jueves, 26 de diciembre de 2024

Pensar con Lewkowicz: Taller virtual de verano (enero)

 


¿Es posible abrir un espacio-tiempo para la invención en medio de la compulsión capitalista a la innovación? ¿Cómo intervenir sobre las nuevas situaciones si las categorías con las que leemos la realidad obstaculizan la comprensión, por tratarse de entramados conceptuales que responden a realidades agotadas?

 

Un conjunto de hipótesis estratégicas aparecen en el trabajo de Ignacio Lewkowicz compilado recientemente por Coloquio de perros editorial bajo el título de “Todo lo sólido se desvanece en la fluidez”. Frente a la fragmentación social y el desgarro subjetivo, la cultura de la imagen y el narcicismo solipsista ya presentes en nuestra sociedad en el entre-siglo –rasgos exacerbados con la virtualización generalizada que atraviesa nuestras existencias–, estos ensayos escritos en torno a 2001 cobran en la actualidad una vital importancia frente a la proliferación de las vidas de derecha.

 

Leer a Lewkowicz hoy requiere una doble operación: recuperar todo aquello que funciona en sus textos como una suerte de oráculo que anuncia nuestro presente; romper el hechizo de la fascinación que no nos permitiría visualizar que desde entonces (Ignacio muere en un trágico accidente en 2004), y hoy, demasiadas cosas han pasado en la Argentina, Latinoamérica y el mundo como para no dar cuenta de las dos décadas transcurridas.

 

En estos encuentros virtuales de verano nos proponemos realizar un recorrido por los conceptos fundamentales que estructuran el libro: catástrofe y mercado; instituciones y Estado; estrategias y situaciones; subjetividades de la crisis.

 

Poner a funcionar la “máquina Lewkowicz”, en un intento por pensar los desafíos que la escena contemporánea nos presenta, en la búsqueda por seguir apostando a los encuentros aleatorios que nos permitan intervenir críticamente en la realidad para introducir nuevos horizontes posibles.

 

Resingularizar, reagrupar, contraatacar: leer y conversar para comprender… y combatir es parte de la apuesta.

 

Martes 7, 14 y 21 de enero

De 20 a 21.30 horas

 Actividad virtual arancelada


Coordinación: Mariano Pacheco

Consultas:1140991554

palabrasprofanas@gmail.com

jueves, 19 de diciembre de 2024

El ruido de las cacerolas (diciembre de 2001)

 



I-

Las cacerolas que hicieron su aparición masiva el 19 de diciembre de 2001, jugaron un rol fundamental a la hora de quebrar el miedo impuesto por la declaración del estado de sitio. Por eso creo inoportuno reducir esta forma de protesta sólo a un factor coyuntural, centrado en lo económico (incautación de los depósitos bancarios). Hay algo de tipo ético-político en el rechazo al autoritarismo y la represión. No es que vea un soviet en cada esquina en la cual se juntan un grupo de vecinos. Tampoco es cuestión de depositar esperanzas exageradas en los vacilantes (cuando no reaccionarios) sectores medios porteños. Pero creo que es justo reconocer que durante el primer semestre de 2002, estos sectores se incorporaron de una u otra manera al proceso de resistencia contra el modelo neoliberal. En un proceso inédito de participación y movilización de estos sectores.

Por otra parte, los cacerolazos no se agotarán con la caída de De la Rúa. Una semana mas tarde aparecerán nuevamente para expulsar a Adolfo Rodríguez Saá; y unos días después volverán a las calles para advertir a El Otro que en Argentina algo había cambiado. Luego, al ruido de las cacerolas se le acoplará la palabra compartida en los distintos barrios. Es el surgimiento de las Asambleas Populares.

De manera muy distinta a lo que sucedió durante la década Menemista, el verano será, para los sectores medios, un período en el cual lo importante no serán las vacaciones, sino el proceso político que se vive en el país. Durante la primera quincena de enero, los cacerolazos de los asambleístas sumarán su ruido al de las luchas que se libraron a lo largo y a lo ancho del país: piquetes de los trabajadores desocupados, huelgas y movilizaciones de trabajadores ocupados, sobre todo del sector estatal, escraches...

La respuesta del gobierno y la corporación mediática los cacerolazosfue inmediata. Ante el segundo viernes de cacerolazos masivos en Plaza de Mayo, comenzó una campaña de desprestigio y cerco político sobre el nuevo protagonismo social.

