sobre los 40 años de aquél episodio trágico, de sus vínculos con el peronismo, su trayectoria como cineasta y las potencialidades y límites de las “políticas d ella memoria”.


En la madrugada del 16 de septiembre de 1976, “las patotas” de los Grupos de Tareas al mando de la Junta de Comandantes del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, secuestraron en la ciudad de La Plata a un grupo de jóvenes militantes, la mayoría pertenecientes a la Unión de Estudiantes Secundarios, la UES, uno de los “frentes de masas” conducidos por la organización Montoneros, de la que Jorge Falcone llegó a ser “oficial” de la “estructura de prensa”. Su hermana, María Claudia, tenía 16 años y fue una de las detenidas ilegalmente por el accionar de las fuerzas armadas. Aún permanece desaparecida, como María Clara Ciocchini y Daniel Racero (18 años), Horacio Ungaro y Claudio de Acha (17), y Francisco López Muntaner (16). Gustavo Calotti (18), Emilce Moler y Patricia Miranda (17), junto con Pablo Díaz (19), sobrevivientes, fueron secuestrados días antes o después de aquella razzia, pero formaron parte del mismo grupo de militantes capturados por el terrorismo de Estado en lo que hoy se conoce como “La noche de los lápices”. La historia cobró relevancia pública luego del testimonio de Díaz en el “Juicio a las Juntas” y tras el film estrenado en 1985 bajo ese nombre, dirigida por Héctor Olivera.

Derecho-humanismo y políticas de la memoria
“Soy partidario de realizar el ejercicio de una memoria no obstructiva. Siempre digo de que para que existieran Madres de Plaza de Mayo, primero tuvieron que existir hijos de Plaza de Mayo”, sostiene Jorge Falcone, poeta y documentalista, a quien en la militancia le dicen “Chiqui”. También dice estar convencido de que el “derecho-humanismo” “no tiene que obturar lo que fueron las luchas revolucionarias”. Y agrega: “fueron luchas anticapitalistas, al fin y al cabo, algo que hoy parece completamente despreciado políticamente. Si podemos retomar ese cauce, porque este sistema está depredando el planeta directamente”
Cuatro décadas después del secuestro de su hermana, Falcone acompaña a “los secundarios” nucleados en la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) de la ciudad de Buenos Aires, que organizaron un ciclo de actividades durante todo el mes, bajo el lema “Septiembre es de lucha, el futuro es nuestro”. También se llegó hasta la provincia de Córdoba, donde brindó una charla en la ciudad del Tajamar, aquella en donde el niño Ernesto Guevara pasó varios años de su vida. Falcone se muestra muy a gusto entre los muchachos y las chicas de los Centros de Estudiantes, destaca que hoy los jóvenes tienen “muchos menos ticks y prejuicios” que los que su generación tuvo en las décadas del 60 y del 70, a la que caracteriza como muy “formal” y “organicista”, a diferencia de las actuales militancias, inspiradas “en ideales mucho más libertarios”.


LOS SALIERIS DE BIRRI
Falcone cuenta que se inició en la militancia en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional, en la ciudad de La Plata, expresión estudiantil de la organización Montoneros. Luego, tras la fusión de octubre de 1973 entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros, integró la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) en el ámbito estatal, hasta que pasó a ser parte del “Área Federal de Prensa” de la organización político-militar, donde llegó a obtener el grado de “oficial”. Esa parte de su historia, en los ámbitos militantes, es bastante conocida, aunque no tanto su devenir cineasta. Entre sus películas se destacan “Hombre bebiendo luz”, del enador argentino Rodolfo Kusch y “El profeta”, ensayo audiovisual sobre el cinesta y escritor Pier Paolo Pasolini.

