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viernes, 28 de octubre de 2016

Pacheco: un revolver peronista y salvaje

Reseña del libro «Cabecita negra», recientemente publicado por editorial Punto de Encuentro.

Por Esteban Rodríguez Alzueta



El peronismo es una tarea pendiente, un rompecabezas que no encaja, por eso todo el tiempo lo estamos intentando otra vez. Una re-escritura interminable. Siempre le están faltando o sobrando piezas. Alguna vez dije que el peronismo era como el tren fantasma, que llevaba a la mujer maravilla pero también a Drácula, el hombre lobo, al cuco. Una anomalía, nos recuerda Mariano Pacheco, es decir, un cuerpo hecho con restos de otros cuerpos. El peronismo es un movimiento, y como todos los movimientos, suele ser muy generoso. Todos tienen el derecho a llamarse peronistas, a pasar por el peronismo, aunque sólo sea en algún momento de su vida; todos tienen el derecho a saber en carne propia qué es aquello tan íntimo e indescifrable que llamamos “peronismo”; o mejor dicho, todos tenemos el derecho de estar para saber qué se siente ser peronista.

El peronismo es un punto de vista afectivo de la Argentina, una manera de sentir al otro, de ponerse en el lugar del otro, de dejarse afectar por los otros y, por añadidura, de pensarlos también. Se sabe, en el peronismo, el viejo axioma cartesiano se reescribe de la siguiente manera: siento luego existo. Si no lo siento no lo puedo pensar. Para pensar hay que sentir. Por eso se sigue cantando que el peronismo es un sentimiento. Ya lo dijo Evita, en una frase que constituye uno de los grandes chistes que supo enfurecer a la gorilada: La razón de mi vida es el sentimiento que el pueblo tiene por Perón.  

Perón llamaba a todo esto “la comunidad organizada”, pero en realidad se trataba de un quilombo mayúsculo que no siempre se podía cerrar con una decisión oportuna. Quilombo!, otra palabra que formaba parte del vocabulario diario de Perón. Un quilombo con la capacidad de quilombificar al país. Los que han leído su correspondencia con Cooke saben de lo que estoy hablando y los que no lo hicieron todavía los invitamos con Pacheco a que lo hagan. Por eso el bricollage es un método para pensar ese pastiche que llamamos “peronismo”. El peronismo es una gran collage. Por eso me gusta la tapa del libro de Pacheco: un revoltijo, un revolver peronista y salvaje.

El peronismo no es un hecho literario, pero no hay duda que movió las aguas en el campo de la cultura. No voy a decir que fue un parteaguas, pero las revolvió. El peronismo es el revulsivo del mundo académico. A primera vista se lo presenta como su contrario. Sucede que el antiperonismo confunde la química peronista con el anti-intelectualismo. El peronismo es una forma de pensamiento salvaje. Ya lo dijo el viejo Levi-Strauss: “lo propio del pensamiento mítico es expresarse con ayuda de un repertorio cuya composición es heteróclita y que, aunque amplio, no obstante es limitado.” “Todos esos objetos heteróclitos que constituyen su tesoro, son interrogados por él para comprender lo que cada uno de ellos podría significar…” En ese sentido, Pacheco se presenta como un bricolluer, “capaz de ejecutar un gran número de tareas diversificadas” con los elementos residuales preconstreñidos que colecciona y utiliza a piacere. Sigo citando a Levi-Strauss porque me parece que lo que hace Pacheco con el acervo peronista-antiperonista es lo que hacen los bricoleurs: Lo propio del pensamiento salvaje, dice, “consiste en elaborar conjuntos estructurados, no directamente con otros conjuntos estructurados, sino utilizando residuos y restos de acontecimientos, (…) sobras y trozos, testimonios fósiles de la historia de un individuo o de una sociedad.” Porque el peronismo, como los universos mitológicos, escribía también Franz Boas, “están destinados a ser desmantelados apenas formados, para que nuevos universos nazcan de sus fragmentos.”

León Rozitchner dijo que “de alguna u otra manera, todos somos peronistas”. Incluso Pacheco, que ahora dice ser un leninista deleziano. Porque a diferencia del leninismo, en el peronismo se puede leer a Lenin y a Deleuze sin tener que rendir cuentas a nadie. Mientras que en el leninismo no hay lugar para la disidencia, cualquiera que se corra de la línea correcta será considerado un sectario y expulsado o deberá fundar su propio grupo de estudio. Mientras que en el peronismo cada cual puede formar su propia agrupación en torno a una de las verdades peronistas o una interpretación de una de esas verdades. Porque en el peronismo nadie está en la verdad, siempre estamos en el error, es decir, las verdades son siempre a medias. Esta tampoco es una idea mía, se la escuche una vez a Horacio González cuando reclamaba una lectura piadosa de su sinuosa trayectoria peronista frente a nosotros, cuando éramos sus ayudantes, que no parábamos de formular preguntas teñidas de reproche. Una idea que la volví a leer en “Las transformaciones del justicialismo”, un libro del historiador Steven Levitsky, que me recomendó Jerónimo Pinedo. Levitsky señala que el movimiento peronista se caracteriza por su bajo nivel de rutinización formal, que flexibiliza las estructuras garantizando la autonomía de los distintos subgrupos para operar al margen de las burocracias eventuales. Por eso se podía seguir siendo peronista con Blanco o con Rucci, o a pesar de Lorenzo Miguel, o peor aún, con Isabelita, López Rega y el mismísimo Perón, con Luder o Saadi, con Menem, con Duhalde o Soria, con Scioli, De la Sota o Massa. Dice Levitsky: “Esta disociación entre la conducción y las organizaciones de base brinda al PJ una importante ventaja en la competencia electoral, ya que permite a la conducción perseguir estrategias electorales orientadas al exterior, dirigidas a los votantes independientes, mientras las organizaciones de base siguen trabajando hacia el interior y apuntan a captar los votos peronistas tradicionales. En otras palabras: mientras las organizaciones de base prestan atención al ámbito de identificación, los dirigentes del PJ poseen relativa libertad para salir en busca de votos en el ámbito de competencia”.  

Sabemos de memoria que el peronismo es el lugar de la lealtad, pero sabemos también que es el lugar de la traición. No hay nada más peronista que la traición, y también la adulación de los obsecuentes. Porque en el peronismo se confunde la obediencia debida con la lealtad. Una lealtad que tiene la duración del mandato exitoso, porque como me dijo alguna vez Gonzalo Chaves: “en el peronismo, el que pierde, es un traidor”. Los traidores son los peronistas que no saben perder, que no quieren esperar. La lealtad está hecha de tiempo, necesita tiempo. Mientras que la política real está hecha de urgencia. La lealtad consiste en saber esperar, es decir, aprender a no desesperarse. La historia no empieza ni termina con uno. Pero las aspiraciones personales, que en el peronismo se confunde con la vocación de poder, necesitan de las continuas confabulaciones internas que serán –si lo sabremos!- más encarnizadas que las otras. 

El peronismo sigue siendo el hecho maldito del país clasemediero que contribuyó a realizar con su prepotencia de trabajo. Porque…, ¿qué es la clase media sino otro de los inventos peronistas? La clase media es la expresión de la movilidad social, es decir, del salario mínimo vital y móvil, del consumo para todos. Un hijo descarriado que tarde o temprano renegará de su origen y estará dispuesto a practicar el parricidio. Porque ya sabemos que el consumismo no genera conciencia social sino más ganas de consumir. Del consumismo nunca se sale por izquierda. El consumismo de la clase media empuja el país a la derecha, y también al peronismo. He aquí uno de las contradicciones peronistas irresolubles, según parece: una serpiente que se muerde la cola. Por eso me gusta la corrección que hizo Martín Rodríguez a la frase de Cooke que cita Pacheco en varias oportunidades: la clase media es el hecho maldito del país peronista.

