miércoles, 2 de julio de 2025

“Historias Marginales”, de Luis Sepúlveda



“La certeza de que la palabra escrita es el mayor e invulnerable de los refugios, porque sus piedras están unidas por la amarga masa de la memoria”, escribe Luis Sepúlveda en “Historias Marginales”, este conjunto de relatos publicados por Seix Barral en 2001.

 

“Un hombre que se detiene a la orilla del río, que respira hondamente y sonríe al reconocer los aromas que viajan en el aire”. El autor dice no conocerlo, pero sí saber que ese hombre es su hermano.

 

Como un hermano consideraba este escritor chileno al argentino Osvaldo Soriano, “un santo protector”, incluso, llegó a decir. “Mis perdedores son hermanos de los hermosos perdedores de Soriano”.

 

El dramático reclamo de “yo estuve aquí y nadie contará mi historia” lo llevaron a caminar, a buscar y a encontrar sin ningún indicio mucho de lo que aparece luego en este libro. en el que se pregunta cuál es el sereno misterio que delimita el espacio entre las tiernas preguntas de la vida y la definitiva respuesta de la muerte.

 

Sepúlveda vivió protagonismos políticos junto a su pueblo, hasta 1973, cuando el golpe de Estado de Pinochet contra el gobierno socialista de Salvador Allende lo llevaron por el largo peregrinar del exilio, previa detención, arresto domiciliario y fuga. En su andar pasó por Buenos Aires, Uruguay, Brasil, Paraguay, hasta que se quedó en Quito, Ecuador. Más tarde se unió a la brigada internacional Simón Bolívar junto al Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. Finalmente viajó a Hamburgo (Alemania) y en los noventa se instaló en Gijón (España), donde fundó el Salón del Libro Iberoamericano. Falleció el 16 de abril de 2020 en Oviedo (España), tras permanecer dos meses internado con una neumonía asociada al coronavirus,

 

Dejó una obra narrativa no siempre valorada en su justa dimensión. Como este libro de 35 relatos, que es una muestra de esa capacidad que tiene la pluma exquisita como la de él a la hora de dar cuenta de historias profundas en breves palabras.

 

“Me dedico al oficio más antiguo del mundo” –dijo alguna vez–: el de contar historias”. En esta oportunidad, la de tantos que no salieron nunca en los noticieros, que no tienen biografías, sino un “olvidadizo paso por las calles de la vida”.

 

 

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