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lunes, 30 de diciembre de 2019

DÍAS DE RADIO: UNA ETAPA CORDOBESA QUE QUEDA ATRÁS


(Que no suene a despedida, aunque un poco lo sea)

Este año pude conversar con 35 personas y sus voces fueron difundidas cada martes por Radio Eterogenia y luego en formato audio, en el canal de Youtube de “PROFANAS PALABRAS. Pasado y presente de la Argentina y El Mundo”, un proyecto en el que me embarqué a inicios de 2019, cuando La luna con gatillo –proyecto que fundé a mediados de 2015-- pasó a La quinta pata, radio comunitaria del barrio cordobés de San Vicente, y comenzó a ser trabajado colectivamente por todo el grupo que se fue conformando en los años anteriores, en el que además se fundó un Blog y luego un Portal (proyecto del que sigo participando, aunque no en la conducción radial). Varios de estos audios del programa PROFANAS PALABRAS son conversaciones y entrevistas que fueron publicadas (como notas), asimismo, en la revista Zoom, donde empecé a trabajar en 2016 y sigo en la actualidad, tras la interrupción de algunos meses durante 2018. No quisiera dejar de agradecer a Pablo Cervigni, por el riguroso trabajo con los audios, a Ignacio Fassi y Graciana Paz, por sumar sus voces para elaborar los separadores artísticos y al Pelado Rodríguez , que desde Alta Gracia y con su pasión radial, siempre contribuyó y alentó para que estos proyectos se llevaran adelante.
Llegué a Radio Eterogenia a través de mi amigo Omar Hefling, que me recomendó presentar un proyecto y hablar con su director, Guillermo Guerra, quien de entrada me recibió no sólo con amabilidad sino con una enorme generosidad (recuerdo que a esa primera reunión fui con “El Turco” Diego Abú Arab –oriundo de la Zona Sur del Conurbano, residente de Entre Ríos, quien ese día se encontraba de casualidad de visita en Córdoba--, que fue además quien realizó las primeras gráficas para difundir La luna con gatillo). Además de programa de radio (que se sostuvo 4 temporadas en la radio, con las voces presentadoras de Hefling, Jorge Villegas y Flor Gordillo), La luna pasó a conformarse como Colectivo Cultural y con varias personas que pasaron por esta experiencia (algunes permanecen) nos conocimos allí en Eterogenia: Mariela Díaz, Ludmila Ludueña, Andrés Nicotra Farías… Con otres nos fuimos encontrando en otros caminares y también sumaron sus aportes y pasaron por esos estudios: Germán Simón, María Florencia (con esas gráficas que ya son una marca inigualable del proyecto), Tomás Astelarra, Lea Ross, El Mati Magnano, Iván Garzón, Marisa Emilia Francia (también en sus inicios Carli, y Carla Lorenzo), además de quienes estuvieron ahí cada mes con sus columnas: Lisandro Barrionuevo, Santiago San Paulo, Anabe Lla y Mercedes Ferrero, Facu Parés, Nadya del Bosque Lucre Cuello, Damián Lobos, Sergio Fernando Job, Fer Vanoli y Noe Cejas, Carlos Bergliaffa (con quien compartimos la conducción del programa durante un año) e integrantes del FOCCOF y del COPENCE (Santi Buraschi, Lisandro Levstein, Pablo Díaz) y los aportes telefónicos de Jorje “Chiqui” Falcone, Carlos Aznárez, Gonzalo Aguilar y Diego Sztulwark).
Como decía, el proyecto de La luna con gatillo sigue, aunque desde fines de 2018 el programa de radio ya no se emite por Eterogenia ni yo sigo vinculado al programa.
Así que continúo con Eterogenia: no quisiera dejar de destacar que su estudio de radio ofició como un auténtico lugar de encuentro. Eso tiene de lindo el periodismo (en general), la radio (en particular): te permite conocer personas, conversar, establecer diálogos, polémicas, descubrir cosas nuevas en la vida.
Claro que estos proyectos radiales surgieron en un contexto muy específico: a mediados de 2015 se entreveía que podía, o bien seguir gobernando el peronismo pero con un presidente como Scioli o bien asumir Macri. En ambos casos entendí que iba ser necesario fortalecer “trincheras comunicacionales”, y en Córdoba, los pocos espacios en los que se podía intervenir comenzaban a achicarse aún más. De allí la importancia que para mí –como para muches otres, supongo--, tuvo Eterogenia durante estos cuatro años y medio (mi especial reconocimiento a “los becarios”, trabajadores precarizados por el Estado Municipal: el ya mencionado Nicotra, Dante De Noia, Facundo Iglsias, Ale y Juan… de quienes no recuerdo sus apellidos).
No sé que pasará con Eterogenia de ahora en más, pero por mi parte, considero cerrado mi ciclo de intervención radial, al menos en Córdoba.
Por eso, quisiera manifestar mi profunda gratitud para todas aquellas, para todos aquellos que hicieron posible llevar adelante estas iniciativas radiales, y atravesar de un modo más ameno los años macrista.
Porque como decía Deleuze, sin un posible... me ahogo. Y qué duda cabe que en estos años, las trincheras radiofónicas (tanto La luna con gatillo como Profanas Palabras) fueron un gran posible, un aquí y ahora de rebelión de las palabras.


sábado, 28 de diciembre de 2019

Reseña de Acerca del fin. Conversaciones de Alain Badiou con Giovanbattista Tusa


Una organización política para la revolución en el siglo XXI

Por Mariano Pacheco*


Desde que Raúl Cerdeiras comenzó a traducirlo y publicarlo en la revista que dirigía –Acontecimiento-- allá por los años noventa del siglo XX, a hoy, la obra de Alain Badiou ha tenido un enorme crecimiento respecto de su recepción en el país.
Acerca del fin, las conversaciones que Badiou sostiene con Giovanbattista Tusa, publicadas este año por la editorial Tinta limón, vienen a poner en conversación, también, dos “tradiciones” del pensamiento crítico contemporáneo: la que sostiene el propio filósofo enrolado en los setenta en el maoísmo, con quienes rescatan –rescatamos-- el espacio de reflexión abierto por Gilles Deleuze y Félix Guattari –como la editorial que lo publica--, que a su vez expresan genealogías filosóficas diferentes (el platonismo de Badiou resulta intolerable para el spinozismo/nietzscheanismo de los autores de Antiedipo).
La conversación en el centro de la escena es una escena, precisamente, que Badiou viene sosteniendo no sólo a través de las diversas charlas y seminarios que brinda en distintos lugares, sino también en este tipo de intervenciones, que ya había realizado junto a Peter Engelmann, y que fueron publicadas bajo el título de La filosofía frente al comunismo. De Sartre a hoy.
Conversación, diálogo, debate, polémica, discusión –entonces-- como modos de abordar el que-hacer filosófico que ligan la tradición con las ansias por intervenir en el hoy.


Desautomatizar la mirada
Tusa destaca la extrañeza que el compromiso filosófico produce en los sujetos, y pone de relieve la nueva manera de ser que nos convida el acontecimiento si le somos fieles, es decir, si somos capaces de sostener la fidelidad hacia aquella situación que el acontecimiento abrió. En este sentido, rescata el elemento de conmoción que implica el acto de filosofar, alejado de la vulgar noción de contemplación. También rescata la importancia “estratégica” --diríamos-- del análisis de la relación entre sujeto y verdad.
El libro deja entrever, en este sentido, una hipótesis de triple dimensión.
Por un lado, el individuo es pre-sujeto.
Por otro lado, el sujeto sólo adviene de una ruptura/acontecimiento.
Finalmente, sujeto y verdad son excepciones al estado de situación.
La ruptura, obviamente, debe ser interpretada en tanto “escisión” con el mundo tal como se nos presenta (“El mundo contemporáneo propone a los individuos todo salvo devenir sujetos”). Por supuesto, la verdad y el sujeto, como excepción del individuo y del saber, se producen en una excepción que no deja de ser inmanente. Y de allí la paradoja. “Entonces –dice Badiou-- se me podrá decir que toda mi filosofía apunta a explicar esta expresión y la paradoja que ella representa, ya que una excepción no puede ser inmanente, justamente porque ella es excepción a las leyes de la inmanencia, y a la inversa, lo que es inmanente no puede puede ser aprehendido en una relación inmediata con lo excepcional”.
 