Pacheco escribe rápido y lee más rápido todavía. Piensa en voz alta. Luego busca otra caja de resonancia para convidar lo que escribe y lee. Pero también lo que conversa. Y luego sale a militar lo que publicó. A veces buscando aliados, otras veces ladrando solo. Porque Pacheco es un gran conversador también. Aprendió del peronismo: solo se puede hacer política con la comunidad de amigos. Encuentra en la amistad un punto de apoyo para pensar en voz alta. Hay una gimnasia en Pacheco que aprendió en su militancia previa. Pero aquello que lee y escribe, y luego milita y discute, está sobredeterminado por su peronismo intempestivo. Porque lo que Pacheco nos está diciendo es que el peronismo es mucho más grande que la masa del pueblo que lo integra y por supuesto, que los dirigentes que quieren representarlo. Está hecho también con novelas, cuentos y poesías; con programas de radios, películas y sketch de televisión. No todas fueron piezas celebratorias. Están las que se encargan de denigrarlo, denunciarlo, llevarlo hasta los estrados judiciales, expulsarlo o proscribirlo. Estos relatos son igualmente importantes, porque siguen siendo el insumo secreto del peronismo. Mientras siga habiendo antiperonismo hay peronismo para rato. El gorilismo de la derecha, pero también de la izquierda, no es su impugnación, sino la oportunidad para multiplicarlo. Me sucede muy a menudo, y a Pacheco también: Frente al gorilismo propalado por los medios empresariales o unos cuantos referentes militantes de izquierda (que tienen la virtud no declarada de coincidir con la derecha), nos sorprendemos defendiendo al peronismo otra vez, no nos queda otra que seguir siendo peronistas. Y que conste que no hablo de “peronismo coyuntural”, como dice mi amigo Daniel Badenes, sino de peronismo estructural. El peronismo coyuntural es una discusión que tendrá lugar en cada coyuntura electoral, mientras que el peronismo estructural o mágico, es un peronismo salvaje o silvestre, como le gusta decir a Pacheco, un peronismo que, como los yuyos, sigue creciendo desde abajo, en tierra árida, desconectado de los figurones eventuales.

Pero de la misma manera que el gorilismo es necesario para el peronismo, su fetichismo, la repetición vacía y calcada, es una de sus peores versiones para proyectarse. El tradicionalismo le alcanza para que nadie saque los pies del plato, pero a veces ni eso. Por eso Pacheco aconseja con Passolini: “no hay que abandonar la tradición a los tradicionalistas”, es decir, hay que defender al peronismo de los peronistas.  

Pero quiero volver sobre una frase que subraye recién: “peronismo intempestivo”. Porque el peronismo estructural que practica Pacheco es una invariante histórica. El peronismo es el significante flotante de la política Argentina, la argamasa de la hechura argentina. El peronismo tiene la capacidad de juntar aquello que está disperso. No lo hace por su vocación pragmática sino porque habla el lenguaje de los afectos primordiales. Es amor y odio, pero también es piadoso y a veces demasiado piadoso. El peronismo irrumpe en la escena contemporánea y pone las cosas patas para arriba para volverlas a poner patas para abajo y a veces, para sentar en la mesa a su peor enemigo. El peronismo es el desquicio de la historia Argentina. Suele sacarnos de la historia para volver a ingresar a ella con otro ímpetu. Y cuando lo hace será una gran aspiradora con la capacidad de devorarse todo aquello que, por sí mismo, no tiene capacidad de articulación alguna. Porque eso es el peronismo, una manera de articular lo que no se sabe, no se quiere o no se puede articular.

Termino: el peronismo puede ponerse de moda pero nunca se dejará atrapar o estabilizar del todo. Al menos mientras siga habiendo antiperonismo. Ni siquiera los tradicionalistas han podido fijarlo de una vez y para siempre. Parafraseando a Cortázar diremos que el peronismo son otros 62 modelos para armar. Y Pacheco, en “Cabecita negra”, recordando su origen plebeyo, arma su propio rompe-cabezas.



jueves, 27 de octubre de 2016

Desaparecer en democracia


Las más de cinco mil desapariciones en los últimos veinte años trazan uno de los mayores agujeros negros de la posdictadura. Trata, violencia institucional y las grietas del “nunca más”.


Por Mariano Pacheco para revista Zoom


Los de Yamila Cuello y Facundo Rivera Alegre son dos casos cordobeses emblemáticos de ese agujero negro de la Argentina de posdictadura: los casos de personas desaparecidas en democracia.
Esta semana, dos actividades recuerdan en Córdoba estos casos que, desde hace siete y cuatro años, son el rostro de un reclamo que puja por hacerse oír.

TRAMAS
El de Yamila es el único caso de Córdoba investigado por la Justicia Federal como posible trata de personas. Vivía en Coronel Olmedo, uno de los tantos barrios populares de Córdoba capital. Tenía entonces 21 años. Desapareció el domingo 25 de octubre de 2009. Su familia, sobre todo su hermana Soledad, emprendió desde entonces una activa militancia para sostener en pie el reclamo de búsqueda, a pesar de los pocos recursos económicos con que contaba, de las trabas burocráticas del sistema judicial, de la indiferencia de la clase política. Para la familia, el principal sospechoso de su desaparición es un ex novio, que según consta en el expediente judicial jugaba clandestinamente, apostaba y cuando perdía, obligaba a Yamila a tener relaciones sexuales con otras personas, a modo de pago de las deudas contraídas. El hombre fue citado a declarar y luego absuelto. La familia también ha denunciado que, si bien no se sospecha de que haya sido el Estado el actor directo de la desaparición de Yamila, sí está presente en las redes que posibilitan la desaparición de mujeres y en la lenta actitud para recuperarlas de la clandestinidad. En su caso, cuando quisieron radicar la denuncia en la comisaría de su barrio, no se la tomaron, y tardaron 48 horas en activar la búsqueda. Dicen los que saben que esos dos primeros días son centrales a la hora de dar con el paradero de una persona que ha sido secuestrada. Hoy la causa sigue formalmente abierta, aunque sin signos de avance y, desde hace tiempo, sin novedades.

PEREJILES
El del “Rubio del pasaje”, como se lo conoce en Córdoba a Facundo Rivera Alegre, es un caso “jurídicamente” más complejo que el de Yamila, aunque sus familiares no dejan de señalar las implicancias políticas del entramado que rodea a los expedientes judiciales. Es un caso en el que hubo juicio y condena. “Es la primera vez que una madre se queja por la condena a los culpables del asesinato de su hijo”, arremetieron desde la fiscalía, tras la disconformidad de Viviana Alegre, la mamá de Facundo, luego de que la Cámara 11 del Crimen condenara a Pablo Rearte a 12 años de prisión, como coautor del homicidio por el que su hermano de 15 años fue declarado penalmente responsable. “Me arruinaron la vida, somos inocentes, saben que somos inocentes”, replicó el menor de los hermanos en la sala el día en que se leyó la sentencia.

 La hipótesis oficial de la fiscalía sostiene que Facundo fue asesinado en un barrio alejado del Estadio del Centro donde se lo vio por última vez, a donde había ido a ver a la banda de cumbia de Damián Córdoba, quien le habría encargado comprar drogas. Según esta hipótesis, El Rubio del Pasaje intentó pagar los estupefacientes con dinero falso y discutió con los acusados (hijos de una conocida vendedora de drogas), quienes terminaron asesinándolo ese mismo 19 de febrero de 2012, escondiendo su cuerpo y luego de ocho meses cremándolo en el Cementerio Municipal de San Vicente. “Allí, el cerebro habría sido un empleado que no sabe leer ni escribir y tiene una discapacidad mental que no le permite operar maquinaria alguna, menos aún un complejo horno crematorio. Un cementerio, además, con constante presencia de cuatro a seis policías de guardia a metros de los hornos, que no funcionan sin que se note”, escribió la abogada de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), María del Carmen Verdú, refiriéndose al ex empleado municipal Aldo Monje, quien finalmente resultó absuelto por la Justicia. Para el abogado de Viviana Alegre, Claudio Orosz, las pruebas recolectadas en la investigación judicial no hacen más que “crear un marco de duda”. Tanto él, como la familia de Facundo y las organizaciones sociales que la han acompañado durante estos años, la principal sospecha debería recaer sobre la “brava” policía de Córdoba. El joven fue visto por última vez cerca de la Central de Policía. El único testigo presencial del caso apareció un año y nueve meses después, y ubicó al hecho entre las 5.45 y las 6 de la mañana en el barrio Maldonado, hora en la que se ubica a Facundo marcando tarjeta en un colectivo.

