jueves, 30 de enero de 2014

Conversaciones con el Grupo Pan Comido Poesía

“Realidad y poesía se cruzan, porque
estamos atentos a lo que pasa en el país”

 Por Mariano Pacheco
(Diario El Argentino, edición Córdoba)

En un bar de la ciudad, dos integrantes del grupo de Poesía Pan Comido se reúnen con El Argentino para conversar sobre su historia, la edición de libros, la relación entre política y literatura y la historia reciente del país, entre otros temas.
  


Ceferino Lisboa tiene 42 años. De oficio, albañil. Es miembro fundador del Grupo Pan Comido Poesía. Alexis Comamala fue bibliotecario, y desde algunos años trabaja en una prestigiosa librería de la ciudad. Tiene 34 años, y está en el grupo desde 2006. Ambos acuden a un bar situado frente a Radio Nacional Córdoba, para conversar con este medio. Los temas se van deslizando mientras afuera comienza a vislumbrarse una tormenta que promete sacar a la ciudad del agobio climático del mes de enero.
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Los inicios
Ceferino Lisboa cuenta que el armado del grupo surgió a partir de un taller literario. Y que entre los primeros integrantes estaban Fernando Bellino, Fabricio Devalis y Sebastián Casarteli, que luego se alejó, pero que durante el último año se acercó nuevamente, no como poeta sino como fotógrafo, aportando imágenes para uno de los cuatro libros que Pan Comido editó en 2013. Las preocupaciones compartidas los fueron encontrando. “Antes de ser poetas somos lectores y teníamos muchas afinidades poéticas. Tal vez porque éramos todos de la misma edad, quien sabe, el hecho es que después del taller nos reuníamos en un barcito a conversar, a compartir los autores que cada uno venía leyendo”, rememora con cierto dejo de nostalgia.

Política y poesía
Alexis Comamala comenta que a veces el campo cultural provincial suele verlos como un grupo que hace más política que poesía, cuando en realidad, ellos piensan que hacen las dos cosas al mismo tiempo. “Ante todo somos poetas y discurrimos como sujetos políticos, más que hacer política como grupo”. Ceferino agrega que hay muchos textos de los integrantes de Pan comido en donde “realidad y poesía se cruzan, porque siempre estamos atentos a lo que pasa en este país”. Aunque aclara: “Eso sí, tratamos de no responder de manera inmediata a lo que pasa en la coyuntura. Intentamos sostener una mirada crítica de la realidad política, pero desde cierta distancia”. Y finalmente remata: “Siempre hemos tomado partido”.

De Menem a Cristina
El grupo, que nació en 1998, se desarrolló en una década y media muy particular de la historia política de la Argentina. El fin del menemismo y su continuidad neoliberal en la gestión siguiente de la Alianza; la crisis de 2001 y los vertiginosos cambios de presidentes en pocos días; la salida autoritaria de Eduardo Duhalde y las tres gestiones consecutivas de Néstor y Cristina Kirchner. ¿Cómo vivieron ese proceso como grupo?
“Hacer correr lo que estábamos leyendo fue el puntapié inicial. Ver que se estaba produciendo en Córdoba. Hacer correr las cosas que se estaban escribiendo fue el primer gesto político que, como grupo de poetas, pudimos tener. Hicimos unas plaquetas y las distribuimos. Por supuesto, en el 98 teníamos una visión crítica del menemismo, y eso a veces se traducía en algunos textos nuestros y participamos de algunas lecturas públicas, donde sentábamos posición con nuestros textos”, explica Lisboa. Y luego agrega: “El 2001, tengo que decirlo, nos encuentra como grupo un poco en orsay. Porque si bien la crisis se veía por todos lados, no pensamos que iba a terminar de ese modo. Y nuestra reacción fue  muy lenta. Además personalmente nos golpeó a todos, desde lo económico. Yo era albañil, otro era librero, otro estaba por recibirse de arquitecto. Fue difícil. Y como grupo en 2002 hicimos muy poco. Participamos de algunas lecturas, pero no mucho más”. Por último, Ceferino se refiere a la década kirchnerista. “Ya durante estos últimos 10 años, bueno, fue de ir reacomodándonos. En mi casa todos son comunistas, a quienes sacaron cagando del partido. Siempre se discute. Kirchner para nosotros fue una incógnita. Lo que vimos al principio fue que llegó y  lo levantaban desde el PJ. Después vimos que había que estar atentos, acompañar lo que estaba bien, marcar lo que nos parecía mal. Tratamos de estar atentos qué pasa en el país”.

