“Son
historias que merecen ser contadas”
Por Tomás Eliaschev
Mariano
Pacheco acaba de publicar un libro sobre las similitudes entre la experiencia
que llevaron adelante los militantes montoneros en los ’70 y el movimiento
piquetero.
Mariano
Pacheco fue uno de los fundadores del movimiento piquetero. Tenía menos de 20
años y corría la década del ’90 cuando a las protestas por la desocupación y la
miseria crecientes se les opuso el método del corte de ruta y la asamblea.
Antes de que estallara la crisis de 2001, Pacheco organizaba a las barriadas
del sur del conurbano y era uno de los referentes del MTD de Almirante Brown,
donde fue compañero de militancia de Darío Santillán. Pasaron ya varios años y
sigue con su compromiso, aunque en estos años a fuerza de lecturas y pasión
autodidáctica se convirtió en intelectual y periodista. Es autor de Kamchatka,
ensayos sobre política y cultura (Alción, 2013), Darío Santillán, el militante
que puso el cuerpo (Planeta, 2012) y De Cutral Có a Puente Pueyrredón, una
genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (El Colectivo, 2010).
Es periodista de la versión cordobesa de El Argentino y colabora con el portal
Marcha.org.ar. Acaba de publicar Montoneros silvestres. Historias de resistencia
a la dictadura en el sur del conurbano, conectando su experiencia de vida con
sus inicios militantes.
–¿Qué lo llevó a escribir sobre los
Montoneros?
–Di mis
primeros pasos en la militancia política durante los ’90, en gran medida
escuchando relatos de militantes de la zona sur del conurbano bonaerense que,
durante la última dictadura, no se habían ido del país. Resistieron como
pudieron, entre los que estaban. Esos relatos, escuchados durante años, me
dieron siempre una sensación de mucha fortaleza para enfrentar situaciones
adversas. Siempre me pareció que eran historias que merecían ser contadas a más
personas, porque desmitificaban esa mirada sobre los ’70 “tardíos” que remarca
el lugar de víctimas de quienes cayeron en las manos del aparato terrorista de
Estado, o que sostenían que los militares habían “arrasado con todo”.
–¿Qué continuidades ve entre las
luchas de los ’70 y el movimiento piquetero?
–Sobre todo
esto que decía al principio: el ejemplo de enfrentar las situaciones adversas,
las apuestas por cambiar la situación en la que se vive y la apuesta por
experiencias radicalizadas. Si hay algo de los ’70 que retoma el movimiento
piquetero es, sobre todo, una desconfianza en las instituciones de la
democracia formal, y una confianza en que un pueblo en lucha, movilizado y con
capacidad de confrontación con los poderes establecidos puede cambiar las
relaciones de fuerzas y avanzar hacia otro tipo de experiencia política.
–¿Qué consideración hace sobre la
teoría de los dos demonios?
–Es una
canallada de algunos sectores políticos. Es un intento por desentenderse de lo
que pasó en los ’70 por parte de una amplia franja de la sociedad argentina.
–¿Qué opina de la lectura de la
militancia setentista que no tiene en cuenta la intención revolucionaria de
quienes protagonizaron esas luchas?
–Hay que ser
claros: muchos se movilizaban tras las banderas de la Juventud Peronista, esa
que hegemonizaba Montoneros, que por más que desarrollara una importante
política de masas nunca dejó de ser una organización armada, guerrillera, que
tenía como estrategia la “guerra popular y prolongada”. Años después no
quisieron hacerse cargo de sus decisiones o las “camuflaron” detrás de una
mirada teñida por la derrota de las apuestas revolucionarias. Por eso me vi
fascinado cuando a pesar de todo lo que habían pasado y en plena ofensiva
neoliberal, los “montoneros silvestres” me decían que había que hacerse cargo
de los errores, pero en el marco de hacerse cargo de toda la experiencia de una
generación que dio su vida por hacer la revolución y construir la patria socialista.
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