“Hoy
la política está atravesada por la agenda que marca la movilización
popular”
Por Mariano Pacheco
(@PachecoenMarcha)
Este
miércoles 1° de marzo marcha nuevamente por las calles de Córdoba
el pujante movimiento social que surgió en oposición a la Ley de
Bosques propuesta por el oficialismo. Zoom conversó con Leonardo
Rossi, periodista que viene trabajando el tema desde hace años,
autor del libro Córdoba respira lucha. El modelo agrario:
resistencias y nuevos mundos posibles.
A
mediados del año pasado el joven periodista Leonardo Rossi publicó
por la Editorial de la Universidad de Villa María (EDUVIM) su primer
libro: Córdoba respira
lucha. El modelo agrario: resistencias y nuevos mundos posibles,
donde aborda la matriz del modelo del agronegocio presente en la
provincia, pero también las resistencias sociales y las alternativas
políticas que se van gestando en el mismo suelo.
El
libro comienza con un capítulo titulado “Bosques”, donde el
autor estudia y denuncia el avance de la frontera agroganadera sobre
los bosques nativos. Un tema que cobra relevancia en la actual
coyuntura, ya que desde fines del año pasado se ha desatado en
Córdoba un masivo y creativo movimiento social (sobre todo en el
interior provincial) que logró frenar en diciembre una importante
iniciativa del gobernador Juan Schiaretti en la Legislatura. Desde
entonces, la “Ley de Bosques” busca ser aprobada por el
oficialismo (que co-gobierna la provincia junto al radicalismo desde
hace dos décadas), pero hasta el momento se han topado con
movilizaciones numerosas de la sociedad civil. Incluso históricos
sectores que han levantado estas banderas han confluido con las
nuevas experiencias, dando paso a un renovado repertorio de protestas
que, el próximo miércoles 1 de marzo, se darán nuevamente cita en
la capital provincial.
Rossi,
periodista nacido en Catamarca pero criado en el sur del conurbano
bonaerense, donde estudió comunicación social en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora,
conversó sobre este tema con Revista Zoom. En la actualidad
Rossi está radicado en Colonia Caroya (norte cordobés) aunque por
su oficio de cronista suele viajar por diversos puntos del país
dando cuenta de las luchas socioambientales. Es colaborador del
diario Página/12
y becario del Concejo Nacional de Investigaciones (Conicet).
Córdoba
respira lucha...
da cuenta de un proceso estatal de impulso de un modelo
de desarrollo centrado en el agronegocio y el boom inmobiliario, con
la consecuente expansión de la frontera agroganadera, la
introducción de empresas multinacionales y el auge del desierto
verde de la soja, pero también de procesos de resistencia que
tuvieron momentos emblemáticos. Por otro lado, desde hace dos
décadas la provincia está gobernada por la misma alianza y en la
última elección Mauricio Macri obtuvo el 70% de los votos. ¿Qué
reflexión podes compartir al respecto?
Lo
primero que te puedo decir es que la resistencia y la dinámica
electoral caminan por vías distintas que se van entrecruzando pero
no siempre de la misma manera, o de la mejor forma. Una elección es
una suerte de fotografía de un momento determinado. Fotografía con
la que se han quedado los grandes medios de comunicación, sobre todo
los nacionales. Pero a esa foto le faltan otras tramas que están por
debajo y que no siempre se expresan en los medios, aunque por
supuesto hay algunos que sí lo hacen, y es eso un poco de lo que se
intenta dar cuenta en el libro. Un ejemplo claro del silencio es un
registro nacional elaborado durante el gobierno anterior que,
asumiendo sus falencias en tanto que relevamiento parcial, admite que
a 2013 existían 857 situaciones de conflicto por la tierra que
involucraban a 60.000 familias. En Córdoba hay cien mil hectáreas
en disputa en 69 casos registrados. De esto no se habla. El caso de
Monsanto es muy importante, no solo por lo que implicó en el plano
simbólico sino porque además sirve de referencia para otras luchas
que se pueden estar produciendo en la provincia o en otros lugares
del país, del continente e incluso en el mundo. El caso de Ramona
Bustamante en el norte cordobés, la abuela campesina que estuvo
resistiendo durante una década los intentos de desalojo de la
Federación Agraria, o el caso del fallo vinculado a las fumigaciones
en barrio Ituzangó Anexo condenando a un productor agropecuario
también marca un precedente muy importante. Y los periodistas no
podemos ser ingenuos. Desde nuestros espacios tenemos una
responsabilidad respecto de informar o no sobre todo esto que pasa, y
desde qué lugar lo comunicamos.