Sustraerse a la norma
Se puede continuar”. Con esta frase Badiou logra sintetizar una apuesta, que a su vez, funciona como hipótesis disruptiva del mundo actual. Se puede continuar quiere decir, de alguna manera, es posible “sustraerse de la dictadura de la catástrofe” (capitalismo liberal + democracia parlamentaria).
¿Es posible seguir pensando en estos términos? Al parecer, para Badiou –que vienen insistiendo en rescatar el concepto de comunismo-- sí, y al afirmarlo, vuelve a traer ante nosotros el concepto revolución. Obviamente, sostiene que hay que pensarlo en otros términos a como se lo hizo durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, más allá de que rescate la visión de Trotsky al hablar de revolución permanente y de Mao Tse Tung al referirse a la revolución cultural. “Se ve muy bien que lo que se busca es una reactivación de la palabra revolución en condiciones que ya no son simplemente las del derrocamiento violento de un poder hostil, y que apuntan a la construcción efectiva de una sociedad que va a superar al socialismo hacia el comunismo, o que se va a orientar hacia la soberanía del bien común, según la definición más original del comunismo”.
Y aquí, precisamente aquí, es donde aparece la cuestión de la política, y de la organización, anunciada por la editorial en la presentación del libro, y trabajada de distintos modos por Badiou a lo largo de los últimos años, pero que aquí se presenta con una gran claridad. A saber: la necesidad de salirse de la lógica, de la “figura del dos”, para adentrarse en un tríptico que no es el de la “caricatura de la dialéctica (tesis, antítesis y síntesis), sino tres términos en interrelación dialéctica”.
Para Badiou, el problema del dos no sólo se mantuvo en la tradición del partido bolchevique (“el partido se fusiona con el Estado contra todos sus enemigos”) sino también en el “movimientismo” al que caracteriza de anarquizante (“las masas rebeldes se levantan contra cualquier forma de poder y de organización”). Por eso va a rescatar la trinidad cristiana para pensar lo que considera la fundamental distinción de la cuestión trinitaria actual entre estado del capital, movimiento comunista y organización política. La organización política (de tipo partido), entonces, será la encargada de instituir los efectos normativos de la excepción comunista a distancia del Estado y más allá de la duración de los movimientos.
Insumo fundamental esta discusión –entonces-- para seguir pensando las potencialidades del movimiento, pero también sus limitaciones, así como los límites históricos que ya mostraron los modos más canónicos del leninismo. Badiou no lo dice, pero resulta fundamental leerlo entre líneas: este libro es también un convite (no a descartar sino) a releer a Lenin al compas de las luchas y los procesos del siglo XXI.

*Reseña publicada en revista Guay, de la Universidad Nacional de La Plata

martes, 24 de diciembre de 2019

Entrevista a Amador Fernández Savater


“Latinoamérica es un laboratorio político interesantísimo, mucho más que Europa”

Por Mariano Pacheco*


El 2001 argentino y el 15M español. Las resonancias del diciembre sudamericano en los indignados europeos una década después. El filósofo madrileño Amador Fernández Savater visitó la Argentina y, en este diálogo con Zoom, reflexiona sobre las coyunturas y las historias recientes a ambos lados del Atlántico.


En primer lugar te quería preguntar por cómo has visto la Argentina en esta coyuntura tan particular de cambio de gobierno

Llego en un momento muy especial. La última vez que vine fue justo cuando estaba por asumir la presidencia Mauricio Macri. Hoy noto que toda la situación argentina está muy en espejo, en las discusiones públicas, con lo que está pasando en Chile, y también en Bolivia. Curiosamente, hablando con Diego Sztulwark, él me decía que le llamaba la atención que atrajera más el espejo negativo boliviano que el espejo positivo chileno. Es decir: que pareciera haber más miedo por lo que sucede en un sitio que expectativas por lo que acontece en otro. Es una situación muy compleja: la tendencia fascistizante en Latinoamérica, con Bolsonaro en Brasil y lo que sucedió en Bolivia, por un lado, pero por otro lado una vitalidad popular irreprimible. Creo que Latinoamérica es un laboratorio político interesantísimo, mucho más que Europa, porque acá se mueven mucho más las cosas, la complejidad es mayor. La vitalidad popular se puede ver en las calles, difusa en las luchas, y organizada. Esos dos elementos en Europa no están tan presentes. Creo que es un lugar muy vivo, muy interesante para visitar, para entablar conversaciones. Y ahora Argentina con el cambio de gobierno, noto expectativas.


En España, en algún momento –sobre todo a través de Podemos y la figura de Pablo Iglesias-- se había generado toda una admiración, digamos, por los gobiernos progresistas Latinoamericanos. Incluso con un vínculo muy fluido con Bolivia. Pero en esa mirada progresista siempre se opacó un poco el ciclo de luchas previas del continente (Guerra del agua y Guerra del gas en Bolivia, por ejemplo), que puede fecharse en el período que va desde 1994 con el alzamiento zapatista hasta mediados de los dosmil con la asunción de estos gobiernos en diferentes países. ¿Vos que balance tenés de estos gobiernos?

Yo creo que en Europa nos hemos interesado, y mucho, por las dos cosas. Seguimos mucho el 2001 argentino, hemos viajado y leído mucha literatura argentina. Y se produjo ese fenómeno de inversión: si durante mucho tiempo, por sus faros intelectuales, Latinoamérica miró a Europa, en estos años desde Europa hemos mirado a Latinoamérica. Por supuesto: la emergencia del zapatismo en 1994 fue fundamental, así como en 1996 el “Encuentro por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo”, que se organiza en Madrid. Todo eso entronca con el movimiento antiglobalización, que para mucha gente implicó un cambio determinante en sus experiencias, que venían siendo todas muy locales, de recomposición de la autonomía y de la acción política desde abajo después de la derrota de la transición española (la insumisión al servicio militar y la ocupación) y el zapatismo le da a todo eso un sentido global. Como que hay de nuevo un despertar de otra política, que hace su propio balance de la crisis de las izquierdas autoritarias del siglo XX y creo que fue fundamental para nuestra generación: 1994, 2001 y todo lo que tuvo que ver con el movimiento antiglobalización (Foros sociales; Vía campesina; etcétera). A todo eso hemos estado muy atentos.
Y luego claro, cuando el 15 M entra en desorientación, cuando el ciclo cambia y el 15 M entra en impasse, y emerge la propuesta de asalto institucional como nueva posibilidad de atacar al sistema político español pero en otra clave (partido, líder, vía electoral en el centro), el foco se desplaza y a lo que se le pasa a prestar mas atención es a las experiencias de los gobiernos progresistas. Y a través de Podemos, toda la cuestión de la teoría del populismo de Laclau, que incluso murió en España (no sé si eso significa algo). Pero creo que fue una lectura bastante descontextualizada, porque Laclau piensa todo el tema de la hegemonía a partir del peronismo, una realidad que en Europa no existe. Y se transformó toda la teoría de la hegemonía en un discurso comunicativo, y se nota al ver cómo aquí todo eso prende en la vida cotidiana de otro modo: en los grupos, los lazos, los territorios, el peronismo activo en la vida cotidiana de la gente. En cambio en Europa parecía ser una cuestión de palabras: qué decir para sintonizar con los afectos sociales, casi rozando el marketing. Por último, sobre los gobiernos progresistas, no me atrevería a decir demasiado. Me quedo con algunas de las ideas de Diego Sztulwark: verlos como una variante débil del neoliberalismo, que ponen de relieve algo muy importante, que es el hecho de que los cambios macros deben ir acompañados de otros cambios, en los valores, en los imaginarios, en las formas de vida, o sino, tienen límites muy precisos. Es decir, que un gobierno que le diga a los cuerpos que estén quietos porque ya hay alguien que se encargará de luchar contra el neoliberalismo, no entiende esa articulación tan fuerte que el neoliberalismo hace de lo micro y lo macro y que lo hace tan hegemónico. Me interesa pensar eso: cómo se ha reeditado esta mirada de que las cosas se cambian por arriba, con leyes y formas de inclusión, con todo lo interesante que puedan tener a nivel de protección de los sectores mas desfavorecidos, pero que no toma en cuenta ese cambio subterráneo, sobre las maneras de estar en el mundo. Me quedo con eso: el desafío de pensar las relaciones entre lo macro y lo micropolítico.


