¿Qué pasó y qué puede pasar con el más macrista de
todos los peronismos provinciales?
Córdoba: el triunfo arrollador de Cambiemos (otra vez)
y el devenir del cordobesismo tras dos décadas en el poder. De agosto a octubre
como radiografía del 17 al 19.
Por Mariano Pacheco
(nota publicada en revista Zoom)
Sin lugar a dudas la novedad de estas últimas
elecciones fue la gran capacidad para nacionalizarse que tuvo el macrismo, más
allá de la estructura nacional con la que contó (¿cuenta?) Cambiemos a través
de sus socios de la Unión Cívica Radical (UCR). Cambiemos obtuvo el primer
lugar en la disputa electoral en provincias propias, como Jujuy y Mendoza, pero
también en Corrientes, Entre Ríos, Neuquén, La Pampa, Santa Cruz, además de
arrasar en Córdoba y San Luis. Por otra parte, quedó en segundo lugar en 8 de
las 9 provincias gobernadas por el Partido Justicialista/Frente para la
Victoria (también obtuvo el segundo lugar en Misiones, Santa Fe y Provincia de
Buenos Aires). Sólo en Chubut obtuvo el tercer lugar, con alrededor de 25% de
los votos, según los últimos recuentos.
En la Córdoba, la actual victoria macrista se enlazan
con un antiperonismo histórico en el largo plazo, un antikirchnerismo en el
mediano y una exacerbación de las posturas reaccionarias en los últimos
tiempos. No estaría de más recordar algunos antecedentes previos a la derrota
aplastante del kirchnerismo en el ballotage de 2015, en donde Mauricio Macri
obtuvo 71, 51% de los votos: en 1955 la autodonominada “Revolución libertadora”
tuvo su cuna en Córdoba; en 1974 (aún antes del operativo Independencia en
Tucumán), un golpe policial desalojó del Estado al gobierno popular encabezado
por Atilio López y Ricardo Obregón Cano (“El Navarrazo”); durante el Proceso de
Reorganización Nacional, con Lucio Benjamín Menéndez a la cabeza, la dictadura
tuvo en la provincia a su sector más duro en la represión ilegal; y en 2008,
durante la confrontación del gobierno nacional con las patronales
agropecuarias, la provincia mediterránea supo cosechar los apoyos más activos
para éstos últimos.
En las recientes elecciones Primarias, Abiertas,
Simultáneas y Obligatorias (PASO), la fórmula Héctor Baldassi-Rodrigo De Loredo
obtuvo el 45% de los votos en toda la provincia. Cuatro de cada diez cordobeses
que habitan la capital (la ciudad que tiene uno de los índices de pobreza más
elevados del país: el 40%), votaron por Cambiemos en estas últimas elecciones.
Sin partido, sin aparato con arraigo en la provincia, el ex árbitro de fútbol
logró imponerse primero como pre-candidato ante las presiones de un sector de
sus aliados radicales, y luego –sufragio de por medio-- obtuvo más votos que Ramón Mestre (hijo), actual intendente de la capital
provincial, quien en su mejor momento (2011) lo respaldaron alrededor de 100
mil votos menos que Baldassi en agosto de este año. Situación que, de
repetirse, pondría en juego incluso las aspiraciones del joven correligionario
para ser la cara de Cambiemos al frente de la boleta que le dispute la gestión
del Estado provincial a este peronismo que ya lleva dos décadas consecutivas en
el poder.
Para muestra, un botón
Uno de los festejos por el Día del Niño dejó una
fuerte polémica en la ciudad cordobesa de Alta Gracia. Es que el lunes pasado
un grupo de vecinos del barrio Villa Oviedo denunció que en un evento organizado
por un centro vecinal, apoyado por la Municipalidad, se distribuyó una pelota
con la inscripción de Martín Llaryora, el vicegobernador y candidato a diputado
nacional por Unión por Córdoba. Más que un error, como se apuró a declarar en
la prensa un funcionario municipal, parece un acto de desesperación.
No es para menos, si se tiene en cuenta el clima
caldeado y de pase de facturas que el peronismo provincial vive puertas adentro
(y no tan adentro) en estos días. Es que el triunfo (otra vez), de Cambiemos en
la provincia parece venir a suplantar el universo simbólico con el que, hasta
ahora, gran parte de la población de estas tierras encontraba para expresar sus
posiciones conservadoras.
Algo del fenómeno que recorre la Argentina no estaría
leyendo el peronismo cordobés, tan afín a auto-rotularse como “cordobesismo”,
una suerte de isla derechosa capaz de marcar su propio ritmo más allá de la
coyuntura nacional (así fue, al menos, durante los últimos años, donde el
kirchnerismo, por ejemplo, no logró hacer pie en la provincia más allá de
haberse perpetuado durante tres mandatos consecutivos en la gestión del Estado
nacional).
