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jueves, 31 de octubre de 2019

Especial Chau Macri en Profanas Palabras


LAS BATALLAS CALLEJERAS QUE ABONARON A LA DERROTA ELECTORAL DEL MACRISMO 

 Recapitulación de las luchas populares: de Cresta Roja a la jornada de ñoquis contra los despidos; del Macri pará la mano al Ni Una Menos; del Cayetano del San Precariado a las movilizaciones contra el 2 x 1; Del Paro Internacional de Mujeres a la lucha mapuche; de la Libertad a Milagro Sala a la Ola Verde; de la Batalla de Congreso (DICIEMBRE 17) al Peronazo electoral (AGOSTO/OCTUBRE DEL 19).
Lo que se va del gobierno, lo que queda en la sociedad. ? Micky Vainilla, Peter Capusotto... y sus videos que performatearon al Ingeniero-Presidente.
Homenaje a Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

PROFANAS PALABRAS.
Pasado y Presente de la Argentina y El Mundo.

Programa emitido el 29 de octubre de 2019

MARIANO PACHECO (Conducción)
PABLO CERVIGNI (asistente de sonido)
El programa se emite en vivo, todos los martes de 16 a 17 horas por Radio Eterogenia.




martes, 29 de octubre de 2019

El neoliberalismo agazapado y las mutaciones estructurales de la Argentina


Un análisis detallado de la aritmética electoral que anticipa el país que viene


Por Mariano Pacheco*

Parece que quienes se dedican a las encuestas ingresarán a formar las filas de un nuevo Movimiento de Trabajadores Desocupados, si es que le siguen pifiando tanto con sus aportes estadísticos. Este nuevo traspié en los usos de las reglas del método sociológico llevó a la investigadora argentina Maristella Svampa a ironizar al respecto, desde su muro de facebook, diciendo que se debería pedir “una moratoria nacional de encuestadores” ya que en su “lógica parasitaria” no hacen más que “equivocarse de manera consistente...”.
Este domingo 27 de octubre Mauricio Macri, nuevamente, volvió a sorprender (aún en la derrota). Juntos por el Cambio logró obtener más votos que en las elecciones primarias de agosto, mientras que el Frente de Todos no llegó al 50% que se pronosticaba. De algún modo, hay algo del factor sorpresa en Cambiemos que parece estar en su gen político. Recordemos que en 2015, la coalición había obtenido tan sólo un 23% en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias y un 34% (en primera vuelta), quedando Macri en el segundo lugar, tras Daniel Scioli, que cosechó el 37% de los votos. Pero en el ballotage dieron su batacazo electoral: Macri triunfó por una diferencia de 680.000 votos, arrasando en Córdoba y el histórico bastión peronista de la provincia de Buenos Aires, que lleva a María Eugenia Vidal a la gobernación. Apenas una década antes se había formado el PRO en la ciudad de Buenos Aires, casi como un partido vecinalista. En 2007, post crisis política por la destitución de Aníbal Ibarra tras el escándalo de Cromagñón, Macri llega a la jefatura porteña. Hasta ahí, la comarca. Incluso en 2011 el PRO no tiene peso nacional. Será recién en 2013 cuando logren instalarse en algunas provincias, obteniendo diputados por algunas provincias, entre ellas Córdoba y Santa Fe, de las que hablaremos más adelante.


Pomelo rock
El progresismo rió. Como una estrella de rock, Mauricio Macri logró movilizar miles de fans en todo el país, con sus caravanas, su slogan de autoayuda de #SíSePuede, todo casi que parecía motivo de burla entre sus opositores y opositoras. Nadie le daba dos mangos.
Se sabía que el fenómeno de la polarización iba a jugar sus cartas en el asunto. También que el anticristinismo es muy fuerte en varios lugares del país y que se concentrarían todas las energías en el Frente Antipopulista. Pero los resultados de las PASO fueron alentadores para el peronismo, que había logrado una unidad que no se veía desde el 54% de Cristina en 2011, y se esperaba una diferencia arrolladora para las elecciones del domingo. La realidad fue otra, y los resultados dan que pensar.
Quien realizó un análisis minucioso de los números de esta elección fue el geógrafo mendocino Marcelo Giraud, quien atribuye los 2.660.000 votos adicionales que Macri obtuvo el 27 de octubre respecto del 11 de agosto a cinco factores. En primer lugar, fue mucho más gente a votar (la participación subió de 75,8% a 80,9%). “Eso solo ya implicó unos 1.700.000 votos adicionales, de los cuales buena parte habrían ido a Macri en vez de Fernández”, explica en las redes sociales. En segundo lugar, se redujeron en unos 560.000 los votos en blanco y nulos (de 1.200.000 a 640.000, es decir, bajó de 4,6% a 2,4%), que en su mayoría se habrían volcado a Macri. En tercer lugar, en las PASO quedaron eliminadas cuatro expresiones, tres de las cuales también habrían llevado votos para Macri (128.000 votos cosechados entre el Frente Patriota encabezado por Alejandro Biondini; el Partido Autonomista de Romero Feris y el Movimiento de Acción Vecinal, cuyo candidato fue Raúl Albarracín). En cuarto lugar, Unite y Frente Nos (las expresiones que llevaron como candidatos a José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión) perdieron unos 380.000 votos, que en su inmensa mayoría también jugaron a favor de Macri. Por último, Roberto Lavagna perdió unos 435.000 votos, “principalmente hacia Macri”, remata Giraud, quien explica que –en cambio-- para la Fórmula Fernández/Férnandez sólo se habrían sumado unos 640.000 votos más que en las PASO, procedentes en parte del aumento de participación y la disminución del voto en blanco y nulo, de una parte minoritaria de los votos que perdió Lavagna, más la mayoría de los 140.000 votos que disminuyó Del Caño y los 175.000 que perdió el MAS al quedar eliminado en agosto. Aunque para él, el principal desacierto fue no prever el aumento de participación respecto de las primarias, que fue de 76 a 81% (“en su mayoría votantes antiperonistas que en las PASO se quedaron en sus casas, pero ayer salieron más por rechazo a los Fernández que por adhesión a Macri”).
Cabe recordar entonces algo que ya se ha dicho muchas veces: el antiperonismo,ha sido a lo largo de las décadas una identidad política aún más poderosa que la del propio peronismo


