“Se
avecinan pujas muy importantes”
Por Mariano Pacheco
Entrevista
al líder de Metrodelegados Beto Pianelli. Definiciones sobre el rol
del sindicalismo en la Argentina que viene, la unidad del movimiento
obrero y los matices entre kirchnerismo y peronismo.
En
esta conversación con revista Zoom el secretario general de la Asociación
de Trabajadores del Subte y el Premetro (AGTSyP), Beto Pianelli, se
despacha sobre cual entiende que deberá ser el rol del sindicalismo
en la Argentina que se viene, nos cuenta por qué se hizo
kirchnerista, los motivos de por qué no se asume peronista y qué
piensa de la unidad del movimiento obrero, en una sola CGT, luego de
haber sido parte de la experiencia de los Metrodelegados y conformado
un nuevo sindicato que se fue de la Unión Tranviaria Automotor hace
ya una década.
Beto
pianelli nos recibe en las instalaciones de la Asociación de
Trabajadores del Subte y el Premetro, situada en el barrio porteño
de Boedo. Tras un recorrido por el lugar, donde con orgullo va
contando que por allí funcionan las secretarías, que ese otro sitio
se realizan los Planarios del sindicato, que ese salón se hacen las
reuniones de delegados y Comisión Directiva y que en aquella otra
sala suelen realizar encuentros de formación, el Metrodelegado
atiende algunos llamados, cruza algunas palabras con parte de sus
compañeros y compañeras presentes en el lugar e invita a pasar a
una oficina, no sin antes mostrar la radio. Por las paredes pueden
verse cuadros, posters, afiches. Hay fotos de Ernesto Guevara y de
León Trotsky, símbolos de la hoz y el martillo pero también
rostros como el de Cristina Fernández, junto a él, en un cuadro del
que cuelga un pañuelo verde con la consigna “Aborto Legal, Seguro
y Gratuito”, una estatua de Simón Bolivar, un afiche de Rodolfo
Walsh o un poster del Espacio Latinoamericano de Metroviarios. En
Bermudas y con una riñonera colgando, la charla se extiende hasta
que, pasada ya más de una hora, el grabador se enciende y comienza
formalmente la entrevista.
¿Cómo
ves la Argentina que se viene?
La
Argentina que se viene es de una situación extremadamente difícil y
en la cual se avecinan pujas muy importantes. Vamos a tener la deuda
externa más grande de nuestra historia, con vencimientos imposibles
de pagar. El gobierno de Alberto va a intentar negociar eso, pero hay
que ver si puede, porque estamos acá, en este contexto del
continente. Venimos de alzamientos muy fuertes en Ecuador y Chile, y
un golpe de Estado fascista en Bolivia. Es una situación de mucha
tensión, en donde un neoliberalismo que parecía quedarse para
consolidarse entró en crisis y se avecinan posibilidades de nuevos
gobiernos populares, pero la situación está abierta. Pensar que las
potencias imperiales no van a querer arrodillar al gobierno argentino
sería un poco ingenuo.
¿Y
qué rol puede jugar en ese contexto el sindicalismo?
Creo
que el sindicalismo, en primer lugar, debería lograr un programa
común que establezca que esta crisis, este festival que se dieron
los neoliberales en estos cuatro años no lo paguemos los
trabajadores. Esto es: tensionar para que, de ahora en más, no
seamos los trabajadores los patos de la boda. Es decir, que sabiendo
las limitaciones, se pueda renegociar con el FMI y tomar medidas
económicas a favor de las mayorías populares. Eso debe ser el
sindicalismo: un polo de tensión en esta puja, que no es sólo
argentina sino internacional. Por eso, más allá de las buenas
intensiones, lo que se pueda hacer dependerá de las relaciones de
fuerzas que existan a la hora de avanzar. Creo que el sindicalismo
tiene que tener una posición independiente. ¿Vamos al pacto social?
