Por Mariano Pacheco
No
es sólo ajuste económico, sino también política de la crueldad que contribuye a
generalizar la precariedad psíquica de las grandes mayorías. La ofensiva
generalizada del gobierno encentra obstáculos en dos pilares fundamentales de
la memoria nacional de la vida popular argentina: la educación y la salud
pública.
No es sólo ajuste económico, sino
también política de la crueldad que contribuye a generalizar la precariedad psíquica
de las grandes mayorías. La ofensiva generalizada contra aquello que no tienen
empacho en caracterizar como “aberración” (la Justicia Social), está en el
centro del gobierno de La Libertad Avanza.
Por eso, junto con la transferencia
indiscriminada de ingresos desde las grandes mayorías trabajadoras hacia el
minoritario sector de poder concentrado, el gobierno libertariano arremete con
fuerza contra esos dos pilares fundamentales de la memoria nacional, de la vida
popular argentina: la educación y la salud pública.
Es en ese marco que, durante el
pasado fin de semana, el Hospital Nacional Laura Bonaparte captó el centro de la
atención de las noticias del país, ya que durante la jornada del viernes, el
ministro de Salud Mario Lugones anunció el cierre del establecimiento. Lo hizo en
la misma semana en que despidió a los miembros del Consejo de Administración
del Hospital Garrahan, y bajo el “argumento” de “baja productividad” de la
institución de salud mental.
Todo esto en medio de una situación
en la que la mayoría de las y los trabajadores cobran menos del sueldo básico
mínimo, quedando incluidos debajo del índice de pobreza, ya que desde diciembre
pasado han percibido un incremento menor del 10%, sumando a esta angustia la
incertidumbre de la continuidad laboral puesto que los contratos pasaron en
2024 a ser trimestrales.
Tal como viene sucediendo en otros
casos, también en este las declaraciones oficiales se prestaron a confusión y
complementaron su sentido con operaciones realizadas desde las empresas monopólicas
de comunicación, como Clarín y La Nación. “Los números no cierran”;
“en todo 2023 el hospital alojó a 16 internados”; “a la guardia van tres
pacientes por día”; “una inversión de $17.000 millones anuales para 600
empleados y 600 pacientes, ¿cómo se sostiene?”, fueron algunas de las declaraciones
de “fuentes” difíciles de verificar.
La respuesta de la comunidad hospitalaria –que se encontraba en asamblea
en medio de una pelea por reactualización de los salarios para sus trabajadores
e incremento de habares para sus residentes– fue inmediata: declaración de “estado
de alerta” y convocatoria a una vigilia para rodear de solidaridad el
conflicto, que fue escalando con el correr de las horas, hasta llegar a ser
tomado por las y los manifestantes.
“Un ataque a la dignidad
humana”
Así caracterizó a la maniobra del gobierno
nacional, en diálogo con este cronista, una de sus trabajadoras, la psicoanalista
Soledad Arrieta, coordinadora del dispositivo de
orientación y apoyo a la urgencia en salud mental- 0800. Arrieta subraya el
carácter “nacional” de su labor, ya que a ese número llaman personas de
distintos rincones del país, a veces con situaciones de riesgo subjetivo crítico,
como esa adolescente de catorce años que le tocó atender hace unos días, quien
se comunicó con ella mientras se encontraba encerrada en el baño de un colegio,
gillette en mano, anunciando que estaba por quitarse la vida. “Quieren derribar
este hospital porque somos referentes de la Ley Nacional de Salud Mental”,
comenta, entre orgullosa y angustiada, sin dejar de remarcar que circulan
muchas malintencionadas interpretaciones de la Ley (sobre todo de sectores de
la salud privada), como aquella que sostiene que no es posible internar o que
sólo puede hacerse por dos semanas. “Eso no es así, lo que pasa es que se
utiliza como último recurso, porque al fin y al cabo, estás privando de la
libertad a un paciente”, dice, y luego constato, ley en mano, al leer entre sus
artículos que la internación “debe ser lo más breve posible, en función de
criterios terapéuticos interdisciplinarios”, y que en caso de que sea involuntaria,
“debe concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que no sean posibles
los abordajes ambulatorios”. Esos abordajes que, efectivamente, el Bonaparte
también realiza en otros sitios, como los situados en los barrios Fiorito, La Carcova,
Zabaleta y Fátima.