--¿Cómo fue tu ingreso al cine?
--Yo vengo de un hogar en el que se narraba, y en el que había una biblioteca de tres paredes, del piso al techo. La primera banda sonora que recuerdo es la de un relato de ciencia ficción en la voz de mi padre, antes de ir a dormirme y el Gulliver de Max Fleischer de 1939, que estableció en mi vida un antes y un después. Durante mi cursado de la Escuela Superior de Artes de La Plata, en una época en la que parecía que íbamos a tocar el cielo con las manos y en la que estábamos muy estimulados, armé mi primer grupo de cine en super-8 con compañeros de la secundaria, con los que filmamos cine de género: policial, ciencia ficción y terror. El Parque Pereyra Iraola fue mi Transilvania de la infancia, teníamos un personaje que se llamaba “Drágula: ladrón de glóbulos rojos”, con el cual hacíamos un cine bizarro, satirizando esas películas, en consonancia “La danza de los vampiros” de Roman Polanski. Y fomentada esta inclinación por mi padre, en consonancia con la consigna que dice que “hay amores que matan”, me dice: “vos tenes una gran capacidad de relato. Para hacer cine, la mejor forma es contar buenas historias, y para eso es importante conocer el alma humana, así que creo que lo mejor que podes hacer es estudiar psiquiatría”. Mi viejo cirujano, qué más quería que tener en la puerta de mi casa natal otra placa de galeno. Pobre: no se la di y por eso se ofendió mucho. Pero llegué a cursar todo el ciclo de medica, con lo cual en la clandestinidad y durante mi brevísimo exilio, pudo ejercer la medicina rural, en Paraguay, con un médico de la oposición a Stroessner, donde lo asistí en la atención de las Ligas agrarias. Recién con la recuperación de la democracia y al abandonar la clandestinidad y regresar a mi ciudad natal, llegué a convertirme en el representante estudiantil de 150 aspirantes a ingresar a la Escuela de Cine intervenida por el lopez-reguismo y clausurada por la última dictadura, en una lucha que culminó en los albores de la década del 90 con la reapertura de la Escuela de Cine, y comencé a formarme. Primero de manera a-sistemática, con Carlos “Chino” Vallina, tributario del Grupo Cine de la Base impulsado por Raymundo Gleyzer, desaparecido en 1976, el 27 de mayo, fecha que hoy es el “Día del documentalista” en Argentina, a propuesta del Movimiento de Documentalistas del que formo parte. Luego, también me formé con el tucumano Fernando Vallejo, del grupo Cine Liberación, autor de una de las películas que me marcaron, a mi y a mi hermana, “El camino hacia la muerte del viejo Reales”, película que me conectó con otra manera de ser argentino, porque da cuenta de las historias de la argentina profunda protagonizada por los cañeros tucumanos que luchaban contra la dictadura del General Onganía. Con Vallejo remontamos las aguas del Paraná con los obreros de Bragado, conocimos a los obreros de las minas de Río Turbio con una cámara al hombro, filmamos el Parlamento indígena en la provincia de Buenos Aires, el Tantanakuy infantil en la Quebrada de Humahuaca… lo que con los compañeros que venían de Cine de la Base fue una fuente de reflexión y formación teórica, con Vallejo se convirtió en una práctica intensiva. Él siempre decía: “hay que saber reflejar el rostro curtido del trabajador argentino”, y remarcaba que sus dos fuentes de referencia eran la Escuela de Cine de Santa Fé, de Fernando Birri y el Estrella del Norte… que era el tren con el que viaja con los braceros que iban a cosechar la papa en La Pampa o la manzana en el sur… esas fueron las escuelas de mi maestro y las que yo heredé. Así como León Gieco dice que en el rock somos todos salieris de Charly, los documentalistas decimos que somos todos salieris de Birri…

La voz se entrecorta primero y se quiebra después. El grabador se apaga y el silencio se apodera de la habitación donde realizamos la entrevista por unos segundos. Luego Jorge Falcone dice reivindicar el “costado sentimental” de la política y tras una breve pausa continúa la charla. El grabador no se enciende y la conversación por otros carriles. Al rato, la formalidad del reportaje se apodera nuevamente del intercambio de palabras.



PERONISMO: UNA ESCUELA SIN MÁSTIL
Falcone militó varios años en las filas del denominado “peronismo revolucionario”. Como tal, en 1976 y tras un breve exilio, retornó al país integrando las Tropas Especiales de Agitación (TEI) de Montoneros, en el marco de la denominada “Contraofensiva”.

--¿Y de dónde viene tu peronismo?

