sábado, 25 de agosto de 2018

#2001: Odisea en el Conurbano (“Los alfajores de 10 centavos”)


Ese mediodía tuve suerte: un tipo pasó, le pedí 10 centavos y me dio 25. A los pocos minutos, una señora me dio otra moneda igual.
Había veces en que estaba largo rato hasta que juntaba los 50 para salir corriendo al kiosquito de Alsina, casi Yrigoyen, en donde vendían los alfajores de 10 centavos.
En las radio solía sonar entonces “Patri”, la canción de Los caballeros de la quema en la que se hablaba de una piba que come un Guaymallén de cena. Pero Iván Noble estaba en Morón, y nosotros en Quilmes. Y en Quilmes se comía Capitán del espacio, si tenías plata, y sino esos alfajores que nunca nadie se acordaba qué marca eran, pero a los que todos llamábamos, sencillamente, como los alfajores de 10 centavos.
Durante días enteros, en aquél 1994, almorcé cinco de esos alfajores; a veces, siete.
Era un poco el rebusque que se armaba para pasar el día sin tener que ir y volver hasta casa, en donde por otra parte durante el día no había nadie. Y además: ¿quién quiere volver a su casa después del colegio cuando tenés 13 o 14 años y una vida por delante, y un mar de experiencias por recorrer?
No es que en los Videos de Alsina pasaran demasiadas cosas pero…
Me corrijo: en los Videos de Alsina no pasaban demasiadas cosas extraordinarias vistas desde afuera de la propia experiencia que se tejía allí. Porque en rigor de verdad, todo el tiempo, en los videos, pasaban cosas.
En los Videos de Alsina, detrás de la escalera que te llevaba al baño, más de uno se dio su primer beso. En las escaleras los cuerpos adolescentes encontraban un rato de tranquilidad, un lugar de intimidad, un espacio de desconexión con la cochinada que era el mundo por esos días. Claro que había que estar atento: a veces el viejo que vendía las fichas podía ir al baño, o algún boludo (o boluda) se pensaba que los videos tenían otro piso arriba y se mandaban. Y ahí había que acomodarse los pantalones, las chicas las remeras y poner cara de distracción. También, los chicos, teníamos que cuidarnos de la “leuchemia”. Tardé tiempo en darme cuenta que era un nombre en joda (siempre fui lento, y medio boludo, o ingenuo, o de tomarme muy en serio la palabra del otro, o de creerme cualquier gilada que me contaran). Pero los efectos sí que no tenían nada de joda. No sé cómo se llamará eso, o siquiera si tendrá un nombre de verdad. Pero sus efectos eran terribles. Y encima no se podía disimular, porque cuando empezabas a caminar sentías un dolor fatal: apenas sentías el roce del calzoncillo y sin que les dieras ninguna directiva, las piernas se te empezaban a arquear. Incluso más de uno se quedó ahí clavado alguna vez: con un dolor terrible sin poder caminar
Había quienes jugaban a los fichines también, sí, o en algún tiempo en que hubo, al metegol. Pero eso no era lo importante. Lo importante era otra cosa: ese vínculo entre parias que allí se comenzaba a gestar.
Nunca entendí, de todos modos, si nos dejaban ahí porque así se garantizaban que nadie les iba a ir a robar, si porque tenían miedo de echarnos o por simple pereza. Al viejito que atendía supongo que le chuparía un huevo, y Ariel, que era más joven, en general tenía más onda con parte de la banda que paraba allí. Supongo también que seríamos una distracción para quienes trabajaban allí.
El hecho es que nosotros, ahí, no dejábamos un mango: primero porque la mayoría ni juagaba a nada; y segundo, porque si jugábamos al metegol, comprábamos sólo dos fichas: una para poner por primera vez y otra para trabar la palanca y tener pelotitas libres todo el día. De todos modos no éramos canutos: no recuerdo ni un día en que la segunda ficha –la que se utilizaba para trabar la palanca-- se guardara para que al día siguiente sirviera para comprar una ficha en vez de dos. No: la segunda ficha siempre se remataba. En general casi sin prestarle atención al juego, cuando ya nadie, en verdad, tenía ganas de seguir jugando y se pasaba a bardear, a romper las reglas, a hacer molinete e incluso goles en contra.
Lo mismo sucedía con los flyper. Siempre le jugábamos al Batman, porque habíamos descubierto como trabar la segunda y tercera pelotita después de tirar la primera. Y así, con una ficha, pasábamos horas jugando, hasta que te cansabas y se la dejabas a alguno que llegaba o de última le decías a algún pibito que apareciera por ahí (sin develarle el secreto) y salías para afuera. A fumar un cigarro, a pedir una moneda, a reírte de algún careta que pasaba o sólo a mirar chicas pasar.
Había pocas chicas en los videos. Chicas muy lindas, sí, pero pocas. Y todas eran novias de alguno de la banda encima. Vange (o Eva), la novia Tavo. Euge, la novia de Twitti. Y así. De las pibas más lindas de Quilmes Euge y Eva. Que digo de Quilmes: las pibas más lindas de la Zona Sur, del Conurbano, quien sabe, las pibas más lindas del país. Pero las novias de amigos. Y en eso nosotros eramos estrictos: a las novias de los amigos, ni mirarlas.
Al mediodía sí, algunas de las pibas del colegio se empezaron a llegar a los Videos de Alsina. No jugaban, y los pibes que parábamos allí éramos todos unos escrachos (salvo Juan, el Rubio), así que nunca supimos bien por qué iban. Por nosotros no; por los juegos tampoco. Capaz que porque estaba Juan... Pero no creo, porque las pibas eran demasiado piolas como para ir a un lugar sólo porque entre la monada un rubiecito se destacaba. Creo más bien que ellas iban a los videos por lo mismo que nosotros: porque no querían volver a sus casas vacías o llenas de conflictos (que viene a ser lo mismo); porque con el resto de pibas del colegio no encajaban; porque se aburrían; porque querían experimentar. ¿Qué? Quien sabe. Creo que nadie sabía qué, pero todos queríamos de algún modo experimentar, encontrar algo que nos sacara un poquito de esa desolación en la que nos encontrábamos los adolescentes del conurbano, mientras en el país algunos comían pizzas y brindaban con champagne.

