Historial de un rebelde
Por
Mariano Pacheco
La
esquina fue escuela de sobrevivincia al desamparo económico,
político y afectivo de la Argentina neoliberal. De allí surgieron
bandas como Flema, y emblemas del punk rock local como Ricky
Espinosa, el joven que hizo de la frase del filósofo holandés que
ilustra este texto, una prágmática.
Es
difícil intentar comprender al menos algo de los años noventa en
este país sin entender lo que el alcohol significó para la juventud
de los suburbios. Al menos lo que la cerveza implicó para el piberío
del Conurbano y las barriadas pobres de la Capital Federal (sí, por
entonces era la Capital y no la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la
CABA, como ahora). El culto de la amistad a través de la cerveza, y
el culto a la cerveza cuando las amistades ya no están. La cerveza o
el vino, lo mismo da. Nosotros,
con los chicos, nos tomamo un litro más de vino (“Borrachos
en la esquina”); Porque
es, el linyera, se emborracha y no le importa una mierda. Si es
botella o es un tetra no le importa una mierda, lo único que quiere
es escabiar (El
linyera); Ella
me atrapó con su blanco cristal, y no puedo estar sin cerveza tomar.
Y mis amigos mañana traerán, blancos cristales, para tomar. Más
otra más, otra más, otra más, quiero cerveza tomar (“Blanco
cristal”); Brindo
una vez más por mis amigos, los que sólo están en mi corazón
(Vahos de ayer”); Baile
sin control, más excitación, cuando sube le alcohol, quiero
diversión (“Pogo,
mosh y slam”).
La
voz inconfundible de Ricky se combina siempre con una buena batería,
y el sonido sucio y descontrolado de la guitarra y el bajo en versión
punk rock suele aparecer en forma de canciones tristes, a veces, y
otras de las más alegres. Lo mismo sucede con las letras: se
intercalan algunas crónicas en primera persona con crítica al orden
social, y sobre todo, a los estereotipos.
“Chicas
judías”, por ejemplo, sólo puede entenderse en el contexto de
emergencia de una camada de jóvenes que se rapan la cabeza, le ponen
cordones blancos a sus borceguíes negros y cuelgan tiradores de sus
pantalones, para ir un sábado por la noche, en patota, a provocar a
algún pibito punk que quede borracho en algún rincón. Viaje
a Israel, un viaje a Israel, chicas judías en Israel,
una frase así sólo cobra sentido en la mirada del otro, en el
rostro fruncido de algún skind, que no es más que otro estereotipo
social, en este caso de la pequeña burquegía queriendo huir de la
debacle a través de una salvación imaginaria que los sitúa al otro
lado de la brecha social abierta por el neoliberalismo. Algo similar
sucede con otras canciones, como “Es sólo un juego más” (El
mal nació con él, en algo debía empezar/ sin tener un por que,
voluntad de dañar./ Le gusta destruir/ disfruta corromper/ es solo
un juego mas/ se ríe al romper/ le excita ver sangrar/ sabiendo que
esta mal/ No todo es lo que debe ser, el niño tiene crueldad/con
inocencia o no, nació para matar)
o como “Hombre vicioso” (Hombre
vicioso, engendro de satán/ ritos asquerosos, carentes de moral/
hombre de alma sucia, bandera del mal/ anarco-drogadicto, perdido
total/ Mente retorcida, irrecuperable/ que lo lleve la policía./
alma de homicida, cara de culpable/ que lo mate la inquisición/
gente como esta no debe nacer).
En ambos casos se apunta a mostrar, como en un espejo, lo trillado de
los comentarios que fueron generando el caldo de cultivo para esos
micro-fascismos que irán creciendo exponencialmente en los años
venideros.
Es
esa incomprensión, sobre todo del mundo adulto (careta, hipócrita y
“formal” en mundo que cada vez tiene menos de formal), la que se
rechaza en este tipo de canciones. Mundo
yo, nunca te quise a ti, porque vos, no me entendiste a mi
puede escucharse en “Tiempo de morir”. Incomprensión que busca
conjurarse en manada en una esquina cualquiera de la ciudad. Porque
la esquina fue
escuela de sobrevivencia al desamparo económico, político y
afectivo de la Argentina neoliberal.
