El 16 de septiembre tiene una doble significación trágica en la historia argentina y casi que funciona como una flecha guía del recorrido de la violencia oligárquica en el país.
En 1955 se produce el inusitado acto terrorista, inédito en el mundo, de
que una aviación militar bombardee una población civil… ¡de su propio país! Ni en
Guernica pasó algo así. Ese golpe de Estado contra el peronismo no hace más que
confirmar de lo que son capaces las clases dominantes cuando ven, así sea
simbólicamente o con algunas aristas económicas, amenazado su poder y sus
ganancias.
En 1976, radicalización del proceso político nacional, latinoamericano y
mundial mediante, el golpe del 24 de marzo retomó y perfeccionó su maquinaria
de muerte con el plan sistemático de exterminio del terrorismo de Estado. En
ese marco secuestran, torturan y asesinan al grupo de estudiantes secundarios, muy
jóvenes sí, pero ya militantes revolucionarios, que pasan a la historia bajo el
nombre de “La noche de los lápices”, del cual hubo algunos pocxs sobrevivientes
que pudieron contar lo que pasó.
No hubo “dos demonios” ni espiral de violencia entre fuerzas simétricas,
sino una violencia atroz del bando de los propietarios y una resistencia tenaz
por parte del pueblo (caños, sabotajes, guerrilla rural y urbana, puebladas,
tomas de fábricas y tantos otros métodos que se fueron pariendo a calor de una
lucha desigual).
Comencé mi militancia dos décadas después: en una Argentina maltratada por
el modelo neoliberal. Sin recursos para hacer política (no había ni el dinero
de las “expropiaciones” de los 70 y 80 ni el del Estado que aparecería después financiando
iniciativas). Con 14, 15 y 16 años conformábamos grupos que le pedíamos a algún
conocidx que pasara en Word las notas de nuestros cuadernos, ir al kiosco a
imprimir, recortar con tijera y pegar para luego hacer nuestras revistas-
fanzines, volantes, afiches y salir a militar.
Esta semana encontré algunas de esas cosas de nuestra Agrupación Juvenil 11
de Julio de la Zona Sur del conurbano, años 1996-1999.
“La historia tiene más imaginación que nosotros”, supo plantear el viejo
filósofo francés Louis Althusser, parafraseando a Marx. De eso de trata: de
accionar, incluso en condiciones desfavorables, a sabiendas de que la historia
no está cerrada y puede reabrirse en cualquier momento. Y ahí sí, se redimirán
todas nuestras frustraciones, como le gustaba decir al Gordo Cooke.