Así comió Zaratustra: cena+conversaciones sobre filosofía, arte y política

En el Café del Alba de Córdoba

"El latiguillo recoge con exactitud lo que entiendo por Realismo Capitalista: la idea muy difundida de que el capitalismo no es sólo el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso inaginarle una alternativa".

Recuperando a Mark Fisher, y sus reflexiones sobre el aceleracionismo y el realismo capitalista.



1° Encuentro: viernes 31 de agosto (de 20.30 a 23.30)
Coordinación: Mariano Pacheco
Costo: $220 (incluye cena y vaso de bebida)
INSCRIPCIÓN: cronicasdesdecordoba@gmail.com


miércoles, 22 de agosto de 2018

5° Brigada Internacionalista Médico-Cultural Dr Ernesto Che Guevara en Santiago del Estero:


Crónica de dos días intensos de trabajo voluntario guiado por la luz del Comandante Nuestraamericano.


Por Mariano Pacheco


Los dos micros llenos de personas provenientes de Córdoba, Buenos Aires, San Luis, La Patagonia y otros sitios del país y del mundo se estacionan frente al Colegio Agro-técnico San Benito, en Santos Lugares, provincia de Santiago del Estero. Es sábado 18 de agosto y los pasajeros -medio dormidos aun- comentan entre otras cosas que ningún teléfono tiene señal. El establecimiento al que se arriba, de hecho, es uno de los pocos lugares de la zona que cuenta con luz eléctrica.
En el frente, al lado de la tranquera de ingreso, un pasacalles oficia de cartel de recibimiento: “BIENVENIDA Dra Aleida Guevara March”. En cada costado del pasacalle hay una imagen: una con el símbolo del MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) y otra con la del rostro del Che.
La 5° Brigada Internacionalista Médico-Cultural Dr Ernesto Che Guevara está compuesta por unas 130 personas que se disponen a participar activamente, por dos días, de las tareas diversas dispuestas para ser desarrolladas en el lugar, inscriptas en el legado del trabajo voluntario propugnado hace décadas por el Comandante Nuestraamericano.


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El sacerdote de la zona, muy comprometido con las luchas campesinas, y la directora del colegio donde permanecen de lunes a viernes 160 niños y niñas, dicen unas palabras de bienvenida, a las que se suman las de Lucía -directora de la cordobesa clínica Dr Ernesto Che Guevara-, quien destaca la presencia de la médica Aleida Guevara (hija del Che) y la importancia de promover el buen vivir en comunidad. Luego habla Adalberto (“Ady”), hoy médico, quien cuenta que él cursó sus estudios primarios en ese colegio de Santos Lugares y luego la carrera de medicina, becado en Cuba (en diálogo con este cronista, luego, Adalberto remarcará que él, como campesino del monte santiagueño, es médico gracias a Cuba, porque sino jamás podría haber cursado estudios universitarios). Guido, referente del MOCASE, trasmite el orgullo, personal y colectivo, que sienten de que se haya elegido ese lugar para llevar adelante las tareas de la brigada, ese “sueño de trabajo en unidad de la patria grande Latinoamericana que tenía el Che”.
Somos de esta terra, somos compañeros...”... Para finalizar la ronda de bienvenida, entre canciones y palmas que aplauden dando un ritmo particular a la oratoria, integrantes del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, el MST, arengan contra el imperialismo y convidan su “grito de orden” a los presentes para que se sumen con sus voces: “Brasil/ Cuba, América Central/ la lucha es socialista/ e internacional”.
Antes del almuerzo en el comedor del predio se organizan los grupos para asistir al Hospital de Santos Lugares y la Casa Santo Padre, ubicados a unas cuadras de allí, pero también a Pozo Limpio, a Manga y Taco Pozo, pequeños parajes situados a varios kilómetros Santos lugares.
En los equipos hay oftalmólogos y facilitadores educativos de las misiones cubanas en Argentina “Operación milagro” y “Yo sí puedo” (ver en nota que publicaremos mañana), pero también médicas y médicos generalistas, pediatras, ginecólogas y de odontología, neurología y cardiología. Un grupo de jóvenes se prepara, asimismo, para desarrollar actividades recreativas, físicas y culturales con las niñas y niños que asistan a atenderse o estén con sus familiares en las salas de espera.