Y
respecto del activismo socioambiental y el resto del movimiento
popular, ¿cómo ves esa relación? ¿Hay cruces fructíferos?
Yo
creo que sí. Y de nuevo, toda la lucha desarrollada contra la
multinacional Monsanto en Malvinas Argentinas fue emblemática,
también, en ese sentido. Se produjeron una multiplicidad de
tácticas de espacios muy diversos, con una estrategia común:
expulsar a la empresa. Algunos pusieron más el cuerpo en el bloqueo
y enfrentando la intimidación y la represión policial, otros
accionaron más en la difusión o la vía judicial, otros en la
organización de los vecinos de la zona, pero todos -más allá de su
procedencia política- aportaron al proceso de expulsión de la
multinacional de la localidad. También está la experiencia de la
Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), que con su diversidad de
miradas ha sido una herramienta de lucha muy importante contra el
modelo extractivista, que todo indica se profundizará con el modelo
de Macri. Y que seguramente encontrará en espacios como estos, y las
organizaciones campesinas e indígenas la recreación de herramientas
de lucha ante las nuevas avanzadas.
En
el libro detallás muy bien el avance sobre el monte que se produjo
en Córdoba, una provincia que a inicios del siglo XX tenía, de sus
16 millones de hectáreas, tres cuartas partes de bosques nativos, y
donde entre 1970 y 2000 se destruyeron un millón de hectáreas, y
entre 2006 y 2011, 68.176 hectáreas. Todo este proceso, sin embargo,
siempre encontró resistencias, que en la actualidad recobran un
nuevo impulso con la emergencia de este movimiento social que
busca que no se apruebe la Ley de Bosques impulsada por el
oficialismo ¿Cómo ves la situación actual de este movimiento?
El
dato interesante de todo este proceso es que la ley, según lo
reconocieron incluso algunos legisladores, estaba para aprobarse en
diciembre, y tras la movilización popular tuvo que frenarse.
Entonces, esta acción de ganar el espacio público, que muchos
quieren presentarlo como anacrónico, fue lo que logró frenar la
ley. Que haya 10.000 personas en el centro de Córdoba defendiendo
ese 3% de bosque nativo que queda en la provincia evidentemente no ha
sido un dato menor. Y en paralelo se logró quebrar la hegemonía de
un discurso que pretende colocar estos temas como una cuestión
marginal. Por un lado ha sido intensa la tematización en redes
sociales, y sin dudas que el apoyo a esta causa de figuras populares
en la provincia como Doña Jovita, Piñon Fijo o Raly Barrionuevo
fisura el discurso hegemónico. Por supuesto, no es un tema nuevo:
hay personas que desde hace 30 años vienen trabajando y denunciando
estas situaciones pero es marcada la instalación de la defensa del
bosque en un abanico amplio y diverso de sectores. Hoy en día, este
reclamo hace confluir al Movimiento Campesino de Córdoba y los
apicultores (que al perder el monte pierden su cultura, en
definitiva, su vida; las familias que se han ido de las ciudades a
las sierras en busca de una vida más sana; científicos que están
en diálogo con las poblaciones afectadas por el desmonte; las miles
de familias afectadas por las recurrentes inundaciones, que en 2015
dejaron una decena de muertos. En otras palabras, el agronegocio
tiene serias dificultadas para ocultar la relación entre desmonte e
inundaciones; entre desmonte y expulsión de población rural; entre
desmonte y desertificación de suelos. Y ante esto muchos sectores
políticos quedan descolocados. El primero de ellos es el propio
gobierno provincial, pero también el radicalismo. En fin: todos los
sectores políticos que acompañan la ley de Bosques ahora se ven en
aprietos por una agenda que está siendo marcada por la movilización
popular. Me parece interesante ver cómo el radicalismo y el
oficialismo cierran filas para que avance el agronegocio. Que hay que
recordar tuvo una notable expansión durante el kirchnerismo,
reflejando aquello que la socióloga Maristella Svampa denominó “el
consenso de los commodities”. Consenso que tiene su correlato en
los medios masivos de comunicación, donde ese modelo productivo se
presenta como el único posible, como vía y expresión de un
supuesto desarrollo inevitable. Ahí tenemos el gran desafío de
discutir, y es una deuda de los comunicadores, en sectores mucho más
amplios en torno al progreso: ¿Qué es? ¿Para qué? ¿Para quién?