Soy
de la esquina
No
fue el punk de Flema –la banda capitaneada por Ricky Espinosa--
sino el heavy de Hermética el le cantó a la esquina, pero de todos
modos vale la invocación. Sobre todo teniendo en cuenta los gustos y
la amplitud musical de Ricky. Allí
esperan mis amigos en reunión/ Mucho me alegra sentirme parte de
vos./ Conversando la rueda, ya se formó/ Y las flores se queman
buscando un sentido,
cantaba Claudio O´ Connor.
El compartir una birra y un porro fueron una forma de gestar
comunidad en un contexto de profunda descomposición social. Tu
risa amiga alejo mi soledad, esos momentos que viví no he de
olvidar, sigue la
canción que fue himno entre los heavys --primos hermanos de los
punkys, dicho sea de paso-- en la que se aclara que se prefiere la
esquina a mirar tele, ya que ésta se encuentra “vacía de
realidad”, mientras que en la esquina la verdad “esta latiendo”
(resulta pertinente destacar que cuando Juan Fandiño –guitarrista
fundador de Flema-- lo contacta a Ricky, éste escuchaba por entonces
sobre todo heavy metal. También que en una de sus fotos más
conocidas Ricky aparece con una remera de Almafuerte y que el propio
Ricardo Iorio graba un audio para introducir una canción del disco
Resaca).
Por
supuesto, cualquier reivindicación de Espinosa como rebelde social
deberá conjurar la imagen del “personaje” que se ha construido
en torno a él. De algún modo, podría decirse, todo el libro
Ricky de Flema. El último punk (de
Sebastián Duarte), podría ser leído en ese sentido: Espinosa, el
pibe reventado al que no le importa nada, ni nadie. Imagen que
contrasta con los contundentes testimonios de sus amigos (e incluso
de su novia, y de su padre) que pueden verse en Ricky
Espinosa, el documental,
de Juan Pablo Duarte (https://www.youtube.com/watch?v=EN5So4SgiBM).
Testimonios entre los que se destaca el de Juan Fandiño, quien
señala que lejos de los estereotipos y las miradas condenatorias que
se construyeron en torno a su figura, Ricky era una persona muy
leída, que podía sostener una conversación sobre temas actuales,
históricos, políticos con cualquiera.
Obviamente,
Ricky fue un pibe que cultivó tanto la amistad como la soledad. O
tal vez podría decirse que porque no le huía a la soledad pudo
cultivar de esa manera tan profunda la amistad.
Quítense
la máscara y vean la realidad/ El que nunca estuvo solo no conoce la
amistad,
canta en “Nunca seré policía”, canción que puede ser escuchada
en serie con las palabras escritas por Peter Pal Pelbart en su texto
titulado “Cómo vivir solos: filosofía de la deserción”, en el
que citando a Gilles Deleuze destaca que el problema qie padecemos
quienes habitamos el mundo contemporáneo, no es que nos dejen solos,
sino que no nos
dejan suficientemente solos
como para poder atravesar la experiencia de la soledad (la más
poblada del mundo, en la concepción deleuziana que tiene sus
filiaciones con la nietzscheana. Es decir, aquella que sostiene que
ese tipo de soledad el punto a partir del cual es posible multiplicar
los encuentros).
De
allí que nos resulte poco fecundo pensar la soledad de Ricky
separada de sus amistades, esas que nacieron y se desarrollaron al
calor de los encuentros en las calles, en una esquina cualquiera.
La
esquina, entonces, no debe ser entendida como el lugar de la
perdición de un sector de la juventud en la década del noventa,
sino el gran albergue de heavys, de punks, y de otras tribus que
comenzaron a surgir y pulular por la ciudad. Sea en unos videos (los
fichinies), en una plaza o un en un simple escalón, las esquinas
fueron en por aquellos años, trincheras de resistencia social de la
juventud que no se conformaba, que no estaba dispuesta a resignarse
ante el creciente estado de malestar que atraviesa a la Argentina.
