“El ´pibe chorro´ no existe, es un constructo
cultural de una sociedad asediada por el miedo”
Por
Mariano Pacheco
Las
vidas precarias y las políticas de seguridad. Del menemismo al
kirchnerismo: dos décadas perdidas. Las resistencias de los jóvenes
de los barrios pobres, la cultura “Nike”, la policía y los robos
que elegimos dimensionar. Políticas de Estado y movimientos
sociales. Desafíos para la década que viene.
Es
abogado, pero se dedica sobre todo a investigar, dar clases y hacer
actividades de extensión universitaria haciendo un cruce entre el
derecho, la filosofía política y las ciencias sociales. Esteban
Rodríguez Alzueta tiene 46 años y forma parte de lo que algunos
han denominado como la Nueva Generación Intelectual, que emergió al
calor de las protestas de 2001. Integra el Colectivo de
Investigación y Acción Jurídica (CIAJ), de La Plata, ciudad en la
que vive desde hace décadas. Es autor de numerosos libros, entre los
que se destacan Hacer
bardo: provocaciones, resistencias y derivas de jóvenes urbanos
y La
máquina de la inseguridad,
ambos publicados este año por editorial Malisia. Éste último
retoma sus reflexiones trabajadas en Temor
y control. La gestión de la inseguridad como forma de gobierno
(2014).
Cómo
la incertidumbre y las vidas precarias que comenzaron a hacer
estragos promediando la década del 90 en Argentina, y cómo esta
situación fue derivando en un miedo al delito y en temor social (a
la que entiende como des-politizadora), son parte de las temáticas
que aparecen ampliamente desarrolladas y pensadas en estas
publicaciones, y sobre las cuales el autor se mete en esta entrevista
con Revista
Zoom.
Retrospectiva
y perspectiva
En
varias oportunidades has sostenido que, en materia de seguridad, el
kirchnerismo había sido otra “década perdida”. ¿Por qué lo
decis?
--En
materia seguritaria el kirchnerismo no pudo, no supo y no quiso
reproducir la misma performance progresista que tuvo para otras
áreas. Hubo algunos ensayos, con las gestiones de Gustavo Beliz y
Nilda Garre, pero luego con la gestión de Sergio Berni se volvió a
fojas cero. Uno de los problemas que tuvo para encarar procesos de
reformas al interior de las fuerzas y desarrollar políticas públicas
despolicializadas y multiagenciales para hacer frente a la
complejidad de la conflictividad social, fue la imposibilidad de
construir consensos sociales que les permitieran sustraer estos temas
de las coyunturas electorales. Frente a una oposición que no podía
salir de la crisis de representación de larga duración en la que se
encontraba sumergida, y que se dedicaba a hacer política con la
desgracia ajena, con la inseguridad de la gente, era dificil sentarse
como gobierno a realizar acuerdos que pudieran sacar a estos temas de
la agenda electoral, eso es cierto. Pero ante ese contexto, el
gobierno se dedicó al coyunturalismo, es decir, a practicar esa
suerte de “dime qué dice la tapa del diario que te diré qué voy
a anunciar al mediodía en la conferencia”. Eso es lo que hizo
Berni, que se dedicaba a surfear cada nueva ola. Por otro lado está
la gestión de Aníbal Fernández, que lo que hizo fue pactar con las
fuerzas de seguridad. Como dijo Marcelo Sain: “al gobierno le salía
más barato, políticamente hablando, negociar con las policías que
encarar los procesos de reforma”. En estas circunstancias, en
materia seguritaria, el kirchnerismo le debe mucho al menemismo.
Son más las continuidades que las discontinuidades, que también las
tiene ojo, sobre todo a nivel nacional, por ejemplo en materia de
protesta social, con los 21 puntos.
--Y
en este contexto: ¿quién te parece que podría tomar entonces las
políticas de seguridad en un sentido más progresista, más
garantista?
--Las
contradicciones del kirchnerismo se van a convertir en un punto de
apoyo en el macrismo. Ya lo estamos viendo: con el plan Narcotráfico
Cero está construyendo un enemigo a la altura de los prejuicios de
la vecinocracia que supo reclutar en las últimas elecciones. La
ecuación es sencilla: circunscribir el delito en general al delito
callejero, asociar el delito callejero a la droga y la droga a los
jóvenes morochos que viven en los barrios pobres.
Allí tiene un combo moral que le permitirá construir una fantasía
mayor para habilitar la discrecionalidad policial y controlar esos
territorios en un contexto social de crecimiento de la desocupación
y precarización social, es decir, de deterioro de la capacidad de
consumo de los sectores populares. La saturación policial en materia
de prevención, los allanamientos masivos, la ocupación policial de
estos barrios “calientes”, la multiplicación de los puntos de
control en las arterias que conectan la periferia con el centro o las
zonas residenciales, son una gran distracción que no resuelve ningún
conflicto. Al contrario sigue estigmatizando a sus habitantes y
generando malentendidos entre las diferentes generaciones que viven
en esos barrios. Genera bronca, resentimiento, le mete presión a una
olla que, tarde o temprano, volverá a estallar.
Investigación-difusión-intervención
--En
La
máquina de la inseguridad
y Hacer
bardo
abordas una serie de actores sociales (la policía, la clase
política, los medios hegemónicos de comunicación), pero también
trabajás otros como “figuras”: la “vecino-cracia”, o el
“pibe chorro”...
