lunes, 30 de septiembre de 2024

¿Ha triunfado la cultura de la incomunicación en la ciudad?

 


Por Mariano Pacheco*

  

 

Pospandemia

 

¿Cómo hacer lazo en una ciudad de plazas enrejadas, bares en donde los precios de una gaseosa, cerveza o café no están a la altura de los ingresos medios de las mayorías trabajadoras y el discurso massmediático, en su velocidad e intensidad, no hace más que disolver el suelo en el que cualquier tipo de valores son posibles (como decía Ignacio Lewkowicz)? ¿Cómo tramar vínculos en una dinámica urbana en la que el capital ha instalado la lógica de “cualquier cosa a mano desde casa”, con aplicaciones que nos permiten comprar todo aquello que estemos en condiciones de comprar (y cuando no podemos ni siquiera queremos salir porque no nos sentimos a la altura de lo que debemos ser: “individuos-consumidores)? ¿Cómo nos relacionamos en este horizonte de catástrofe pospandémica global, y de fastidio nacional, en donde hasta la política se procesa en términos individualistas (lo que “me pasa” con la “frustración”, la “desilusión”, etc)?

 

¿Cómo nos relacionamos en medio de tantas restricciones, entre plazas enrejadas y bares con precios exorbitantes? Las posibilidades para sostener hoy en día esa tradición tan porteña de sociabilidad nocturna, sostenida en el encuentro en plazas pero sobre todo en esa “cultura del café”, se ve tremendamente acotada. Cultura que, si bien es cierto tiene sus orígenes en dinámicas de otras tierras (como la francesa), y expresa un poco el “colonialismo subjetivo” que nos constituye, también lo es que luego de tanto tiempo en el que un rasgo constitutivo de la Argentina fue la “mezcla” de tradiciones, ya es un poco nuestra. ¿Seguirá siendo? Las restricciones económicas alteran las formas de hacer lazo social.

 

No en vano, en un breve y bastante poco conocido texto titulado ¿Qué hacer?, el filósofo francés Louis Althusser supo dar cuenta de la operación del capital empecinada en atacar esa sociabilidad obrera del café, al introducir la política de vivienda individual y el automóvil. Operación, dice, de “despolitización indispensable de la clase obrera”, preocupada por sostener el sueño del “jardín de su casa”, su pequeña familia y los “créditos a largo plazo”. En los países periféricos, en tiempos como los actuales, ya ni en jardines familiares, ni en créditos hipotecarios, ni en renovación de automóviles se puede “soñar”.

 

 

Terror

 

La precarización generalizada de la vida trae aparejada una precarización psíquica de la que muchas veces nos cuesta hablar. No es sólo la precarización de las condiciones materiales de vida, sino lo que esta situación trae aparejada en nuestra subjetividad, con cuestiones que padecemos, pero también, con aquello que no nos afecta de manera directa pero que repercute en nosotros por ver (y sentir) lo que pasa a nuestro alrededor: sea entonces hacer los mil y un malabares para pagar el alquiler, los impuestos y comprar la comida mínima necesaria para alimentarnos o ver en las calles a cada vez más personas que viven a la intemperie, tiradas sobre un colchón, una manta o apenas un pedazo de cartón, a quienes ya ni piden limosna porque se han resignado a sobrevivir sin dinero, hurgando en tachos de basura donde un pedazo de comida podrida comparte morada transitoria con ratas o basura de distinto tipo; sea por la tensión y los nervios por garantizar llegar al menos con lo justo a fin de mes o la angustia por ver a quienes ya no tienen en el horizonte más que el día o a lo sumo la noche en la que transitan sin sentido por la ciudad… (“Alguien fuma en el cajero/ Y sueña que tiene la televisión prendida/ Qué triste cuando se apaga la vida/ Durmiendo en la calle… En el cielo las estrellas/ Y toda la frente adornada con espinas/ La noche está llena de tristeza/ Durmiendo en la calle/ Cerca de mi casa…”, canta Andrés Calamaro en esa bella y triste canción titulada “En un hotel de mil estrellas”).

 

Los malestares crecen y las soluciones que se nos ofrecen tienen a individualizarnos aun más: autoayuda, queja, medicalización, conforman distintos enfoques para una misma cuestión: parece que estamos solos en el mundo. La vida virtualizada no hace más que acentuar esta dinámica: creemos que permanecemos hiperconectados cuando en realidad estamos cada vez más desconectados.