Citemos un ejemplo: la cobertura de los principales diarios nacionales sobre el masivo cacerolazo del 11 de enero que culminó con represión.  Al otro día, éstos fueron algunos de los titulares: “Otra vez hubo violencia y los destrozos marcaron a la ciudad” (Clarín). “La SIDE califica a los que lanzaron ataques como un ‘engendro’ de izquierdistas, de marginales y de clase media ‘furiosa’” (La Nación). Ambos periódicos, más allá de los matices, coincidieron en realizar una minuciosa crónica de los destrozos, excluyendo todo comentario sobre el carácter masivo de la movilización.

Si bien ninguno tenía datos precisos, los dos tomaron como fuente a la SIDE, la Policía Federal y la Secretaría de Seguridad Interior para denunciar a los “posibles” responsables de las acciones. Estos organismos señalaban a “activistas de ultraizquierda”, como los autores de las acciones directas. “Se habla de los grupos ‘Teresa Rodríguez’, la CCC y ‘Quebracho’”, y “hasta afiliados al sindicato de mensajeros en moto, a quienes relacionaron con la entidad que nuclea a hijos de desaparecidos” (La Nación).

A partir de allí, la discusión no será “movilización sí, movilización no” (que polarizaría las posiciones y posibilitaría el agrupamiento de un amplio espectro “garantista”), sino que el eje central instalado por los medios pasará a ser “hay que aislar a los violentos”.

Toda esa discusión no fue más que un intento de las clases dominantes por recuperar el monopolio en el uso de la violencia. Es decir, abortar la posibilidad de que la violencia popular apareciera como “legítima”.

 

II-

Hay una imagen de la ciudad de Buenos Aires que grafica bastante el clima político de aquellos días. Se trata de una fotogtrafía en la cual puede verse a todos los bancos “blindados”: en vez de vidrios, tenían “chapones”. Un texto publicado en esos días (13 de enero de 2002) en el sitio La Haine (“Las sucursales bancarias como objetivos políticos”), Delgado, Roberto, da cuenta de esta imagen:

 

“La gente se cansó de poner la otra mejilla y de aguantar que la policía antidisturbios defienda a palos y matando los intereses de la clase dominante. La respuesta se transformó en rabia y en el destrozo casi sistemático de grandes comercios y sobre todo de sedes bancarias (...) Al día siguiente la gente caminaba por Avenida de Mayo ante un genuino panorama: el Banco Francés de Avenida de Mayo 1165 tenía la puerta trabada. Un policía custodiaba la entrada y los vidrios rotos todavía estaban en el piso. Sobre los cajeros automáticos unos carteles advertían: ‘No funcionan’; atrás estaban los monitores destrozados”. “En Diagonal Norte los pequeños comerciantes estaban tranquilos: nadie había tocado sus locales. Sin embargo hubo dos perjudicados: el Banco Ciudad y el Boston. El primero ya había perdido los vidrios en protestas anteriores. Por eso, esta vez los atacantes sólo pintaron consignas en el frente con aerosol”.

 

A pesar de toda la campaña de desprestigio, el proceso ascendente de los "caceroleros" no se detuvo, y las movilizaciones continuaron. La organización en los barrios de la Capital Federal se multiplicó rápidamente y las plazas y esquinas en donde los vecinos comenzaron a reunirse llevó a que se planteara la necesidad de coordinarse. Así, el tercer domingo de enero, se realizó un primer inetento: “Mil vecinos reunidos en Parque Centenario para coordinarse”. “Del cacerolazo a la interbarrial. “Lo que empezó como cacerolazo está dando lugar a una coordinación entre barrios movilizados”, tituló Página/12 el  lunes 21 de enero de 2002.

A la semana siguiente, Laura Vales señaló: “La idea central de los participantes es crear una interbarrial que potencie los reclamos y sirva como un espacio donde detectar los objetivos comunes (...). Ayer fue el segundo domingo de asambleas en el parque. Los organizadores montaron un equipo de sonido y desplegaron sobre el césped dos parlantes y un micrófono; la gente se ubicó alrededor. La asamblea duró más de tres horas y llegó al final sin decaer en número... (Página/12, domingo 27 de enero de 2002). Una serie de puntos prácticos se aprobaron en aquel encuentro: participación en marchas a realizarse esa semana (una de ellas en apoyo a la movilización piquetera); la ratificación de realizar una nueva reunión ínter-barrial al domingo siguiente. Otras de tinte más político: fin del corralito; convocatoria a elecciones; no al pago de la deuda externa...  

Claro que, si bien no había sido tan difícil convocar a una coordinación de asambleas, eso no quería decir que fuera fácil ponerse de acuerdo en cómo continuar, cómo funcionar, qué objetivos perseguir.

