Por Mariano Pacheco*
Escribir,
para Arlt, implica sobre todo caminar, deambular y, en ese trajinar, conversar,
observar, registrar… Las Aguafuertes porteñas y la elaboración de una
mirada sobre la ciudad.
Roberto
Arlt y las Aguafuertes porteñas
En
mayo de 1928, tras su paso por la “Sección Policiales” del diario Crítica (1927)
y la publicación de su primera novena, El juguete rabioso (1926), el
escritor Roberto Arlt se suma a la aventura de El mundo, el diario que –entre
otras cuestiones– inaugura en nuestro país un nuevo formato, el tabloide, más
apto para una lectura urbana: el viaje en tranvías, subtes o colectivos, pero que
además, está confeccionado a base de textos cortos que condensan la noticia, y pueden
presentarla de manera clara, con titulares llamativos y un estilo que combina información
y entretenimiento.
Al
principio la sección se inaugura con el nombre de “El cuento de hoy”, pero para
el 5 de agosto, junto a la firma R.A, aparecen las Aguafuertes porteñas,
con las que su autor se transforma en el “periodista estrella”, el redactor más
cotizado del periodismo argentino, característica que sostendrá durante casi
una década y media, hasta su temprana muerte en 1942 (cuando contaba con tan
solo 42 años).
Así,
cada día, Arlt aborda en el diario la escritura de un tema, un personaje, una
situación, que lo pondrá en diálogo con ese público masivo, amplio y ávido de
novedades como lo era el de la ciudad de entonces. Y si digo en diálogo es porque
la conversación no es sólo imaginaria: a la redacción llegan cartas y llamados
telefónicos, de lectoras y lectores que elogian al cronista, sí, pero también lo
cuestionan, o le hacen llegar sus propias historias y puntos de vista, que el escritor
incorpora como parte de ese juego de escrituras y lecturas, de idas y vueltas
entre El Mundo y ese público entusiasta. “Su extrema sensibilidad en
captar los mínimos cambios y transformaciones convierte a su columna diaria en
una caja de resonancias en la cual se cruzan todas las polémicas y debates del
período. Nacionalismo y criollismo, idioma de los argentinos y lunfardo, Boedo
y Florida, nueva sensibilidad y modernismo, teatro comercial y teatro de
vanguardia: los tópicos de la Buenos Aires del veinte y treinta…”, escribe Sylvia
Saitta en el prólogo a las Aguafuertes porteñas. Cultura y política; investigadora
que en El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt,
también destaca: “con el nombre avanza también la primera persona gramatical,
pues si hasta entonces las afirmaciones pertenecían a un ´nosotros´ que
alternaba con ´el cronista de la nota´, muy pronto Arlt asume una primera persona
que convertirá ese espacio periodístico en el lugar donde volcar sus opiniones
propias, sostener posiciones muchas veces controvertidas e intervenir en las
discusiones culturales del momento”.
Buenos
Aires: periodismo y política
Buenos
Aires es entonces la ciudad más poblada de América latina, y se encuentra en pleno
proceso de mutaciones. De allí que la escritura periodístico-literaria arltiana
busque describir y explicar las permanencias, pero por sobre todas las co, las transformaciones
de esa ciudad cosmopolita, esa urbe en pleno proceso de modernización
periférica, con sus variaciones poblacionales, laborales, idiomáticas, arquitectónicas
y en los modos y costumbres que le impregnan quienes la habitan, en muchos
casos, provenientes de distintos sitios del mundo.
La
cartografía se transforma así en una labor fundamental de su apuesta, que se traza
en un ingenioso doble movimiento que no es el típico trazado de una línea de
demarcación entre periferia pobre y centro opulento, sino en una valorización
de ciertas zonas de ambos espacios: las caminatas por la calle Corrientes,
experiencia que se opone al transitar por Florida; el recorrido por los barrios
y plazas de la periferia en el que cierto mundo de rufianes tiene primacía frente
al típico espacio de sociabilidad obrera. Y entre el centro y la periferia, el
recorrido en transporte público (no hay en Arlt narración sin la acción del vagabundear,
a diferencia de la inmovilidad que caracteriza al periodista tradicional). Es
el desplazamiento entonces (la caminata o el viaje en tranvía, o incluso el
paso por un café) el que dispara la escritura. Todos los sentidos se abren al
abrir la escritura a la calle: no es sólo lo que se ve, sino también lo que se
escucha, lo que se huele, lo que se siente, lo que se puede imaginar en ese
contacto del escritor con la vida cotidiana de la gente común de Buenos Aires.