 

Los defensores acríticos del desarrollo tecnológico suelen valga como ejemplo– postear en redes sociales fotografías antiguas, en las que pueden verse a decenas de personas juntas –aunque separadas– esperando el tranvía con periódicos en mano. “¡Vean dicen– la gente siempre estuvo en la suya, lo que cambia es el formato!”. Lo que no dicen esas imágenes es aquello que podemos leer de ellas: que incluso en esas escenas de personas ensimismadas leyendo lo suyo, hay una “comunidad de lectores” que funciona como trasfondo: están los de La Nación, los de Crítica, los del diario Página/12 o la Revista Fierro o la Crisis, o la Sudestada (la comunidad varía de acuerdo a las épocas y las posiciones ideológicas). Con los libros pasa algo similar. Con los celulares, no: cada uno en su mundo y nadie sabe que anda leyendo el otro, si es que lee, porque la tendencia se fue desplazando de portales a Facebook y luego, ya, directamente, a formatos puramente audiovisuales, como Tik Tok o Instagram (sólo los luser, los que “no entendemos nada”, subimos y leemos algún texto perdido en esta red).

 

Incluso ese movimiento de repliegue sobre uno mismo que implicaba escuchar música ha mutado en nuestras vidas urbanas contemporáneas: la posibilidad de utilizar los celulares sin auriculares se ha transformado en regla, en la que cada quien pone a todo volumen los sonidos que le parece, en pequeños espacios cerrados como el tren, el subte o el colectivo, gestando la “anticomunidad”. Lo que se detecta con claridad ya no es algún tipo de lazo, real o simbólico, sino la ausencia total de registro del otro. Sujetos sujetados a la lógica ensimismada que se deriva de concebirnos (aunque nunca lo hayamos siquiera pensado) en individuos que habitamos un espacio de átomos aislados, en donde el (no) vínculo está sustentado en esa guerra potencial de todos contra todos de la que hablaba Thomas Hobbes en su clásico libro Leviatán, en el que postulaba que en “estado de naturaleza el hombre es lobo del hombre”. Frente a ello la teoría política contracactualista proponía construir un “Estado fuerte”, que garantizara la seguridad de todos. Ya ni siquiera en eso piensan los actuales liberales.

 

 

Imaginación

 

¿Ha sido siempre así la dinámica urbana? ¡Para nada!

 

En la mortífera soledad ensimismada en la que nos deja situada la repetición ciega de esta lógica social de la desconexión corporal y subjetiva, no hay lugar para el amor, para la amistad, ni para la imaginación que puje por construir otro tipo de vida. Ni que luche por ella. Pero esto no h sido siempre así, es parte de este momento histórico en el que la calle ha sido “destituida como espacio público y político”, para volver sobre las palabras de Lewkowicz en su libro Todo lo sólido se desvanece en el aire, donde también apunta: “en condiciones de mercado la calle se transforma en esa distancia desértica que separa al consumidor de sus objetos de consumo”. Por eso nos detenemos aquí en recuperar su apuesta: la de asumir que no habrá calle hasta que una estrategia subjetivamente la obligue a existir (nuevamente, resignificada). Porque la destitución de la calle como espacio público la destituyó de “zona de encuentros aleatorios”, para transformarla en un sitio amenazante.

 

Frente a este panorama, cabe destacar entonces la importancia de la producción de insumos para librar la disputa anímica, porque como tan bien supo señalar el escritor italiano Ítalo Calvino, en su novela Las ciudades invisibles, hay un arte de saber detectar “quien y qué, en medio del infierno, no es infierno”, para “hacer que dure” y “dejarle espacio”. Hoy en día desarrollar ese arte se torna no sólo deseable en términos existenciales (de una ética singular), sino también necesario en términos políticos (es decir, colectivos), programáticos.

 

Porque como sostiene Leslie Kern, en Ciudad feminista, la apuesta es por desmantelar las barreras físicas y sociales en post de construir una vida urbana en la que todos los cuerpos “sean bienvenidos y tengan un lugar”. Para ello, entre muchas otras cuestiones que se mencionan en el libro, es necesario contar con “medios de transporte accesibles, veredas sin obstáculos, viviendas asequibles, baños públicos seguros y limpios, acceso a jardines y huertas comunitarias, un salario mínimo digno, espacios compartidos para tareas como la preparación de la comida” (obviamente, como está en el centro del ensayo, todo esto implica cultivar una mirada no sexista en el planeamiento urbano).

 

Que hay otras urgencias que es prioritario abordarlas en el corto plazo es una obviedad y, quizás por eso, se repita una y otra vez en los ámbitos políticos. Pero la política no sólo bebe de las aguas de las luchas sociales y las disputas institucionales, sino también de una imaginación capaz de ampliar los horizontes de posibilidades que se plantean en una época. Un rol social de la literatura (en sentido amplio, en el que este mismo texto se inscribe), seguramente debería ser contribuir en ese sentido. Si es que asumimos que una ciudad es también una red de relatos y de relaciones.

