viernes, 25 de enero de 2013

Emergiendo de las profundidades por pasadizos intransitables*


Por Mariano Pacheco. Las patas en la fuente. Los corpiños y bombachas como banderas. La destrucción de símbolos del poder. La presencia de las alpargatas obreras en la letrada y culta ciudad de Buenos Aires. Las narraciones en torno a la irrupción de las masas plebeyas.



Más allá del desempeño de Juan Domingo Perón al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión, durante el período previo a 1945, es bien sabido que el acontecimiento fundante del peronismo como movimiento social y político fue el 17 de octubre. Y si bien el peronismo llegó al gobierno por el voto popular, y luego de su primer mandato continuó al frente de la construcción del país por una nueva revalidación electoral, desde sus primeros pasó se habló de la Revolución Peronista o del peronismo como momento fundamental de la Revolución Nacional. Seguramente una de las paradojas sea que quienes lo derrocaron también se autoadjudicaron el concepto de Revolución (La Libertadora), así como la siguiente dictadura (la Revolución Argentina). Situación que no impidió que tanto las izquierdas como el denominado peronismo de izquierda rescataran luego -para sí- el mismo concepto.
Como sea, el hecho es que, como momento fundacional, el 17 de octubre de 1945 no fue un hecho más de la política nacional. Fue un verdadero acontecimiento político, en el sentido contemporáneo  del concepto.
Es que, tal como señaló Ezequiel Adamovsky en su reciente Historia de las clases populares en argentina, desde ese día los invisibilizados, silenciados y reprimidos por las clases dominantes tuvieron un gesto político que sentaría las bases de la década siguiente: ocuparían la Plaza de Mayo y la zona céntrica de la letrada y culta ciudad de Buenos Aires, sin pedir permiso a nadie.
Irreverencia de clase expresada en el sumergimiento de las patas de los obreros en las fuentes, o en la exhibición -por parte de las obreras- de sus prendas íntimas como banderas. Irreverencia simbólica, por otra parte, acompañada de otra más contundente, por ser material y simbólica al mismo tiempo: me refiero a los ataques a distintos lugares típicos, expresión de la opresión y la explotación, como lo eran el Jockey Club, el Banco comercial o los diarios La prensa y El día de La Plata. En este sentido, más que día de la lealtad, el 17 de octubre debería ser recordado como el día del legítimo ejercicio de la violencia popular.
Esa irreverencia, ese algo insospechado por todos, sin embargo, se venía amasando en las profundidades de la Argentina. Detenido bajo custodia desde el día 12 por orden del presidente Edelmiro Farrell, sin saber muy bien que hacer más que imaginando una nueva vida en el sur del país, junto a la bella y joven Eva Duarte, Perón -que ya había renunciado a todos los cargos que ocupaba en el gobierno- parece liquidado políticamente. Los sindicatos han convocado a una huelga para el día 18, pero sin movilización. El panorama se presenta poco alentador para el coronel. ¿Qué pasó entonces? Explicaciones hay y hubo muchas. Y la bibliografía es extensísima.
Una explicación posible es que el rumor se apoderó de las entrañas de los humillados y ofendidos de siempre y que su poder perturbador fue tan fuerte que ya nada pudo pararlo. Al menos así lo explica Omar Acha: “Se rumoreó en octubre de 1945 que Perón estaba preso, que iba a ser fusilado, que el gobierno volvería a ser un instrumento de los ricos, que los trabajadores serían otra vez la escoria y la nada. Se rumoreó que en todas partes las fábricas paraban, que en las esquinas se reunían jóvenes, obreros y amas de casas. Se divulgó que muchedumbres marchaban a la Plaza de Mayo y a todas las grandes plazas del país. Fue así como la multitud ingresó de nuevo en la historia nacional”.
En este breve trabajo reciente, titulado precisamente El rumor de la plebe, Acha subraya que el rumor es el mayor medio de comunicación de los pobres. Una suerte de tecnología de los analfabetos. Compone la comunicación democrática por excelencia -afirma-, porque el rumor es igualitario y plebeyo.
Fue ese carácter plebeyo de las masas obreras movilizadas, precisamente, el que logró captar la mirada lúcida de Raúl Scalabrini Ortiz, quien en la crónica periodística publicada al día siguiente de los acontecimientos en el diario Crítica apuntó: “El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir”.
“Era el subsuelo de la patria sublevado”, sentenció el autor de Política británica en el Río de la Plata. Sublevación que fue expresada con claridad en la direccionalidad de ese ejercicio de violencia que apuntó a la destrucción de imágenes representativas del poder, y que al decir de Elías Canetti, equivalen a la destrucción de las jerarquías impuestas, que ya no son admitidas.
Destrucción de jerarquías. Irreverencia de clase. Irrupción de la multitud. Eran las masas de humillados y ofendidos emergiendo de las profundidades por pasadizos intransitables.

