LA BASE ESTUVO
Por Adrián Pérez- Publicado en la
edición de junio
Lejos de la cúpula, durante la dictadura
muchos militantes montoneros permanecieron en el conurbano bonaerense,
replegados y dispersos, intentando organizarse. Mariano Pacheco realizó una
investigación cautivante sobre esa realidad poco explorada de la militancia de
base.
Le llevó doce años escribir Montoneros
silvestres, su cuarta publicación, porque -dice- no lo había pensado como
libro. En los aciagos años 90 empezó a encadenar relatos de personas que habían
militado en ese grupo armado, en el sur del conurbano bonaerense, durante
reuniones, asados y encuentros de formación política. Luego volcó los
testimonios en un blog de
entregas semanales, como si de un folletín digital se tratase, que sostuvo
durante algunos meses de 2010. Mantuvo largas conversaciones con entre trece y
quince militantes de esa organización. Otros testimonios le llegaron a través
de cartas de aquellos años a las que tuvo acceso. Con el tiempo amalgamó ese
material con trabajo de archivo sobre documentos de la organización. Hoy
Mariano Pacheco trabaja como periodista en la edición cordobesa del diario El
Argentino.
En diálogo telefónico con Caras y
Caretas repasa su acercamiento a la resistencia contra la dictadura. A los
quince años ingresó en una organización llamada la Patria Vencerá, donde
conoció a miembros de Descamisados y del peronismo revolucionario que
tenían contacto con algunos ex montoneros. Los encuentros con esos militantes
se le presentaron como una suerte de transmisión de la experiencia y del
desarrollo de las luchas populares en la Argentina, sobre todo de las
organizaciones armadas de los 60 y 70. Sobre las razones que lo llevaron a
escribir el libro, el periodista quilmeño señala que mucho se conocía sobre el
repliegue de la cúpula de Montoneros o del regreso al país de la mano de la
Contraofensiva, pero poco se sabía sobre quienes permanecieron en el territorio
un poco dispersos, bastante golpeados, aunque tratando de juntarse para
desarrollar organización popular.
El autor narra las vicisitudes
que atravesaron hombres y mujeres que se incorporaron a pequeñas unidades
guerrilleras tratando de activar como podían, en su dispersión, frente al
asedio de una represión planificada al extremo que le pisaba continuamente los
talones. Se identificaron como montoneros y buscaron contacto con las
estructuras organizadas. Y apelaron a una especie de “sentido común” -advierte
Pacheco- que les marcaba el ritmo de la vida en el territorio, y sin conocer
los documentos críticos de Rodolfo Walsh siguieron la línea de estructuras chicas
ligadas a los barrios o a las experiencias más fabriles del conurbano.
Pacheco señala que el accionar de los
silvestres estuvo marcado por estrategias de resistencia, y no tanto de guerra
abierta, como planteaba la Orga en la segunda mitad de los 70, cuando dejó de
ser una fuerza político-militar para transformarse en un partido de corte
marxista, con un brazo armado. “Lejos de caer en esos niveles de
especialización, se reagruparon en pelotones de combate que asumen tareas de
propaganda, agitación, prensa, relaciones políticas con contactos de la
periferia y también acciones armadas”, detalla el escritor.
--¿Qué
otras cuestiones reconstruye en su investigación?
--La historia de los montoneros del sur
del conurbano no es sólo la de militantes en ese territorio, sino también la de
aquellos que se fueron yendo de las distintas provincias porque la situación represiva
en el interior había sido brutal. El libro cuenta las peripecias del cerco,
como lo denominaban los documentos de inteligencia de las fuerzas armadas. Una
vez que la organización se concentra en Buenos Aires, las fuerzas represivas
golpean fuerte en la Columna Norte, hay un exterminio prácticamente total de
las Columnas La Plata, Gran La Plata y de la estructura de Capital Federal, con
lo cual es el sur del conurbano donde los pocos militantes que quedan en el
país van a replegarse.
--¿Qué
retos se le presentaron en el proceso de escritura?
--El desafío fue dar cuenta de las
historias de los militantes, de su vida cotidiana y actividades, en el marco de
los documentos que plantean todos los debates que la organización va dando a lo
largo de siete años, los cambios, las discusiones internas y los modos de
accionar que respondían a una estrategia determinada.
--¿Cuáles
era los valores compartidos por los montoneros silvestres?
--Lo primordial es bancarse entre ellos
hasta las últimas consecuencias, como grupo. Es muy fuerte, cuando escuchás los
relatos, dar cuenta de que en un contexto más desfavorable, de represión
abierta y de desestructuración del proyecto, van quedando los ejemplos
concretos de los grandes ideales que representaba la revolución socialista: la
solidaridad con el que está al lado, el compromiso con aquellos que habían
caído y no estaban siendo recordados.
--Si
bien no es un eje que usted analice en profundidad, en los testimonios aparecen
ciertas marcas sobre las relaciones íntimas entre los militantes.
--Algunos cuentan que tuvieron que hacer
autocrítica por escrito en caso de infidelidad. Esas discusiones que tenían que
ver con la vida íntima muchas veces eran parte del debate colectivo donde se
discutía la situación económica nacional o la política internacional. En
algunos casos aparecía la contradicción entre las normas fijadas por la
organización y la realidad que vivían como militantes. Por ejemplo, tenían que
pasar seis meses entre que una pareja se separaba y que la compañera o el
compañero reiniciaban una pareja. El vínculo con integrantes de otras
organizaciones estaba prohibido.
Montoneros silvestres es una obra
testimonial, de investigación, donde el lector no encontrará hipótesis
sobre lo sucedido en la dictadura. El autor dice que al terminar de escribirlo,
pensando que cerraba una etapa, tal vez estaba abriendo otra: la de focalizarse
en cuestiones conceptuales de ese período que siguen siendo clave para pensar
el presente político argentino y latinoamericano. ¿Qué puente puede trazar
entre aquellos montoneros silvestres y el presente?, pregunta esta revista. A
contracorriente de lo que prima en cierto sentido común progresista, advierte
Pacheco, lejos de concretarse muchas de las cuestiones presentes en aquellos años,
lo que ha sucedido es que los pueblos del mundo no han logrado reponerse de la
gran derrota de los 70. “Sigue siendo una tarea pendiente pensar, en una clave
actual, en la posibilidad de una transformación radical de las sociedades”,
propone.
Por último, Pacheco sostiene que ni los
procesos más avanzados, con mayor protagonismo popular, han puesto en cuestión
la lógica de la sociedad capitalista, que sí se discutía en los años 70. “Hay
procesos muy interesantes en Latinoamérica, en los últimos años, que marcan un
avance en la resistencia al neoliberalismo, pero en ningún caso se asemejan a
procesos del siglo XX que marcaron un quiebre.”