--Yo siempre digo que los almuerzos y las cenas de la familia Falcone fueron como una suerte de escuela sin mástil, en la que mi padre era la expresión del derecho al acceso a una salud gratuita e igualitaria y mi madre de una educación en los mismos términos. La idea de la justicia social, tanto mi hermana María Claudia como yo, la mamamos en ese contexto. Mis padres eran peronistas históricos: él, el primer comisionado municipal peronista y en 1956 padeció tres meses de prisión en el penal de Olmos, junto con Juan Carlos Livraga, el “fusilado que vive” de la Operación masacre de Rodolfo Walsh. Y fue preso por haber sido parte del levantamiento cívico-militar peronista encabezado por Valle y Cogorno. Mi madre, una aguerrida maestra de escuela pública, fue parte de la lucha encabezada por María Eva Duarte de Perón por el voto femenino y fue delegada de La Plata, Beriso y Ensenada. Con lo cual, el vendaval d ella década del 70, sobre todo con la campaña del “Luche y vuelve” (1972), que fue el pináculo de 18 años de ofensiva popular, con todo lo que implica la acumulación política, ideológica y organizativa, que uno puede comparar con el acto de meter moneditas en una alcancía, que en 1976 hicieron estallar, y nos dejo juntando pedazos. Todo ese proceso no podía menos que llevarnos puestos a mi hermana y a mí, cada uno en sus respectivos frentes de militancia. Y respecto del peronismo, de su legado, creo que ha cumplido un ciclo, sobre todo el peronismo institucional, pero como identidad creo que el peronismo es insoslayable para cualquier perspectiva de emancipación que el pueblo argentino construya de aquí en más, cualquiera sea el “ismo” que adopte, deberá abrebar en la historia del peronismo de las bases. No quiero caer en lugares comunes, pero no podemos dejar de mencionar la resistencia peronista y las experiencias armadas como los Utuuncos, Taco Ralo y las organizaciones posteriores; los programas de la Falda y Huerta Grande, la CGT de los Argentinos… son el ADN sin el cual se torna impensable un proyecto de liberación nacional que haga pie en las grandes mayorías.

--Te referías al peronismo en pasado. ¿Y el presente?

--Creo que lo nuevo que surja tendrá ese componente hereditario, así como la acumulación de experiencias como las de la última dictadura al Proceso de Reorganización Nacional, como la experiencia piquetera, de las asambleas y las fábricas recuperadas, eso que bregó en las dinámicas horizontalistas y autogestivas y que no llegó con fuerza para gestar un proyecto integral por la positiva, pero que dejó como acta de defunción de la democracia formal la consigna del “Que se vayan todos”, que creo que hay que revisarla desde el presente, ya que venimos de una experiencia que acaso tardiamente planteó que se podía humanizar el sistema en el que vivimos, que está literalmente depredando el planeta, el único hogar que tenemos. Bueno, esa operación creo que solo es posible de sostener después de una operación quirúrgica como la que realizaron los genocidas. Incluso, te digo más, algo que pude vivir en carne propia durante mi exilio en Escandinavia, con la socialdemocracia de Olof Palmer. En 1979 nos cagaron alegremente a palos, cuando nos concentramos frente a la embajada de Nicaragua en Estocolmo, para advertir y repudiar la posible invasión yanqui contra los sandinistas. Ahí, todo el derecho-humanismo for export, se convirtió lisa y llanamente en un fascismo que torturó compañeros en las comisarías bajo la consigna “Cabecita negra”, mientras pintaban cruces esvasticas en las comisarías de Estocolmo, incuso manteniendo desaparecidos muchos compañeros por más de 24 horas. Eso podría ser considerado el capitalismo serio. Entonces me pregunto: ¿cuánto más serio puede ser el capitalismo? ¿No es esa su esencia?: los niños fumigados, las poblaciones contaminadas por la minería a cielo abierto; la infinita precarización laboral que está arrodillando a hogares enteros a poner un plato de caldo con sal sobre la mesa y llamar a eso una sopa.

--Históricamente: ¿cuándo te parece que el peronismo deja de ser un camino viable para la emancipación? Es la última dictadura? ¿El menemismo? ¿Una combinación? ¿O es el 2001?