En Córdoba parece enlazar la idea del cambio con el
cambio: frente al kirchnerismo, el delasotismo (o el schiarettismo) eran la
permanencia, pero ahora el macrismo se presenta como el cambio por derecha al
kirchnerismo en el plano nacional y un cambio con permanencias -de políticas
conservadoras- en el plano provincial.
Y si bien el diagnóstico público y tranquilizador del
peronismo cordobés repite una y otra vez que el problema fue que la
polarización Macri-Cristina se comió la elección (y que los cordobeses votaron
para dejar en claro su rotundo rechazo a la posibilidad de un futuro retorno
del kirchnerismo), todos saben que en agosto se pusieron en juego cuestiones
más de fondo, que de repetirse en octubre resultados similares, comprometen el
destino del esquema de poder puesto en juego en la provincia durante las dos
últimas décadas. Por un lado, parece quedar claro que el voto conservador se
desplazó desde el cordobesismo hacia la revolución de la alegría. Por otro
lado, el voto sectorizado del campo acompaña claramente a la gestión nacional
del ingeniero. Finalmente, parece quedar claro que la propuesta endogámica
aparece desgastada. De allí los pases de facturas. La campaña del oficialismo
provincial fue más que confusa: consignas como “El verdadero cambio” o
“Defender a Córdoba” no convencieron a casi nadie. Por otra parte parte, las
dos figuras fuertes de la política peronista provincial se mostraron
prescindentes de jugar fuerte en la campaña, con la diferencia de que José
Manuel De la Sota capitaliza de algún modo el hecho de no haber sido él sino el
actual gobernador Juan Schiaretti quien cargara (otra vez), con el sabor amargo
de la derrota. Recordemos que fue también bajo su gestión, en 2009, cuando el
peronismo cordobés salió tercero en las
elecciones legislativas y se quedó sin senador nacional.
OpoOficialismo
En su clásico libro El arte de la guerra, el
milenario estratega chino Sun Tzu advirtió: “conoce a tu adversario y conócete
a ti mismo. De esa forma podrás enfrentar 100 batallas sin exponerte a un
rotundo fracaso”. Por otra parte, el teórico prusiano Carl Von Clausewitz
también había señalado en su libro De la guerra, siglos después, que el
hecho de quebrar el frente de alianzas de los enemigos era una parte importante
del arte de la estrategia.
Como desoyendo todas las conceptualizaciones al
respecto, el peronismo cordobés no estaría pudiendo conocer a fondo a su nuevo
adversario, y para mal de males lo estaría dejando agruparse junto a todos sus
antiguos adversarios. Así, mientras Unión por Córdoba no sólo que no amplia su
base de sustentanción sino que va perdiendo apoyos, Cambiemos logró unir los
nuevos aires del Pro con las históricas estructuras radicales, más algunos
elementos (entre ellos su principal dirigente) del juecismo, que hace apenas
una década atrás se presentaba como la renovación de la política cordobesa ante
el “pacto de co-gobierno” peronista-radical.
Al parecer tampoco el schiarettismo calculó bien el
juego de acercamientos y oposiciones, y en su afán de presentarse como un
gobernador amigo del presidente, no obtuvo reciprocidad que lo beneficiara en
modo alguno. Haber logrado acuerdos en temas como la coparticipación, las obras
de gasoductos o por la Caja de
Jubilaciones pudieron aparecer como buenos ejemplos de una gestión prolija y un
modo de intervención política en la coyuntura responsable, pero muy difícil de
traducirse en modos de acumulación frente al discurso de barrer con la pesada
herencia, que en Córdoba, claramente podría ser también leída como la herencia
pesada de un peronismo eternizado en el poder.
De allí que parte de las estrategias del peronismo
cordobés, de ahora en más, se centren posiblemente en algunos ejes que al menos
le permitan acortar la distancia de alrededor de 15 puntos de diferencia que
sus rivales le sacaron en las PASO, intentando que su cuarto candidato (Daniel
Passerini) ingrese al Congreso. Ya habrá tiempo seguramente para pensar en la
proyección nacional, pero se sabe: no hay quien mande en el vecindario sin no
mantiene la casa mínimamente en orden (y si bien el compañero Juan buscó
erigirse como figura fuerte de la liga de gobernadores peronistas, de repetirse
los resultados de agosto en septiembre más que pensar en encabezar armados
nacionales en el 19 debería trabajar duro por dos años para no perder el frente
interno).
De allí que todos los cañones parezcan apuntar hacia
la temporalidad corta, la más inmediata. Entre las estrategias del oficialismo
cordobés de cara a octubre del 17, en este sentido, parece estar dirigida a que
“no se les escape la coneja”, es decir, hacer hablar al ex árbitro de fútbol,
primer candidato de la lista de Cambiemos en la provincia mediterránea.