Un año intenso
Ceferino destaca que esta última década los encontró intentando hacer realidad un sueño: “editar nuestros propios libros”. Los libros de Pan Comido son editados en común con la editorial/imprenta 29 de mayo, un emprendimiento autogestivo que también desarrolla un proyecto de serigrafía. Lisboa aclaras que “la idea de editar libros fue básicamente de ellos, que confiaron en nuestros criterios estético y político y nos propusieron desarrollar este proyecto en común”. Y los califica como “gente maravillosa, que edita a todo el mundo con un mínimo margen de ganancia”. Para afrontar la dificultad económica, desde Pan Comido apuestan a que cada autor pueda hacer un bono de pre-venta, para involucrarse y salir a buscar sus lectores.
Alexis, por su parte, comenta que durante todo el año pasado se vieron absorbidos, gratamente, por tres cuestiones. En primer lugar, “la edición y presentación de Habitar el Grito. Poesía y Memoria en La Perla”. Para el libro, agrega Comamala, convocaron a “gente con más o menos trayectoria, pero todos con una profunda densidad poética”. Y cuenta que durante el año hicieron ocho presentaciones.  Sacamos cuatro libros: Marcelo Dughetti, Fabricio Devalis, Liliana Lukin y Alejandro Smith. En segundo lugar, la edición de cuatro libros de la colección “Música del lugar”. “Puede parecer poco, pero para nosotros fue mucho. Intentar sacar una edición cuidada, que el autor se involucre y que se difunda esa voz es todo un trabajo. En tercer y último lugar, “el aniversario por los 15 años del grupo, que se festejo con una actividad en Radio Nacional Córdoba, en noviembre”.
La charla va llegando a su fin. Los poetas de Pan Comido no quieren adelantar demasiado sobre los planes del grupo para 2014. Aunque Alexis Comamala comenta que están evaluando si podrán publicar otros cuatro libros más. Eso sí –aclara– hay que ver cómo nos acompaña el viento. Y también, como lo acompañamos nosotros a él”.


Poesía en La Perla
 Habitar el grito para
ejercitar la memoria


Habitar el grito. Poesía y Memoria en La Perla es un libro que reúne la obra colectiva de poetas y escritores que se proponen intervenir desde el arte en la realidad política de la provincia. La iniciativa surgió a partir una serie de encuentros de producción, reflexión y lectura de poesías realizados durante el año 2012 entre el Espacio para la Memoria La Perla, el grupo Pan Comido Poesía y el Programa Derecho a la Cultura de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). El ciclo fue bautizado con el nombre de “Habitar el grito”. A partir de la publicación de los textos en formato libro, los autores realizaron una serie de presentaciones junto a escritores y grupos culturales de la ciudad de Córdoba y del interior provincial.