RESPONSABILIDAD Y OMISIÓN
Los casos de Yamila y Facundo, emblemáticos en una provincia gobernada por la derecha peronista desde hace dos décadas, con una de las policías más “autonomizadas” del país (que en diciembre de 2013 protagonizaron la “rebelión” que logró contagiar a los uniformados de otros sitios de la geografía nacional), tienen sus símiles en otras latitudes de la Argentina. Las cifras de los desaparecidos en el país entre 1990 y2013 lograrían captar la atención de cualquier desprevenido que no tiene mucha idea de la cuestión. Sin embargo, paracen no alarmar demasiado a los gobiernos, que muchas veces brindan respuestas acotadas o insuficientes para los reclamos de una importante porción de la sociedad que suele acompañar los reclamos de familiares y amigos de las víctimas. En el período mencionado, desaparecieron en Argentina 3.231 mujeres y 2.081 varones. Eso, al menos, según los datos revelados por un informe publicado el año pasado por el gobierno Nacional. Informe al que la gestión de José Manuel De la Sota se negó a aportarle datos sobre las desapariciones acontecidas en Córdoba.
Esta investigación, realizada conjuntamente entre la “Procuraduría de Trata y Explotación de Personas” del Ministerio Público Fiscal de la Nación (PROTEX) y la organización no gubernamental Acciones Coordinadas Contra la Trata (ACCT), a partir del proyecto “Búsqueda e identificación de Víctimas de Trata y delitos conexos”, se basó en la información brindada por las Secretarías de Derechos Humanos del país y las Policías Provinciales, a las que se les solicitó reenviaran las denuncias presentadas por desaparición, extravío y ausencia de personas, tanto de menores como de mayores de edad.
Si bien el gobienrno de Córdoba no remitió información acerca de personas buscadas en la provincia, según establece el informe, se pudieron de todos modos relevar denuncias a partir de otras fuentes documentales, como la ONG Missing Children, el Registro de Personas Desaparecidas de Buenos Aires y la base de ACCT. Así pudo establecerse que al menos siete personas fueron denunciadas como desaparecidas en la provincia entre 2004 y 2012. De las siete denuncias, 4 corresponden a niñas, adolescentes o mujeres adultas y 3 a niños, adolescentes o varones adultos. Las edades más representadas son las de dos casos de niñas/os de 5 años, un caso de 14 años de edad, 3 casos de entre 21 y 24 años, y otros dos casos de 37 y 78 años.

MICROPOLÍTICAS Y POLÍTICAS DE ESTADO
Desde algunas organizaciones sociales y organismos de Derechos Humanos reclaman que el Estado, en sus distintas esferas, efectivice políticas concretas para una “búsqueda real” de las personas desaparecidas en democracia. 

La Coordinadora por la Aparición con Vida de Yamila Cuello, por ejemplo, ha denunciado que con la confusión, tanto durante las gestiones provinciales y nacionales anteriores como en las actuales, de dos fenómenos diferentes como son la Trata de Personas y el Trabajo Sexual, no se contribuye a una real esclarecimiento de los casos de desaparición de mujeres. Para ejemplificar comentan el hecho de que entre el número de mujeres rescatadas en todo el país, producto de los allanamientos en prostíbulos, no se encuentren mujeres denunciadas por desaparición. También reclaman la implementación de medidas que ayuden a terminar con el flagelo de las desapariciones en democracia y denuncian la complicidad que suele producirse entre las policías provinciales y el Poder Judicial de cada lugar, así como la ausencia de un Registro Único y Federal de Personas Desaparecidas.
El caso de Rivera Alegre, en este sentido, no puede dejar de mirarse a la luz de otros casos como
el de Luciano Arruga y Maida Castro, cuyos restos estuvieron años enterrados como NN en cementerios. Esto recuerda también que tampoco existe en Argentina un Registro Único de Personas Enterradas como NN.
La concentración realizada el martes en la Plaza de Fundador, recordando los siete años de la desaparición de Yamila Cuello, y la jornada de intervenciones performáticas prevista para esta tarde en el Archivo Provincial de la Memoria, acompañando el reclamo de la madre de Facundo Rivera Alegre para que se reabra la causa que ordena la búsqueda del cuerpo de su hijo, son dos expresiones de una puja entre aquellos anhelos y exigencias esbozadas por un sector de la sociedad que no se resigna a aceptar las explicaciones oficiales, y un entramado político, policial y judicial que es acusado de ineficaz, cuando no de directamente cómplice de ese flagelo de la democracia.

martes, 18 de octubre de 2016

Presentaciones del libro "Cabecita negra" en octubre


70 años de historia del peronismo a través de la literatura

El libro Cabecita negra: ensayos sobre literatura y peronismo (Editorial Punto de Encuentro), de Mariano Pacheco, se presenta en las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Quilmes y Córdoba capital.



En este, su quinto libro, Mariano Pacheco reúne una serie de ensayos que abordan los modos en que la literatura trabajó el fenómeno peronista entre 1945 y 2015. Publicado por la Editorial Punto de Encuentro, el libro reúne textos que analizan artículos y crónicas periodísticas, cuentos, novelas, obras de teatro, poemas y ensayos críticos, acompañados por una puesta en diálogo con un entramado de análisis políticos e historiográficos.
¿Podrá hacerse una suerte de historia del peronismo a través de la literatura y la crítica cultural sin caer en los típicos trabajos monográficos promovidos por la Academia, que aburren tanto a quienes los escriben como a quienes los leen?, se pregunta el autor, 35 años, ensayista y periodista autodidacta nacido y criado en la zona sur del Conurbano Bonaerense, actualmente radicado en la ciudad de Alta Gracia (provincia de Córdoba). Pacheco es comunicador popular y ensayista, conduce semanalmente un programa radial en Radio Eterogenia y escribe para diversos medios gráficos, entre otros Revista Zoom y el periódico Resumen Latinoamericano. Es autor de los libros De Cutral Có a Puente Pueyrredón: una genealogía de los movimeintos de Trabajadores Desocupados” (El Colectivo, 2010/2016); “Montoneros silvestres (1976-1983). Historias de resistencia a la dictadura en el sur del conurbano” (Planeta, 2014); “Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt: ensayos sobre política y cultura” (Alción, 2013); “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo” (Planeta, 2012, en co-autoría con Ariel Hendler y Juan Rey).
Deseo hacerte llegar mis felicitaciones por tu nuevo emprendimiento cultural, que evidencia y pone de manifiesto, en forma clara, ese mundo particular peroniano ,dueño de cien aristas diferentes para finalmente conformar un ´corpus´ propio que bien puede significar una nueva y provechosa manera de abordar la temática que ocupa tu estudio. Es realmente un aporte que no pasará desapercibido para los estudios del tema entre lo que naturalmente me incluyo”, escribió Roberto Baschetti en la contratapa del libro.
Asimismo, Noé Jitrik –autor del prólogo de la publicación-- remarca:
Desde que hizo su aparición en la escena política argentina el peronismo dejó colgando un interrogante, en parte respondido por los hechos materiales y físicos, acerca de lo que produjo en el campo cultural y, en particular, más que en la literatura en el terreno de la comunicación en el cual la literatura desempeña un papel principal. Asumirlo y responderlo es lo que se propone este libro, con un primer resultado sumamente interesante: actualiza textos y propuestas que tal vez muchos no conocen o han olvidado y que ilustran lo que el autor quiere mostrar. Borges, Cortázar. Discépolo, Martínez Estrada, Walsh, Rozenmacher, naturalmente La razón de mi vida, Huerque Mapu, Martínez, Asís, Viñas, Piglia, los Lamborghini, Solanas, Gelman, Gleyzer, Urondo, Cedrón, Cooke y tantos otros de quienes reproduce importantes fragmentos que dicen mucho acerca del fenómeno”.

El libro se presentará durante los próximos días, con presencia del autor, en los siguientes lugares:

VIERNES 21 DE OCTUBRE EN CIUDAD DE BUENOS AIRES
18.30 horas en IMPA (Querandíes 4290, Almagro). Con la presencia de Omar Acha (historiador/ensayista), Roberto Cirilo Perdía (ex dirigente montonero) y Facundo “El Belga” Guillén (militante de la organización juvenil La Simón Bolivar).

SÁBADO 22 DE OCTUBRE EN AL CIUDAD DE LA PLATA
20.30 horas en el Espacio Cultural Malisia (Calle 78 n.º 506, esquina 6). Con la presencia de Verónica Luna (editora), Jorge “Chiqui” Falcone (poeta/ documentalista) y Esteban Rodríguez Alzueta (abogado/ensayista).