 

Sin gestación de una trama común, entonces, el espacio urbano estará condenado a seguir siendo un mero sitio de especulación de las grandes corporaciones. Y terreno baldío para cualquier horizonte de comunidad que ponga en primer plano esos grandes ideales que guiaron las luchas de otros tiempos: conquistar la felicidad del pueblo, y la grandeza de la nación.

 

 *  Nota publicada en Revista Zoom

 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

“Una muchacha sin historia”, de Alexander Kluge


Hermosa peli. La vi el lunes en el Festival de Cine Alemán de Buenos Aires, en una sala con butacas muy cómodas en el barrio porteño de La Recoleta.

Ya había visto, hace como 15 años, su film documental/experimental sobre “El capital”, esa larga saga de varias horas basada en las notas de Eisenstein para filmar la obra monumental de Karl Marx. Pero luego no indagué en su filmografía.

Al comienzo de la película vemos a Anita G (la protagonista principal interpretada por Alexandra Kluge, hija del director), siendo juzgada en un tribunal. Allí declara que nació en la República Democrática Alemana y que su familia judía fue perseguida en años anteriores, durante el nazismo.

El deambular por bares, en distintos trabajos y habitaciones de hotel, con o sin amantes, llevan a esta muchacha de 22 años a mostrar la ilusión de “mejor vida” que puede ofrecer la Alemania Occidental. Los pequeños delitos y el retirarse de varias pensiones sin pagar le complican la vida, por más que ella haga intentos de “progresar”, la vida se le presenta sin muchos horizontes.

Una cuestión que Deleuze y Guattari dijeron tiempo después a propósito de Kafka me anduvo dando vueltas por la cabeza mientras veía la película. A saber: que no se trata tanto de “la libertad”, sino de encontrar una salida. Hay algo de eso que expresa el personaje de Anita G. No sólo “temáticamente”, sino también en su mirada, en sus gestos.

Como decía, vi el film en una sala con butacas muy cómodas, pero con la desventaja de “sonidos-ambiente” de personajes, no de la peli sino de esta ciudad con ruidos tan molestos. Sospecho que estos ciclos son “anti-económicos” desde el punto de vista comercial-empresarial, así que bien se podría colocar en la puerta del cine: “prohibido ingresar con pochoclos”.

Por lo demás, ¡me quedo con ganas de segur indagando en la obra de este director alemán!


lunes, 23 de septiembre de 2024

Conversaciones sobre Literatura, filosofía y psicoanálisis

Ciclo de conversaciones en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini 


COORDINACIÓN: Mariano Pacheco


La relación entre literatura y filosofía es íntima desde el nacimiento misma de esta última. La invención del psicoanálisis, por su parte, estuvo atravesado desde el vamos por los aportes conceptuales que se venían gestando en la filosofía (sobre todo alemana) y por numerosas imágenes literarias.

 

¿Qué vigencia tienen hoy esos debates? ¿Qué pasa con las experiencias mismas de la filosofía, la literatura y el psicoanálisis en este mundo contemporáneo, atravesado por la virtualización y la precarización generalizada de unas vidas que tienden cada vez más a la rotura existencial?

 

Para pensar estos y otros temas apelamos al arte mismo de la conversación, tan presentes en el nacimiento y en la historia de estas tres prácticas culturales. Lo haremos cada vez con una invitada o invitado

 

El ciclo lo organiza el Departamento de Literatura y Sociedad del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y lo coordinará uno de sus investigadores, Mariano Pacheco, escritor y periodista, autor --entre otros libros-- de "Roberto Arlt: por la senda de Nietzsche y Freud", coordinador de los Encuentros de filosofía y salud mental “Lecturas sintomáticas” y del Taller de Experimentación Narrativa “Escrituras sintomáticas”.

 

Los invitados:

 

AGOSTO

(Jueves 29, 19 horas)

 

FLORENCIA ABADI (docente e investigadora universitaria. Autora --entre otros libros-- de “El nacimiento del deseo” y “El sacrificio de Narciso”).


 

SEPTIEMBRE

(Viernes 27, 19 horas)

 

EMILIANO EXPOSTO (Investigador, activista. Miembro de Coloquio de perros, editorial especializada en salud mental. Autor del libro “Las máquinas psíquicas”).


 

OCTUBRE

(Viernes 25, 19 horas)

 

MARÍA PÍA LÓPEZ (Ensayista y docente universitaria. Autora --entre otros libros-- de “Quipu. Nudos para una narración feminista” y “Travesía. Jugar con maldón”).


 

NOVIEMBRE

(Viernes 29, 19 horas)

 

RAÚL CERDEIRAS (Coordina grupos de estudios de filosofía desde los años sesenta. Dirigió por 25 años la Revista Acontecimiento. Fue el primer traductor de la obra de Alain Badiou al español y uno de sus principales difusores en nuestra lengua. Autor del libro “Subvertir la política”)

 

jueves, 19 de septiembre de 2024

"Tratame bien", serie argentina

 


Terminé esta semana de ver la serie emitida por Canal 13 durante el año 2009, producida por Polka y dirigida por Daniel Barone, al igual que "Vulnerables" (1999-2000), cuyas dos temporadas volví a ver hace poco.

