miércoles, 10 de diciembre de 2025

Escribir es una forma de querer la libertad


LITERATURA, FILOSOFÍA Y POLÍTICA

 EN JEAN PAUL SARTRE (Taller de verano)

  

 

LABORATORIO DE EXPERIMENTACIÓN CRÍTICO NARRATIVA

Escuela Autogestiva de Literatura A. F. Oliva (ciclo enero- febrero)

 

 

¿Qué es un escritor?, se pregunta Sartre en su autobiografía Las palabras. Y responde: “un hombre entre los hombres”. Más allá de la referencia de género, que hoy no pude ser sino problematizada, nos queda su vocación por situar a la escritura como un oficio, entre otros. Escribir, nos dice, también es actuar. Y porque la palabra es acción, puede aportar a producir ciertos cambios en la sociedad. La palabra, entonces, puede ser un arma en el combate por la emancipación. En tiempos oscuros donde la libertad tiende a ser bastardeada por las derechas, nos proponemos leer, conversar y escribir sobre este término, bajo la premisa sartreana de que la literatura pude ser un llamamiento. Si se escribe para que otrxs lean, no se escribe para esclavxs. Escribir, por lo tanto, es una forma de querer la libertad… y de luchar por ella.

 

Miércoles de 20 a 22 horas- Quincenal

07 y 21 de enero; 04 y 18 de febrero

Virtual- Arancelado

 

Coordinación: Mariano Pacheco

Consultas: palabrasprofanas@gmail.com

 

En cada encuentro trabajaremos en torno a una selección de textos, que irá acompañado de una consigna para ejercitar la escritura. Pondremos énfasis (aunque no de manera exclusiva) en la producción de relatos y microensayos.


 

PRIMER ENCUENTRO:

“ESCUELAS Y MAESTRXS”

 

Sartre como maestro: Gilles Deleuze

Sartre profesor: J.B. Pontalis

El manifiesto sartreano-argentino de David Viñas

El Arlt de Masotta y el Jean Genet de Sartre

 

 

SEGUNDO ENCUENTRO:

“FILOSOFÍA Y REVOLUCIÓN”

 

El prólogo de Sartre a Los condenados de la tierra de Frantz Fanon

La polémica Sartre/ Camus

“Materialismo y revolución”

 


TERCER ENCUENTRO:

“LITERATURA Y SITUACIÓN”

 

Hpótesis crítico-sartreanas en:

¿Qué es la literatura? y Un teatro de situaciones

 

CUARTO ENCUENTRO:

“ESCRITURA Y LIBERACIÓN”

 

El infierno, ¿son los otros?: dilemas en el teatro de Sartre

Bajo la sombra del nazi-fascismo: los ensayos “París bajo la ocupación” y “La república del silencio”

 

 

EJERCICIOS DE ESCRITURA

 

Relato: “El homenaje a…”

Polémica: “El contrapunto con…”

Ensayo: “Los caminos de la libertad”

 

sábado, 6 de diciembre de 2025

Sobre "La teoría de la bolsa de ficción", de Ursula Le Guin

 

“La persona prehistórica media podía llevar una buena vida trabajando alrededor de 15 horas semanales”, escribe Ursula Le Guin en “La teoría de la bolsa de ficción”. Y luego agrega: “los más inquietos decidieron escaparse y cazar mamut”. Los hábiles cazadores volverían entonces, nos dice, con un montón de carne, mucho marfil y un relato. “No fue así la carne lo que marcó la diferencia. Fue el relato”.

 

Para Donna Haraway, que escribe el prólogo de este libro publicado en Argentina en una bella edición de Rara Avis (que cuenta además con ilustraciones de Martín Franhoc Halley realizadas especialmente para la ocasión), lo que Le Guin escribe son bolsas amplias de historias para juntar y llevar a la narración las cosas del vivir. “Cada mochila nace de (y exige una respuesta a) preguntas urgentes acerca de cómo contar historias que ayuden a reescribir la historia para los tipos de vida y de muerte que merecen mejores presentes y futuros fértiles”.

