“Asistimos al proceso de
emergencia de las mujeres”
Por Mariano Pacheco
En la emblemática redacción
del semanario Brecha, el periodista y analista uruguayo
conversó con este
cronista sobre la actual situación política
internacional: la era Trump, el declive de los gobiernos progresistas
y las luchas de los movimientos sociales en América Latina. De Evita
al Ni Una Menos, de las piqueteras a la nueva emergencia juvenil
contestataria. Y una perlita: ¿existe una “mística tupamara” en
el Uruguay actual?
Una calurosa tarde de verano
en Montevideo. Una redacción situada en una antigua casona de la
ciudad. Un periodista próximo a jubilarse pero que no deja de
viajar, de escribir, de intervenir con sus análisis y opiniones.
Raúl Zibechi es conocido por su trabajo en el semanario Brecha, una
cooperativa de trabajo periodístico que ya lleva más de tres
décadas de existencia, pero también por sus libros, en los que
desde hace años viene dando cuenta del devenir de los movimientos
sociales del continente. En esta extensa conversación con Zoom,
Zibechi repasa el actual escenario de la política internacional,
partiendo del reciente triunfo de Donald Trump en Estados Unidos,
pasando por la crisis de los gobiernos progresistas de la región y
compartiendo su mirada sobre los movimientos sociales que emergieron
en el continente durante las últimas décadas. Como en casa de
herrero no puede haber cuchillo de palo, el uruguayo termina el
diálogo reflexionando acerca de si puede hablarse o no de que hay
vigente del otro lado del charco una “mística tupamara”.
La decadencia del imperio
americano
¿Cómo caracterizarías el
actual escenario internacional?
Yo creo que el triunfo de
Trump es una clara evidencia de la crisis del imperio. Si gana es
porque hay una fuerte división en las elites, pero también en la
sociedad norteamericana, que es víctima del neoliberalismo, porque
quienes lo votaron es claro que estaban re calientes con los halcones
de la guerra y de las finanzas. Así que lo primero que tenemos que
decir es eso: que hay una sociedad desgarrada, dividida, con una
enorme desocupación, subempleo, trabajo precario y una industria que
se ha trasladado a Asia, y un empeño en guerras que hartan a la
población, que ve además un declive en la calidad de los servicios:
viviendas que se pierden pero también el transporte, la salud, la
educación. Y en el plano externo, Estados Unidos es una potencia que
no solo está siendo alcanzada por otras solo en el plano económico,
como China (a quien además no pueden frenar en el terreno militar),
sino que no pueden imponer orden en el mundo. Porque la guerra de
Siria la perdieron. Y no pudieron contener a Irán. Así que
asistimos aún declive imperial importante, con una transición de la
hegemonía mundial que estaba en manos de Estados Unidos a otra en
donde el mundo pasa a ser multipolar, con cuatro o cinco
países-potencias que tienen capacidad de incidir en el escenario
internacional y contrarestar la de los otros, como es el caso de
Rusia+China. Por otra parte, fue el propio Estados Unidos quien
indujo a la crisis a la Unión Europea, que hoy se encuentra sin
rumbo, está a la deriva, luego de una serie de situaciones que
fueron impuestas por Estados Unidos, como la crisis financiera y la
situación de 2014 con Ucrania. Así que diría que el actual período
de transición es de caos e incertidumbre y en el que habrá más
conflictos, sociales e interestatales. Y de cómo se hagan alianzas
dependerá un poco el devenir de toda esta situación, que de seguro
no va a durar pocos años.
Nuestraamérica de pie
¿Cómo ves la actual
situación de las políticas de cambio social en el continente?
Porque por un lado tenemos al zapatismo, que tal vez fue la primera
referencia mundial tras la caída del muro de Berlín; también el
Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, que viene de los años 80. Y
ya entrando en este siglo aparecen otras experiencias más estatistas
o de movimientos sociales que logran expresarse en el Estado, sobre
todo con referencias como las de Bolivia y Venezuela. Sin embargo,
uno podría pensar que ninguna de las dos “vías” ha logrado
instaurar en el horizonte cambios profundos y extendidos con mayores
niveles de estabilidad. En el caso del zapatismo, si bien han tenido
numerosas iniciativas, les ha costado salir del sureste mexicano; al
MST le cuesta llegar a las ciudades y en Venezuela y Bolivia están
atravesando un momento complicado. ¿Cómo ves vos ese panorama?
Yo creo que los diversos
movimientos que hemos conocido en los años 90 (indígenas, rurales,
urbanos, piqueteros en Argentina), que surgen en pleno proceso
neoliberal, todos han sufrido profundas crisis que incluso ponen en
juego su futuro. Hay muchos movimientos que se han debilitado, otros
que han mutado, como es el caso del movimiento piquetero en
Argentina. Por otro lado, hay otros movimientos que han elegido
recostarse en el Estado. Y yo no hablo de cooptación, porque en este
caso hay una decisión que han tomado estos movimientos. Otros se han
mantenido autónomos, pero todos atraviesan una crisis muy fuerte.
