domingo, 27 de septiembre de 2020

Raymundo Gleyzer: cine desde las bases, Peronismo desde abajo

 Un texto de homenaje, una película para ver el fin de semana*

TEXTO: Mariano Pacheco

ILUSTRACIÓN: Sol Giles



Los traidores es la única ficción realizada por Raymundo Gleyzer, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores/ Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT/ERP) detenido-desaparecido por la última dictadura cívico-militar.

Hoy quisiéramos rescatar su figura, ante un nuevo aniversario de su natalicio (nació el 25 de septiembre de 1941), y sobre todo, es extraordinario film a partir del cual surge, en gran medida, el Grupo Cine de la Base. Según recuerda Nerio Barberis –ex integrante de aquella experiencia-- el GCB, en una primera etapa, fue sobre todo un colectivo “de distribución, antes que de producción”. En una entrevista publicada en noviembre de 2012 por el diario Página/12, el cineasta radicado en México rememora:

No había interés en que fuera a las pantallas. La ideología del grupo era que teníamos que llevar ese cine a las bases, a la gente que no podía pagar la entrada de cine. Nos interesaba que el mensaje antiburocrático que transmitía la película pudiera ser comunicado y entendido por la gente de base”.

El film, basado en un cuento de Víctor Proncet (“La víctima”), narra la historia del personaje Roberto Barrera, un militante sindical del peronismo de la resistencia, que promediando los años sesenta se corrompe y pasa a formar parte de las filas de la denominada “burocracia sindical”, que tan bien describe Walsh en el apartado “El vandorismo” de su libro ¿Quién mató a Rosendo?, cuando –citando a Amado Olmos– sostiene:

Estos dirigentes han adoptado las formas de vida, los automóviles, las inversiones, las casas, los gustos de la oligarquía a la que dicen combatir. Desde luego con una actitud de ese tipo no pueden encabezar a la clase obrera”.

En la película de Gleyzer, Barrera se autosecuestra (se esconde unos días con su amante) antes de que se realizaran las elecciones en su gremio. De este modo –denuncia de la lista opositora mediante– obtiene el triunfo en los comicios sindicales. A través del procedimiento del “racconto”, el cineasta nos muestra la historia del protagonista: cómo pasa de ser un joven militante gremial, de extracción obrera y familia peronista, a un burócrata que actúa contra los intereses de su clase. Resulta interesante reparar en las ventajas que otorga la ficción para construir un personaje de tipo “realista” (en el sentido marxista del concepto, es decir, que logra ofrecer un “tipo”, concentrar en sí una determinada cantidad de elementos y contradicciones sociales). Barrera no es tal o cual personaje histórico, sino una condensación de varias personas importantes del período. Cuentan que Gleyzer realizó todo un proceso de investigación y encuentros para realizar el film: con trabajadores, empleados jerárquicos de empresas, empresarios y dirigentes sindicales, como Lorenzo Miguel, en quien se inspiró para guiar al actor en la parte en que Barrera reflexiona, o para incorporar detalles que dan cuenta del personaje de un modo acabado, como su pasión por las carreras de caballos. Por otra parte, ese flaco personaje de bigotes –Barrera– tiene un gran parecido físico con José Ignacio Rucci. En este sentido, el film resulta profético, ya que culmina con Barrera ejecutado por el Comando “Rosales Saldaño” (nombre ficcional de un personaje opositor a Barrera asesinado en una golpiza), como el propio Rucci sería ejecutado tiempo después. Barrera, finalmente, recuerda a Augusto Timoteo Vandor (también ajusticiado por un comando revolucionario), sobre todo en sus dotes para la negociación. “Las clases dominantes y los burócratas utilizan la violencia en su lucha contra los explotados, pero no hay peor cosa para los patrones cuando ven que los explotados también ejercemos nuestra justa violencia”, puede escucharse de una voz en off que lee una proclama al final de la película. Aquí no pueden dejar de llamarnos la atención dos cuestiones, teniendo en cuenta la procedencia marxista del director, y en particular, su militancia en el marco del PRT/ERP. En primer lugar, que una de las imágenes finales sea una movilización en donde aparece una bandera del Peronismo de Base (PB). Por otro lado, que la resolución del conflicto se produzca a partir de la ejecución de un burócrata sindical, práctica que el PRT descartaba, porque entendía que era la propia clase obrera quien debía “desembarazarse” de esos personajes, suplantándolos por dirigentes honestos. Ambos elementos pueden entenderse en función de lo que parece ser un homenaje (aun con las diferencias pertinentes) que el cineasta le realiza a la clase obrera, en general, y al sector del peronismo que avanza en tendencia revolucionaria y en planteos hacia el socialismo, en particular, e incluso –dentro de esta tendencia--, a la fracción que propugnaba la alianza con sectores de la izquierda no peronista y la conformación de una “alternativa independiente de la clase obrera y el pueblo”, es decir, una construcción “orgánica” no liderada por Juan Domingo Perón.

