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domingo, 22 de julio de 2018

2001: Odisea en el Conurbano (II: El Mono Sin Ley).


Borradores de un trabajo futuro


Sobre el Mono se construyeron varios mitos. O en todo caso, había un aire de historias que rodeaban a la figura de el Mono.
Se decía de su perro que era un merquero, como él (o más bien, qué él hacía consumir cocaína al perro). También que la merca que vendía estaba cortada con geniol. Se contaba que el Mono había estado varias veces preso, pero que el comisario de Quilmes prefería tenerlo afuera, porque en la tumba armaba más quilombo que en las calles. También que nadie, en la cárcel, se animaba a tocarle un pelo. El hecho de que el Mono tuviera la estantería vacía reforzaba la versión. Porque el Mono en la boca sólo tenía olor a podrido, ni un solo diente. Según se decía por lo bajo, los había perdido en sus primeras estancias en la cárcel, pero luego ya nadie se le acercó. Y no sólo porque no tenía diente por bajar, sino porque cuando enfurecía parecía, más que un mono, un orangután.
El Mono no era punky, más bien se burlaba de los integrantes de esta tribu. Pero por alguna extraña razón paraba en los videos de Alsina, antro punky de Quilmes por excelencia. Es cierto que por aquellos años (inicios de la década del 90) él vivía a media cuadra de Alsina y San Martín, pero también es cierto que su casa estaba, por ejemplo, a una cuadra y media de la estación, con lo cual podía parar en el carrito que la hinchada de Quilmes tenía al costado de los andenes del tren que va para La Plata, o en el otro bar donde iba la banda cervecera, del otro lado de las vías. Pero no, el Mono iba y paraba en los videos de Alsina. Y se hacía un llegue a casi todos los recitales de Sin Ley. Por supuesto, él era amigo de los pibes de la banda así que nadie le decía nada. Bueno, de tanto en tanto algún desconocido se caía a un recital y capaz se topaba con la irreverencia del Mono. Como esa vez que uno lo miró mal y él agarró el vaso de cerveza de plástico y se lo dio vuelta delante de las narices, o esa otra vez en que un punky no sé que le dijo de su remera de los Rolling Stone y él se escupió la mano derecha, se la apoyó al pibe sobre la cresta y se la aplastó. Decí que apareció el Twitti, que parece que conocía al pibito punky de su barrio y evitó la carnicería.
Con Twitti tuve mi segunda banda, la primera de punk rock, pero eso lo contaré en otro momento.
El Twitti era un punki viejo (tenía más de 20, y trabajaba en una metalúrgica) y era tan o más malo que el Mono. Sus historias también eran leyendas en Quilmes, pero de ellas hablaremos igualmente en otro momento, porque aquí, en este lío, nuestro único héroe es el Mono.

Vos dale al pi-pi”
Nunca tuve mucho trato con el Mono. Sí con el Tavo, uno de sus mejores amigos. El tavo tenía una moto, en la que andaba siempre con Carla, su novia (la piba más linda que todos conocimos en aquellos años; bueno, o al menos tan linda como Eugenia, al novia de Twitti). Los tres eran inseparables: Carla, la moto y el Tavo. Lo único (o el único más bien) que podía romper esa trinidad era el Mono. A veces el trío eran Tavo, la moto y el Mono. Otras veces eran simplemente el dúo dinámico: Tavo y el Mono. Y aquella vez, por alguna extraña razón, la dupla fueron el Mono y la moto.
¿Por qué me subía la moto aquel día? No lo sé. Tal vez por aburrimiento.
El hecho es que era un día a la siesta. Seguro ea sábado, porque los domingos los videos cerraban y los días de semana yo también paraba ahí, con otro grupo, el de las pibas y los pibes del colegio. Así que si estaba allí solo es porque era sábado.
La cuestión es que estaba sentado sobre la caja de gas que estaba al costado del edificio contiguo a los videos, sólo, mirando al gente pasar. Y de repente dobla por Alsina el Mono, que venía a los pedos por San Martín, y clava los frenos al verme.