DOMINGO 23 DE OCTUBRE EN LA CIUDAD DE QUILMES
19 horas en el Centro Cultural Factótum (Mitre 1331). Con la presencia de Fabio González (dirigente político).

MARTES 25 DE OCTUBRE EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA
19 horas en la Librería Punto de Encuentro (Independencia 620). Con la presencia de Omar Hefling (escritor/periodista) y Joaquín Collazo (librero). Cierre con intervención de Cruz Zorrilla, Laura Ledesma y Santiago San Paulo (músico, actriz y actor de Zéppelin Teatro).

miércoles, 12 de octubre de 2016

Micropolíticas del deseo y Macri-Políticas del encierro*


Sobre las luchas por el derecho a la salud mental


Por Mariano Pacheco

Tras un nuevo aniversario del Día Mundial de la Salud Mental, un repaso por las políticas del macrismo que tienden a la enfermedad y el encierro, y la resistencia diaria de usuarios, profesionales y personas interesadas en sostener enclaves comunitarios como espacios y dinámicas saludables.


El viernes pasado, bajo la consigna “La salud mental se planta, que broten nuestros derechos”, una nutrida columna se desplazó por las calles de Córdoba capital, en la tercera edición de esta Marcha por el Derecho a la Salud Mental, que este año logró realizarse en coordinación con otras ciudades del país y del mundo.
Históricamente, las personas con padecimiento mental han sido consideradas y denominadas como locos
peligrosos, locos delincuentes, locos incapaces. Por esto han sido objeto de castigos y las respuestas que se
han dado han ido desde acciones piadosas, de reeducación y control por medio del aislamiento, encierro y
medicalización”,
destacaron desde el colectivo organizador de la Marcha en Córdoba, integrado por psiquiatras y psicólogos, usuarios y estudiantes de psicología, pero también estudiantes de otras carreras universitarias, comunicadores y talleristas, personas sensibilizadas y comprometidas con la situación de la salud pública en general.
Seguramente la reciente derogación de la resolución 1.484 de la Ley Nacional de Salud Mental, llevada adelante por el gobierno de Mauricio Macri, haya reavivado ciertas indignaciones y promovido mayores procesos de movilización, en un sector que viene ejerciendo acciones de resistencia y creación desde hace años. La resolución 1.484 fue aprobada en 2015 y establecía el plazo de un año para reducir el cupo “mínimo de camas” en las instituciones psiquiátricas, tanto públicas y privadas, en el camino hacia sustituir estas instituciones por nuevos espacios, regidos por otras lógicas, sostenidas sobre otros paradigmas.
Esta avanzada del Ministerio de Salud de la Nación sobre una ley que de todos modos no había logrado implementarse plenamente, permite un claro avance de los sectores que promueven la privatización y la medicalización de la salud.
De allí que desde la organización de la movilización realizada el viernes, hayan denunciado la disminución del presupuesto destinado a salud mental, así como también que desde el Estado no se haya avanzado en la creación de una red de abordaje integral y una institucionalidad que permita controlar y erradicar las
prácticas manicomiales. Plantarse, entonces, sostuvieron desde la movilización, para exigir equipos de salud mental en los barrios, que funcionen con dinámicas interdisciplinarias y comunitarias; para reclamar por la readecuación de los servicios de salud mental en hospitales generales; para exigir dispositivos con participación ciudadana real en la implementación de las políticas públicas; para que se brinde atención infanto-juvenil a través de dispositivos apropiados y para que la medicalización no sea la principal respuesta; para que se diversifiquen las respuestas con dispositivos sustitutivos al manicomio y para que la internación sea efectivamente el último recurso, sin dejar de ser respetuosa de los derechos de las personas y de sus particularidades culturales .
Todos los abordajes comunitarios en salud que se vienen realizando son los más avanzados. Desde la década del 70 la salud está invadida por la creación de necesidades, la venta de medicamentos y toda una dinámica que sostiene a los laboratorios”, comenta Alejandro Vainer, uno de los editores de Topía. Revista de psicoanálisis, sociedad y cultura, que desde hace 25 años dirige Enrique Carpintero. Para Vainer, el abordaje territorial, comunitario de la salud mental es muy importante, ya que no considera a la salud mental aislada del resto de abordajes en salud comunitaria que puedan hacerse territorialmente, que a su vez están inscriptos “en una concepción de salud no privatista sino pública y universalista”.
Para muchos especialistas, más allá de sus límites, la gran virtud de la Ley Nacional de Salud Mental argentina (promulgada por el Congreso de la Nación en 2010 y reglamentada luego de un decreto en 2013) radica en el hecho de que en ninguna parte del texto se hable de “enfermedad mental” ni de “tratamientos”, sino de “padecimiento mental” y “procesos de atención” a los “usuarios”.
Incluso algunos referentes en la materia, como Vicente Galli (Director Nacional de Salud Mental entre 1984 y 1989), han destacado la eficacia de este tipo de abordajes en contraposición a los sostenidos sobre el paradigma de las “hiper-especialización” y la “medicalización”. Galli, por ejemplo, reivindica el abordaje “Comunitario, Colectivo y Territorial” de la salud mental desde una perspectiva de “interdisciplinariedad” que, lejos de borrar o diluir las responsabilidades específicas, las sitúa en una “perspectiva integradora”, cuyo eje está puesto en las tramas colectivas, en “equipos interdisciplinares” y “saberes no disciplinables”.

Cambiar de paradigma
En el libro Vivir sin manicomios. La experiencia de Triste, publicado hace algunos años por editorial Topía, su autor --Franco Rotelli-- destaca la importancia de concretar los derechos consagrados en los textos de las leyes.
El psiquiatra italiano pone énfasis en la necesidad de cambiar de paradigma: no solo sobre el hospital y la psiquiatría, sino además sobre la mirada que el propio psiquiatra tiene de sí mismo, y de la locura. Porque el cambio de paradigma, dice, implica además un cambio en las relaciones de poder. Y también: un abordaje diferente en la agenda de trabajo.
Rotelli rescata de la Ley 180 italiana, que fue un referente mundial en la temática, quince “principios operativos” que, de modo sintético, podríamos resumir a través de una serie de énfasis: en el sujeto y no en la enfermedad; en una crítica al manicomio; en la necesidad de participación ciudadana; en la definición de “no neutralidad” de clase de los “aparatos psíquicos”; en las necesidades concretas de los usuarios y la necesidad de combatir el estigma y la exclusión social; en la posibilidad de definir “la libertad” como un espacio en el que es posible imaginar un “encuentro” más allá de la “enfermedad”; en las modalidades colectivas de los tratamientos; en la dimensión afectiva y el respeto por la diversidad; en el valor “terapéutico” de las múltiples prácticas de la vida cotidiana y, finalmente, en el “valor emancipador general” de las prácticas específicas de la salud mental, que pueden ser pensadas como “laboratorios” para políticas más en general, que apuesten a “un cambio radical de las instituciones”.
Por otra parte, el autor subraya el necesario doble trabajo de deconstrucción de las estructuras psiquiátricas y la construcción del proyecto que, en el caso de Trieste, encontró en las cooperativas un rol central. Grupos de teatro, video, diseño gráfico, limpieza, venta de productos fabricados por los propios usuarios o talleres como los de teatro, danza, música, cerámica o alfabetización, resultaron de vital importancia para el proceso de “desmanicomialización” que aconteció en Italia, junto con lo aquello que Rotelli denomina como “contaminación”, es decir, como una “trama de intercambios” entre el mundo “normal”, y el otro. Contaminación que parte de la necesidad de cuestionar el “viejo módulo separado” (del médico/psicólogo) para convertir a las experiencias en “laboratorios de producción de relaciones y de conexiones”. “La empresa social comprende no solamente la activación de cooperativas de formación y de trabajo, sino el conjunto de iniciativas culturales, de conexión entre todas las agencias que construyen gradualmente en la ciudad el derecho de ciudadanía”, especifica.
Ese paradigma que –sólo en parte-- la Ley Nacional de Salud Mental contempla (¿contemplaba?), es sobre el que el macrismo, como en otras esferas de la vida social, se propone avanzar para desarticular barriendo la cancha (como se dice popularmente), para abrirle nuevamente paso a las formas clásicas de entender la salud desde la enfermedad como correlato del control social.
Basado en la experiencia de desmanicomialización desarrollada en Trieste, Franco Rotelli argumenta que el desarrollo de una “empresa social” coincide con la necesidad de implementar una “acción habilitadora” y “rehabilitadora”, es decir, que apueste a la emancipación. Para ello, concluye, son necesarias la fuerza “de los movimientos sociales, un nuevo protagonismo de los pacientes y un largo proceso de autocrítica dentro de las corporaciones profesionales”.