Vamos, pero con un programa propio. Por ejemplo, además de la
recomposición salarial tenemos que avanzar en una legislación que,
por lo menos, reduzca la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales,
para generar más empleo; que el Estado genere plan para gestar
nuevos puestos de trabajo. Y eso implica sentar en una mesa al
sindicalismo, pero también a las Pymes y a las organizaciones
sociales. Eso, más el rol histórico que tiene que jugar el
sindicalismo, que uno a veces en Argentina duda que lo juegue, que es
la defensa –individual y colectiva-- de los trabajadores. Y esto no
se reduce a las conquistas típicas de salario y condiciones
laborales, que por supuesto no se pueden abandonar, sino también un
plan de obras para viviendas, por ejemplo. Hoy el sindicalismo tiene
que tener una posición mucho más política; está llamado a no
quedarse solamente en los marcos de la actividad sindical cotidiana
sino también intervenir en los debates políticos, porque está
demostrado que lo que ganás hoy lo podes perder mañana, si no tenés
voz para pelear y definir que se apliquen políticas de fondo,
estructurales, estás en un problema.
¿Qué
pasa con la democracia sindical? Vos venís de toda la experiencia de
los metrodelegados, que tuvieron fuertes peleas al interior de la
Unión Tranviaria Automotor y luego armaron un nuevo sindicato, que
hoy está en la CTA de los Trabajadores. Y sin bien en Latinoamérica
la cuestión indígena y de los movimiento sociales suele estar en
primera plana, aquí el peso del sindicalismo sigue siendo muy
fuerte, aún después de todos los golpes recibidos por las políticas
neoliberales, de la dictadura a Cambiemos, pasando por Menem. ¿Qué
análisis podés hacer hoy del sindicalismo argentino, puertas
adentro?
Nosotros
no inventamos nada tampoco, pero surgimos haciendo un sindicalismo
que, en el país, había quedado bastante desactualizado. El tema de
la democracia es importantísimo, pero sobre todo nosotros surgimos
peleando y defendiendo los intereses de los compañeros y,
fundamentalmente, apostamos a correr los horizontes de lo posible.
Fuimos a contramano y tuvimos la suerte de lograrlo, pudimos lograr
la conquista de la reducción de la jornada laboral, por ejemplo,
pasar a trabajar seis horas diarias cuando había gente dispuesta a
trabajar 14 horas porque no había laburo. Tuvimos momentos
políticos, suerte, una capacidad y también una visibilidad que
otros gremios capaz no tienen. En ese sentido, yo diría que –como
casi siempre en nuestra historia-- hubo por lo menos dos grandes
tipos de sindicalismo: el de unos que peleaban y el de los que no
peleaban y pensaban que, pactando con sus enemigos, iban a sufrir
menos. En los noventa fue así: se gestó un polo en la calle entre
la CTA, la Corriente Clasista y Combativa, el MTA que dirigía
Moyano. Después viene De La Rúa y, en 2003, Kirchner, que nadie se
lo esperaba. Y el sindicalismo no se preparó para ese proceso, y le
constó entenderlo. Entonces la CGT se parte, la CTA se parte y el
sindicalismo jugó un rol secundario en los doce años kirchneristas.
El macrismo nos encontró a determinados sectores –fundamentalmente
las CTAs encabezadas por Yasky y por Michelli y la Corriente Federal.
Luego se sumaron otros: Moyano, el SMATA. Obviamente, estamos ante
siglas, nombres, estructuras de otras épocas. Mi novia, cuando le
digo que voy a la CTA me dice: “¿vas al parripollo? ¿Vas a
alquilar un VHS? Y tiene razón, son estructuras que responden a
fenómenos de otra época. De ahí viene esta postura de querer salir
a discutir la necesidad de la unidad del movimiento sindical, y de
todo el movimiento obrero, con las cooperativas de los movimiento
sociales, pero empecemos con la unidad del movimiento sindical.
¿En
el caso de ustedes sería ir a una unidad con los sectores con los
que históricamente se enfrentaron, como la UTA?