La grieta
La grieta está a flor de piel. La Argentina está partida, y si bien el neoliberalismo puro y duro perdió la elección, entre el macrismo, Spert y Gómez Centurión lograron cosechar casi el 44% del electorado, a lo que debemos sumar un 6% que sacó Lavagna más una amplia franja de votos del Frente de Todos que, de no ser porque primó cierta astucia y pragmatismo, hubiesen ido a parar para otro lado (me refiero a líneas que se expresan en figuras como Massa, Solá, gobernadores del PJ, etcétera, tranquilamente podrían expresar una intención de voto neoliberal en otro contexto). Juntos por el Cambio, por otra parte, triunfó en los tres conglomerados urbanos más importantes del país, exceptuando el Gran Buenos Aires (el más destacado, de todos modos): CABA, Santa Fé, Córdoba (debemos agregar la capital bonaerense, Mar del Plata y las provincias de Entre Ríos y Mendoza). Es decir, que aún con la disparada del dólar luego de las PASO y la creciente pauperización general de la vida (la inflación durante el último mes fue la más alta de toda la gestión cambiemista, alcanzando un 5,9%), el macrismo logró ascender del 32 al 40% de votos en los últimos dos meses.
La grieta está intacta. El mapa electoral resultante recompone el panorama que se configuró hace exactamente diez años, con una derecha que domina el centro rico del país y se impone en las grandes ciudades, mientras el peronismo vuelve al poder gracias a su hegemonía en el conurbano bonaerense y en el norte pobre de la nación –puede leerse en la editorial publicada por la revista Crisis--. Resulta previsible entonces imaginar una agudización de la conflictividad durante los próximos meses y una disputa feroz por quiénes serán los principales perjudicados por la crisis económica en curso”.
En este esquema, no está de más recordar que en Córdoba hace veinte años gobierna el peronismo, al igual que en San Luis, donde los Rodríguez Saa ya son leyenda. Y sin embargo, allí, el peronismo perdió, al igual que en Santa Fé, en donde hace tan sólo semanas fue electo Omar Perotti, candidato del Frente de Todos.


El ojo molecular
Más allá de los condicionamientos estructurales que marcarán el rumbo del fernandismo –a diferencia del contexto, nacional e internacional, en el que asume Néstor Kirchner en 2003-- resulta fundamental, para quienes intenten desandar el neoliberalismo, dar cuenta de su inscripción micropolítica. Como señala el ensayista Diego Sztulwark, en su libro La ofensiva sensible. Neolieralismo, populismo y el reverso de lo político (recientemente publicado por editorial Caja negra), es importante dar cuenta que, bajo ese nombre, se reúnen funcionamientos muy diferentes: una dinámica de reestructuración capitalista, una coyuntura identificada con el Consenso de Washintong de los años noventa, unas micropolíticas específicas y un partido político proempresarial. Si, como remarca el autor, la potenia colonizadora del neoliberalismo se despliega sobre todo “en el plano de los hábitos colectivos e individuales” y opera “sobre las zonas ciegas de la razón populista”, resulta vital dar cuenta que el “partido neoliberal” perdió la gestión del Ejecutivo nacional y de la principal provincia del país, pero mantiene una considerable representación parlamentaria (mayoría en la Cámara Baja) y, sobre todo, pervive como “macrismo de base” (según acuñó el analista Martín Mosquera).
Golpeado en Chile y Ecuador, incapaz de derribar las líneas de defensa venezolana y boliviana, pervive con fuerza en Brasil, e intentará dar un paso al frente en Uruguay. En Argentina, el neoliberalismo perdió por arriba, pero pervive por abajo. Agazapado, espera la hora de su próxima llamada. A no olvidarlo. 

*Revista Zoom 

lunes, 28 de octubre de 2019

FESTEJAR, PENSAR, ACUMULAR: Apuntes al paso sobre las elecciones del domingo 27 de octubre en Argentina


La grieta a flor de piel; micro y macropolítica neoliberal; las izquierdas y el peronismo Lo que se viene después de los necesarios y merecidos festejos.

Por Mariano Pacheco


UNO (FESTEJAR)
La fiesta, el momento del festejo es algo muy arraigado en las vidas populares, de Argentina pero también de Nuestra América. Ni las sangrientas dictaduras, ni las ofensivas de la derecha en contextos como los actuales han logrado hasta el momento que, cuando se trata de sacar la rabia afuera, y reconocerse con el otro en la mirada (la otra, le otre), el abrazo o el simple saludo, la alegría de saberse o intuirse parte de un mismo proceso se exprese sin tapujos. Sea para gritar un gol de un partido de fútbol, celebrar un nacimiento (de una vida, de una nueva experiencia vital) o un triunfo político puntual (electoral, insurreccional o de una batalla parcial), la música suena, los cuerpos bailan, las bocas putean y ríen, el humo de la parrilla y la bebida corren.
Eso indigna a las bellas almas argentinas, y los argumentos para condenar ese momento suele ser siempre de derecha, por más que se diga bajo una lengua pretendidamente progresista o de izquierda.
Motivos para festejar la derrota electoral del macrismo en la Argentina actual sobran. Hace apenas dos años atrás Cambiemos triunfaba en las elecciones de medio término, y comunicadores progresistas construían hipótesis para argumentar que estábamos ante una nueva derecha, democrática, que estaba construyendo una nueva hegemonía en el país. E decir: teníamos neoliberalismo (puro y duro), para rato.
Pero siempre, en toda estructura de opresión, explotación y dominación, hay algo que fluye, que huye, que escapa a las reglas clasificatorias del orden vigente. DICIEMBRE DE 2017 reactualizó una imaginación rebelde y contestataria y si bien no abrió un proceso que marcara una diferencia en el tiempo, lo cierto es que a la gestión Cambiemos protestas no le faltaron y AGOSTO DE 2019 condensó el momento en el que nuestro pueblo mostró su Ya Basta se expresaría esta vez en los marcos delineados por los proyectos dominantes, es decir, por la vía electoral.
Tras innumerables esfuerzos, el neoliberalismo (puro y duro), fue derrotado en las elecciones de domingo 27 de octubre. La grieta queda, y hay que pensarla. Los desafíos estratégicos para el movimiento popular quedan, y hay que pensarlos. Tras los festejos, entonces, a redoblar la apuesta. Lo que sigue, unas breves reflexiones sobre el neoliberalismo, las izquierdas y el peronismo.


DOS (PENSAR)

A- EL NEOLIBERALISMO
-- Juntos por el Cambio triunfó en los tres conglomerados urbanos más importantes del país (exceptuando Gran Buenos Aires, el más destacado de todos modos): CABA, Santa Fé, Córdoba (debemos agregar la capital bonaerense, Mar del Plata y las provincias de Entre Ríos y Mendoza).
--Aún con la disparada del dólar luego de las PASO y la creciente pauperización general de la vida, Juntos por el Cambio logró ascender del 32 al 40% de votos en los últimos dos meses.
--La grieta está a flor de piel. La Argentina está partida, y si bien se ganó la elección (o más bien, diría: si bien el neoliberalismo puro y duro perdió la elección), entre el macrismo, Spert y Gómez Centurión, suman casi el 44% del electorado, a lo que debemos sumar un 6% de Lavagna más un amplia franja de votos del Frente de Todos que, de no ser porque primó cierta astucia y pragmatismo, hubiesen ido a parar para otro lado (me refiero a líneas que se expresan en figuras como Massa, Solá, gobernadores del PJ, etcétera).