¿Y cómo ves la situación actual del Estado Español? Digo: está todo el fenómeno de Podemos, las recientes coyunturas de Cataluña, por nombrar dos cuestiones a las que aquí, quizás, se les ha prestado más atención

Lo de Cataluña es muy complejo. Te voy a decir algo, para empezar, que tiene que ver con una experiencia muy personal: todos mis amigos, mi allegados, se hicieron independentistas. Quienes como yo, habían pensado siempre más cerca de la autonomía, y por lo tanto, consideramos que la identidad es un freno a las luchas por la emancipación individual y colectiva, que siempre hemos rehuido a la categoría de identidad, y mucho más si estaba ligada a una idea de Estado y de Nación, comienzan a decir: “somos independentistas, no nacionalistas”, o “independentistas puntuales”. Entonces empecé a pensar que había una distancia entre lo que se decía y lo que estaba pasando por abajo, y que en el resto de España teníamos una mirada muy distorsionada de lo que estaba pasando en Cataluña. Es decir: de alguna manera hay en el desafío independentistas catalán una manera de vehiculizar algo que del 15M quedó interrumpido, porque no supimos continuar, tuvimos un déficit de imaginación política para seguir desafiando el sistema político español, de esa democracia subordinada al neoliberalismo. Por supuesto, está el tema histórico catalán, de su lengua, de su cultura, pero creo que ahora hay un filón fundamental, que es la importancia que ha tenido el movimiento independentista catalán de los últimos tiempos como una parte de esa energía que implicaba apostar por la república para seguir desafiando el sistema político español. El problema, en todo caso, es que toda esa energía no ha sabido gestar un espacio, con su lenguaje, su simbología, su modo de pensar. Y al quedar codificada en la cuestión nacionalista, y gobernada por unas élites que tienen su propia agenda, eso ha generado que en el resto de España se produzca una indiferencia muy grande. El primero de octubre, en Madrid, salimos mil personas a la calle por lo que había pasado. Es una indiferencia que da miedo. Hay un malestar por ver que existe un sistema que parece que no se puede cambiar. Entonces, frente a eso, hacerlo estallar de la manera que sea. Porque en España, y creo que en el resto de Europa también, vivimos con una sensación de que salimos a las calles durante un montón de tiempo, y resulta imposible afectar el sistema de partidos. Esa desconexión entre las calles y el sistema de partidos, esa indiferencia del poder hacia los reclamos, esa ausencia de mediación que pudiera mover algo –como sucede aquí en Argentina-- puede conducir a una situación de asfixia. Y creo que algo de eso ha sucedido en 2019 en Cataluña. Diría que esa energía es muy similar a la que recorrió el 15 M, pero al estar enclaustrado en una cuestión nacionalista, le hacer perder fuerza de alianza, para plantear juntos algo del orden destituyente/constituyente al sistema político español.


Y de la experiencia de Podemos, ¿qué balance te queda de su actuación en estos años?

Me queda la pregunta, que le hago a todos mis amigos de Podemos, que es: ¿qué ha pasado? Porque hubo una autodestrucción caníbal. Porque incluso si llegaran al gobierno, la experiencia está muerta. Esa vitalidad, imaginación, energía, esas propuestas de nuevos liderazgos, todo eso está muerto. Como experiencia política, con capacidad de leer la situación, de crear, de vincular, de ir más allá de sí misma, murió muy rápidamente, a diferencia de lo que sucedió aquí, que el kirchnerismo pierde las elecciones después de doce años de gobierno, o el lulismo en Brasil que se mantuvo casi una década y media. En cambio en España, sin llegar al gobierno, la experiencia de Podemos muere al cabo de tres o cuatro años. Todos se echan las culpas entre sí pero nadie asume que hay algo de una cultura política que se creó que fue autodestructiva, autofagocitadora que terminó en esa lógica de creación/destrucción del enemigo interno y su difusión en redes sociales, porque es gente joven que sube todo a las redes sociales… En fin, me queda la pregunta en torno a qué ha pasado. Me parece que hay algo de esa cultura política que se creó, vinculada a todo eso de la frontera antagónica, de la designación de un adversario, de la línea amigo/enemigo, toda una cuestión guerrera que después se llevó hacia adentro y estalló las expectativas de muchísima gente. Expectativas tal vez un poco ingenuas de cambiar de ese modo las cosas en España, una vez que el camino del 15 M, más callejero y destituyente (más 2001 dirían acá), se encontró como con un muro. Me queda la sensación de que Podemos está muerto pero deja abiertas todas las preguntas: cómo puede ser la construcción de un partido poroso a la calle pero que no la fagocite; qué es, verdaderamente, cambiar algo desde adentro (que es introducir un tipo de cambio en instituciones neoliberales que no son neutrales); qué tipo de subjetividad se requiere para ingresar a un gobierno que pueda hacer, no todos pero sí algunos cambios, etcétera. Son todas preguntas que han quedado sin responder. 
*Publicada en revista Zoom 

