Borradores de un
trabajo futuro
Sobre
el Mono se construyeron varios mitos. O en todo caso, había un aire
de historias que rodeaban a la figura de el Mono.
Se
decía de su perro que era un merquero, como él (o más bien, qué
él hacía consumir cocaína al perro). También que la merca que
vendía estaba cortada con geniol. Se contaba que el Mono había
estado varias veces preso, pero que el comisario de Quilmes prefería
tenerlo afuera, porque en la tumba armaba más quilombo que en las
calles. También que nadie, en la cárcel, se animaba a tocarle un
pelo. El hecho de que el Mono tuviera la estantería vacía reforzaba
la versión. Porque el Mono en la boca sólo tenía olor a podrido,
ni un solo diente. Según se decía por lo bajo, los había perdido
en sus primeras estancias en la cárcel, pero luego ya nadie se le
acercó. Y no sólo porque no tenía diente por bajar, sino porque
cuando enfurecía parecía, más que un mono, un orangután.
El
Mono no era punky, más bien se burlaba de los integrantes de esta
tribu. Pero por alguna extraña razón paraba en los videos de
Alsina, antro punky de Quilmes por excelencia. Es cierto que por
aquellos años (inicios de la década del 90) él vivía a media
cuadra de Alsina y San Martín, pero también es cierto que su casa
estaba, por ejemplo, a una cuadra y media de la estación, con lo
cual podía parar en el carrito que la hinchada de Quilmes tenía al
costado de los andenes del tren que va para La Plata, o en el otro
bar donde iba la banda cervecera, del otro lado de las vías. Pero
no, el Mono iba y paraba en los videos de Alsina. Y se hacía un
llegue a casi todos los recitales de Sin Ley. Por supuesto, él era
amigo de los pibes de la banda así que nadie le decía nada. Bueno,
de tanto en tanto algún desconocido se caía a un recital y capaz se
topaba con la irreverencia del Mono. Como esa vez que uno lo miró
mal y él agarró el vaso de cerveza de plástico y se lo dio vuelta
delante de las narices, o esa otra vez en que un punky no sé que le
dijo de su remera de los Rolling Stone y él se escupió la mano
derecha, se la apoyó al pibe sobre la cresta y se la aplastó. Decí
que apareció el Twitti, que parece que conocía al pibito punky de
su barrio y evitó la carnicería.
Con
Twitti tuve mi segunda banda, la primera de punk rock, pero eso lo
contaré en otro momento.
El
Twitti era un punki viejo (tenía más de 20, y trabajaba en una
metalúrgica) y era tan o más malo que el Mono. Sus historias
también eran leyendas en Quilmes, pero de ellas hablaremos
igualmente en otro momento, porque aquí, en este lío, nuestro único
héroe es el Mono.
“Vos
dale al pi-pi”
Nunca
tuve mucho trato con el Mono. Sí con el Tavo, uno de sus mejores
amigos. El tavo tenía una moto, en la que andaba siempre con Carla,
su novia (la piba más linda que todos conocimos en aquellos años;
bueno, o al menos tan linda como Eugenia, al novia de Twitti). Los
tres eran inseparables: Carla, la moto y el Tavo. Lo único (o el
único más bien) que podía romper esa trinidad era el Mono. A veces
el trío eran Tavo, la moto y el Mono. Otras veces eran simplemente
el dúo dinámico: Tavo y el Mono. Y aquella vez, por alguna extraña
razón, la dupla fueron el Mono y la moto.
¿Por
qué me subía la moto aquel día? No lo sé. Tal vez por
aburrimiento.
El
hecho es que era un día a la siesta. Seguro ea sábado, porque los
domingos los videos cerraban y los días de semana yo también paraba
ahí, con otro grupo, el de las pibas y los pibes del colegio. Así
que si estaba allí solo es porque era sábado.
La
cuestión es que estaba sentado sobre la caja de gas que estaba al
costado del edificio contiguo a los videos, sólo, mirando al gente
pasar. Y de repente dobla por Alsina el Mono, que venía a los pedos
por San Martín, y clava los frenos al verme.
--¿Qué
haces acá sólo pelotudo?