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Anteojos en la cabeza a modo de vincha, soplido al pelo para despejar un poco el calor sofocante de la siesta santiagueña, Aleida se pasea en zapatillas, pantalón negro y camisola colorida por la sala de espera del Hospital de Santos lugares. Siempre con una sonrisa en el rostro conversa con los pobladores, que aguardan con ansiedad entrar a los consultorios. Nadie lo sabe allí , y ella tampoco tiene interés en decirlo, pero están hablando con la hija del Che Guevara y la sobrina de Fidel Castro.
Selvia Guzmán es agente sanitaria y es quien este sábado ordena las listas e intenta coordinar los ingresos a los consultorios, donde aguardan algunos profesionales de la salud de la provincia más quienes han llegado con la brigada. Selvia dice, en primer lugar, que es inmenso el agradecimiento que sienten por la visita. Y luego cuenta que allí hay una odontóloga, pero que trabaja dos veces al mes y muchas veces no alcanza a atender la demanda de los pobladores del lugar. También que hay dos médicos clínicos, que se turnan para atender, pero que no siempre llega a cubrirse toda la semana. El hospital cuenta con una ambulancia, pero no siempre está en condiciones o a disposición para los traslados, que deben hacerse a la capital santiagueña.


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Afuera del Hospital un grupo de jóvenes organiza actividades recreativas con las niñas y niños del lugar, mientras otra tanda de infantes contesta preguntas y observa a dos odontólogas cordobesas que explican en la sala de espera, entre juegos, algunas cuestiones referidas a la salud bucal.


Camila Giraudo y Julieta Ziem son egresadas de la Facultad de Odontología de la UNC. En conversación con este medio comentan que, si bien en un primer momento se vieron desbordadas (en la radio local anunciaron que irían a realizar consultas, cuando en la planificación habían pensado en realizar tareas de prevención y promoción de la salud bucal), luego pudieron encauzar el trabajo previsto, poniendo eje en la percepción de la salud que se tiene y cuales la afectan o destruyen; también jugaron con los niños y mostraron cómo cepillarse los dientes de un modo eficaz.

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Daniela Bobbio, quien forma parte de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Córdoba, integra el Área de Recreación del la Brigada. Ella llevó a Santiago del Estero una “Biblioteca móvil” de literatura infanto-juvenil, para sumar a las actividades del día sábado en los lugares de atención, y el domingo a los festejos del Día del niñx que organizó la comuna. “Me sorprendió que les niñes no sólo quisieran escuchar cuentos sino también leerlos, solos o en voz alta para los demás”, cuenta Daniela, quien agrega que a partir de esa situación se le propuso al MOCASE hacer una biblioteca itinerante que quede en Santos lugares.
En los festejos del Día del niñx, a la que asistieron unos 200 peques de Santos lugares y localidades aledañas, también se proyectaron cortos animados de Paco Bernal (artista español con síndrome de dawn que realizó las producciones audiovisuales con motivo de los 5 prisioneros cubanos en Estados Unidos), proyección que contó con la presencia de su hermana. La actividad, programada por el gobierno local, contó con la participación activa de las y los brigadistas, quienes organizaron juegos para sumar en los momentos previos y posteriores a la merienda y los sorteos de premios.


Por otra parte, se llevó adelante lo que fue la primera asamblea de mujeres del lugar.
Mara Parello es Secretaria de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Junto con otras integrantes de esa casa de estudios y estudiantes de la Facultad de Psicología formaron parte de la brigada, con la intención de aportar desde una pesquisa de Chagas (que finalmente, por limitaciones técnicas, no pudo realizarse, pero que se programópara una futura visita), una problemática fuerte de la zona, y también una mirada de género en las temáticas de salud. “Fue muy hermoso. Hubo mucha presencia de mujeres de la zona, y también, de brigadistas, así que pudimos hacer una charla con un enfoque multidisciplinar en salud, pero por sobre todo, pudimos empezar a abordar las cuestiones referidas al género y el rol de la mujer, y escuchar, sobre todo escuchar. Aleida Guevara, que fue parte de la actividad, brindó una perspectiva sobre la situación de las mujeres Latinoamericanas”, relata Mara a este cronista. Y agrega que uno de los saldos positivos de la actividad fue la propuesta, realizada por las mujeres del lugar, de comenzar a reunirse y planificar actividades propias de las mujeres de Santos lugares y alrededores.

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Brasileños con remeras rojas del MST; cubanxs con gorros verdes o remeras del Che; argentinos y argentinas del norte, el centro y el sur del país, provenientes de diversas experiencias y múltiples oficios, profesiones y recorridos existenciales llevaron adelante una suerte de micro-revolución en dos días que dieron que hablar entre los pobladores de la zona.