Si
vos haces unidad es con los distintos, sino no es unidad. Cristina lo
dijo claro: “unidad hasta que duela”. Y a veces duele mucho. En
la CTA somos todos amigos, el tema es cómo construir con el
diferente. Y obviamente, la unidad en la CGT es con la UTA. Nosotros
pensamos que la UTA no tiene nada que hacer en el subte, y ellos
opinarán lo contrario. Esa disputa seguirá, o no, la dejarán. No
sé: nosotros no la vamos a dejar. Hay una unidad que se fue
expresando en la calle, en las peleas contra el neoliberalismo; hay
una unidad que se expresó en Lanús, en el Congreso de la CTA, donde
no sólo estaba Alberto Fernández y Verónica Magario, sino también
hugo y Pablo Moyano de Camioneros, Mario Manrique del Smata,
Amichetti de Gráficos, Palazzo de La Bancaria, pero bueno, después
hay sectores que no quieren la unidad. Nosotros no la vamos a dejar
de buscarla, pero eso sí te digo, así como están las siglas hoy en
día, son más una traba que otra cosa.
Más
allá de las siglas uno podría pensar que hay diferencias
programáticas. Digo: más allá de los ejemplos que mencionás,
durante el macrismo se cuestionó muy fuerte, por lo menos, a
sectores hegemónicos del sindicalismo, por su inacción, o su acción
retardataria, mientras los feminismos y la economía popular
contribuyeron a todo un dinamismo en estos años, junto con los
derechos humanos.
Yo
creo que son los cuatros fenómenos, incluido el sindicalismo.
Y
los movimientos sociales también tuvieron momentos en que no
quisieron movilizar, como cuando hicimos la Marcha Federal, porque
tenían un acuerdo con Carolina Stanley. Y no lo digo criticando, uno
hace acuerdos, y a veces, esos acuerdos te sacan de la calle. Yo
también voy al ministerio de Trabajo y hago acuerdos. Cuando fue la
Marcha Federal Docente no sólo los “Gordos” no se movilizaron,
sino tampoco esos movimientos sociales. Después en diciembre de 2017
nos encontramos todos en las calles enfrentando a la policía. Estaba
Daer, el de alimentación, por ejemplo. Ahora, si los tenes que
analizar en términos políticos, generales, y me preguntás: ¿por
que Macri duró cuatro años? ¿Por qué la dictadura más cruenta de
nuestra historia duró siete años?, bueno, diría que, como vos
dijiste hace un rato, Argentina tiene un movimiento sindical
poderoso, hay movimientos sociales que son los herederos de los
sindicatos cuando los trabajadores se quedaron sin trabajo y tenemos
organizaciones de derechos humanos gigantescas, que intervienen sobre
los paradigmas sociales de la gente, pero sobre todo, tenemos el
movimiento sindical. Nosotros tuvimos cuatro meses de conflicto en el
subte, camioneros casi seis meses, a los docentes y a los bancarios
los estuvieron jaqueando. A esos cuatro el gobierno los buscó
liquidar. A los otros no, con los demás negoció. Con los
movimientos sociales negoció, un tiempo, claro, después los atacó,
cuando ya no cumplían las expectativas que se habían generado.
Ahora, entre estos actores heterogéneos que han estado en la
resistencia hay que buscar puntos de acuerdo para ir para adelante.
¿Y
este planteo de conformar un Sindicato único de la Economía Popular
por parte de los diversos sectores del precariado como lo ves?