En la nota recién citada, la periodista reproduce una serie de entrevistas realizadas a varios presentes en el Parque. Algunas de las opiniones escuchadas aquel día: “Vine el domingo pasado y había menos gente”; “Hay un crecimiento que a todos nos pone bien, pero a la vez vuelve más difícil ponernos de acuerdo”; “La regla es que el Parque sirva para coordinar y las asambleas barriales actúen como soberanas”. 

Mas allá de algunas trabas, los procesos de coordinación comenzaron a dar sus frutos, y el viernes 25 de enero se realizó el primer cacerolazo nacional. Bajo una intensa lluvia, miles de manifestantes bailaron, gritaron y saltaron en la Plaza de Mayo. En Puente Pueyrredón, el corte que La Verón mantuvo desde el mediodía hasta la noche y que confluyó con una columna de “caceroleros” de la zona Sur, no pudo llegar a la Plaza. Luego de la represión al cacerolazo y de que les impidieran a los piqueteros de La Verón avanzar desde la zona Sur del Gran Buenos Aires hacia la Capital Federal, los medios masivos de comunicación siguieron haciendo eje en que el problema central eran los “díscolos” que se “metían” en las  jornadas de protesta que “ciudadanos bien” desarrollaban en los marcos de la legalidad. La democrático-burguesa, claro está.

 

III-

Por esos días, amplios sectores medios, “progresistas”, que se habían entusiasmado primero, y desilusionado después con el gobierno de la Alianza, golpeaba sus cacerolas en la ciudad, concurrían a asambleas y hasta miraban con simpatía cuando una columna de los barrios bajos ingresaba a la ciudad a protestar. Lo que no toleraban era que las luchas se radicalizaran; que quienes habían sido violentados se violentaran. Reproduzco unas palabras del artículo titulado “Rebeldías”, que Pasquini Durán escribió por aquellos días. “Camus sostenía que ‘el movimiento de rebelión no es, en su esencia, egoísta. Puede haber, sin duda, determinaciones egoístas. Pero la rebelión se hace tanto contra la mentira como contra la opresión’. Desde aquellas jornadas del 19 y 20 de diciembre, buena parte de la ciudadanía nacional está en desobediencia. Dado que la rebeldía carece de liderazgo definido o de sentido predeterminado, por momentos las actitudes y los discursos hasta pierden racionalidad, aunque a la vez el desborde tumultuoso va encontrando cauces nuevos, como son, por ejemplo, las asambleas vecinales, las conexiones interbarriales, que podrían ser un inédito punto de partida hacia formas más complejas de organización”.

Luego de hacer toda una reivindicación democrática, “progresista”, el periodista asevera: “La violencia atemoriza a los más débiles o, si se prefiere, les hace el juego a los peores, no importa de dónde provenga la agresión o los motivos que se invoquen para cometerla. Es legítimo, por lo tanto, que los ciudadanos aíslen a los violentos. Siguiendo las observaciones de Camus, hoy también puede decirse aquí lo mismo que él decía en Francia hace medio siglo: con la rebelión ‘el mal que experimentaba un solo individuo se convierte en una peste colectiva’. En nuestra prueba cotidiana la rebelión desempeña el mismo rol que el ‘cogito’ en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lazo común que funda en todos los hombres el primer valor. Yo me rebelo, luego nosotros somos”.

¡Claro que la rebelión es constitutiva de un nosotros como colectivo! Pero negar el aspecto de violencia contra el opresor es no comprender nada del sistema en cual vivimos. Y no creo que alguien como Durán desconociera las características intrínsecas del capitalismo. Pero si se trata de apelar a los franceses para justificar posiciones propias más vale citar a Jean Paul Sartre que Albert Camus. Dice el autor de La Náusea en el prólogo al libro Los condenados de la tierra de Frantz Fanon: “El arma de un combatiente es su humanidad. Porque, en los primeros tiempos de la rebelión, hay que matar: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre”.

 

FUENTE: Mariano Pacheco, De Cutral Có a Puente Pueyrredón, una genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (El colectivo, Buenos Aires, 2010).

miércoles, 18 de diciembre de 2024

“¿Por dónde pasa la disputa sensible actual?

 


 “La batalla cultural ha sido reducida por las derechas contemporáneas y ciertos progresismos a una cuestión discursiva, de redes sociales o intervenciones mediáticas, cuando en realidad lo central pasa por los cuerpos”

 

 

Por Mariano Pacheco*

 

 

Apaga el celular y todo vuelve a ser real. ¿Cómo es posible que condenemos nuestra sensibilidad a la mediación permanente de un dispositivo en el que, para mal de males, casi todo lo que consumimos lo hacemos en una calidad paupérrima, ya sea al observar imágenes o escuchar música, mirar una serie, video o incluso película, hasta leer un texto? ¡Todo se lo hace bajo un tamaño que empobrece nuestras percepciones!