 

Si bien tal vez un poco exagerada por la trama (que se sintetiza en el nombre), no deja de llamarme la atención lo naturalizado que estaban los malos tratos intrafamiliares. Creo que no me equivoco si digo que, a contrapelo de todas las cuestiones que empeoraron en nuestra sociedad, hoy los vínculos son menos violentos, o están un poco más problematizados (al menos en determinadas franjas).

 

Algunos actores y actrices se repiten: la magistral Cristina Banegas que en Vulnerables hacía de madre borracha y esposa maltratada por su adinerado marido aquí interpreta a Clara Lombardo, la psicoanalista que lleva el tratamiento de pareja de Sofía y José, interpretados por Cecilia Roth y Julio Chávez (que en 2011 protagoniza “El puntero”, para mí, la mejor serie política de la historia nacional, que hace un tiempo volví a ver otra vez).

También Alfredo Casero, quien ya se había destacado en un papel dramático en Vulnerables, vuelve aquí a resltar como Nacho, el mejor amigo de José, que termina casándose y teniendo un hijo con la hija de éste, Helena (María Alché). El elenco se complementa con el otro hijo de la pareja principal, Damián (Martín Slipak).

 

Luego complejizan la trama Elsa Lipsis (María Onetto), la psicóloga con la que Sofía hace un tratamiento individual y el gran maestro Norman Briski es quien hace de Arturo Salinas, psicólogo de Julio, el armenio Chokaklian, quien pronto descubre que no es él el padre biológico de su hijo, sino Carlos (Daniel Fanego), con quien Sofía sostuvo un romance durante unos meses en que estuvieron separados. Hernán (Guillermo Arengo) es el hermano de Julio, quien padece de sobrepeso y la carga de no haber sido él también heredero del negocio familiar.

 

Uno de los mejores papeles, de todos modos es para mí el de una desconocida Mónica Cabrera, quien interpreta a Rosa, la empleada doméstica que termina cumpliendo un rol central en el resquebrajado dispositivo familiar.

 

Fabián Vena, Leonor Manso, Federico Lupi, si bien en papeles secundarios, dan cuenta de una apuesta televisiva con grandes actores y actrices (que, en otro nivel, creo, complementan Chunchuna Villafañe, Juan Minujin, Leticia Brédice, María Carambula, Héctor Bidonde, Griselda Siciliani).

 

No pasaron tantos años, pero parecen producciones de un tiempo remoto.

 

sábado, 14 de septiembre de 2024

Trabajo y salud mental: Filosofía y politización del malestar

La intervención en los procesos singulares y colectivos de la subjetividad

 


Taller en el SIPREBA

Solis 1158 (CABA)

 

 

16/09: trabajo y salud mental

 

23/09: privatización del estrés y politización del malestar

 

30/09: Filosofía del encuentro y disputa anímica

 

 

Coordinación: Mariano Pacheco (escritor, periodista, investigador)

 

Inscripción: palabrasprofanas@gmail.com

 

 

Actividad presencial, gratuita en el Sindicato de Prensa de Buenos Aires

 

  

Propuesta

 

La precarización generalizada de la vida en tiempos de realismo capitalista, en los que es más fácil imaginar el fin del mundo que la transformación de este orden mundial, tiene sus impactos catastróficos no sólo en las condiciones materiales de existencia, sino también en los modos subjetivos en que se abordan las nuevas relaciones laborales, de consumo, amorosas, de amistad…

 

La pregunta por los malestares psíquicos solía correrse del medio de las discusiones políticas, o se abordaba muchas veces individualizándola y patologizándola, como si las ansiedades, angustias, insomnios, temores, frustraciones, depresiones que padece cada quien no fuesen un síntoma de un problema mayor, atravesado por las diferentes asimetrías sociales, económicas, políticas y culturales de un sistema que organiza la vida sobre la base del sufrimiento de las grandes mayorías.

 

Para poder pensar líneas de acción al interior de la clase trabajadora, desde sus organizaciones sindicales y desde la comunidad organizada, pero también, desde una apuesta política capaz de garantizar un Estado presente para las necesidades y anhelos de las mayorías populares, abrimos este ámbito en el que vamos a trabajar los lunes de septiembre, de 17 a 19 horas (puntual).

jueves, 12 de septiembre de 2024

Santa Fe: disputa anímica, audacia política, autodefensa popular

 


Por Mariano Pacheco 

 

Los recientes episodios en la provincia de Santa Fe nos llenan de preguntas. No faltarán los apresurados que salgan a vaticinar “vientos de rebelión” nacional, porque –se dice de tanto en tanto– somos “el mejor país del mundo”. Por el contrario, los pesimistas de siempre, reducirán lo acontecido hoy en la Legislatura provincial a un “hecho aislado”, intrascendente para la política argentina.