B- LA IZQUIERDA Y EL PERONISMO
--La izquierda que no intervino en el marco amplio del peronismo quedó, o bien con resultados extremadamente marginales (2% de votos cosechó la unidad del FIT –PO, PTS, IS, PP-- y el MST), o bien automarginada en posiciones principistas y de un denuncialismo moralista francamente impotente.
--La izquierda que se sumó, adhirió o apoyó al Frente de Todes, evidentemente, ha sido capaz de tener una táctica concreta para la coyuntura, gestar cierta mística al interior de sus militancias, tener una cierta incidencia en la discusión política hacia sectores amplios dela sociedad. Queda por verse qué capacidad se podrá gestar (si es que hay voluntad de realizar dicho proceso) respecto de delimitar un propio espacio, que combine creativamente flexibilidad táctica con rigurosidad estratégica (es decir no perder el horizonte y las tareas de largo plazo en las urgencias de cada momento puntual)
--Las organizaciones populares peronistas son las que en mejores condicionamientos quedan hoy para poner en pie una voz que marqué una agenda determinada más allá de la gestión del Estado: por su masividad (a nivel de extensión territorial, de movilización en las calles y de militancias estructuradas), su capitalización en figuras que puedan ser una referencia en medios de comunicación, la sencillez con la que pueden explicar a niveles de masas quienes son.

TRES (ACUMULAR)
Resulta fundamental, para las organizaciones populares (peronistas y de izquierda), asumir con rigor (y crudeza):
A- El diagnóstico: del complejo momento que atravesamos (mejor que el de los últimos años, tanto a nivel nacional como internacional), francamente adverso para cualquier política con aspiraciones de cambios profundos: en términos micropolíticos, con un neoliberalismo expandido por el cuerpo social; en términos macropolíticos, con una dinámica prácticamente subsumida en su totalidad a las reglas del juego democrático (democracia de la derrota, democracia castrada, democracia restringida, democracia liberal-parlamentaria o como se la quiera caracterizar, un régimen que en términos generales no facilita que el pueblo sea protagonista). Las recientes rebeliones en Ecuador y Chile, la persistencia de la Revolución cubana, la Revolución Bolivariana en Venezuela y el Proceso de Cambio en Bolivia, sumado a las experiencias desde abajo que vienen resistiendo y creando espacios en Colombia, Brasil, México (por nombrar tan sólo experiencias del continente) brindan puntos de apoyo para seguir repensando estrategias que puedan enfrentar el Nuevo Orden Mundial, en pos de quebrar lo horizontes de sentido que impone la era del realismo capitalista (donde es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo).

B- Recuperar una dimensión estratégica para las construcciones: el tiempo que se abre en Argentina estará poblado por tensiones de todo tipo. Más allá de lo que se pueda (o no) hacer desde la gestión del Estado, en función de mejorar las calamitosas condiciones de vida en las cuales nos encontramos sumergidos los sectores populares, resultará de vital importancia lo que podamos hacer en términos de una política popular, que no se limite al denuncialismo, y que no se resigne a que lo máximo a lo que podemos aspirar en este momento histórico es a la gestión progresista del ciclo (del capital), vía líneas de reparación e inclusión social, más y mejores derechos ciudadanos, mejor calidad institucional (de este régimen de representación) sostenido por otra parte en base a un modelo extractivo.
La construcción de una infraestructura material e intelectual de los movimientos populares se torna un desafío insoslayable para el tiempo por venir. Acumular (social, cultural, políticamente) un poder popular que pueda mostrar más que enunciar otros modos de hacer, sentir, pensar, experimentar la política (anudamiento micro/macropolítico) es fundamental para cambiar las relaciones de fuerzas, requisito imprescindible no sólo para comenzar a cobrar confianza en torno a un proyecto que se proponga cambiar todo lo que deba ser cambiado, sino incluso para no retroceder, para hacer de cada batalla un momento de una estrategia más general de cambio social.

sábado, 26 de octubre de 2019

LATINOAMERICA REBELDE Y EL TIEMPO POR VENIR


Por Mariano Pacheco

Las rebeliones en Chile y Ecuador, la inminente derrota electoral del macrismo en Argentina y las persistencias de proyectos con vocación de cambios en Bolivia y Venezuela, pero también en México, Colombia y Brasil, dan cuenta de un proceso abierto en la región.

Decían los formalistos rusos que la función de la literatura era desautomatizar la mirada. ¿No podría pensarse lo mismo de la rebelión, respecto de la política, de la vida social de los pueblos?
Las revueltas en Ecuador y en Chile, y la persistencia tanto del proceso encabezado por Evo Morales en Bolivia como de la Revolución Bolivariana en Venezuela permiten, junto con la inminente derrota electoral de Macri en Argentina, pensar en nuevas posibilidades para el continente. Con menos bombos y platillos, pero con el valor de la tenaz persistencia, allí también están el Ejército de Liberación Nacional en Colombia, el zapatismo en México e incluso, en el corazón rebelde del Brasil fascista, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, el MST.

***
La revuelta abre una posibilidad colectiva de pensar y actuar en otra clave que la que propone el estado actual de la situación dominante dentro del Nuevo Orden Mundial. Como momento político permite interrumpir la temporalidad del consenso hegemónico, afirmar una potencia creativa que rara vez aparece cuando las cosas funcionan con normalidad.
La ocupación masiva de las calles permite no sólo trastocar el espacio, sino incluso el tiempo. Otra temporalidad funciona al interior de la rebelión. De allí lo impotente que resulte medir su eficacia por lo que pueda llegar a pasar después, sencillamente, porque el tiempo de la rebelión es el del ahora. Eso no quita que, al interior mismo de la crisis, comiencen –puedan comenzar-- a elaborarse determinadas estrategias, que lejos de aspirar a un retorno a la normalidad, asuman que a todo trastocamiento le sigue un cierto orden, que no tiene por qué –no debería necesariamente tener que ser-- una vuelta al estado anterior de cosas.
¿Cómo hacer –o retomando la pregunta más clásicamente leninista, podríamos decir: ¿qué hacer?-- para que ese estado de excepción que producen las subjetividades de la crisis –como señala Diego Sztulwark en su libro Ofensiva sensible-- se extienda, no se limite sólo a momentos puntuales o espacios claramente delimitados? Nuestra América suele expresarse más o menos en dinámica regional. Así fue el ciclo de luchas autónomas, que se abre en 1994 con el zapatismo y el ciclo de gobiernos progresistas que se inaugura entre 2003 y 2005, así como lo fue la ofensiva conservadora de los últimos cuatro o cinco años.
Hoy los procesos son dispares, van de la ofensiva callejera con posibilidades de insurrección hasta la expresión popular de la bronca por la vía electoral, pasando por la defensa (vía lucha armada y de autoorganización de masas, según los casos) de territorios concretos. Lejos de contraponer habría que pensar en una dinámica de conjunción de tácticas, pero en una elaboración más estratégica de conjunto, si asumimos que las resistencias, que los procesos de creatividad desde abajo y las disputas en los estados se libran todas al interior de un complejo entramado mundial regido por la lógica globalizadora del capital.
Las crisis dan siempre que pensar –escribió alguna vez el viejo Rodolfo Kusch--. Son en el fondo fecundas porque siempre vislumbran un nuevo modo de concebir lo que nos pasa. Irrumpe una nueva, o mejor, una muy antigua verdad".
Esa verdad que late desde el fondo ancestral de la tierra nuestramericana, y las verdades que seamos capaces de imponer en estos nuevos tiempos darán nuevos resultados si somos capaces de ampliar la imaginación política, y permitirnos ir más allá de lo que hoy se nos presenta como posible.


viernes, 25 de octubre de 2019

Eduardo Rinesi (Entrevista)


Se viene una etapa conflictiva pero no es una mala noticia

Por Mariano Pacheco*


El docente y ensayista repasa las etapas del peronismo y el rol que tendrá en la reconstrucción que viene. República popular, liberalismo y el corset del FMI: “Nadie puede ser libre en un país que no es libre”.