 

Obviamente nuestras vidas urbanas contemporáneas ya no pueden prescindir del uso de tecnologías, sea para trabajar o buscar trabajo, para socializar en nuestra vida en planos de amistad, sexo-afectivos, vecindad, hasta escalas mayores y más complejas de intervención política o cultural. Pero de allí a sostener que no se puede operar algún tipo de corte con esa lógica que cada vez más estructura nuestras vidas hay un paso enorme.

 

Hoy, que a las usinas del poder político y la mediaticidad hegemónica les gusta tanto hablar de la libertad del individuo, cabe recordar aquello que Jean Paul Sartre planteaba hace ochenta años atrás, cuando desde sus postulados existencialistas sostenía que, en última instancia y más allá de todos los condicionamientos, era el hombre (cada quien, diríamos hoy, sin hacer distinciones de orientaciones identitarias) quien al fin y al cabo decide qué hacer con aquello que hicieron de él: “totalmente condicionado por su clase, su salario y la naturaleza de su trabajo, condicionado hasta por sus sentimientos, hasta en sus pensamientos, a él le toca decidir el sentido de su condición y de la de sus camaradas y es él quien, libremente, da al proletariado un porvenir de humillación sin tregua o de conquista y de victoria, según se elija resignado o revolucionario. Y es de esta elección de lo que es responsable. No es que tenga libertad de no elegir; está comprometido, es preciso apostar y la abstención es una elección”, planteaba en su emblemático libro ¿Qué es la literatura?

 

Ejercitar un cuestionamiento a las mutaciones subjetivas de nuestra época, entonces, se nos presenta hoy como un desafío político-existencial de primer orden. Impugnar el horizonte de zombis impersonales al que se nos pretende condenar resulta fundamental, ya que encima de que vampirizan nuestras vidas, se lo hace bajo el supuesto paradigma de que cada quien es libre de elegir su destino, como si esas elecciones enmarcadas en la perspectiva dominante no funcionaran todas bajo la tiranía de la compulsión al consumo, de la producción serial de subjetividad operada por la dupla massmediática y de las redes antisociales virtuales. ¿En verdad creemos que podemos elegir algo si no buscamos una línea de salida de esa lógica?

 

A casi un siglo de su publicación, cabe recordar aquello que escribió Martín Heidegger en su libro Ser y tiempo: en el cotidiano, vivimos en “estado de interpretado”. Porque lo hablado “por” el habla traza círculos cada vez más anchos y toma un carácter de autoridad. “La cosa es así porque así se dice”, señala el filósofo alemán. Creemos comprender todo cuando en realidad repetimos aquello que “oímos”, o que “leímos” … en alguna parte. O que “vimos”, podríamos agregar nosotros hoy, asediados no sólo por la televisión sino por las redes anti-sociales. Estas “habladurías” y “escribidurías”, como raramente las llama este pensador, nos determinan lo que se ve, y cómo se ve.

 

 

Cuerpo a cuerpo

 

¿Por dónde pasa la disputa sensible actual? ¿Cómo vincular la intervención político-cultural, el que-hacer crítico-intelectual con la batalla anímica que involucre nuestro cuerpo y nuestra subjetividad de manera directa? Implicarse de lleno en las formas de vida que vayan contra la época resulta hoy no sólo deseable, sino necesario, fundamental, vital.

 

La batalla cultural ha sido reducida por las derechas contemporáneas y ciertos progresismos a una cuestión discursiva, de redes sociales o intervenciones mediáticas, cuando en realidad lo central pasa por los cuerpos, por nuestra “corpo-subjetividad” (el término ha sido acuñado por el psicoanalista argentino Enrique Carpintero).

 

Sacar nuestros cuerpos del ensimismamiento hoy no resulta cosa sencilla. Falta que hagamos el amor mientras miramos el celular y… ¡cartón lleno! ¿Qué no hacemos con el aparatito en la mano?