 

En un intento por sustraerme de ese rasgo ciclotímico que nos caracteriza a menudo –ya que somos nosotres mismos los que solemos oscilar entre un polo y otro– quisiera compartir aquí dos o tres cuestiones que me vienen dando vueltas en la cabeza y que han aparecido en algunas conversaciones colectivas en los últimos tiempos, en esas pequeñas cofradías de soledades pobladas con las que buscamos transitar estos tiempos tormentosos.

 

Ya dirán con precisión quienes han protagonizado la movilización de hoy, quienes se encuentran en territorio –como se dice– cuales fueron los rasgos centrales de la jornada, sus protagonistas, sus grandes ausentes.

 

Aquí quiero ir por otro sendero, y tratar de abrir una conversación pública en torno a lo que pasa –lo que nos pasa– más allá de las consignas y banderas que sostenemos, de lo que “pensamos”, e indagar en aquello que sentimos, en ese suelo anímico devastado que nos viene imposibilitando accionar más allá de reaccionar.

 

“La historia tiene más imaginación que nosotros”, supo escribir Louis Althusser en ese libro tremendo y desgarrador que lleva el bello título de “El porvenir es largo”, citando a –o, más bien, haciendo una suerte de asociación libre respecto de– Marx, el teórico de las tendencias.

 

Lo de Santa Fe ocurrido hoy, ¿es un episodio aislado o el inicio de una dinámica que puede devenir tendencia? Seguramente es muy pronto aun para saberlo.

 

Lo que sí sabemos es que la Argentina tiene un largo historial de episodios de tipo insurreccional en su haber. Basta con cepillar un poco la historia a contrapelo y allí aparecerán rápidamente la Semana trágica en enero de 1919, el 17 de octubre en 1945, el Cordobazo en mayo de 1969, el Cutralcazo en junio de 1996, la rebelión popular del 20 de diciembre en 2001… Sólo por mencionar los hechos significativos, detrás de los cuales –si cepillamos aún un poco más la historia a contrapelo– aparecen esos otros episodios, los “azos” que quedaron opacados por las luces de las barricadas de estos acontecimientos mayores.

 

Teniendo en cuenta sólo la memoria corta, cabe recordar que incluso antes de la pueblada de Cutral Có –que abre el ciclo de luchas populares desde abajo que tiene su máxima expresión en diciembre de 2001 y su cierre trágico en junio de 2002– hay un “Santiagazo”, en diciembre de 1993, que funciona como rayo en cielo sereno. No se deriva de aquella explosión de furia popular, de manera inmediata, una clara línea de acción (como sucedió luego, tras el Cutralcazo, con su grito de “Cortes de ruta y asamblea” como poder –o contrapoder– de la “nueva” clase obrera), pero se modifica el suelo sensible que operaba en la subjetividad popular. Pronto se organizará la “Marcha Federal”, aparecerán los HIJOS con sus escraches y emergerá el movimiento piquetero.

 

Entonces veníamos de suelo devastado por la ofensiva neoliberal del menemato en Argentina y de la instauración del Nuevo Orden Mundial tras la caída del Muro de Berlín, así que la comparación no vale con la actualidad, en la que contamos con cientos de expresiones sociales, políticas y culturales que agrupan a decenas de miles de personas en todo el territorio nacional (no sólo en las grandes ciudades, como sucedió con frecuencia en nuestra historia, sino incluso en pueblos y parajes en los que nunca antes había existido organización popular). Entonces emergió lo nuevo, desde sitios y dinámicas inimaginables hasta entonces.

 

El interrogante que sí aparece hoy, es si un nuevo ciclo de luchas se producirá sobre las bases de este proceso de acumulación de fuerzas de por lo menos tres décadas con el que contamos o si, por el contrario, las históricas expresiones populares (como los sindicatos, el peronismo realmente existente y los “nuevos” movimientos sociales) quedarán observando la nueva situación cual espectadores que anhelan ser protagonistas pero que, perplejos, se reducen a “maliciosos comentaristas” de aquello que no comprenden (porque “no la vieron, no la ven”), y juzgan negativamente (sea porque lo consideran con “faltas” o “excesos”, lo mismo da).

 

Como sea, los recientes sucesos de la provincia de Santa Fe vienen a mostrar, nuevamente, que la historia tiene más imaginación que nosotros (los militantes, periodistas, cientistas sociales –el autocorrector de Word me pone “cuentistas sociales” y debo corregir–, o sea cual sea el nombre bajo el cual nos queramos encasillar).