“El
punk es expresarse”
Cuando
Fandiño formó Flema
junto
a varios de sus amigos (entre ellos Fernando Cordera, primo de
Gustavo de La Bersuit), Ricardo Espinosa aún ni pensaba que podía
liderar una banda punk, aunque sí andaba ya en sus búsquedas
musicales. Primero Ricky se sumó a la banda como guitarrista. Pero
de aquella primera formación que pasó a hacerse conocida luego de
grabar dos canciones (“Cáncer” y “Buscando un lugar”) para
el disco Invasión
88,
solo quedó Ricky, quien más tarde pasaría a ser cantante de la
banda, ya compuesta por nuevos integrantes.
En
1992 Flema saca Pogo,
mosh y slam,
un casete que circuló –como tantos en la época-- grabados en los
novedosos grabadores de doble casetera. Así, ciertos temas empezaron
a circular de barrio en barrio, viajando en los TDK que uno iba
grabando y prestando, o incluso, expandiendo en una práctica todavía
no tomada por la lógica neoliberal, que implicaba hacer juntadas
entre varias personas para escuchar una banda.
1994
será un año clave para la banda: salen a las calles El
exceso y/o abuso de las Drogas y el Alcohol es Perjudicial Para tu
Salud. ¡Cuidate! Nadie lo hará por vos,
primer álbum en estudio. También sale, en forma de demo, Nunca
nos fuimos,
que dos años más tarde será lanzado como
álbum oficial por Sick Boy Records, el mismo sello que los hizo
debutar en la escena punk local con disco propio. De allí en más
Flema se transformó en una de las bandas fundamentales de aquella
camada, junto con Sin Ley y Dos minutos, ésta última con mayores
niveles de difusión.
Ricky
se transformó en una máquina de producción artística: en 1997
Flema saca su álbum Si
el placer es un pecado, bienvenidos al infierno;
Ricky funda Flemita, una formación en donde mezcla músicos de
distintas bandas para hacer canciones de otros conjuntos que le
gustan, con la cual saca ese año el disco Underpunk
y al año siguiente, ¿Raro?
Raro tenés el orto.
También en 1998 saca desde Flema el álbum Resaka
y en 1999 dos discos como solista: Vida
Espinoza y Tributo
a Sin ley y Embajada boliviana,
una banda que sus propios integrantes declaran haberse hecho
conocidos gracias a Ricky. El 2000, 2001 y 2002 tendrán a Ricky otra
vez sacando discos desde Flema: Caretofobia
I y Caretofobia
II
y, con él ya sin vida, 5
de copas, que llegó a
las disquerías tiempo después de su suicidio.
Banda
fundamental del punk local, Flema sin embargo, parecía no estar
destinada a ser una banda estrella, sencillamente, porque hacían del
arte de la provocación no sólo una propuesta estética sino una
política para la vida cotidiana. De allí que Ricky dijera, alguna
vez, que Flema no era una banda para la masa, sino para quienes
estuviesen dispuestos a aceptar el desafío de dejarse interpelar por
su mensaje. ¿Cual es
tu camino?, con esa
pregunta el Zaratustra de Nietzsche responde a quienes le preguntan
por el camino.
Algo similar podemos pensar que sostenía Ricky a través de su
coherencia, su autenticidad.
Incluso
entre los punks Flema fue muchas veces una banda menospreciada. Sea
por la corriente que supo combinar bandas de punk con ferias de
fanzines e intervención militante anarquista, sea por quienes hacían
del punk un hábito cerrado sobre sí mismo. De hecho el propio
Ricky, en una entrevista radial de 1998, dice, entre risas:
Hay
gente que no nos quiere porque a nosotros nos gustan los Rolling
Stones, y yo tenia entendido que ser “Punk” era hacer lo que uno
se le cantase las bolas. Entonces cuando la gente nos cantó por
primera vez “El que no salta es un stone”, no sé, porque lo
cantan siempre, y empezamos a hacer temas de los Rolling Stones; hubo
gente que nos hizo la cruz, pero me pareció una actitud fachista de
ellos, si uno está arriba del escenario para expresarse y hacer lo
que tiene ganas de hacer. O sea que por ese lado no los entiendo, y
por otro lado, tampoco los entiendo...
Como
puede verse, para Ricky, de lo que se trata, es de poder expresarse:
la bronca, el dolor, e inclusola celebración y la joda. No son pocas
las canciones que aparecen como “raras” para ser una banda punk.