Las chaquetas amarillas con la inscripción del “Yo sí puedo” se destacaron en medio del resto de remeras, camisas y camisetas: con su método que supo popularizarse en el continente y el mundo entero por su capacidad de combinar facilidad y eficacia, los asesores cubanos van hablando por todos lados junto a las facilitadoras y facilitadores de Argentina, relevando población iletrada a la que poder alfabetizar, reclutando voluntades que puedan oficiar de facilitadores locales, como Gisela Miranda*, la joven que desde hace 4 años estudia para maestra en una población situada a varios kilómetros de Santos lugares, y que se comprometió a desarrollar la tarea los sábados y domingos, cuando regresa a la casa de su madre junto a su hijo, quien la acompaña en la travesía de sortear todas las dificultades para poder llegar a ser maestra.
Con ejemplos como el de Gisela, o como el de Guido del MOCASE, las campesinas y campesinos de Santos lugares y alrededores vienen dando batalla desde hace años a una adversidad que se agrava con cada dificultad que se presenta y encuentra la indiferencia de quienes gobiernan. O peor aún: cuando gobierno, justicia y policía se posicionan en su contra en favor del empresariado que actúa con feroz predisposición a la rapiña, tal como muestra María Elena Orellana en su documental “Pozo del Castaño”, proyectado en la noche del sábado 19 de agosto, luego de que las y los brigadistas compartieran su cena.
Seguramente también, con ejemplos como los promovidos desde Cuba con sus misiones y brigadas internacionalistas de solidaridad, quienes transitan esas experiencias encuentren más fuerzas para poner hombro con hombro y seguir luchando, con tu ejemplo Guevara, por la patria liberada.

*Todos los testimonios completos podrán ser escuchados este jueves 23 de agosto en La luna con gatillo, de 19 a 21 horas por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar).

Las palabras como bombas molotov. Notas sobre Foucault Anonimato, de Érik Bordeleau

Libros y alpargatas: reseñas de un escritor cabeza


Por Mariano Pacheco




¿Cual es la relación que puede leerse entre anonimato y resistencia política? ¿Cómo funciona este vínculo en la obra de Michel Foucault?
Estas preguntas guían de algún modo toda la reflexión que realiza Érik Bordeleau en Foucault Anonimato (editorial Cactus, 2018), libro en el que el autor revisita V de Vendetta (film de 2006 dirigido por James Mc Teigue, realizado en base a la historieta escrita por Alen Moore e ilustrada por David Lloyd) para intentar pensar el lema Somos Anónimos. Somos legión. No olvidamos. No perdonamos. ¡Espérennos! Lema a partir del cual se llevaron adelante, bajo el nombre de Anonymus, una serie de sabotajes, sobre toso en ataques realizados a través de internet.
El autor también rescata el texto titulado “La insurrección que viene”, en el que se plantea que hay que convertir el anonimato en posición ofensiva. Todo un desafió y una interpelación, si se tiene en cuenta el largo proceso de defensiva que viven los pueblos del mundo en medio de este Nuevo Orden Mundial.

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Contra los planteos que desacreditan a Michel Foucault por sus supuestos “efectos desmovilizantes”, Bordeleau plantea una hipótesis de lectura. A saber: que el autor de Las palabras y las cosas se revela como figura ejemplar de una experiencia ofensiva del anonimato. Se nos presenta así un Foucault crítico de la interioridad privada y productor de ficciones aptas para interrumpir el servicio identitario neoliberal y desprendernos de las identidades asignadas. Desde esta lectura de un Foucault atravesado y animado, en vida y obra, por la práctica del anonimato, es posible leer asimismo una apuesta por percibirnos y pensarnos de otra manera.
Desde esta clave, pensar la cuestión del anonimato es pensar también, de alguna manera, las formas de lo común. O para decirlo con las palabras del propio autor de Historia de la locura, hacer frente a todo lo que escinde la vida comunitaria y constriñe al individuo a replegarse sobre sí mismo, atado a su propia identidad.
Michel Fouaul, entonces, rescatado como pensador radical, que puede ayudar a pensar –en situación- la experiencia del anonimato, entendida desde una perspectiva positiva de la resistencia.

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¿Cómo hacer propia la fuerza del anonimato?
Érik Bordeleau va y vine, en este libro, entre la vida y la obra de Michel Foucault y los problemas políticos que nos atraviesan en este siglo XXI.
¿Puede ser el anonimato un umbral de politización de la existencia?
Para Bordelau, el hecho de que la crítica foucaultiana no sugiera ninguna vía concreta de transformación no es motivo para no asumir positivamente los desafíos que dicha crítica ofrece como posibilidad. Y es precisamente allí, en la crítica al modo tradicional de responder a determinadas preguntas (cómo por ejemplo: ¿qué es un autor?) en donde se plantea que aún hay mucho por indagar. El deseo de una insersión quirúrgica en lo real a fin de alcanzar una máxima eficacia es lo que caracteriza el procedimiento foucaultiano, insiste Bordeleau.

¿Escribir para perder el rostro?

¿Hablar para hacer algo?