 

Se trata entonces de contar historias, no como un lujo, sino como una suerte de bordado que permita aumentar la empatía, la perspectiva hospitalaria hacia otres. “Cuestión apremiante respecto a cómo unirnos para contar historias necesarias, construir los mundos necesarios y hacer enmudecer a los mortíferos”, agrega Haraway.

 

La ficción sería así una forma de intentar describir lo que de hecho está sucediendo, lo que la gente hace y siente, cómo la gente se relaciona. “Es una suerte de realismo extraño”, dice Le Guin, porque la realidad “es extraña”. Contra la forma imperial –como caracteriza a la novela del héroe– se postula el “relato saco”, bolsa, ya que un libro guarda palabras y, las palabras, guardan cosas, portan significados (este apartado me hizo acordar mucho a “El guardapalabras”, el libro de memorias del obrero ferroviario y militante sindical argentino Juan Carlos “El Negro” Cena).

 

Una novela, desde esta perspectiva, sería un atado (en el sentido sudamericano de bulto de tela o de cuero, según se deja consignar en el texto) que mantiene las cosas “en una relación particular y poderosa, las unas con las otras y con nosotras”. Escribir para sostener una memoria, entonces, que pueda ser retomada para seguir la narración.

 

viernes, 5 de diciembre de 2025

Vicente Zito Lema: poeta de la revolución

 


Mariano Pacheco

(La Tecl@ Eñe)

 

 

Abogado de profesión y, como tal, defensor de presos políticos en tiempos difíciles, Vicente Zito Lema será por siempre, de todos modos, recordado como el poeta de la revolución. Murió en Buenos Aires, a sus 83 años, el 4 de diciembre de 2022. No siempre vivió en Argentina porque la represión lo llevó durante varios años hacia otras tierras lejanas, pero en algún momento –como tantxs– volvió. Además de poeta y abogado, otros oficios terrestres contaron con su activa participación: fue también dramaturgo, psicólogo social, periodista, ensayista. Un intelectual-militante cuya vida estuvo entregada a la gestación de arte contestatario capaz de entrelazarse con la lucha por la justicia total.

 

 

¿Desde dónde hablar?

 

¿Desde dónde hablar con Eva, o Eva Duarte, o Eva de Perón, su negrita –¡que se casen, que se casen!, les gritaron sin camisa, frente a la casa, o sea sus hermanos que pedían para ella un final con Libreta del Civil y fiesta–, o Evita la de todos, que es decir la que fue y puso el cuerpo para que muchos años después, años que acaso no alcancen a ver nuestros ojos, cuando tanta obstinación se cruce de una vez y para siempre con la historia, alguien con aire doctoral pueda decir: en los antecedentes de nuestra revolución hay una mujer, y muestre su retrato, y otra generación se enamore como nos enamoramos nosotros cuando éramos jóvenes y la muerte tocaba su tambor en la casa de enfrente?”.

 

¿Desde dónde hablar de Eva? La pregunta viene desde el fondo de la historia, y de las bellas palabras escritas por Vicente Zito lema, quien tituló así a uno de sus poemas. Vicente, que no era peronista pero que había visto su infancia marcada por el obrar de la “abanderada de los humildes”, y su juventud por tantos amigos y compañeros de ruta que dieron su vida invocando su nombre, escribió algunos de los pasajes más estremecedores de la larga lista de producciones literarias argentinas en homenaje a, o inspiradas en Evita. En 2016, en plena ofensiva macrista contra el pueblo, Vicente estrenó su obra de teatro “Eva Perón resucitada… en los tiempos del rencor”, dijo entonces, “para enfrentar la cultura de la muerte”.

