(Periódico sindical)
Desde las cinco de la mañana hasta las seis de la tarde del miércoles 23 de marzo del corriente año, las trabajadoras y trabajadores de los distintos sectores del subterráneo de Buenos Aires votaron en las primeras elecciones para elegir la Comisión Directiva del nuevo sindicato: la Asociación Gremial Trabajadores del Subte y el Premetro. Fue una buena elección, más allá del resultado, si tenemos en cuenta que en el subte trabajan alrededor de 3.000 personas, de las cuales más o menos la mitad está afiliadas a la AGTSyP. Los más de mil votos se repartieron del siguiente modo: 679 fueron para la Lista Roja y Negra, con Norberto Beto Pianelli y Néstor Segovia como candidatos a Secretario General y Adjunto, y 347 votos para la Lista Naranja-Bordó-Violeta, cuyos candidatos fueron Charly Pérez y Claudio Dellecarbonara.
La lucha antiburocrática, que durante una década y media combatió a la dirección de la Unión Tranviaria Automotor (UTA) y que logró poner entre las cuerdas tanto a la empresa Metrovías (concesionaria desde 1994) como a los distintos gobiernos, logrando importantes conquistas (de las cuales el pase a planta de los tercerizados y las 6 horas diarias por insalubridad son sólo las de mayor repercusión pública), tuvo como protagonistas a los activistas de ambas listas. La ruptura del frente único antiburocrático puede entenderse como un debilitamiento de la unidad de las distintas tendencias al interior del sindicato, o bien, como una explicitación de diferencias históricas que, ante un enemigo común y poderoso, eran puestas en segundo plano y ahora, ante el desafió de construir un camino propio, se hacen más evidentes que nunca. Aunque es justo reconocer que las diferencias no sólo tienen que ver con los planteos en torno a la actividad gremial, sino que además ahora se suman los posicionamientos públicos de los referentes de ambas listas en la escena política nacional. Si bien el origen político de todos los militantes es similar (todos son o fueron no sólo marxistas, sino además trotskistas), la caracterización actual sobre las políticas del gobierno nacional no dan pie a una confluencia más estable. Si en la Tricolor se agruparon los militantes del Partido Obrero (PO) y del Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS) y sus adherentes, la bicolor logró congregar a la mayoría de los delegados y activistas históricamente independientes, pero de los cuales, actualmente, una gran porción se reconoce como kirchnerista-cristinista, además de que su candidato a Secretario General (Pianelli), fue candidato tanto a Secretario General por la Capital Federal en las últimas elecciones de la Central de Trabajadores Argentinos, en la lista encabezada por Hugo Yasky, como candidato del Partido Nuevo Encuentro, liderado por Martín Sabatella (amén del vínculo reciente con el pre candidato de la ciudad, el actual ministro de Trabajo Carlos Tomada).
Por todo estas cuestiones es que el eje de la campaña fue claro. Cada uno esgrimió los argumentos con los que ya se venía diferenciando del otro durante el último año y medio.
La bicolor puso el foco en que fueron sus candidatos quienes estuvieron desde un primer momento impulsando la formación de un nuevo gremio y subrayó los logros que, a su entender, se dieron en los dos últimos años, a partir de su gestión como Comisión Directiva Provisoria: reconocimiento de los 87 delegados y de la comisión directiva, con facultades plenas y fueros gremiales; apertura de la bolsa de Trabajo y un nuevo sistema de ascensos y promociones; mejoras salariales y ruptura del aislamiento gremial a partir del ingreso provisorio a la CTA. La convocatoria a un encuentro para debatir los pasos a seguir (reforma del estatuto; disputa por la personería gremial; reivindicaciones pendientes como el 82% móvil, la jubilación anticipada y los dos francos por semana y la necesidad de pelear para hacer del Subte un transporte eficiente donde se pueda viajar tranquila y cómodamente) fueron su cierre de campaña.
La lista tricolor realizó un plenario abierto, pero previamente, convocando a que se pusiera bajo votación quien encabezaría la lista. La independencia política respecto del gobierno, los patrones y sus partidos, junto con el rechazo del alineamiento del subte en el yaskismo dentro de la CTA y la defensa del método asambleario como forma de tomar las decisiones importantes estuvo en el centro de sus planteos.
Con su actual conducción, democráticamente electa por los trabajadores, el nuevo sindicato del subte avanzará, seguramente –y como lo viene haciendo– en la consolidación interna, en la elaboración de un nuevo estatuto. Buscará obtener más y mejores conquistas y debatirá qué rumbo seguir como sindicato, una experiencia que se torna novedosa, luego de funcionar por más de una década como oposición antiburocrática. Los riesgos de que en sus dirigentes florezcan dinámicas burocráticas (que no es lo mismo que ellos devengan burócratas, aunque no hay por qué descartar esta posibilidad) son muy altos, y no alcanzará con el voto de los afiliados y la elección de un número alto de delegados si esas instancias no son acompañadas por procesos reales de democracia de base periódicas, y la formación de la nueva camada de activistas en una perspectiva de clase (que no tiene por qué ser sectaria ni corporativa).
Indudablemente, también, se debatirá cómo continuar funcionando al interior de la CTA, luego de ingresar abruptamente y sin un lineamiento muy claro de cómo posicionarse al interior de una central partida por el fraccionamiento de su histórica conducción. Lo que es seguro es que el sindicato del subte estará lejos –muy lejos– del sector dirigido por Micheli y De Gennaro, vinculado estrechamente, en la actualidad, a Pino Solana y su Proyecto (Sur), con aliados tan dudosos como el Movimiento al Socialismo (MST) y la maoísta (¡pobre Mao!) Corriente Clasista y Combativa (CCC), y con amigos tan nefastos como el GEN de Stolbizer, el Partido Socialista de Binner y la UCR de Alfonsín (¡quién necesita enemigos con esos amigos!). La duda se presenta a la hora de determinar la capacidad que el sindicato tendrá (o no), de continuar referenciando (como lo ha hecho hasta ahora), a miles de trabajadores que en el país siguen sus pasos. Pegado a la fracción dirigida por Yasky y como furgón de cola del gobierno nacional, será difícil aportar a un proyecto que ponga sus mayores esfuerzos en fortalecer la organización de base de los trabajadores, que promueva la participación y la democracia y sostenga la independencia política necesaria como para no quedar engrampada detrás de una disputa de intereses que le son ajenos. Por supuesto, será el desenvolvimiento del movimiento real el que determine el rumbo.
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