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sábado, 11 de agosto de 2018

Prólogo al libro Tinta militante (La luna con gatillo editorial)


Guerrilla poética: Carlos Salinas y la palabra revolución en tiempos de contrarevolución
Por Mariano Pacheco


Si mi poesía no sirve para cambiar la sociedad, no sirve para nada
Declaración jurada”, Roberto Santoro.


La poesía no les pertenece. A ellos, los poderosos del mundo. Y este libro de Carlos Salinas viene a poner sobre la mesa, en gran medida, el derecho a sostener esta tesis. Les pertenecen la mayoría de las editoriales, las imprentas, las distribuidoras, las librerías, los contratos con derechos de autor, pero la poesía no. “Un poema también puede ser una hoz”, escribe Salinas, dejando en claro desde el vamos que sus poemas involucran un posicionamiento. Palabra clave para leer este libro, como queda planteado desde el primer poema, y explicitado desde el segundo (“Seré político entre tu perverso apoliticismo”). La alegría tampoco les pertenece, afirma. La revolución menos, nos gustaría agregar. “Tuvieron el descaro de adueñarse de un color”, subraya Salinas, en este, su cuarto libro, el primero de La luna con gatillo. Y sus líneas nos recuerdan a los inicios de este proyecto, primero como programa radial semanal, en el que tuvimos el agrado de contar con dibujos de Diego Abú Arab, artista plástico de la zona sur del conurbano bonaerense ahora radicado en Gualeguaichú. Entonces El Turco –como le decimos los amigos— confeccionó varias imágenes destinadas a difundir la “trinchera radiofónica” en las redes sociales virtuales. Y una de ellas fue un dibujo de una luna amarilla. “Que no nos roben el amarillo”, insistía entonces Abú Arab, mientras Mauricio Macri daba sus primeros pasos en la presidencia de la Nación, mientras la patria comenzaba a ser castigada por las políticas regresivas de la Revolución de la Alegría.
Salinas, el poeta-guerrillero que trae ante nosotros la palabra revolución en épocas de contrarevolución. Un poeta-guerrillero no a lo Francisco Urondo o a lo Roberto Santoro, sencillamente, porque no existen ya guerrillas en Argentina (aunque sí en el mundo, mal que les pese a los apologistas del parlamentarismo hoy reinante, y así lo demuestra el zapatismo en México, los “Elenos” en Colombia y el PKK en el Kurdistán), pero sí en tanto que Salinas no deja de tener presente el principio de movilidad y además de que no deja de cultivar cierta sabiduría respecto de elegir cuando atacar y cuando replegarse con su poesía. Por otra parte, el autor de este libro suele ejercer casi a diario el oficio de la guerrilla poética, sea porque carga los ejemplares de sus publicaciones en la mochila y sale por ahí a realizar presentaciones y conversas en programas de radio, sea porque se junta con su co-equiper Claudio Sarmiento y hacen alguna que otra intervención poético-musical, sea porque sale a la lucha en la búsqueda de ir liberando territorios para la esperanza, que no es espera sino convite, es decir, puro movimiento.
Quien lea estas páginas se dará cuenta que además de la creatividad puesta en juego en toda producción poética, hay también un meticuloso trabajo de producción en la elaboración de estos textos; una suerte de antropología historiográfico-poética muy similar al método que, también en Córdoba, lleva adelante Jorge Villegas (dramaturgo, director del grupo Zéppelin), a quien Salinas le dedica incluso un poema.
Salinas habla en sus poemas de cosas concretas, de cotidianeidad. No le teme al realismo (tan denostado por las modas posmodernas de las últimas décadas) y recoge el desafío planteado alguna vez por Raúl González Tuñón, de llevar adelante una literatura que ponga en juego, simultáneamente, la imaginación, la creación y el juego con el lenguaje y la poesía que puede verse allí en la realidad. Tal vez por eso en su momento Salinas aceptó nuestra invitación a participar del homenaje a Tuñón que hicimos en Córdoba, en donde leímos textos fundamentales como “La luna con gatillo”, “Brigadas de choque” y “A nosotros, la poesía”, y en donde él leyó el texto dedicado al autor de “La rosa blindada” que ahora publica en este libro. Tuñón, el tío que elegimos porque no tiene la autoridad de un padre que quiere imponer una tradición, pero que trasmite un legado susceptible de ser apropiado en el presente, y puesto en juego a la hora de realizar una crítica política de la cultura contemporánea.
Contra, escribía Tuñón: el individualismo; la democracia burguesa; la demagogia burguesa; la pedagogía burguesa; la academia burguesa.
Contra la meritocracia y la posverdad, escribe Salinas, interpelando, incomodando y preguntándose asimismo por qué una gorra te altera tanto el pensamiento.
Quienes lean este libro se toparán con un cruce permanente entre historia, actualidad y porvenir. Los nombres de figuras actuales y de la historia reciente de nuestro país se entrecruzan con otros de tiempos más lejanos y también, con nombres que tal vez el lector o la lectora no sepa quienes son si se encuentra por fuera de Córdoba. Córdobas que se superponen y siguen dialogando en tensión, con el país, el continente, su propio pasado. Agustín Tosco y Evo Morales; Mario Roberto Santucho y Milagro Sala; la Masacre de Avellaneda y la Masacre de Trelew; Maximiliano Kosteki, Darío Santillán y El Negro Atilio López; Agustín Tosco y Santiago Maldonado; Luciano Arruga y el Comandante Segundo Jorge Ricardo Masetti; Jorge Julio López y John William Cooke; la anarco tras Maite Amaya y el Comandante Ernesto Che Guevara; el cura guerrillero Camilo Torres y el desaparecido en democracia Facundo Rivera Alegre; Guere Pellico; el pibe “gatillado” en un barrio cordobés, y Claudio Pocho Lepratti, fusilado en un barrio rosarino; Carlos Fuentealba rematado en la patagonia, y René Salamanca detenido-desaparecido en La Docta del terror; “La Claudia” o un albañil, pongamos por caso, uno de Villa El Libertador (barrio popular en donde Salinas trabaja como profe en una escuela; territorio en donde se supieron erigir “fortines montoneros” y en donde hoy Cambiamos arrasa en las elecciones) aparecen en este libro, de algún modo, dialogando a través de una poesía que no teme ser arte y parte del presente que nos toca vivir.

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