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jueves, 28 de noviembre de 2019

LAS PASIONES ALEGRES Y LA MARCHA DE LA GORRA


Hoy en Córdoba se marcha
Por Mariano Pacheco


En alguna oportunidad había puesto a circular este textito, que ahora comparto nuevamente porque creo que no ha perdido actualidad, si de lo que se trata es de reinventar nuestras existencias más allá (y más acá) de los modos estatales de entender la vida
En ciudades como Córdoba rige una lógica de “policialización” que se acopla a las típicas costumbres que nos sujetan: modelo familiar y de pareja, de amistades, etcétera. Modos que nos sujetan y nos atan a los modos de habitar la ciudad que nos proponen desde el poder. Es que en el capitalismo contemporáneo no solo estamos sujetos a una estructura que no se sostiene en la economía (trabajar), y en la política entendida como gestión (votar los mejores representantes), sino también en una serie de costumbres que implican la distensión, la diversión y el ocio (cada vez menos creativo).
Si aquello que el filósofo Baruch Spinoza denominó como pasiones tristes implica “separar a un cuerpo de lo que puede”, el Código de Convivencia (que suplantó al tan cuestionado “Código de Faltas” que rigió por años en la provincia) no es más que una expresión descarnada de estos afectos. Por eso tal vez la Marcha de la Gorra puede ser pensada como un ejercicio de despliegue en el territorio, que pivotea sobre las pasiones alegres de los colectivos y personas movilizadas. Porque trazar líneas de fuga, salirse de la norma que rige el modo de transitar la ciudad implica también gestar nuevos espacios-tiempo. Porque los códigos anclan. Reglan los lugares. Fijan los cuerpos. Anudan a los sujetos a una lógica determinada (pre-determinada). Los devenires, en cambio, trazan líneas desde las cuales es posible huir a las cuadriculas que los de arriba intentan todo el tiempo imponer para reglar nuestras conductas, para limitar nuestra imaginación.
Devenir imperceptible, entonces, como una apuesta por gestar nuevas cartografías, trazar nuevos recorridos, conjurar los impedimentos que el Estado, a través de sus códigos, nos impone en la circulación por la ciudad.
Se trata entonces de imaginar modos de interrumpir la “normalidad” de nuestra cotidianeidad.
Pensar-sentir-imaginar-crear una nueva cartografía donde desplazarse, ya no de un punto fijo a otro, sino experimentar nuevos modos de ser y habitar, el tiempo, el espacio, los afectos.

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