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viernes, 1 de diciembre de 2017

Apuntes sobre la cuestión mapuche y el movimiento popular

Terrorismo mediático+terrorismo estatal+terrorismo vecinocrático, la santísima trinidad

Por Mariano Pacheco
(La luna con gatillo)




La operación es doblemente clara: por un lado, reducir la experiencia activa de comunidades mapuches a una organización caracterizada como violenta, terrorista, en medio de un contexto signado por la aprobación de la Ley antiterrorista durante la anterior gestión de gobierno. Por otro lado, propiciar la teoría del buen salvaje: el resto de los mapuches (es decir, aquellos que no participan activamente de una lucha) son mansos, propensos al diálogo y el acuerdo con las fuerzas estatales argentinas. “La estrategia de Garavano consiste en entablar rápidamente una negociación con los mapuches pacíficos para mejorar su calidad de vida. Ya está en Bariloche una delegación del INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas), organismo que pertenece a la estructura del Ministerio de Justicia. Esa mesa de diálogo es promovida también por el obispo de Bariloche, monseñor Juan José Chaparro, quien confirmó que la mayoría de la comunidad mapuche es pacífica. La estrategia de Garavano parece consistir en aislar a los violentos. Pero para eso necesita avanzar en la negociación con los mayoritarios mapuches pacíficos”, escribe Joaquín Morales Solá desde las páginas del diario La Nación.

La operación, entonces, consiste también en afirmar una certeza: hay que “comprar” sin matices, (desde los medios hegemónicos de comunicación) la versión oficial del gobierno sobre el asunto (o enlazar de un modo en que cada uno compra la versión del otro, en realidad). Y esa versiones sumarle las voces de las “fuerzas vivas” de la sociedad (en la Patagonia encabezadas por las Cámaras de Comercio y la Sociedad Rural).

Así, toda lucha queda inscripta bajo la lógica terrrorista impuesta por el terrorismo mediático, quien agita la tribuna periodística para que la Justicia no duerma, no relentice el proceso de avance gubernamental acompañado por una buena parte de la sociedad. La reactualización de la teoría de los dos demonios ya se puso en marcha hace un tiempo, pero con la cuestión mapuche se acelera, porque además les resulta más fácil que con otros sectores afirmar que son una “estructura armada”: están en zonas despobladas, alejadas de los centros urbanos, se mueven a caballo, todo da para colocarlos en el lugar de guerrilleros o bandidos rurales, lo mismo da (“Villa Mascardi: un cerro boscoso donde anida la resistencia mapuche”, es otro título de un artículo publicado en el diario de los Mitre). Además, se suma el componente racista y chouvinista (son unos negros de mierda que quieren robar suelo argentino) y el hecho de que, la Patagonia, es “el culo del mundo” (visto desde Buenos Aires).

Pero esto no es todo: así como se reduce lo mapuche a la RAM, ahora comienza el proceso de reducción (y “cocoliche”) de toda expresión disidente al universo simbólico sintetizado en la frase “son los organismos de derechos humanos, la izquierda y el kirchnerismo”.

Como telón de fondo están los 250 casos conflictivos contabilizados por Amnistía Internacional, dentro de los cuales hay que destacar el hecho de que, en la última década y media, el pueblo mapuche recuperó 250 mil hectáreas que estaban en manos de grandes terratenientes, tal como remarcó recientemente Darío Aranda (“Qué hay detrás de la campaña antimapuche”), texto en el que afirma: “La recuperación territorial implica mucho más que hectáreas: instala una concepción diferente de la tierra, que interpela el concepto de propiedad individual en busca de rentabilidad y lo suplanta por un espacio de ocupación colectivo, ´territorio ancestral´, imprescindible para el desarrollo como pueblo originario”.

De allí que las 129 sentencias de desalojos suspendidas hasta el momento por la Ley 26.160 (que desde 2006 impide el desalojo de los pueblos originarios de las tierras que habitan) preocupen en demasía a la gestión Cambiemos y la clase que expresa en el gobierno. De allí también que consideren a la cuestión mapuche como la punta de iceberg de un conflicto mucho más agudo, al que consideran una “bomba de tiempo”, y que involucra a las 23 comunidades protegidas por esta ley en Salta, más las 21 de Santiago del Estero, las 19 de Neuquén, las 17 de Jujuy, las 13 de Tucumán, las 11 de Mendoza, las 16 repartidas entre Chubut y Río Negro y las 7 de Formosa, donde habitan mapuches pero también Diaguitas, Calchaquíes, Qoms, Tobas, Quechuas, Tonocotés, Guaycurús, Collas, Wichis, Yogys, Guaraníes, Huarpes y Comechingones.

Contra ellas se erigen con su grito espantado las fuerzas oscuras que golpean a las puertas.

Terrorismo mediático+terrorismo estatal+terrorismo vecinocrático: la santísima trinidad.

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