Visto dos décadas después del surgimiento de algunos de estos
movimientos, yo creo dos cosas. En primer lugar, que hubo movimientos
que han sido capaces de reinventarse, como el caso del zapatismo (más
allá de las limitaciones que antes mencionábamos), donde la mitad
de sus integrantes hoy tienen menos de 20 años. Y tienen dinámicas
de una sociedad nueva que ya están construyendo, con sus escuelas,
colegios, hospitales, espacios de producción y de poder. Y otros,
como el MST en Brasil, que siguen como antes, solo que ya ha pasado
el ciclo petista, y hoy se encuentran muy limitados. Ninguno puede
cambiar el mundo, pero siento que el MST no se ha renovado. Y muchos
otros también. Pero es parte de la vida de los movimientos, que
nacen con mucha fuerza, luego se estabilizan y tras un período muy
largo tienden a decaer, se achanchan, es natural en los seres
humanos, y en los movimientos. Pero junto con eso, surgen nuevas
conflictividades. Por ejemplo, en toda la zona andina, contra la
minería. Capaz no hay mucha gente involucrada, pero son pequeños
colectivos que han logrado victorias muy importantes. También tenés
una lucha contra la soja y sus efectos, en donde Córdoba es el
epicentro de Argentina. Y los nuevos fenómenos de emergencia de
movimientos juveniles. Brasil culminó 2016 con mil colegios
ocupados. Está bien: tienen miles de colegios, pero no es un dato
menor que haya mil colegios ocupados demandando por la educación. Y
lo más nuevo, donde también Argentina es el epicentro, con el
movimiento de mujeres: los Encuentros Nacionales, el Ni Una Menos, y
el movimiento estudiantil chileno y una nueva conflictividad que
surge con los Fondos Previsionales Privados que desata un movimiento
de millones de familias en las calles. Entonces tenés viejos
movimientos que se van quedando, otros que se han pegado a los
Estados pero también una renovación muy interesante. La clave,
para mí, pasa por ver si los viejos movimientos son capaces de
conectar con esta nueva conflictividad, el nuevo activismo más
pobre, popular, periférico. La marcha de la gorra, digo, ¿no?
Pero hay una situación particular donde aún hay gobiernos
progresistas, como es el caso de Bolivia, donde el Pacto de Unidad,
que comprendía a cinco grandes organizaciones, se quebró. Y dos de
las históricas organizaciones, que en 2011 convocan a la Marcha del
Tipnis, son quebradas por el gobierno de Evo. Entonces, a qué voy
con esto más allá del caso puntual: que en todos lados los
movimientos tuvieron que transitar desafíos muy tremendos y no han
logrado salir fortalecidos. En México tenés la guerra, con 200.000
muertos y desaparecidos. ¿Cómo creces en ese contexto? Por
supuesto, hubo resistencias puntuales que han surgido y se han
fortalecido. Y ahí tal vez esté el futuro, en ver cómo esas
nuevas rebeldías que están surgiendo no queden silvestres,
aisladas.
Recién mencionábamos la
lucha de las mujeres, que en Argentina podríamos pensar con una
historia más de mediano plazo, que incluye a las Madres de Plaza de
Mayo y a las piqueteras. ¿Cuál es el fenómeno de novedad política
que vos ves en esta emergencia, tanto en Argentina como en otros
países de América Latina?
Yo lo que veo, por un lado,
que Argentina es un país muy particular. Porque yendo aún más para
atrás de lo que vos recientemente mencionabas, tenés a Eva Perón
en los años 50. Y Evita no es cualquier cosa: es la figura del
peronismo. Porque si vos vas a las casas peronistas, ¿quién está?
Está evita en la cocina, con su altar. E incluso en los gorilas.
Porque los gorilas transigían con Perón, pero con Evita no, Evita
los odiaba. Después está el feminismo, que en su primer momento
fue un feminismo blanco, bienhablado, universitario. Pero después
uno puede pensar que aparece el espíritu de Eva a través de Hebe,
“La Gorda”, un espíritu plebeyo, rebelde, imposible de frenar. Y
de las piqueteras, donde –vos te acordarás-- había una fuerte
presencia de mujeres, porque ahí estaba la comida, aunque
probablemente en el piquete se vieran más varones, aunque también
había mujeres. Yo hace poco estuve en Córdoba, y participé de dos
asambleas: una del Encuentro de Organizaciones y otra de la
Federación de Organizaciones de Base. En ambas el 80% estaba
integrada por mujeres, y además hay asambleas propias de mujeres. Y
ya no son mujeres académicas sino plebeyas, de los sectores
populares. Claro: uno puede decir que si hay mayoría de mujeres es
porque hay comida, por los niños, porque ahí está la posibilidad
de la sobreviviencia. Y claro, sí, algo de eso hay. Pero me alegro
de ver que son los sectores populares y no la Universidad (aunque en
la Universidad también pasa) los que empujan para que haya una
paridad. Porque hace treinta o cuarenta años esto también pasaba.