Desde la profunda sensación de libertad pero también de jocosidad
que expresa “Fernando anda en skate” (Pantalones
anchos, zapatillas botitas y su camiseta blanca de death./ con el
flequillo largo/ y el skate en la mano/ y su camiseta blanca de
death./ Fernando anda en skate…)
hasta la mezcla de ritmos de “La sal del mar” (Llegó
la ya hora de festejar/ dejar los problemas de la ciudad),
donde el punk aparece entremezclado con un rock-nirvanoso, el slam y
el skate-californiano.
Por
supuesto, también supo cultivar Ricky canciones profundamente
tristes, no sólo en sus letras sino también en sus ritmos. Prueba
de ello son algunas breves pero contundentes canciones, como “No te
dejaré”, dedicada a la cocaína (Mira
como cae el techo del ascensor/ todo se derrumba a mi alrededor/
estoy solo a un paso del infierno hoy/ y si sigo así, no te voy a
dejar./ Vos sos la nena mas blanca de acá/ la que vuelve locos a los
chicos de mi edad/ mil fantasmas invaden mi habitación/ si sigo así,
no te voy a dejar./ Cuando caen las sombras de la oscuridad/ la
mañana parece nunca llegar/ para mi es difícil no pensar en vos/ si
sigo así, no te voy a dejar./ No te dejare... no te dejare),
“Quizá” (Me podés
ver caer y no comprender porque fue así/Y aunque lo intenté, vos ya
no querés confiar en mí/ No sé, vos no querés, no sé./ Hoy
cuando desperté no pude recordar lo de ayer/ Ni cuando empecé, ni
cuando terminé y te perdí./ No sé, quizás te perdí, no sé/
Quizás vuelva a emborracharme/ Quizás no lo vuelva a hacer/ Quizás
vuelva a repetirlo/ Quizás no lo sé)
y “Ahogado en alcohol” (¿Sabés?
Me estoy sintiendo mal/Y doy mil vueltas sin girar/El sol calienta
sin quemar/Tal vez hoy deje este lugar/ Creo que estoy tocando fondo/
de mis actos no respondo/ Se desdibuja mi sonrisa/ La angustia hoy me
marchita./ Ahogado en alcohol…),
por citar algunas de las más emblemáticas.
Punk-rock
de las barriadas
Los
Espinoza son una familia de la clase trabajadora típica de las miles
que habitan el Conurbano.
Zapatillas
de lona, jeans gastados y campera de cuero. O botitas all star,
campera de jean y pollera, cuando no la cara pintada y siempre, las
uñas pintadas. Se lo puede ver a Ricky con remeras de Los Ramones,
pero también de Almafuerte, los Rolling Stone, Dad Religion e
incluso del Che Guevara.
La
reivindicación de la disidencia y las minorías más allá de su
experiencia singular fue una de las políticas de vanguardia de
Espinosa en aquellos años. Su asistencia a la televisión con la
remera que lleva inscripta la frase del escritor norteamericano
Truman Capote (Soy
alcohólico, soy drogadicto, soy bisexual, soy un genio)
quedará para la historia, así como la respuesta al conductor que le
pregunta si leyó el libro, y él le dice que sí, pero que no lo
entendió (incluso la frase está cambiada, y donde Capote escribió
homosexual Ricky puso bisexual).
Como
Kurt Cobain, también Ricky Espinosa tuvo su acústico en televisión.
Y dio entrevistas lúcidas para la caja boba. Incluso respondió
preguntas estúpidas con lucidez. Como aquella vez que asistió al
programa Forum, de Canal Trece (Grupo Clarín) y “defendió” a un
adolescente fans, diciéndole al “juez” que su música no iba a
“des-educar” al pibe (como planteaba la madre), porque escuchar
una de sus canciones era como mirar una película: no se sale a matar
después de ver que un actor asesina en un film, remató Ricky.
Ricky,
como su fans adolescente, son pibes de los suburbios, de familia
laburante. Por eso Flema –como 2 minutos, como Sin Ley-- no tenían
esa distancia que suelen tener los integrantes de una banda con su
público, también compuesto por hijos de trabajadores, o a lo sumo,
por esa clase media baja que con e menemismo comenzó a irse a pique.