*Primera de una serie de notas que el portal de Noticias Marcha (www.marcha.org.ar) publicará durante todo el 2013, el cuarto viernes de cada mes bajo el título: Libros y alpargatas (o acerca de los abordajes culturales del peronismo)

miércoles, 16 de enero de 2013

Sudestada: ahora también editan sus propios libros


El colectivo de la revista Sudestada inició el 2013 con todo: luego de publicar mensualmente su revista, desde hace 11 años, ahora largaron editorial propia. Un breve recorrido por sus tres primeros libros.

Por Mariano Pacheco. Publicado en el Portal Marcha



Más de una década lleva este colectivo de periodistas egresados de la carrera de  comunicación de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora sosteniendo mes a mes la publicación de una revista de Política, cultura y actualidad, que se distribuye con regularidad en los principales puestos de diarios y librerías de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, y en cada vez más sitios de nuestra extensa geografía nacional. Y desde hace tres años, Sudestada comenzó a publicar también (conjuntamente con ediciones Continente), una serie de Cuadernos: Rodolfo Walsh, los años Montoneros, de Ignacio Portela y Hugo Montero, De Nicaragua a La Tablada. Una historia del Movimiento Todos por la Patria, de Hugo Montero, Julio Cortázar, la biografía, de Mario Goboloff, Crónicas con fondo de agua. Historias del Río de La Plata, de Juan Bautista Zudelaide, figuran entre los más destacados.
Con estos antecedentes, Sudestada se larga a la calle, ahora, con editorial propia. Y tres importantes colecciones “de bolsillo”:
El yugo y la marcha (seis relatos publicados por primera vez en 1968) y Apuestas (novela breve de 1986), integran el primer título de la Biblioteca Andrés Rivera, “dedicada al autor que supo contar mejor que ninguno los recodos olvidados de la Historia y los laberintos de la violencia en la Argentina de las últimas décadas”.
Agustín Tosco. Crece desde el pie, da comienzo a Los Imprescindibles, la colección que se propone rescatar a esos hombres y mujeres que lucharon y luchan, incansables, desde diferentes lugares. Rescatarlos, recopilar sus historias, sus palabras y sus actos. En este caso, una mirada general sobre la militancia de este obrero raro, que se definía como marxista, y que supo integrar, por abajo, políticas comunes con sus compañeros peronistas, sin ceder en nada a sus principios y miradas. También la opinión de sus compañeros más cercanos y la transcripción completa del debate televisivo con José Ignacio Rucci integran este libro indispensable.
Me dicen Mate Cosido, la biografía de Elvio Zanazzi, ha sido publicado simultáneamente con Tosco…, como segunda entrega de la colección Los Imprescindibles. En este caso, la historia de este bandido rural que habitó la provincia de Chaco y que se perdió en la espesura del monte amigo para no ser capturado jamás.  Zanazzi nos ofrece una mirada lúcida de este fenómeno de doble rostro: pesadilla para los patrones, héroe para la peonada.
Podría pensarse que todo un linaje puede gestarse a partir de estos tres títulos. Con Tosco, la reivindicación de la importancia del movimiento obrero organizado, de la organización y las luchas sindicales en los procesos de emancipación de los pueblos. Con Rivera, la reivindicación de una literatura de izquierda, de un compromiso político y no solamente estético por parte del escritor. Con Mate cocido, el trazado de una genealogía que recupera no sólo las figuras de los grandes revolucionarios, sino también de aquellas mujeres y hombres de este suelo nuestroamericano, que parió personajes y leyendas pobladas de las rebeldías, que en cada ciclo histórico se tornan nuevamente un ejemplo a emular.