ENCLAVES COMUNITARIOS
Durante el último fin de semana de noviembre (los días 25, 26 y 27), en la Copi de Villa Carlos Paz, se realizará el 6° Encuentro de Prácticas Comunitarias en Salud. Dicho encuentro trabaja con “Comisiones Organizadoras Regionales” que funcionan de manera permanente en Buenos Aires, Rosario, Mendoza y La Plata, suele realizar durante el año Pre-encuentros en las distintas ciudades. Hasta el momento se han realizado encuentros en Buenos Aires (2011 y 2012), La Plata (2013), Rosario (2014) y Mendoza (2015).
El Encuentro de Prácticas Comunitarias en Salud es un conjunto de servicios, instituciones, ONGs, agrupaciones políticas, sociales y profesionales, agrupaciones estudiantiles, organizaciones vecinales, micro-emprendedores, equipos de atención y personas del campo de la salud mental de todo el país, articuladas en red en pos del desarrollo de la salud comunitaria.
El mes pasado, cuando visitó Córdoba para participar del Pre Encuentro de Prácticas Comunitarias en Salud,
Vicente Zito Lema rescató el “valor de eso” de las prácticas comunitarias frente al “valor de cambio” que propone la medicina hegemónica, que –dijo-- “transforma todo en un negocio”, hasta lo más sagrado, “como es nacer y morir”. Frente a esos paradigmas, las resistencias se multiplican y se hacen oír. Movilizaciones como las del viernes, encuentros como el programado para noviembre, no hacen más que evidenciar que hay un creativo reverso de potencia social al “pragmatismo neoliberal” propuesto por el macrismo.


*Publicado en www.revistazoom.com.ar

domingo, 9 de octubre de 2016

La risa generosa de Guevara


39 años después de la muerte del comandante Nuestramericano
 

Por Mariano Pacheco



Sea para idolatrarlo desde la nostalgia o para menospreciarlo en nombre de miríadas posmodernas, la figura de Ernesto Guevara, el Comandante Nuestraamericano, suele ser asociada al martirologio, el ascetismo y los afanes sacrificiales.
Tal vez el Che de las canchas de fútbol y los recitales de rock argentino, entonces, estén más cerca de un espíritu rebelde (seguramente no revolucionario, pero quizá más impugnador del orden cultural) que otras supuestas reivindicaciones del Guevara de revoluciones de bronce, y por lo tanto, de mueso.
Suele repararse poco en la sonrisa generosa de Guevara. Sus testimonios, los testimonios de cercanos en torno a su conducta, dan cuenta de una enorme entereza, pero lejos de la imagen que se ha erigido de él -que lo coloca en un nivel de excepcionalidad al que ningún mortal, nunca, llegará a ser capaz de alcanzar-, como un tipo sacrificado al punto que, muchas veces, lo imaginamos como una especie de Cristo sufriente.
Es cierto: está la imagen de su muerte, él tendido sobre una camilla con los ojos abiertos, ya sin vida. Parece Cristo, que va. Pero también hay otros fotogramas en los que Guevara ríe. Luce su uniforme y su boina. Sabemos que descansaba poco y trabajaba mucho. Que asumía múltiples tareas: de trabajo intelectual y manual; de combate y diplomacia; que promovía el trabajo voluntario, que hacía del predicar con el ejemplo un lema inclaudicable. Y sin embargo, a pesar de todo eso (y de su asma), lleva una sonrisa sobre su rostro.
Es cierto, también, que en su texto “Qué debe ser un joven comunista”, hablándole a los jóvenes, el Che les dice: “Ustedes, compañeros, deben ser la vanguardia. Los primeros en los sacrificios que la revolución demande, cualquiera sea la índole de esos sacrificios”. Pero también lo es que existen anécdotas, como esa que aparece en su texto titulado “Sobre la construcción del partido”, en la que Guevara reflexiona sobre un chiste que ha escuchado en Cuba. Un chiste que dice así: “Trabajar horas extras, los domingos trabajo voluntario, sacrificarse por su formación, por predicar con el ejemplo y, por último, estar dispuesto a dar, en cualquier momento, su vida por la revolución. Todo eso para ingresar al partido. Claro, el tipo al que le proponen eso responde que si ésa va a ser su vida en la revolución, encantado, dice, ¡entrega su vida! “¿Para qué la quiero?”. Es raro, porque el comandante toma ese comentario que escuchó. No se enoja, no mira para otro lado. No es un incondicional que sólo escucha lo que le conviene, lo que lo deja tranquilo. No. Toma el chiste y realiza una reflexión. Tal vez, podemos imaginar, también él se ríe de aquel chiste.
Por supuesto, los amantes d ella ortodoxia no se detienen en comentarios como esos, en imágenes jocosas. Es que tal como alguna vez señaló Osvaldo Lamborghini, había (¿hay?), toda una “sanata” de “la cultura sacrificial” de la “izquierda liberal”. Una cultura que llevó a otros escritores, incluso de izquierda, como Julio Cortázar, a decir que descreían de los “revolucionarios de caras largas”, y a escribir, en su novela Rayuela: “y así uno puede reírse, y cree que no está hablando en serio, pero sí se está hablando en serio, la risa ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra...”. Seguramente Guevara no leyó al filósofo francés Gilles Deleuze, pero nos gusta pensar que es problable que, de haber leído esta frase, consideraría con él: reír, es afirmar la vida”.

sábado, 8 de octubre de 2016

Entrevista a Mabel Bellucci


“El feminismo, como caja de herramientas teórica y acción política, es un gran plus para todos los sujetos subalternos”