La idea misma de anonimato en Foucault -señala Bordeleau- parece funcionar y existir bajo el modo de la ficción especulativa, es decir, como una proposición cuya presencia misma induce un salto de la imaginación, y cuyo efecto más apremiante es intensificar devenires que rehúyan a la captura del anonimato como abstracción vivida por parte de los dispositivos.
Una lectura que invita a romper la comodidad, a entender que la conquista del anonimato requiere un trabajo permanente, a cada instante, sobre uno mismo. Un trabajo que, a diferencia del trabajo asalariado, se realiza con la alegría de la luchar. Ya que, tal como señaló Foucault –y cita Bordeleau en su libro- la única cosa realmente triste es no luchar.
El trabajo de la escritura, entonces, como un modo de de intervenir en la realidad, un instrumento o táctica de combate. O como dijo el propio Foucault, los libros como bisturí, cócteles molotov o galerías subterráneas, que se carbonizan después de su uso a la manera de fuegos artificiales.



sábado, 11 de agosto de 2018

2001: Odisea en el Conurbano (III: Antes --y después-- de la lluvia)


La vi pasar tan altanera. La oí cantar a su manera. Tenía esa luz en la mirada que podía alumbrar todo lo oscuro de ese tormentoso día. No sé si fue por eso, o por aburrimiento o por qué, pero también me sumé con ella y sus amigas y mi amigo Fede a caminar por ahí. Caminamos kilómetros bajo la lluvia. Ella transitaba las calles de Quilmes como si fueran una pasarela eterna. Yo miraba a la distancia, algunos pasos más atrás. No recuerdo si fue aquella tarde que conversamos por primera vez. Sí que fue aquel el día en que las miradas que cruzamos entre ambos dieron a entender que, de allí en más, ya nada sería igual para los dos.
Ella era, sencillamente, hermosa. Un poco más baja que sus compañeras de curso, más sobresaliente en su belleza y su desenvolvimiento. Era, por apenas tres meses, más grande que yo, pero aparentaba mucho menos. Ambos estábamos en segundo año del secundario, pero en diferentes cursos. Yo la había visto muchas veces pasar por la puerta de la división en la que cursaba, para entrar o salir del recreo, pero nunca habíamos hablado, ni nos habíamos saludado. Por eso aquella vez que la vi con sus amigas, un mediodía en los videos de Alsina, no lo pude creer.
Al principio fueron los típicos hola y chau: ella estaba de novia, yo inicié el mismo camino al poco tiempo con una de sus compañeras. Pero duró poco. Lo de ella y lo mio. Supongo a los 14 años las cosas siempre duran poco. O al menos a los 14 años de las pibas y pibes que, como nosotros, crecíamos en la soledad más absoluta, haciendo manada entre los parias.
Fuimos, creo, la primera generación que crecimos casi todos con nuestros padres separados, con vacaciones en el mismo lugar y las caras largas por los problemas permanentes de la cotidianeidad. Y resignación. Los setenta tardíos deben haber sido peor, quien sabe. Pero al menos ahí había un aire –supongo-- de derrota, pero que había llegado tras un respiro importante en donde se pensó que el mundo podía ser de otra manera. En nuestro caso no: los adultos que nos rodeaban estaban, sencillamente, tristes. Rendidos. Sobrepasados de problemas. Así que nosotros crecimos solos. Solos y en manada, aunque parezca una paradoja. Nos descubríamos en la mirada, en los sitios que por alguna razón nos terminaban nucleando. Como los videos de Alsina y San Martín.
Allí había varias bandas.
Las de la tarde y noche, más grandes, más ligados al punk, a las drogas y al alcohol. Allí yo era el más chico y como tal, el menos experimentado. A contrapelo de los permanentes “se dice” que circulaban sobre quienes allí pasábamos gran parte de nuestros días, los más grandes nunca me convidaban merca, ni me daban de fumar. Apenas si me toleraban mis arrebatos por el alcohol.
Al mediodía era más diverso: se mezclaban los clientes habituales de los fichines, quienes pasaban por allí un rato antes o después del colegio y quienes llegábamos al mediodía para quedarnos hasta el atardecer. Ella era de las que pasaban al mediodía y se quedaban a veces un rato, otras una tarde entera.
Poco a poco algunas bandas se empezaron a mezclar.
Al mediodía yo iba sólo, o con varios de los pibes del Normal: el Chula, que cuando yo estaba en primer año él estaba en quinto, y algunos otros más (Chula fue quien me hizo parte de lo que fue mi primera banda, Oscuro Cuento Habitual, en la que canté al ritmo del hard core que cada día ganaba más adeptos. Pero eso es parte de otra historia, que aquí no vamos a contar).
Poco a poco se empezó a sumar Juancito, El Rubio (todas las chicas morían por él); el Mono que siempre pasaba a toda hora y Fede, o “semáforo 1”, según el Mono lo bautizó cuando Fede apareció un día con el pelo verde. A mí, con el pelo rojo, me tocó ser el semáforo número 2.
La cosa es que durante meses, ella y yo, nos veíamos a diario, pero casi que no hablábamos.
Pero esa tarde, que compartimos las miradas casi sin hablar, algo se encendió entre nosotros. No sé si fue el hecho de caminar largo trecho bajo la lluvia, si algo de eso que no se puede explicar o qué, pero el hecho es que al poco tiempo quedamos para vernos.
Esa primera tarde sufrí como un condenado. Yo tenía el brazo derecho con yeso, porque me había quebrado la mano después de agarrarme a las piñas en un recital de Sin Ley en Bernal, así que mi movilidad estaba reducida. Encima compré un ramo de flores para regalarle, pero al llegar me arrepentí de tenerlo en la única mano con movilidad y me lo metí entre el cuerpo, debajo de la campera de jean, sin reparar en que el celofán haría un ruido ante cada movimiento mío.
Yo veía que ella me miraba, y el ruidito se escuchaba y yo miraba para otro lado como haciéndome el distraído. No recuerdo si ella preguntó qué pasaba, qué tenía ahí o si yo me pudrí de escuchar el ruidito. El hecho es que cuando abrí la campera y apareció el ramo de flores aplastadas ella me besó. Fue uno de mis primeros besos; el primero, sin lugar a dudas, que me dejó temblando. De los nervios, de la emoción, quien sabe.
Juntos hicimos el amor varias veces. Torpes, inexpertos, nerviosos, dudosos, pero llenos de pasión.
Fueron momentos de enorme intensidad. Casi sin disfrute, porque como en todo recorrido de aprendizaje, las dudas y las dificultades generaban más nervios que placer. Pero momentos de enorme ternura. Encerrados en alguna habitación, ella y yo, nos cobijábamos para conjurar todo el dolor que se vivía afuera, en medio de una sociedad que festejaba el uno a uno mientras los nuestros, los de nuestra generación, se iban perdiendo uno a uno por la indiferencia y la desolación.

