I-
¿Cuándo fue que
Guevara dejó de funcionar como aguja enhebradora de distintos hilos
generacionales? La figura del Che supo articular las experiencias de las
militancias que resistimos la ofensiva del capital de los años noventa (el
menemato en Argentina, el Nuevo Orden Mundial Neoliberal a nivel internacional)
con quienes habían peleado antes: ni el Plan Cóndor que coordinó la represión
en el Cono Sur ni la dictadura genocida argentina habían logrado extirpar su
fuerza arrolladora entre la juventud. A lo sumo, al calor de la época, el
comandante nuestroamericano se convirtió en un eslabón más de la cadena consumista
que caracterizaba aquellos días: remeras, buzos, parches, mochilas… ¡hasta
calzoncillos del Che se llegaron a fabricar! Pero también su figura tuvo una proliferación
entre la juventud que, sin ser militante, asumía la rebeldía frente a lo dado
desde los recitales de rock o las canchas de fútbol:
“Una bandera que diga
Che Guevara/ un par de rocanroles
y un porro pa fumar/ Matar un rati para vengar a Walter/ Que en toda la
argentina comienza el carnaval”.
Esa contracultura contestaria,
en muchos casos, supuso un rechazo, una impugnación del capitalismo por otros
medios, inspirados en un costado menos militante, pero no por eso menos potente
(¿no había algo de rebelde también en el revolucionario Guevara, ese dirigente –e
incluso funcionario del Estado revolucionario cubano– que expresó una incomodidad
con los formalismos burocráticos, desde la informalidad de su apodo Che, hasta
sus pantalones de guerrillero que portaban un broche de colgar la ropa en las
botamangas?).
II-
“Siempre quedan
rezagados, y nuestra función no es la de liquidar a los rezagados, no es la de
aplastarlos y obligarlos a que acaten a una vanguardia armada, sino la de
educarlos, la de llevarlos adelante, la de hacer que nos sigan por nuestro
ejemplo… el ejemplo de sus mejores compañeros, que lo están haciendo con entusiasmo,
con fervor, con alegría día a día. El ejemplo, el buen ejemplo, como el mal
ejemplo, es muy contagioso, y nosotros tenemos que contagiar con buenos
ejemplos… demostrar de lo que somos capaces; demostrar de lo que es capaz una
revolución cuando está en el poder, y cuando tiene fe”.
Las breves y
sencillas palabras que Guevara escribe en su texto titulado Sobre la construcción del partido darían para ser desmenuzadas en un libro entero.
¡Cuántas aristas en tan pocas líneas! Me veo tentado de hacer un link con el filósofo
Spinoza en torno a lo que puede un cuerpo, y no sabemos de antemano (¿qué puede
un pueblo?); también a vincularlo con José Carlos Mariátegui, el Amauta, en torno
a aquello de que los pueblos con victoria son aquellos capaces de gestar un “mito
multitudinario”, porque la historia la hacen los hombres (y las mujeres, le
agregaríamos hoy) “poseídos e iluminados por una creencia superior”, tal como
escribe en El hombre y el mito, texto en el que destaca “la pasión y la fe”,
la “emoción revolucionaria” que funciona en el siglo XX como una fuerza religiosa
para el proletariado, quien se diferencia de la burguesía de entonces por
poseer este “mito de la revolución social”, en lugar de caer en posiciones “incrédulas,
escépticas, nihilistas”.
Es esta dimensión la
que, más cerca de nuestro tiempo, supo rescatar el teólogo brasileño Frei Betto,
cuando en su Carta abierta al Che (escrita en octubre de 2007), sostiene:
“nos ha faltado destacar con más énfasis los valores morales, las emulaciones subjetivas,
los anhelos espirituales”. Algo que Guevara nunca dejó de tener en cuenta, cuando planteaba que había que “contagiar con el ejemplo”.
