Escribe Miguel Mazzeo en el prólogo a la reedición del libro de Mariano Pacheco
“Mariano inició su práctica militante siendo un
adolescente, mientras promediaba la ofensiva neoliberal y cuando el fracaso de
las viejas narrativas y prácticas de la izquierda aparecía como notorio. De
este modo, Mariano (como Darío) se fue amasando en el barro de una praxis que
venía a romper amarras con la cultura política de izquierda previa: con el
vanguardismo, el elitismo, el paternalismo, las lógicas super-estructurales,
las prácticas delegativas, despóticas, etc. Una praxis que, entre otras cosas,
reivindicaba el arraigo territorial de la política; el trabajo político
molecular e intermitente; la pedagogía de los cuerpos solidarios en acción, la
pedagogía que apuesta a la politización de las intervenciones cotidianas y que
se preocupa por los procesos y no sólo por los resultados. Una praxis orientada
a erradicar las subculturas de aparato para no quebrar artificialmente por
arriba lo que espontáneamente (en ciertas condiciones históricas) se une por
abajo. Una praxis cuyo mérito principal consistía en tratar, por todos los
medios posibles, de infundir libertad en la necesidad. Una praxis que construye
la legitimidad de una “conducción”, de un liderazgo. De este modo, Mariano
desarrolló una predisposición a aceptar que las creencias y las prácticas
podían cambiar en paralelo, bajo la presión de la experiencia colectiva. Supo
detectar saberes políticos emancipatorios nuevos y, además de contribuir a
gestarlos, con el oficio de escritor contribuyó también a sistematizarlos.
Escribir porque se entiende. Entender porque se escribe. Una multiplicidad de
lecturas –desordenadas, como corresponde– enriqueció su lenguaje y su
pensamiento. Su mirada se tornó más escudriñante...”.
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