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jueves, 28 de junio de 2018

Postales de otro 26 de junio en Puente Pueyredón


(historia de una foto reciente: 2018)


Este año llegué tarde a la concentración del 26 de junio en Avellaneda. Y encima la movilización de la Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki hacia el Puente Pueyrredón comenzó más temprano, ya que a las 15 horas Argentina jugaba un partido que tenía a casi todos los habitantes de este país pendientes de su resultado. Así que me perdí de vivenciar esa emoción tremenda que es subir a ese puente junto a toda la multitud, pasar delante del mural que Flor y otras compañeras y compañeros pintaron en 2002 –y que con retoques se mantiene hasta el día de hoy--, volver a transitar esa cortina ascendente de cemento por la que caminamos y hasta corrimos tantas veces. Algunos años, ya viviendo en Córdoba, dejé de ir a Buenos Aires para esa fecha: entendí que debía comenzar a contribuir mi granito de arena a las jornadas en conmemoración por la Masacre de Avellaneda en el lugar que había elegido para vivir. Y luego, con el 15° aniversario, el año pasado, volví.
Este año fui primero a radio La tribu, para participar de un programa junto a Neka Jara, del MTD de Solano, y compañeros de ruta de entonces y hoy que libran sus batallas desde el pensamiento crítico y la comunicación popular, así que no estuvo tan mal llegar tarde a la manifestación.
Fue raro subir sólo al puente, mientras escuchaba voces amplificadas por el uso de un micrófono.
La soledad duró poco, de todos modos. Fue emocionante también subir e ir saludando y reencontrando tanta gente que compartió tantas emociones y luchas en otros tiempos, y que de tanto en tanto nos volvemos a cruzar. Mucho más volver a saludar a compas que hace muchísimos años no veía. O dar un abrazo a pibes de igual estatura a la mía, que conocí cuando no me llegaban ni a la cintura.
Llegué tarde, pero llegué a escuchar a Alberto Santillán. Me perdí el documento, pero tal vez tuve alguna suerte ahí: cada vez presto menos atención, y cada vez me aburren más los kilométricos textos leídos en actos políticos.
Pasaba saludando, sorteando banderas y gente sentada en el piso cuando escucho a lo lejos una voz de alguien que hablaba desde el escenario. “Esa es la Monchy”, me dije. Su vos es inconfundible.
Luego nos saludamos, en ese otro ritual de cada año: las multitudes se van, regresan por Pavón hacia la estación ex Avellaneda o por avenida Mitre o tomarse algún colectivo, y otros, otras, pocos, nos quedamos ahí. Como si no nos quisiéramos ir.
Este año hubo detrás del escenario, al finalizar el acto, un Pañuelazo verde, en el que las compañeras otras vez ocuparon la escena para hacerse oír, y seguir reclamando la Ley que despenaliza el aborto, y visibilizando su derecho a ejercer la soberanía de sus cuerpos. Pero el pañuelazo terminó y ahí seguíamos varios aún. Pude nuevamente darle un abrazo a Alberto, y otro a la Monchy, y ahí salió esta foto, que mi amigo Juan Rey disparó desde un celular.
Alberto cada vez habla mejor. Tiene la virtud de poder decir lo que realmente piensa y siente, sin filtros, porque es el padre de Darío y nadie se atrevería a poner en cuestión sus palabras. Pero en ese testimonio de familiar (de una nueva víctima del accionar represivo del Estado) Alberto logra además correr los límites de la política tal como se entiende hoy en día. Hay veces incluso en que su palabra tiene más sustancia y es más radial que la de algún dirigente político o social. Y este año le metió el plus de hacer un chiste en medio de la tensión de semejante situación. Un crack Alberto, el padre del Puente Pueyrredón.
Monchy es ya como la relatora oficial de los actos del 26 de junio y las jornadas culturales del los 25 (que este año por el paro se realizaron el 24). Su voz es dulce, y potente (bien lo sabemos queines además la hemos escuchado cantar). Si mal no recuerdo ella no estaba el 26 de junio de 2002, cuando intentamos cortar el Puente Pueyrredón y la las fuerzas represivas del Estado comenzaron a los tiros (a disparar balas de goma y gases lacrimógenos, pero también balas de plomo). Se sumó después al MTD, en Glew, uno de los cuatro barrios que integraban el MTD de Almirante Brown que Darío había fundado y ayudado a poner en pie desde enero de 2000 Monchy fue una de las tantas personas que se indignaron al ver las imágenes de la represión de aquel día, y la tenacidad de esas mujeres l frente de la protesta, y la combatividad y solidaridad ejercida por tantas pibas y pibes de barrios humildes del Conurbano, como Darío y Maxi. Pero fue de las pocas que hicieron de ese sentimiento de indignación, y tal vez de admiración, un acto político. Y se sumó a militar en el movimiento social. Como Alberto, quien hace pocos días en una entrevista radial que pude hacerle desde La luna con gatillo comentaba que tras la muerte de Darío nació un nuevo Alberto Santillán.
Así que me perdí ingresar al Puente Pueyrredón junto con la multitud, pero no me sentí sólo.
Mucho menos luego de los saludos detrás del escenario. Momento del que me llevo otro hermoso recuerdo, y esta bella imagen. Hasta el próximo 26 de junio. O quien sabe, hasta la próxima batalla que se libre ahí, o en cualquier otra parte. Y volvamos a encontrarnos con Monchy, con Alberto, y también con Darío y con Maxi. Que estarán allí, junto a nosotrxs, recorriendo otra vez los caminos de la libertad...

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