jueves, 19 de diciembre de 2019

2001: Odisea en el Conurbano ("Honestidad brutal")*



Era tan nítida la imagen que parecía de verdad. Estábamos, ella y yo, abrazados en un banco del Parque Lezama. Desperté como a las seis de la mañana, apenas unas horas después de haberme dormido. Todavía era de noche.
Días antes había abierto un libro de Jean Paul Sartre leído veintipico de años atrás y, sorpresivamente, allí estaba la única fotografía impresa que conservaba de Natalia. En la imagen estamos con una nariz de payasos, disfrazados, quien sabe dónde. Supongo debe ser el barrio José Hernández, donde ella se había criado, y donde vivía entonces, en ese año en el que yo también pasé gran parte de mis días allí.
La foto es de 1998, tiene que ser agosto porque recuerdo que ese día festejamos el Día del niño, pero como entonces teníamos un trabajo territorial en más de un lugar, y como buscábamos que el activismo de un barrio entrara en contacto con el del otro, no puedo asegurar que ese festejo sea el de José Henández.
Entonces tenía diecisiete años, y ella, dieciocho.
Fue un año glorioso y lleno de cambios. Con la agrupación 11 de Julio hicimos el pasaje de la militancia de Quilmes a esa zona de frontera entre Quilmes y San Francisco Solano. Seguimos sosteniendo la revista Grito de Estudiantes, con el suplemento cultural “El Roña” (por Beckerman, militante de la UES asesinado en Quilmes por la Triple A, en agosto de 1974), pero le agregamos el “Carlos Mugica”, ya que vía María –que estudiaba conmigo en el Normal de Quilmes, pero vivía en José Hernández-- pasamos a tener un trabajo territorial más intenso allí, donde ella además tenía una inserción en la Parroquia del barrio. Parroquia y revista suena un poco despampanante en realidad: la revista eran unas hojas oficio dobladas y fotocopiadas, que confeccionábamos tipo fanzine entre un armado un poco artesanal a mano (recortando y pegando textos e imágenes con plasticola) y otro poco “industrial”, con las hojas escritas en computadora que nos tipeaba y diseñana “La cristiana”, hermana de un compañero de la agrupación que era la única persona que conocíamos que tenía una computadora, y se ofreció a darnos una mano --antes de sumarse ella también a la militancia--; y la parroquia, bueno, era una de las sedes de las Comunidades Eclesiales de Base, esos centros comunitarios de reunión de los vecinos (y, sobre todo, las vecinas), que ni cura tenían, sino que eran autoorganizadas por la propia comunidad barrial.
Antes de eso –los dos años anteriores, pongamos-- íbamos a un barrio cerca del río de Quilmes a dar apoyo escolar y hacer actividades recreativas con los niños, pero sólo los sábados a la mañana. Habíamos llegado a ese lugar a través de un contacto que teníamos con el curita Luis Farinello, que había abierto allí una Fundación, pero además, nos había abierto las puertas de su parroquia para que hiciéramos en su radio un programa de rock, juventud y política, que se llamaba “La era de la boludez”, hasta que me hice cargo y le cambié el nombre por el de “La patria rockera”. El cura Luis había “guardado” en plena dictadura a compañeros montoneros, que dos décadas después nos formaban políticamente a nosotros, en pleno menemismo, mientras hacíamos las primeras armas organizativas conversando con los vecinos y las vecinas del asentamiento, que mandaban a sus hijos al apoyo escolar. A ese barrio, creo, nunca fue Natalia, aunque sí venía María, de estoy seguro.
En 1998 la lucha docente-estudiantil contra la Ley Federal de Educación entró en un cierto reflujo, así que tanto en los Centros de Estudiantes que habíamos comenzado a conformar, como en la FEQ (Federación de Estudiantes de Quilmes), la actividad ese año fue menor. La agrupación 11 de Julio, de todos modos, seguía con su propio ritmo de actividades: mucha “agitación y propaganda” (pintadas, afichadas, volanteadas, radios abiertas), sea para “reconstruir la memoria histórica” o para intervenir en la coyuntura, en pleno intento por poner en pie una juventud en y para la resistencia.
En José Hernández activamos no sólo el grupo de jóvenes en la parroquia, sino también otras dinámicas ligadas a la realidad del lugar, que incluso ya funcionaban desde antes de que llegáramos. Así nos sumamos a la “Comisión de Medio Ambiente” de la que participaban madres y abuelas de nuestras compañeras, en la lucha contra la contaminación que generaba la fábrica Massú y en mi caso (que estaba bautizado por mis padres), comencé a cursar el ciclo de encuentros que me llevaron a tomar la confirmación. ¡Alto bardo se armó cuando me dijeron que no podía salir con la catequista! Pero no lo sabía, y para cuando me enteré, ya era demasiado tarde…
Así comenzó mi vínculo con Natalia.
Incluso ese año fantaseaba con ser sacerdote, pensando en que era una buena forma de tener más y mejor prédica entre los sectores populares (“¿Y el celibato?”, preguntó una vez mi hermana, pero yo por eso no me hacía problema, ya que todos los curas que conocía de la zona tenían mujer).
Incluso llegué a representar a Cristo en un Vía crucis…
Por suerte en esa época no había cámaras digitales, y aunque sé que hay registros de ese día, las fotos nunca circularon. Eso sí: el Negro Fabio --nuestro responsable-- dijo varias veces que iba a publicarlas, dando a entender que él sí las tenía, pero al fin y al cabo nunca nadie las vio.

***
La relación con Natalia fue intensa y ambivalente: llena de momentos de gloria y de enormes frustraciones, pero no es de esas alegrías y tristezas de lo que quiero hablar ahora, sino de los pasadizos secretos que a veces se cuelan en nuestra memoria.
Necesito/ escuchar tu vos/ volver a hacernos, el amor”. La canción de Andrés Calamaro sonaba dentro de mí cuando desperté, esa noche, dos décadas después de haber conocido a Natalia. Mientras intentaba volver a conciliar mi sueño, diversas imágenes se comenzaron a intercalar en mi cabeza: una de ellas fue la de Villa Corina, Avellaneda, donde viví un tiempo, y donde escuché por primera vez Honestidad brutal, cuando Pablo lo bajó y lo grabó en dos CDs, entre los tantos de cumbia villera que bajaba y grababa para que saliera a vender por el barrio. Entonces tenía 19 años y vivía con ellos (con Pablo, su compañera Flor, su pequeño hijo Juan, su perra Lola). Natalia tenía veinte, pero ese año ya no estábamos juntos, aunque hay canciones que más que por sus años de salida las registro por un determinado período, y qué duda cabe que todo eso aconteció en el ciclo inmediatamente previo a la insurrección de diciembre de 2001. De todos modos, después de que mi relación con Natalia se terminara y que dejáramos de militar en ese barrio, seguía pasando por José Hernández siempre: en ese tiempo solía ir desde Corina a Don Orione, desde la casa en la que vivía junto a Pablo y Flor hasta la de Darío, donde comenzamos a desplegar esa nueva aventura de ser parte de un Movimiento de Trabajadores Desocupados (José Hernández está situado justo entre Corina y Don Orione, y todos los colectivos que van por Camino General Belgrano recorren de una punta a otra el barrio); incluso cuando me quedaba en la casa de mi viejo, en Bernal, también tomaba un colectivo --el 263-- que para llegar a Orione pasaba por Hernández.

***
La imagen de Natalia se presenta indisolublemente ligada a los rostros de Vero (“La Comandanta Cuca”, de quien aún conservo el ejemplar de El principito dedicado que me regaló en aquel tiempo) y de Nico (“El Compañero Willy”, de quien conservo en mi memoria cada instante compartido entonces), pero de ellos, de nosotros cuatro, de nuestra hermosa amistad, no voy a hablar ahora.
Con el sumergimiento de nuestro pequeño grupo en la dinámica del movimiento piquetero, entre el 2000 y el 2003, todos los contactos del período anterior se desvanecieron en el aire –como lo sólido descripto por Marx en el Manifiesto Comunista--. La ruptura de nuestra organización, a fines del 99, trajo consigo la ruptura de los vínculos con todos aquellos, con todas aquellas que habíamos transitado la militancia, desde la pueblada de Cutral Có hasta la derrota electoral de Menem. Así que a Vero y a Willy los dejé de ver. A Natalia, no; siempre nos cruzamos cada tanto, durante algunos años. Aunque durante el período del gobierno de la Alianza no la vi ni una sola vez, cuando asesinaron a Darío ella se acercó hasta Avellaneda, a una de las actividades que hicimos por esos días, y nos dimos un fuerte abrazo y cruzamos unas miradas al pasar. Creo que fue en la marcha del 3 de julio, cuando nos movilizamos bajo la lluvia desde el Puente Pueyrredón hasta la Plaza de Mayo. Estoy casi seguro que fue ese día, porque la siguiente vez que nos cruzamos ella me recordó que ese mismo día me había visto luego en el programa de Lanata, cuando fui junto a Néstor Pitrola (del Polo Obrero) a dar cuenta del proceso que estábamos atravesando. Y al programa del gordo fui en la noche de ese 3 de julio de 2002.
Después vinieron los años kirchneristas, y con nuestros antiguos compañeros casi ni nos cruzamos. Ellos en el gobierno, nosotros sin saber muy bien qué hacer, tomamos nuestras posiciones coyunturales como declaraciones de principios a partir de las cuales se nos hacía muy difícil conversar. Natalia, de todos modos, después del menemismo ya no volvió a militar. A Willy, por años, no lo volví a cruzar. Creo que la noche en que murió Néstor Kirchner, y que Pablo me pasó a buscar con su auto para ir juntos a Plaza de Mayo a ver qué pasaba, nos cruzamos todos en alguna esquina.
Después que dejamos de vernos con Natalia la sociabilidad comenzó a cambiar a ritmos acelerados: primero apareció messenger en las casillas de correo de hotmail, luego de yahoo y gmail, y más tarde, facebook; nuestras vidas comenzaron a tener nuevos vínculos, pero también, numerosos reencuentros. En 2011 comencé a publicar en un blog (¡otra novedad después del fotolog!) breves notas con la historia de los montoneros silvestres que había comenzado a investigar en 2003, retomando relatos que venía escuchando desde 1996; en 2013 me mudé a Córdoba, y en 2014, la historia de los montoneros silvestres fue publicada como libro. Entonces ya había dejado la organización que contribuí a formar en 2004 y mis antiguos compañeros de los noventa –entonces en el Movimiento Evita-- comenzaron a sostener posturas críticas frente al kirchnerismo y a decir que había que escribir el segundo tomo, que había muchas cosas por resolver, que el cristinismo sólo no podía. Así que la salida del libro, en ese contexto, fue una buena oportunidad para el reencuentro. De Natalia hacía años ya que no sabía nada. Mis últimos cruces por messenger con ella me habían dejado perplejo: siempre había sido de fabular, y de hacer cosas locas, pero sus comentarios de entonces me parecieron disparatados, y creyendo que me estaba tomando el pelo le dejé de contestar los mensajes. Que casi se quedaba ciega, que había contraído malaria en África, que andaba por no sé que remoto lugar del mundo... No le creí nada, y hasta me dio un poco de pena escucharla (leerla en realidad) decir esas cosas; y un poco de rabia también.
Nos habíamos amado tanto...

