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miércoles, 30 de octubre de 2024

Sobre “El viejo roble”, de Ken Loach


 Fui a ver al cine Lorca, hace poco,  “El viejo roble”, último film de Ken Loach.

Se llama así por el bar donde acontece todo, pero uno podría pensar en el propio director.

No sé si es el contexto (nacional/ internacional) o qué, pero debo decir que si bien no me emocionó tanto como “Tierra y libertad” (es cierto, la vi en 1996, con toda la energía de los 15 años y de los comienzos de la militancia política) o incluso “El viento que acaricia el prado” (que también vi en un cine de la calle Corrientes cuando se estrenó en 2006, aunque no en el Lorca sino en la sala que funcionaba en el Teatro Astral), esta película me interpeló sobre desde la entereza ético-política de su director (y no tanto por el film en sí, que recae un poco en cierto realismo burdo y buen intencionado).

Con guion de Paul Laverty y un elenco de actores y actrices no profesionales, el director británico pone en escena lo que acontece con la población de Durham (un barrio proletario inglés) cuando llegan refugiados sirios. Lo central, creo, es cómo una sensibilidad actual puede despertar los fantasmas de una genealogía de luchas, y cómo lo analógico puede cobrar un destacado relieve en el actual mundo digital.

Pero como decía, lo que me emocionó fue una suerte de detrás de escena, el saber que Loach está por cumplir 90 años y es emblema de la grandeza de esa “vieja guardia” no deja de seguir planteando cuestiones candentes de la escena contemporánea, como lo son el racismo y la xenofobia en Europa, no al interior de las clases acomodadas de la sociedad (cosa que uno se espera) sino entre las clases trabajadoras, entre las mujeres y hombres de abajo.

Pero el film no es simplemente denuncia de esos males, sino testimonio (desde la ficción) de aquello de lo que aun somos capaces cuando vemos en el otro un semejante, y podemos conmovernos por sufrimientos ajenos y hacerlos propios (al fin y al cabo esa era la máxima guevarista por excelencia: “sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”, supo decir el Che).

 

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