Si tiene que definirse con una palabra o dos, prefiere hacerlo como docente, más específicamente como profesor de la Universidad pública, a la que define como un sitio de trabajo, pero también como un lugar de militancia y de permanente aprendizaje. El ensayista Eduardo Rinesi acaba de publicar por editorial Caterva su último libro, Restos y desechos. El estatuto de lo residual en la política, en el que retoma y profundiza algunas de las hipótesis desplegadas en su tesis doctoral, que fue publicada en 2005 por editorial Colihue bajo el título de Política y tragedia. Hamlet, entre Hobbes y Maquiavelo, donde sostiene que el pensamiento trágico es fructífero para pensar la política, precisamente, porque es capaz de convivir con el conflicto, pensar en él y a partir de él. En este diálogo con Zoom retomamos esa hipótesis para seguir pensando nuestra actual coyuntura, la transición del macrismo hacia un nuevo gobierno peronista y el pasado reciente de la Argentina de posdictadura.

En estos días en que el peronismo vuelve a estar en el centro de la escena, quería proponerte comenzar esta conversación solicitándote que compartas alguna reflexión en torno a cómo podemos pensar al peronismo en la trama política de la Argentina de posdictadura, sobre todo en relación con las mutaciones que padeció el mundo popular en este proceso que va desde 1983.

Lo primero que diría es que el peronismo, desde mediados de los años 40 del siglo XX, es una expresión política evidente, no diría que de la totalidad de los sectores populares, pero sí de una gran mayoría de los sectores que formaron parte de la clase obrera argentina, sobre todo la industrial, que en el 45-46 encuentra su expresión política en el peronismo y se mantiene proverbialmente leal a esa identidad a lo largo de las décadas. Es muy interesante tu pregunta, porque lo que sucede después de la última dictadura, entre otras muchas cosas que esa dictadura introduce en la sociedad argentina, es un trastrocamiento de las coordenadas mismas de la vida económica y productiva, y por lo tanto de la organización misma de las clases sociales. Siempre tengo muy presente un artículo notable que en 1985 escribió Juan Villareal diciendo algo que quince años después fue muy evidente, pero que entonces no lo era tanto, un artículo donde Villarreal observaba con mucha sutileza que hasta antes de 1976, en Argentina, las clases propietarias habían sido muy diversas y heterogéneas, al contrario de las clases populares, fuertemente homogéneas y con una identidad política muy consistente, al menos desde mediados de la década del 40. Ese contrapunto entre la homogeneidad de las clases trabajadoras y la heterogeneidad de las clases propietarias es un buen modo de caracterizar la estructura social argentina del período 1945-1975. Digo 1975 y no 1976 porque, como alguna vez observó José Nun comentando críticamente esta tesis de Villareal, el momento de inflexión de este proceso es 1975 y no 1976. Es una sutileza, pero una sutileza importante. Como sea: a la salida de la dictadura, insistía Villareal, la cosa parecía haberse invertido: quedaban sectores burgueses muy poderosos y concentrados, hegemonizados por la fracción financiera cuyos negocios fueron primero la deuda externa y luego las privatizaciones, y por abajo sectores populares muy heterogéneos, fuertemente fragmentados, y como se diría años después también: “astillados”. En efecto, a la salida de la dictadura costaba mucho visualizar una clase obrera organizada identificada con una opción política clara. Esto, dos años antes que Villareal, el que lo entendió muy bien fue Raúl Alfonsín, quien –con una muy clara percepción de las modificaciones estructurales que se habían llevado adelante en la sociedad argentina—no se dirigía a grandes colectivos de identificación, sino que interpelaba a individuos, a ciudadanos, en el sentido liberal, mientras que el peronismo seguía insistiendo en dirigirse a unos “compañeros” más o menos mitológicos, interpelación que, en ese contexto, resultaba entre abstracta y grotesca. Alfonsín, en cambio, insistía sobre una interpelación más cercana, más afectuosa (“Amigos de Mar Chiquita”, “Amigos de Córdoba”…). Para decirlo con las palabras que alguna vez utilizó mi maestro Oscar Landi, Alfonsín tenía una suerte de “carisma manso”. Era como un pastor que conducía un rebaño y a la vez mostraba preocuparse por cada una de las ovejas que lo integraban. Ese liberalismo individualista de Alfonsín expresa una sintonía con una población que había dejado de identificarse con grandes colectivos como la clase obrera para pasar a pensarse más bien como una sumatoria de individuos.


¿Y qué pasa con eso en los 90, con una vuelta del peronismo pero en una versión neoliberal?

El menemismo obliga a realizarse muchas preguntas respecto del peronismo, a lo amplio o vacío de esa identidad.


Casi se podría decir que es una suerte de peronismo del revés, hace todo lo contrario a lo que indican sus tres banderas históricas

Sí, claro, a la vez que no deja de ser peronismo también. Pero claro, desde el punto de vista de su política económica, del tipo de organización y de vida social en que se sostuvo, fue opuesto al peronismo clásico, y profundizó drásticamente –incluso mucho más que la dictadura, y mucho más eficazmente– una sociedad de individuos aislados, atomizados, pulverizando las viejas identidades, que venían dadas por la inscripción en dos grandes esferas: la del mundo productivo y la del mundo estatal. En la Argentina hubo gente que dijo de sí misma: “yo soy metalúrgico”, o “yo soy ferroviario”, “yo soy ypefiano”. Una anécdota: yo tenía dos tías abuelas. Una se llamaba Juanita y la otra Julia. Juanita se murió primero. Julia después. Y justo justo antes de morirse, Julia dijo sus últimas palabras, memorables, que fueron las siguientes: “Juanita era de la Provincia; yo soy de la Nación”. Y se murió. ¿Qué quería decir esto? Y: que Juanita, que toda su vida había sido profesora de Castellano en los colegios secundarios de la Provincia de Santa Fe, y que después se había jubilado y cobraba su jubilación en la Caja de Jubilaciones de la Provincia de Santa Fe, “era” de provincia; en cambio Julia, que había sido profesora de Francés en los colegios de la Nación, se había jubilado y cobraba su jubilación en la Caja de jubilaciones de la Nación, “era” de la Nación. Eso me llama la atención: el verbo ser. Ser de la Nación, de la provincia; ser metalúrgico, ypefiano o ferroviario. ¿Quién podía decir eso en los 90? Todas las identidades, industriales y estatales, se habían pulverizado. Entonces: la cuestión de la identidad está en el corazón mismo de los problemas políticos de esos tiempos. En este sentido me viene a la cabeza el libro Desde abajo. Las transformaciones de las identidades sociales, compiló por el 2000 Maristella Svampa y que sigo considerando importantísimo. Su texto se llama “Identidades astilladas. De la Patria metalúrgica al heavy metal”, y muestra cómo en una misma familia los viejos definen su identidad en relación con el mundo laboral y los jóvenes lo hacen en relación con sus consumos culturales.


El siguiente capítulo del peronismo en el gobierno es el que se inicia en 2003, previo interinato de Eduardo Duhalde en 2002, culminado tras el adelantamiento de las elecciones por “Masacre de Avellaneda”.