Estaban los gordos en los sindicatos, y no las gordas. Pero no puede
dejar de tenerse en cuenta que los procesos no son prolijos, avanzan
con desequilibrios. Y hoy asistimos al proceso de emergencia de las
mujeres. Mirá, te pongo otro ejemplo de allá de tus pagos: cuando
fui al norte de Córdoba, en Sebastián Elcano, en un pueblo de 2.000
personas había mujeres que habían asistido al Encuentro Nacional de
Mujeres. Entonces uno dice: ¡la pucha! En otro plano, por ejemplo en
Brasil, una de las críticas que se le hace al gabinete de Temer es
que no hay ninguna mujer. Y en los movimientos sociales son las
mujeres pero también sus hijas e hijos, porque no participan ellas
solas. Y respecto del feminismo, ya se puede ver que es un feminismo
de otro tipo. No es un feminismo de tesis doctoral de la academia,
sino uno más plebeyo. Y varios feminismos: uno negro, otros
indígenas, comunitarios, como en Bolivia. Este involucramiento
masivo de las mujeres en la política debe ser visto por nosotros,
los varones, con alegría, porque da cuenta de una multiplicidad de
actores y por otra parte tenemos que perder el miedo, pero eso es la
vida. También nos desafían nuestros hijos, que nos acusan, y
debemos desandar la madeja y no rechazar en bloque. Recuerdo que hace
años, un militante de la Coordinadora Aníbal Verón me decía: “si
a los pibes que están en la esquina fumando pasta base los metemos
en el movimiento es un triunfo. Claro que triunfo que a la vez es un
problema, nos metemos en un flor de quilombo, pero es mejor tenerlos
adentro, porque afuera son objeto de la represión policial”. Yo
creo que eso está bueno, es mejor tener esos líos y no un lío de
papel de tesis doctoral. Con eso tenemos que lidiar. En eso estamos.
Es como si las capas tectónicas de la estabilidad temblaran.
Para cerrar y más allá de
la política actual del Frente Amplio, quería preguntarte si
considerás que en Uruguay hay algo así como una “mística
tupamara”. Digo, viste que en Chile se habla de una “mística
MIR”. ¿Puede pensarse algo así acá?
Es muy buena tu pregunta,
aunque muy difícil de responder. Creo que por supuesto existió una
mística tupamara hasta el golpe de 1973. Después renació en 1985.
El entierro de Sendic fue un momento muy importante en ese sentido.
Él murió en Francia, lo trajeron y para el sepelio había gente que
ni siquiera era de izquierda y que salió a las calles, porque Sendic
fue un síntoma de dignidad, un símbolo el tipo entregado a una
causa, que no se rinde, muy querido sobre todo entre los sectores
populares del campo, muy austero. Un hecho de los más importantes de
la post-dictadura en Uruguay. Y si bien no es santo de mi devoción,
por más de que lo conozca y haya tenido con él un buen trato, creo
que Pepe Mujica basa algo de su enorme prestigio internacional en
parte de esa mística tupamara, que yo la resumiría en la
austeridad. Y la austeridad no es un tema menor en la política
revolucionaria. Y Sendic fue el ejemplo máximo de esa austeridad.
Yo, cuando me crié en la militancia del MLN, en esos años la
consigna era “Ser como el Che”, y Sendic era eso. Y el Pepe
recupera algo de eso: porque vive austeramente en una chacra, porque
anda siempre con el mate, porque tiene un perro de tres patas, porque
no le molesta que se rían de él. Y con todo lo que implica ser
presidente, donde la mística tupamara no se hizo política de
Estado, sí está el prestigio del Pepe, que comparado con otros
presidentes de la región, uno ve un culto a la vida sencilla.
Recuerdo una vez que tuvo una polémica pública con Cristina, donde
ella insistía en que había que consumir y el Pepe se opuso e hizo
un llamado contra el consumismo. Así que si se puede hablar de una
mística tupamara en ese sentido, creo que a nivel de Estado el que
mejor lo ha encarnado fue el Pepe. Pero después, en los barrios, hay
miles de pequeños tupas. Te pongo un ejemplo en ese sentido. Hace un
tiempo fui a Paysandu, que había unos productores rurales en huelga
en la puerta de una planta. Y había una mujer, María Elia, que es
la hermana gemela de Lucía Topolansky, una de las fundadoras del
MLN. Y cuando nos vamos, después de estar ahí como dos horas, la
veo a María Elia con una bolsita de alimentos y en vez de ir y
entregárselos delante de todos, llama a un militante de los
naranjeros en huelga y le arrima su solidaridad. Eso para mí tiene
que ver con la ética tupamara, que tiene que ver mucho con la
mística. A nivel macro, de política de Estado, esa mística se
perdió, aunque el Pepe la recoge. Pero a nivel de la gente que está
en la base, sean viejos militantes o jóvenes, retoman esa ética,
esa mística tupamara que creo que hay que cuidarla y preservarla,
porque no quedó encerrada en la organización, sino que está
presente en miles de pequeños lugares. Yo creo que está bien que
esa parte, esa parte buena de la ética de los años 70 siga
presente, y que lo haga bajo la forma de una ética de la vida.