Ricky, en ese sentido, no es un niño bien que se rebela y se dedica
a la música, que pone su capital simbólico acumulado en función de
un proyecto que va a contramarcha de su familia. No: Espinosa es un
músico autodidacta, un compositor que se hace bien desde abajo y que
a través del punk busca hacer que su interior y su entorno estallen
(escribir canciones para sacar la rabia y la frustración afuera).
Nunca
entendiste lo que te dijimos
No
necesito modelos para hacer lo que yo quiero hacer,
canta Ricky en la canción que abre su disco solista, Vida
Espinosa, retomando
de algún modo uno de los leit-motiv presente en los primeros temas
de Flema: el anti-mensaje. Si
yo soy así no es por culpa de las drogas/ si yo soy así no es por
culpa del alcohol,
se escucha en una de las canciones de los primeros tiempos, “Si yo
soy así”, que se transformó en una de los himnos de la banda,
junto con “Nunca nos fuimos”, tema en donde la crítica social
deja de tener un tono solapado para pasar a primer plano. Si la
primera canción opera como un índice de desmoralización, la
segunda se presenta como un relato descarnado sobre la Argentina
neoliberal; una crónica alucinada de un cambio sistémico que no se
realiza pero no deja de anhelarse, y de esbozarse como programa . En
ella puede escucharse:
Juventud
sin futuro, temprana decepción
drogas
y violencia, desocupación
estado
de muerte, repre-depresión
salario
de hambre, locura y ambición
sabes
muy bien que la maquina
sin
contemplaciones te va a tragar,
pero
te resignes y busca venganza
te
tomas mil pastillas, y con eso no alcanza
decime,
explicame, ¿cual es tu plan?
Jugar
a los videos o aspirar poxirran
nosotros
con los chicos no nos aburrimos
planeamos
atentados contra el presi y los milicos
o
quemar alguna iglesia o robar un banco
cantar
una canción que exprese nuestro asco!!!
Cuando
nos sobra tiempo después de trabajar
tratamos
de hacer lo que se llama pensar
no
queremos a nadie si nos querés clasificar
somos
de esa gente que nadie quiere abrazar
Nunca
nos fuimos pero ahora volvimos
porque
nunca entendiste lo que te dijimos
Somos
tu muerte o tu nacimiento
nuestra
negra bandera se agita con el viento
No
cague al sistema pero al menos lo intente.
Si
reproducimos completa esta letra es porque de algún modo en ella se
concentra con mayor ímpetu la posición que da cuenta del hastío
ante el mundo, el país heredado y aparece con lucidez una
impugnación al orden y la conciencia de las dificultades para
salirse de ese callejón sin salida al que parece condenada esa
generación.
Aunque
también en
otros temas posteriores, como “Zafarla”, aparece la crítica
social de manera abierta (En
este país tenes que zafar/ Si no zafas te van a pisar/Para terminar
con tu dignidad/No van a para hasta acabar…/Las clases sociales
están bien definidas/ Se rascan las bolas en la oficina y lo obreros
se rompen las manos/ laburando, laburando se les va su vida),
es en “Nunca nos fuimos” donde aparece con mayor fuerza todo
aquello que los detractores de Flema no pudieron o no quisieron ver.
Lo
que puede un cuerpo
A
Ricky lo velaron en la casa de su tío aquella tarde lluviosa del 30
de mayo de 2002, luego de que se tirara por la ventana de un
departamento, mientras se encontraba jugando a la play con algunos
miembros de la banda.
La
casa y la vereda incluso se llenaron de punks que en un silencio
profundo fueron a despedir a quien supo ser, tal vez, el último
refrente punk de la Argentina. En medio de ese silencio su padre se
preguntó cuánto más respetuoso podría haber sido ese velorio.
Silencio, respeto que venía a tirar por la borda los prejuicios de
la sala de velatorios que no aceptó el cuerpo de Ricky para que sus
padres y fans le dieran su último adiós, por miedo a que los punkys
rompieran todo.
Otra
vez los estereotipos, aunque ésta vez ya no estaba Ricky para
escribir sobre ellos.