Me parece que el kirchnerismo es un peronismo mucho más clásico, desde el punto de vista de sus orientaciones económicas, su preocupación por la conquista o la reconquista de derechos conculcados durante el período neoliberal que va de 1975 a 2001, pero es un peronismo más clásico que se inicia con una estructura social muy deteriorada. Su principal base de sustentación, durante un buen primer tiempo, fueron las organizaciones de trabajadores desocupados. Eso es muy impresionante. Es un peronismo sostenido, no por trabajadores, sino por trabajadores desocupados.

Proceso que llega hasta hoy, ¿no? Digo: uno de los datos de la era macrista es que las grandes movilizaciones de masas, en caso de ser compartidas, eran mitad sindicalismo, mitad precariado, cuando no organizaciones de la economía popular sin movimiento obrero.

Sí. En sus primeros y mejores años el kirchnerismo logró meter en el mundo del trabajo a gran cantidad de personas, que eran las que habían hecho en gran medida el 2001, las que resistieron como pudieron durante el 2002 y las que después de 2003 (en general, y con matices) acompañaron al kirchnerismo. A muchas de esas personas el kirchnerismo los volvió a convertir en trabajadores, más o menos formalizados. Después, el macrismo, en tan sólo cuatro años, mostró una capacidad destructiva enorme. Y ahí, nuevamente, esos sectores se han transformado en un actor político fundamental. Los trabajadores ocupados, como suele ocurrir en estos contextos, están temerosos de perder sus trabajos. Es una situación muy catastrófica, que no sólo deja mucha gente afuera, sino que deja a quienes están adentro en una situación muy temerosa de cualquier forma de protesta o manifestación de su descontento. Es un mapa muy desolador. Y la tarea que tiene ahora el peronismo, que una vez más va a hacerse cargo del gobierno dentro de muy poco tiempo, va a ser una tarea muy difícil.

¿Qué pasa con la cuestión liberal durante el kirchnerismo? Digo: uno puede pensar que durante los doce años hubo una suerte de oscilación entre el momento de recuperación de una historia más peronista, y otro de apertura a ciertos fenómenos más epocales, pero también a una retórica más de los derechos ciudadanos (apelaciones más individuales que colectivas), que no deja de ser una concepción liberal, ¿no?

Diría en primer lugar que hay que poder dar cuenta del resquebrajamiento de la clase obrera argentina durante el último cuarto de siglo XX y la fuerte fragmentación social con la que inicia este siglo. Me parece que el kirchnerismo se hace cargo de una situación de fuerte desmantelamiento de la estructura productiva, de desarticulación de los lazos que producía esa Argentina peronista e incluso más, esa Argentina industrial que va de los años treinta a los setenta, y da cuenta de que esos nuevos sujetos tenían un recorrido de movilización, una capacidad de acción que habían mostrado en los días finales de 2001 y en los meses siguientes, con toda esa dinámica asambleística que tanto emocionó a algunos y tanto preocupó a otros. Es probable que aún nos debamos, en las ciencias sociales argentinas, un análisis profundo respecto del 2001 y del 2002, año respecto del cual no debemos hacernos los distraídos, porque el 2003 no nació de un repollo. El kirchnrismo entonces, es un fenómeno nada simple de analizar, que articula diferentes tradiciones discursivas de un modo muy particular. Me cuesta definir al kirchnerismo desde una óptica más o menos aristotélica, de género propio y diferencia específica (como un peronismo así o asá, o un populismo de tal tipo o de tal otro), porque si tiene sentido producir definiciones respecto de los procesos históricos (me gusta pensar los procesos históricos en términos de las mezclas que se van desplegando en ellos), diría que el kirchnerismo se define por una mezcla, una combinación, una superposición de lo más interesante. En primer lugar, lo sepa o no, lo asuman o no sus dirigentes, creo que el kirchnerismo es una de las formas más altas de liberalismo político en la historia de nuestro país, y ese componente es muy reivindicable, como lo había sido también en el alfonsinismo. Digo: fue el kirchnerismo, y no aquellos a los que les gusta definirse a sí mismos como liberales, el que eliminó las calumnias e injurias del mapa de las posibilidades de la censura estatal a la libertad de prensa, y este ejemplo es solo uno de los muchos que podría poner. También tuvo el kirchnerismo un fuerte componente republicano. La palabra república es polivalente, y se dice de muchos modos en la vida política argentina. En general se usa para aludir a una de esas muchas tradiciones, más bien minoritarista y anti-democrática. Yo prefiero otra: prefiero pensar la república en la larga tradición republicana popular, pensar al populismo como el verdadero nombre del republicanismo popular en América Latina y sostener que y el kirchnerismo tuvo un fuerte compromiso con eso, con la cosa pública, con el bien común, con el patrimonio colectivo, con la felicidad del pueblo y con una idea republicana de la libertad, que es la idea de libertad que nos permite entender que nadie puede ser libre en un país que no es libre. Cuando Néstor Kirchner terminó de pagarle el último peso que le debíamos al Fondo Monetario Internacional, dijo: “A partir de este momento los argentinos somos un poco más libres”. Esa idea de libertad, colectiva, sinónimo de “soberanía”, es una idea republicana de libertad, que a mí me resulta muy interesante.


Para terminar, quisiera rescatar esta idea que vos trabajas en torno al pensamiento trágico, acerca de que es un tipo de pensamiento fructífero para pensar la política porque es capaz de habitar la crisis, convivir con el conflicto, pensar en él y a partir de él en lugar de conjurarlo. ¿Te parece que esa idea puede funcionar bien para el período que se abre en la Argentina?

Diría que el conflicto forma parte, siempre, de nuestras vidas individuales y colectivas. Y sí: creo que el período que se abre en la Argentina va a ser conflictivo, y eso no tiene por qué ser una mala noticia. En tal sentido, recuperaría esa interesante enseñanza de Maquiavelo, cuyo gran aporte al pensamiento político occidental consistió en decir, no solamente lo que la filosofía política ya sabía hacía siglos (que el conflicto es inevitable), sino algo mucho más radical y perturbador: que el conflicto es bueno. De lo que se trata, en todo caso, es de construir los canales, las instituciones, los procedimientos, las rutinas, las burocracias, las maneras de conversar, para ir abordando esos conflictos, procesándolos, puesto que la resolución de los conflictos nunca es acabada, nunca es definitiva. La conflictividad permanente es parte de la naturaleza de las sociedades humanas. El mundo es conflictivo. Dije “conflictividad” a propósito, para burlarme del modo temeroso, tembloroso, más o menos patético, en que esa palabra supo salir no hace tanto tiempo de la boca de políticos y politólogos progresistas y conservadores, o progresistas-conservadores, quienes la pronunciaban siempre como el nombre de un problema, de un riesgo, de algo que debería preocuparnos o alarmarnos. No: nada tiene que alarmarnos del conflicto, salvo nuestra propia incapacidad para lidiar con él de modos creativos, democráticos y capaces de abrir la historia siempre en nuevas direcciones. 

*Revista Zoom 

jueves, 24 de octubre de 2019

Contribuir a que el 28 de octubre podamos decir: “¡Macri ya fue!”