Yo
sostengo la posición histórica de la CTA de que los trabajadores
que no están bajo una relación salarial se tienen que organizar
igual al interior de una central sindical. Lo que hay que discutir
después es con qué política. Lo que hay que discutir, que es una
cuestión teórica y no sólo de acá sino internacional, por el
avance tecnológico y la robótica, la informática, y que en una
época se hizo una discusión famosa bajo el nombre del título de un
libro, El fin del trabajo, y en ese marco hay todo un porcentaje de
la población que sobra. Dicen fin del trabajo mientras toda otra
gente trabaja 14 horas por día. Está bien, todo avance tecnológico
implica que se requiera menos fuerza de trabajo. Pero la discusión
no es esa, sino cómo se enfrenta esa situación. Hay sectores del
imperialismo incluso que dicen: “donemos el 2% de nuestras
ganancias y otorgamos un subsidio por existencia para todos aquellos
que no van a entrar nunca al mercado laboral”. Estarían
dispuestos, grandes conglomerados internacionales lo harían, no
porque les importa que la gente coma y tenga más o menos un lugar
digno donde vivir sino porque temen que algún día los vayan a
buscar a donde viven ellos. Y hay sectores de las izquierdas que
dicen lo mismo. Y eso rompe con una mirada histórica que tienen que
tener los trabajadores, que es que el trabajo es un ordenador social,
en principio. Entonces hay que hacer eso: el trabajo necesario que
exista hay que dividirlo por la cantidad de personas que pueden
realizar ese trabajo. El tema central no es el subsidio por
existencia, como dicen en Europa, pero eso puede ser una táctica, la
estrategia tiene que ser repartir las horas de trabajo, y la
reducción de la jornada de trabajo es una discusión cultural,
además de política, de creérsela. En algunos lugares del mundo les
parece una locura que no tengas que pagar para atenderte en salud, o
para estudiar. Acá, desde el peronismo a esta parte, nos resulta
incomprensible que haya que pagar para estudiar, no nos pudieron
convencer. Son luchas culturales centralmente.
Para
finalizar, y teniendo en cuenta que sos un dirigente sindical que
proviene del campo de las izquierdas, ¿qué quiere decir para vos el
peronismo?
Bueno,
en primer lugar te diría que el peronismo tiene que ver con mi
historia familiar. En casa, durante la dictadura, se brindaba con un
“Viva Perón, Abajo la dictadura” y que después supo entender
cómo el peronismo salió de la dictadura y no se lo votó ni en los
ochenta, con ese peronismo de Luder o de Herminio Iglesias, o de la
socialdemócrata de la renovación y mucho menos con Menem. Yo
ingresé a la política en ese contexto, en el que era muy difícil
hacerse peronista. Entonces mi búsqueda fue por la izquierda,
durante todos los ochenta y también los noventa. En mi vida, la
significación del peronismo es para olvidar. NO veo nada progresivo
en el peronismo desde finales de la dictadura hasta 2003. Yo viví al
peronismo como partido del régimen, no el hecho maldito que vivió
mi viejo. Yo me hice kirchnerista, pero no por el peronismo. Al
principio Néstor apostó a la transversalidad. Después por el PJ,
sí, pero al inicio apostó por la transversalidad. Si me preguntás
mi mirada más ideológica, más paradigmática, coincido con el
libro de Alejandro Grimson. No por casualidad militamos muchos años
juntos. Lo veo como un fenómeno contradictorio, que precisamente da
nacimiento a un fenómeno que es quizás el más importante de la
historia argentina, que no es el peronismo sino el anti-peronismo. A
mí me ordenó la discusión política el antiperonismo, del que supe
que tenía que estar en contra, siempre. Yo no me hice kirchnerista
por Néstor, sino por la Sociedad Rural, por las cacerolas que vimos
marchar por la avenida Santa Fe. Te lo digo porque nosotros teníamos
un plan de lucha y cuando vimos eso lo levantamos, y fuimos al acto
de un gobierno al que hasta ese momento habíamos criticado y con el
cual estábamos enojado porque no nos había dejado cortar el Puente
Pueyrredón, no nos había dejado llegar a la Plaza de Mayo. Pero
cuando vi a la Sociedad Rural con la 125 me definí, y ahí me
reencontré con muchos compañeros. Yo peronista no soy. Si hubiera
vivido en el 45 seguramente hubiese sido peronista, pero hoy me
identifico como kirchnerista.