--¿Qué haces acá sólo pelotudo?
--Nada Mono, boludeando un rato…
--Vení, vení conmigo. Gordo: ¡cargame el tubo con cerveza! Bien fría, he. ¡No te hagas el pelotudo!

Subimos a la moto y empezamos a vueltear. La primera esquina la pasé con los ojos cerrados. La segunda, pidiendo al Mono que al menos tocara la bocina. Pero él me dijo que con una mano manejaba y que con la otra sostenía la botella, así que no podía. Insinué sostener yo la botella, pero la idea no le gustó, así que sólo atinó a responder:

--En las esquinas inclinate padelante, llegate a la bocina y hace pi-pi.

Así que así fue: en cada esquina yo tocaba la bocina, y él reía sin parar.
Fue la única vez que pasé un rato largo con el Mono. Al menos los dos solos.
La verdad es que me cagué de risa y sentí una adrenalina como nunca antes había sentido.
Después de dar mil vueltas por el centro el mono encaró para abajo y agarró camino al río. Terminamos en la costanera, en unos antros en donde al parecer él se manejaba como pez en el agua. Yo lo esperaba afuera igual, con la moto encendida. En una de esas lo veo al Mono correr al grito de “Nos vamooos”. Subió a la moto, ya encendida, y partimos. No sé que pasó ahí adentro. Tampoco le pegunté. El hecho es que salimos rajando, agarró una calle interna y en una que dobló no sé si fue por la tierra o porque agarró alguna piedra o qué, pero nos fuimos a la mierda. Yo me raspé el codo, y la rodilla, pero él se llevó la peor parte. La botella de plástico con cerveza quedó tirada junto a la cuneta. La moto, por suerte, no. No sé cómo pero arrancó, y el Mono –con un corte profundo en la pierna-- arrancó. Yo miraba su sangre y sólo pensaba en eso que otro que se decía de el Mono: que tenía sida. No sé si era cierto o no. Sólo sé que sus brazos daban cuenta de que se picaba, pero nada más. De ahí al sida, no sé.
Cuando llegamos a los video, ya de tarde, estaba Tavo esperando al Mono. Se agarró la cabeza cuando lo vio al Mono aparecer con la pierna hecha mierda y la moto peor.
No le dijo nada. Ni por la moto ni por la pierna. Sólo agarró la moto y se fue.

No sé para donde fue”
El mono iba caminando/estaba tomando no paraba más. No sé. No sé. No sé para donde fue…
La primera vez que Sin Ley tocó “No sé” el pogo fue descomunal. Al menos el pogo de los chicos de mi barrio, la banda de los videos de Alsina que seguíamos a la banda a donde sea que ella fuera.
La canción es corta y letra mucho más. O dice demasiado pero dice mucho de el Mono. Y de la banda de pibes de aquellos años. “El Mono iba caminando estaba tomando y no paraba más. No sé. No sé. No sé para donde fue”.
Nunca le pregunté al Dudu el por qué de esa canción. En los videos se decía que fue por aquella vez en que el Mono fue en cana y no por un día o dos. “El Mono se zarpó”, se escuchaba esa semana cada dos por tres. ¿Qué pasó? Nunca lo investigué. Lo que se decía es que una tarde como cualquier otra, el Mono iba caminando, estaba tomando y no paraba más. Y nadie supo a dónde fue. Pero “se dice” por ahí que se subió a un camión que estaba circunstancialmente parado sobre la calle, con su chofer comprando cigarros en el kiosco, y arrancó. Nadie sabe tampoco si el Mono no sabía manejar, o de tan drogado que estaba no pudo seguir mucho más. El hecho es que a las dos cuadras chocó, y así, con sangre en al cara, lo detuvieron y lo llevaron para adentro, donde pasó varios meses. Aunque en los videos de Alsina se decía que el Mono estaba caminando, estaba tomando y no paraba más. Y que no se sabía, no sabía, no se sabía para dónde había ido.
Leyendas urbanas, quienes sabe. De todos modos, más creíble que el show que entonces montaban los medios masivos de comunicación.

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