 

De allí que haya una lucha actual que pase por los cuerpos, por recuperar la intervención de nuestros cuerpos en las distintas dimensiones de la vida: escuchar música en vivo, mirar una película en el cine, leer un libro, contemplar un cuadro o una fotografía impresa a escala, encontrarse con amigos, caminar, hacer el amor, mirar por la ventana de un transporte público o de un bar y, por supuesto, manifestarse en las calles como cuerpo colectivo, reinventar nuestras prácticas políticas en el ámbito sindical, partidario o de colectivo social, artístico, educativo, comunicacional…

 

Ya en los años ochenta, y sobre todo después de haber observado la importancia de lo “territorial” en la vida popular tras su visita a Chile (y Argentina), el pensador, analista y militante francés Félix Guattari planteaba la necesidad de “reconversión ecológica” de la acción sindical, en un contexto de crecimiento asimismo– de los activismos ecologistas y feministas en Europa. Decía en trabajos teóricos, pero también en notas periodísticas publicadas en medios como Le Monde (textos luego compilados en argentina bajo el nombre de ¿Qué es la ecosofía?), que esta “reconversión” implicaba una “reinvención de la subjetividad obrera”, a través de nuevas prácticas, en una especie de llamada a “ampliar y enriquecer” su perspectiva desde la constitución de nuevas alianzas que le permitieran “asociar componentes heterogéneos”. Así, cuestiones tan inmediatas de nuestras elementales, pueden ligarse con otras más complejas de una estrategia popular de largo plazo: el peso que las opresiones tienen en la diferencia etaria o de orientación sexo-genérica, de raza y el vínculo que sostenemos con el ambiente natural no son meras cuestiones “personales”, pero tampoco, declaraciones públicas sin encarnadura.

 

Frente a derechas contemporáneas que abisman la experiencia humana y al planeta hacia la catástrofe económico-social, subjetiva y ecológica, producir un corte con la lógica del mundo tal como se nos presenta no puede ser nunca ni una cuestión individual, ni una cuestión política que nos involucre de cuerpo entero.

 

La disputa anímica atendiendo no sólo a cuestiones de “comunicación”, sino fundamentalmente a entramados ideológicos y sensibles puede permitirnos combatir el desánimo y el desgano para implicarnos de modo directo en una declaración de guerra hacia los modos de vida que quitan de la experiencia humana la fraternidad, el punto de vista de la igualdad y el amor por la diferencia que nos caracteriza como especie.

 

Quebrar las rutinas que nos envuelven e investigar formas de creatividad implica asumir una batalla desde lo más íntimo hasta lo más público, porque la imaginación colectiva que necesitamos no podrá efectuarse sin un activo despliegue de potencias singulares de reinvención. Como decían los vanguardistas surrealistas hace un siglo atrás, anhelamos “Cambiar la vida… y transformar la sociedad”.

 

 

*Nota publicada en Revista Zoom

martes, 17 de diciembre de 2024

Partió de este mundo Beatriz Sarlo, una de las grandes titanes

 


Partió de este mundo Beatriz Sarlo, una de las grandes titanes de una política cultural en nuestro país, de esas que valía la pena leer y escuchar (sobre todo leer), incluso para pelear, para discutir, para debatir, para polemizar. Una de esas con posición propia y que no se amilanaba.

 

¡Las veces que he discutido con amigues, compañeres de ruta al afirmar que era “Sarlista”! No tanto porque me guste decir que “soy” algo sino más bien para posicionar una reivindicación: la de su recorrido intelectual, que es parte de la historia cultural de la Argentina: la de las revistas Los Libros y Punto de vista; la de su labor editorial; la de sus clases en Letras de la UBA; la de sus libros sobre literatura argentina: la de su formación; la de su vocación de intervención... ¡Cuánto hemos aprendido a leer a partir de sus propias lecturas!

 

Recuerdo que hace poco, buscando videos de Sarlo y de Piglia en Youtube, encontré una entrevista en la que reivindicaba la formación clásica, y se reía de ella misma que, en años anteriores -decía- había sido tan bruta de promover que redujeran griego y latín de la carrera. También recuerdo ahora su intervención en 678, ella tan anti-K pero tan atenta al debate público, con su emblemático “Conmigo no, Barone”. Este año, en el Taller de “Escrituras sintomáticas” vimos su intervención sobre lenguaje inclusivo, en la que debate con Santiago Kaliwoski, que se nota que sabe más del tema, pero ella no se achica ni recula en sus posiciones.

 

Lamento su partida, lamento que la última vez que la escuché fue en una entrevista tan mala como la que le hizo Rebord y, también, que hace poco quise escribirle, cuando conseguí su email, para ver si podía entrevistarla y sumarla a un libro que estoy preparando con conversaciones que mantuve junto a Zito lema, Kohan y Gruner sobre marxismo y cultura, y me dije que, en este año de mierda, esa entrevista, podía esperar. Se la veía bien a La Sarlo, se decía que estaba escribiendo su autobiografía. Sé que hay quienes criticaban sus “aires de superioridad”, pero a mí me encantaba. Ojalá aparezcan pronto esas “memorias”, aunque sea incompletas, que leeremos con pasión como leímos las de Simone de Beauvoir.

 

MARIANO PACHECO (17- 12- 2024)