Prólogo al libro Tinta militante (La luna con gatillo editorial)


Guerrilla poética: Carlos Salinas y la palabra revolución en tiempos de contrarevolución
Por Mariano Pacheco


Si mi poesía no sirve para cambiar la sociedad, no sirve para nada
Declaración jurada”, Roberto Santoro.


La poesía no les pertenece. A ellos, los poderosos del mundo. Y este libro de Carlos Salinas viene a poner sobre la mesa, en gran medida, el derecho a sostener esta tesis. Les pertenecen la mayoría de las editoriales, las imprentas, las distribuidoras, las librerías, los contratos con derechos de autor, pero la poesía no. “Un poema también puede ser una hoz”, escribe Salinas, dejando en claro desde el vamos que sus poemas involucran un posicionamiento. Palabra clave para leer este libro, como queda planteado desde el primer poema, y explicitado desde el segundo (“Seré político entre tu perverso apoliticismo”). La alegría tampoco les pertenece, afirma. La revolución menos, nos gustaría agregar. “Tuvieron el descaro de adueñarse de un color”, subraya Salinas, en este, su cuarto libro, el primero de La luna con gatillo. Y sus líneas nos recuerdan a los inicios de este proyecto, primero como programa radial semanal, en el que tuvimos el agrado de contar con dibujos de Diego Abú Arab, artista plástico de la zona sur del conurbano bonaerense ahora radicado en Gualeguaichú. Entonces El Turco –como le decimos los amigos— confeccionó varias imágenes destinadas a difundir la “trinchera radiofónica” en las redes sociales virtuales. Y una de ellas fue un dibujo de una luna amarilla. “Que no nos roben el amarillo”, insistía entonces Abú Arab, mientras Mauricio Macri daba sus primeros pasos en la presidencia de la Nación, mientras la patria comenzaba a ser castigada por las políticas regresivas de la Revolución de la Alegría.
Salinas, el poeta-guerrillero que trae ante nosotros la palabra revolución en épocas de contrarevolución. Un poeta-guerrillero no a lo Francisco Urondo o a lo Roberto Santoro, sencillamente, porque no existen ya guerrillas en Argentina (aunque sí en el mundo, mal que les pese a los apologistas del parlamentarismo hoy reinante, y así lo demuestra el zapatismo en México, los “Elenos” en Colombia y el PKK en el Kurdistán), pero sí en tanto que Salinas no deja de tener presente el principio de movilidad y además de que no deja de cultivar cierta sabiduría respecto de elegir cuando atacar y cuando replegarse con su poesía. Por otra parte, el autor de este libro suele ejercer casi a diario el oficio de la guerrilla poética, sea porque carga los ejemplares de sus publicaciones en la mochila y sale por ahí a realizar presentaciones y conversas en programas de radio, sea porque se junta con su co-equiper Claudio Sarmiento y hacen alguna que otra intervención poético-musical, sea porque sale a la lucha en la búsqueda de ir liberando territorios para la esperanza, que no es espera sino convite, es decir, puro movimiento.
Quien lea estas páginas se dará cuenta que además de la creatividad puesta en juego en toda producción poética, hay también un meticuloso trabajo de producción en la elaboración de estos textos; una suerte de antropología historiográfico-poética muy similar al método que, también en Córdoba, lleva adelante Jorge Villegas (dramaturgo, director del grupo Zéppelin), a quien Salinas le dedica incluso un poema.
Salinas habla en sus poemas de cosas concretas, de cotidianeidad. No le teme al realismo (tan denostado por las modas posmodernas de las últimas décadas) y recoge el desafío planteado alguna vez por Raúl González Tuñón, de llevar adelante una literatura que ponga en juego, simultáneamente, la imaginación, la creación y el juego con el lenguaje y la poesía que puede verse allí en la realidad. Tal vez por eso en su momento Salinas aceptó nuestra invitación a participar del homenaje a Tuñón que hicimos en Córdoba, en donde leímos textos fundamentales como “La luna con gatillo”, “Brigadas de choque” y “A nosotros, la poesía”, y en donde él leyó el texto dedicado al autor de “La rosa blindada” que ahora publica en este libro. Tuñón, el tío que elegimos porque no tiene la autoridad de un padre que quiere imponer una tradición, pero que trasmite un legado susceptible de ser apropiado en el presente, y puesto en juego a la hora de realizar una crítica política de la cultura contemporánea.
Contra, escribía Tuñón: el individualismo; la democracia burguesa; la demagogia burguesa; la pedagogía burguesa; la academia burguesa.
Contra la meritocracia y la posverdad, escribe Salinas, interpelando, incomodando y preguntándose asimismo por qué una gorra te altera tanto el pensamiento.
Quienes lean este libro se toparán con un cruce permanente entre historia, actualidad y porvenir. Los nombres de figuras actuales y de la historia reciente de nuestro país se entrecruzan con otros de tiempos más lejanos y también, con nombres que tal vez el lector o la lectora no sepa quienes son si se encuentra por fuera de Córdoba. Córdobas que se superponen y siguen dialogando en tensión, con el país, el continente, su propio pasado. Agustín Tosco y Evo Morales; Mario Roberto Santucho y Milagro Sala; la Masacre de Avellaneda y la Masacre de Trelew; Maximiliano Kosteki, Darío Santillán y El Negro Atilio López; Agustín Tosco y Santiago Maldonado; Luciano Arruga y el Comandante Segundo Jorge Ricardo Masetti; Jorge Julio López y John William Cooke; la anarco tras Maite Amaya y el Comandante Ernesto Che Guevara; el cura guerrillero Camilo Torres y el desaparecido en democracia Facundo Rivera Alegre; Guere Pellico; el pibe “gatillado” en un barrio cordobés, y Claudio Pocho Lepratti, fusilado en un barrio rosarino; Carlos Fuentealba rematado en la patagonia, y René Salamanca detenido-desaparecido en La Docta del terror; “La Claudia” o un albañil, pongamos por caso, uno de Villa El Libertador (barrio popular en donde Salinas trabaja como profe en una escuela; territorio en donde se supieron erigir “fortines montoneros” y en donde hoy Cambiamos arrasa en las elecciones) aparecen en este libro, de algún modo, dialogando a través de una poesía que no teme ser arte y parte del presente que nos toca vivir.