Declaración desde la Provincia de Córdoba

Pronunciamiento de la O.L.P. (Organizaciones Libres del Pueblo), los Encuentros de Feminismo Popular, el Colectivo Cultural La luna con Gatillo y Trabajadorxs del Sur Organizado (T.S.O.).

Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del domingo 11 de agosto de este año se transformaron en un verdadero momento plebiscitario por parte de importantes franjas del pueblo argentino respecto de la gestión Cambiemos, encabezada por el presidente Mauricio Macri, pero también por María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad y la provincia de Buenos Aires.
Por eso queremos dejar clara hoy nuestra posición, respecto de las elecciones nacionales del domingo 27 de octubre, en donde entendemos que el Peronismo, expresado en la Fórmula Fernández/Fernández, es el única capaz de derrotar a los principales enemigos de nuestro pueblo, que se concentran detrás de la figura del Ingeniero Macri.
Que el Frente Antineoliberal también albergue en su seno una gran cantidad de enemigos de nuestro pueblo no nos impide visualizar, asimismo, a la gran cantidad de compañeres de ruta que allí vienen construyendo, y dadas las disposiciones de fuerzas presentes hoy en el campo social, resulta difícil pensar en ganar las elecciones desde fuerzas ideológicas y políticas que expresen puramente los intereses de las y los de abajo. Esto no implica reducir nuestra imaginación política a la lógica del mal menor, ni dejar de sostener que es necesario reinventar los modos de hacer política, sino asumir la crudeza de la situación, y la necesidad no sólo de que Cambiemos pierda estas elecciones, sino de que su derrota sea tan contundente como para que no pretendan retornar en cuatro años

FLEXIBILIDAD TÁCTICA, SOLIDEZ ESTRATÉGICA
El no siempre sostenido pero sí persistente proceso de movilización, protagonizado fundamentalmente por el movimiento de Derechos humanos, el del precariado y el de los feminismos (y más esporádicamente de trabajadores del Estado y otros rubros), fueron el telón de fondo de un repudio creciente a la gestión neoliberal, que en diciembre de 2017 se expresó masivamente en las calles de la ciudad de Buenos Aires, incluso con enfrentamientos abiertos contra las fuerzas represivas, que actuaron brutalmente contra las columnas.
En esas luchas por la Ley de Emergencia Social y Alimentaria, por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, contra los despidos y contra la impunidad (caso Santiago Maldonado y 2x1 de la Corte Suprema de Justicia), varias franjas etarias y diversas expresiones sociales y políticas se fueron entremezclando en las calles, haciendo del antimacrismo una bandera. Incluso, algunas corrientes del movimiento popular, como la nuestra, nos expresamos planteando que era necesario radicalizar esas luchas en la búsqueda de gestar un proceso de rebelión capaz de expulsar de la gestión del Estado al neoliberalismo más crudo. Para ello recuperamos una vieja consigna, como “Luche y se van”, con el afán de reactualizar y ampliar la imaginación histórica.
Pero fue recién el 11 de agosto el momento en que nuestro pueblo se expresó de manera clara y contundente. Y lo hizo mayoritariamente y en todo el país; incluso en la ciudad de Buenos Aires, donde Cambiemos permaneció en el primer lugar pero disminuyendo grandes cantidades de votos en relación a elecciones anteriores.
En Córdoba, si bien la cantidad de votos también disminuyó, el macrismo obtuvo un resultado arrollador.
De allí que, como organizaciones populares, hoy nos planteemos la necesidad de intervenir activamente en esta coyuntura, en la búsqueda de que también Córdoba pueda ser un sitio en el que digamos: “Macri ya fue”.
El hecho de que no integremos el Frente de Todos, de que nuestras militancias no se asuman ni peronistas ni kirchneristas sino que actuemos bajo el horizonte de ideales de izquierda (es decir, que entendemos que no es posible llevar adelante un proceso de emancipación sin alterar las relaciones de propiedad y los modos representativos de organizar las instituciones de un Estado que garantiza la explotación y la dominación de clases), no impide que entendamos las urgencias del momento, la necesidad de expulsar al “partido neoliberal” del gobierno por la vía que nuestro pueblo expresó que entendía que era la más eficaz en este momento.
Por este motivo, expresamos que nuestra firmeza respecto de la perspectiva estratégica que enarbolamos (nos negamos a aceptar los consensos de la “democracia de la derrota” que imponen pensar con la revolución en el pasado), no tiene por qué llevarnos a mirar con distracción la coyuntura, que exige ser claros para pensar en posibles cambios en las correlaciones de fuerzas (tanto nacionales como internacionales, puesto que se juegan mucho más que intereses nacionales en esta contienda electoral).
Entendemos que no es momento para tomar definiciones ambiguas respecto del proceso electoral, y porque pensamos que no es posible apostar a construcciones de poder popular sólidas y eficaces en el largo plazo si no logramos sortear en buenas condiciones esta batalla táctica, es que realizamos este pronunciamiento, llamando a Fernández/Fernández contra Macri, y a las izquierdas para bancas legislativas.


lunes, 21 de octubre de 2019

10 CUESTIONES SOBRE LA OFENSIVA SENSIBLE (un bello libro de Diego Sztulwark)



                                                                                                      Por Mariano Pacheco


LA OFENSIVA SENSIBLE. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político (Caja Negra Editora)


10 CUESTIONES PARA RECOMENDAR SU LECTURA:
1) EL LIBRO permite recrear un legado del pensamiento crítico a partir de un cruce fructífero entre archivo europeo y tradición Nuestraamericana (en nombres que van de Spinoza a Rodolfo Walsh; de Roberto Carri a Maquiavelo; de John William Cooke a Marx; de Franco "Bifo" Berardi a Rita Segato; de Toni Negri a Suely Rolnik; de Raquel Gutiérrez Aguilar a DeleuzeGuattari, además de retomar discusiones recientes producidas en Argentina).
2) EL LIBRO propone conjurar la lectura que instala a la crisis en el lugar de la amenaza y nos propone seguir las líneas del punto de vista de la crisis, en la inmanencia de su potencia, para asumir un tipo de subjetividad que haga de la excepción su única norma, en la búsqueda por extenderla al conjunto del campo social.
3) EL LIBRO contribuye a gestar una analítica crítica del capital en su fase actual, es decir, aporta a pensar el neoliberalismo más allá de la obviedad de su expresión partidaria y sus modelos de gestión nacional, para entenderlo como micropolíticas extendidas en el campo social más allá de las variaciones estatales.
4) EL LIBRO recupera una mirada benjaminiana para inscribir la actualidad en una historicidad del desvío, no teleológica, es decir, que apuesta a mirar las rebeliones del pasado en función de las rebeliones (virtuales o actuales) del presente.
5) EL LIBRO, al rescatar "saberes útiles para una vida no fascista", y colocar a éste último como uno de los dos polos del neoliberalismo, sugiere también desarrollar líneas de investigación (singular y colectiva) respecto de una vida no progresista.
6) EL LIBRO rescata los esfuerzos teóricos y pragmáticos realizados en el continente para salirse del neoliberalismo (voluntad de inclusión; populismo), para dar cuenta de su insuficiencia e incitar a buscar otras vías.
7) EL LIBRO recupera el concepto de SÍNTOMA y ofrece el par conceptual MODOS DE VIDA/FORMAS DE VIDA para abordar la existencia desde ópticas contrapuestas: la primera sería seguir la vida según las maneras posibles de vivir tal como las ofrece el mercado (estandarización); la segunda, propone cuestionar los automatismos para resingularizarse y atravesar un sendero de experimentación, que siempre es micro y macro, singular y colectivo.
8) EL LIBRO, más allá de algunas cuestiones problemáticas que no abordaremos aquí, propone pensar los desafíos actuales desde el concepto de lo PLEBEYO, como deseo de no ser gobernado, como la dimensión de lo popular (No Populista --y por lo tanto, con capacidad de no dejarse capturar por él, y desbordarlo--) que apunta a descodificar y crear momentos de indecibilidad.
9) EL LIBRO, al afirmar que la experiencia plebeya no es la revolucionaria, y que no da lugar a una política específica, tiene un problema, que deja de serlo en la medida en que realiza el movimiento de convidarnos ese problema. Es decir, es un libro que --guatta-deleuzianamente-- funciona como máquina de guerra textual, que busca nuevos sentidos en el afuera.
10) En tal sentido, EL LIBRO nos deja un interrogante. A saber:
¿Cómo poner en serie las líneas de creatividad experimental con las líneas más duras que implican momentos de descripción sociológica, de planificación estratégica, de construcción de sujetos para el cambio; de asunción de un tipo de violencia plebeya que no sea mera posición defensiva y se enfrente a los problemas que impone la guerra en toda su crudeza: qué hacer con el Estado, las mediaciones institucionales, la formación de los cuadros, las relaciones de mando, los momentos de verticalidad. En fin: dicho en un lenguaje más clásico, cómo hacer una conjunción entre revolución molecular y revolución total.