 Por Mariano Pacheco

  El feminismo y las luchas de la clase obrera. El feminismo y las batallas de las denominadas “minorías”. En esta conversación con revista Zoom, Mabel Bellucci realiza un recorrido por la historia de los Encuentros Nacionales de mujeres en Argentina, pone el derecho al aborto seguro y gratuito en el centro de la discusión, problematiza el abolicionismo que condena a los colectivos que reivindican el “trabajo sexual”, traza una genealogía nacional e internacional del feminismo, se posiciona contra las corrientes “separatistas” que hacen de las mujeres heterosexuales el sujeto político y rescata nombres como el de Hilda Ray y Marta Miguele, pero también otros como el de Lohana Berkins y Néstor Perlongher.
Genealogías
Bellucci se autodefine como activista feminista queer. Participa de la Cátedra Libre de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) Gino Germani-UBA. También forma parte de la Cátedra “Libre Virginia Bolten” en la Universidad Nacional de La Plata.
--Estamos a pocas horas de que comience un nuevo Encuentro Nacional de Mujeres. En este contexto, ¿qué podrías rescatar de este largo historial de las luchas feministas en nuestro país?
--Yo creo que Argentina en particular, y el Río de La Plata más en general, tiene toda una historia.
Las dos primeras décadas del siglo XX, por ejemplo, hubo Congresos feministas. Por ejemplo, en 1928 hubo un Congreso Feminista Internacional en Argentina. Es muy interesante leer las actas de ese encuentro, reparar en quienes estuvieron. Fue muy importante, hubo muchas feministas de la región (sobre todo de Montevideo), pero también de Estados Unidos y Europa. Todo el movimiento por el derecho al voto femenino, al menos en occidente, fue muy importante. Por más que, yo te aclaro, me considero anarca, así que el mundo electoral me tiene sin cuidado, pero una cosa es que te impugnen el voto a poder ir y votar. Votar implicaba visibilizarse en lo público, obtener mayores posibilidades de educación y de inserción laboral. No votar, para las mujeres, era como no ser tenidas en cuenta para nada. Yo siempre recomiendo ver “Las sufragistas”, una película inglesa en donde puede verse con claridad el cruce entre clase y género, porque ese movimiento implicó a mujeres de clase media como a obreras. Y en América Latina, el feminismo que tuvo potencia fue el del Río de La Plata, con toda una serie de mujeres librepensadoras, mujeres liberales, socialistas que pelearon por el derecho al voto. No así las anarquistas, que estaban en contra de la representación, los partidos políticos y del Estado.
Me parece que es muy importante tener en cuenta toda esta historia para entender los Encuentros Nacionales de Mujeres. Porque encuentros de mujeres hay por todo el mundo, pero no con la continuidades en años que ha tenido en Argentina. A esto hay que sumarle que, más allá de que muchas puedan participar de algún partido político, la comisión organizadora del Encuentro responde a ningún partido o institución, y eso se respeta cada año. Y la masividad. Nosotras empezamos en 1986 siendo 100, y en cuatro décadas ha crecido de un modo impresionante. Y rescatando el legado del que hablábamos, hay que agregar que el Encuentro Nacional de mujeres es muy importante también para las mujeres de los demás países de la región. Y la rotación federal que ha logrado. No veo otro movimiento similar, con excepción del reciente fenómeno de “Ni Una Menos”. Después está la dinámica, que en gran medida ha sido tomada de los Encuentros Feministas de Latinoamérica y el Caribe, que se hacen cada dos años. Toda una dinámica autogestiva, con la palabra rotativa, asamblearia. Y no se vota, no hay eso de mayorías y minorías, sino que se busca el consenso, y eso me parece muy importante, porque sino te vienen los aparatos y con el tema de la cantidad te quieren copar todo el debate. El año pasado, por ejemplo, vinieron como 300 mujeres de la Tupac Amaru, se quisieron imponer porque eran mayoría, decían, pero unas 15 nos levantamos y nos fuimos, y el debate se terminó ahí, no se dio lugar a eso de querer votar, porque en ese contexto es totalmente anti-democrático.
Los Encuentros Nacionales de Mujeres
Mabel rescata la lucha por el aborto libre, seguro y gratuito. Destaca el rol que cumplen colectivos como la Campaña Nacional por el derecho al Aborto, “los movimientos socorrismo que acompañan y empoderan a las mujeres en su práctica abortera, las lesbianas que publicaron el famoso manual y los Varones Antipatriarcales que apoyan el aborto y las agrupaciones de gay, los varones trans”. Se muestra pesimista respecto de las posibilidades de que avance la ley, pero optimista respecto del debate social y político.
--¿Qué otras cosas podes rescatar de los encuentros?
--Lo más interesante, me parece, es que con los años hayan tenido la capacidad de ir incorporando nuevos sujetos. A partir de mediados de los 90, ingresaron las travestis, con Lohana Berkins a la cabeza. Y su ingreso yo lo considero fundamental. Después entraron mujeres trans. Y ahora, el gran debate que se va a dar, tiene que ver con las trabajadoras sexuales. Y esto hay que remarcarlo: cuando vos entrás al Encuentro Nacional de Mujeres, ya instalás el debate.
--Y respecto de ese cruce entre género y clase que mencionabas al principio respecto de la realidad inglesa de principios del siglo XX: ¿cómo ves ese cruce en la Argentina de post-dictadura? ¿Cuándo consideras que se produjo esa conexión entre feminismo y movimientos sociales en los Encuentros?
--Para mí fue en 1989, con la hiperinflación. Hasta ese año los encuentros eran feministas, luego se hicieron de mujeres, porque irrumpieron en la escena las mujeres organizadas en los barrios populares. Eso fue un antes y un después, porque si bien las feministas de izquierda siempre tuvimos posicionamientos anticapitalistas, el masivo ingreso de mujeres de los sectores populares lo cambiaron todo. Ahí ingresó lo económico, la cuestión de clase, de raza y lo numérico, ahí los encuentros se volvieron masivos.
Género y minorías
Bellucci también integra el colectivo editorial Herramienta. Es autora de los libros “Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo”, y de “Orgullo. Carlos Jauregui: una biografía política”.

--Y entre feminismo y minorías, ¿como ves ese vínculo?
--Mirá, yo parto de una situación: mi feminismo es queer, no creo que el feminismo tenga que ser una cosa de mujeres heterosexuales, lésbicas o bisexuales. El feminismo, como caja de herramientas teórica y acción política, es un gran plus para todos los sujetos subalternos, para todo cuerpo abyecto. Y esto no lo digo en el aire, tiene toda una tradición. En el siglo XIX, por ejemplo, las mujeres feministas inglesas y norteamericanas luchaban contra la esclavitud. En 1848 aparece la “Declaración de sentimientos”, que fue muy importante. Y en los sesenta el feminismo fue antibelicista, contra-cultural, que promovía la liberación sexual y peleaba contra la discriminación de los negros. Entonces podes ver que hay toda una historia en donde el feminismo no es tal solo una cosa de mujeres. Yo no soy separatista y el feminismo hegemónico es fuertemente separatista, porque piensan que las mujeres, sobre todo las heterosexuales, son el sujeto político. Y yo eso lo pongo en discusión, y lo llevo al terreno del aborto. ¿Quién dijo que son solo las mujeres heterosexuales las que abortan? Son también las mujeres bisexuales, las lesbianas, los varones trans, en fin, todo cuerpo que porte un útero. De allí que, para mí, la alianza, las coaliciones con aquello que en años anteriores se denominaba las “minorías sexuales”, son sumamente importantes. Por ejemplo, en 1974, en Buenos Aires, se fundó el Grupo de Política Sexual en donde estaban mujeres como Hilda Ray (que murió esta semana) y Marta Miguelez, de agrupaciones feministas, pero también Néstor Perlongher, del Frente de Homosexuales de Liberación. Ellos escribieron un documento muy importante, que fue “La moral sexual en Argentina”, el primer texto teórico sobre la sexualidad en la Argentina. Y es un texto muy foucaultiano, plantean al cuerpo como un territorio en pugna, en disputa. Y esto fue sumamente de avanzada, sobre todo si tenemos en cuenta que aun hoy nuestras izquierdas son pre-foucaultianas, no ven al cuerpo como un campo de batalla. Yo creo que ahí el feminismo, que plantea la decisión soberana sobre los cuerpos, permite que otros cuerpos se sientan interpelados. Por eso llama la atención que las travestis, las trans, con todo lo que les contó entrar, ahora hagan alianza con las corrientes abolicionistas contra los colectivos que plantean el “trabajo sexual”, y se sindicalizan y luchan por sus derechos. Yo no tengo una posición muy clara al respecto, pero si hay algo que sé, es que no soy abolicionista. Si hay mujeres, trans, travestis, que consideran que lo que ejercen es un trabajo, yo no soy quien para decir que no. Si se auto-representan como trabajadoras quien soy yo para decirles lo contrario.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Entrevista a Raquel Gutierrez Aguilar


OPACIDAD ESTRATÉGICA, NUEVAS RESISTENCIAS Y NUEVAS MODOS DE LEERLAS


Por Mariano Pacheco

Actualmente vive en México, aunque durante varios años su hogar estuvo en Bolivia, donde participó del Ejército Guerrillero Tupac Katari organización político-militar aymara que al ser golpeada por la represión terminó con algunos de sus integrantes en la cárcel. Entre ellos, la propia Gutiérrez Aguilar, y su pareja de entonces, el hoy vice presidente Álvaro García Linera. Raquel es socióloga, matemática y filósofa. Intelectual crítica vinculada a distintos movimientos sociales del continente. Su libro “Los ritmos del Pachakuti”, en el que describe y analiza las luchas en Bolivia entre el año 2000 y el 2005, ha sido fuente de consulta de numerosas experiencias políticas que pujan en Nuestra América por sostener un pensamiento crítico y una práctica política de nuevo tipo. De paso por Buenos Aires, “La luna con gatillo: una crítica política d ella cultura”, la entrevistó telefónicamente el pasado jueves, para conversar sobre la actual situación política de América Latina.