--Yo creo que entre la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, el sistema logra realizar dos operaciones, que funcionan como una bomba neutrónica, dejando la estructura, la reververancia simbólica de una experiencia valiosísima pero destruyendo lo mejor de su esencia. La llamada “década neoliberal” vacía el Estado nacional cantando la marcha peronista; en una alianza entre pequeños sectores aristocráticos y una gran masa desarrapada, se vacía el Estado nacional, todo en nombre peronismo y con consenso de masas. Y en la primera década del siglo XXI, se comete una terrible estafa a todo el potencial subversivo ínsito en la experiencia de las décadas del 60 y del 70, edulcorando nombres que va costar volver a revalorizar en toda su dimensión transgresora, como son los nombres de Francisco Urondo, John William Cooke o el de Rodolfo Jorge Walsh, idealizando esa experiencia, con la clara intención de ofrecerle a las nuevas generaciones una suerte de montonerismo sensato o descafeinado. Uno es un tiro en la frente y el otro es un remate en la nuca de la experiencia subversiva.


lunes, 12 de septiembre de 2016

Epílogo a "El hereje: apuentes sobre John William Cooke", nuevo libro de Miguel Mazzeo


Cooke es el hecho maldito del “peronismo burgués”

 
Por Mariano Pacheco 


(Precio promocional: $150. Para compra anticipada en Córdoba comunicarse a Mariano Pacheco Facebook o al correo cronicasdesdecordoba@gmail.com)