El
libro es una contribución al estudio de la temática y también una
buena introducción. Hay muchos datos que acompañan las denuncias de
los procesos de despojo, y también, numerosos testimonios de quienes
vienen protagonizando sus resistencias. El último capítulo se
titula “Otros mundos posibles”. ¿Los hay? Circula mucho
escepticismo en estos días.
De
algún modo el objetivo del libro es poder contribuir a la denuncia
de estos temas que, como decía hace un rato, no siempre están
presentes en las agendas de la clase política y los medios masivos
de comunicación. De allí el trabajo documental respecto del impacto
del desmonte, del uso de los agroquímicos o de los desalojos a las
familias campesinas para avanzar con la frontera agropecuaria, que
ayuden a concientizar sobre lo que está pasando, así como las
resistencias que se le oponen. Pero no sólo. Porque al calor de esas
luchas también se van gestando otros mundos posibles, y que son bien
concretos. Por ejemplo: no es cierto que no exista otra agricultura.
Hay una que es histórica, ancestral y que en lugares como el norte
cordobés no solo pervive sino que está muy arraigada. Es una
agricultura sin agroquímicos, que parte de la mancomunicón del
trbajo familiar, con un fuerte anclaje territorial y lógicas más
comunitarias. Otros hablamos de la agroecología. Y bajo este
concepto se agrupan por ejemplo más de veinte ferias en toda la
provincia, más tantas otras experiencias de compra directa, de
compras comunitarias, que se plantean otras lógicas de consumo. Todo
esto suele ser invisibilizado por ese “consenso de los commodities”
que atraviesa a la sociedad desde distintas perspectivas: políticas,
comunicacionales, etcétera. Y otras veces no es invisibilizado pero
es presentado de un modo tramposo: como una alternativa exclusiva
para ciertos sectores con un buen pasar, alto poder adquisitivo,
cuando en realidad este tipo de agricultura está muy extendida en
muchísimos pueblos y parajes de la provincia de Córdoba. Pero
claro: parte de este consenso también incluye a las grandes cadenas
de supermercados, que como todos sabemos invierten muchísimo dinero
en publicidad, y todos nos quedamos con la idea de que la única
forma posible de consumir alimentos es ir a esos supermercados a
comprar la comida que está procesada por las grandes industrias, que
hoy tienen niveles récords de concentración. Esto nos deja
atrapados en toda una red de control biopolítico notable, ante la
cual muchos intentan construir otras dinámicas, y a partir de las
cuales se intenta –desde el trabajo periodístico, desde libros
como este-- mostrar otros caminos posibles, que necesitan del fomento
y el apoyo concreto de políticas de Estado, pero también que
sectores populares urbanos (que son los más perjudicados por este
tipo de alimentación más dañina para la salud) que tomen contacto
con estas experiencias productivas para intentar ir gestando además
otras formas de distribución y de consumo. Parte de todo esto está
presente en el libro y en el trabajo diario que hago, como muchos
otros periodistas, en el intento de contribuir con nuestro oficio a
que más gente pueda conocer estas experiencias que, para nombrarlos
de algún modo y retomando una consigna que es bastante conocida,
podrían agruparse bajo el lema de “otros mundos posibles”.
*Publicada en revista Zoom.
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