 “Fichados”

El grupo Pan Comido está integrado por:
Pablo Carrizo, Fabricio Devalis, Fernando Bellino, Sebastián Cantoni, Andrés Rubino, Juan Stahli, Alexis Comamala y Ceferino Lisboa
Facebook: pan.comidopoesía


Música del lugar

Sioux, de Marcelo Dughetti, uno de los cuatro libros editados en 2013 por el Grupo Pan Comido, en el marco del trabajo conjunto con Editorial 29 de mayo. Colección: “Música del lugar”, que ya lleva ocho títulos publicados en dos años.


sábado, 18 de enero de 2014

Los Santillán
primer capítulo de
Darío Santillán. El militante que puso el cuerpo
(Ariel Hendler, Mariano Pacheco, Juan Rey-Planeta, 2012)


Hoy cumpliría 33 años


Fotografía inédita, archivo familiar. Darío, en su casa de Don Orione, Claypole (Almirante Brown), en un festejo de su cumpleaños

Estaban nerviosos aquella noche del sábado 17 de enero de 1981, cuando salieron de la casa en la que vivían en Don Torcuato para caminar unas cuadras hasta la ruta 202 y tomarse el colectivo de la línea 1. Luis Alberto Santillán y su esposa Mercedes Isabel Castillo tenían por entonces un solo hijo, y vivían de prestado en la casa de un familiar. Tampoco tenían auto, algo que no estaba entre sus prioridades de ese momento, aunque sintieron su falta esa noche, mientras viajaban en el colectivo al Hospital Posadas, en Haedo. Estaban nerviosos cuando se bajaron y empezaron a caminar por la avenida Rivadavia. Mercedes comenzó entonces con los fuertes dolores de las contracciones. Estaba dentro del período indicado para el nacimiento de su nuevo hijo, que, si era varón —pensó Mercedes—, se iba a llamar Gabriel, como el arcángel.
Cuando Mercedes entró a la sala de preparto, y Alberto se quedó sentado en la otra sala, en la de espera, sintió que los nervios comenzaban a devorárselo por dentro. No era para menos, teniendo en cuenta el “susto bárbaro” que se había pegado durante el otro parto, dos años antes, el 2 de abril de 1979, cuando nació el primer hijo, Javier Norberto —llamado así en homenaje al futbolista Norberto Alonso—, con su cabeza tan ovalada que le hizo recordar al petiso Biturro, un compañero de colegio a quien cargaban precisamente porque tenía el cráneo de esa forma. “Claro, cuando después me explicaron que al bebé se le pone así la cabeza porque sale con mucho esfuerzo, pero que después se le acomoda, me quedé más tranquilo”, cuenta Alberto más de treinta años después. Pero en aquel momento se había preguntado cómo debía haber nacido Biturro, si de grande todavía tenía la cabeza así. Ahora, esos recuerdos le hicieron olvidar la preocupación por la tardanza en nacer de su segundo hijo. Pero fue sólo por un momento, porque cuando levantó la vista del suelo pudo ver a una enfermera que se acercaba hacia él con cara de preocupación.

“—¿Señor Santillán? —le dijo.
—Sí.
—Su esposa no dilata, necesito que me firme el consentimiento para iniciar la cesárea.”

Alberto miró la hoja y, temblando, la firmó sin leerla. No había tiempo. Tenía miedo. Sintió una angustia profunda. Sin mirar siquiera por dónde caminaba, se alejó unos metros y se refugió en el descanso de una escalera. Lloró de miedo, de angustia, de incertidumbre. Porque, si bien ya había sido padre, no había pasado aún por la experiencia de una cesárea. “Una cirugía, al fin y al cabo.” Unas horas más tarde, junto con la alegría de constatar que su segundo hijo había nacido sano y salvo, pudo ver que además tenía una cabeza normal. Al parecer, la cesárea le había evitado el esfuerzo. Mercedes insistía en que se llamara Gabriel, por su fuerte arraigo a la fe cristiana; pero Alberto, que también era creyente, se aferró a los viejos acuerdos construidos en la pareja: si era mujer, ella iba a elegir el nombre para que no hubiera suspicacias sobre si él elegía el nombre de alguna otra mujer que había conocido, o algo por el estilo; pero si era varón, era él, como padre, el que lo iba a elegir. Y así fue. El bebé se llamó Darío, simplemente porque le gustaba, y como segundo nombre Alberto, como él.