...un hombre, hecho de todos los hombres y que vale lo que todos y lo que cualquiera de ellos”. Con estas bellas reflexiones Jean Paul Sartre finaliza esa suerte de autobiografía que tituló Las Palabras. Libro que leí y comenté en su momento con Miguel Mazzeo. Época en la que leímos, ambos, muchísimos libros del filósofo, narrador y dramaturgo francés (¿sería porque la editorial Losada había puesto gran parte de su obra en las mesas de saldo de las librerías de la calle Corrientes?). Recuerdo que una vez, alentando mis lecturas “existencialistas” de entonces, Mazzeo me dijo:
--El que fue un gran lector de Sartre fue John Willian Cooke.
Para entonces ya había leído Cooke de vuelta (el gran descartado de la historia), con ensayos de –entre otros-- Horacio González, Daniel Campione, Robertto Baschetti, Claudia Korol y el propio Mazzeo, y los “Textos traspapelados” de Cooke, que Miguel compiló y presentó, libros publicados -ambos- por La rosa blindada, en 1999 y 2000. También había leído -a instancia de Mazzeo- La rosa blindada: una pasión de los 60, libro cuya compilación y estudio introductorio estuvo a cargo de Néstor Kohan y en el que aparece publicado ese texto impresionante de “El Bebe”: “Bases para una política cultural revolucionaria”, donde repasa con maestría los Manuscritos Económico-filosóficos de 1844 de Karl Marx.
Si comento estas pequeñas anécdotas no es por regodeo narcisista, sino porque veo en el de Mazzeo un gesto setentista que, como una rareza de la época, no tiene que ver con la nostalgia sino con la actualización de las tareas de la intelectualidad revolucionaria, o al menos, de aquella que no niegue su intervención específica en el campo de batalla de la teoría (y por lo tanto de la praxis). Porque Mazzeo, contra los prestigismos académicos primero, y el estrellato mediático-progresista después, supo sostener -bastante en soledad, por cierto- una apuesta por intervenir en un campo bastante desprestigiado en su “ecosistema”. Marcados por un fuerte componente local y reivindicativo, los nuevos movimientos sociales estuvieron impregnados desde sus comienzos por el virus del anti-intelectualismo de los intelectuales pequeño-burgueses que contuvieron en su interior. Más cerca del legado de Marx (pero también del de John Willian Cooke, Carlos Olmedo y Mario Roberto Santucho), y toda la corriente comunista y libertaria, Mazzeo mantuvo de modo estoico su postura sobre la necesidad de construir y sostener un pensamiento crítico, asumiendo que la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual es la base sobre la que se edifica la asimetría política, social, económica y cultural del capitalismo, y retomando a sus impugnadores de tiempos pretéritos, asumió el desafío de no “festejar” los gestos populistas de quienes, en nombre de un pragmatismo sin sentido, buscaban no asumir los desafíos de romper ese destino de oralidad al que, en cada momento histórico, se pretende condenar a los proletarios del mundo.
No en vano en su libro Conjurar a Babel. La nueva generación intelectual argentina a diez años de la rebelión popular de 2001 (2012), plantea -entre otras cuestiones- que la nueva generación intelectual rechaza el “formato sencillo” de los “divulgadores”, que se precian de ser populares porque hablan “para que el pueblo entienda”. Lejos, de todos modos, del iluminismo intelectualista tan típico de las viejas izquierdas, lo que Mazzeo hace es romper la contundencia, buscando siempre que la función intelectual tenga como horizonte “achicar la brecha” pero porque son más quienes pueden asumir esas funciones, y no porque se las diluya. “Ocurre muchas veces que el ´formato sencillo´ no es más que el lenguaje de una escuela política innoble, el lenguaje del dominador, que como es de suponer, suele ser poco apto como despertador de conciencias”.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Cooke?, podrá preguntarse el lector de estas líneas. Poco, a simple vista, y mucho, si de lo que se trata es de apropiarse de un “legado Cooke”. Porque Mazzeo se formó, y aportó a la formación de nuevas camadas de “intelectuales orgánicos” no solo con libros y artículos (los que escribió y leyó, los que prestó y recomendó), con sus cursos de formación y “Cátedras libres” (a los que asistió y los que impartió), sino también con las conversaciones.
Guillermo Cieza (autor del prólogo del libro que tienen entre manos) y Jorge Pérez, a través de quienes le llegaron parte de las historias sobre Cooke, mencionados en la presentación de este libro, pero también las intensas y extensas mateadas que -sabe bien este cronista- Mazzeo sostuvo durante algunos años junto a Manuel Suárez, uno de esos militantes polimorfos ya entonces en vías de extinción. O con el propio José Luis Manghieri, a quien tuve el placer de conocer (gracias a Miguel), e incluso -indirectamente- trabajar con él, ya que uno de mis primeros “empleos” fue poner la “mesita” en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, no para una agrupación siendo estudiante, sino para “hacerme unos mangos”, siendo “piquetero”, vendiendo libros de La rosa blindada, a instancia de la triple solidaridad de Mazzeo, Manghieri y la Cátedra Libre de Derechos Humanos, donde estaba (y aún persiste) la para nosotros emblemática Graciela “Vicki” Daleo.
Si cuento estas breves anécdotas, insisto, no es por intimismo, ni por autoreferencialidad, sino para dar cuenta de un modo poco convencional de introducir a las nuevas generaciones a la vida intelectual, que Mazzeo de algún modo heredó -y resignificó- y supo luego retrasmitir hacia los más jóvenes, o sumar a los “nuevos” a ese tránsito junto con los “viejos”.