De hecho, en 1975, el PRT solicitó que la película no se proyectara más en su nombre. Barberis recuerda que “luego de la polémica que se había armado en torno al final pensaron en hacer un epílogo diferente, cuestión que no pudieron concretar debido a la creciente situación represiva que comenzó a vivirse en el país”. Según cuenta Pablo Russo, en su texto “La representación de los trabajadores y sus conflictos en el cine argentino: Los traidores, de Raymundo Gleyzer”, los integrantes de Cine de la Base habían imaginado un final alternativo, en el cual, tras la muerte de Barrera, la situación de los trabajadores no cambiara demasiado, y se propusiera como alternativa el trabajo de base (propuesta que no pudo desarrollarse por el avance de la represión).

Por último, cabe destacar que puede verse en Los traidores cierto linaje con el neorrealismo italiano: el escenario de la calle, la mezcla entre actores profesionales y “gente común”, y desde el punto de vista formal, la película logra combinar elementos de la ficción y el documental, ya que hay marcas de género como el policial y el melodrama, así como también un videoclip sobre el Cordobazo (con la “Marcha de la bronca” de Pedro y Pablo como música de fondo) y otras imágenes documentales, que van desde los bombardeos a Plaza de Mayo de 1955 hasta episodios de la resistencia a la Revolución Libertadora, e incluso de movilizaciones obreras previas al peronismo, y también, una audaz escena surrealista: el entierro onírico de Barrera.

Algo similar, de cruce entre ficción y documental, sucede en Operación masacre, la película dirigida por Cedrón, basada en el libro de Walsh, protagonizada por el propio Julio Troxler (sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez de 1956), en la que también actúan Walter Vidarte, Carlos Carella, Hugo Álvarez, José María Gutiérrez, Víctor Laplace, Norma Aleandro y Ana María Picchio, difundida en la clandestinidad durante el último tramo de la dictadura (la denominada Revolución Argentina), y estrenada en 1973, luego de que el peronismo accediera nuevamente al gobierno (“Mi película se propone una versión más realista de ciertos hechos de nuestra historia que la que podría ofrecer nuestro cine comercial”, declaró Cedrón cuando participó en el VIII Festival Cinematográfico de Pesaro, realizado en Italia en 1972).

Cine de la Base o Cine Liberación, Raymundo Gleyzer o Jorge Cedrón son nombres a partir de los cuales podemos hoy no sólo homenajear a quienes cayeron o fueron asesinados en la lucha por la transformación social, sino además rescatar un legado de entrecruzamiento entre ciertas izquierdas, y ciertos peronismos, para seguir repensando y recreando la lucha cultural en el siglo XXI.

 

* Nota publicada en Agencia Paco Urondo. Para saber más de Glyzer, recomendamos ver el film “Raymundo”, de Ernesto Ardito y Virna Molina: https://vimeo.com/38124853




miércoles, 23 de septiembre de 2020

El Profesor Freud y su legado

 

A 81 años de su fallecimiento

Si es cierto, como escribe Michel Foucault en el prólogo a la edición norteamericana de EL ANTIEDIPO de Gilles Deleuze y Félix Guattari, que en torno al 68 proliferaron movimientos hacia luchas políticas que ya no se conformaban al modelo prescrito por la tradición marxista y hacia una experiencia y una tecnología del deseo que ya no eran freudianas, también es cierto --deberíamos agregar-- que no es posible entender nada de ese libro --ni de los movimientos de luchas de los años setenta del siglo pasado-- sin una lectura atenta de Marx y Freud.

Hoy se cumplen 81 años del fallecimiento de este Profesor a quien le debemos haber abierto en el novencientos, con su INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS, un nuevo modo de abordar las discusiones sobre el inconsciente.

Si en este siglo XXI podemos hablar --como lo hacemos--, de las "luchas del deseo" y de no reducir los agentes históricos a "sujetos interés", es en gran medida por esas batallas intelectuales libradas --entre otrxs-- por el Doctor vienés, incluso más allá de sus conservadurismos. Más allá, y más acá --entonces-- de "los límites del individualismo burgués", contamos con una obra teórica inmensa, que además produce un enorme placer al ser leída, a causa de los dotes narrativos de su autor.

Por más Freud y Marx y menos Gabrieles y Daríos, es decir, por más teoría crítica y menos charlatanería en los mass media