 

Lo conocí a Vicente enfrentando la cultura de la muerte, tras los asesinatos de Maximiliano Kosteki y mi amigo y compañero Darío Santillán. Se estaba por conmemorar un año de la denominada “Masacre de Avellaneda” y a Zito Lema se le ocurrió acompañar el proceso de cambio de nombre de la estación de trenes y la conformación de una “Comisión Independiente” que exigiera justicia en el juicio contra los responsables de los crímenes del 26 de junio de 2002 estrenando obra “La pasión del piquetero” montando un escenario frente a los Tribunales de Lomas de Zamora (“Una escena más. Siempre habrá en el reino de la vida/ una escena más, aunque su misterio nos perturbe igual que el fluir de las olas... Es la hora del alba y el cielo es un incendio”).

 

La obra escrita por él y dirigida por Coco Martínez, fue protagonizada por actores y actrices populares, muchos de ellos amigos y compañeros de militancia de los jóvenes asesinados. Tiempo después, para cuando hicimos la segunda edición de la biografía de Santillán que escribimos junto a Juan Rey y Ariel Hendler, Vicente homenajeó nuevamente a Darío y Maxi redactando un prólogo, en el que decía que mantenerlos implicaba “ser fieles depositarios de todo lo que ellos quisieron hacer, que era transformar el mundo”. Creo que esa fidelidad a las apuestas por subvertir el mundo fueron las que sostuvieron en pie a Vicente durante tantos años, la que le permitió sobrevivir, a pesar de tantas adversidades que tuvo que atravesar, en medio de tantas tragedias que vivió el país. Guillermo Saccomanno escribió alguna vez: “un sobreviviente es alguien que resiste”. Zito Lema fue un sobreviviente, pero sobrevivió como poeta- guerrero, legando los saberes de su generación a quienes vinieron luego.

 

 

El largo adiós

 

Vicente Zito Lema se recibió de abogado a inicios de los sesenta. Fue defensor de presos políticos, pero por sobre todas las cosas, un pensador crítico, un poeta rebelde. Fue fundador, en 1964, de Cero, revista de poesía que dirigió hasta 1967. En 1969 fundó y dirigió la revista literaria Talismán y en los setenta, junto a Roberto Santoro, Miguel Ángel Bustos y otros poetas, integró el legendario Grupo Barrilete. También supo participar activamente en la legendaria revista Crisis. Durante la última dictadura se exilió en Holanda. Desde allí continuó la lucha por la dignidad: fue parte de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU), junto a otros escritores del país como Julio Cortázar y David Viñas.

 

Una vez que los militares se retiraron a los cuarteles regresó al país, y entre otras cosas que hizo fue fundar la revista Fin de Siglo. Luego acompañó y fue parte de numerosas iniciativas, algunas que han dejado marcas fundamentales en la historia cultural argentina de las últimas décadas, como la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (de la que fue rector) y su periódico Cultura y Utopía (del que fue director). Más tarde participó de la Universidad de los Trabajadores (fue de hecho su primer director) gestada al interior de IMPA, la primera fábrica recuperada del país.

 

Vicente es también autor de numerosos libros. Uno de ellos es quizás el libro que más reimpresiones ha tenido en nuestra historia: Conversaciones con Enrique Pichon Riviere sobre el arte y la locura. En la edición que tengo en mi biblioteca, fechada en 1986, impresa en Buenos Aires Vicente escribe en su “Despedida demorada”: “Pichon murió a mediados de 1977. Yo no fui a su entierro. Me sabía perseguido. Aunque tal vez podía haber ido y no quise (es difícil entender nuestros actos en días de duelos abundantes u heridas que se amontonan)”.

 

Zito Lema sobrevivió a la pandemia del COVID-19, pero falleció en diciembre de 2022. Para entonces habían partido ya muchos seres queridos, muchos de ellos sin ser despedidos como se merecían, imposibilitados por las condiciones sanitarias que acecharon al mundo entonces. No fue su caso. De todos modos no lo pude despedir, porque estaba en Córdoba visitando a mi hija.