Postal de la presentación del libro, el sábado 19 de octubre en el Distrito 6 de Ciudad Futura, un "Partido de Movimientos Sociales" de Rosario.


jueves, 17 de octubre de 2019

Acha: “El peronismo es el resultado de un juego múltiple de fuerzas en conflicto”

Entrevista al historiador y ensayista Omar Acha

Por Mariano Pacheco*


Reconversión peronista post dictadura, menemismo, la era K y los indicios del "fernandismo".


Omar Acha es docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. También ensayista y un estudioso del peronismo. Entre sus libros publicados se destacan Los muchachos peronistas. Origenes olvidados de la juventud peronista (1945-1955), Planeta, 2011; Crónica sentimental de la Argentina peronista. Sexo, inconsciente e ideología (1945-1955), Prometeo Libros, 2013; y recientemente, La Argentina peronista, red editorial, 2019, un libro de 83 páginas que forma parte de la colección 90 intervenciones (90 libros de hasta 90 páginas para leer en 90 minutos), en el que comienza afirmando que “que el país como tal se transformó en un escenario donde lo sucedido a propósito del peronismo pasó a ordenar los temas decisivos de la política, de la experiencia social y de la vida cotidiana”. En este diálogo con Zoom, Acha contribuye con sus reflexiones a que sigamos intentando pensar la coyuntura actual que atraviesa el país inscribiéndola en un proceso histórico más amplio, donde el peronismo y el mundo popular durante la posdictadura están en el centro de la escena.


En primer lugar, Omar, quisiera que pudieras compartir alguna reflexión sobre el peronismo de posdictadura. Es decir: pensar qué pasó, después del terror, con el peronismo –en general--, pero también –más específicamente— con lo que se denominaba su columna vertebral, el movimiento obrero, la clase obrera peronista. Indagar en las mutaciones, tanto del mundo popular como de esa identidad y experiencia política.

Respecto del peronismo, el primer dato concreto, después de la dictadura, es la derrota electoral, que es una novedad. Y ahí la pregunta respecto de qué nos dice esa derrota. En principio diría que hay dos grandes cambios, fácilmente perceptibles. Por un lado el desplazamiento, en el escenario del poder peronista –que es un escenario múltiple, con diversos actores, que poseen sus proyectos, muchas veces enfrentados, otras veces bajo el mudo de alianzas o pactos—del sindicalismo. De algún modo el proyecto de la renovación peronista –Cafiero, De la Sota— venía a hacer del peronismo un partido más clásico, en el sentido liberal, con una organización más tradicional, y dejar su movimientismo de lado. Pero una de las consecuencias fue, al menos en términos de perspectiva, el desplazamiento del famoso tercio sindical en la configuración del movimiento peronista. Y por otro lado, el desvanecimiento de una pugna muy poderosa, que se plantea sobre todo en los años setenta, pero que venía ya con antecedentes, entre sectores que podríamos denominar más ortodoxos y una izquierda peronista. Ese esquema se desvanece, si bien persisten algunos segmentos de la izquierda peronista en los años ochenta y noventa (e incluso en la actualidad), sin embargo, fueron minoritarios dentro del movimiento y carecieron de la fuerza necesaria para disputar su orientación. Creo que estos son los datos de partida. Y una de las consecuencias fue el ascenso al poder de los políticos en el escenario de las definiciones político-ideológicas del peronismo. Creo que esto es el dato central. Eso no quiere decir que se haya erosionado una conexión entre el peronismo y la clase trabajadora, sino que se modificó, y ese es uno de los datos que modificó la historia política reciente de la Argentina. Porque no sólo se modificó ese vínculo, sino más en general, el lugar de la clase trabajadora –y no sólo industrial, o con empleo fijo, estable-- dentro del panorama nacional.


Luego viene el menemismo, que uno puede pensarlo como peronismo del revés (hace todo lo contrario a lo que indican las tres banderas históricas), a partir del cual se gestan una serie de modificaciones que producen, entre otras cuestiones, nuevos repertorios de protesta y modos de organización popular, que de algún modo desembocan en la insurrección del 19 y 20 de diciembre de 2001. Vos en uno de tus trabajos, creo que en La nueva generación intelectual, decís que uno de los grandes ausentes en ese momento de crisis (2001/2002), son los nombres de Perón y Evita. Pasada ya más de una década de la publicación de ese texto y casi dos de aquellas jornadas, ¿qué podrías decir hoy respecto de esa ausencia?; o más bien, ¿se podría pensar que, más allá de la ausencia de las estructuras tradicionales del peronismo en la protesta social, hubo algo del peronismo que persistió allí y estuvo presente por abajo, como reverso de ese peronismo que era el partido del orden neoliberal en el gobierno?


En realidad, diría que ese apagamiento de los nombres de Perón y Evita en el lenguaje de los grupos peronistas es algo que se puede rastrear desde 1955, cuando surgieron los llamados neoperonismos, en los cuales esos nombres permanecían en el trasfondo, y aparecían otros, dentro de una tradición fluida y porosa como la del peronismo, y en otros momentos retornaba la centralidad de esos nombres. Ahora, en el caso del menemismo, creo que se presenta una propuesta hegemónica diferente, que es cambiar el lugar del peronismo respecto de la estructura de clases en la Argentina, donde una cierta configuración de la burguesía local y de las burguesías transnacionales aparecen como el referente central, y las clases trabajadoras, como un sector subordinado al modelo de acumulación. Pero eso no significa que la vida popular se haya apagado durante esos años. Y eso es un dato central de esta breve historia, en el sentido de que usualmente se señala al peronismo como superestructura que viene a domesticar la vida popular y, precisamente, lo que la historia reciente nos muestra –vos diste el ejemplo del 2001, pero podríamos identificar otros momentos también— es que hay una opacidad viviente y múltiple difícil de interpretar. Por ejemplo: no sabemos muy bien por qué De Narváez le gana las elecciones a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires, o por qué luego triunfa el macrismo, no sólo con un voto de las clases medias o altas sino que también tuvo una repercusión entre las clases trabajadoras, y me parece que ese es el enigma central para develar.


