Otro adiós a otro intelectual irreverente
POR: Mariano Pacheco (Prensa De Frente)
Esta mañana, a través del rosarino Nicolás Vallejo, me enteré que había fallecido León Rozitchner. “La puta”, pensé, y recordé inmediatamente que en marzo de este año también estuvimos de duelo, cuando David Viñas se fue para no volver. Meses después del fallecimiento de “El maestro”, hace poquito nomás, conversando con los amigos de Topía (revista de Psicoanálisis, Cultura y Sociedad), me enteraba de la delicada situación de salud de León, y coincidíamos en que los primeros años de este siglo estaban marcando a fondo el cierre vital de toda una generación que supo plantarse y crear nuevos modos de mirar el mundo e intervenir en él. Me llevé, de aquella charla, la recomendación de leer Freud y el problema del poder, el libro que León publicó en México, en 1981, como reelaboración de las seis conferencias que había dictado en aquél país, durante su exilio y a las que incorporó 3 ensayos, no sobre teoría sexual, como los de Freud, pero sí sobre psicoanálisis y filosofía, y también, política. Así, el Freud al que nos acercamos a través de León, no es el de un hombre preocupado sólo por la psiquis humana, desconectada de cualquier otro proceso histórico-político. Por el contrario, el Freud construido por León, al que relaciona lúcidamente con Carlos Marx y Clausewitz, es un hombre que abre el camino para pensar “las determinaciones históricas de la subjetividad”.
En fin, para hablar de esos vínculos entre filosofía, política y psicoanálisis es que fue invitado León al Coloquio de Rosario (“Vigencia del inconsciente, a 50 años del Coloquio de Bonneval”), organizado por Nicolás Vallejo y realizado en la ciudad santafecina durante los días 11, 12 y 13 de noviembre de 2010 (año del Bicentenario). Allí lo vi por última vez. Nunca había hablado con él y en aquella oportunidad, me limité a observarlo a la distancia.
León Rozitchner, nacido en la ciudad bonaerense de Chivilcoy en 1924, estudió Humanidades en la prestigiada universidad parisiense de la Sorbona, donde se doctoró en 1952. Fue uno de los más reconocidos escribas de la legendaria revista Contorno, dirigida por su hermano Ismael e integrada por célebres figuras como David Viñas, Oscar Masotta y Noé Jitrik, entre otros. Su primer número apareció en noviembre de 1953. Cuanta Ismael que, junto con Viñas, salieron, aquella vez, a pegatinar –brocha en mano y dos baldes con engrudo– los carteles que anunciaban la salida de esta “revista denucialista”. Actitud militante de una generación que no estaba dispuesta a refugiarse en las comodidades de una reflexión desvinculada de los problemas estético-políticos contemporáneos. Por eso, como ha remarcado Horacio González en la edición facsimilar editada no hace tanto por la Biblioteca Nacional, Contorno fue un campo de ensayo de una nueva actitud cultural, que tenía la cuestión literario-política del país en su centro.
Entre los libros más destacados de Rozitchner se encuentran Freud y los límites del individualismo burgués, Perón, entre la sangre y el tiempo, La cosa y la cruz: cristianismo (en torno a las Confesiones de San Agustín) y Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. El punto ciego de la crítica política, a través del cual cuestionó a los intelectuales de izquierda que entonces, ante la guerra de Malvinas, se manifestaron a favor de la invasión por parte de la Junta Militar a las Islas, diciendo –entre otras cosas– que no se podía apoyar a una fuerza (el Ejército Argentino) que se había formado y definido en los límites que el propio enemigo que ahora pretendía combatir le habían proporcionado (si “hasta las categorías de la guerra son producto del enemigo, y forman parte de su doctrina de guerra, que es de Contrainsurgencia y Seguridad Nacional, que fundamenta su plan de guerra”).
En fin, ese pateador de tableros era Rozitchner. León, que ahora ya no estará más entre nosotros y a quien ya no podremos invitarlo a ninguna charla ni conferencia. No podremos hacerle más un reportaje ni leer nada sobre su pensamiento en torno a los acontecimientos actuales. Pero está su obra, eso sí, y su ejemplo: el de un modo insumiso de abordar la práctica teórica. Legado imprescindible para los jóvenes que, sin repetir y sin copiar, pretendemos aportar nuestro granito de arena a la gestación de un movimiento de resistencia cultural que se articule con las experiencias político-sociales que vienen pugnando (luchando), por crear otra política, capaz de gestar otro país y otro mundo. Ese país y ese mundo, qué duda cabe, encontrará a León Rozitchner como uno de sus más apasionados precursores.
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