 

Lo vi por última vez en el Teatro- Bar Hasta Trilce, en el barrio porteño de Boedo, en 2021, meses después de haber dejado atrás mi vida cordonbesa, ya instalado nuevamente en Buenos Aires. Vicente estaba por cumplir entonces 82 años y hacía poco había sido operado del corazón. Sin embargo, allí estaba de pie, seguía con sus andanzas, con sus travesuras: junto a “El Violinista del amor” y “Orquesta Volátil” pusieron en escena un espectáculo de música y poesía en el que por más de una hora recitaba y actuaba sobre el escenario (hoy eso puede verse en YouTube). Allí se lo escucha decir: “sé que cuando un poeta es rebelde, envejece, muere, va al Hades –ese cielo y ese infierno que tenían los antiguos griegos–. Y aunque esté muerto, si fue rebelde, le dejarán la memoria… sabiendo que la memoria es nuestra y la belleza nos pertenece… y que habrá otros jóvenes poetas que enfrentarán la maldad del mundo, que querrán construir algo más justo, más solidario, y si es necesario, también aullarán como este viejo lobo rebelde”.

 

 

Cantamos porque venceremos la derrota

 

“A brindar por los olvidados”, canta Malayunta Orquestita. Desde y por esos olvidados, desde allí hablar, eso nos enseñó Vicente. Claro que a Evita se la nombra mucho, pero ha caído en un olvido profundo su mandato de que el peronismo fuera revolucionario. Kosteki y Santillán son un ícono de las luchas de los años noventa y el 2001 que en cada junio aparecen mencionados en jornadas de conmemoración, pero cada vez se deja más de lado aquel arrojo arrollador de las corrientes más radicalizadas del movimiento piquetero. El nombre de Pichón Riviere ha quedado flotando, reivindicado en prácticas comunitarias, pero no siempre puesto en relación con su espíritu contestatario en función de revolucionar las prácticas instituidas en el campo de la salud mental. El propio Vicente no siempre es recordado en su justa medida. No es una queja, no: se sabe que las épocas oscuras suelen ser ingratas con sus contemporáneos, pero también, con sus antecesores.

 

Serán las épocas luminosas, cuando el fuego con el que se incendie este orden social alumbre no sólo el porvenir, sino también la posibilidad de releer el pasado, cuando podremos mejor tener en cuenta todos estos nombres propios que dan cuenta de procesos colectivos en post de la justicia y la igualdad, la libertad y la fraternidad. Y allí sin duda Zito Lema estará entre los poetas de la revolución.

 

Como su amigo Urondo, y esos otros amigos de éste, el viejo Ponce o el Moncho Angaco, carterista y preso político en Villa Deboto en tiempos inmediatamente previos al gobierno de Cámpora. Con ellos y tantas otras, tantos otros, es nuestro secreto pacto de sangre. Con ellxs está sellada nuestra suerte. Como escribió Paco, también él en algún momento “del otro lado de la realidad”, tras esas rejas: “que nadie se atreva a dudar de mi palabra inmerecida ni de los amores del pueblo argentino, de su confianza, de su salud, de sus juramentos, de sus brindis”… A tu salud, querido Vicente. Y hasta la victoria, siempre.

 

domingo, 30 de noviembre de 2025

Acerca de “Palestina sitiada. Ensayos sobre el devenir nakba del mundo”, de Rodrigo Karmy Bolton



“Defender Palestina es defendernos”, dice el filósofo chileno Rodrigo Karmy Bolton en “Palestina sitiada. Ensayos sobre el devenir nakba del mundo”, no sólo de lo mejor que leí sobre la cuestión Palestina sino uno de los mejores ensayos políticos que leí en los últimos años (el autor se niega a hablar de “conflicto”, por la asimetría de las fuerzas enfrentadas).


Publicado por la editorial chilena LOM, este libro que reúne un conjunto de textos breves pero profundos, publicados previamente en distintos medios (diarios, revistas, portales de internet), fueron agrupados aquí no de manera cronológica sino conceptual, en ocho capítulos: Devenir nakba del mundo; Palestina cosmopolita; Israel es un sueño; Intifada; Orientalismo mediático; Gaza; Universidad.


Agradezco a Josefina Payró por el gentil envío. Me tomé un buen tiempo ya no para leer sino para estudiar esta publicación: subrayar, anotar, reflexionar. Este viernes realizaremos una conversación virtual con su autor, que espero lleguemos a publicar antes de fin de año en Perfil cultura, para donde vengo elaborando reseñas de libros y entrevistas con escritorxs.