lunes, 7 de enero de 2013

Montoneros silvestres. María: organizar la resistencia frente al Golpe


Por Mariano Pacheco. La clandestinidad, antes y después del inicio de la dictadura. Las tareas militantes y hogareñas. Un imprevisto que puede cambiar el rumbo de la vida cotidiana.


El 24 de marzo de 1976, María se encontraba con sus dos hijos varones de 9 y 10 años, y a su compañero Lucho. Vivían juntos en una casa de Lanús. Se enteraron del Golpe a la mañana, mientras escuchaban la radio y se tomaban unos mates en la cocina. Vivían en una casa alquilada, ubicada en la calle Carlos Gardel. Al fondo, en uno de esos barrios tipo italianos, destaca María. Allí vivimos un año, que fue el más lindo de mi vida, porque Lucho –que era un tipo muy conocido en zona sur– trataba de no salir mucho. La idea era que se preservara. Ella le cubría las citas de control y todo. Se quedaba mucho en casa con los chicos. Estudiaba. Escribía documentos, mientras yo andaba haciendo macanas por ahí.
A pesar del endurecimiento represivo, de la caída permanente de militantes, María seguía su vida casi con normalidad. Su tarea era tratar de poner en pie un aceitado mecanismo de funcionamiento de la parte de logística de la organización, en toda la zona sur del conurbano bonaerense: Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Berazategui, Florencio Varela, Quilmes…
Para los vecinos de su barrio era una mujer “normal”. Como cualquier señora de barrio o muchacha con su pareja y sus hijos, solía salir de compras por el barrio. Por eso se sorprendió cuando una mañana de aquel invierno de 1976, ingresó a la carnicería que se encontraba frente a la plaza, a metros de su casa, y mientras esperaba que el carnicero la atendiera escuchó a una mujer decir: “fuera cachila”. Se sorprendió porque tanto la voz, como el nombre, le resultaron familiares. No era para menos: se trataba de una compañera muy cercana y su perrita. Teresa (Claudia Istueta) y Mario Bardi eran dos médicos, militantes del área de sanidad de la organización. Se habían casado en agosto de 1974. Justo un mes antes de que la Montoneros pasara a la clandestinidad.
El hecho de haberse cruzado así, en una escena tan típica de barrio, tan cotidiana, daba cuentas de que ambas parejas estaban habitando el mismo territorio, con una cercanía demasiado estrecha para las ajustadas normas de seguridad que la organización intentaba mantener a raja tabla, pretendiendo de ese modo evitar o disminuir las posibilidades de que sus militantes fueran capturados por el enemigo.
Así que partir de ese día, todas las noches, a las 10 en punto, tenían que darse una vuelta por la placita para hacer una cita de control. Me acuerdo que un día Lucho se enojó con Mario, porque siempre llegaba tarde. Y le dijo que si seguía así, nos iba a hacer caer a todos. Mario se excusaba, pero Lucho era duro. María cuenta que Lucho solía increpar a Mario con una frase que utilizaba como latiguillo: “Las 10 son las 10, compañero”. Que la frase terminara así, con esa palabra, daba cuenta del aprecio que se tejía detrás de la rigurosidad militante. Aprecio que llevó a Lucho a decir: “parece un pajarito”, cuando Mario le presentó a Selva, su hija recién nacida. Eran blanquita y con piquito muy rosado, subraya María. Y le quedó Pajarito nomás.