Cayetano (o San precariado)


Un debate sobre las jornadas del 7 y 8 de agosto


Por Mariano Pacheco*
(para El cohete en la luna)


¿Es posible pensar en una dinámica de complementaridad y no en una lógica de oposición entre movimientos como el de la ola verde que viene peleando por la legalización del aborto y el del precariado que retoma luchas de los años del estado de malestar para intentar hacerle un lugar a ese nuevo sector de la clase trabajadora que hasta hace muy poco no era ni siquiera reconocido por los propios sindicatos?
En estas líneas intentaremos dejar planteados algunos interrogantes y esbozaremos algunas hipótesis en torno a algunos dilemas que atraviesa la Argentina contemporánea. Tal vez quienes lean esperan más respuestas, pero somos de los que estamos convencidos que el pensamiento crítico necesita seguir metiéndole preguntas a la época.


Siete/Ocho
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) tuvo, desde su fundación, una gran virtud: supo agrupar, en una misma herramienta de lucha social (gremial-reivindicativa) a una amplia diversidad de corrientes políticas. Lo hizo durante los años kirchneristas, e incluso impulsada fuertemente por una organización entonces kirchnerista: el Movimiento Evita. A diferencia de lo que sucedió en los años noventa y rondando el 2001, en donde cada corriente política promocionó su grupo piquetero, en la CTEP confluyeron sectores del peronismo y del cristianismo con otros agrupamiento de izquierda, en sus distintas versiones.
Fue desde este sector que, ya durante los primeros meses de la gestión Cambiemos, se impulsaron fuertes procesos de movilización. No fue el único, por supuesto, y si bien muchos se sorprendieron del hecho de que luego de la “década ganada” el gobierno de Mauricio Macri impulsara con tanta velocidad una serie de medidas meses antes impensadas, hubo expresiones de lucha que se hicieron oír desde los primeros momentos. Entre ellas, las de la economía popular y los trabajadores del Estado y tiempo después el de las mujeres, que si bien venían con un movimiento de décadas, desde el #NiUnaMenos lograron un nivel de masividad y legitimidad social que fue creciendo exponencialmente.
Para las trabajadoras y trabajadores de la economía popular la del 7 de agosto se tornó una fecha fundamental. La Marcha de San Cayetano, que en 2016 logró nuclear a unas 100.000 personas, volvió a repetir una escena de movilización de masas al año siguiente. En ambas oportunidades multitudes de “descamisados del siglo XXI” marcharon desde Liniers hasta Plaza de Mayo, bajo las consignas de “Tierra, Techo y Trabajo” (las tres T señaladas por el Papa Francisco, o por Bergoglio, según guste el lector, o la lectora), que retoman el emblemático lema de “Paz, Pan y Trabajo” que la CGT levantó como bandera de enfrentamiento a la última dictadura cívico-militar en 1981, cuando también se invocó a San Cayetano para inspirar rebeldías de los “condenados de la tierra”.
Por supuesto, la CTEP no fue la única expresión organizativa del sector que se movilizó, pero sí fue la columna vertebral del bloque social que comenzó a mostrar cada vez más visibilidad, y que logró nuclear a otras entidades como el Movimiento Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), en una articulación que incluso en los últimos tiempos incluye también a los guevaristas del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), a los anarquistas de la Federación de Organizaciones de Base (FOB) y a corrientes de la izquierda autónoma como el Frente Popular Darío Santillán (FPDS).
De allí que la figura de Cayetano, bautizado por algunos como San Precariado, logre aglutinar y ponga a dialogar a sectores del peronismo, del cristianismo y de las izquierdas.
Bien, hasta aquí, algunas palabras en torno a lo que hemos denominado como “bloque social”. No abundaremos en el tema, que requeriría una nota aparte, pero cabe mencionar que para muchos analistas es hoy difícil –en la actual situación de desarrollo del capital-- pensar en un sujeto trabajador sin tener en cuenta el amplio porcentaje de sectores precarios, y sin tener en cuenta, asimismo, los repertorios de protesta y las experiencias de organización social comunitarias desarrolladas en los territorios durante las últimas dos décadas. Como en 2016 y 2017, también en 2018 este bloque social se expresará en las calles el día 7 de agosto. Sí, un día antes de lo que seguro será una jornada histórica en todo el país, y que tendrá como símbolo al pañuelo verde, ese que no parece llevarse nada bien ni con Cayetano ni con ningún otro santo.