“Palestina sitiada…”, que se consigue en Argentina en diversas librerías, permite comprender a fondo la cuestión Palestina en sus dimensiones históricas, político-culturales y sus repercusiones en la geopolítica mundial actual. Y tiene la virtud de haber sido publicado luego del 07 de octubre de 2023, con lo cual, analiza en profundidad y sin concesiones (al sionismo y su aparato planetario de propaganda) lo que caracteriza como un “acto de resistencia armado”, una sublevación protagonizada por la resistencia palestina para ejercer el “derecho al retorno” a la “tierra expropiada por la colonización sionista.


“No da lo mismo que el Estado sionista perpetre el genocidio con los pueblos en su contra que con los pueblos en silencio”, escribe el autor, y vuelvo a leer en estas horas, en donde el mundo entero tuvo sus jornadas de solidaridad con la resistencia palestina, que expresa hoy  (en su lucha política por la descolonización, la soberanía y la liberación nacional) “a los pobres del mundo entero”.




 

jueves, 27 de noviembre de 2025

Woody Allen: “Annie Hall”/ “Hannah y sus hermanas”

 


El finde volví a ver dos de las pelis de Woody Allen que más me gustan: “Annie Hall” y “Hannah y sus hermanas” (¡gran papel de Mía Farrow!).

Toda esa secuencia neoyorkina (1977-1986), es, sencillamente, maravillosa. La referencia a libros, a música, incluso a cine y a esa suerte de trasfondo de psicoanálisis existencialista que marcan muchas de sus películas, hacen que no paremos de reír, mientras se nos aparecen un conjunto de preguntas en torno al sentido de nuestras vidas.

 

En “Hannah y sus hermanas” es monumental el tramo en que el personaje que interpreta Allen sale de un sanatorio y monologa diciendo mientras camina:

 

“Tranquilo. No ha dicho que tuvieras nada. No le gusta la mancha de la radiografía, eso es todo. No significa que tengas algo. No saques conclusiones precipitadas. No te va a pasar nada. Estas en medio de Nueva York, tu ciudad. Estas rodeado de gente, tráfico y restaurantes. ¿Cómo ibas a desaparecer, así sin más? Calma. Que no te entre el pánico”.

 

Me recordó una vez que una amiga me dijo, por mis rasgos de hipocondríacos: “sos como Woody Allen”. Y yo respondí: “sí, pero sin su talento”. Y ambos reímos.

 

De “Annie Hall” me quedo de con esa secuencia en la que Allen (Alvy Singer) pasea con Diane Keaton por una librería, y le cuenta sobre su obsesión con la muerte y le dice que para él vida se divide en dos categorías: lo horrible y lo triste. Lo horrible serían los casos terminales, los ciegos y lisiados; lo triste sería todo lo demás. Y remata con la frase: “tienes mucha suerte de estar triste”.


Pero también, con las palabras finales de Alvy:

 

“Fue genial volver a ver a Annie. Comprendí que era una gran persona. Y lo divertido que era conocerla. Pensé en un viejo chiste: un muchacho va al psiquiatra y le dice: Dr, mi hermano está loco, cree que es un pollo. Y el médico responde: ¿por qué no haces que lo encierren? A lo que Alvy contesta: lo haría, pero necesito los huevos. Eso es lo que siento ahora respecto de las relaciones: son totalmente irracionales, locas, absurdas. Pero debemos seguir manteniéndolas porque la mayoría de nosotros necesitamos los huevos”.

 

miércoles, 26 de noviembre de 2025

Néstor Perlongher partía un día como hoy


  26 de noviembre, 1992


Sociólogo, poeta, ensayista, narrador, activista, fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual, esa organización que en los tempranos setenta pretendió anudar liberación anímica con liberación nacional, deseo y revolución, para que reine en el pueblo el amor y la igualdad.

