¿Qué
hacemos con nuestros fantasmas, nuestros sufrimientos y los ajenos, con la dificultad
por gestar una empatía con el otro, con los obstáculos por sostener una vida en
medio del caos?
Algo
de todo esto aparece tematizado en “Tutto chiede salvezza” (Todos quieren
salvarse), serie de Netflix que tras el estreno de la primera temporada (octubre
de 2002), llegó recientemente a las pantallas con su segunda temporada de 5
episodios.
La
historia, basada en la novela homónima de Daniele Mencarelli (2020) cuenta
con la dirección de Francesco Bruni, y se centra en este segundo tramo en Daniele
(Federico Cesari) y Nina (Fotini Peluso) a quienes en la primera temporada vimos
juntos (rompiendo reglas y uniéndose en pasión amorosa en la terraza de un
auspicio), internados en una clínica de salud mental, ahora, los vemos afuera,
separados, aunque unidos por una hija en común.
De
la mano de la cuestión tan actual de la “salud mental”, aparecen otras
problemáticas que hoy son parte de la discusión pública contemporánea, como la
disidencia sexual, las dificultades para encontrar orientaciones de sentido a
la existencia (sobre todo entre las franjas juveniles), la presión por “ser exitosos”.
Con
personajes consolidados en sus historias y actores y actrices compenetrados en
ellas, en esta segunda parte da la sensación que la “locura” aparece menos
romantizada, más real y, por lo tanto, más atravesada por la contradicción, por
las contradicciones múltiples de la vida.
El
caso emblemático de Daniele, que pasa de paciente internado a paciente
ambulante pero también enfermero de la misma institución (con todo lo que
implica ese ir y venir de sus dos funciones), y de Nina, tensionada entre el
amor a su hija y el cariño que aún siente por Daniele y el desamor de su madre
que la presiona para que actúe nuevamente y gane dinero, y afronte un proceso
judicial para prohibir que su hija vea a su padre, estructuran toda la trama en
la que no dejan de aparecer varios personajes de la primera temporada, tanto
los vivos como los muertos y, por lo tanto, también el debate de qué hacer con ellos
(con los muertos que siguen presentes, con los vivos que andan como muertos).
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