 

Lo importante ahora es tomar nota, más allá de si la toma de la Legislatura es un episodio aislado o da inicio a otro tipo de proceso. Afinar el lápiz, como se decía en tiempos anteriores a esta era digital, y abordar la tarea que desde hace tiempo se nos impone, por más que no la queramos ver: asumir de una vez por todas que, en esta democracia no sólo hay adversarios, sino también enemigos. A los enemigos no se les “discute” con “respeto”, porque sus “opiniones” valen tanto como las nuestras, sino que se los combate, así como se combate a quienes dan rienda suelta a sus pulsiones homicidas y garantizan la ley y el orden vía acciones de represión sustentadas en la legalidad que este sistema les otorga, pero a la que siempre agregan un plus extra de crueldad.

 

Dejar de mirar, y filmar con nuestros celulares personales los atropellos que nos llevan puestos y pasar a accionar frente a ellos es parte de la tarea primordial que no sólo puede garantizar la integridad de nuestros cuerpos, sino dinamizar/ problematizar/ recrear esta democracia de baja intensidad en la que vivimos (con que movileros de medios y militantes de la comunicación popular filmen los atropellos basta).

 

La autodefensa popular no sólo es imprescindible para dejar de poner los muertos, los presos, los heridos, sino para levantar la autoestima, para intervenir activamente en la coyuntura anímica y producir un cambio en las relaciones de fuerzas sensibles. Esa violencia tan condenada por los sectores dominantes que se expresa en cada rebelión popular, en cada acción de autodefensa frente a la represión –e incluso en cada “ofensiva táctica” en las calles, como puede ser “tomar” un edificio público más allá de que no haya represión policial– expresa –suele expresar–, asimismo, importantes niveles de creatividad, fundamentales para sacudir la modorra que nos atraviesa, esa que puede detectarse en la falta de invención y de audacia política. Incluso la modorra intelectual será sacudida si nuestros cuerpos se agitan.

 *Apuntes del 12 de septiembre de 2024, 19.30 horas

martes, 10 de septiembre de 2024

Escrituras sintomáticas: Taller de Experimentación Narrativa



Miércoles de 19 a 21 horas- frecuencia quincenal- Virtual, arancelado

 

Escuela de Literatura Autogestiva Aldo. F. Oliva


Coordinación: Mariano Pacheco


INICIO: 11 de septiembre

 

 

PROGRAMA

 

Septiembre: Diarios

“Escritura y encierro”

 

 

Tomás Abraham: Diario de un abuelo salvaje

 

Antonio Negri: Cárcel y exilio (Memoria de un comunista II)

 

 

Octubre: Ensayos

“Filosofía, Literatura, Psicoanálisis”

 

 

Pontalis: El amor a los comienzos

 

Guillermo Ricca: Manual para naufragios

 

 

 

Noviembre: crónicas y relatos

“La escritura del proceso de lectura”

 

 

Daniel Link: La lectura, una vida

 

María Moreno: Contramarcha



 FILOSOFÍA Y LITERATURA COMO INICIATIVAS DE SALUD

La literatura y la filosofía como iniciativa de salud, posibilidad de vida, contra los estados de enfermedad que producen una interrupción del proceso creativo. Desde este enfoque nos proponemos combinar en este espacio el despliegue de la imaginación con un trabajo sobre nuestras propias experiencias de vida y las observaciones que podamos realizar de nuestro entorno, para desde allí producir ensayos, relatos, crónicas, prosas breves en las que asumamos que no se puede escribir sin ser interrumpido por la vida, y lejos de leer allí un obstáculo, hacer de ello una potencia de producción artística.

Siguiendo las pistas de quienes plantearon que la experiencia es inseparable de la memoria, buscamos que las lecturas con las que contamos, las películas que hemos visto, las canciones que hemos escuchado, las conversaciones que hemos presenciado, las calles que hemos caminado, los conflictos que hemos atravesado, puedan ser tomados como astillas de experiencia para armar una determinada imagen (de escritura) a través de la cual encontremos y narremos nuestro mundo, que nunca es un mundo individual sino de encuentros, de concordancias y discordancias, de composiciones y descomposiciones de relaciones.

En este sentido, escrituras sintomáticas se propone partir de la propia experiencia de vida (singular/ colectiva) para ejercitar la narración, tomar la propia biografía y los ejercicios de memoria que podamos realizar como puntos de partida para emprender la escritura, no en términos de un refuerzo del yo, sino como inspiración para una construcción que transforme eso que vimos, escuchamos, imaginamos, vivenciamos, en un material de escritura.