 

Lo leí con atención cuando tomé su genial cuanto “Eva Perón” para escribir, primero, un artículo breve para Soy (suplemento de Página/12) y, luego, uno de los capítulos de mi libro “Cabecita negra. Ensayos sobre literatura y peronismo”, hace ya más de una década.

Durante los últimos años cuando en algunos de los Encuentros de Filosofía que vengo organizando trabajamos sobre las lecturas (“no miméticas”) de Deleuze y Guattari en América Latina (¡brillante “Los devenires minoritarios”!, ese breve texto escrito en sus años de paso por Brasil, cuando también por allí estuvo el camarada Félix).

 

Hace unos meses, volví sobre sus pasos cuando le dediqué un apartado a sus textos sobre Malvinas (“Todo el poder a Lady Di”; “La ilusión de unas islas”; “El deseo de unas islas”), para el libro que estaba terminando de escribir (“Literatura y revolución. Ensayos argentinos”, que saldrá publicado en marzo).

 

Poemas suyos como “Siglas” o “Cadáveres”, quedarán por siempre como una marca indeleble de lo grande que pudo ser la literatura argentina.

 

Siguiendo las pistas de Gilles Deleuze, que en sus clases sobre Spinoza sugería establecer una “relación molecular” con los escritores que amamos, hoy volví a releer algunos tramos de “Prosa plebeya. Ensayos 1980- 1992”, en donde aparece esa entrevista monumental publicada en 1989 bajo el título de “69 preguntas”; libro en cuyo prólogo, Osvaldo Baigorria y Christian Ferrer afirman que “el ensayo argentino es un arma corta en cuya culata Perlongher se anotó una muesca notoria”. También dicen que, en este país, los ensayos más perdurables se han escrito “bajo el signo de la amenaza” y, por eso, se fue transformando “en el campamento precario de los seres atípicos del pensamiento”.

 

Hermoso legado-desafío entonces: lanzar dardos al porvenir, desde este presente oscuro, inspirados en Perlongher.

martes, 18 de noviembre de 2025

Osvaldo Lamborghini: hoy se conmemoran 40 años de su muerte



Leyendo, a paso lento (puesto que la letra chiquita del libro, junto a mi dificultad en el ojo izquierdo –¡no, no se soluciona con anteojos la deformación imperceptible que me quedó tras el impacto de balín de goma que recibí en la represión de diciembre de 2017!– no son una buena combinación), leyendo –decía– la biografía de Ricardo Strafacce, apunto lo siguiente:

 

Las posibilidades de hacer política por lo pronto no eran demasiado grandes en esa Argentina… Escribir podía ser, además de un modo de ganarse la vida, un destino, una manera de ser algo o alguien, tanto o más que hacer política”.

 

Son los prolegómenos del Cordobazo, pero para el escritor ya no hay vuelta atrás. Del PATRIA O MUERTE de la militancia pasa al LITERATURA O MUERTE como política de la escritura. Es el momento de redacción de “El Fiord”.

 

Frustrados sus periplos como militante del Sindicato de Prensa en Buenos Aires, su actividad en los marcos de un peronismo más bien ortodoxo (en las antípodas de Walsh, o Jozami, o su propio hermano Leónidas), se trata de realizar ese pasaje de la oratoria a la escucha y, vía trabajo profundo sobre las formas del contar, producir un cimbronazo en la literatura argentina.

 

Sostiene Strafacce:

 

“Y era, por eso mismo, el comienzo de un procedimiento: ESCUCHAR esas expresiones usuales para incorporarlas a la escritura de una manera nueva. No se trataba de servirse de un lenguaje supuestamente coloquial que reprodujera, de manera sociológica o antropológica, la lengua que se hablaba para dar ´autenticidad´, o ´realismo´, o ´color local´ a los textos, ni de reelaborarla o cuestionarla. Se trataba de escuchar, ESCUCHAR como si se leyera para luego repetir lo escuchado en otro contexto, pero sin modificarle una sola letra, para que esa repetición hiciera diferencia, para que el asombro –la literatura– apareciera solo”.