NuestraAmérica en Movimiento
--¿Cómo ves la actual situación política en América Latina, sobre todo desde la perspectiva de la organizaciones que, como sostienen los zapatistas, apuestan a una construcción política desde abajo y a la izquierda?
--Ahorita veo muy dificil poder hacer un balance general de todo lo que está pasando en el continente, pero lo primero que quisiera decir es que resulta fundamental poder una hacer distinción de cuáles son los países en los que se está abriendo un proceso de rearticulación de la capacidad social de intervenir en los asuntos públicos y en donde eso no está ocurriendo. Eso fue lo que se abrió en la temporada de las luchas que abrieron este siglo. Y ese proceso se da de distintos modos. En México, por ejemplo, pese a vivir aún un momento oscuro, no es un momento como el que vivimos entre 2007 y 2014.
En 2007, luego del cambio de gobierno, se reconfigura el proceso político, tras esos doce años de experiencia, de acumulado que va desde el surgimiento del zapatismo en adelante. Allí se puso en discusión una serie de asuntos públicos, de discutir desde abajo esa prerrogativa de cómo discutir los destinos del país. Esa capacidad organizativa y la perspectiva zapatista de ir construyendo desde los territorios la capacidad de establecer los términos en que se regulara la existencia cotidiana, todo eso se ve brutalmente confrontado desde 2007, estableciendo bajo el nombre de “guerra contra el narcotráfico”, una verdadera guerra contra el pueblo. Toda esa política, con cada vez mayores territorios militarizados y un creciente número de bajas humanas provocado por el accionar de bandas armadas, todo ese apuntó a lo que yo llamo generar una “opacidad estratégica”.

--¿A qué te referis con esto de “opacidad estratégica? Es un concepto que venís utilizando hace ya algunos años.
--Me refiero sobre todo a una situación en la que no se entendiera lo que estaba pasando. Empezaban las desapariciones y toda esa barbaridad. Comenzaba una confiscación brutal del territorio para la minería a cielo abierto, se aprobaba la Ley minera, una baja terrible de los salarios, en fin, se comenzaba a producir un proceso acelerado de domesticación del trabajo, incrementando los índices de explotación, pero también inhibiendo las posibilidades de resistencia. Y el asunto de la desaparición de los compañeros de Oyotzinapa y todo el proceso de protesta en México y solidaridad internacional que se produce, rompe ese velo de opacidad. No es que de ahí para acá se hayan resulto las preguntas, pero se pudo resignificar esa guerra contra los pueblos y entender mucho mejor las articulaciones entre las fuerzas de seguridad y el poder político a niveles locales, y cómo ahí operaban las bandas narco. Ha sido muy difícil de pensar en otras claves, pero se ha comenzado a lograr.

El estudio radial del Centro Cultural España-Córdoba está lleno. Alrededor de la mesa, los locutores y los integrantes del equipo que trabajan las redes sociales virtuales del programa. A un costado los columnistas de “Economía Crítica”, integrantes del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía (CoPenCe), que esperan para ingresar. Afuera, militantes del Frente Organizado Contra el Código de Faltas (FOCCOF), comienzan a prepararse para su columna de “Movimientos sociales”. El operador técnico sube el volumen de un parlante que apunta hacia afuera para que todos escuchen. Sergio Fernando Job, columnista de “Pensamiento crítico”, toma la palabra para también ingresar en la conversación con Raquél, a quien le pregunta:
--¿Cómo, desde las organizaciones populares de otros sitios del continente que pujan por construir desde abajo y a la izquierda, te parece que se puede operar para no permitir que ese velo de opacidad del que hablabas se termine de condensar en los niveles en los que ha condensado en México?
--Ymirá, yo hace tres años, cuando vine a la Argentina, me topé con los compañeros que estaban organizando eso que se llamó el Instituto de Investigación y Experimentación Política, que se proponían entender la conflictividad social desde otra clave, no desde la propuesta de intelección del Estado, de los de arriba, sino más a ras de suelo, de cómo se comenzaban a imbricar el narco-menudeo, cierto poder policial en las Intendencias, reconfiguración territorial de la zona peri-urbana de Buenos Aires, y en otras provincias, para desplazar población en función de las especulaciones de los negocios inmobiliarios. ¿Pero cómo se hacía todo esto? Bueno, apelando a ciertas tramas capilares de las fuerzas policiales que condensan un saber represivo muy fuerte, con nuevos negocios en frontera con la ilegalidad, y que necesitan establecer términos de contención muy violentos a nivel local. Y si bien no es una cosa igual a la de México, donde están los grandes empresarios de la venta de estupefaciente, que llega a ser una tercera gran rama de la economía, luego de la producción de armas y de petróleo. Eso no es así acá, está claro, pero sí está presente, cada vez más, esa trama de complicidad que garantizan impunidad y establecen un orden de mando por fuera de la ley para administrar la vida y dirimir los conflictos a nivel local de tal modo que no haya posibilidad de articulación política y se inhiba el protagonismo social. Todas esas políticas que hoy se nos tornan tan incomprensibles, son en realidad una gran actualización de los antiguos dispositivos contra-insurgentes. ¿Pero quienes serían ahora los insurgentes? Bueno, lo que nosotros en México vemos, al menos desde el grupo de la Universidad de Puebla, donde yo trabajo, es que ese protagonismo social que se desplegó a principios de siglo, esa capacidad de politización para disputar el sentido de las cosas, y orientar el término de lo que tiene que pasar en los distintos país. No solo en relación a su capacidad de impugnación, sino que en las movilizaciones ya se expresaban los términos de lo que podía hacerse. En Bolivia, por ejemplo, eso fue muy claro, con la reapropiación de los hibricarburos y la reorganziación de la vida política, la asamblea constituyente.

LA LUNA CON GATILLO: Una Crítica Política de la Cultura
Jueves de 15 a 17 horas por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar)-
Conducción y producción general: Mariano Pacheco.
Seguinos en Twitter (@GatilloLuna) y en FB: La luna con gatillo.
ESCUCHA EL PROGRAMA COMPLETO ACÁ: https://www.ivoox.com/13118125


martes, 4 de octubre de 2016

El alegre gatillo de las sectas de seguridad


TORTURAS, GOLPIZAS, AMENAZAS Y CASOS DE GATILLO FÁCIL

Por Mariano Pacheco

Un nuevo caso de gatillo fácil en la localidad bonaerense de San Martín y la denuncia por torturas perpetradas por agentes de Prefectura contra dos adolescentes en CABA pusieron nuevamente en el centro de la escena política el debate acerca del rol de las fuerzas de seguridad en el sistema democrático.


En su emblemático poema “Verbo irregular”, escrito durante la primera mitad de la década del 70, el poeta Roberto Santoro (detenido-desaparecido por el terrorismo de Estado), apuntó: “Yo amo/ tú escribes/ él sueña/ nosotros vivimos/vosotros cantáis/ ellos matan”. “Más poesía y menos policía, más poesía y menos policía”, suelen corear los manifestantes en las masivas movilizaciones realizadas en Córdoba cada noviembre para reclamar la derogación del “Código de Faltas”, hoy denominado “Código de convivencia”. Parece que la policía y la poesía no se llevan bien. No es para menos, lejos de cualquier sensibilidad ciudadana/democrática, los agentes de las fueras de seguridad parecen haber tomado a los jóvenes trabajadores, a los muchachos de los barrios pobres no solo como el blanco predilecto para su secta de gatillo alegre, sino además como objeto de sus pulsiones más oscuras.