Retomando el libro, quisiera destacar el hecho de que Mazzeo, revisitando a Cooke, contribuye a volver a instalar en el imaginario de las militancias actuales cierta vocación -presente en el período de luchas anterior al de la “década larga”- de pensar en una política desde el llano, plebeya, de base, pero no por eso sin vocación de masas. Desde una izquierda nueva, o que se pretende tal, Mazzeo retoma -a veces sin pronunciarlo de este modo- el inmenso desafío de recrear un imaginario ligado a un nacionalismo popular-revolucionario, que no es más que otro modo de nombrar las apuestas socialistas de manera situada, sin dicotomizar los componentes de la “cuestión nacional” y el internacionalismo (par que incluye, en su seno, el Latinoamericanismo y el anti-colonialismo). Y qué duda cabe que “El Gordo” Cooke fue uno de sus máximos referentes.
Porque a pesar de toda la “vuelta del peronismo” de los últimos años, Cooke es un indigerible, aún para el propio peronismo oficial, que recientemente llegó hasta incorporar los nombres de Alicia Euguren y Juan José Hernández Arregui (ver “Declaración de Formosa” del Partido Justicialista, junio de 2016), pero no el del “Bebe”. Es que Cooke es el hecho maldito del peronismo burgués.
La reivindicación “nacional-popular” (“no populista”) que realiza Mazzeo de Cooke, y a través de él de un costado (el irreverente y con vocación revolucionaria, es decir, socialista) del peronismo, tiene clara coherencia con muchos de sus otros trabajos. No solo de los años dedicados al estudio de ese “tío Latinomaericano” que es José Carlos Mariátegui (recordemos que los formalistas rusos insistían en destacar que la transmisión intergeneracional no se producía de “padres a hijos” sino de “tíos a sobrinos”), a quien Mazzeo consagró lecturas y reflexiones que van desde su primer libro (Volver a Mariátegui, 1995) , hasta una de sus últimas publicaciones (El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su pensamiento, 2013), donde vuelve sobre sus retornos al Amauta, pasando por sus libros donde intentó contribuir a dotar de una “teoría revolucionaria” a determinadas experiencias de la “Corriente Autónoma” de los movimientos sociales de Argentina (o “Nueva Nueva Izquierda”, según él mismo la denominó). ¿No está claramente presente cierta “espíritu cookiano” en muchos de sus trabajos? Me refiero fundamentalmente a la saga ¿Qué (no) hacer? (2005) y El sueño de una cosa: introducción al poder popular (2007), o Poder popular y Nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de Mayo (2011).
La nación es un producto activo”, sostiene en el primero de los libros mencionados. Y agrega: “Nosotros consideramos que la nación puede ser (en realidad puede volver a ser) un espacio proyectado de la emancipación, el locus de una dialéctica de la emancipación”. Y agrega en El sueño de una cosa que el “sujeto popular” no es una entelequia, ni una abstracción ajena a contradicciones (léase: el pueblo en el que se “armonizan” los antagonismos de clase), sino una forma de designar “el fundamento que configura una ética d ella liberación, aquello que es sostén y propósito del proyecto emancipador, ese que, por lo general, a algunos nos gusta llamar socialista”.
Planteos que, por su temática, aparecen con mayor nitidez en el último de los libros citados. “La memoria de las antiguas luchas sirve si colabora con la apertura de un nuevo ciclo de la conciencia nacional, popular y revolucionaria; si ilumina la praxis de los que se proponen rediseñar la Nación, el Estado y la sociedad”, comenta a la hora de pensar esa dialéctica que jamás se detiene: la de la historia.
Una década antes, a propósito de El tiempo y sus mudanzas (última novela escrita por Manuel Suárez, publicada en 2004), Mazzeo escribe:
Manuel reacciona al diagnóstico pesimista. Está convencido de que el tiempo muda”.
Tal vez pensando en Cooke, después de leer estas herejías, uno pueda leer (o releer), el libro de Manuel, no el de Cortázar, sino el de Suárez, y meditar sobre su final:
En el patio, el sol es un recuerdo con promesa de retorno, la luna prosigue su balanceo en sus hojas alimonadas, el jazmín brilla salpicado de frescuras; un gallo sin horario saluda el crepúsculo. Hoy casi termina, mañana se anuncia”…
Hemos atravesado el desierto neoliberal con intensa creatividad. Hemos salido de la década neo-desarrollista un poco mareados, tal vez, pero con algunas certezas y unas cuantas convicciones. El crepúsculo de los ídolos se desvanece. ¿Se anuncia el mañana de una Nueva Nueva Nueva Izquierda? No lo sabemos, pero yuxtaponiendo imágenes podemos traer ante nosotros la del último Cooke, agonizante, mientras el destacamento de la guerrilla rural de las Fuerzas Armadas Peronistas se alista en Taco Ralo.
Las continuidades no son lineales y las derrotas no son solo derrotas, sino lo que hacemos con ellas. Lo mismo sucede con los grandes personajes del pasado. No son entes objetivos, sino imágenes sujetas a lo que hagamos con ellas. Sin lugar a dudas el aporte de Mazzeo respecto a Cooke -como ayer fue con Mariátegui- es un insumo insoslayable para las nuevas generaciones de intelectuales y militantes que no deseamos quedar atrapados bajo la sombra nostálgica de un supuesto “pasado glorioso”, sino que buscamos en aquellas palabras intempestivas del Gordo Cooke reactualizar el imaginario revolucionario que nos permita medirnos con la época… y dejarla atrás ante un nuevo amanecer.