Dato mata relato
Además de los servicios
subcontratados de Limpieza, Seguridad y Cocina, el Bonaparte
cuenta con Atención a la Demanda Espontánea, Consultorios Externos,
Hospital de Día, Cuidados en la Urgencia, Servicios de Internación, de Salud
Integral (Medicina General, Clínica Médica, Obstetricia, Laboratorio, Farmacia,
Kinesiología, Odontología, Diagnóstico por Imágenes y Nutrición), Guardia
Interdisciplinaria, Servicios de Niñeces y Adolescencias, una nutrida Administración
(sistemas, gestión de pacientes, mantenimiento, personal, suministros,
estadística, auditoría, contabilidad, choferes, gestión ambiental, recupero de
costos, tesorería, entre otros), un Taller Socioproductivo, Abordaje
Territorial (Zavaleta, La Cárcova, Fátima, Floreal, Villa Fiorito, entre otros
barrios de CABA y Provincia de Buenos Aires), Redes (Telesalud y Programa de
Fortalecimiento Asistencial), Residencias Interdisciplinarias de Salud Mental (RISaM)
con especialización en Salud Comunitaria, un proyecto de Fortalecimiento de RISaM,
Investigación, Docencia y Capacitación, Comunicación, un Centro Cultural, una Editorial
Licenciada y el servicio de 0800 (Dispositivo de Orientación y Apoyo en la
Urgencia de la Salud Mental) donde trabaja –entre otros–
Soledad Arrieta, quien destaca el reconocimiento no sólo nacional sino también
internacional que tiene el Bonaparte en materia de salud mental y consumos
problemáticos, debido a su abordaje integral, interdisciplinario e
intersectorial, y repasa los números del comunicado elaborado por sus
trabajadores, en el que se detalla que, en lo que va del año, se atendieron a
más de 25.000 personas y se realizaron 98.000 consultas (únicamente en los
servicios asistenciales), 80 niños de 45 días a 5 años (hijos e hijas de
trabajadores de la administración pública nacional) asisten al Jardín de Los
Abrazos, otras tantas decenas de personas de la comunidad concurren a los talleres
abiertos de escritura, danza, cerámica, percusión, arte, radio (entre otras actividades
culturales), por no contar los 50 talleres terapéuticos que se realizan para
los usuarios del hospital, o las 40.000 personas de todas las provincias del
país que en lo que va de este año ya se formaron en temáticas de salud.
Salud (pública) y comunidad
(organizada)
En los momentos de crisis los tiempos
se aceleran. Quizás por eso, y porque en la era de la posverdad la palabra
tiene poco peso, es que el gobierno nacional actual se la pasa diciendo cuestiones
que luego quedan desdichas por otras declaraciones. Como en este caso, que se
comenzó afirmando que se cerraban las posibilidades de nuevas internaciones,
para luego avanzar en sostener que era probable que se cerrara todo el hospital,
para finalmente (negociación mediante, tras renuncia y reincorporación de su director),
hablar de una “reestructuración” con permanencia de guardias. En medio se
realizaron las jornadas culturales del fin de semana, en las que cientos de
personas permanecieron en la puerta del lugar, durante todo el sábado y todo el
domingo, copando la calle Combate de los pozos, desde Caseros hasta Rondeau.
Es que como sostiene el investigador Rocco
Carbone en un libro reciente, el “fascismo psicotizante” de Javier Milei (y su
programa de gobierno, podríamos agregar), tiene por método “afirmar lo que un instante
después puede ser negado”. En esa lógica se produce el desamparo, ese que
típicamente es combatido desde la hospitalidad de quienes sostienen (sostenemos)
la igualdad como bandera, principio y fundamento ético-político. No en vano la familiaridad
existente en el propio lenguaje, entre las palabras hospitalidad (darse amparo)
y hospital (casa de huéspedes).
Es que en la lucha por defender,
conquistar y ampliar derechos se haya una de las claves de la vida saludable de
un pueblo, que nunca es una sumatoria de individuos que compiten entre sí por
sobrevivir, sino una común-unión entre experiencias diversas que anhelan estar
juntas, al amparo de la desdicha que genera el aislamiento social.
Algo de eso pudo verse también este
mediodía, cuando finalizaba la conferencia de prensa convocada en la puerta del
Hospital Laura Bonaparte, y entre declaraciones de estado de alerta y festejos
por la contundente y amplia respuesta que tuvo la convocatoria de las y los
trabajadores del lugar a defender la continuidad del trabajo que allí desarrollan,
las columnas se retiraban cantando, entre saltos y abrazos y, como supo decir el
poeta uruguayo Mario Benedetti, otros le daban al bombo con su más generoso rencor.
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