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martes, 26 de marzo de 2013

Revisitando, nuevamente, a Rodolfo Walsh

Resistencia popular: información, rumor y acción psicológica 

Por Mariano Pacheco. Publicado en  http://www.marcha.org.ar




El mismo 24 de marzo de 1976, a través del bando N° 19, la Junta de Comandantes anunciaba: “Será reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio divulgare, difundiere o propagase comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas”. También decía que sería reprimido con reclusión de hasta diez años, “el que por cualquier medio divulgase, difundiere o propagase noticias  con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”. Evidentemente, en ese contexto, la escritura no sólo comprometía un nombre, cierto prestigio o las posibilidades de publicar y expresarse, sino también la vida, de cuerpo entero. De allí que las experiencias de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA) y de Cadena Informativa (CI), diseñadas e impulsadas por Rodolfo Walsh, hayan sido una clara apuesta militante por perforar el muro de silencio impuesto por el terror.
Información, rumor y acción psicológica sobre el enemigo fueron las bases de la estrategia comunicacional de resistencia popular ideada por Walsh –oficial segundo de la organización Montoneros– para enfrentar a la dictadura. Por eso escritura y militancia, en esta perspectiva, no aparecen contrapuestas sino que se funden. El escritor es un militante, y el militante, alguien que escribe. Un escritor que interviene desde su escritura, pero que no se queda en ella, sino que da un paso más y se incorpora al “ejército del pueblo” como un combatiente más, aunque sin abandonar sus funciones “especializadas”.
Como parte de sus batallas, Walsh escribe en esos meses una serie de cartas estremecedoras, con motivo de las muertes de su amigo y compañero de militancia Francisco Urondo, primero, y de su hija María Victoria (Oficial 2º de la Organización Montoneros, responsable de la Prensa Sindical), después. “Carta sobre la muerte de Paco”, en julio de 1976; “Carta a Vicky”, en octubre; y “Carta a mis amigos”, en diciembre.
Las cartas son conocidas y hoy en día (por suerte) de fácil accesibilidad, producto de las posibilidades que brinda internet. Así que no voy a detenerme en citarlas. Sólo destacar algunas cosas de cada una de ellas. Pasajes a través de las cuales creo que puede verse sintetizada la vida, la producción y el pensamiento de Rodolfo Walsh.
Siguiendo el orden de las cartas, rescato la que a mi entender es la gran doble lección que Walsh extrae de Paco: por un lado, la de saber escuchar –algo que Walsh, además, venía haciendo desde hacía por lo menos dos décadas, cuando se embarcó en la escritura de Operación masacre, esa travesía que le cambiaría la vida-. Por otro lado,  la de haberse quedado cuando hubiese podido exiliarse (“Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en la Habana, tenías amigos, lectores, traductores… Preferiste quedarte”). Algo que Walsh también sostendrá como posición respecto de sí mismo.
Del modo en que Walsh tramita ese golpe inmenso que implicó la muerte de su hija me quedo con tres cuestiones. La primera, su capacidad para expresar –sin desmerecer ninguna de las dos dimensiones– el doble dolor que siente, en tanto padre que ha perdido a su hija, y en tanto combatiente que, por su condición de clandestinidad, no puede despedirse como cualquier persona. En segundo lugar, la primacía que otorga al aspecto  colectivo en tanto que, más allá del sufrimiento por la pérdida, no siente “lástima” por la muerte de su hija, sino “orgullo” por cómo ella vivió, y cómo fue consecuente con lo que dijo/hizo en vida, hasta su último acto, impulsando además un nuevo instrumento de combate, Cadena Informativa (recordemos que “Carta a mis amigos” termina apelando a esa concepción tan particular que Walsh tenía de la heroicidad, convocando a que cada uno de los lectores transmitiera esa información a otros, “por los medios que su bondad les dicte”). Por último, rescato la lucidez de Walsh para, en medio de textos de estas características, poder reflexionar acerca de la situación política que atraviesa Montoneros. Pueden rastrearse en estas cartas las marcas de lo que Walsh sistematizará semanas después (en los denominados “Pepeles”) como la “derrota” militar de la organización. Derrota que, de no corregir el rumbo –dice– podría transformarse en exterminio liso y llano de la fuerza.
La “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar”, así, se transforma en un núcleo condensador de toda la experiencia y las reflexiones de Walsh durante los últimos nueve meses: aportar toda su experiencia de dos décadas para hacer, junto a un puñado de militantes, aquello que la organización en su conjunto parecía no estar muy dispuesta a hacer. Es decir, a replegarse para librar una batalla cuya característica central es la de la resistencia (estructuras descentralizadas, no tener respuesta ante la pregunta por el poder, apostar a golpear las fuerzas enemigas sin exponer demasiado las propias).
Walsh apeló, con “las cartas” y la “cadena informativa”, a un elemento muy presente en la cultura popular. Se propuso promover la necesaria solidaridad horizontal que pudiera quebrar el miedo, informando al pueblo, a la vez que incitando a que los lectores fueran a su vez emisores de esa información.
Distribuyendo su carta, armado y dispuesto a no caer vivo ante sus enemigos, Walsh quizá pensó en lo mismo que su hija antes de caer sin vida bajo las balas de sus verdugos: “Ustedes no nos matan: nosotros elegimos morir”. Como él sabía, recuperando su condición de escritor, de intelectual, no le otorgaba ningún privilegio. Por eso lo vivió como una responsabilidad militante más: dispuesto a brindar testimonio en momentos difíciles.


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