***
La historia de los montoneros silvestres nos permitió volver a reencontrarnos todos, después de tanto tiempo: la banda de Avellaneda y la Quilmes; Cacho, Beto y Lila…. El Comandante Tito, no (ya estaba mal para ese entonces, y moriría tiempo después).
Willy seguía siempre firme junto al Negro, nuestro responsable durante los primeros pasos en la militancia en Quilmes. El libro se presentaría en Avellaneda, pero los quilmeños también se había comprometido a asistir a la actividad.
Recuerdo que una noche de ese invierno de 2014 estaba en la redacción del diario El Argentino--donde trabaja en Córdoba, desde 2013-- cerrando la edición, cuando recibí un mensaje de Willy por facebook.
Hablamos trivialidades, de lo lindo que sería reencontrarse toda la banda otra vez y no sé que otras cosas más.
¡Che, vénganse a hacer el aguante he!
Sí bolo, vamos. La semana pasada lo crucé a Facu justo, ahí cerca de la cancha de Quilmes. Le conté del libro, me dijo que iban a ir con los pibes de la banda del Comandante Tito, ¿te acordás?
¡Cómo no me voy a acordar! Ese hijo de puta aún me debe un sombrero de Tuqui, la loquilla de mi ex novia…
...
¡Qué lindo va a ser verte Willy!
Si, hace mucho no nos cruzamos
¿Sabías que Natalia se murió?
Creo que la última vez que te vi fue en Plaza de Mayo, con el quilombo de la 125
¿Qué?
¿Me estás jodiendo?
¿Natalia se murió?
--No, boludo.
Se murió de muerte súbita.
Yo me enteré el año pasado por Vero...
--Ahhhh
--Pobre mina, se había agarrado malaria en África, y no se que más.
Después se corto las venas en el tren, hace como 6 meses atrás.
Y a fin de año le agarro muerte súbita y palmo…
--¿Y ahora cómo está?
--Se murió, boludo, se murió.
--La concha de la lora, bolu, estoy en medio del laburo, haciendo varias cosas a la vez.
No te había entendido, no sé, o no quería entender, ¡no te puedo creer!
--Lamento darte la noticia loco.
Dale que se te haga leve.
Te mando un fuerte abrazo loco, y espero a que nos veamos pronto...


***
Desplazamiento y condensación.
El día y la noche que se cruzan junto con el sueño y la vigilia.
Estoy como drogado, pero sólo es el efecto del sueño (el sueño que tengo mientras estoy despierto, el sueño que tuve mientras dormía).
La imagen del sueño es muy similar a la última noche que pasamos juntos con Natalia. Fue en marzo de 1999. Estuvimos toda la madrugada en el Parque Lezama, intercalando caminatas con abrazos, parados y apoyados en algún árbol, o sentados en un banco, donde el amanecer nos sorprendió entre los últimos apasionados besos que nos dimos, antes de patear hasta Constitución, en esa odisea que implicaba tomar el primer 148 que partiera rumbo a Solano.
Ese año terminaría nuestra relación, el gobierno de Carlos Saúl Menem y la etapa “juvenil” de nuestra militancia. Transitábamos los pasadizos secretos de la historia previa a la insurrección de diciembre de 2001. Esperábamos el bondi fumando y conversando, por momentos, y abrazados en silencio por ratos. No había apuro, más allá del cansancio. Teníamos la vida por delante.
O eso, al menos, eso creíamos entonces.


*Adelanto del libro de relatos 2001: Odisea en el Conurbano, de Mariano Pacheco.

domingo, 15 de diciembre de 2019

7 hipótesis sobre el Sindicato de la Economía Popular (4° parte)


