Publicado en Revista La Grieta, versión digital. Número o en: http://lagrietadigital.blogspot.com/
“Esta es mi idea de la política literaria: allí donde hay un canon, hay que cargar contra él, cualquiera sea el canon. No se trata de cambiar un paradigma por otro, sino de derribar la idea misma de paradigma. Si para mí tiene algo de interesante la literatura, es que permite derribar las jerarquías”.
Damián Taborovsky, Literatura de izquierda
Si por canon entendemos las formas de catalogar (de reglamentar, de regimentar) las prácticas y discursos de un modo tal que la normativa sea la línea divisoria entre lo puro e impuro, entre lo incorrecto y lo correcto, en fin, la que determina qué o quienes poseen las cualidades para ser-pertenecer a un mundo que es el verdadero, diría que la tarea de todas aquellas, de todos aquellos que intentamos insubordinarnos ante el mundo tal cual está, es precisamente la de derribar esos sitios. Sean los de los antiguos rituales de la izquierda vieja o los viejos o nuevos lugares comunes del neopopulismo dietético. Por supuesto, la Nueva Nueva Izquierda no está exenta de repetir las taras de unos y de otros, sumadas a las taras que pueda ir creando, pensando que lo nuevo, por sí mismo, puede ser un antídoto contra la estupidez.
En fin, de lo que se trata, seguramente, es de tener la capacidad de crear una dinámica tal que no necesite de ese tipo de tablas de valores. Construir un martillo tan grande que hasta el propio Nietzsche pueda reírse desde el más allá, es decir, desde el más acá en el que ya no se encuentra. Un martillo capaz de derribar esos viejos y nuevos lugares comunes que pretenden establecer, a partir de esa ingeniosa vara de medir comportamientos, si estamos o no haciendo, diciendo, pensando, sintiendo, imaginando, deseando lo correcto.
Por supuesto, las críticas gorilas (de derecha, de izquierda o “peronista”) al actual modo de manifestarse del progresismo nacional-popular-democrático, me generan urticarias. Me alegro, aunque no comparta el proyecto, es decir, sus estrategias de intervención (defender el modelo, como se dice ahora), cuando se esgrimen momentos de creatividad que uno puede rastrear en frases como “Avanti morocha”, junto a un esténcil con la cara de Cristina. O uno similar pero con la frase Kris/Pasión. Del mismo modo que escuchar cantar con sentimiento “somos la mierda oficialista” hace rememorar, al menos por un instante, el clásico de clásicos Cabecita negra o Descamisados. El problema es cuando los momentos de imaginación devienen deber ser oficial, y tras las repeticiones hartantes pueden verse las mismas operaciones que uno desprecia desde siempre, pero ahora pintarrajeadas con coloridos y adornados ornamentos.
A la mierda entonces con el canon: sea el que pretende encuadra todo dentro de la tradición Marx/Engels/Lenin y (puede ser Trosky, Guevara o Mao… o tantos otros más) como la que ahora, creyéndose recuperar sin repetir la historia (sea Evita, Cámpora, Perón o Cooke… o los que quieran), intenta encuadrar lo políticamente correcto en la lista que implica ver 678, leer página/12, festejar los dichos de Florencia Peña y seguir alguno que otro blog K, mientras se escucha un trillado tema de León Gieco o –porque sino, en el fondo, no se respeta el Kanon- por supuesto, uno de Los Redondos, o de Andrés Calamaro, ahora que por twiter podemos saber que son músicos admirados por el cibergladiador, un progre por excelencia.
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