En una nota local reciente, la periodista Eugenia
Marengo hizo hincapié en algunos elementos referidos a esta posible estrategia:
en primer lugar, la puesta en caja de los intendentes peronistas, ya que
Baldassi ganó en ciudades como Río Cuarto, Villa María, Alta Gracia y La
Calera, todas de gestión oficialista. Por lo tanto, es probable que se los
ponga a jugar a fondo en una campaña de baja intensidad, casa por casa, para
recuperar al menos los votos peronistas. En segundo lugar, la estrategia
también apuntaría a tratar de aumentar el nivel de participación ciudadana en
los comicios de octubre, para que crezcaal menos en un 5% respecto de lo que
fue en las PASO (alrededor del 70%). En tercer lugar, intentar visibilizar los
problemas económicos que atraviesa la gestión nacional, sobre todo poniendo a
jugar a sectores del sindicalismo y los movimientos sociales (una fracción de
la CGT; el Movimiento Evita). El gran problema de este último elemento es que
el 40% de pobreza en Córdoba sea leído como un problema de administración
provincial y no como efecto de una mala gestión de la macroeconomía nacional y
el tiro salga por la culata, corroyendo uno de los caballitos de batalla de la
actual gestión provincial, o que la pesada herencia kirchnerista presente en el
imaginario social se presente también asociada al peronismo cordobés,
históricamente antikirchnerista (los “choriplaneros” y los “gremialistas” que
ponen palos en la rueda para que el país no avance).
El goleador y el pibe renovador
Algo del discurso del sentido común respecto de lo
anquilosado de la política argentina parece ponerse en juego hoy en la
coyuntura electoral de Córdoba. La disputa entre las dos fuerzas principales de
la provincia (el kirchnerismo “victorioso” salió tercero, allá lejos, con un
10%) se juega entre dos figuras prácticamente desconocidas hasta hace muy poco
tiempo por la mayoría de la población cordobesa.
De un lado Martín Llaryora, actual vicegobernador en
licencia de sus funciones, dos veces intendente y presidente del PJ de la ciudad sojera de San
Francisco (donde también había sido concejal), ministro de Industria de la
gestión última de José Manuel De la Sota tras la crisis de gobernabilidad
desatada por la “rebelión policial” de diciembre de 2013. Un gesto de
reconocimiento del “Gallego”, luego de que el “joven renovador” (competía en
las internas del peronismo provincial bajo el sello de Frente Renovador aún
antes de que Sergio Mazza lo empleara en provincia de Buenos Aires) sacara el
22,5% de los votos frente a la lista oficialista que encabezó Juan Schiaretti
en las PASO del 11 de agosto de 2013. O un gesto de disciplinamiento y puesta
en caja de los díscolos, según como quiera leerse. Dicen que dijo José Manuel
que en ese 2013 Llaryora (entonces con 40 años de edad) se recibió de
“dirigente provincial”.
También en 2013 Mauricio Macri le dio la venia a
Héctor Baldassi, “El Soplapito”, según la mueca burlona con la que lo bautizó
“El Turco” Jorge Asís. El ex árbitro de fútbol internacional tenía entonces 47
años, nunca había actuado en política y centró toda su campaña para las elecciones legislativas del 27 de octubre
de 2013 insistiendo en el slogan de “La Coneja”, inentendible de no ser por los
videos y spot publicitarios donde se lo veía y escuchaba contando que así le
decían de niño, porque asistía al jardín de infantes con una bolsita que tenía
una coneja que había sido bordada por su madre...
Gran debut, casi de goleador a pesar de haber obtenido
el cuarto lugar: la lista del macrismo en Córdoba sacó 14,40% de los votos y
con ese porcentaje logró entrar a la Cámara de Diputados de la Nación. Ahora
Baldassi, para sorpresa de propios y ajenos, salió primero en las PASO. De
repetirse o incluso de incrementarse ese caudal de votos, estaría ante un
triunfo legislativo que lo ubicaría como un impensado candidato a gobernador de
Córdoba, quitándole ese puesto a Ramón Mestre.
Dicen que Baldassi es limitado en sus análisis, como
orador e incluso, que no tiene dotes para el liderazgo. Así y todo, cuenta con
una ventaja de cara a “la gente”: se hizo “fama de justo” en los andares
deportivos.
Hace tres décadas Los violadores, banda de punk-rock
argenta, cantaba: “fútbol, asado y vino… eran los gustos, del pueblo
argentino”. Habrá que ver si Baldassi logra hacer una coctelera propia en la
que logre incorporar los vientos de cambio que vienen de Buenos Aires con la
idiosincrasia propia del cordobés. Tal vez ahí sí, fútbol, fernet y cuarteto,
pueda desplazar al corbobesismo del poder. Por lo pronto ya cuenta con el visto
bueno de Cadena 3, la poderosa empresa de comunicación que festejó el Día del
niño junto a la banda sonora de la Policía de la provincia de Córdoba,
obsequiando regalos a los primeros 30.000 niños y niñas que asistieron al
lugar. Niños que tal vez pasen a integrar en algunos años la lista de jóvenes
asesinados en casos de gatillo fácil, que Córdoba tiene el triste récord de
encabezar en las estadísticas de casos en el país.
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