El Precariado en Acción
Por Mariano Pacheco


VII-
Desde Marx, el proletariado deviene monstruo político del mundo capitalista y desde que Sarmiento publicó su Facundo (1845), el fantasma de la barbarie recorre la Argentina.
En su ensayo titulado “El monstruo político. Vida desnuda y potencia”, el pensador italiano Antonio Negri destaca que, en un cierto momento de la historia de la ideología occidental, el cuadro se transforma notablemente. “La lucha de clases se generaliza y ocupa toda la escena, también la teórica”, escribe. Así, el monstruo –que permanecía fuera de la economía del ser desde que la ontología griega lo conjurara-- deviene sujeto político. “Marx pinta íntegramente el desarrollo capitalista con los colores de la monstruosidad. Él mismo es un monstruo irónico, un exceso de inteligencias que en el momento en que describe, también critica y destruye”. De estas reflexiones puede derivarse la construcción de toda una epistemología proletaria: les trabajadores no sólo se reconocen abstractamente como mercancías, sino –también-- concretamente como partícipes de esa experiencia monstruosa, que es la de padecer el trabajo, pero además –precisamente-- comprender que lo pueden enfrentar, y que los modos en que se organizará la explotación dependerán de su capacidad de resistencia (es interesante, en este sentido, prestar atención a toda la descripción que Marx realiza en El capital en torno a “La jornada laboral”, como titula el capítulo VIII del Volúmen I del Tomo I).
Contra la política que ejercen los filósofos del poder (no olvidar que la lucha de clases también se libra al interior de la teoría), comprometidos con la obra de aprisionar y enjaular al monstruo, Marx inaugura una filosofía (de la praxis) a partir de la cual el movimiento de conocer es inescindible del de transformar.
Por más externo a la razón occidental que se lo quiera presentar, no hay mayor interioridad que la del monstruo. Por eso, entendido como proletariado, el precariado no puede ser nunca lo excluido por el capital. Y es esa interioridad, precisamente, la que hace del monstruo algo tan peligroso, tanto que aterroriza al poder.
En Argentina, el policlasista movimiento peronista tuvo a su interior también al monstruo. Así supieron verlo las derechas, incluso con mayor precisión y lucidez que las izquierdas, ellas mismas monstruosas en el ciclo de luchas previo al peronismo (pongamos por caso: durante el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX). Entendido más allá de la clásica noción de “identidad” o de “estructura”, en tanto “experiencia” de una importante porción de la clase obrera argentina (cómo lúcidamente lo conceptualizó Carlos Olmedo a inicios de los años setenta), el peronismo supo ser ese monstruo que durante años estuvo de fiesta, clausurada luego por masacres que devinieron insumos de nuevos ciclos de luchas, cada vez más populares (menos policlasistas) y más radicales (con métodos más propiamente obreros).
Con el jocoso pseudónimo de Bustos Domeq, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares publicaron a fines de 1955, en la revista uruguaya Marcha, un relato escrito en 1947, titulado “La fiesta del monstruo”, en el que un “cabecita negra”, seguidor del “Gran Monstruo Nacional”, relata una historia en primera persona. Desde el título mismo (donde las palabras “fiesta” y “monstruo” aparecen juntas), Borges y Bioy dan cuenta de su posición estético-política, que es a la vez una posición de clase y generacional. El texto remite todo el tiempo, de manera casi directa, a la barbarie. El narrador, que es un militante peronista, le cuenta a su novia los avatares de una jornada en la que irán a la plaza a escuchar un discurso del Monstruo, nombre que se le da a Perón en el cuento. Un poco en la línea de la Breve historia de la Argentina, de José Luis Romero, Bustos Domeq presenta esta jornada de un 17 de octubre como un “espectáculo inusitado”, emblema de la mansedumbre de las masas ante el llamado demagógico de su líder. En este sentido el cuento es claro: desde el primer párrafo (“pesceuzo corto y panza hipopótama”) el personaje va padeciendo un proceso de animalización y una creciente pérdida de su subjetividad. En otras palabras, los peronistas son presentados como unos feos, sucios y malos que no asisten por voluntad propia a un determinado lugar, sino que son “recolectados” –como la basura--, y en el camino –como seres peligrosos que son- roban y prenden fuego lo que tienen a mano, sin ningún tipo de explicación lógica-racional. Situados como violentos y fuera de la ley, estos muchachotes se reconocen entre sí como por instinto. Son, juntos, no una suma de individuos --como le gustaba a Borges-- sino una masa uniforme, una patota que canta la marchita hasta más no poder, una barra que se ríe, hace chistes y se reparten “amistosos rodillazos”. Tan iguales que son como hermanos gemelos (“todos del sur, idénticos”). Tan animalizados, estos personajes, que son presentados como objetos manipulados por cosas. En fin, quienes asisten a “la fiesta” (que no es de ellos, sino de Él), son unas bestias que ni siquiera saben hablar bien. De allí que aparezcan lunfardismos y términos populares típicos de la época. Con esta escenificación negativa de la nueva realidad de las masas populares en Argentina, los autores no sólo se ríen de las formas de hablar de estas masas populares, sino también de sus costumbres, y hasta de los lugares en que habitan. A diferencia del unitario protagonista de El matadero (de Esteban Echeverría), aquí son ellos –la barbarie-- quienes van a Buenos Aires, invadiendo –desde la periferia-- el culto y letrado territorio central de la ciudad-capital.
Si setenta años después volvemos a referirnos a estas escenas de la literatura argentina, es porque en ellas podemos encontrar una cifra no sólo del pasado sino del presente nacional. Es que tal como enseñó Frantz Fanon en Los condenados de la tierra, el mejor modo de describir y encontrar la palabra justa para referirse al enemigo político es el concepto de bestiario. Él lo pensó a partir de lo que escuchaba decir a los colonos franceses sobre los nativos argelinos. Nosotros podríamos pensarlo en relación a ese odio que “nuestras bellas almas racistas” (para usar un término de Jean Paul Sartre), sentían por los descamisados y hoy siguen sintiendo por todo lo que huele, se escucha y puede verse como plebeyo. En ese sentido es que Fermín Rodríguez, en su libro Un desierto para la Nación, escribe –respecto de los indios– que su animalización ha sido “el mecanismo de deshumanización por la cual la matanza se desrealiza”. E insiste en señalar: “No hay allí violencia contra una forma de vida, porque esa vida ya estaba negada desde el momento en que el enemigo se presenta como una fiera sedienta de sangre, fuera del límite de lo humano”. Algo similar podría pensarse de los cabecitas negras y la construcción del enemigo temible que de él hicieron los sectores poderosos de la Nación. Y si bien en Argentina desde hace casi cuatro décadas vivimos en “democracia”, cabe recapitular el modo en que las clases dominantes han reaccionado cada vez que lo plebeyo apareció para recordarles que los sueños de la razón, también, generan monstruos: allí están los más de treinta asesinados en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, y los rostros de las y los luchadores populares que, en confrontaciones puntuales, han caído bajo las balas homicidas de las fuerzas de seguridad del Estado o de las bandas parapoliciales, desde Teresa Rodríguez a Mariano Ferreyra, pasando por Kosteki y Santillán o Cristian Ferreyra, por nombrar a los conocidos.
En sus caras podemos ver cifrado el modo en que las clases dominantes en Argentina entienden que hay que tratar a las y los de abajo que no permanecen insumisos, que se rebelan, que promueven desobediencias; se llamen negros, indios, gauchos o descamisados (piqueteras, vagos o planeras). Les cabecitas negras serán siempre, para estos estos sectores, lo monstruoso, la barbarie impúdica de la razón liberal.
Que 2019 finalice con el lanzamiento de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), un sindicato en el que se busca agremiar al precariado, no hace más que poner sobre la mesa de las discusiones contemporáneas algo que en las calles no se ha dejado de expresar. A saber: que si no hay patria para todes, no habrá patria para nadie. Sepan entonces gorilas: acá, acá no se rindió nadie. Y vamos por más, vamos por todo.

jueves, 12 de diciembre de 2019

7 hipótesis sobre el Sindicato de la Economía Popular (3° parte)