Apostamos a que cada sesión virtual funcione como lugar de encuentro: para leer y reflexionar sobre la escritura, incitar a la elaboración de los propios textos, corregir y reescribir, compartir el placer de la lectura, la escritura y la conversación, en la búsqueda de seguir el rastro de nuestros síntomas y conquistar con la escritura lo desconocido que llevamos dentro.

 

lunes, 9 de septiembre de 2024

¿Fue Walsh un precursor del non fiction?

 

Por Mariano Pacheco*

 

Con la publicación de A sangre fría, en 1964, Truman Capote revoluciona la novela moderna, inaugurando el non-fiction. Con orgullo nacionalista, en Argentina, suele decirse que ya Rodolfo Walsh había inventado el género en 1956, con Operación masacre, aunque cabe preguntarse si el autor de ¿Quién mató a Rosendo? no es más bien el inventor de otro nuevo género: el de investigación- denuncia- testimonio.

 

La invención de un género

 

Los hechos son bastante conocidos: en junio de 1956, a menos de un año del derrocamiento del gobierno constitucional de Perón por una dictadura autodenominada “Revolución libertadora” (que no dudó en bombardear la Plaza de Mayo y masacrar decenas de civiles en el intento de asesinar al presidente), una asonada cívico- militar peronista intenta recobrar sin éxito el control del poder político. Las consecuencias, en gran medida gracias a Rodolfo Walsh, también son conocidas: civiles y militares fusilados ilegalmente en los basurales de José León Suárez como forma de complementar el proceso de “desperonización forzosa” que también incluyó prisión y torturas, proscripción política y sindical, exilios y hasta la prohibición de mencionar públicamente los nombres de Perón y Evita, cuyo cadáver fue secuestrado y ocultado ilegalmente durante años.

La forma en que Walsh se topó con “el caso” también son hoy muy conocidas. El resultado tras un año de trabajo independiente (es decir: sin financiamiento) y en la clandestinidad (Walsh llegó a trasladarse armado, por precaución) no tuvo el resultado que imaginaba (creyó que importantes editoriales correrían a sacarle los manuscritos de la mano), pero al fin y al cabo tuvo más “éxito” del que esperaba: se transformó en uno de los textos emblemáticos del peronismo, y fundó un nuevo género en el Río de La Plata.

 

 

¿Non fiction?

 

En un breve artículo publicado en el diario Clarín el 26 de septiembre de 1999 (“El país de no ficción”), Beatriz Sarlo afirma que el primer libro de fortuna del non fiction, aun antes de que Truman Capote escribiera A sangre fría, fue Operación masacre, de Rodolfo Walsh. Sostiene que, además de narración de hechos reales escrita con técnicas literarias, es un género de mezcla, expansión de la crónica periodística por medios tradicionalmente literarios. “El non fiction es un género de voces”, enfatiza Sarlo. El retrato, la interrogación, el enigma, son algunas de las estrategias narrativas que el cronista toma para la construcción de su relato. Esto, en cuanto a los procedimientos literarios. Pero ¿alcanzan esos ejemplos para encuadrar Operación masacre en el género de non fiction?

Si consideramos que Walsh comienza con la escritura de esta historia una década antes de que Capote empezara con la suya, y si tenemos en cuanta las condiciones de producción del Nuevo Periodismo en Estados Unidos, deberíamos decir que no. Que Operación masacre no comparte filiación directa con este género, y que de hecho es mucho más subversivo que su par norteamericano. En EE.UU., el reportaje desplaza entre fines de los cincuenta e inicios de los sesenta el lugar central de la novela dentro del sistema literario, luego de una década, o más, de crisis de la literatura. Período que no fue muy productivo para los narradores, quienes corrían tras la ilusión de descubrir nuevos modos de expresión, de modo similar a como los buscadores de oro se esmeran en hallar su preciado tesoro. De allí que A sangre fría –como hemos visto en una nota anterior– se inscriba en esa búsqueda.

Algo de eso hay también en Operación masacre, claro. Pero mientras que Capote y los escritores norteamericanos que hacen de esa búsqueda estética sólo una mera cuestión literaria, Walsh –para decirlo en los términos en que lo plantea el filósofo francés Gilles Deleuze– traza una línea de fuga, gestando una verdadera “máquina de guerra”. La investigación produce no solo testimonio sino también denuncia, y no liga la serie literaria solo con la historia social, sino también con la historia política. Se parte de lugares diferentes, pero también son diferentes los efectos que su escritura provoca en el escritor, y su publicación en el contexto histórico inmediato.

