(Terminaron los feriados de carnaval)
Por Mariano Pacheco
Durante todo el último fin de semana largo hemos asistido a una ofensiva comunicacional que tal vez tuvo su mayor eficacia en cierto modo imperceptible de manifestarse. La presentación de los feriados de carnaval -restituidos en noviembre pasado luego de haber sido borrados de calendario durante 35 años- como una noticia de tránsito, puso en evidencia el modo en que determinados medios masivos de comunicación hegemónicos cubrieron una noticia con alto impacto histórico, y de gran sensibilidad para los sectores populares. Pusieron en evidencia, una vez más, como cubren en realidad diariamente lo que pasa en el país.
Hasta podría ser tomado con cierto humor, ya que por lo general, no se realizaron análisis político-ideológicos, con una perspectiva histórica, en torno a las implicancias socioculturales (de sociabilidad y de gestación de identidades) que este tipo de fenómenos implican. Podría ser tomado con cierto humor si no tomáramos en cuenta que aquello que se escribe, aquello que se dice en esos grandes medios, con poderoso alcance a nivel nacional y extensión profunda entre los diversos sectores de nuestra sociedad, no es solamente lo que ellos dicen, sino lo que se dice.
Se vio, se escribió y se dijo en estos días, que era un verdadero problema que las calles de la ciudad, la Gran Ciudad Blanca y Cosmopolita de la Negra y Mestiza América Latina (pero también las mini-Buenos Aires de cada lugar, pongamos por caso, el “centro” de cada distrito del populoso Conurbano Bonaerense) estuvieran cortadas “por todos lados”, porque esos “vagos” –que encima “ahora tienen el día libre sin tener que ir a trabajar”– esos “negros, borrachos y faloperos”, podían hacer “el quilombo” que quisieran, el ruido que quisieran, llenar todo con el humo y el olor que quisieran, porque la (s) ciudad (es), en estos días, ha (n) dejado de pertenecerle a los vecinos, invadida (s) por toda esa gente de mal gusto.
Lo hablado por determinados sectores de los medios masivos de comunicación toma carácter de autoridad, es algo hoy difícil de negar. Por eso, eso que dicen, muestran y escriben cobra tanta relevancia. Porque las cosas, para muchos, comienzan a ser así: las han leído en tal periódico, las han escuchado en tal radio, las han visto en tal programa de televisión. Se ve, se lee, se escucha… y luego se repite.
Por eso ha sido tan importante todo el debate que se ha dado en torno a la Ley de Medios, y más importante aún, que pueda efectivizarse realmente una democratización profunda de la palabra, tanto de la oral como de la escrita, y de las imágenes que circulan en la sociedad, ampliando el espacio de enunciación, profundizando la diversidad de interpretaciones.
Los festejos del carnaval fueron prohibidos el 6 de junio de 1976 por el entonces presidente y general Jorge Rafael Videla, actualmente condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, y enjuiciado por el robo de hijos de detenido-desaparecidos por razones políticas, a manos de los “grupos de tareas” de la dictadura. Durante décadas ha sido un reclamo dinamizado por amplios sectores de nuestra sociedad. Por eso da broca ver, leer y escuchar tantas estupideces. Y por eso da tanta alegría saber que esos días, en los que se puede bailar, escuchar ritmos de todo tipo, disfrazarse, comer choripanes, tomar unas gaseosas o cervezas, juntarse con amigos o hacer otros nuevos, en fin, interrumpir un poco la a veces tan agobiante cotidianeidad; da alegría saber –decía– que esos días son ahora Feriado Nacional.
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