EL ALEGRE GATILLO DE NUESTRAS SECTAS
El viernes pasado, vecinos de la localidad de San Martín se movilizaron por las calles del Norte del Conurbano reclamando Justicia, bajo la consigna “A Víctor lo mató la policía”. Víctor González tenía 37 años, dos hijos y seis hermanos. El lunes 26 de septiembre, mientras tomaba unas cervezas en la esquina de su barrio, con unos amigos, unos tiros comenzaron a sonar por allí. Después, nada: ni sonidos, ni imagenes, ni respiración. Le llegó la muerte. La señora del almacén que le vendió la cerveza contradijo la versión policial, que de entrada dijo que era un delincuente, y aseguró que el muchacho, que trabajaba con su papá en la construcción de un edificio, había ido a su negocio a saladar las cuentas del fiado, como semanalmente hacía. El de Víctor es solo uno de los siete casos denunciados por la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), ocurridos entre el 16 y el 24 de septiembre: 7 asesinatos en 8 días, perpetrados por las fuerzas de seguridad del Estado (http://correpi.lahaine.org/?p=1813).
Lo ocurrido muestra la persistencia de las peores prácticas de las fuerzas de seguridad y los efectos de las políticas centradas en el control poblacional con un enfoque discriminatorio” sostuvieron desde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional, en una declaración conjunta que hicieron el mismo viernes, día en que se conoció el caso de Iván Navarro y Ezequiel Villanueva Moya. Según difundió La garganta poderosa, el episodio ocurrió el sábado 24 de septiembre, cuando dos chicos que participan de su revista en Villa Zavaleta padecieron otro episodio de violencia por parte de las fuerzas represivas, aunque en este caso tuvieron la “suerte” de que no les costara a vida. Ezequiel Villanueva Moya, de 15 años, salió de su casa esa tarde para visitar a su abuela. De regreso, ya de noche, se encontró con su amigo Iván Navarro, de 18 años. Fue entonces cuando los paró la Policía Federal, los requisó y luego los dejó ir… por unos metros, porque después fueron detenidos por miembros de la Prefectura Naval, quienes se los llevaron, los amenazaron y golpearon, los torturaron. A estos procedimientos de las fuerzas de seguridad típicos de la post-dictadura, los “marrones” sumaron “simulacros de fusilamiento”. De los veinte implicados, siete están detenidos. Fueron imputados por el fiscal Adrián Giménez, acusados por torturas (delito que contempla penas que van de 8 a 25 años, como en casos de homicidios), la misma tipificación que se utilizó en el caso Luciano Arruga.

Cuando el Estado mata
Según puede leerse en el Informe Anual 2016 producido por el CELS (http://www.cels.org.ar/especiales/informe-anual-2016/wp-content/uploads/sites/8/2016/06/IA2016-CELS.pdf) al menos 162 personas perdieron la vida durante 2015 en hechos de violencia de los que participaron miembros de instituciones de seguridad (36 eran integrantes de esas instituciones y 126 eran ciudadanos particulares). Si bien el informe, respecto de 2014, se observa un descenso de la cantidad de particulares muertos (ese año estuvo caracterizado por un pico pronunciado en relación con la última década), los números, detrás de los cuales están presentes biografías singulares, se ubica en niveles semejantes a los alcanzados entre 2009 y 2013. Esto, según palabras del propio CELS, implica que persiste un “núcleo duro” de muertes que el Estado no ha podido reducir. De los 126 ciudadanos en 2015, 53 fueron ultimados por la Policía Federal, 49 por la Policía Bonaerense, cinco por la Policía Metropolitana, tres por las policías locales, tres por la Prefectura, uno por Gendarmería, otro por un funcionario del Ejército, dos por el Servicio Penitenciario Federal y tres por el Servicio Penitenciario Bonaerense (de otros seis no se disponen datos relativos a la fuerza en que se desempeñaba el funcionario). El informe llama la atención respecto de la preponderancia del involucramiento de las fuerzas federales en estos casos (57), más que las de la provincia de Buenos Aires (52), y de la CABA (5), ya que históricamente, la fuerza policial que concentraba mayor cantidad de hechos de violencia letal era la Bonaerense. “Sin embargo, en los últimos tres años, hemos registrado más muertes ocasionadas por la Policía Federal que por la Bonaerense”, puntualiza el CELS.


LA GORRA ANTE LA GORRA
A poco más de un mes de realizarse la 10° Marcha de la Gorra en Córdoba, un conjunto de organizaciones sociales antirepresivas realizaron ayer una conferencia de prensa en la Biblioteca del sindicato de Luz y Fuerza, para informar sobre el fallo favorable respecto del Hábeas Corpus preventivo colectivo presentado con anterioridad, como parte de una estrategia jurídico-política elaborada de manera conjunta por distintos movimientos sociales y abogados de derechos humanos. La Cámara de Acusaciones ordenó que se haciera lugar a este Hábeas Corpus, revocando de este modo el fallo del Juzgado de Control de Séptima Nominación que lo había rechazado. Las organizaciones han denunciado que, desde que comenzaron en 2014 los denominados “Operativos de Saturación”, realizados por la policía de la provincia, numerosas personas se han visto atropelladas en sus derechos. Las detenciones masivas y los procedimientos arbitrarios, señalaron, dan lugar a arrestos por “resistencia a la autoridad” (figura cuestionada incluso por algunos magistrados) y por contravenciones, las cuales -subrayaron- “carecen de fundamento judicial”.
Córdoba tuvo el triste privilegio de ser la provincia con mayores casos de gatillo fácil en 2014. Según un informe realizado por el Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), titulado “Uso letal de la fuerza por parte de agentes estatales en Córdoba” (www.unc.edu.ar/extens), las víctimas por el “uso letal de la fuerza por parte de agentes estatales en Córdoba”, en el período que va desde 2011 hasta Abril de este año, se eleva a 77. Los años 2013 y 2014 fueron los que registraron más víctimas (18). Sin embargo, en los 4 primeros meses de 2016, el número de casos ya llegó a cinco.
Lejos de escuchar la denuncia de los familiares y de una revisión seria de la conducta de los agentes de la Policía de Córdoba, el discurso oficial sigue subido a la ola de la (in)seguridad con más policía (más impune) en las calles”, destacaron desde el Frente Organizado Contra el Código de Faltas (FOCCOF), quienes subrayaron que, finalizado el 2015, el gobierno de Unión por Córdoba había gastado “$1.311 por persona para mantener jardines y escuelas primarias”, pero destinó “más de $ 8.000 millones a copar la ciudad de policías”.
Contra eso que en Córdoba, los movimientos sociales y los abogados de derechos humanos han calificado como “Estado policial”, se protestará el viernes 18 de noviembre, en la décima edición de la Marcha de la Gorra.
OCUPAR-RASTRILLAR-DISCIPLINAR
Las distintas fuerzas de seguridad ya no se distinguen tanto entre sí cuando de lo que se trata es de “verduguear” a los pibes en las barriadas.
Durante cierto tiempo la prefectura y la Gendarmería eran fuerzas que gozaban de cierta legitimidad ante la población, como una suerte de plus, un extra o al menos, pocas en contra, a diferencia de la Policía Federal, y sobre todos, de las provinciales (“la maldita policía”, solía ser el modo de nombrar a la Bonaerense, acaso una de las más “bravas” del país). Ahora esa legitimidad está cada vez más erosionada, porque lejos de ese ideal de que eran agentes “distintos”, sus prácticas no varían demasiado de las ya conocidas rutinas policiales. Ya en 2002, cuando se produjeron los asesinatos de los jóvenes militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (en la denominada “Masacre de Avellaneda” del 26 de junio de 2002), la Prefectura bajó del Puente Pueyrredón (donde tenía jurisdicción operacional) para sumarse a la represión en suelo bonaerense. Desde entonces, su presencia en la zona sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se ha ido incrementando.
Gendarmería y Prefectura funcionan hoy -desde hace algunos años, en rigor de verdad- como una máquina disciplinadora de los jóvenes en los territorios. No en vano desde el Colectivo Juguetes Perdidos han denominado estas “prácticas moralizadoras”, habituales de prefectos y gendarmes, como un “Servicio militar a cielo abierto”. Y esa práctica, tal vez exacerbada este año, viene de antes, como de antes vienen los “pibes silvestres”, eso que -para decirlo nuevamente con las palabras del Colectivo mencionado- esos que “crecieron solos”, que “se hicieron a sí mismos” y que hoy son como una postal de la “década ganada”, su reverso.
Durante la gestión del ingeniero Mauricio Macri se han exacerbado estas rutinas violentas y represivas por parte d ellas fuerzas de seguridad, pero no vendría mal recordar que el problema viene de larga data, y que hasta ahora los gobiernos no han logrado, no han sabido, no han querido desandar esas prácticas, que en numerosos casos se transforman lisa y llanamente en homicidios, en crímenes que además suelen quedar impunes. De muertes por gatillo fácil, tortura u otras modalidades, desde diciembre de 1983 a la fecha, se han producido 3.152 casos, un promedio que va de los 200 a los 300 casos por año.
Así como en décadas anteriores ningún gobierno parecía estar dispuesto a enfrentar a la corporación militar, hoy parece difícil encontrar a quienes estén dispuestos a problematizar de vedad el rol que juegan las fuerzas de seguridad en nuestra sociedad.
Mientras tanto, los casos de abuso policial, de violencia institucional y gatillo fácil se siguen cobrando vidas.