Sociólogo, poeta, ensayista, narrador, activista, fue uno
de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual, esa organización que en
los tempranos setenta pretendió anudar liberación anímica con liberación
nacional, deseo y revolución, para que reine en el pueblo el amor y la
igualdad.
Lo leí con atención cuando tomé su genial cuanto “Eva
Perón” para escribir, primero, un artículo breve para Soy (suplemento de
Página/12) y, luego, uno de los capítulos de mi libro “Cabecita negra. Ensayos
sobre literatura y peronismo”, hace ya más de una década.
Durante los últimos años cuando en algunos de los Encuentros
de Filosofía que vengo organizando trabajamos sobre las lecturas (“no miméticas”)
de Deleuze y Guattari en América Latina (¡brillante “Los devenires minoritarios”!,
ese breve texto escrito en sus años de paso por Brasil, cuando también por allí
estuvo el camarada Félix).
Hace unos meses, volví sobre sus pasos cuando le dediqué
un apartado a sus textos sobre Malvinas (“Todo el poder a Lady Di”; “La ilusión
de unas islas”; “El deseo de unas islas”), para el libro que estaba terminando
de escribir (“Literatura y revolución. Ensayos argentinos”, que saldrá
publicado en marzo).
Poemas suyos como “Siglas” o “Cadáveres”, quedarán por
siempre como una marca indeleble de lo grande que pudo ser la literatura
argentina.
Siguiendo las pistas de Gilles Deleuze, que en sus clases
sobre Spinoza sugería establecer una “relación molecular” con los escritores
que amamos, hoy volví a releer algunos tramos de “Prosa plebeya. Ensayos 1980-
1992”, en donde aparece esa entrevista monumental publicada en 1989 bajo el
título de “69 preguntas”; libro en cuyo prólogo, Osvaldo Baigorria y Christian
Ferrer afirman que “el ensayo argentino es un arma corta en cuya culata
Perlongher se anotó una muesca notoria”. También dicen que, en este país, los
ensayos más perdurables se han escrito “bajo el signo de la amenaza” y, por
eso, se fue transformando “en el campamento precario de los seres atípicos del
pensamiento”.
Hermoso legado-desafío entonces: lanzar dardos al porvenir,
desde este presente oscuro, inspirados en Perlongher.