El Precariado en Acción

Por Mariano Pacheco


V-
Resulta vital comprender las diferentes formas en que muta el capital para abordar las reconfiguraciones del proletariado en cada momento histórico, y sus formas de subjetivación.
En una de sus “33 lecciones sobre Lenin” –publicadas en formato libro bajo el nombre de La fábrica de la estrategia-- Antonio Negri subraya el hecho de que, para cada etapa histórica de la lucha de clases, sea importante realizar una definición de la composición de la clase obrera, que incluye no sólo su situación general dentro del modo de producción, sino también el conjunto de experiencias de lucha, comportamientos y el modo en que las necesidades fundamentales, vitales, se renuevan y definen cada vez de forma nueva. Dicho de otro modo: resuelta incruento escindir el momento sociológico del momento político del análisis.
El proletariado, entonces, se constituye como clase en tanto que cuestiona el lugar mismo que el capital le otorga en la estructura social en tanto clase obrera=trabajo asalariado=función del capital. Es decir, que el proletariado no es algo dado, sino el nombre de una apuesta creativa, pero que se gesta desde un entorno específico de composición. En ese sentido, resulta importante no confundir al precariado con el excluido, pero tampoco con el Ejército Industrial de Reserva o con el lumpenproletario.
Recordemos que, para Marx, lo que define al lumprenproletariado es su falta de relación con la actividad productiva, y aquello que caracteriza al Ejército Industrial de Reserva es su carácter variable, de ingreso y egreso del mundo laboral/asalariado (en El capital, Marx define como “condición vital de la industria moderna” a esa población excedentaria, a partir de la cual “los movimientos generales del salario” quedan regulados por su expansión y contracción). Hoy en día, por la mutación que ha padecido el mundo del trabajo (diversificación/heterogeneización) cuesta pensar que el Ejército Industrial de Reserva sea un 40% de la población. Tampoco la figura del excluido suena productiva para pensar los nuevos fenómenos, ya que no da cuenta de la producción de valor más allá de la fábrica y los lugares convencionales de trabajo. Esta caracterización –la del excluidm-- coloca a quienes no son asalariados en el lugar de víctimas que requieren atención. Esta posición no permite pensar tampoco el antagonismo capital/trabajo en los nuevos contextos de explotación, donde el capital se valoriza dentro y más allá de trabajo asalariado, por un lado, y por otro lado, se suele concentrar más la atención en quienes externamente pueden asistirlos que en su propio proceso de autoafirmación. El precariado, en cambio, se nos presenta como una figura capaz de gestar propuestas político-organizativas (además de productivas) que en su proceso de resistencia a los modos en que el capital precariza su vida, va creando alternativas al interior de la economía popular.
Así entendida, entonces, la economía popular no es el afuera del capital sino el conjunto de actividades laborales que se desarrollan por fuera del mercado formal trabajo, que incluye dentro de sí franjas precarizadas. De allí que no inscribamos dentro de lo que hemos dado en llamar Precariado en Acción al conjunto de población trabajadora en condiciones de precariedad, sino tan sólo a una franja que se ha organizado muy ligada a experiencias territoriales y en donde predominan las dinámicas comunitarias.
La CTEP, por ejemplo, plantea que la economía mundial se sostiene hoy en día en base a tres velocidades diferentes.
La economía mundial viaja en avión (grandes empresas, por lo general transnacionales), en tren (Pymmes, donde el trabajo es irregular) y en chancletas (“capitalismo residual” en el que surge una “explotación indirecta”. Por ejemplo: empresas que no contratan mano de obra vía trabajo asalariado pero compran productos elaborados por trabajadores no registrados que realizan sus quehacer laborales sin ningún tipo de reglamentación, en eso que Gago denomina “economías barrocas”, donde conviven las lógicas del emprendedorismo con las dinámicas colectivas de tipo comunitario). La misma lógica se plantea para el “empleo público”, que va desde asalariados en empresas como Aerolíneas hasta “beneficiarios” de programas sociales que el Estado emplea para suplantar en las tareas que antes se realizaban bajo convenio colectivo de trabajo. Esta situación, por lo tanto, genera una innegable fragmentación de las clases trabajadoras.
Siguiendo la ejemplificación (en lengua popular) que ofrece la CTEP, es claro advertir que la precarización viaja en chancletas, pero también en tren e, incluso, en avión (también la precariedad anida fuertemente –paradójicamente-- en el empleo estatal, donde --se supone-- el Estado debería regular y resguardar derechos de sus ciudadanos). Por eso la CTEP habla del agua, la leche y la crema de la clase trabajadora, o lo que es lo mismo, del yogurt, la chocolatada y el matecocido que consumen las hijas e hijos de trabajadores, según el “estamento” en el que les toque estar empleados.
De allí que resulte fundamental diferenciar el “trabajo precario” (incluso precario se puede estar bajo relación de dependencia) de la “precariedad” presente en la economía popular (sea en emprendedorismo personal o en proyectos colectivos/comunitarios), porque si bien en ambos casos no se accede a ningún tipo de derecho laboral, el tipo de dinámica política será diferente, al menos tal como se ha dado hasta el momento.
La conformación de un Sindicato Único del sector (la Unión de Trabajadores de la Economía Popular) cuenta con grandes ventajas para combatir esta situación (que en tanto herramienta unitaria desde la cual poder expresar un poder del conjunto del bloque social, más allá de sus tendencias políticas), pero también implica grandes riesgos.
Por un lado, porque puede perderse todo ese componente territorial/comunitario más ligado a la historia reciente de los denominados “movimientos sociales” en post de un corporativismo de tipo gremial. Por otro lado, porque el planteo va de la mano de ingresar como sindicato a la CGT, una central que, además de no ser la única existente hoy en Argentina, ha mostrado a lo largo de estas últimas décadas sostenerse ya no sobre un típico modelo burocrático, sino incluso empresarial/mafioso. De allí la necesidad de gestar el trazado de una serie de genealogías insurgentes, que permitan a las nuevas generaciones de activistas conocer experiencias y concepciones sindicales que nada tienen que ver con éstas, y trazar una estrategia de intervención tal que permita gestar los anticuerpos necesarios para que la apuesta implique fortalecimiento y no debilidad en la construcción del necesario poder popular que permitirá conquistar la justicia social y desarrollar un auténtico cambio social.

VI-
Resulta difícil entender la emergencia del Precariado en Acción sino es en el marco del doble contexto (nacional e internacional) de mutación del capital y, por lo tanto, de la composición técnica y política de las clases trabajadoras.
En el plano internacional, cabe mencionar que el Nuevo Orden Mundial que se instaura tras la caída de los socialismos reales (aquello que, tempranamente, el tardío Félix Guattari ya comenzó a llamar como Capitalismo Mundial Integrado: expansión tanto intensiva como extensiva del capital), no sólo se reestructura en términos económicos, sino que inaugura el período que el crítico cultural británico Mark Fisher denominó como “la era del realismo capitalista”, es decir, un momento en el cual el capital se presenta como un régimen sin fisuras, sin otros mundos posibles, al menos imaginables como alternativa. No es éste un dato menor, si se tiene en cuenta que, durante casi un siglo y medio (1848/1988), el capital se desarrollo bajo la permanente amenazada de ser derribado y dejado atrás por el comunismo.
De esto se desprende una conclusión que debemos asumir sin desánimo, pero con toda la crudeza del caso: carecemos de una teoría del cambio social para el siglo XXI. De allí la importancia de recuperar debates de los siglos XIX y XX, para operar una selección de elementos de los procesos y las teorías gestadas durante el “ciclo comunista”, (desde la publicación de El Manifiesto comunista hasta la caída del muro de Berlín), a la luz de procesar con la mayor precisión teórica que podamos las experiencias contemporáneas con las que contamos, todas acotadas y sin grandes victorias en su desarrollo pero que ofician como el suelo concreto desde el cual poder abordar hoy en día las discusiones necesarias para avanzar (esos referentes son el Estado comunal promovido por sectores del chavismo en el marco de la Revolución Bolivariana de Venezuela; los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno desarrolladas por el zapatismo en las “zonas autónomas” de México y el Confederalismo Democrático que lleva adelante el PPK en Kurdistán, por mencionar las de mayor renombre).
En el plano nacional, el neoliberalismo se instauró primero bajo el terror dictatorial, y luego –bajo las sombras de ese terror presente en la “democracia de la derrota”-- se consolidó durante la década del “peronismo del revés” (menemismo como “régimen democrático” que resultó ser una versión invertida del justicialismo: ni socialmente justo, ni económicamente libre, ni políticamente soberano), con todo lo que afectiva, racional y simbólicamente implicó para la memoria del movimiento más potente que el pueblo argentino gestó en su historia.
De allí la importancia de 2001, de la insurrección de diciembre como acontecimiento político, como momento que funcionó como una suerte de certificado de defunción del neoliberalismo en tanto “modelo de Estado”, situación que no implica dejar de ver los “enclaves neoliberales” que pervivieron durante “los años kirchneristas” (y que serán retomados y profundizados durante la gestión Cambiemos). Pero de algún modo, la revuelta de ese fin de año, las potencialidades creativas desplegadas durante el verano que le siguió, fueron el suelo sobre el que un nuevo ciclo de Estado pudo instalarse y sostenerse durante la larga década, incluso contando entre sus filas con algunos de los movimientos sociales que habían parido la resistencia anti-neoliberal y abonado a la crisis de representación que se había llevado puesto al conjunto de la dirigencia, incluso a la sindical y la política peronista, de la que emergieron luego Néstor y Cristina.
Recuperar 2001 desde otras coordenadas (éticas, estéticas, teóricas y políticas) a las que lo han hechos tanto las derechas como el progresismo puede ayudarnos a entender mejor ese momento político, ese “productivo intervalo de elaboración de saberes y estrategias” --como sostiene Diego Sztulwark en su libro La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político-- que afirman una potencia de existir ante las líneas mortíferas que presenta este sistema-mundo que habitamos. Subjetividades de la crisis, entonces, que nos permiten aprender a vivir invirtiendo la relación entre norma y excepción.
En este sentido, que los movimientos populares que vienen articulando ese Precariado en Acción hayan elegido el 20 de diciembre como fecha de lanzamiento de este nuevo sindicato, no deja de ser por demás llamativo y simbólico, ya que enlazan las dinámicas del presente con las del pasado reciente, al mismo tiempo que sientan una posición favorable respecto del roo dinamizador que las calles puede jugar de cara a los desafíos que se vienen.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Crónica del 10 D


Fiesta, desahogo y después

Por Mariano Pacheco*


La precisión en el Palacio, la vitalidad en las calles. Crónica del 10 D. Una pincelada sobre el día en que la Plaza de Mayo se transformó en el verdadero escenario de una auténtica fiesta popular.