Viajes
y revalorización de la vida porteña
Arlt
encuentra en sus viajes al extranjero cuestiones que, en la propia ciudad, al
parecer, no podía o no quería ver, o veía, pero no sabía o no quería terminar
de plasmar en un papel. Así, por ejemplo, aparece con fuerza toda una mirada sobre
la problemática del trabajo (en este caso: la explotación capitalista). Esto
sucede particularmente cuando transita la periferia española, en los albores de
la guerra civil, y al llegar a Madrid la crudeza de la lucha de clases que allí
ve expresada perturba su mirada. La escucha también se agudiza, y la
experiencia obrera conmueve. Pero ya desde antes, en su paso por Brasil, Arlt –por
contraste– revaloriza todo el entramado organizativo obrero que existía en
Buenos Aires y que no aparecían en sus textos, más concentrados en los márgenes
(geográficos y sociales).
Quizás
por eso a su regreso –que coincide con la nueva situación política que vive el
país tras el golpe de Estado de 1930– su mirada y su escritura se trastocan. Arlt
apela a la ironía para plasmar su denuncia y, luego, a un ingenioso uso de la
ficción en el periodismo: deja a un lado la primera persona, desplaza el foco
de atención de su personaje-narrador y abre paso a otros personajes creados por
él para que la denuncia social tome voz, eludiendo la censura.
En
textos como “Orejeando la censura” comenta jocosamente que nadie puede aludir
que en un diario como El mundo haya censura, puesto que es posible escribir
frases como “viene la primavera, y vuelan los pajaritos...”. Y en otros textos pasa
directamente a la denuncia social, sobre todo referidas a la situación
habitacional que se vive en las orillas de la ciudad, o sobre la crisis de la
educación y la salud pública. Incluso llega a pausar la frecuencia de sus
entregas (como en febrero de 1933), para pasar un mes entero dedicado a
investigar la situación, sin enviar cada día sus Aguafuertes, y volver recargado,
con un tono crítico y un estilo de interpelación a los poderes públicos, en una
función de cronista-denunciante (como lo hace al rebautizar incluso la sección,
bajo el nombre de “Hospitales en la miseria”).
Pero
en Arlt, nunca, nada es simple, ni lineal. Por eso a su singular perspectiva de
realismo crudo, le siguen inmediatamente textos como las “Aguafuertes teatrales”,
que va a publicar desde mayo de 1933: pasaje del cronista-denunciante de los
males sociales al crítico cultural, específicamente de una vida teatral porteña
que ya lo había atravesado en su propia existencia, puesto que en junio de 1932
había estrenado en el Teatro del Pueblo su propia obra, 300 millones,
pieza que surge inspirada por un simple dato que aparece en su vida mientras se
desempeña como periodista de la sección policiales… anécdota que años después transforma
en una obra de arte.
Por
eso digo que escribir, para Arlt, implica sobre todo caminar, deambular y, en ese
trajinar, conversar, observar, registrar, en fin, elaborar una mirada sobre la
ciudad. Es en ese sentido que apareció siempre como un inclasificable, que puede
ser catalogado como escritor, periodista, dramaturgo, sí, pero también, que puede
ser comprendido como una suerte de etnólogo o de sociólogo profano, e incluso
un psicólogo del porteño de aquellos años. Es que más allá de su vínculo con
ciertos ámbitos culturales politizados, de izquierda (no olvidar sus textos en
el periódico Bandera roja, o su crónica del fusilamiento del anarquista
Severino Di Giovani), sus escritos no trazan una radiografía de las clases
fundamentales de la sociedad de entonces, sino que
más bien transitan por sus bordes. Como alguna vez escribió Adriana Rodríguez
Pérsico, el autor de las Aguafuertes “realiza una operación
desacralizadora que consiste en la centralización de los márgenes, en convertir
lo que es socialmente fronterizo en elemento simbólico fundamental”.
*Nota publicada en Revista Zoom