Reivindicando, como Sarlo, ese carácter “coral” del libro, pero arribando a conclusiones totalmente opuestas, Ricardo Piglia remarca esta contraposición entre la invención de un nuevo género en estas tierras del sur del mundo, y el denominado “Nuevo Periodismo Norteamericano”. En su conferencia titulada “La ficción paranoica”, Piglia sostiene que en Walsh (a diferencia de la posición neutra del non fiction estadounidense), el acceso a la verdad está trabado por la lucha política, por la desigualdad social, por las relaciones de poder y por la estrategia del Estado. Así, este nuevo género de investigación-testimonio-denuncia realiza un doble movimiento que implica, por un lado, rescatar las verdades fragmentarias, las alegorías y los relatos sociales. Y, por otro, desmontar las construcciones del poder y sus fuerzas ficticias.

Ese deslizarse de una voz a otra, de una versión a otra (que son las versiones de aquellos que son testigos de la barbarie porque han sobrevivido al horror de las fuerzas brutales del Estado desatadas contra ellos), es la materia prima para la construcción de un contrarrelato, antagónico con esas versiones estatales. Por eso Piglia insiste en que Walsh sabe oír la voz popular y que es a partir de ese “saber escuchar” que se desarticulará el relato falso de los hechos que ese aparato de poder ha construido ocultando, manipulando y falsificando. Hay que construir una red de historias alternativas para reconstruir la trama perdida. Doble movimiento entonces: oír y transmitir el relato popular; desarmar/desmontar el relato encubridor, la ficción del Estado.

 

 

Escritura, ético y política

 

Operación masacre es un libro raro: desdibuja la línea que separa el periodismo de la literatura y mantiene una estructura escindida. Por un lado, el cuerpo del texto (la historia propiamente dicha), y por otro, la historia de la investigación. El recorrido político e ideológico de Walsh puede rastrearse con claridad a través de los sucesivos “paratextos” que el autor incorpora en las distintas ediciones de Operación masacre.

A diferencia de Capote, comprometido con el estado de situación que juzga y condena a los delincuentes (presos “comunes”, asesinos de una familia de pueblo a la que fueron a robar), es decir, con vínculos con la policía, el periodismo hegemónico y el poder judicial que lo favorecen en la investigación, Walsh funciona como una suerte de detective-narrador-periodista que, contra viento y marea, quiere acceder a la verdad para desentrañar un crimen político perpetrado ilegalmente por el Estado (dictatorial).

Como el propio autor sostiene en su breve autobiografía, Operación masacre cambió su vida (“Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior”). Es ese amenazante mundo exterior que le arrebatará la vida, y secuestrará su cuerpo, hasta el día de hoy “desaparecido”.

En el medio, entre 1957 y 1977, Walsh escribió cuentos y obras de teatro, fue un escritor reconocido, como Capote. Pero a diferencia de él, se transformó en militante: fue criptógrafo en la cuba revolucionaria en 1961; participará de las elecciones de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa de Argentina, en 1966, como candidato en una lista de la “nueva izquierda”; en 1967 integrará, junto a los hermanos Viñas, el Consejo de Redacción de la revista Problemas del tercer mundo; en enero de 1968 será jurado del Premio Casa de las Américas de Cuba y en mayo de ese mismo año redactará el “Programa de la CGT de los Argentinos”, mientras dirigirá su periódico CGT, donde publicará las notas que luego integrarán el libro-primo-hermano de Operación masacre, ¿Quién mató a Rosendo?; en 1969 escribirá el prólogo para Los que luchan y los que lloran, el libro de su amigo Jorge Masetti, desaparecido desde 1964, cuando –como “Comandante Segundo”– preparaba en Salta las fuerzas del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), el “brazo argentino” del proyecto del Che en Bolivia; a inicios de los setenta se incorporará al peronismo revolucionario, primero a las Fuerzas Armadas Peronistas y luego a Montoneros; en 1973, cuando reedite El caso Satanowsky –su investigación sobre los mecanismos que La Libertadora estableció en los campos afines del periodismo y los Servicios de Informaciones– se lo dedicará a la Agrupación 26 de julio y el Bloque Peronista de Prensa, que integra, con quienes pretende contribuir a combatir diariamente “a la raza de los envenenadores de conciencias: nuestros patrones” –dice–; en 1974, ante la muerte de Perón, escribirá las formidables líneas de tapa de Noticias (el mismo año viaja a Palestina como corresponsal del mismo diario y escribe unos informes con entrevistas dando cuenta de la resistencia del pueblo Palestino); e 1976, tras el golpe del 24 de marzo, se dedica a gestar una serie de intervenciones en el plano de la contrainformación popular –ANCLA, Cadena informativa, las Cartas–, la más famosa, la “Carta abierta de un escritor a la Junta militar”… también escribe una serie de “observaciones sobre el documento del Consejo del 11/11/76”, reunión del Consejo Nacional del Partido Montonero, que integraba como parte del Área de Inteligencia, experiencia política de la que formaba parte al enfrentarse a tiros contra sus verdugos aquel 25 de marzo de 1977.

*Nota publicada en Revista Zoom