--Nada
Mono, boludeando un rato…
--Vení,
vení conmigo. Gordo: ¡cargame el tubo con cerveza! Bien fría, he.
¡No te hagas el pelotudo!
Subimos
a la moto y empezamos a vueltear. La primera esquina la pasé con los
ojos cerrados. La segunda, pidiendo al Mono que al menos tocara la
bocina. Pero él me dijo que con una mano manejaba y que con la otra
sostenía la botella, así que no podía. Insinué sostener yo la
botella, pero la idea no le gustó, así que sólo atinó a
responder:
--En
las esquinas inclinate padelante, llegate a la bocina y hace pi-pi.
Así
que así fue: en cada esquina yo tocaba la bocina, y él reía sin
parar.
Fue
la única vez que pasé un rato largo con el Mono. Al menos los dos
solos.
La
verdad es que me cagué de risa y sentí una adrenalina como nunca
antes había sentido.
Después
de dar mil vueltas por el centro el mono encaró para abajo y agarró
camino al río. Terminamos en la costanera, en unos antros en donde
al parecer él se manejaba como pez en el agua. Yo lo esperaba afuera
igual, con la moto encendida. En una de esas lo veo al Mono correr al
grito de “Nos vamooos”. Subió a la moto, ya encendida, y
partimos. No sé que pasó ahí adentro. Tampoco le pegunté. El
hecho es que salimos rajando, agarró una calle interna y en una que
dobló no sé si fue por la tierra o porque agarró alguna piedra o
qué, pero nos fuimos a la mierda. Yo me raspé el codo, y la
rodilla, pero él se llevó la peor parte. La botella de plástico
con cerveza quedó tirada junto a la cuneta. La moto, por suerte, no.
No sé cómo pero arrancó, y el Mono –con un corte profundo en la
pierna-- arrancó. Yo miraba su sangre y sólo pensaba en eso que
otro que se decía de el Mono: que tenía sida. No sé si era cierto
o no. Sólo sé que sus brazos daban cuenta de que se picaba, pero
nada más. De ahí al sida, no sé.
Cuando
llegamos a los video, ya de tarde, estaba Tavo esperando al Mono. Se
agarró la cabeza cuando lo vio al Mono aparecer con la pierna hecha
mierda y la moto peor.
No
le dijo nada. Ni por la moto ni por la pierna. Sólo agarró la moto
y se fue.
“No
sé para donde fue”
El
mono iba caminando/estaba tomando no paraba más. No sé. No sé. No
sé para donde fue…
La
primera vez que Sin Ley tocó “No sé” el pogo fue descomunal. Al
menos el pogo de los chicos de mi barrio, la banda de los videos de
Alsina que seguíamos a la banda a donde sea que ella fuera.
La
canción es corta y letra mucho más. O dice demasiado pero dice
mucho de el Mono. Y de la banda de pibes de aquellos años. “El
Mono iba caminando estaba tomando y no paraba más. No sé. No sé.
No sé para donde fue”.
Nunca
le pregunté al Dudu el por qué de esa canción. En los videos se
decía que fue por aquella vez en que el Mono fue en cana y no por un
día o dos. “El Mono se zarpó”, se escuchaba esa semana cada dos
por tres. ¿Qué pasó? Nunca lo investigué. Lo que se decía es que
una tarde como cualquier otra, el Mono iba caminando, estaba tomando
y no paraba más. Y nadie supo a dónde fue. Pero “se dice” por
ahí que se subió a un camión que estaba circunstancialmente parado
sobre la calle, con su chofer comprando cigarros en el kiosco, y
arrancó. Nadie sabe tampoco si el Mono no sabía manejar, o de tan
drogado que estaba no pudo seguir mucho más. El hecho es que a las
dos cuadras chocó, y así, con sangre en al cara, lo detuvieron y lo
llevaron para adentro, donde pasó varios meses. Aunque en los videos
de Alsina se decía que el Mono estaba caminando, estaba tomando y no
paraba más. Y que no se sabía, no sabía, no se sabía para dónde
había ido.
Leyendas
urbanas, quienes sabe. De todos modos, más creíble que el show que
entonces montaban los medios masivos de comunicación.