Feminismos, capitalismo y cambio social
Es cierto que sectores del peronismo y del cristianismo que tienen mucho peso dentro de CTEP (y también de otros agrupamientos de la economía popular), se oponen o al menos no ven con buenos ojos este fenómeno de participación activa de las mujeres en el que-hacer político y el reclamo de legalización del aborto en el país. No deja de ser cierto que declaraciones como las realizadas en su momento por Juan Grabois ayudan poco a no dicotomizar ambos fenómenos. Pero también es cierto que más allá de que uno podría suponer que hay momentos en los que es mejor callar, sus dichos tenían un núcleo de verdad: que en las barriadas populares, la opinión de las mujeres que integran movimientos sociales respecto al aborto, está dividida. De hecho la CTEP, como tal, no se pronunciado orgánica y unánimemente.
Pero como alguna vez señaló Jean Paul Sartre, no se trata tanto de ver lo que la estructuras nos han hecho, sino lo hacemos con eso que hicieron de nosotros (nosotras, nosotres). Lo que muchas veces pasa inadvertido, es todo el trabajo político que numerosas compañeras llevan adelante cada días en este tipo de movimientos. Y no me refiero solamente al hecho de que sean mayoría numéricamente, ni que muchas mujeres estén al frente de numerosos proyectos (si bien es cierto que aún no son las caras visibles, referencias principales de esas expresiones, como deberían serlo) productivos, comunitarios, de formación política y organización barrial, sino incluso de tareas feministas.
Desde hace un tiempo la CTEP cuenta con una secretaría de Género y diversidad, integrada por mujeres de los distintos movimientos que la integran. Estoy seguro que en las barriadas la opinión de muchas mujeres respecto del aborto ha cambiado en los últimos meses. Y no sólo –como muchos piensan-- porque el feminismo logró darse las estrategias para aparecer en los medios hegemónicos de comunicación, sino porque logró estar cada vez más en la boca de todos (y todas), y eso fue por una estrategia integral que implicó, también, un trabajo de hormiga en los territorios. He visto, en lo más profundo de La Matanza, como pibas muy jóvenes, con pañuelo verde al cuello y pechera de CTEP, recorrían casa por casa tocando el timbre, para repartir folletos y conversar (o discutir) con las vecinas sobre la importancia de que en Argentina sea aprobada esa ley que termine con los abortos clandestinos.
De experiencias como esas surgieron entrecruzamientos entre activistas de colegios secundarios (que este año, por ejemplo, tomaron establecimientos educativos con reclamos de género que incluyeron la legalización del aborto) con activismo feminista y militancia territorial de base. Los Encuentros de Feminismo Popular son una de las tantas expresiones que hoy existen en el país, en donde participan activamente mujeres militantes de CTEP.
Así como nunca es posible saber de antemano lo que un cuerpo puede, resulta difícil ser muy categóricos hoy con lo que puede o podrá este estallido del movimiento de mujeres, muy marcado por el protagonismo de sectores medios de las grandes ciudades. Pero tampoco es posible prever lo que podrán las mujeres de sectores populares que se vienen politizando a partir de experiencias concretas y cotidianas que partieron de cuestiones vinculadas a la sobrevivencia y la resolución de un trabajo que muchas veces hay que inventar. Esas mujeres que son mayoría en los movimientos sociales y que hoy ya no discuten sólo del trabajo, la autogestión, la precarización, la acción directa y la movilización, el reclamo y la negociación (¡sí, los movimientos sociales, como los sindicatos, luchan y también negocian reivindicaciones!) sino también sobre la necesidad de legalizar el aborto, el vínculo entre necesidad y deseo y la alianza aberrante y fundante entre capitalismo y patriarcado.
Para muchos sectores agosto es el mes en el que se contraponen dos lógicas y dos grandes jornadas de lucha popular. Para otros sectores (muchas mujeres militantes de las organizaciones territoriales) el 7 y el 8 de agosto son dos momentos de una misma lucha: contra el patriarcado y el capitalismo que mata y separa a los cuerpos de lo que pueden. Es decir: son diferentes registros de una misma lucha por el cambio social.