¡Qué distancia ético-política entre esos planteos y los de quienes hoy hablan
de la justicia social, pero se pasean en yate por el mundo, o viven en un country
o en un departamento lujoso en Puerto Madero!
III-
¿Cómo contraponer un
tipo diferente de subjetividad a la de la regla capitalista fundada en la
materialidad y el interés? En estas cosas pensaba el Che en los ratos de pausa
tras la incansable acción revolucionaria. Guevara es un marxista, se sabe. Pero
también se sabe que su praxis excluye el dogmatismo. Huye de él como quien
escapa de la peste. No anda, precisamente, con un manual soviético bajo el
brazo. Por eso lee, estudia, pero también hace un llamado a “actuar
permanentemente preocupados de nuestros propios actos”. Y por eso hoy, luego
del siglo de crisis de las perspectivas humanistas, llamados como los del último
Horacio González nos permiten rescatar al pensamiento y la acción de Guevara
desde coordenadas que huyan a la nostalgia, y permitan una reapropiación de
esos pasados sin retroceder en los avances, en sentido emancipador, que han
tenido las contribuciones teóricas que combatieron el sustento burgués del humanismo.
¿Cómo recrear un humanismo crítico para el siglo XXI? ¿Cómo hacerlo en momentos
de estupidez extrema como la actual?
“Se plantea a todo
joven comunista ser esencialmente humano, ser tan humano que se acerque a lo
mejor de lo humano, purificar lo mejor del hombre por medio del trabajo, del
estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos
los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la sensibilidad hasta sentirse
angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para
sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva
bandera de libertad”, dice en Qué debe ser un joven comunista.
Hoy que se afirma con
tanta liviandad que “la rebeldía se volvió de derecha” y que la juventud ha
virado a posiciones reaccionarias, neofascistas, bien podríamos pasar a la
ofensiva (ideológica, sensible) y revisitar los horizontes emancipatorios que
implicaron las ideas comunistas, por más que no sea ese el nombre que circula
en la lengua política local, más impregnada en tradiciones nacional-populares,
latinoamericanistas, que desde esa singularidad no dejan de tener presente la
apuesta de la igualdad, esa en la que la justicia y la libertad no se
contraponen sino que funcionan como un tríptico inescindible.
IV-
“Forjarnos en la
acción cotidiana”, plantea el Che en El socialismo y el hombre en Cuba. La
revolución tiene que ver con eso: no sólo socializar aquello que la propiedad
privada expropia de la cooperación social para usufructo de una minoría, sino
gestar un nuevo tipo de humanidad. Crear lo nuevo mientras dejamos de ser
aquello que hicieron de nosotros, para decirlo con la conocida fórmula empleada
por Jean Paul Sartre.
Si Guevara tiene
vigencia no es tanto por sus reflexiones políticas, sus estrategias y tácticas,
que se corresponden a un momento muy determinado de la historia (el siglo de
las revoluciones, el “continente caliente” atravesado por el primer triunfo y
construcción del socialismo en estas tierras de la Patria Grande), sino por ese
debate que introduce en torno al “tipo humano” que produce el sistema productor
de mercancías y, sobre todo, por la apuesta a gestar un nuevo tipo de experiencia
humana. Es allí, para decirlo con León Rozitchner, en donde la militancia se
juega el todo por el todo por construir no sólo una forma de vida diferente que
se exprese en actos (esas “cosas concretas” que tanto le gustaban remarcar a
David Viñas) sino también una nueva racionalidad, otra sensibilidad. Para
ello la subjetividad política tiene que ser, necesariamente, parte de una
agenda de intervención, y de elaboración en la que se tenga en claro que
nuestra lucha (como la del Che y sus compañeras y compañeros de ruta), es sobre
todo porque “no queremos ser más esta humanidad”.
*Texto publicado en el libro Revolución, rebeldía y espezanza. Escritos sobre Ernesto Guevara, cmpilado por la "Comisión Homenaje al Che"
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