El Palacio
A las 11.15 horas el derrotado presidente Macri bajó del helicóptero: llegaba, pero era claro que se iba. Dos minutos después, Marta --la vice-presidenta derrotada-- dio inicio a la Asamblea Legislativa, mientras Sergio Massa se preparaba para izar la bandera nacional. La sensación térmica para entonces, es de 34, 02°, y afuera del Congreso una multitud ya se encuentra concentrada a la espera de la asunción.
Para las 11, 23 Michetti nombra a Don Fernández y el protocolo deja paso a un unánime “Alberto Presidente, Alberto Presidente”. Tres minutos más tarde Cristina Fernández sale desde Constitución rumbo al parlamento. Minutos antes de las doce Alberto comienza a leer su discurso, que dura poco más de una hora, y en el que se refiere a temas centrales de las preocupaciones nacionales. Dice que la economía popular y sus movimientos organizados “serán actores centrales” de las nuevas políticas públicas y que se buscará desandar las injusticias y desigualdades a las que se ven expuestas día a día las mujeres, sobre quienes recae el trabajo doméstico. “Ni una menos debe ser una de las banderas de toda la sociedad y de las instituciones de la República”, expresó, a la vez que aseguró que “es deber del Estado reducir la violencia contra las mujeres hasta su total erradicación”.
El nuevo presidente también llamó a construir un nuevo contrato social y ciudadano, fraterno y solidario en un contexto de emergencia social y argumentó que “no hay lugar para el colonialismo en el siglo XXI”, en una referencia muy clara respecto de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, y la necesidad de una pujante unidad Latinoamericana, entre otras cuestiones, de las que no faltaron referencias a la defensa de los derechos humanos y la educación pública.


Las calles
Mediodía con sol radiante. Las columnas marchan desde Congreso y desde Avenida de Mayo y 9 de Julio hacia la Plaza de Mayo, ya sin rejas, donde se ha montado un enorme escenario por el que pasarán decenas de artistas durante todo el día.
Pasadas apenas las 14 horas Malena D´ alessio rapea con Bruno arias sobre el fondo de “El pueblo unido jamas será vencido”, la emblemática canción de la banda chilena Quilapayum, dando inicio al festival. Pleno agite por la plaza “recuperada” y reivindicación del ejercicio abierto de la solidaridad Latinoamericana (sobre todo para con Chile y Bolivia). “Se termino la pesadilla” y “La wipala se respeta carajo”, son dos de las consignas que se gritan desde el escenario, mientras abajo una multitud salta bajo el sol.
Todas las calles de los alrededores de la Plaza se van transformando con el paso de los minutos en pasarelas alternativas donde, en búsqueda de un poco de sombra, miles de personas transitan mientras cantan, bailan y se detienen para comprar algo de beber, conversar o descansar sentadas en el cordón de una vereda.
A Bruno Arias le sigue Sudor Marika, con un agite por Brasil, Chile y Bolivia y una reivindicación de las lesbianas, maricas y no binaries. El sol arde, los puestos de ventas de bebidas frías y vendedores ambulantes se multiplican al ritmo de la cumbia y el cuarteto.
Sobre Rivadiavia, en la primera cuadra de la Plaza, una enorme bandera blanca reclamando por una “Navidad sin presxs políticxs” y frente a la Catedral, un enorme y verde Increíble hulk –con remera de Ate-- flamea, encabezando las columnas de gremios que se concentran en la esquina de diagonal Sur. Suenan la trompetas y los bombos y pibas de clase media con remeras de Cristina se entremezclan con pibes pobres de barriadas que, en cuero y con viseras, levantan sus banderas de la CTEP y otros movimientos de la economía popular presentes en el lugar.
Sobre Avenida de Mayo las columnas y banderas azules del Movimiento Evita y las celestes de Somos-Barrios de pie se mezclan con las rojas del Movimiento Popular La Dignidad. Hay gente de La Cámpora y Nuevo Encuentro por varios lugares y desde el Peronismo Militante se mantienen incólumnes sosteniendo sus banderas. Por diagonal Sur hay varios gremios de la CGT y si bien en la misma Plaza de Mayo hay espacios para transitar, tanto en la zona del Cabildo como en los ingresos por avenida de Mayo y ambas diagonales las columnas se taponan y el ir y venir hacia ambos lados complica bastante el tránsito de los manifestantes.
Y así todo el día.


El cruce intergeneracional
A diferencia de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner y gran parte de las militancias juveniles que venían de ser protagonistas de los movimientos sociales emergentes en torno a 2001 (movimiento piquetero, fábricas recuperadas, asambleas barriales, agrupaciones universitarias y culturales) no acompañaban al nuevo gobierno, lo que sucedió este 10 de diciembre expresa con claridad un profundo cruce intergeneracional, no sólo expresado en la cantidad de familias presentes en la Plaza (madres, padres con niñes, pero también con hijas e hijos adolescentes, ya politizados), sino también por la composición de las columnas, donde podía verse a gente de todas las edades, desde pibas adolescentes con el pañuelo verde del aborto hasta personas mayores, que contaban en su haber –seguramente-- con miles de batallas libradas en lo que van de años de democracia, e incluso, de años anteriores a la última dictadura. A ese cruce intergeneracional no le faltaron canciones.
A las 17 Iván noble hace sonar “Patri”, el clásico tema de los años noventa, al que reversiona agregando un “Y se va, Macri se va”.
A las 17.30 una columna con la consigna “Argentina plurinacional”, con decenas de wipalas y banderas mapuches, pasa por la esquina de Florida y Avenida de mayo. Hacen sonar instrumentos autóctonos mientras cantan a la pachamama.


Es con todos
Con el correr de las horas pasaron varios músicos por el escenario: Andrés Calamaro, Eruca Sativa, Los super ratones, Litto Nebbia, David Lebón, Juanse de Los ratones paranóicos y Coti de Mala fama, dando al evento una amplitud de sonidos, ritmos y melodías.
A las 20 estallan los cánticos entre la gente con el himno nacional. En Diagonal Sur y Florida, el coreo es ensordecedor. “Alberto presidente, Alberto presidente...” y luego, la marcha peronista. Las chicas saltan y gritan “Alberto presidenta, Alberto presidenta...”.
Cristina, a diferencia de la mañana en Congreso, sí dio un discurso, en el que destacó la persecución padecida en estos cuatro años. “Pese a todo hoy estamos aquí”, dijo, y rescató el proceso de unidad alcanzado, además de pedir generosidad y humildad a los dirigentes (“uno es más grande cuando es parte de un todo, sino somos voluntades sueltas”) y expresar la lealtad como valor. Lealtad al pueblo, a la patria y a los más jóvenes. Cristina cierra sus palabras dando un guiño al nuevo presidente, y desde abajo, la multitud canta: “Alberto, querido, el pueblo está contigo”.
El nuevo presidente recuerda a Néstor Kichner, habla del futuro y rescata poder cerrar esa noche junto a Cristina.


A los discurso le siguen fuegos artificiales y se arma un gran pogo con Jijiji, de Los redondos. Son las nueve de la noche y parece que nadie se quiere ir. Comienzan los avances y reotrocesos, la gente que comienza a retirarse de la Plaza y la que se acerca, luego de haber permanecdio durante horas a una, dos o tres cuadras del lugar.
A las 23.30, después de 12 horas de haberse realizado el traspaso presidencial, la Plaza de Mayo y sus alrededores hay grupos de jóvenes tomando cerveza, saludándose o haciendo fila para comprar una hamburguesa o un choripán. Sobre Diagonal Norte, camino hacia la 9 de Julio, dos muchachos tocan con sus trompetas la Marcha Peronista, detrás de una parrilla donde agonizan las últimas brazas. La gente que pasa caminando se detiene. Hay quienes colocan dinero dentro de una gorra que los músicos han puesto “a modo de colaboración”. Pasan jóvenes y cantan “Alberto Presidente” y otros “Presidenta”, retomando las palabras finales del Fernández, que al cerrar dijo “volvimos y vamos a ser mujeres/mejores”.
Es casi medianoche, y hay quienes en aún tocan sus instrumentos. O más bien, como alguna vez Mario Benedetti escribió en un poema, “tocan el bombo con su más generoso rencor”.
* Revista Zoom