¿Qué
pasó que aquel día Espinosa cumplió aquello que habían anunciado
por años en algunas de sus canciones, que solía repetir de tanto en
tanto en medio de una ronda de escabio? ¿Qué sucedió? ¿Se taponó
la madriguera? Nunca encontraremos respuestas satisfactorias, más
que hipótesis que intenten explicar lo inexplicable más que para
cada singular existencia: el motivo profundo que lleva a una persona
a quitarse la vida. El hecho es que la línea de fuga de aquella
máquina de guerra artística devino de pronto línea de muerte.
Quedó
el personaje, sus leyendas, pero también su obra.
Con
las palabras que Curly –histórico guitarrista de Sin Ley--
comparte en el documental sobre Ricky nos despedimos, porque de algún
modo expresa lo que hoy podemos pensar muchos sobre Espinosa, no el
filósofo que afirmó que nunca se sabía lo que un cuerpo puede,
sino del artista, el que experimentó en su propia singularidad
aquella premisa.
¿Qué
le puedo decir a la gente de Ricky? --sostiene
Curly--. Que lo
escuchen. Que lo escuchen y que no lo canten solamente por cantar.
Creo que él nos dejó un mensaje para que nosotros podamos vivir
mejor y más libres. Y que no nos dejemos amedrentar ni influir por
cosas que no son lo nuestro. Creo que eso Ricky lo tenía muy claro y
lo trasmitió en todo momento.
POSDATA
La
primera vez que vi a Flema, Ricky no fue. Fue una lluviosa y fría
noche del invierno de 1994.
Aquella
vez pude sentir el ritmo dionisíaco de los Flema en vivo, pero no
verme atravesado por la voz impactante de su cantante. Todavía no
había cumplido catorce años, pero los recitales de punk –como
tiempo antes los de hardcore-- eran mi gran pasión (podría decir
que entonces la semana sólo tenía sentido porque eran los momentos
previos a los recitales de los fines de semana). Así que aquella
noche volví feliz a mi casa, a pesar de la ausencia.
Tiempo
más tarde, con el Tweety –un viejo punk de Quilmes-- armamos una
banda: Tiempos de lucha le pusimos. Con esa banda tuvimos la
oportunidad de tocar una vez junto a Flema y Sin ley, en un antro
situado debajo del Puente Pueyrredón, en Avellaneda, a metros de
donde tiempo después sería asesinado Darío Santillán. Pero para
aquel entonces aún no había conocido a Darío. De todos modos es
poco probable que hubiese asistido al recital, porque si bien
compartíamos la pasión por Hermética a él nunca le gustó el punk
rock, al resto de pibes y pibas que supieron cultuvar entonces la
pasión por la militancia y la música con letras rebeldes y sonido
sucio.
El
hecho es que esa noche pude ver a Flema en su formación completa,
pero de Ricky no conservo ningún recuerdo. Fueron las únicas dos
veces, de todas las que fui a ver a Flema, en que podría haber
cruzado unas palabras con Ricky. La primera porque eramos tan pocos
en ese pub situado en algún lugar perdido del distrito cervecero
–donde Quilmes se cruza ya con San Francisco Solano-- que músicos
y público pasamos la noche cara a cara, entre mesas y un escenario
improvisado en el piso que no marcaba distancias entre ambos; la
segunda por el hecho de compartir escenario. Aunque ahora que
recuerdo bien hubo una noche en que cruzamos palabras, aunque no
mantuvimos una conversación. Fue en un micro que habíamos alquilado
con los chicos de los Videos de Alsina de Quilmes para ir a ver a
Flema –en realidad a Sin ley, banda que seguíamos a todos lados y
que casi siempre tocaba junto a Flema-- a Campana, en la otra punta
del Conurbano Bonaerense. Ya de vuelta, casi en el amanecer del día
siguiente, mientras cabeceaba en el siento trasero, escucho de
repente que alguien me dice algo al oído: Era ricky, sentado a mi
lado junto a una chica. Haceme
la gamba de pasarte padelante.
Creo que me levanté y ni le respondí. O sólo atiné a decirle:
dale.
Así
era Ricky, o al menos así lo recuerdo: desprejuiciado, a-moral, en
el mejor sentido de la palabra (el
placer es un pecado).