--El
“pibe chorro” no existe, es un constructo cultural de una
sociedad asediada por el miedo. Lo que existen son jóvenes con
dificultades sociales para sobrevivir que referencian al delito como
la oportunidad para resolver un problema material, o como estrategia
de pertenencia, para adecuarse al mercado. Como cantaba el Indio
Solari: ¡si Nike es la cultura, Nike es mi cultura! Es decir, si no
puedo comprar las Nike, o mis viejos no la pueden comprar, empezá a
correr porque yo también quiero existir. Quiero decir, si los mal
llamados pibes chorros cambian el botín por plata y con la plata se
compran ropa deportiva, entonces eso quiere decir que son más pibes
que chorros. No hay política en ese tipo de fechorías, aunque
podamos nosotros leer un malestar allí. Digo, no existen los pibes
chorros, existen jóvenes que viven la pobreza con injusticia;
existen jóvenes que son empujados o reclutados por las policías
para que asocien su tiempo a alguna economía ilegal o informal que
ya arregló con la policía; y sobre todo lo que existe es
estigmatización. La estigmatización es otro de los factores que
lleva a los jóvenes a cometer alguna que otra fechoría. Como decía
Norbert Elias o Jean Paul Sarte: “dale a una persona un nombre malo
y este tenderá a vivir según él.” Pero te aclaro, estamos
hablando de una minoría muy minoritaria. La pregunta que tenemos que
hacernos es porqué esta minoría se ha ganado nuestra atención, por
qué se convierte en el objeto de las periódicas campañas de pánico
moral. ¿Por
qué nos ensañamos con un pibe que se afana un celular que cuesta
2.000 pesos y no con el chacarero que despresupuesta al estado cuando
evade impuesto o fuga divisas
por dos millones de pesos o más, o con el empresario que tiene
trabajando en negro a la mitad de los laburantes o quebró la empresa
de manera fraudulenta?
Lucha
política y movimientos sociales
--¿Cuáles
son los temas que te parece que hoy no están en la agenda de los
movimientos sociales, y tal vez deberían estar?
--Me
parece que en la última década distintos movimientos sociales
fueron agendando a la violencia policial como un ítem central en sus
agendas. Pero la gran mayoría continúa activando la organización
ante casos conmocionantes. El punto es tal vez poder llegar antes de
ese momento. Para cuando a un pibe lo gatillaron o torturaron en una
comisaría, seguramente a ese pibe lo detuvieron por averiguación de
identidad, lo cachearon y demoraron en la comisaría un montón de
veces en el mismo año. Entonces, hay que generar rutinas militantes
para llegar antes. Las detenciones sistemáticas en la calle es la
rutina policial que habilita las otras rutinas policiales. Además,
si
es cierto que no hay olfato policial sin olfato social, eso quiere
decir que la disputa hay que darla también en el barrio de cara a
los vecinos que son los que llaman al 911 y apuntan con el dedo a los
pibes.
Poner en crisis la brutalidad policial supone poner en crisis ese
imaginario social, esos prejuicios sociales que crean condiciones de
posibilidad para que las policías pateen los barrios de esa manera y
no de otra. Entonces, acá hay una batalla cultural que todavía no
se ha empezado a dar.
Otro
tema que no ha abordado la izquierda en general es la sindicalización
policial. No creo en una sociedad sin policías. Al menos por ahora.
No se le puede regalar a la derecha las policías. La izquierda
referencia las fábricas, las universidades y los barrios populares
como espacios de organización pero no está dispuesta a ir a la
policía. Como dijo Perón: la política aborrece el vacío, y lo que
no se ocupa después los ocupará el otro y vos… a llorar a la
Iglesia. Digo, el policía antes de ser un servidor público como
puede ser el médico o un barrendero, un maestro o un enfermero, es
un trabajador y un ciudadano. Reconocerle el estatus de ciudadano es
reconocerlo como interlocutor. No se puede seguir estigmatizando a la
policía como la “yuta puta” porque le generamos la bronca que
necesita para que después se ensañe sobre ellos. Además, los
policías provienen del mismo sector social que buscamos organizar.
No hay que resignarse. En los años 70 la JP y Montoneros
referenciaron a la policía como un espacio de organización y
militancia.
--Este
año se realizará por décima vez “La marcha de la gorra”. Desde
hace algunas ediciones se te puede ver en noviembre marchando por las
calles de Córdoba y participando de algunas de las actividades
previas a este masivo evento. ¿Por qué lo haces? ¿Por qué pensas
que no hay marchas similares en otros lugares del país?
--Me
parece que la Marcha de la Gorra es la punta del iceberg de un
movimiento social que se está construyendo en todo el país. Le
agrega visibilidad a muchos problemas con los que se miden
cotidianamente los jóvenes. Además, la
Marcha de la Gorra en Córdoba junta lo que ningún partido de
izquierda y progresista puede juntar.
Ni si quiera la marcha del 24 de marzo tiene la capacidad de
articulación que tiene esta marcha. En ese sentido se caracteriza
por su capacidad de interpelar a la política que sigue rezagada en
todos estos temas. Además este movimiento juvenil cordobés está
teniendo eco en otras partes del país. En La Plata y Buenos hubo un
intento, muy verde todavía, y este año habrá una en Mar del Plata
y en la ciudad de Tandil. Creo que en los tiempos que vienen será
una Marcha que empezará a realizarse en distintas ciudades del país,
porque no se trata de un problema cordobés sino que podemos
encontrarlo en todos lados. La diferencia es que en Córdoba existió
un activo militante con mucha imaginación política, mientras que en
otras partes del país las organizaciones siguen siendo clásicas.
Pero me parece que hay
dos temas que en esta década serán centrales: uno tiene que ver con
los jóvenes y el otro con el precariado. Dos actores que serán
protagonistas de la protesta social, que van a dinamizar la acción
colectiva.