La película, situada en Buenos Aires en algún momento previo al año 2010, transita en simultáneo por dos andariveles, a través del personaje de su protagonista: Martha Hoffman, interpretada por Marilú Marini, una atípica mujer de ochenta y pico de años que lidia con una serie de enredos familiares frente a sus formas de vida, supuestamente no “típicas” para una señora de su edad, situación que culmina con ella internada contra su voluntad en una clínica psiquiátrica (son las 27 noches de reclusión con las que se inicia la película).
Por un lado, entonces, el film problematiza los abordajes de la salud mental realizados en tiempos previos a la aprobación de la Ley Nacional de Salud Mental (2010), que con sus bemoles funcionó hasta 2015 y que ha padecido un franco retroceso durante la última década.
Por otro lado, el film problematiza aquello que, en su reciente libro Una filosofía de la vejez, Esther Díaz caracteriza como el “abuelismo”, esa perspectiva que quita a las personas (sobre todo mujeres) adultas-mayores, de su característica de “sujetos políticos” (y sociales), para ser situados en el lugar de “sujetos-sujetados” al arbitrio de familiares más jóvenes (sobre todo: hijxs).
Martha Hoffman es una reconocida mecenas de las artes y en su impulso por vivir una vida intensa y financiar iniciativas artísticas, es acusada por una de sus hijas de ser vulnerable (por su edad), y por ello estafada por sus (supuestas) amistades.
Esa infantilización a la que se ve expuesta por parte de sus hijas también la padece al ser internada, cuando una de las enfermeras le habla como se le habla (vaya a saber uno por qué) a los bebes o niñxs pequeños.
Con una actuación promedio de Daniel Hendler como co-protagonista (Leandro Casares, en el papel del perito judicial que investiga el caso), la historia incorpora en el elenco algunas figuras que cumplen de manera destacada su rol secundario, sobre todo Carla Peterson (Myriam), una de las hijas de Martha (la otra es Olga, interpretada por Paula Grinszpan) y –destacaría– a Humberto Tortonese, en el papel de Bernardo Girves, uno de los muchachos que junto con Alejandra Conde (Julieta Zylberberg) sostienen ese Galpón Cultural que tantas alegrías le deparan a la protagonista (e incluso en un determinado, al acartonado perito que encarna Hendler, quien vive con su padre –Ricardo Merkin– y se lo ve solitario, aun con dificultades para reponerse del abandono que padeció por parte de una novia).
La película, basada en la novela de Natalia Zito a partir de la adaptación de guión de Mariano Llinás elaborado de manera conjunta por Hendler, Martín Mauregui y Agustina Liendo), se basa en una historia real, y está disponible en Netflix, pero para quienes habitan o transitan a menudo la ciudad de Buenos Aires, también pueden verla en el cine Gaumont de Congreso.

 
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