El kirchnerismo, de algún modo, combinó un movimiento que implicó un proceso de reperonización de la discusión política en Argentina, pero a su vez –vía la transversalidad, la incorporación al proyecto de otros sectores no peronistas, la retórica de los derechos humanos, etcétera— se alejó bastante de ciertos parámetros del peronismo clásico. ¿Qué pensás vos del kirchnerismo, en este punto de su relación con el peronismo?

En la medida en que entiendo que el peronismo no supone una orientación ideológica precisa, sino más bien una identidad flexible, la idea básica que podría compartir es en base a una frase de Perón mismo, que en los años setenta, decía: “no es que yo cambié, el que cambió fue el mundo”. Entonces no se trata de una lógica de fidelidades o de traiciones a ciertas banderas, sino más un olfato para poder construir poder, dentro de una identidad que es maleable, que tiene ciertos referentes, pero cuyas orientaciones sociales y económicas son maleables y pueden encontrar énfasis diversos. En tal sentido, el kirchnerismo fue y es una de las versiones posibles del peronismo. Lo mismo puede decirse del menemismo. Hubo muchos sectores que decían que eso no fue peronismo, sino una traición a esas banderas, pero la perspectiva del tiempo hoy nos da una mirada mucho más sabia al respecto, que nos permite decir que eso también fue peronismo y abrir la diversidad de lo que fue y es: una tradición que se está reinventando permanentemente. La coyuntura actual, en ese sentido, es muy interesante, porque no sabemos qué puede llegar a hacer Alberto Fernández una vez que esté en la presidencia, si llega a existir algo así como el “Albertismo”… ni el propio Alberto lo sabe.


Hoy se podría pensar, sin embargo, más en un “Fernandismo” que en un Albertismo. Es decir, un proceso a partir del cual, en esta confluencia de Alberto con Cristina, surge otra cosa. ¿Cómo lo ves?

Creo que uno de los elementos centrales para poder evaluar las posibilidades de acción de un gobierno de este tipo consiste en analizar los recursos con los que cuenta. Las acciones posibles están fuertemente condicionadas por las capacidades y los límites para poder llevar adelante ciertas reformas, propuestas. Y ahí, lamentablemente, el panorama no es muy auspicioso. Las condiciones macroestructurales que han condicionado al segundo gobierno de Cristina, y al de Mauricio Macri (y voy a poner acá entre paréntesis todas las barbaridades de las medidas que ha tomado el macrismo), no se han transformado. Entonces lo que sucede es que se torna un misterio qué puede ocurrir. Alberto ya viene anunciando que los problemas no se van a resolver rápidamente, que los compromisos asumidos con el FMI van a ser respetados, pero no fue demasiado explícito con las medidas a tomar.


Claro, y habrá que ver qué tipo de agenda popular se pueda construir también. En ese sentido, te quería preguntar: ¿qué pensás de este fenómeno que se produce con el peronismo, que aún sin estar presente muchas veces de manera directa en las ciertas luchas que se puedan librar, luego, en las coyunturas electorales, sigue siendo la única opción que a nivel popular se visualiza como capaz de enfrentar a lo más crudo del neoliberalismo, en este caso concentrado en la figura de Macri?

Creo que efectivamente hay un rasgo de mediana duración en la cultura política argentina. Mi hipótesis es que, en las clases populares, la representación simbólica del poder estatal es incorporada en los años cuarenta/cincuenta, a través de una identificación peronista. Y esto es lo que hace que la representación intelectual y cultural de una posibilidad de estabilidad estatal se identifique con el peronismo. En otras palabras, que una estabilidad estatal no peronista es una ficción poco creíble. Hay una gran incredulidad popular respecto de las capacidades de una gobernabilidad no peronista. Y esto se vincula con una idea, en gran medida inconsciente –no porque no es sabida, sino porque es una premisa, un presupuesto del propio pensamiento—que fue incorporada por las clases populares con el peronismo. Y esto no está presente sólo en la clase trabajadora, en los sectores más bajos de la sociedad, sino también en otros segmentos. Por ejemplo ahora, ni siquiera la burguesía le cree a Macri que puede sostener la gobernabilidad.


Más allá del peronismo de posdictadura, en tu caso has trabajado muchos años sobre el peronismo clásico, y has planteado esta idea de centrar tu enfoque desde una perspectiva de un peronismo desde abajo, que pudiera indagar sobre esas zonas poco abordadas por la historiografía más tradicional. ¿Qué reflexión podrías compartir al respecto sobre este enigma que lleva por nombre peronismo?

En mi caso asumo una deformación profesional, que solemos tener los historiadores y las historiadoras, que es que siempre que pienso la coyuntura la inscribo en una temporalidad mucho más extensa. Es decir, que el ahora, nunca está dado de forma aislada, sino inscripto en una trama mucho más profunda y extensa, que a veces los actores no necesariamente perciben, pero sobre la cual podemos reflexionar. En ese sentido, diría que la idea básica que he tratado de desarrollar en mis textos sobre peronismo, es la siguiente: el peronismo no es una idea, no es una ideología, no es un proyecto unívoco, sino que el peronismo es un campo de fuerzas y de luchas donde se inscriben una diversidad de actores, grupos, clases que no tienen todos la misma orientación, los mismos intereses, ni se van transformando en el mismo sentido ni con la misma velocidad, sino que más bien es una suerte de magma, con una multiplicidad de agentes que son políticos, sociales, culturales, que construyen un resultado que no es la intención de cada uno de ellos sino más bien el resultado de un juego múltiple de fuerzas en conflicto. Entonces, frente a esa multiplicidad, los relatos tradicionales que intentan explicar al peronismo, por ejemplo, por la voluntad de Perón o Evita, o el estado peronista, es extremadamente empobrecedora y distorsionadora de esa realidad tan compleja, que es preciso investigar, que no se entrega pasivamente a la percepción, sino que requiere una elaboración, con fuentes, archivos, debates, para poder acceder a esa historia tan compleja. Es decir, que la historia del peronismo, antes y hoy, es tan diversa, múltiple y sofisticada, como cualquier gran historia del mundo que leemos en los libros más reconocidos. Entonces, de ese juego múltiple, me interesa rescatar la acción, la agencia, la pasión y la memoria de esos sectores bajos que en general son olvidados o menospreciados por esos relatos simplificadores que enfatizan el rol del estado, de los líderes y de la propaganda. Ese contrafrente que aparece oculto bajo la hojarasca de esas imágenes simplificadoras es lo que intento rescatar en mis escritos.
* Revista Zoom